la tradición en su problemática actual

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IOHANNES BEUMER
LA TRADICIÓN EN SU PROBLEMÁTICA
ACTUAL
El tema Tradición mantiene su actualidad insistentemente. A pesar de la dificultad que
supone su repercusión en multitud de problemas limítrofes, los teólogos
contemporáneos lo abordan con decisión, convencidos de su importancia fundamental
en orden al diálogo ecuménico. El autor resume los trabajos y posiciones que se han
aportado últimamente d propone una solución intermedia: sin perjuicio de que algunas
tradiciones rebasen en algún caso el contenido de la Escritura, el autor cree que en
ésta se contiene fundamentalmente toda la verdad revelada. La Tradición se vincula
orgánicamente con la Escritura, la explica y la des-arrolla.
Das Katholische Tradizionsprinzip in seiner heule neu erkannten Problematik,
Scholastik, 36 (1961), 217-240
La teología se ha ocupado siempre de la Tradición: Ireneo, Tertuliano, Orígenes,
esbozaron y a una teoría de la Tradición. El tema se hizo problema con la Reforma. La
teología católica del tiempo de la controversia, hizo notar enseguida la contradicción en
que incurría el luteranismo. El Concilio de Trento, por su parte, arbitró una solución
incompleta, suficiente sólo para las necesidades del momento. Desde entonces el
problema se ha visto más o menos condicionado por la polémica. El siglo XVIII tiempo de decadencia teológica- no es excepción. La escuela de Tubinga en el XIX
conquistó para el tema olla perspectiva sistemática e histórica más completa, lo cual
constituye uno de. sus más señalados servicios a la teología. Actualmente la cuestión
vuelve a centrarse en torno al diálogo entre católicos y protestantes. La nueva situación
no permite distinguir fácilmente, de una manera tajante, la tarea de comunicar lo propio
a los otros y asimilar lo ajeno. En este trabajo, sin embargo, se intenta recoger los
resultados ya obtenidos, y las tendencias más prometedoras.
DETERMINACIÓN DEL CONCEPTO DE TRADICIÓN
Tradición en sentido pasivo
Lo que se entiende corrientemente por tradición parece cosa clara. Tradición oral se
opone no a todo escrito Salo precisamente a la Sagrada Escritura Este concepto vale,
por lo menos, como noción estricta que atiende a un aspecto de la cuestión y prescinde
de la Tradición que se fijó escriturísticamente.
A hora bien, esta noción plantea inmediatamente una pregunta: ¿Debe asignarse a la
Tradición que se opone a Escritura un objeto o contenido distinto del contenido
transmitido por la Biblia? ¿Basta, por el contrario, que la Tradición nos comunique de
modo específicamente diverso el mismo contenido que la Escritura? Optamos por la
segunda alternativa, porque del puro concepto de Tradición no se sigue la necesidad de
distinguirla de la Escritura también por el contenido. Esta alternativa implica una cierta
suficiencia de la Palabra de Dios bíblica -en cuanto al contenido-. Y esta suficiencia
permanece aunque se admita una Tradición no escrita junto a la Biblia.
IOHANNES BEUMER
Con esto no se excluye que en determinados casos la Tradición nos transmita, por
medio de algún texto patrístico o por medio de algún Concilio, algún contenido que no
se encuentre en la Escritura. Pero entonces sucederá esto por razones accidentales o
complementarias, no por fuerza del concepto mismo de Tradición.
Un ejemplo puede aclarar lo dicho: Ireneo nos informa que los pueblos bárbaros
desconocedores del lenguaje escrito (sine charla vel atramento) reciben, sin embargo, la
Salvación y arraiga en ellos sólidamente. Esto constituye indudablemente -- según todo
el contexto efe Ireneo -- un gran argumento en favor de la necesidad de la Parádosis es
decir, de la Tradición no-escrita. ¿Pero se puede deducir de ahí que Ireneo piense en
atribuir a ésta un contenido que exceda o sobrepase al de la Escritura? De ninguna
manera. Los bárbaros reciben por medio de la Tradición el mismo mensaje que ha sido
comunicado a lo s pueblos cultos valiéndose también de la Escritura. Ireneo no alude
para nada a ninguna diferencia de contenido entre las dos fuentes, sea en más o en
menos. (El texto más antiguo que por ahora conocemos, que trata de una Tradición no
contenida en la Escritura, es el de Tertuliano en su libro De corona mililum. En él
justifica la observancia de ciertos ritos antiguos fundándose en la Tradición y
expresamente afirma que no se apoyan en la autoridad de la Escritura).
