Docente: Guillermo León Betancur Hincapié

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Docente: Guillermo León Betancur Hincapié
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ORIGEN DEL ESTADO1
Frente al problema del origen del Estado, hay dos grandes corrientes de
pensamiento que se disputan su explicación: de un lado, encontramos las teorías
que de una u otra forma tienen relación con el concepto burgués occidental
(liberal), y del otro, la teoría materialista histórica.
Al hablar del concepto burgués occidental, nos referimos también a muchas
tesis ya elaboradas antes de la existencia de esta clase social, pero que fueron
retomadas, reinterpretadas y puestas en circulación en beneficio de la nueva
clase.
En este campo encontramos las teorías teocráticas defensoras del origen divino
del Estado, las racionalistas del Derecho Natural, que enfatizan las cualidades
naturales del individuo como sustrato de la necesidad del poder estatal (el
jusnaturalismo sostiene que el Derecho es anterior y superior al Estado), las
psicológicas, que piensan que el hombre como ser portador de personalidad,
carácter, temperamento, pasiones, emociones, afectos, voliciones, etc., necesita
del sometimiento, las que reparan en la conquista de una tribu por otra, vale
decir, que lo explican como una mera conquista o aplicación de la violencia, la que
se basa en un presunto compromiso o reconciliación entre clases, en fin, la que
sostiene que en última instancia, el Estado obedece a un proceso de
centralización que basándose en la división del trabajo hace aparecer
organismos especializados en la creación de las normas jurídicas (encargados de la
actividad jusfaciente) y organismos encargados de la aplicación de las mismas.
Diametralmente opuesta a las teorías anteriores, es la explicación materialista
histórica, según la cual el Estado aparece en el lugar y en el instante en que
1
ORTIZ CASTRO, José Iván. APROXIMACIÓN AL ESTADO, Cuarta Edición, U de M, Medellín,
1999, páginas 28-30.
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surge la división de la sociedad en clases, cuando hacen su aparición los
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explotadores y los explotados (Lenin , Sobre el Estado).
Según Este punto de vista, la aparición del Estado necesariamente va unida al
surgimiento de la propiedad privada (secuela del desarrollo acelerado de las fuerzas
productivas) y a la escisión de la sociedad en clases antagónicas. Antes que todo
esto sucediera, existía el régimen de la comunidad primitiva.”
Federico Engels, en “El origen de la familia, la propiedad privada y el Estado”,
estudia el surgimiento del Estado de Atenas, en Roma y entre los germanos, como
modelos típicos de la aparición del Estado en general y sostiene que en la
primera, el Estado se generó directamente y en forma preferente en los
antagonismos de clase que se ahondan dentro de la misma comunidad gentilicia
al producirse la división en ricos y pobres, en esclavistas y esclavos.
En la antigua Grecia de los siglos XII a XI antes de nuestra era, existía aún el
régimen gentilicio (referente al linaje o familia), pero ya se producía en él la
diferenciación de la sociedad en clases debido a la acumulación de riqueza en
manos de ciertas familias, al aumento del intercambio comercial, al comercio
marítimo y a la difusión de la esclavitud (sobre todo a raíz de las guerras y la usura).
Tales cambios exigían la creación de un nuevo aparato administrativo, que
sustituyera los órganos gentilicios y garantizara los intereses del grupo pudiente,
ayudando así a mantener sometidos a los esclavos. Este nuevo aparato fue el
Estado.
De acuerdo con las reformas de Teseo (rey mitológico de Atenas, hijo de Egeo, mató
al minotauro) en lugar de la división de gens (familia o linaje romano agrupado bajo un
mismo nombre propio) y fratrias (subdivisión de una tribu que tenía sacrificios y ritos
propios), la población quedó distribuida según el principio territorial.
Los eupátridas (nobles que mantuvieron la autoridad arrebatada a los reyes, hasta la
constitución de Solón) fueron los únicos autorizados para el desempeño de los
cargos públicos.
2
Vladimir Illich Ulianov (1870 – 1824). Más conocido por su seudónimo de Lenin.
2
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En Roma, las tres tribus originarias se dividían en curias (10 por cada una) y cada
curia en 10 gens, cuyos miembros eran integrantes del pueblo romano y podían,
en la organización estatal, ocupar cargos públicos y participar en el reparto de las
tierras conquistadas.
La primera forma de nobleza surgió como consecuencia de la costumbre de elegir
a los ancianos de la misma familia en cada gens (familias que se llamaron Patricias)
para el Senado y la ocupación de los más importantes cargos públicos.
Los plebeyos, aunque disponían de medios de producción (por su dedicación a la
industria y al comercio), estaban fuera de la organización gentilicia y carecían, por lo
tanto, de derechos políticos.
La interminable lucha entre los plebeyos y la aristocracia gentilicia, terminó por
destruir la organización de la Gens, dando paso a una nueva organización, que se
basó en la división territorial, en los estamentos y en las clases.
En las tribus germanas que conquistaron a Roma, el jefe militar después de
apoderarse de la mayor parte del botín de guerra y de las mejores tierras, con el
concurso y apoyo de su guardia armada, se convertía en jefe de la Gens, en rey.
Así, entre la antigua organización gentilicia y el Estado, se dieron dos diferencias
fundamentales: en primer lugar, el régimen gentilicio contemplaba una división y
agrupación de los hombres de acuerdo con sus nexos familiares de sangre, y en el
sistema del Estado, tales nexos se hacen secundarios en tanto que se privilegia la
división territorial de los ciudadanos. En segundo lugar, en el Estado nace una
nueva institución, que es el poder político, el cual es ejercido por determinados
individuos en forma exclusiva sin ocuparse de cosa diferente, es decir, que no
participan en la producción social, mientras que en la comunidad gentilicia cada
miembro capacitado para el trabajo intervenía en la producción de los bienes
materiales.
En alguna forma, la antropología confirma el trabajo colectivo. Los primitivos
carecen de todo aparato que les permita imponer la ley; no tienen Estado, ni
fuerza armada, ni policía.
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Formación de Estados y estatidad
No todos los Estados surgieron de la misma manera, ni siguieron una evolución o
camino único, ya que son construcciones históricas de cada sociedad.
El concepto de Estatidad es aportado por Oscar Oszlak; desde su punto de vista
los Estados van adquiriendo con el paso del tiempo ciertas atribuciones hasta
convertirse en organizaciones que cumplen la definición de Estado.
Estas características de estatidad no siguen un orden arbitrario ya que no
necesitan seguir una secuencia. Son las siguientes:

Capacidad de externalizar su poder: obtener el reconocimiento de otros
Estados.

Capacidad de institucionalizar su autoridad: significa la creación de
organismos para imponer la coerción, como por ejemplo, F.F.A.A, escuelas
y juzgados.

Capacidad de diferenciar su control: Esto es, contar con un conjunto de
instituciones profesionales para aplicaciones especificas, entre las que son
importantes, están aquellas que permiten la extracción de impuestos y otros
recursos de forma controlada.

Capacidad de internalizar una identidad colectiva: Creando símbolos
generadores de pertenencia que refuerzan la dominación sobre la sociedad
civil diferenciándola de la de otros, por ejemplo teniendo un himno y
bandera propia.
Características del Estado
Componentes que siempre deben estar presente para que el Estado exista como
tal:

El elemento Humano:
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En este aspecto se considera la Nación y se define como un conjunto de
personas que se encuentran unidas por vínculos materiales y espirituales
comunes, como una misma cultura, lengua, etnia o religión; comparten una
serie de costumbres y tradiciones que van conformando una historia.

