¿REALMENTE EL ART. 582 DEL CÓDIGO CIVIL NO

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¿REALMENTE EL ART. 582 DEL CÓDIGO CIVIL NO
PUEDE
QUEDAR DESPLAZADO POR LAS DETERMINACIONES
DE UN PLAN URBANÍSTICO?*
Juan Antonio García García
Profesor Contratado Doctor de Derecho Civil
Universidad de La Laguna
SUMARIO:
1.-Síntesis de la cuestión litigiosa
2.-La cuestión del posible desplazamiento del art. 582 del Código civil por los planes urbanísticos.
a)La delimitación del contenido normal de la propiedad, la colaboración reglamentaria y la naturaleza
jurídica de los planes urbanísticos.
b) De límites y limitaciones.
c) ¿Existe una línea jurisprudencial constante que niega el desplazamiento del régimen del art. 582 CC
por los planes de urbanismo?.
d)La posición de la doctrina española sobre la relación de los planes de urbanismo con el art. 582 CC.
e)La integración de la normativa urbanística, planes de urbanismo incluidos, en el régimen de la
propiedad urbana.
3.-La finalidad de la norma y la identificación del bien jurídico protegido por los arts. 581 a 584 del
Código civil.
1.-Síntesis de la cuestión litigiosa
En la sentencia del Tribunal Supremo de 21 de Octubre de 2008, Sala 1ª, la
Comunidad de Propietarios de un edificio destinado exclusivamente a garajes formulaba
demanda en juicio declarativo ordinario contra la Comunidad de Propietarios del
edificio de viviendas colindante, en construcción, y la Cooperativa de Viviendas que
realiza la obra en calidad de promotora de las mismas.
Las pretensiones de la Comunidad de propietarios actora se centran el cese de las
perturbaciones que, alega, sufre en su derecho de propiedad como consecuencia de la
apertura de ventanas que en el edificio colindante a menor distancia de la legalmente
permitida, y la colocación de vierteaguas que desaguan directamente sobre su
propiedad.
A tales pretensiones la promotora codemandada (el pleito se siguió en rebeldía de la
Comunidad de Propietarios del edificio en construcción) opone en primer lugar la
existencia de una licencia de obras concedida por el Ayuntamiento conforme a lo
previsto en el Plan de Ordenación Urbana que le autoriza a abrir huecos y ventanas en
todas las fachadas de los bloques de las viviendas que construye. En segundo lugar
alega que sobre la propiedad de la Comunidad actora el Plan de Urbanismo ha impuesto
una limitación de la propiedad, limitación que se deduce de que conforme a las
determinaciones del referido plan no puede edificarse sobre la cubierta del garaje.
El Tribunal Supremo en la sentencia objeto de nuestro comentario confirma la apelada
que, revocando la del Juzgado de Primera Instancia que fue desestimatoria de la
demanda, ordena el cierre de las ventanas que se abren en el predio vecino sin guardar
la distancia de dos metros del art. 582 del Código civil.
Esta sentencia del Tribunal Supremo merece mi atención, primeramente por lo que se
refiere a las argumentaciones que, tanto el Tribunal Supremo, como también la
Audiencia provincial cuya sentencia resulta confirmada, realizan respecto de la posible
incidencia de los planes de urbanismo y de los actos administrativos singulares sobre el
régimen de distancias del art. 582 CC. También, junto a lo anterior, resulta relevante
cuestionarse, a la vista de las circunstancias del supuesto litigioso, cuál sea el bien
jurídico protegido por el citado art. 582 CC.
2.-La cuestión del posible desplazamiento del art. 582 del
Código civil por los planes urbanísticos.
El Tribunal Supremo en el fundamento jurídico segundo de la resolución comentada
afirma que,
“..La servidumbre legal de luces y vistas, tómese como tal servidumbre o como límite al
derecho de propiedad, no puede quedar coartado por un plan urbanístico o una
licencia de obras. Una de cuyas manifestaciones se halla en el artículo 582 del Código
civil. No se puede limitar el derecho de propiedad de un sujeto por acto o norma
administrativa, si no media expropiación, tal y como proclama el art. 33. 3 de la
Constitución Española”.
Creo que peca este razonamiento jurídico de una excesiva generalidad, también de un
escaso rigor técnico jurídico en las alternativas que propone este primer párrafo, pues
consigna la sentencia comentada ambos supuestos, límite y limitación, de forma
alternativa, equiparando de esta manera sus efectos y su tratamiento jurídico.
También en una segunda alternativa, equipara el Tribunal Supremo la incidencia del
plan urbanístico y de la licencia de obras sobre el derecho de propiedad. Mas lo cierto es
que se trata, en ambos casos, y en el momento actual, de alternativas en absoluto
equiparables, ni en cuanto a su naturaleza ni en cuanto a sus efectos jurídicos.
Sobre la primera alternativa señalada, debemos recordar que una servidumbre “como
tal” es una carga o gravamen, consecuentemente una limitación del derecho de
propiedad, y efectivamente, en la medida en que mediante un acto administrativo o una
norma se afecta singularmente a un propietario determinado, deben ponerse en juego las
garantías expropiatorias derivadas del texto constitucional. Por el contrario, un límite
del derecho de propiedad, establecido por una norma con rango suficiente, y procedente
de un poder competente en la materia, no pone en juego, necesariamente y en todo caso,
la potestad expropiatoria de la Administración o la responsabilidad patrimonial del
Estado, o de cualesquiera de sus poderes, y no la podrá efectivamente, en tanto la
regulación suponga un ejercicio constitucionalmente legitimo de la función delimitadora
del contenido normal del derecho de propiedad.
Precisamente, siguiendo con las alternativas ofrecidas por la Sentencia del Tribunal
Supremo objeto del presente comentario, debemos señalar ahora que si bien es cierto
que se trata, tanto en el caso de los planes urbanísticos como en el de la licencia de
obras, de intervenciones de la Administración en la actividad de los particulares, en
manera alguna, se trata de supuestos que comporten una idéntica eficacia y revistan una
idéntica naturaleza jurídica, pues, resulta ahora evidente que un plan urbanístico (aun
cuando la cuestión no ha sido hasta fechas relativamente recientes pacífica, ni en la
jurisprudencia ni en la doctrina) no es un mero acto administrativo, siendo su naturaleza
jurídica la propia de una norma de rango reglamentario, y por consiguiente, muy distinta
de la de una mera licencia de obras, que no cabe dudas, es un simple acto
administrativo.
Por ello, y una vez afirmada la naturaleza normativa del plan urbanístico, debemos
plantearnos seguidamente cuál puede ser el grado de colaboración normativa que en la
delimitación del derecho de propiedad pueden abordar estas normas urbanísticas.
a)La delimitación del contenido normal de la propiedad, la
colaboración reglamentaria y la naturaleza jurídica de los planes
urbanísticos.