Contra lo dicho se podría objetar: ¿no indica el concepto mismo de tradición oral y noescrita, en cuanto tal, un ser totalmente ajeno a la Escritura? Porque, en efecto, al decir
Tradición no-escrita se indica -negativamente- que no se encuentra en la Escritura, y al
calificarla como oral se indica -positivamente- que toma su contenido de otra fuente. A
esta objeción se responde que aun en el caso que se den tradiciones que de hecho no se
contienen en la Escritura, esto no ocurre en fuerza del concepto mismo de Tradición.
Todavía será necesario establecer de que manera sucede tal cosa. Y quizá no sea
necesario recurrir a una diferencia última entre Escritura y Tradición que alcance el
orden mismo del ser. Bastará tal vez con que la diferencia esté en la línea del
conocimiento. Según esto se podrá decir con razón -por ejemplo- que la posibilidad o
necesidad del Bautismo de los nulos procede de la Tradición oral. Al Hablar así se pone
de relieve el modo cómo conocemos esta doctrina y se afirma que cabe probarla a partir
de la Tradición. Pero queda intacta la pregunta ulterior, de carácter sistemático, acerca
del fundamentó ó vestigio de la misma verdad que cabe encontrar en la Escritura.
Tradición en sentido activo
Con la palabra Tradición se significa usualmente lo que se transmite, es decir, el objetó
de la entrega en sentido pasivo. Pero con lo mismo queda indicado que existe también
una Tradición activa y unos encargados de realizarla (tradentes). Se plantea, por tanto,
la cuestión de quiénes son los llamados a esta función.
El concepto de Tradició n no aporta luz suficiente para resolver la cuestión. Pero ya que
de hecho la Tradición acontece dentro del ámbito eclesial, compete a los órganos de la
Iglesia el realizar la entrega o Tradición. Por esto la Tradición es siempre en algún
sentido, Tradició n eclesiástica.
Dentro de la Iglesia deben considerarse como tradentes en primer lugar los sujetos
investidos de poder jerárquico, pero no es evidente que sean ellos los únicos tradentes.
Nos parece excesivo el sentido exclusivista que atribuye Deneffe al texto del Tridentino.
IOHANNES BEUMER
Este autor glosa la expresión continua succesione in Ecclesia catholica conservatas
refiriéndola al poder apostólico. Dice: "Pertenece ciertamente a la esencia de estas
tradiciones el que hayan sido conservadas y transmitidas por el magisterio eclesiástico,
de la misma manera que fueron confiadas a los Apóstoles por Cristo ó el Espíritu
Santo... La expresión continua succesione indica las manos que están únicamente
llamadas a conservarlas intactas y transmitirlas."
Esta interpretación exclusiva no puede sostenerse sin prueba. El Tridentino habla
solamente de una entrega ulterior de lo recibido, lo cual es sencillamente distinto de
poder magisterial. Se puede dudar de que en el concepto mismo de Tradición deba
incluirse la autoridad doctrinal. Uno de los mayores aciertos del Tridentino consistió en
distinguir las Tradiciones apostólicas de las tradiciones puramente eclesiásticas, para
colocar las primeras en el mismo plano que la Escritura supuesto que ambas tienen un
origen divino idéntico y gozan por lo mismo de autoridad divina. Pero no se ve que
además de esta autoridad divina que afecta a la Tradición por su origen, deba incluirse
en ella, necesariamente, otra autoridad. tina transmisión auténtica supone solamente que
los eslabones intermedios son seguros y fidedignos. Si además el poder jerárquico toma
sobre sí esta función transmisora, entonces la transmisión quedará garantizada por la
asistencia especial del Espíritu Santo y la transmisión se convertirá en oficial. Pero
todavía en este ,asó podrá ocurrir que la autoridad se ejerza en grado distinto, y no hay
por qué restringir la transmisión autoritaria de la Tradición a la enseñanza solemne o a
las decisiones infalibles. En cualquier casó creemos que el elemento autoridad
magisterial entra solamente en el concepto Tradición desde la instancia oficial y no se
puede considerar sin más un elemento esencial del mismo o un complemento necesario.