El elemento Territorio:
Comprende tanto el espacio habitado por la población como aquel donde éste
ejerce su soberanía. Se hace necesario, entonces, distinguir entre el territorio
geográfico, constituido por el espacio terrestre y marítimo enmarcado por sus
fronteras o límites, más el espacio aéreo que le corresponde, y el territorio
legal constituido por un espacio situado fuera de las fronteras del país. A este
último corresponde los aviones y barcos de guerra de un país en cualquier
parte del mundo.

El elemento de Gobierno:
Para que la nación pueda existir como tal y constituirse en Estado, es
necesario que sus habitantes reconozcan un gobierno que regule las
relaciones entre ellos. El Gobierno se constituye así en el poder político que
legisla, administra y resuelve los conflictos jurídicos al interior de la sociedad.
Existen diferentes tipos de régimen de gobiernos:
La Monarquía: Es un régimen de gobierno en el cual el jefe de Estado es un
Rey, Príncipe o Emperador que goza de un poder vitalicio y hereditario, las
monarquías pueden ser absolutas, constitucionales o parlamentarias.
La Republica: Es el régimen de gobierno más extendida en el mundo. En ella
el jefe de Estado y las demás personas que ejercen el poder, son
mandatarias que han recibido el ejercicio de la soberanía por parte de la
nación, se reconocen las republicas parlamentarias y las republicas
presidenciales.
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Autoritarios y Totalitarios: Estos se desarrollan cuando la democracia se
torna inefectiva y se debilita internamente. En ambos regímenes se
sobredimensiona el rol del Estado, privilegiando los intereses de este por
sobre el derecho de las personas.

Fin Social:
Es el que aspira al beneficio de todos y de cada uno de los miembros del
conjunto social y es el componente que le da sentido al Estado. Este fin social
es lo que podemos denominar Bien común.

La Soberanía:
Es cuando un Estado se gobierna y conduce sus relaciones exteriores sin estar
subordinado a otro Estado o autoridad externa; describe la situación de
autonomía e independencia frente a otros Estados.
Los Estados pueden clasificarse de acuerdo a diversos criterios. De acuerdo
a quien posea la capacidad de resolver los asuntos internos y de manejar los
asuntos de política internacional en un determinado Estado, se pueden
distinguir dos tipos de Estado:
Los Estados Soberanos: Son aquellos capaces de manejar sus asuntos
internos y externos con plena autonomía. Por lo tanto pueden
determinar su forma de gobierno, formular sus propias leyes y hacerlas
respetar dentro de su territorio, ejemplo: Chile
Los Estados Vasallos: No están capacitados para ejercer su soberanía ni
interna ni externa, están sometidos a otro Estado, por ejemplo: Las Islas
Bermudas que dependen del Reino Unido.
De acuerdo con su estructura se divide en: simple o unitario y federal o
compuesto.
1.- El Estado simple o unitario es aquel donde existe solo un centro de poder,
ejercido a través de órganos encargados de diferentes funciones. Las personas
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obedecen a una sola Constitución y la organización política abarca a todo el
territorio nacional.
Ejemplo: Chile, Perú, Bolivia
2.- El Estado federal reconoce varias fuentes originarias de poder político, debido
a su descentralización administrativa y política: una que corresponde al gobierno
central y otra que es propia de los gobiernos regionales. Ejemplo: Estados Unidos,
México, Brasil y Argentina.
EL ESTADO COMO SISTEMA IDEAL3
Acto psíquico y contenido espiritual (naturaleza y espíritu)
La razón de ser de la hipótesis de un “alma” o de una mera “voluntad del
Estado”, hipótesis que implica, a su vez, la necesidad de admitir un “cuerpo” del
Estado – radica sin duda en que todos aquellos actos, hechos, acaecimientos,
etc., cuyo conjunto o unidad se designa con la voz “Estado”, tienen su sede (como
todos los hechos sociales) en el alma humana.
Ahora bien, si se pretende captar la esencia del Estado, no ha de dirigirse la
atención a los procesos anímicos corporales que acaecen en el mundo de los
seres naturales según la ley de causalidad, sino al contenido espiritual que
encierran dichos procesos. El Estado, en cuanto objeto de una consideración
específica diversa de la psicología, es un específico contenido espiritual, pero no
el hecho de pensar y querer tal contenido; es un orden ideal, un sistema específico
de normas. El Estado no existe en el reino de la naturaleza – de las relaciones
físico – psíquicas, sino en el reino del espíritu.
El carácter normativo del Estado
Lo específico de este objeto espiritual que llamamos Estado consiste en ser
un sistema de normas. Un enlace, tan intenso como se quiera, de elementos
subjetivos no puede constituir nada objetivo. Pero es fácil representarse esta
existencia objetiva del Estado como la validez objetiva de las normas que
constituyen el orden estatal; y la objetividad de esa validez consiste en que toda
3
KELSEN, Hans, Teoría General del Estado. Segunda Edición, Ediciones Coyoacán S. A. México,
2005, Pág. 17.
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validez normativa es independiente del querer y del deseo subjetivos de aquellos
para quienes la norma pretende valer. Sobre todo, no admite excepciones el
principio de que el Estado está por naturaleza sobre los individuos que lo
constituyen, de que obliga autoritariamente, de que toda fuerza de obligar procede
del Estado, es decir, se caracteriza al Estado como una autoridad dotada de
fuerza de obligar.
Estado e individuo
El carácter normativo del Estado como unidad supra-individual se revela
con la máxima nitidez en la contraposición admitida por todos los autores, entre
comunidad e individuo, en general, y entre Estado y hombre, en particular. Si el
Estado fuese una realidad determinada por la ley de causalidad, situada en el
mismo plano óntico que el hombre individual, una teoría orientada en ese sentido
naturalista no podría admitir ni la específica contraposición ni el específico
problema antes planteado. Lo único que vendría en cuestión sería la dependencia
causal del uno respecto del otro; la solución, tendría que conformarse con decir
que el Estado, es decir, ese poder omnímodo que se le reconoce desde tal punto
de vista, determina causalmente al individuo.
Una antítesis, un problema entre el individuo y el Estado no puede darse más que
allí donde el Estado es supuesto como una norma, cuyo “deber ser” incurre con el
ser del querer y del obrar individuales en aquel trágico conflicto que constituye la
cuestión medular de toda teoría y práctica sociales. Si lo que la antinomia4
representa es que el individuo, de un lado, no es más que parte de una totalidad, y
el Estado, de otro, es esta misma totalidad, entonces la antinomia pierde el
carácter de contradicción lógica cuando se considera que los individuos o, mejor,
las voliciones y acciones individuales no son más que contenidos de las normas
que constituyen el orden estatal, es decir, contenidos del “deber ser”, elementos
integrantes de un sistema totalitario; mientras que el acto real del querer y del
obrar individuales, contradictorio de la totalidad que constituye el Estado,
transcurre en la superficie del ser.
TRABAJO DIRIGIDO. Leer:
Libro EL PRÍNCIPE de Nicolás Maquiavelo
Para la segunda evaluación de seguimiento.
4
Antinomia: contradicción entre dos leyes vigentes o dos preceptos de una misma ley.
Contradicción entre dos principios racionales. Según Kant es la contradicción en que incurre la
razón cuando, por salir de los límites de la experiencia posible, puede sostener y demostrar a la
vez dos proposiciones contradictorias.