Como es sabido la potestad de planeamiento, junto con la de gestión y ejecución del
mismo y la de disciplina urbanística, constituye el haz de las potestades públicas en
materia de urbanismo. Mas dentro de este conjunto de potestades, la potestad de
planeamiento se diferencia y cualifica de las demás en que su esencia es la propia de
una actividad normativa, la de una fuente del derecho objetivo, precisamente de rango
formal reglamentario1, y por tanto, una manifestación normativa a través de la cual se
1
Es la definición categórica que emplea para ellos la STS de 20 de abril de 1990 (Sala ), al señalar que
“los Planes urbanísticos, no obstante su complejidad de contenido, merecen como institución jurídica de
acto fuente de derecho objetivo, es decir, de normas jurídicas, y más precisamente, de normas con rango
formal reglamentario, constituyendo el planeamiento urbanístico, en su conjunto un auténtico sistema
normativo gradual y coordinado de integración y desarrollo de la Ley del Suelo particularizándola a
supuestos espaciales concretos”.
Aunque ello sin perjuicio de que junto a los “planes-normas” en sentido propio puedan existir
otros instrumentos, a los que se les integra dentro del “planeamiento urbanístico”, y a los que también
frecuentemente se denomina como planes urbanísticos, a pesar de que carecen de eficacia y naturaleza
articula la necesaria colaboración ley-reglamento en la actividad delimitadora del
derecho de propiedad de acuerdo con su función social2.
A estos efectos, tal y como ha afirmado reiteradamente nuestro Tribunal Constitucional,
la reserva de ley que el art. 33 de la Constitución consagra no es una reserva de ley
absoluta, pues el propio precepto constitucional en su número 2 admite la flexibilización
de dicha reserva sobre la piedra de toque de la función social, función social que la
propiedad, o las propiedades, está llamada a cumplir. Por ello, con el límite de la
deslegalización (o de la remisión en blanco equiparable a la citada deslegalización) y
también, la imposibilidad de afectar al contenido esencial del derecho, las normas
reglamentarias, y los planes en tanto tengan la naturaleza de normas reglamentarias,
podrán colaborar (colaboración que el propio TC ha llegado ha calificar de
“inexcusable”, si bien negando la posible existencia en nuestro ordenamiento de una
“reserva a reglamento”) con el legislador complementando aquella delimitación del
derecho de propiedad de acuerdo con su función social3.
Y desde esta perspectiva, estrictamente normativa, centrada en la colaboración entre ley
y normas reglamentarias en el ámbito estrictamente urbanístico, debemos decir que es la
ley estatal, dictada al amparo del nº 1 del art. 149.1 de la Constitución, la que determina,
desde la pura óptica del derecho público, las posiciones jurídicas básicas de los
propietarios, a través de lo que en derecho urbanístico ha sido denominado
tradicionalmente como “clasificación”. Mientras que, a su vez es a la ley urbanística, y
por tanto competencia de las CCAA, la que concreta o precisa, diferencia y modula, a
través de las conocidas técnicas jurídicas de la “categorización”, dicho estatuto básico
de la propiedad sobre concretas clases o subclases de suelo. Finalmente, incumbe, por
ello al planeamiento, esto es, a las normas de ordenación de rango meramente
reglamentario, abordar la “calificación” asignado usos concretos a las diferentes zonas y
suelos previamente delimitados por las normas legales, y con sujeción a las normas de
aplicación directa y a los estándares urbanísticos que dichas normas legales hayan
podido establecer, restringiendo la discrecionalidad del planificador.
normativa en tanto que meros instrumentos auxiliares sin virtualidad ordenatoria. La denominación,
contenido y función de tales instrumentos auxiliares varía de una Comunidad Autónoma a otra, aunque
actualmente parece que se ha impuesto la denominación de tales instrumentos como “Proyectos” y no
como planes, siendo recurrentes las denominaciones de los mismos como “Proyectos de Urbanización”,
“Proyectos de Ejecución”, o “Catálogos”.
2
Tal naturaleza normativa de los planes es algo que ha terminado por imponerse en nuestro ordenamiento
jurídico frente a una inicial vacilación, tanto de la doctrina como de la jurisprudencia.
3
“…Resulta, sin embargo, evidente que el art. 33.2 de la propia Constitución flexibiliza la reserva de Ley
en lo que concierne a la delimitación del contenido de la propiedad privada en virtud de su función social,
que debe ciertamente regularse por la Ley, pero también por la Administración «de acuerdo con las
Leyes» cuando éstas recaben la colaboración reglamentaria de aquélla. Prohíbe esta concreta reserva de
Ley toda operación de deslegalización de la materia o todo intento de regulación del contenido del
derecho de propiedad privada por reglamentos independientes o extra legem, pero no la remisión del
legislador a la colaboración del poder normativo de la Administración para completar la regulación legal
y lograr así la plena efectividad de sus mandatos…”,TC (Sala Pleno), sentencia núm. 37/1987 de 26
marzo. RTC 1987\37, sobre la Ley de Reforma Agraria andaluza.
Precisamente, sobre la colaboración de los planes urbanísticos con las leyes del suelo
estatales y la normativa urbanística promulgada por las CCAA, el Tribunal
Constitucional, en su Sentencia 164/2001 de 11 julio (al enjuiciar la adecuación al
sistema constitucional de reparto de competencias de la Ley sobre régimen del suelo y
valoraciones de 1998), ha definido el plan urbanístico, como aquel aquél instrumento
de ordenación que determina el haz de facultades urbanísticas sobre cada terreno y hace
compatible el disfrute de las facultades urbanizadoras y edificatorias, establecidas
genéricamente por la legislación estatal dictada al amparo del art. 149.1.1 de la
Constitución para cada clase de suelo, con la estructura y singularidades de cada ciudad.
En definitiva, según palabras de nuestro Tribunal Constitucional, que los planes son
aquellos instrumentos que “configuran (sic) y hacen posible el disfrute de la propiedad
urbana”. Configuración reglamentaria ésta que el propio Tribunal ha llegado a calificar
de inexcusable, toda vez que necesaria para adaptar lo que denomina “arquetipo del
derecho de propiedad” a las características y a la posible función social de cada concreto
objeto susceptible de dominio privado.4
Ahora bien, cierto que en este último escalón jerárquico del ordenamiento urbanístico (a
su vez internamente jerarquizado entre los distintos tipos de planes y actos de gestión o
ejecución de aquel planeamiento) pueden presentarse limitaciones o vinculaciones
singulares derivadas de la imposición de determinados deberes positivos por aquel
planeamiento, siempre que no fueren susceptibles de distribución equitativa entre todos
los propietarios afectados, y que pueden generar del derecho a una indemnización, en
tanto que no estamos ya ante una función de delimitación sino de limitación del
contenido normal previamente asignado por la norma de rango legal5, tal y como afirma
ahora expresamente al efecto el apartado b) del art. 35 del TRLS 20086.
4
“… remisión inexcusable, por lo demás, cuando, como es el caso arquetípico de la propiedad
inmobiliaria, las características naturales del bien objeto de dominio y su propia localización lo
hacen susceptible de diferentes utilidades sociales, que pueden y deben traducirse en restricciones y
deberes diferenciados para los propietarios que, como regla general, sólo por vía reglamentaria
pueden establecerse.”,TC (Sala Pleno), sentencia núm. 37/1987 de 26 marzo. RTC 1987\37, sobre la
Ley de Reforma Agraria andaluza.