Tradición de fe y Tradición de costumbres
Las discusiones modernas dirigen su atención sobre la Tradición doctrinal. Esto se
explica por la situación del diálogo interconfesional, pero no debe olvidarse que la
mayor parte de los documentos antiguos (patrísticos, escolásticos, canónicos) manejan
un concepto de Tradición más amplio, que comprende igualmente prácticas
disciplinares y rituales. Incluso el Tridentino usa este concepto al agrupar las tradiciones
ad mores pertinentes bajo el titulo general de sine scripto tradiciones. J. L. Murphy, en
su estudio acerca de la noción de. Tradición en Juan Driedo, concluye que mores en el
Concilio de Trento significa las prácticas y costumbres que se remontan a los tiempos
apostólicos, algunas de las cuales tienen relación con materias doctrinales o son
simplemente prácticas disciplinares o ceremoniales. Y entiéndase bien que no se trata de
tradiciones meramente eclesiásticas introducidas por la Iglesia, puesto que éstas
quedaron fuera de los debates del Concilio. Se trata de verdaderas tradiciones
apostólicas que remontan su origen hasta Cristo o el Espíritu Santo y gozan, por lo
tanto, de una validez permanente. Aunque se distingan de las tradiciones ad fídem
pertinentes tienen una cierta conexión con la fe y la Revelación
En resumen: el concepto de Tradición tiende hoy a ensancharse sin perjuicio de las
tradiciones pertenecientes a la fe, las cuales han atraído siempre la atención preferente
de los teólogos. Al ampliar la visión se quiere quizás indicar implícitamente que toda
Tradición se realiza en la Iglesia preferentemente de una manera práctica más por medio
de ritos y costumbres, dite bajo la forma de proposiciones teoréticas
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Vision histórica
La literatura teológica acerca de] tema Tradición acusa hoy un fuerte impacto histórico.
Sin embargo, las investigaciones históricas no se reparten equilibradamente entre las
distintas épocas. El Concilio de Trento absorbe la mayor parte. del interés. La Patrística,
los escritos de controversia del tiempo de la Reforma y la Teología del siglo XIX atraen
también la atención de los historiadores del Dogma. Muy rezagada sigue la Escolástica,
sobre todo la primitiva Escolástica, y este olvido es difícilmente justificable. Cierto que
el material es de difícil acceso y las afirmaciones explícitas sobre la Tradición no
abundan en esta época. Pero es preciso que los historiadores saquen a flote el concepto
de Tradición que manejaban implícitamente aquellos compiladores que trabajaron en el
tiempo que va desde la Reforma carolingia hasta la primera Escolástica. Durante este
tiempo, como ya notó Grabmann, la nota característica del quehacer teológico fue la
receptividad. Ante la autoridad de lo recibido cedía todo conato de la razón que sólo con
la Escolástica llevará a cabo la critica del dato tradicional. El plan de enseñanza de las
primitivas escuelas monacales y catedralicias, la relación entre maestro y discípulo, toda
la tarea escolar de este tiempo se realizan bajo el signo de lo tradicional y del
tradicionalisnio. Necesitamos indicaciones más precisas sobre el valor de la Tradición
en estas épocas.
La época pro-tridentina
La teología del tiempo de. las controversias con ocasión de la Reforma h:1 sito mejor
estudiada, sin que por ello pueda considerarse terminado el trabajo. Poseemos una
monografía muy detallada, la de J. L. Murphy sobre Juan Driedo, que merece todo
encomio. Otros trabajos más sucintos estudian la persona de Enrique VIII, a Melchor
Cano o a San Roberto Belarmino. Del primero puede decirse que inició la controversia e
influyó en Tomás Moro y Juan Fisher. Melchor Cano representa el punto álgido de la
controversia.
Falta con todo determinar exactamente la diferencia entre la Teología anterior al
Concilio de Trento y la Teología post-tridentina. Este trabajo iluminaría el sentido de la
definición del Concilio y permitiría situar exactamente a figuras de tanta importancia
como Melchor Cano y Martín Pérez de Ayala.
La Teología pre-tridentina ejerce un atractivo especial por razón de los pareceres
encontrados que se emiten sobre la misma. La fisura del franciscano Gaspar
Schatzgeyer destaca por presentarse como defensor extremo del Principio católico de
Escritura, sin menoscabo desde luego de la Tradición. J. Eck -según Geiselmannrepresenta, por el contrario, la posición opuesta definiendo la relación EscrituraTradición con un tajante partim-partim. Lo cual no es obstáculo para que en ciertas
ocasiones emplee expresiones de sentido contrario.