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EL ESTADO COMO ORDEN JURÍDICO5
Es sabido que la esfera existencial del Estado posee validez
normativa y no eficacia causal; que aquella unidad específica que
ponemos en el concepto de Estado no radica en el reino de la realidad
natural, sino en el de las normas o valores; que el Estado es, por
naturaleza, un sistema de normas o la expresión para designar la
unidad de tal sistema; y sabido esto, se ha llegado ya al conocimiento
de que el Estado, como orden, no puede ser más que el orden jurídico
o la expresión de su unidad. Todo el mundo admite que el Estado
mantiene relaciones esenciales con el orden jurídico. Pero si no se
admite que esa relación significa identidad, débese ante todo a que no
se reconoce que el Estado mismo es un orden. De este modo, la
repulsa de esa identidad implica el dualismo de dos sistemas
normativos, de los cuales el uno es el orden jurídico positivo y el otro
podría significar meramente un complejo de normas ético-políticas. Es
muy corriente hacer depender el mantenimiento del dualismo de
Estado y Derecho del supuesto inconfesado de esa hipótesis: mas no
por eso deja ésta de ser radicalmente incompatible; en virtud de su
carácter jusnaturalista (en el sistema normativo llamado “Estado” se
oculta con frecuencia un Derecho natural contra el orden jurídico
positivo), con los principios fundamentales del positivismo, reconocido
incluso por aquellos que consideran que el Estado y el Derecho
constituyen esencias separadas.
Si el Estado es un sistema normativo, tiene que ser el orden jurídico
positivo, pues es imposible admitir junto a este la validez de otro orden
cualquiera.
Si el Estado fuese otra cosa que el sistema de las normas
jurídico-positivas, entonces sería tan difícil afirmar desde un mismo
punto de vista y dentro de la misma esfera cognoscitiva que el Estado
y el Derecho coexisten, como es difícil al jurista afirmar la validez de la
5
KELSEN, Hans, Teoría General del Estado. Segunda Edición, Ediciones Coyoacán S. A. México,
2005, Pág. 21.
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moral y al moralista la validez del Derecho positivo. La equívoca
palabra “Estado” puede adoptar quizá también un sentido éticopolítico; pero este Estado no puede hallarse en la menor relación con
el Derecho positivo. Mas precisamente esta relación con el Derecho
positivo constituye una de las pocas posiciones firmes e indiscutibles
de la Teoría del Estado.
EL ESTADO COMO APARATO COACTIVO Y COMO PODER6
Cuando la teoría dominante del Estado declara que este constituye un
“aparato coactivo” y la doctrina tradicional jurídica considera que el
Derecho es un orden coactivo, queda mostrado que,
fundamentalmente, ambas teoría tienen en cuenta el mismo objeto, ya
que el “aparato” de la coacción no es más que una metáfora para
designar el “orden” coactivo. Es verdad que en lo que de ordinario se
piensa cuando se habla de esa “coacción”, que es esencial al Estado,
no es en aquel contenido específico de las normas jurídicas –castigo,
ejecución- que sirve para diferenciar el Derecho de otras normas. No
la coacción como contenido de la norma –tal como se ofrece a la
mirada del jurista que quiere conocer la validez de las proposiciones
jurídicas- sino la coacción como hecho psíquico es lo que radica en la
eficacia de ciertas representaciones de normas, como reglas
motivadoras que determinan la conducta efectiva de los hombres; es,
por tanto, en un poder real en lo que también se piensa cuando se
designa al Estado como organización coactiva. Pero este “poder
efectivo” solo puede y tiene que ser predicado fundamentalmente del
Derecho; se piensa con ello en la eficacia del orden jurídico, en la
eficiencia de las representaciones de las normas jurídicas. Es
inadmisible confundir esta eficacia, como poder, con el Estado y
ponerlo junto al Derecho como norma, pues entonces se comete el
error de situar a uno y otro en la misma esfera existencial, y de ese
modo nace el problema aparente de su mutua relación, prescindiendo
6
KELSEN, Hans, Teoría General del Estado. Segunda Edición, Ediciones Coyoacán S. A. México,
2005, Pág. 22.
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de que lo mismo se puede oponer el Estado (como poder) al Derecho
(como norma), que el Estado como norma (orden estatal) al Derecho
como poder (poder jurídico). La noción vulgar según la cual el Estado
como poder está “tras” el Derecho (para realizarlo), que el Estado
como poder “apoya”, “produce”, “garantiza”, etc., el Derecho, no es
más que una hipóstasis7 que duplica inútilmente el objeto de
conocimiento, y cuya falta de base se comprueba en el momento que
se advierte que el llamado poder del Estado no es otra cosa que el
poder del Derecho; y no el de un Derecho natural ideal, sino solo el del
Derecho positivo; pues dado que se trata de conducta humana, puesto
que se pregunta por las causas de ciertas acciones u omisiones, esa
“fuerza” o “poder” eficiente ha de ser de naturaleza psíquica, no puede
ser más que motivación. Aun cuando las normas del orden estatal
contengan amenazas de ciertos daños, aun cuando los hombres
acepten en sus representaciones psíquicas el contenido de las normas
que prescriben la coacción, y aun cuando estas representaciones no
tengan fuerza motivadora más que en virtud de este contenido, el
análisis psicológico no puede ver en el “poder del Estado” otra cosa
que la motivación de las representaciones psíquicas de normas; pero
estas normas son las del Derecho, y no pueden ser más que las del
Derecho positivo. La doctrina dominante halla la “positividad” de las
normas, la positividad del Derecho en la eficiencia de su
representación psíquica. Si el poder del Estado, si el Estado como
poder no es otra cosa que la positividad del Derecho, queda probado
que el sentido inmanente de la doctrina dominante hállase constituido
por la identidad de Estado y Derecho, desde el punto de vista del
orden. Por lo demás, aquí no puede prestarse asentimiento a la
concepción tradicional de la positividad del Derecho, pues la
positividad debe ser una propiedad del Derecho y, por tanto, tiene que
referirse al Derecho como norma válida y no a la representación
psíquica eficaz de una norma. Y si bien no puede negarse que en el
problema de la positividad va implícita una relación con un contenido
7
Hipóstasis: supuesto o persona, especialmente de la Santísima Trinidad (DRAE). Concepto
usado por los filósofos alejandrinos para indicar la sustancia (substantia), concebida como soporte
de las apariencias (fenómenos).
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real que se corresponde con el contenido normativo, debe rechazarse
la identificación de la positividad del Derecho con la eficacia de la
representación de sus normas, pues de este modo se pierde el sentido
específico de las normas jurídicas. Se trata justamente de poner de
acuerdo la positividad del Derecho con su normatividad. Una vez
realizado esto, el Derecho “positivo” se hace idéntico con el Estado
real, histórico y concreto.
NATURALEZA DEL ESTADO8
Según Georg Jellinek, el problema más importante y difícil de la doctrina del
Estado, es el conocimiento de su naturaleza. Por ello, es preciso indagar en los
puntos de vista desde los cuales se puede alcanzar un conocimiento del Estado.
En primer lugar, el Estado forma parte del mundo de los hechos, y por
consiguiente, está encajado dentro del mundo de lo real en el sentido objetivo,
esto es, tiene existencia fuera de nosotros; es una variedad de hechos que se
desenvuelven en el tiempo y en el espacio, hechos que necesitan poder ser
advertidos, pues lo que existe realmente, existe independientemente de todo
subjetivismo. Nosotros interpretamos, sin embargo, involuntariamente, en nuestro
fuero interno, éstos hechos, valiéndonos de analogías. Si no fuera por esto,
veríamos tan solo en ciertas sociedades una sucesión de hechos sin sentido, un
organismo no humano. Pero un modo tal de considerar al Estado, exclusivamente
desde su aspecto exterior, esto es, objetivo, ofrece solamente una imagen pobre,
e insuficiente científicamente, del mismo. Los hechos sociales pueden
comprenderse tan solo con la condición de conocer los actos psíquicos que los
determinan y acompañan; porque todos los hechos exteriores de la sociedad, del
mismo modo que todos los cambios que tienen lugar en la vida de los hombres,
van condicionados por la voluntad, cuya dirección y contenido están dados por la
plenitud del ser psicológico y por la actuación del hombre.