5
“…la jurisprudencia del Tribunal Supremo tiene declarado lo siguiente: a) La naturaleza
normativa del planeamiento, por un lado, y la necesidad de adaptarlo a las exigencias cambiantes del
interés público, por otro, justifican el "ius variandi" que en este ámbito se reconoce a la Administración
(Sentencias del Tribunal Supremo de 27 noviembre 1987 [ RJ 1987\9325 ], 7 noviembre 1988 [ RJ
1988\8783 ], 17 junio 1989 [ RJ 1989\4732 ], 4 mayo 1990 [ RJ 1990\3799 ], 11 febrero 1991 [ RJ
1991\784 ] y 27 marzo 1991 [ RJ 1991\2226 ], entre otras muchas de igual signo). b) El Planeamiento
delimita el contenido normas del derecho de propiedad (Sentencias del Tribunal Supremo de 16
noviembre 1987 [ RJ 1987\5255 ], 7 noviembre 1988 [ RJ 1988\8783 ] y 20 marzo y 17 junio 1989 [ RJ
1989\2240 y RJ 1989\4732 ], citadas, meramente "ad exemplum"). y este carácter estatutario de la
propiedad inmobiliaria significa que dicho contenido será en cada momento el que derive de la
ordenación urbanística, sin que, por tanto, tal ordenación confiera derecho a los propietarios a exigir
indemnización pues da lugar a meros "límites", no "limitaciones", es decir, definen el contenido normal
del derecho de propiedad, según su calificación urbanística. c) La citada regla -no indemnizabilidadencuentra excepción, en lo que ahora importa, en los supuestos de vinculaciones o limitaciones singulares
que llevan consigo una restricción del aprovechamiento urbanístico del suelo que no pueda ser objeto de
No obstante, debemos recordar en este punto, las conocidas “resistencias” de los
órganos del orden jurisdiccional civil, singularmente de la Sala Primera del Tribunal
Supremo, a aceptar que las normas urbanísticas, incluso las de rango legal, pueden
delimitar la propiedad inmobiliaria desde la óptica o perspectiva “civil”, perspectiva
civil que se contrapone a la supuesta perspectiva estrictamente “administrativa” que
abordarían tales normas urbanísticas.
Por citar tan sólo, ahora, algunos ejemplos de esta “resistencia” aludida y que,
entiendo son suficientemente ilustrativos al respecto: i) la dualidad de derechos de
superficie, urbano –sometido exclusivamente al principio de autonomía de la voluntad
del art. 1255 del Código civil-- y urbanístico –sometido a las prescripciones de las leyes
del suelo y reglamento hipotecario—(si bien, hemos de decir que, tras la LS 2007, luego
del TRLS 2008, la doctrina se decanta mayoritariamente por considerar que no existe
ya ningún resquicio en nuestro ordenamiento para sostener esta dualidad de derechos de
superficie7), también, ii), la imposibilidad de alegar las normas del planeamiento o
urbanísticas ante la jurisdicción civil para conseguir la demolición de los construído con
infracción de aquellas normas “administrativas” y con evidente perjuicio
individualizado para quien acciona ante dicha jurisdicción civil, acción civil que, por
otra parte, le han concedido las sucesivas leyes del suelo (art. 49 TRLS 2008, art. 305
TRLS 1992, o art 236 LS 1956),o, iii), la protección (aunque ciertamente en contadas
excepciones) del tercero hipotecario frente a las “limitaciones” y deberes directamente
impuestos por la legislación urbanística que no constasen inscritos en el Registro de la
Propiedad.
Así pues, las normas de planeamiento colaboran con las leyes urbanísticas en la
tarea de delimitar y configurar el derecho de propiedad privada, y ello tanto desde la
óptica del derecho público como del derecho privado, esto es, también con eficacia
horizontal o inter privatos. Ahora bien, ¿es eso lo que ha ocurrido en el caso
distribución equitativa, entre los interesados (artículo 87.3 de la Ley del Suelo), lo que supone un
supuesto de responsabilidad patrimonial de la Administración derivada de la actuación de la potestad de
planeamiento, es decir, de un funcionamiento normal de los servicios públicos, que se justifica por la
existencia de una lesión del derecho a la distribución equitativa de las cargas y beneficios del
planeamiento, cuando esos mecanismos específicos se muestran incapaces de restablecer la igualdad, lo
que hace entrar en juego el remedio excepcional y subsidiario de la indemnización; la responsabilidad
patrimonial de la Administración (Sentencias del Tribunal Supremo de 3 enero 1989 [ RJ 1989\383 ), 17
junio 1989 [ RJ 1989\4732 ], 4 mayo 1990 [ RJ 1990\3799 ], 11 enero 1991, 27 marzo 1991 [ RJ
1991\2226 ], 29 abril 1991 [ RJ 1991\3431 ] y 26 junio 1991 [ RJ 1991\5266 ], además de las ya citadas
en el escrito de demanda).” Tribunal Supremo (Sala de lo Contencioso-Administrativo, Sección 5ª),
Sentencia de 11 diciembre 1997. RJ 1997\9463
6
” Las vinculaciones y limitaciones singulares que excedan de los deberes legalmente establecidos
respecto de construcciones y edificaciones, o lleven consigo una restricción de la edificabilidad o el uso
que no sea susceptible de distribución equitativa”
7
Vid. COBACHO, J.A. “Reflexiones sobre el derecho de superficie urbana”, en Antología de textos de
la Revista Crítica de Derecho Inmobiliario, Cizur Menor, 2009, T. II, p. 3415 y ss.
comentado?, ¿se trata de una delimitación del contenido normal del derecho de
propiedad?
b) De límites y limitaciones.
Como sabemos, los arts. 581 a 583, bajo la genérica denominación de
“servidumbre de luces y vistas”, servidumbre de las que el Código califica como
“legales” --pues los preceptos están comprendidos dentro del Capítulo II, tit. VII, lib. II-, establecen una serie de límites a las propiedades, límites relativos a la apertura de
huecos y ventanas en razón a la colindancia de los predios8.
En el caso de la Sentencia comentada la vinculación o limitación singular
aparece prevista en el plan general de ordenación urbana que autoriza a abrir ventanas
sobre la finca vecina.
La cuestión capital para decidir si tal previsión del planeamiento, de la que la
licencia municipal autorizando tal apertura no es más que un mero acto aplicativo,
supone una limitación del contenido normal de la propiedad o una legítima operación
de complemento en la delimitación legal del estatuto de aquella propiedad, gira
necesariamente en torno al papel que quepa atribuir al art. 582 del Código Civil. Esto
es, la cuestión capital si el citado art. 582 CC es tan sólo una norma de aplicación
supletoria, en defecto de norma urbanística específica que establezca previsión
específica al efecto, o, por el contrario, es una norma que establece, que ha delimitado
ya, el contenido normal de la propiedad inmobiliaria. Si se tratara de este último caso,
cualquier distancia inferior establecida por una norma de inferior rango, cual es el caso
de los planes de urbanismo, sería desde este punto de vista una limitación ilegal del
derecho de propiedad, o, lo que es lo mismo, una expropiación ilegal si no va
acompañada de las garantías y del procedimiento constitucional y legalmente previstos.
8
Y si bien para la mayoría de los autores actuales se trata efectivamente de auténticos límites del derecho
de propiedad, disidente es la posición al respecto de ROGEL VIDE para quien no cabe duda de que en
los arts. 581 a 583 del Código civil se establecen “limitaciones” de la propiedad –es sintomático de su
posición el que su monografía lleve por título, precisamente, “Limitaciones de luces y vistas en el Código
Civil español”--. Razona su posición ROGEL argumentando que “en la medida en que [tales restricciones
del derecho de propiedad] no son referibles a todos los fundos y en la medida, también, en que no juegan
respecto de las luces y vistas anteriores al Código civil o respecto de las que hay sobre la vía pública
ampliamente entendida, han de considerarse –por vidrioso que el asunto resulte y en el caso de que se
acepte la existencia de una diferencia entre unos y otras—como limitación”, op. cit., pp. 113-114.