La época post-tridentina
Belarmino y Stapleton son los teólogos liosa-tridentinos que han sido más estudiados
por razón de su prestigio y del influjo que ejercieron sobre las épocas posteriores. Se
estudian también aquellos que por h haber participado en la sesión IV del Concilio
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pueden aportar luces valiosas para la interpretación del decreto conciliar. Entre éstos
destacan el franciscano conventual J. A. Delphino el obispo Luigi Lippomano y el
franciscano observante, después Cardenal, C. Dolera. El más estudiado hasta ahora ha
sido Delplhino. Por lo que se refiere a Lippomano, afirma F. Lauchert que defiende a la
Tradición como fuente de fe junto a la Sagrada Escritura. Para refutar el Principio
protestante de sola Scriptura, el cual -nota Lippomano- no se contiene en la Biblia,
arguye que los mismos luteranos toman de la Tradición la práctica del bautismo de los
niños y por otra parte no pueden justificar su oposición a los rebautizantes a partir de fa
Escritura. Además los mismos protestantes reciben la Escritura de la Iglesia. En lo
esencial parece que Lippomano se atiene a la doctrina corriente en su tiempo.
El Concilio de Trento
El punto central de la investigación histórica actual lo ocupa el Concilio de Trento. La
pregunta capital es siempre la misma desde que E. Ortigues la planteó claramente. Se
trata de averiguar el sentido que quiso dar el Concilio a las sine scripto traditiones de
que habla. ¿Son estas tradiciones en virtud de la misma definición conciliar, aquellas
que rebasan el contenido de la Escritura? La opinión de los teólogos se halla dividida.
Geiselmann, que ha adoptado y divulgado la opinión de Ortigues, no recibe solamente
adhesiones (H. Jedin M. Schmauss, O. Semmelroth. P. De Vooght, G. II. Tavard, E.
Stakemeier) sino también críticas enérgicas (H. Lennerz, J. Beumer, G. Rambaldi, F.
Bruno). Creemos que conviene distinguir fa afirmación escueta de su prueba, la cual se
hace descansar sobre todo en la sustitución del partim-partim del proyecto de definición
por el simple el del decreto definitivo.
Según nuestra opinión la tesis se puede sostener sin dificultad si se expresa así: La
definición del Tridentino no determina del todo el modo de las tradiciones sine scripto
y deja abierta la cuestión acerca de la relación de estas tradiciones con la Escritura. Esto
no significa que se defienda una tesis semejante a la de Schell, el cual fue más allá al
afirmar que el Concilio estableció la identidad de contenido positivo de ambas fuentes
al ponerlas en paridad. Creemos que el Concilio, simplemente, prescinde de esta
cuestión.
Por lo que se refiere a la prueba de la tesis, nuestra primera razón se basa en una regla
de hermenéutica generalmente admitida. Según esta regla lo decisivo para determinar el
contenido y el alcance de un texto es el tenor del texto mismo. La interpretación
minimista tiene preferencia sobre la interpretación que encuentra un mayor contenido en
el texto. A los defensores de esta interpretación compete el trabajo de la prueba sobre la
interpretación minimista. Esto supuesto, conviene notar, como ya se dijo al principio,
que las traditiones sine scripto no significan necesariamente por fuerza de su concepto
unas tradiciones que rebasen el contenido de la Escritura. El Concilio no quiso decidir
una cuestión de Teología sistemática porque le bastaba rechazar las teorías y los
principios de la Reforma. Para este objetivo era suficiente. afirmar unas tradiciones que
se calificaron como tradiciones sine scripto en relación a su conocimiento y a su
prueba. Pero con ello no se intentaba definir su último fundamento en el orden del ser,
es decir, si se encuentran en la Escritura de una manera u otra.
Una segunda razón en favor de nuestra tesis es la siguiente: Ordinariamente (la
excepción hay que probarla) una definición conciliar no quiere dirimir las cuestiones
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disputadas dentro del ámbito de la Iglesia. Ahora bien, algunos teólogos católicos como hemos observado- defendían en el mismo Concilio y después de él una cierta
suficiencia de la Escritura por lo que atañe a su contenido. Esta razón sería válida
aunque los defensores de esta teoría fueran minoría.