Pero las acciones únicamente pueden explicarse mediante nuestra experiencia
interna. Los medios de que dispone el que investiga en las ciencias naturales,
pesar, medir, contar, no sirven para este caso. La investigación estadística sólo
puede ofrecer el material objetivo exterior, que recibe su valor gracias a la
interpretación psicológica. A este modo de investigación científica para conocer el
Estado, lo llamaremos subjetivo.
8
Georg Jellinek, Teoría General del Estado, Segunda reimpresión en español, Fondo de Cultura
Económica. México. 2004. Págs. 159 a 196.
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Esta consideración subjetiva del Estado no se opone en modo alguno a la objetiva,
sino que sirve para completarla y aclararla. Determina la realidad del Estado no
solo como una realidad física sino como predominantemente psíquica, que
descansa en relaciones internas humanas.
Para la concepción subjetiva del Estado existen dos maneras posibles de ver,
que han de ser rigurosamente separadas una de otra.
La primera tiene como objeto el estudio del Estado como fenómeno social:
aquellos hechos reales subjetivos y objetivos en que consiste la vida concreta del
Estado. A esta manera de considerar el Estado, se le designa como aspecto
histórico-político. Éste sirve de base a la historia de los Estados, a la doctrina de
sus orígenes, transformación y decadencia, a la investigación de los supuestos
sociales y de la acción del Estado, así como al estudio de sus elementos propios y
de sus relaciones internas. En una palabra, esta disciplina se propone abarcar el
ser y el obrar del Estado en el mundo externo y en el interno.
La segunda concepción tiene como objeto el aspecto jurídico del Estado; pero el
derecho ofrece una doble vida: es, de un lado, ejercicio jurídico efectivo, en cuyo
sentido tiene el carácter de un poder social que forma parte de la vida concreta de
la cultura de un pueblo, y de otra parte, es una totalidad de normas que exigen ser
transformadas en acciones. (Derecho en sentido objetivo y en sentido
subjetivo). En este último sentido, el derecho no queda dentro del mundo del ser,
sino del mundo de lo que debe ser. Constituye una pluralidad de conceptos y
proposiciones, que no sirven para conocer lo dado sino para juzgar de la realidad.
Así pues, mediante las normas jurídicas no se conoce ningún ser real; pero el
problema de la jurisprudencia no consiste en precisar lo en sí del Estado, sino más
bien en ordenar lo dado para determinados fines desde puntos de vista firmes y
juzgar de ellos conforme a las normas abstractas del derecho. La ciencia del
derecho, por tanto, es una ciencia normativa, de igual modo que la lógica, que no
nos dice cómo son las cosas, sino cómo se las debe pensar para no caer en
contradicción.
Si la realidad es el supuesto del derecho y la base sobre la cual ha de apoyarse,
no por eso deja de ser el derecho de naturaleza puramente ideal, porque la
proposición jurídica como tal sólo tiene una existencia conceptual. Los juicios
deducidos de proposiciones jurídicas suministran, por consiguiente, un
conocimiento no de una sustancia, sino de una relación, a saber: nos enseñan a
conocer la relación de los hechos con la norma. Por esto, lo justo y lo injusto no
son predicados que vayan adheridos a las cosas, no son propiedades, sino
relaciones. El conocimiento jurídico de un objeto es, pues, fundamentalmente
distinto del conocimiento de los hechos reales que lo componen.
La concepción jurídica del Estado tiene como objeto el conocimiento de las
normas jurídicas que determinan y sirven de pauta a las instituciones y funciones
del mismo, así como de las relaciones de los hechos reales de la vida del Estado
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con aquellos juicios normativos sobre los que se apoya el pensamiento jurídico. La
concepción jurídica del Estado se propone, por consiguiente, completar la
concepción social del mismo; pero no puede, en modo alguno, confundirse una
con otra. Su método es exclusivamente método jurídico.
Para explicar de un modo definitivo los puntos de vista acerca del Estado, es
preciso echar una ojeada crítica sobre las teorías emitidas sobre el mismo, siendo
necesario buscar los elementos de cada doctrina y, reducirlos a sus elementos
simples.
TEORÍAS PARTICULARES SOBRE EL ESTADO
a) Teorías
que
consideran
predominantemente objetivo
al
Estado
de
un
modo
Una teoría del ser objetivo del Estado en que no entre para nada la consideración
de elementos subjetivos es científicamente imposible. No obstante, han existido
muchas teorías que se han propuesto considerar al Estado como un ser exterior y
completamente desligado del elemento interno de la vida del hombre; son las
teorías en que predomina el aspecto objetivo del ser del Estado.
El Estado considerado como un hecho
El Estado es algo realmente dado, no una abstracción ni una cosa que exista
meramente en nuestro pensamiento.
Con la doctrina de la realidad del Estado no queda dicho de qué orden son los
hechos que se designan como Estados, si de naturaleza física o psicológica o de
ambas a la vez, o si hemos de representarnos por Estado una sustancia o un
contenido de hechos.
La teoría naturalista del Estado forma una variante de esta doctrina, la cual es
algo más clara en cuanto opone el aspecto jurídico del Estado a su existencia
natural. Esta existencia natural considérala, por lo común, como objetiva y como
desarrollándose en el mundo de las cosas exteriores y no en el mundo interno e
individual, y comparte, a causa de esto último, la falta de claridad y la
superficialidad que es común a las teorías que consideran al Estado como un puro
hecho. A éstas pertenecen igualmente todas aquellas que buscan la verdadera
naturaleza de aquél en hechos sociales o en relaciones sociales de poder.
Frecuentemente confunden la causa del Estado con el Estado en sí mismo. Tal
manera de considerar la cuestión hace imposible una teoría jurídica del Estado
para un pensamiento consecuente, ya que quedan sin distinguir el hecho y el
derecho.
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Docente: Guillermo León Betancur Hincapié
El Estado en cuanto Estado (de dominación).
15
9
El Estado es considerado por esta escuela como status civilis (estado civil) en
oposición a status naturalis, ve primeramente en el Estado la cualidad de los
individuos que viven en él (el estado civil como cualidad, o atributo de la
personalidad). Por esto se considera el Estado como una situación o estado, y
más directamente como un estado de dominación.
Esta doctrina desconoce que cada situación o estado se compone de una ilimitada
variedad de relaciones que jamás son algo meramente objetivo, que no son
ningún concretum, sino una abstracción de innumerables relaciones de voluntad,
individualizadas. Este punto de vista realista es incapaz de comprender ni la
unidad del Estado ni su continuidad, sino que más bien hace consistir aquel en
una variedad de relaciones de poder que se suceden las unas a las otras. En tanto
existan hombres sometidos al poder, habrá estados de dominación.
Una variante de esta doctrina es aquella que concibe el Estado como relaciones
de dominio (U. A. Zachariae. “El Estado objetivamente significa: el Estado (status
en sentido estricto) relación de derecho entre el todo y sus miembros). E. Lingg,
Estado: relaciones de dominio de un pueblo dentro de un determinado territorio.
Identificación del Estado con uno de sus elementos
Para comprender la existencia natural del Estado, huyendo de las ficciones
jurídicas, debemos buscar la esencia objetiva de aquél en uno de los elementos
que lo constituyen y que aparentemente se nos muestran con existencia real.