La crítica de ROGEL se centra, pues, exclusivamente en la nota de la generalidad de la delimitación que
efectúa la ley, que además niega de manera apresurada por el autor, aludiendo a que sólo afecta a
determinadas propiedades quedan afectas a tales restricciones y a que existen múltiples excepciones al
régimen del Código.
c) ¿Existe una línea jurisprudencial constante que niega el
desplazamiento del régimen del art. 582 CC por los planes de
urbanismo?.
Resulta relevante analizar los posibles precedentes jurisprudenciales de la resolución del
TS objeto del presente trabajo, que pudieran ser exponentes de una doctrina
jurisprudencial constante sobre la incidencia de los planes de urbanismo en el régimen
de distancias que regulan los arts. 582 a 584 del Código Civil.
Anticipo que, como veremos seguidamente, en ninguna de las sentencias citadas como
precedentes de la doctrina jurisprudencial en los que se niega aquella incidencia de los
planes de urbanismo sobre el régimen del Código civil se hace un pronunciamiento en
tal sentido, sino que, en todos ellos (a excepción de la STS de 18 de julio de 1997), lo
que se cuestiona es la calificación de “vía pública” de los terrenos afectados por la
apertura de huecos y ventanas, esto es, si dada la configuración de los predios el
supuesto queda comprendido en la excepción del art. 584 CC, y a estos efectos ha de
entenderse limitado el alcance de tales pronunciamientos.
La controversia en el caso de la STS, Sala Primera, de 9 de febrero de 1983, la
controversia entre particulares se produce en torno a la condición pública (calle pública)
o privada de los terrenos afectados por las ventanas abiertas en la propiedad colindante,
con la consecuencia prevista, caso de tratarse de una vía pública como sostiene el
recurrente, de que el régimen legal de distancias quedase excepcionado en virtud del art.
584 del mismo Código civil. Y es dentro de estos presupuestos en los que cabe
enmarcar los pronunciamientos de la citada sentencia que señalan que “El efecto de
obligatoriedad que, entre otros (publicidad, ejecutoriedad y legitimación de las
expropiaciones), atribuye la Ley del Suelo a la aprobación definitiva del Plan, con la
sujeción consiguiente del derecho de propiedad a las limitaciones que el art. 58
especifica (uso de los predios según el destino previsto y ejercicio del ius aedificandi
ajustado a la ordenación aprobada), en manera alguna supone que un tercero quede
autorizado para construir edificios prescindiendo de lo ordenado por el C. Civ.
respecto a los huecos para luces y vistas que abren sobre predio ajeno, con el pretexto
de que ha perdido su condición privada por la sola circunstancia de la aprobación del
Plan”, pues efectivamente, los terrenos afectados en cuestión no habían adquirido la
condición de públicos, pues la expropiación de aquéllos para que adquiriesen la
condición de calle pública no se había producido, ni se constituyó, conforme a lo
previsto en el art. 68 de la Ley del Suelo, servidumbre alguna sobre los terrenos
privados en cuestión.
La Sentencia en cuestión no se refiere, pues, a la presunta ineficacia del planeamiento
sobre el régimen “civil” del derecho de propiedad, ni sobre la imposibilidad de que
dicho art. 582 CC quede desplazado por la legislación urbanística. Como hemos dicho
la controversia, y los pronunciamientos jurídicos correspondientes, se refieren
exclusivamente a la condición de vía pública de los terrenos afectados por los huecos
abiertos por el vecino, que, efectivamente, estaba previsto fueran expropiados para
adquirir tal condición en el proyecto inicial del plan de urbanismo, previsión esta que,
finalmente, no fue incluida en el plan aprobado.
La STS, Sala Primera, de 21 de mayo de 1966, gira en torno también a la condición de
calle pública de unos terrenos, condición que le atribuyó un proyecto de plan parcial de
ordenación urbana aprobado por el Ayuntamiento de Carabanchel Bajo a cuyo término
municipal pertenecían entonces aquellos terrenos, condición de calle pública que
ratificaba posteriormente el proyecto parcial de ordenación de Villaverde aprobado por
el Ayuntamiento de Madrid --en cuyo su término municipal se habían integrado los
terrenos pertenecientes al antiguo término municipal de Carabanchel Bajo--, pero que
suprimía un posterior proyecto de ordenación aprobado por la Comisión de Urbanismo
de Urbanismo también del Ayuntamiento de Madrid. Y es desde estos presupuestos
desde los que el Tribunal Supremo afirma que no resulta de aplicación el art. 584 CC
sino el art. 582 del mismo cuerpo legal y su régimen de distancias para la apertura de
huecos y ventas para vistas y luces, y que la licencia de construcción en su caso
concedida a los recurrentes por el Ayuntamiento, permitiéndoles abrir huecos sobre la
vía pública, que finalmente no es tal, carece de trascendencia a los efectos de excluir el
régimen del art. 582, “ya que su alcance no puede ser otro que el de una autorización,
de índole administrativa, que no puede cambiar la naturaleza de la cosa, ni atribuir o
mermar derechos de carácter civil”, de ahí observa el propio Tribunal, y también por la
rapidez con la que se suceden las variaciones de los planes de urbanismo (de lo que era
un exponente paradigmático el caso que le ocupaba), que la propia Ley del Suelo
(entonces el TRLS 1976), en su art. 228, contemplara la posibilidad de que una licencia
pudiera tener un contenido manifiestamente constitutivo de infracción grave.
No se trata pues, nuevamente, en el caso, de un conflicto entre el plan de urbanismo y
el art. 582 CC, esto es, no es un problema de distancias inferiores previstas en el
planeamiento y opuestas en consecuencia a aquellas mayores previstas en el precepto
del Código civil. Para el caso el régimen de distancias tan sólo resulta alterado por la
licencia de obras concedida, y evidentemente, tal acto administrativo no puede vulnerar
las únicas distancias legalmente previstas, es decir, las del art. 582 CC, toda vez que,
como se prueba en el caso, no resulta aplicable el art. 584 del mismo CC al no revestir
los terrenos intermedios la naturaleza jurídica de calle o vía pública.
También, sobre la subsunción como vía pública de unos determinados terrenos, según
las previsiones, no ejecutadas aún, del plan de urbanismo, en la STS 15 de junio de
1987, se afirma que “no obstante la aprobación de un Plan Parcial de Urbanismo en el
que se fija el destino a vía pública de los terrenos propiedad del actor, la calle que en el
futuro puede discurrir por los mismos aún no existe, ni ha recaído acuerdo alguno del
Ayuntamiento de Tiana ordenando la ejecución del Plan en que se proyecta dicha vía,
con las medidas precisas al efecto tales como alineaciones, reparcelaciones,
expedientes, etc. y lo que es más fundamental de que aún no se ha verificado la
«cesión», aunque sea gratuita, de los meritados terrenos por parte del particular al
Ayuntamiento, insoslayable realidad que determina el procedente rechazo del primer
motivo del recurso que, al acusar la infracción por violación del párrafo 1.º del artículo
344 del Código Civil, lo hace con olvido, en primer lugar, de que el terreno sobre el
que inciden tanto el hueco abierto en un muro para tener acceso al mismo como el
desagüe, no es aún una vía de uso público cuyo dominio corresponda al Ayuntamiento
de Tiana, al no existir la calle a que el precepto que se supone vulnerado se refiere y,
en segundo lugar, porque al no haberse operado la cesión de dicho terreno al
Ayuntamiento, la parte demandante continúa ostentando sobre el mismo facultades
dominicales que aunque limitadas por el Plan de Ordenación Urbana que le afecta, no
autoriza a un tercero para imponer servidumbre de clase alguna”.