Por el contrario, la argumentación basada en el cambio del partim-partim por el no nos
parece consistente, como ya dijimos en otra ocasión. Nos parece muy poco probable por no decir más- que el cambio en la redacción del decreto se pueda aducir como
prueba de un determinado sentido de la definición. El cambio fue meramente estilístico
y esto se comprueba por el uso que de ambas expresiones hacen los autores
contemporáneos. Así vemos que Driedo usa una vez el partim-partim mientras defiende
la suficiencia de la Escritura, es decir, un cierto Principio católico (matizado) de
Escritura. Más significativo todavía es el caso de Delphino. Como teólogo de la sesión
IV debió conocer indudablemente el objetivo y los resultados de la sesión y sin
embargo, usa sin escrúpulo de la expresión suprimida. Finalmente se puede citar el caso
del Catecismo romano, en el cual se emplea una expresión muy cercana al partimpartim (verbo Dei, quod in scripturam traditionesque distributum est).
Otros estudios
La investigación histórica necesita de complementos. El trabajo de J. Ranft titulado "El
origen del Principio católico de Tradición" significa un comienzo prometedor. El
excelente estudio de N. Monzel "La Tradición. Estudio fenomenológico e histórico
sobre el tradicionalismo de la doctrina cristiana" es una buena aportación por el lado
filosófico del problema, o más exactamente, por el lado sociológico del mismo. En el
campo protestante se nota poco interés por el estudio comparado de la Tradición
cristiana, pero debe señalarse como digno de leerse el trabajo de G. Mensching titulado
"Tradición y Nueva Creación en la Historia de las Religiones".
SENTIDO TEOLÓGICO DE LA CONTROVERSIA EN TORNO AL
PRINCIPIO DE TRADICIÓN
Una valoración exacta de los resultados obtenidos por todos estos trabajos en orden al
diálogo ecuménico es imposible, incluso desde un plinto de vista meramente humano.
Desde luego, la pregunta acerca de las fuentes de la fe tiene importancia capital porque
afecta a los principios desde los que se deben resolver los temas particulares. Pero
todavía tiene mayor importancia la cuestión acerca de la relación entre la Revelación
divina y el magisterio de la Iglesia. Por ello Lengsfeld reclama que el diálogo
interconfesional se ocupe más del tema Iglesia. Sólo bajo esta perspectiva total se
pueden valorar los éxitos parciales ya obtenidos o que se prevén en torno al tema
Tradición, y al mismo tiempo evitar un optimismo excesivo frente a voces aisladas del
campo protestante que tendemos a interpretar como voces representativas de toda una
confesión. De todas maneras se debe conceder que estamos ante un buen punto de
partida. Los católicos damos ya mayor importancia a la Biblia y los protestantes a la
Tradición.
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El campo católico
Por nuestra parte el movimiento bíblico ha desbrozado el camino en el plano de la vida
religiosa práctica. La Teología va a la zaga, pero se advierten serios conatos de prestar
mayor atención al dato bíblico. Hace falta todavía un esfuerzo para colocar a la
Escritura en aquella posición privilegiada que tuvo en la Edad Media De esta manera el
Principio católico de Tradición va perdiendo su aspereza y se integra con un Principio no menos católico- de Escritura.
El campo protestante
La posición protestante respecto del tema Tradición no se presenta tan compacta.
Espigamos algunas expresiones que muestran el cambio de orientación: "Una tradición
conscientemente abrazada es menos peligrosa que imaginarse independiente de toda
tradición por entender mi mal el principio de sola Scriptura" (Mürkert). "Es un error en
la fe y en la doctrina creer que la Escritura sea bastante por si sola para llevar al oyente
la voz de la Revelación salvadora de Dios de manera perceptible, suficiente y
obligatoria" (Lackmann). Un ejemplo de formulación todavía muy cautelosa nos lo da
R. Prenter: "La Tradición es solamente una autoridad relativa en cuanto intérprete
auxiliar; es una norma normata. La norma normans es la misma Palabra de Dios viva.
Cuando la autoridad infalible del Papa (en el catolicismo) o la Confesión escrita (en el
protestantismo) se convierten en un magisterio inapelable ocurre en realidad que la
Palabra viva de Dios se sustituye por el recuerdo que de ella guarda un creyente." La
teoría de la "Mi-chaelbruderschaft" t" representa la posición más evolucionada:
"También para nosotros la medida de la fe es lo que. siempre, en todas partes, y por
todos, se ha creído" (Vicente de Lerins). Y Wendland añade estas trascendentales
palabras: "I "El Espíritu Santo es el autor de la "Tradición en cuanto recoge y enseña lo
que Jesús ha dicho y hecho".