Estos elementos son: tierra, pueblo y señor, dominador o soberano. En la Teoría
Patrimonial del Estado se ha tratado de identificar el territorio y éste, pero tales
doctrinas no han alcanzado gran predicamento. En cambio, los otros dos
elementos constitutivos del Estado se presentan a menudo como lo esencial del
Estado mismo.
El Estado como Pueblo
A primera vista parece evidente que el Estado y los hombres que lo componen son
una misma cosa, por lo que una de las más antiguas teorías es aquella que
equipara al Estado con el pueblo. Ella forma la base de las concepciones de los
antiguos, desempeña un gran papel en la doctrina del Estado de la Edad Media,
en la que frecuentemente se considera al pueblo como la fuente de toda
organización del Derecho Público, y es más, en ella descansan las teorías
modernas sobre la soberanía de aquél, e influye en la del poder constituyente.
9
Kant: La situación de los particulares en el pueblo, considerados en sus relaciones recíprocas, se
llama estado civil (status civilis), y la unidad total, en sus relaciones con sus propios miembros,
Estado (civitas).
Docente: Guillermo León Betancur Hincapié
Según esta teoría, a consecuencia de la división de los poderes del Estado, sólo
del pueblo puede nacer dicho poder, que es en donde están virtualmente
contenidas todas las funciones del Estado. Esto está expresado de un modo claro
en el preámbulo de las Constituciones de los Estados particulares de la Unión
Americana y de muchos Estados americanos, incluyendo a nuestro país, las
cuales comienzan con esta declaración: “We the people of the United States (…)
do ordain and stablish this Constitution for the Unites States of America”.
El preámbulo de la Constitución Política de Colombia señala: “El pueblo de
Colombia, en ejercicio de su poder soberano, (…) decreta, sanciona y promulga la
siguiente Constitución Política de Colombia”.
El error de estas doctrinas (del Estado como pueblo), estriba en que confunden la
convivencia de los individuos tomados aisladamente con la concepción del pueblo
comunidad. Un pueblo es tal, mediante la acción unificadora de la variedad de los
hombres que la forman, llevada a cabo por la organización. Ésta sólo es posible
cuando unos mismos principios jurídicos rigen para una pluralidad, que queda
elevada a unidad en el acto de reconocimiento (la doctrina del Derecho natural
acerca del Estado, de Pufendorf, consideraba que el pueblo consistía en un
pactum unionis, pero aún no organizado. Es decir, antes de que él mismo
tomase una conclusión sobre su constitución obrando como sujeto soberano. Esto
mismo puede verse en Rousseau, El Contrato Social, para el cual, antes de
implantarse todo gobierno, el pueblo establece mediante un contrato social, el
principio de las mayorías.
El pueblo, que parece de una realidad evidente, se ofrece, considerado más de
cerca, como un concepto jurídico que no coincide con los individuos aislados. Él
es independiente de la personalidad de los que viven en un momento dado,
porque perdura en tanto que los otros cambian; su voluntad es imperecedera. La
misma voluntad popular no es la voluntad física de una unidad, sino una voluntad
jurídica formada por actos físicos voluntarios, sobre la base de proposiciones de
derecho, pues de la voluntad de varios jamás se forma, psicológicamente, una
voluntad única, mucho menos cuando hay frente a frente y disintiendo, una
mayoría y una minoría. Es preciso sentar como base firme una proposición jurídica
que ordene y dé el valor de voluntad general a lo que es sólo una voluntad relativa
compuesta de dos tercios, tres cuartos, etc., pues el principio de la voluntad
general no es un principio que se pueda comprender como evidente.
La doctrina del Estado como pueblo, que a primera vista parecía tan realista,
aparece como una teoría jurídica confusa, al examinarla más de cerca.
El Estado como dominador o autoridad
16
Docente: Guillermo León Betancur Hincapié
Esta doctrina radica también en una representación ingenua que identifica al
Estado con el gobierno. Las personas que ejercen la autoridad han sido
consideradas en todos los tiempos por muchos como la encarnación del Estado y,
por tanto, como su verdadera realidad. En el mundo cristiano esta concepción
encontró gran apoyo en expresiones del Nuevo Testamento que sólo afirman del
Estado la autoridad.10 Esta teoría penetra en la ciencia mediante la doctrina
absolutista, para la cual pueblo y tierra aparecen puramente como objetos de la
actividad del príncipe en cuya acción se encuentra contenida toda la realidad del
Estado.
Esta teoría ha sido expuesta principalmente por Thomas Hobbes, según el cual,
el pueblo unido por el contrato que es el fundamento del Estado se somete al
príncipe o a la asamblea dominante. De este modo se transmite al señor la
voluntad de la comunidad. A pesar de que Hobbes explica el Estado como una
persona colectiva, esta persona sólo es el objeto exterior sobre el que se afirma el
poder del Señor. Todo poder del Estado y todo derecho público inciden
exclusivamente en la autoridad (Leviatán).
La teoría francesa del absolutismo, tal como fue formulada por Bossuet11, declara
sin vacilar que todo el Estado se encuentra contenido en el príncipe; así pues,
todo el pueblo queda absorbido en éste, a quien eleva a un ser supraterreno.
En la época moderna ha reverdecido de nuevo esta doctrina y ha dado un
fundamento sólido a la concepción realista del Estado. Sus representantes más
conocidos son: Max von Seydel y Bornhak. Seydel cree haber puesto fin a todas
las ficciones e imágenes falsas en la doctrina del Estado, al considerar lo real en el
mismo, a saber: la tierra y la gente, como el objeto de la actividad del dominador y
que el aspecto activo del Estado está formado exclusivamente por este
dominador, el cual se encuentra sobre todo derecho y sobre toda ley. El dualismo
de Estado y Soberano que hallamos en esta teoría ha sido salvado por Bornhak,
que declara con desenvoltura que dominador o soberano y Estado son una misma
cosa.
Los errores fundamentales de esta teoría, radican en que un soberano o un
dominador con una apariencia tan empírica y realista no es, en rigor, sino una
abstracción jurídica, pues sólo considerando al soberano como institución
independiente del cambio que es propio a los individuos, se puede evitar la
10
Cuando Jesús habla de un reino terrestre lo describe como dominio personal de un príncipe.
También el reino de Dios es considerado como el reino de un rey.
11
Bossuet, Jacques-Bénigne. (1627-1704) Ecl., escritor y orador sagrado francés, preceptor del
delfín y obispo de Meaux. Su elocuencia, totalmente consagrada al triunfo de la fe católica, se
caracteriza por la armoniosa síntesis de tres cualidades que posee en el más alto grado:
espléndida imaginación, gran sensibilidad y sorprendente lucidez conceptual.
17
Docente: Guillermo León Betancur Hincapié
consecuencia que se desprende de esta concepción, a saber: que con la muerte
del soberano cese también de existir el Estado. Así pues, concebido el soberano
como una persona física, queda destruida la continuidad de la vida del Estado.
Rechazan las ficciones jurídicas y, no obstante fingen una persona real desligada
de su sustrato físico y, además explican la ley de la sucesión al trono mediante
una ley que da el soberano y en razón de la cual adviene él en tal soberano. Esta
teoría, además, quiere considerar al pueblo como una unidad, pero no sabe
explicar de dónde procede esta unidad. Como se ha mostrado a propósito de la
teoría del Estado en cuanto estado, si 100.000 hombres so dominados por uno,
estos 100.000 continúan siendo individuos que están separados unos de otros,
cuya unidad, desde el punto de vista realista, es una ficción. El realismo y el
empirismo de esta doctrina, no es otro, que el popular y común en las
investigaciones modernas sobre lógica, psicología y teoría del conocimiento,
según la cual sólo tiene verdadera existencia lo que es perceptible por los
sentidos, y les ocurre que no les es posible ser consecuentes con este punto de
vista.