Precisamente, en relación con los anteriores supuestos, la STS de 15 marzo de 2004,
afirma, para el caso en el que el recurrente, demandado en la instancia, abre huecos sin
atenerse a las distancias legales, que no se produce la identidad del caso con aquellos
resueltos por las SS. TS de 21 de mayo de 1966, 9 de febrero de 1983 o 15 de junio de
1987, por cuanto, aquí a diferencia de aquellos si ha quedado debidamente probado que
existe una vía pública entre los predios colindantes, y, por ello, “resulta que el artículo
584 del Código Civil ha sido infringido, desde el momento en que las fincas están
separadas por la calle «W» autorizada, al haberse producido la fase ejecutiva de los
efectos jurídicos de la expropiación (sentencias de 9-2-1983 y 15-6-1987)”.
Ninguna doctrina, tampoco por tanto alguna que merezca la calificación de constante y
reiterada, relativa a la supuesta colisión de un régimen de distancias establecido en
normas urbanísticas y otras distancias establecidas en por el Código civil encontramos
en todos los pronunciamientos jurisprudenciales anteriores
En sentido estricto, y ya sí sobre el posible conflicto entre los planes de urbanismo y el
régimen de distancias del art. 582 del Código civil, la única sentencia que se refiere a
ello es precisamente la STS (Sala de lo Civil), de 18 julio de 1997, que, supuestamente,
siguiendo una doctrina reiterada, viene a afirmar la existencia de una duplicidad de
regímenes y jurisdicciones, civiles y urbanísticas o administrativas, consagrando el
principio de que “…la regulación administrativa de las construcciones contempla
aspecto distinto del puramente civil, y que unas obras con licencia obtenido al amparo
de las normas urbanísticas, pueden ser impedidas por los Tribunales del orden civil a
instancia de los titulares de derecho como el de propiedad, a los que eventualmente
puedan afectar”, lo cual es cierto referido a una licencia de obras que contraría la
ordenación urbanística (como era el caso de la STS de 21 de mayo de 1966) pero no,
cual es el caso, cuando tal licencia se concede conforme a la normativa aplicable,
aunque cierto es que se trata de una normativa urbanística, lo que de por sí no la
convierte en ilegítima, ni la inhabilita para ordenar o integrar el régimen, también el
civil, de las construcciones9.
En sentido contrario a estas última sentencia se ha pronunciado, no obstante, la Sala 3ª
del TS, que frente a las alegaciones del recurrente, una entidad local, sobre la aplicación
al supuesto de las distancias del Código civil, opone: “Que la invocación por tan
repetido Ayuntamiento de las distancias a que se refieren los arts. 582 a 584 del C.
9
Y no será hasta la STS de 21 de octubre, objeto del presente trabajo, que esta doctrina sea reiterada por
la Sala Primera del Tribunal Supremo.
Civ., representa una salida del Ordenamiento jurídico aplicable, y un intento, inútil, de
buscar una cobertura legal improcedente, puesto que, como es sabido, estos preceptos
corresponden a la regulación de las «servidumbres legales» (de luces y vistas),
mientras que, los retranqueos de las edificaciones establecidos en el Plan Parcial que
nos ocupa, son conformadores del derecho de propiedad, de acuerdo con la concepción
estatutaria de la misma, dentro del moderno Derecho Urbanístico, consagrado tanto en
la Ley del Suelo de 12 mayo 1956, como en la Ley reformadora de 2 mayo 1975 , y en
el vigente Texto refundido de 9 abril 1976”.
d)La posición de la doctrina española sobre la relación de los
planes de urbanismo con el art. 582 CC.
Por lo que respecta a la doctrina española, ROGEL VIDE10, apoyándose en la STS de
21 de mayo de 1966, anteriormente analizada y cuyo alcance hemos precisado,
concluye que las distancias del art. 582 “permanecen y no se ven alteradas por
hipotéticas normas urbanísticas o autorizaciones administrativas para abrir vistas sin
respetar tales distancias, pues tales normas o autorizaciones, dada su índole, no pueden
atribuir ni mermar derechos de carácter civil”11.
REBOLLEDO VARELA, en un primer trabajo12 –opinión que corrige en otro trabajo
posterior (vid. Infra) –afirmaba que las normas administrativas de urbanismo no tenían
alcance derogatorio del art. 582 del Código civil, pues simplemente lo único que
suponían era la inexistencia de obstáculos administrativos a la construcción a menor
distancia, sin que fueran una fuente de deber de soportar el gravámen por parte del
perjudicado, en contra de su voluntad y sin apoyo en precepto alguno de carácter civil,
citando las Ss. TS de 30-6-1969 o la de 21-5-1966 (ya comentada esta última
anteriormente en estas mismas páginas).
También COBACHO, minimiza el papel de las normas urbanísticas, que, en su opinión,
no desplazan ni derogan las normas del Código civil, en concreto al art. 582 CC pues su
alcance no es otro que, desde la pura órbita administrativa, afirmar la inexistencia de
obstáculos administrativos al acto pretendido por el particular, esto es, la apertura de
huecos o vistas, acto que, entonces, desde el punto de vista civil, quedará vedado por el
10
Las limitaciones de Luces y Vistas en el Código civil español, Madrid, 2006, p. 63 y ss.
11
Debemos aquí recordar que no es esa la doctrina que puede extraerse de la sentencia citada, pues allí se
trataba de atribuir, o no, la condición de vía pública a una franja de terreno en virtud de una simple
licencia administrativa otorgada sin apoyo en una norma urbanística, por tanto, de una licencia
administrativa en contradicción con el planeamiento, la cuestión, por ello, no era si se desplazaba el
régimen de distancias del art. 582 CC por el planeamiento sino, contrariamente, en si se daban el supuesto
de hecho que previsto en el art. 584 del Código Civil para exceptuar el régimen de distancias del citado
art. 582 CC.
12
Comentario del Código Civil, t. I, Ministerio de Justicia, Madrid, 1991, p.1482.
referido art. 582 CC. En conclusión, que es la voluntad el propietario afectado o,
prescindiendo de aquella voluntad, tan sólo una “norma civil” la que puede autorizar la
apertura de huecos y vistas sobre el fundo vecino.
Por el contrario, SORIA MARTINEZ13 entiende, sobre la base del art. 551 del propio
Código civil y la naturaleza de “servidumbre legal” que el propio Código civil atribuye
a la servidumbre de luces y vistas para disciplinar su régimen jurídico, que es
“prevalente” la aplicación de las normas urbanísticas sobre el régimen previsto en el art.