Las condiciones del diálogo
Necesitamos una honestidad ilimitada y al mismo tiempo gran prudencia en la elección
de los temas a tratar en el diálogo ecuménico. Por ejemplo, no seria recomendable
cargar el tema Tradición con la cuestión acerca de quién fa puede transmitir
autoritativamente. El cambio sería necesario un estudio especial y minuciosos del
problema del canon de la Escritura supuesto que los estudios históricos hacen
insostenible fa solución que recurría a una tradición transmisora de una revelación
original (¿explícita?). Convendría también llamar la atención sobre el hecho ya notado
por Melchor Cano de la existencia de una predicación anterior a su fijación
escriturística. La conciencia protestante está preparada para la consideración de este.
hecho por fa exégesis actual y el método de la Formgeschichte (Historia de las formas).
De esta manes podríamos hacer comprensible la subsistencia de la Tradición, incluso
argumentando a partir de la Escritura.
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TRES TEORÍAS CATÓLICAS
Mucho depende de la formulación que demos al punto de vista católico. Hoy por hoy
existen tres posibilidades. 0 tomamos la Tradición como fuente junto a la Escritura,
suministradora de un contenido de la misma dignidad (como hace la teoría de las dos
fuentes). 0 tomamos la Tradición como explicación y desarrollo (Erläuterung und
Entfallung) homogéneo de la Escritura, con lo que se mantiene la suficiencia de ésta (en
el sentido de Kuhn y Geiselmann). O bien, escogemos una tercera posibilidad que por
una parte profese una identidad sustancial de contenido de las dos fuentes, pero por otra
parte admita que la Tradición pueda aludir algo en medida siempre relativa y
subordinada.
DIFICULTADES Y SOLUCIONES
Frente a la primera teoría surgen dificultades serias. Se hace difícil conciliarla con el
modo de hablar de los Padres y de los teólogos escolásticos, el cual otorga a la Escritura
un relieve singular no cuenta tampoco con la autoridad del Concilio de Trento, ni con el
consentimiento unánime de los teólogos del tiempo de la Reforma. El reparto de las
verdades reveladas en dos compartimientos separados no se puede suponer verosímil, ni
responde. a lo que los protestantes esperan de nosotros, y a lo cual debemos también
atender sin menoscabo de la verdad.
La segunda teoría tropieza también con obstáculos considerables. El tridentino no la
excluye, pero tampoco puede proporcionar a su favor argumentos positivos. Los
documentos patrísticos y de la Alta Escolástica se expresan demasiado parcamente y los
teólogos del xix que se citan como representantes de la suficiencia de la Escritura (Kuhn
y Schell) quedan al margen del sentir común de los teólogos. Tampoco la Biblia ofrece
ningún argumento en su favor: La perfección de la Escritura consiste más bien en la
forma en que comunica su contenido (inspiración) y no tanto en la extensión del mismo.
Claro es que esta teoría puede aducir el beneplácito protestante, pero esta circunstancia
sólo puede tomarse en consideración si además presenta pruebas más directas y
positivas.
Sólo queda la tercera posibilidad. En el siglo xix la defienden solamente Franzelin,
Möhler, Scheeben y Newman. Por un lado, mantiene un Principio católico de Escritura
que no se opone a expresiones ocasionales de una Tradición oral que rebase el campo
del contenido de la Escritura, ya que según esta teoría toda la verdad revelada se
encuentra en la Escritura, por lo menos de una manera fundamental e implícita.
También la Tradición contiene toda la verdad y le compete explicar y desarrollar
(erläutern und ent fallen) el corpus doctrinas. Distinta de la segunda teoría, puede
explicar la aparición de los nuevos Dogmas buscando en la Escritura punto de apoyo
con ayuda de la Tradición. De esta manera Escritura y Tradición no se conciben como
dos fuentes igualmente subsistentes sino que se las vincula orgánicamente. Se acerca al
punto de vista protestante sin renunciar a un empaque netamente católico.
¿Qué sucedería si se llegara a alcanzar un acuerdo en esta cuestión? No mucho:
solamente una disminución de las distancias. De momento estamos sólo en un punto de
partida.
Tradujo y condensó: RAMON VALLS y FERNANDO MANRESA
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