El Estado como organismo natural.12 La Teoría Organicista13
La teoría orgánica del Estado, considera el Estado como una formación orgánica
de carácter físico, con una existencia condicionada por leyes naturales, existencia
que es independiente de la de los individuos que lo forman. Entre estas doctrinas
se han de contar las que consideran al Estado, en su exterior, de un modo
análogo a los organismos naturales, e internamente, como un organismo éticoespiritual. Pertenecen a ellas las teorías antropomórficas que, al ejemplo de
Platón, conciben al Estado como un hombre en grande.
El Estado es una voluntad, es decir, una realidad específica psicosocial, situada,
naturalmente, en una esfera distinta de la de las psiques individuales, entonces,
quiérase o no, hay que admitir que posee, además de un querer, un sentir y un
pensar; pues esa alma colectiva creada a imagen y semejanza del alma individual
no puede subsistir como un fragmento dotado solamente de poder volitivo.
Además, el alma del Estado ha de habitar un cuerpo, como toda alma; y, en fin,
las almas individuales que, por manera mística, integran el alma del Estado,
pertenecen al Estado, constituyen el Estado, con sus respectivos cuerpos. El
Estado, como cuerpo animado, o como alma corpórea, a la manera de otros
organismos animados: tal es el fruto de la teoría orgánica del Estado.
La concepción del Estado como organismo natural, es utilizada en gran parte con
la finalidad exclusiva de conferir la apariencia de objetividad científica, de atribuir
12
JELLINEK, Georg, TEORÍA GENERAL DEL ESTADO, Segunda reimpresión en español, Fondo
de Cultura Económica. México. 2004. Págs. 168 - 169.
13
KELSEN, Hans. TEORÍA GENERAL DEL ESTADO. Segunda Edición, Página 13, Ediciones
Coyoacán. México. 2005.
18
Docente: Guillermo León Betancur Hincapié
en la medida de lo posible el carácter de conocimiento científico-natural a lo que
no pasa de ser un razonamiento enteramente subjetivo, matizado de color éticopolítico.
En general, la teoría organicista, en tanto que convierte normas ético-políticas en
leyes naturales, debe ser rechazada como ensayo de conferir validez absoluta a
ciertos juicios de valor sólo relativamente justificables, presentándolos como leyes
causales, con lo cual les es atribuido un grado superior de validez, y se arrogan el
carácter de la invulnerabilidad, de la inviolabilidad. La naturaleza, cuyas leyes se
contraponen a una realidad de la vida social en contradicción con ellas, funciona
como una especie de autoridad suprema y juega de ese modo el papel de una
divinidad cuyos mandamientos poseen una validez absoluta. Y de este modo la
ciencia natural de la teoría organicista se revela en el fondo como un
iusnaturalismo puro.
b) Teorías que consideran al
predominantemente subjetivo
Estado
desde
un
aspecto
Concepción del Estado como organismo ético-espiritual
Si se pretende captar la esencia del Estado, no ha de dirigirse la atención a los
procesos anímicos corporales que acaecen en el mundo de los seres naturales
según la ley de causalidad, sino al contenido espiritual que encierran dichos
procesos. El Estado, en cuanto objeto de una consideración específica diversa de
la psicología, es un específico contenido espiritual, es un orden ideal, un sistema
específico de normas. El Estado no existe en el reino de la naturaleza – de las
relaciones físico – psíquicas, sino en el reino del espíritu.14
La ciencia del Estado ha afirmado en todos los tiempos que el Estado es un
organismo. En la antigüedad, Platón concibió el Estado como un hombre en
grande, en el que existían los mismos elementos psicológicos que en el individuo.
En la Edad Media, se generalizó la analogía del Estado con el organismo humano.
El Estado como unidad colectiva o de asociación
Los antiguos hicieron la afirmación de que el Estado representa una unidad
permanente de hombres asociados, es decir, una unidad colectiva (societas, polis,
res publicae, civitas). El derecho natural concibe a los hombres dentro del Estado
como una unio, esto es, como una reunión de varios en una unidad. Con Hobbes
principia la afirmación de que el Estado es una unión de individuos, afirmación que
más tarde subraya Rousseau; mediante “El Contrato Social” se crea una
asociación, consistente en la unión de los miembros. Este mismo pensamiento se
14
KELSEN.
19
Docente: Guillermo León Betancur Hincapié
repite en la famosa definición del Estado de Kant (“Estado es la unión de una
variedad de hombres bajo leyes jurídicas”).
La idea de la unidad colectiva se encuentra en la mayor parte de los escritores
modernos de derecho público al tratar de la naturaleza social del Estado. Todos
los partidarios de esta doctrina del Estado-comunidad conciben al Estado a modo
de una entidad.
La teoría de la unidad colectiva o de la asociación explica la unidad del Estado en
la variedad de sus miembros, la situación de sus órganos respecto al todo y a las
partes, y la continuidad de la existencia del Estado en el curso de las
generaciones. Tanto el nacimiento y transformación naturales de los Estados,
cuanto su evolución y modificación, pueden ser comprendidos sin contradicción
alguna.
c) Doctrinas jurídicas acerca del Estado. El Estado considerado
como concepto jurídico
Siendo el Derecho esencial al Estado, es menester tener un conocimiento de la
naturaleza jurídica del Estado para que sea posible un conocimiento pleno del
mismo. El Derecho es ordenador, conservador y transformador del Estado y por
ello, necesita tener un lugar dentro del mismo Estado, por lo que se precisa un
concepto jurídico del Estado.
Al concepto jurídico le sirven de sustrato los hechos sociales objetivos, pues el
derecho necesita partir de datos reales para adecuarse a un fin, el cual consiste
en aplicarse a la realidad de los hechos; pero los hechos reales no son en sí
mismos conceptos de derecho; son más bien abstracciones suministradas por las
reglas jurídicas positivas que se proponen ordenar la pluralidad de las reglas
sometiéndolas a puntos de vista que las unifiquen. Pero al concepto del derecho
como tal, no le corresponde, fuera de nosotros, realidad alguna; fuera de nosotros
no hay más que cuerpos materiales, no cosas en sentido jurídico; no hay
propiedad, no hay posesión; las cosas, en sentido jurídico, nacen por
abstracciones de relaciones entre hombres y cosas del mundo exterior, y hombres
entre sí, relaciones que están regladas por el derecho. Pero estos conceptos
jurídicos no son ficciones, sino que descansan sobre el suelo firme del mundo
dado, del mundo de las normas jurídicas.
La ficción es, aplicada a un campo reducido, un medio auxiliar de construcción
para extender el campo de la norma jurídica más allá de sus fines originarios,
atenuar las severidades del derecho estricto y facilitar la prueba procesal. La
ficción es una creación legal que consiste en considerar que una cosa, relación o
persona no es lo que es, sino lo que el legislador determina que es.
20
Docente: Guillermo León Betancur Hincapié
El legislador utiliza la ficción por razones de conveniencia práctica; así por ejemplo, el legislador
tiene al adoptivo por hijo sin serlo (Art. 250 C.C.); tiene a los muebles destinados por el dueño al
uso de una heredad como inmuebles (Arts. 658 y 659 C.C.); tiene por partícipe al representado
cuando éste no ha estado físicamente en el acto y solo aparece el representante (Inc. 2° Art. 1041
15
C.C.).
“Absentis alicuyus praesentis imago” (La imagen presente de la persona ausente).
También puede verse los Artículos 44 a 49 del C. de P.C., con relación a la representación.