582 CC, en atención al interés público que se atribuye por la Ley al Plan, aunque, señala
el autor, que ello sin perjuicio, de que por convenio los interesados puedan disponer
sobre tales restricciones, en tanto no resulte ello prohibido por la ley ni resulte perjuicio
para tercero, como dispone el propio art. 551 CC.
Para finalizar con este repaso, REBOLLEDO VARELA14 afirma que “existiría una
prevalencia de la norma administrativa frente a la pura aplicación del Código civil
cuando desde el planeamiento se pretenda precisamente una menor distancia entre las
edificaciones con apertura obligada de huecos, circunstancia que pudiera no resultar
extraña en la práctica y que se dará en todos aquellos supuestos en que el Plan
impusiera agotar la edificabilidad y sólo pudiera hacerse vulnerando las distancias
mínimas previstas en el Código civil...”, concluyendo que en tal caso sería “prevalente
la normativa urbanística [sobre la del Código Civil] en virtud del interés público que se
atribuye por la Ley al Plan”.
e)La integración de la normativa urbanística, planes de urbanismo
incluidos, en el régimen de la propiedad urbana.
Creo que la clave para responder a la cuestión planteada inicialmente en este trabajo,
esto es, si pueden los planes de urbanismo fijar distancias inferiores para la apertura de
huecos y ventanas a las previstas por el art. 582 CC, como muy bien ha advertido
SORIA MARTINEZ, nos la da el propio Código civil, cierto que en su art. 551, pero
también en otros preceptos, como los arts. 348 y 350.
Por lo que se refiere al art. 350 del Código civil, en el mismo se realizó un juego de
remisiones a las normas urbanísticas, cierto que a las existentes en el momento de su
promulgación15, para integrar el régimen normativo de la propiedad inmobiliaria
urbana, más también, y para desempeñar esta misma función, a las normas urbanísticas
13
“La servidumbre de luces y vistas y la equidistribución en la ejecución de los planes de urbanismo”,
RCDI, nº 654, septiembre-octubre 1999, p.1735 y ss.
14
Tratado de las Servidumbres, p. 637.
15
Esto es, a una legislación urbanística incipiente, fragmentaria, constituida fundamentalmente por la
legislación de Ensanche y la legislación en materia de Reforma Interior –contenida primero en la Ley de
Expropiación Forzosa de 1879, luego en la Ley de 18 de marzo de 1895, de Saneamiento y Reforma
Interior de Grandes Poblaciones–, y a nivel local por las ordenanzas ya generales ya específicas de
edificación.
actuales por cuanto se trata, aquélla, de una remisión dinámica16; y aun cuando sea
cierto que en las previsiones del legislador decimonónico no se encontrara la recepción
de un sistema o subsistema normativo con tan alto grado de complejidad y desarrollo
como el que ha alcanzado actualmente el ordenamiento urbanístico, ello no cuestiona en
absoluto esta recepción por el Código civil de tales normas urbanísticas.
Como ha observado la doctrina, la aparición de esta normativa “no civil” (a menudo
calificada, para minimizar su alcance, como meramente administrativa o urbanística)
delimitadora del derecho de propiedad es fruto de un cambio de perspectiva legislativa
y de la realidad económico-social. Frente al modelo en el que las potestades públicas y
el interés público juegan un limitado papel, caracterizado por su excepcionalidad y el
carácter fragmentario de su intervención, cada vez se hace más patente la insuficiencia
de las técnicas jurídico-privadas para afrontar el “hecho urbano” como un fenómeno
necesariamente colectivo; se ha pasado así a un modelo en el que es decisiva la
intervención pública (poder legislativo-Administración) en la configuración jurídica del
derecho de propiedad.
Ha de tenerse en cuenta, a este respecto, y como ha señalado el propio TC en su
Sentencia 37/1987, que “la delimitación de los poderes del propietario se opera no sólo
ya en la legislación civil, sino también en aquellas Leyes que cuidan principalmente de
los intereses públicos a los que se vincula la propiedad privada…” (f.j. 8). Por ello, los
operadores jurídicos actuales más que cuestionarse inicialmente la adscripción de las
normas a un determinado sector normativo (el derecho civil o el derecho
administrativo), en lo que se deben centrar es en si estas normas realizan aquella
función delimitadora del derecho de propiedad, y si lo hacen efectivamente pasar
seguidamente a preguntarse a través de qué concretas técnicas o con qué concreta
eficacia, y será sólo en este preciso momento en el que será relevante calificarlas como
normas civiles (con eficacia horizontal o inter privatos) o normas de derecho público
(definidores de la relación entre Administración y administrados), para diferenciar
entonces su régimen jurídico.
La legislación urbanística, y los planes urbanísticos constituyen parte de la misma,
delimita el contenido del derecho de propiedad, y, en consecuencia, determina usos y
facultades para el propietario; incide de manera eficaz, por ello, en el tráfico jurídico de
los inmuebles y en el modo en que tales bienes se integran en el patrimonio de los
particulares. A este respecto el TS en su Sentencia de 5 junio 1986 (Sala 1ª, Ar. 3292),
ha reconocido como “realidad legal innegable la vinculación de la propiedad privada
por los planes y actos administrativos, principalmente en el campo urbanístico, con la
modificación consiguiente del tradicional concepto y contenido del dominio…”.
16
TOMAS R. FERNÁNDEZ, “La propiedad urbanística: del suelo, el vuelo y el subsuelo”, Estudios de
Derecho Ambiental y Urbanístico, nº 2, pp. 132 y ss.
Así, proclama el art. 7.1 del TR08 que «El régimen urbanístico de la propiedad del
suelo es estatutario y resulta de su vinculación a concretos destinos, en los términos
dispuestos por la legislación sobre ordenación territorial y urbanística», modulación
del contenido del derecho de propiedad que, en relación con las facultades del derecho,
reitera el art. 8.1 de la misma ley al establecer que «El derecho de propiedad del suelo
comprende las facultades de uso, disfrute y explotación del mismo conforme al estado,
clasificación, características objetivas y destino que tenga en cada momento, de
acuerdo con la legislación aplicable por razón de las características y situación del
bien. Comprende asimismo la facultad de disposición, siempre que su ejercicio no
infrinja el régimen de formación de fincas y parcelas …».
Principios capitales de la legislación urbanística que el propio legislador ha sentido
la necesidad de reafirmar, negando que las normas urbanísticas, en especial los planes
urbanísticos, constituyan meros actos administrativos, actos con mera eficacia inter
partes, en relación con el regímen y contenido urbanístico de la propiedad privada
(como en algún momento se ha llegado a afirmar por alguna corriente jurisprudencial,
que otorga a los deberes y cargas urbanísticos la consideración jurídica de limitaciones
de la propiedad y que concede, consecuentemente, a los adquirentes que réunan las
condiciones del art. 34 de la ley Hipotecaria inmunidad frente a tales limitaciones no
inscritas registralmente), y que, por ello, su eficacia conformadora se despliega erga
omnes, con independencia de las concretas vicisitudes que pudiera experimentar la
titularidad de las fincas, y sin necesitar, dada su naturaleza normativa, de la publicidad
registral para tal oponibilidad. Precisamente por ello el artículo 19 del TR08 dispone,
siguiendo una tradición que han repetido todos las leyes del suelo en nuestro país, que
«La transmisión de fincas no modifica la situación del titular respecto de los deberes
del propietario conforme a esta Ley y los establecidos por la legislación de la
ordenación territorial y urbanística aplicable o exigibles por los actos de ejecución de
la misma», quedando subrogado, consecuentemente, el nuevo titular en los derechos y
deberes del anterior propietario17.