FICCIÓN: Acción y efecto de fingir, de dar a entender lo que no es cierto o de dar existencia ideal a
lo que realmente no la tiene. Jurídicamente ofrece importancia en diversas ramas.
Dentro del Derecho Civil, porque las ficciones legales –es decir, las establecidas por la ley- son
necesarias a efectos de dar solución a situaciones que de otro modo no la tendrían o que
perjudicarían derechos que deben ser protegidos incluso, a veces, por razones de humanidad
Sólo hay tres maneras posibles de concebir jurídicamente el Estado: como objeto
de derecho, como relación jurídica o bien como sujeto de derecho.
1. El Estado como objeto
No es posible concebir el Estado como objeto, pues todo objeto de derecho
supone un sujeto, y este sujeto no puede ser sino los hombres que dirigen el
Estado.
Esta doctrina no puede mantenerse, porque si se considera al pueblo y, por
consiguiente a todos sus miembros solamente como objeto, no es posible
atribuirles, al mismo tiempo, la condición de sujetos. Un rebaño de esclavos
sometidos a la propiedad del señor puede prestarse a una construcción de esta
suerte, pero no una comunidad. Hubo épocas en que se concibió al Estado de
este modo. Así lo ha hecho la teoría patrimonial y absolutista del Estado (que al
igual que la doctrina del derecho divino de los reyes, afirmaba un orden supraestatista, y el orden
de la propiedad equivalía a un orden superior al Estado mismo y la sanción última habría de
buscarse también en la voluntad de un poder sobrenatural);
pero una autoridad del Estado,
tan parecida al dominio que se ejerce sobre las cosas, no ha podido, sin embargo,
hacer desaparecer jamás por entero la idea de que el ser una comunidad,
constituye el carácter del Estado, pues siempre ha existido un orden jurídico para
enlazar a los dominadores y a los dominados, orden jurídico que es incompatible
con la idea del Estado como objeto.
15
Inc. 2° del Art. 1041 C.C. “La representación es una ficción legal en que se supone que
una persona tiene el lugar y por consiguiente el grado de parentesco y los derechos
hereditarios que tendría su padre o madre si ésta o aquél no quisiese o no pudiese suceder.
21
Docente: Guillermo León Betancur Hincapié
2. La idea de que el Estado es una relación jurídica
Parece ser exacta a primera vista. Observamos que en el Estado existen
gobernantes y gobernados, y en sus relaciones mutuas nos parece hallar lo que
reconocemos como Estado.
El error más grande de esta doctrina consiste en que no puede explicar de dónde
procede la relación jurídica del Estado; porque toda relación jurídica necesita
normas que la regulen, normas que han de unir unos con otros los sujetos de las
relaciones jurídicas, lo que supone por consiguiente un poder sobre los miembros,
poder de donde nacen estas normas.
Esta teoría, no es capaz de llegar a explicar la acción exterior del Estado; porque
las relaciones internacionales no son susceptibles de ser resueltas en fórmulas tan
simples como las de las relaciones jurídicas. Éstas no pueden tener derechos y
deberes, no pueden declarar la guerra ni acordar tratados. ¿Cómo puede una
relación de derecho entrar en lucha con otra, y cómo una tercera relación es
capaz de llegar a oficiar de juez entre ambas? Estas mismas preguntas se
repiten cuando al interior mismo de los Estados, las corporaciones litigan entre sí,
acerca de sus derechos.
Sólo queda entonces una tercera posibilidad para explicar satisfactoriamente la
naturaleza jurídica del Estado: la concepción del mismo como sujeto de derecho.
3. El Estado como sujeto de derecho
El concepto de sujeto de derecho es un concepto puramente jurídico y no significa
cualidad real que de suyo esté ligada a los hombres, sino que, como todo
concepto jurídico, es por su naturaleza una relación. Que el hombre es un sujeto
de derecho quiere decir que se encuentra con el ordenamiento jurídico en una
relación que está determinada por normas de igual naturaleza. Sujeto en sentido
jurídico, es, por tanto, no una esencia, una sustancia, sino una capacidad creada
mediante la voluntad del orden jurídico. El hombre es el supuesto de la capacidad
jurídica, puesto que todo derecho es una relación entre seres humanos. Pero la
lógica no exige que esta cualidad se atribuya sólo al individuo; al contrario, toda
subjetivación de una comunidad de hombres, o de una colectividad, pertenece al
campo de las ficciones (atribuirle personalidad a un ente que realmente no es
persona). Ahora bien, si el Estado es una unidad colectiva, una asociación, y esta
unidad no es una ficción, sino una forma necesaria de síntesis que forma la base
de nuestras instituciones, entonces tales unidades colectivas no son menos
capaces de adquirir subjetividad jurídica que los individuos humanos (el sustrato
estriba en que en el fondo se trata de relaciones jurídicas entre seres humanos
como representantes de tales unidades colectivas).
22
Docente: Guillermo León Betancur Hincapié
Tan lícito es, científicamente concebir el Estado como sujeto de derecho, como
atribuir al hombre este mismo carácter. Sólo mediante esta doctrina nos es posible
comprender jurídicamente la unidad del Estado, la de su organización y la
voluntad que ella engendra.
Si se consideran en su conjunto las teorías del Estado, se puede deducir que todo
ensayo para explicar el Estado tiene un carácter individualista o colectivista. Pero
todo ensayo para explicar el Estado desde una posición meramente individualista
ha fracasado, porque es incapaz de concebir el Estado en su unidad. La posición
colectivista, por el contrario, enlaza la unidad del todo con la independencia de sus
miembros y es la que sirve de fundamento a la doctrina orgánica del Estado, a la
de la unidad de la asociación y a la doctrina política del Estado como sujeto de
derecho.
Evolución del concepto de Estado
Se requiere precisar de nuevo de un modo positivo y completo la naturaleza del
Estado y determinarlo en sus fundamentos.
a) El concepto social del Estado
Como elementos objetivos del Estado encontramos una suma de relaciones
sociales que se traducen en actividad entre hombres, y, el concepto de la suma
significa ya una forma subjetiva de síntesis; es pues, no una sustancia, sino
exclusivamente una función, y la sustancia que sirve de base a esta función es y
ha de ser el hombre. Tal función es exclusivamente una modalidad psíquica, por lo
que la función del Estado encaja dentro del orden de los fenómenos psíquicos. Lo
mismo ocurre con los demás fenómenos sociales (el lenguaje, la religión, el arte y
la ciencia, el derecho y la economía; son y significan representaciones, que no
existen junto a los hombres sino en los hombres, consisten en una serie de actos
psíquicos; es decir, que son funciones, no sustancias).
Estas reflexiones tienen importancia para llegar a conocer la naturaleza de las
ciencias sociales, ya que éstas se refieren a las relaciones humanas y a sus
efectos exteriores.
Gracias a este punto de partida, que concibe al Estado como una función de la
comunidad humana, se aclaran algunos errores de una serie de doctrinas
fundamentales acerca de las ciencias del Estado. Primeramente el de aquellas
que lo consideran como una formación naturalista existente junto al hombre o
sobre el hombre.
23
Docente: Guillermo León Betancur Hincapié
Determinado de una manera más concreta el Estado, se dice que consiste en
relaciones de voluntad de una variedad de hombres. Forman el sustrato de este
Estado hombres que mandan y hombres que obedecen, pero el Estado posee
además un territorio, el cual se reconoce como un elemento que va adherido al
hombre. La propiedad de ser sedentario es algo que va unido al hecho de vivir los
hombres en un Estado, y todos los efectos jurídicos del territorio tienen su raíz en
la vida interna de los hombres; por consiguiente, prescindiendo del sujeto humano,
no hay territorio, sino sólo una parte de superficie de tierra.