17
No ha tenido reparo en reconocerlo así la jurisprudencia, civil, de algunas Audiencias Provinciales:
“CUARTO.- En el caso de autos, la concreción del contenido normal del derecho de propiedad de cada
una de las partes, y a tenor de las características de la obra denunciada -consistente, según se indicó ut
supra- en el aumento de volumetría del inmueble o edificio existente en la finca de la demandada,
ocupando la zona del antiguo retranqueo y modificando la línea de fachada antes existente- precisa la
remisión al ordenamiento urbanístico en cuanto regula, entre otros, el porcentaje de terreno que puede ser
ocupado por las construcciones, su volumen, forma, número de plantas, clase y destino de los edificios,
con sujeción a ordenaciones generales uniformes para cada especie de los mismos en toda la zona
(artículo 3-2 a) y c) de la Ley del Suelo), todo lo cual supone que el uso o ejercicio normal de aquél
derecho será el que se ajuste al Plan urbanístico al que las diferentes construcciones hayan de someterse,
de manera que su ejercicio será lícito en la medida en que se respete el uso que el Plan impone. De este
modo, en el supuesto enjuiciado, ninguna de las partes, cuyas viviendas, como se ha indicado, forman
parte integrante de una Urbanización más amplia, se han ajustado a las normas del señalado Plan,
habiendo efectuado diferentes construcciones sin respetar, por lo menos, la alineación, volumetria y/o
retranqueos previamente establecidos, no pudiendo otorgarse prevalencia a una de ellas -actora- frente a
la otra -demandada-, ya que ello implicaría la ruptura del principio de bilateralidad o reciprocidad
dominante en este tipo de relaciones de vecindad, así como un abuso del derecho de la primera, no
amparado por la ley - artículo 7-2 del Código Civil -, al pretender por este cauce el derribo de una
construcción que, al igual que la que ella realizó en su día …no se ajusta totalmente a la normativa
urbanística, no habiéndose demostrado de manera fehaciente su carácter de ilegalizable, o de admisible,
habiéndose aportado por ambas partes diferentes resoluciones de carácter administrativo respecto de las
que no consta su definitiva firmeza y ejecutabilidad, sobre todo cuando también otros edificios que
forman parte de la misma Barriada o Urbanización han sufrido modificaciones que afectan a su
Al propio tiempo, la imposición por esta legislación urbanística de distancias inferiores
a las previstas por el art. 582 CC por el planeamiento no siempre implicará una
actuación expropiatoria, y no la implicará en la medida en que los deberes y cargas se
repartan equitativamente entre todos los propietarios del sector o unidad de suelo
afectados por el planeamiento en cuestión, o, ante la imposibilidad de reparto equitativo,
se acuda a los procedimientos previstos legalmente para compensar las vinculaciones
singulares o excesivas, o para expropiar, en última instancia, y en su caso, al propietario
singularmente afectado hasta el punto de ver suprimido su derecho de propiedad18.
Así resulta de lo dispuesto en el art. 35 b) del TRLS 2008 al contemplar como un
supuesto indemnizatorio “Las vinculaciones y limitaciones singulares que excedan de
los deberes legalmente establecidos respecto de construcciones y edificaciones, o lleven
consigo una restricción de la edificabilidad o el uso que no sea susceptible de
distribución equitativa”
Respecto de las servidumbres de naturaleza urbanística, ya el artículo 68 del Texto
Refundido de la LS de 1976 dispuso que «[c]uando para la ejecución de un Plan no
fuere menester la expropiación del dominio y bastare la constitución de alguna
servidumbre sobre el mismo, prevista por el Derecho privado o administrativo, podrá
imponerse, si no se obtuviere convenio con el propietario, con arreglo al procedimiento
de la Ley de Expropiación Forzosa…», y es éste un principio que aunque no se formule
de manera expresa por la legislación urbanística en vigor debe considerarse implícito
en el régimen de actuación de la potestad expropiatoria que el art. 28 de la LS 2007
reconoce genéricamente para aquellos casos en los que fuere necesario actuar por
expropiación en la ejecución de la legislación de ordenación territorial y urbanística (
«2.La aprobación de los instrumentos de la ordenación territorial y urbanística que
determine su legislación reguladora conllevará la declaración de utilidad pública y la
necesidad de ocupación de los bienes y derechos correspondientes, cuando dichos
volumetría, alineaciones y/o retranqueos…, todo ello sin perjuicio de las acciones de carácter
administrativo que puedan asistir a cualquiera de aquéllas en relación con la situación urbanística de sus
viviendas y de las demás integrantes de la Urbanización, algunas de las cuales, como se acaba de exponer,
se hayan en fase de tramitación.” Audiencia Provincial de Santa Cruz de Tenerife (Sección 3ª) Sentencia
núm. 777/2000 de 30 septiembre . JUR 2001\19808
18
“OCTAVO.-Según sabemos, la ordenación del uso de los terrenos y construcciones por los Planes de
Urbanismo no conferirá derecho a los propietarios a exigir indemnización por implicar meras limitaciones
y deberes que definen el contenido normal de la propiedad según su calificación urbanística (si bien con
respeto en todo caso al principio de la justa distribución de beneficios y cargas, según el artículo 87.1 del
Texto Refundido). Pero sí conferirán derecho a indemnización las ordenaciones que impusieran
vinculaciones o limitaciones singulares que lleven consigo una restricción del aprovechamiento
urbanístico del suelo que no puede ser objeto de distribución equitativa entre los interesados (artículo
87.3). Como puede comprenderse el problema radica en diferenciar los casos de ordenaciones que
impusieron «vinculaciones o limitaciones singulares» de aquellas otras determinaciones generales que
imponen limitaciones y deberes propios de la ordenación urbanística…” Tribunal Supremo (Sala de lo
Contencioso-Administrativo, Sección 5ª),Sentencia de 18 marzo 1999. RJ 1999\2348
instrumentos habiliten para su ejecución y ésta deba producirse por expropiación»). En
estos casos, será, pues, la aprobación del planeamiento, o su ejecución, la causa
inmediata o mediata de la constitución de la servidumbre.
Por ello, el que tachemos de excesivamente genéricos, y por ello precisamente erróneos,
los pronunciamientos de la sentencia comentada, cuando afirma que el señalamiento de
distancias inferiores a las previstas por el artículo 582 del Código civil por el
planeamiento constituye un acto expropiatorio, que, si no media justiprecio y el acto
administrativo correspondiente, es un acto de simple despojo o una vía de hecho.
No se afirma en la sentencia comentada que la situación del propietario perjudicado por
la menor distancia señalada fuera una situación individualizada, que le colocara en un
singular perjuicio respecto de los restantes propietarios en idéntica o similar situación,
esto es, los propietarios en la misma área de reparto. El Tribunal Supremo no entra en
estas consideraciones, no ha contemplado la situación del área de reparto, no ha
establecido la adecuada comparación de la situación del propietario y si tales
vinculaciones o limitaciones exceden o no han sido susceptibles de distribución
equitativa. Por ello se trata de una afirmación gratuíta y errónea.
3.-La finalidad de la norma y la identificación del bien
jurídico protegido por los arts. 581 a 584 del Código civil.
En la doctrina española que más reciente se ha ocupado del tema, ROGEL VIDE,
sintetizando a estos efectos las opiniones dominantes tanto en la doctrina como en la
jurisprudencia españolas, identifica como bienes jurídicos protegidos por el “régimen de
limitaciones de luces y vistas” de los arts. 581 a 583, la intimidad, pero también y junto
a aquélla, la seguridad de quienes puedan encontrarse en los fundos colindantes19.
En relación con la privacidad, o el respeto a la vida privada y/o familiar, hemos de decir
que es el valor más frecuentemente aludido en los conflictos en los que se pone en juego
la aplicación de las restricciones previstas en los preceptos citados. Precisamente, por
erigirse a la privacidad como uno de los bienes jurídicos protegidos en el régimen de
huecos y ventanas de los arts. 582 y ss CC, la jurisprudencia del TS ha podido realizar
una lectura actualizadora de tales preceptos sancionando que la utilización de material
traslúcido no vulnera la prohibición de apertura de huecos en tanto con ello no queda
comprometida la vida familiar o la vida privada del vecino20, y, al propio tiempo, esta
misma jurisprudencia excluye la aplicación del art. 582 CC, superando la literalidad de
la excepción del art. 584 (“vía pública”), no sólo a los supuestos de separación de los
predios por una vía pública, sino también en los casos en los que existe un hiato,
accidente o separación topográficos21 (prescindiendo, a estos efectos, del concreto
régimen jurídico aplicable a la franja de terreno en cuestión, y por ello, sin que deba
19
Limitaciones de luces y vistas..., op. cit. p. 107 y ss.
La STS de 17 de febrero de 1968 alude a una laguna legal para el caso de tales materiales y técnicas
constructivas modernas, que afirma no pueden subsumirse en los términos literales de los arts. 581 y 582,
por lo que, y puesto que, afirma la sentencia, la propiedad no puede llegar más allá de lo que el respeto al
vecino determina, deberá acudirse a la apreciación que la situación fáctica en cada caso concreto, no
apreciándose vulneración del régimen legal en aquellos casos en los que la vida intima no quede
comprometida. En idéntico sentido, y con cita de la anterior, la STS de 14-02-1992., afirma que “… ha
de considerarse, por lo que hace a tal hueco, su inocuidad, ya que ni la vida familiar ni el derecho de la
demandante sufren inquietud alguna, pues que la técnica de construcción empleada al asegurar la
opacidad del cerramiento no permite considerarlo comprendido en los arts. 581 y 582 del Código Civil”.
20
21
“…el dato legal que proporciona el art. 581 del C. Civ. con su presupuesto del hecho físico de la
contigüidad de las fincas, nota común en materia de luces y vistas, por su sentido y su misma finalidad, y
ello para sentar que la limitación que establecen los arts. 581 y 582 -dimensiones de los huecos
permitidos y distancias entre fincas- es sólo exigible cuando existe esa contigüidad, pero no cuando
hay un hiato o separación producido o creado por un accidente topográfico que haga desaparecer
la finalidad que, por error de las buenas relaciones de vecindad, persiguen dichos preceptos, por lo
que, teniendo en cuenta que esa es la verdadera razón decisiva del fallo que se impugna y que no se
combate debidamente dicha interpretación -no incorrecta ni ilógica- pues para ello no basta con
ofrecer la propia, debe decaer el motivo, así como su complementario, el sexto, fundado en la
aplicación indebida del art. 1523 del C. Civ., precepto que evidentemente la Sala de instancia aduce
«es abundantia», por referencia analógica, como orientación del C. Civ. en cuanto a no apreciar
colindancia entre fincas separadas por una acequia”. Sentencia Tribunal Supremo (Sala de lo Civil),
de 11 octubre 1979:
necesariamente coincidir el concepto de vía pública con el concepto que a estos efectos
pudieran consagrar las normas administrativas22), también con el argumento de que en
estos casos no queda comprometida aquella intimidad o privacidad del vecino.
Para la STS 17 de abril de 1995 la finalidad del precepto, aparte de la privacidad (que
identifica como derecho a preservarse de la fiscalidad ajena), es también el “derecho a
la edificación”, esto es, la mera libertad de la propiedad, pues califica como “clara
infracción del artículo 582 del Código Civil” la apertura de los huecos en tanto que
“no resulta de esta manera respetado en el mandato que contiene, de obligado
cumplimiento, pues la finalidad del precepto no es otra que la de proteger la propiedad
del vecino de soportar todo gravamen que no le venga impuesto o lo consienta
expresamente”.
Por lo que respecta a la seguridad en la doctrina española, tanto el ya citado ROGEL,
como también FERNÁNDEZ URZAINQUI, MORENO TRUJILLO, o DELGADO
ECHEVERRIA23, aluden a que se trata de uno de los bienes jurídicos a cuya protección
atienden los preceptos citados.
Por lo que respecta a la jurisprudencia, si bien la presencia del valor seguridad es escasa
lo cierto es que no es en manera alguna excepcional en los razonamientos de los
tribunales españoles, pudiendo citar a a estos efectos las sentencias del Tribunal
Supremo de 20 de mayo de 1969 y 16 de septiembre de 1997. En la primera de las
sentencias citadas, en su considerando 3º, se rechaza el motivo del recurso de casación,
negando el TS “que la única finalidad del antes mencionado art. 583 sea la de proteger
a los propietarios o poseedores de un fundo de la indiscreta inspección ajena, pues
también cuenta la seguridad del fundo y su utilización libre y el respeto a los derechos
dominicales, tanto en el suelo como en el vuelo, aunque no existiere molestia en el
presente”.Aunque también debemos señalar que no hemos encontrado ni una sola
sentencia cuya decisión descanse exclusivamente, al menos expresamente, en la
protección del valor seguridad.
En el caso comentado, es meridiano que el valor seguridad no ha quedado
comprometido, tampoco el valor privacidad (puesto que el uso de la edificación
afectada por las vistas es el servir como aparcamiento), por consiguiente la única
restricción, y dada la naturaleza de limitación o gravámen que se predica de la situación
discutida, es la presunción de libertad de la propiedad, el de plenitud de facultades que
corresponde a todo propietario. Ya SCAEVOLA en su Comentario del Código civil se
cuestionaba sobre la aplicación del art. 582 cuando la configuración de la finca en la
que se abren los huecos impedía cualquier fiscalización del fundo ajeno,
pronunciándose al respecto de la aplicación incondicionada del precepto, pues, dada su
redacción en términos absolutos, es la mera apertura de tales huecos a menor distancia
la causa del gravámen y presupuesto para una acción negatoria del mismo. Claro está
22
“…la determinación de si un lugar litigioso es vía de uso público o privado, es una cuestión de
hecho, determinable por el uso inmemorial del mismo, por la afectación a un servicio público, o por
su inclusión en un inventario”–cfr. Ss. TS 11-12-1963, 10-2-1981, o de 11-07-1989 entre otras).
23
“La construcción con material translúcido y la regulación de luces y vistas del Código Civil”, RCDI, nº
462, 1967, p. 1419.
que sobre su naturaleza de gravámen o no ya nos hemos pronunciado anteriormente, y
sobre ello nos remitidos a lo expuesto en el epígrafe anterior.
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