También, como parte objetiva del Estado, ofrécense relaciones de voluntad entre
el dominador y los dominados. Ambos están en una continuidad temporal, y por lo
común, cuando se trata del territorio, en continuidad espacial. Entre los
dominadores, como entre los individuos dominados, existe un cambio constante, y
hay tantas relaciones de dominio como individuos. Pero si se aíslan estas
relaciones y sólo se les considera como relaciones de voluntad a voluntad, se verá
que son idénticas y susceptibles, por tanto, de ser ordenadas mediante conceptos
superiores. El principio que nos ha de dar la unificación de las relaciones de
voluntad es el que se nos presenta como Estado.
Hay unidades espaciales y unidades temporales. Estas unidades exteriores y
mecánicas no bastan para explicar el Estado. Una masa de hombres limitada, con
respecto a otra, mediante un territorio, tampoco es un Estado. Existe además otro
orden de unidades: unidades causales. Todo lo que se puede reducir a una
causa común vale como una unidad. Estos elementos causales unitivos existen en
el Estado, pero no bastan para hacerle aparecer como una unidad general. El
pueblo se nos presenta como una unidad firme, porque está constituido por la
procedencia común de la raza, o sea, de los miembros que lo componen.
Constituyen el tercer género las unidades formales. También el Estado ofrece
elementos formales y permanentes. Las Instituciones estatistas preséntanse en la
historia, durante largos períodos, con formas que permanecen invariables, y que
permiten construir una representación unitiva, no obstante los cambios
experimentados. Los parlamentos, los ministerios, los ejércitos, etc., los
concebimos como unidades en su transformación histórica, esto es, como formas
más o menos constantes y que sólo lentamente se modifican. La universidades,
escuelas, y regimientos celebran sus centenarios gracias a que, a pesar de los
cambios de su organización y de su constitución, han conservado ciertos
elementos formales que mantienen en ellas un carácter inequívoco; pero la
categoría de las unidades formales tampoco sirve por sí sola para ordenar la
variedad de las relaciones estatistas.
24
Docente: Guillermo León Betancur Hincapié
Existen finalmente unidades teleológicas. Una variedad que aparezca puramente
con un fin, siempre el mismo, tendremos que considerarla necesariamente como
una unidad que habrá de ofrecer tanta más fuerza para nuestra conciencia, cuanto
más varios y vigorosos sean los efectos de los fines que unifica.
Mediante la aplicación de la categoría de fin producimos la valoración de las
acciones. Los actos jurídicos y los delitos devienen de esta suerte, mediante un
orden de consideraciones teleológicas, condensados en unidades. Merced al fin
unimos una variedad de cosas separadas espacialmente en la unidad de la cosa
en el sentido jurídico.
Esta unidad teleológica es también una unidad esencial del Estado. Una pluralidad
de hombres aparecen unidos ante la conciencia cuando lo están por fines
constantes y coherentes entre sí. Tanto más intensos son estos fines, tanto mayor
es la unidad entre ellos, y esta unidad se exterioriza mediante la organización,
esto es, mediante personas que tienen como ocupación cuidar, valiéndose de sus
acciones, de que se mantenga esta unidad de los fines. Tales unidades
organizadas, constituidas por hombres, llámanse unidades humanas colectivas o
asociaciones. La unidad teleológica del Estado, por tanto, se denomina con más
rigor, unidad de asociación.
La unidad está limitada exclusivamente a los fines de la asociación. La intensidad
de la asociación es distinta según la fuerza y la significación de los fines que
constituyen la asociación; es mínima en las asociaciones privadas, aumenta en las
asociaciones de carácter público y alcanza su grado máximo en el Estado, pues
éste es el que posee el mayor número de fines constantes y la organización más
perfecta y comprensiva. Él es, a su vez, el que encierra dentro de sí a todas las
demás asociaciones y el que forma la unidad social más necesaria. Todos los
poderes coactivos de las asociaciones derivan del poder coactivo del Estado
mismo, así, que solamente la coacción del Estado es la que puede obligar a
permanecer en la asociación. Pero al mismo Estado nadie puede sustraerse.
Tanto el viajero como el sin patria permanecen sometidos al poder de un Estado;
pueden cambiar de uno a otro, pero no quedar sustraídos permanentemente a la
institución del Estado.
Así, el fundamento exterior de la unidad asociativa del Estado está formado por
una parte limitada de la superficie de la tierra. Tiene un territorio, es decir, un
dominio limitado en el espacio sobre el cual sólo él ejerce el poder. Se puede
determinar, pues, desde este punto de vista, el concepto del Estado como la
unidad de asociación de hombres, domiciliados en un territorio. A la unidad
de asociación se suman también aquellos individuos pertenecientes a un Estado y
25
Docente: Guillermo León Betancur Hincapié
que viven fuera de sus límites, siendo esencial a la vida del Estado, la existencia
de nacionales en el extranjero.
Las relaciones políticas de voluntad que reunidas forman la unidad de asociación
son esencialmente relaciones de dominación, y la existencia de estas relaciones
es necesaria a aquél, pues sin ellas, el Estado no podría ser pensado. El Estado
tiene poder de mando, y mandar, dominar, significa tener la capacidad de poder
hacer ejecutar incondicionalmente su voluntad a otras voluntades. Este poder
ilimitado, incondicionado, de vencer con la voluntad propia a todas las demás sólo
lo tiene el Estado. Recibe su fuerza originariamente de sí mismo, y jurídicamente
no deriva su poder de ningún otro, sino exclusivamente de la propia asociación.
De lo anterior, resulta que: “el Estado es la unidad de asociación dotada
originariamente de poder de dominación, y formada por hombres asentados
en un territorio”.
b) El concepto jurídico del Estado
Al concepto social del Estado, ha de unirse el conocimiento jurídico del mismo.
Hemos de partir del supuesto de la posibilidad de la autolimitación jurídica del
Estado, por cuanto éste, al someterse al derecho, se convierte en sujeto de
derechos y deberes.
El Estado desde su aspecto jurídico, no puede considerarse sino como sujeto de
derecho, y en este sentido, está próximo al concepto de la corporación en el que
es posible subsumirlo. El sustrato de ésta lo forman hombres que constituyen una
unidad de asociación, cuya voluntad directora está asegurada por los miembros de
la asociación misma. El concepto de la corporación es un concepto puramente
jurídico, al cual, como a todo concepto de derecho, no corresponde nada
objetivamente perceptible en el mundo de los hechos; es una forma de síntesis
jurídica para expresar las relaciones jurídicas de la unidad de la asociación y su
enlace con el orden jurídico. Si se atribuye al Estado como a la corporación
jurídica el carácter de personalidad, no se hace uso de una hipóstasis o ficción,
pues personalidad no es otra cosa que sujeto de derecho, y significa, relación de
una individualidad particular o colectiva con el orden jurídico. Gran parte de los
errores de la doctrina de la persona jurídica descansan en la identificación ingenua
de la persona con el hombre, no obstante bastar a todo jurista una ojeada rápida a
la historia de la servidumbre para darse cuenta fácilmente de que ambos
conceptos no coinciden.
El Estado, es pues, como concepto de derecho, “la corporación formada por un
pueblo, dotada de un poder de mando originario y asentada en un
26
Docente: Guillermo León Betancur Hincapié
determinado territorio”; o para aplicar un término muy en uso, “la corporación
territorial dotada de un poder de mando originario”.
TRABAJO DIRIGIDO. Leer:
Documento DE LA NATURALEZA DEL ESTADO (del libro “Teoría
General del Estado de Georg Jellinek.) Páginas 159 a 196. Está en fotocopiadora del
primer piso.
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