PLURALISMO WARD

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Pluralismo, Hiperpluralismo y el cisma Conservador:
La Búsqueda de Soluciones
Por Thomas J. Ward
Profesor Itinerante de Estudios Internacionales
University of Bridgeport
En 1991 el artículo de Francis Fukuyama “El Fin de la Historia” se publicó en el “National Interest”, un
diario conservador de los EE.UU. dedicado a los asuntos internacionales. En su artículo, en
conferencias y en el subsiguiente libro titulado El Fin de la Historia y el Ultimo Hombre Fukuyama, un
ex funcionario del Departamento de Estado de los EE.UU., afirmó que desde hace más de 200 años el
mundo ha ido evolucionando hacia la democracia liberal. Señaló que en 1789 sólo habían tres
democracias liberales en el mundo: los EE.UU. de Norteamérica, Francia y Suiza, hasta 1995 existían
más de 60 democracias en el mundo, con una población aproximada de 2.2 de miles de millones de
personas. Fukuyama hace notar que han existido tropiezos en el progreso de la democracia liberal,
tales como la Gran Depresión en la década de 1930/39 y el estallido de dictaduras militares en América
Latina a fines de la década de los “60 y a comienzos de la de los “70, no obstante, argumenta él, que
como regla general el mundo ha estado avanzando hacia la democracia liberal durante los pasados
200 a 300 años. Fukuyama diferencia entre la “democracia liberal” y otras formas de “democracia” ,
destacando que la democracia liberal incluye no sólo un proceso electoral sino también la protección de
derechos fundamentales tales como la libertad de expresión, la libertad religiosa y la libertad de
reunión. Fukuyama recalca la necesidad de que tales derechos estén incorporados a un marco
constitucional, sustentado por el sistema judicial de la sociedad en consideración.
Además de los criterios de Fukuyama, en mi opinión, debemos aceptar que las democracias liberales
tienden a ser de naturaleza pluralista. El politólogo (EE.UU.) Robert Heineman explica que el pluralismo
“sostiene que los activistas políticos apoyan muchos intereses y que el compromiso entre ellos lleva a
la politización de la sociedad”. Heineman establece un contraste entre “pluralismo” e “hiperpluralismo”
al cual él define de esta manera: “El hiperpluralismo se caracteriza por las actividades de grupos
monotemáticos. Generalmente estos grupos no persiguen metas económicas. Grupos de paz, grupos
alineados en una u otra posición de la controversia sobre el aborto y grupos ambientalistas, son de los
grupos de interés monotemáticos que han proliferado recientemente”.
Estos grupos pueden constituir problemas muy difíciles para los políticos y para el proceso político. El
compromiso es el corazón del proceso político, y cuando están involucrados grupos con intereses
económicos, el compromiso es normalmente un asunto de encontrar una salida mediante la asignación
de beneficios económicos. Pero los grupos de interés monotemáticos, organizados en torno a
principios ideológicos no tienen ni la inclinación ni los recursos para contraer compromisos, y pueden
dilatar las soluciones a los problemas políticos por largos períodos de tiempo.
En los EE.UU., ciertas denominaciones religiosas y grupos de activistas han recibido una destacada
atención por lo que Heineman definiría como iniciativas hiperpluralistas, tales como la oposición al
aborto. También podríamos describir los esfuerzos a favor y en contra de los movimientos de
homosexuales, de educación sexual y de distribución de preservativos en los ámbitos estudiantiles, y la
eutanasia, como temas “hiperpluralistas” que dividen ásperamente a ciertas sociedades occidentales
tales como los EE.UU y Gran Bretaña.
En la época de la elección de Ronald Reagan en 1980, dos fuerzas políticas, a saber, los así llamados
Conservadores Sociales o la Derecha Cristiana, con una posición de crítica con relación al aborto y
fuertemente anticomunista y los Conservadores Tributarios con una tendencia a favor del aborto pero
también con una posición agudamente crítica del comunismo, fueron capaces de unir sus fuerzas,
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basados en un compromiso común de oposición a la expansión comunista en las Américas o en
cualquier lugar del mundo. Existen sólidos argumentos que muestran que la política externa de Reagan
resultante de esa colaboración, hizo virtualmente imposible para la Unión Soviética el continuar por su
camino previo de agresión y expansión
Con la extinción de la Unión Soviética, sin embargo, podría resultar que los Conservadores Sociales y
los Tributarios llegaran a un estado de división aparentemente insalvable. Los Conservadores Sociales
continúan apoyando a la familia tradicional y a los valores familiares, mientras que los Conservadores
Tributarios parecen inclinados a pactar, según las circunstancias, con los sostenedores de la
homosexualidad y del aborto. Algunos de los temas que enfrentan a los Conservadores Sociales con
los Tributarios serán posiblemente resueltos durante las próximas dos décadas (por ejemplo, 1. Si la
homosexualidad resulta o no, demostrablemente “normal” o 2. Si la distribución de preservativos ha
significado un impacto positivo o adverso en la difusión del SIDA entre los jóvenes). Mi opinión personal
es que no deberían producirse cambios drásticos en el paradigma cultural, tales como los relativos a la
homosexualidad y a la distribución de preservativos en los centros de enseñanza, hasta que las
investigaciones científicas de estos asuntos fueran completas y concluyentes. Sin embargo, parece que
en ambos casos se ha procedido muy prematuramente.
Por otra parte, el arribar a un consenso sobre las consecuencias morales del aborto parecería requerir,
de todos los participantes en el debate, el llegar a un coincidencia sobre el momento exacto en el que
comienza la vida humana. Dado que las posiciones espirituales y teológicas son aparentemente
irreconciliables en esta materia, sería probable que las discrepancias no fueran tan fácilmente resueltas
durante algunas décadas más.
Debido al enfoque fundamentalmente laico proveniente de las obras de Darwin, Spencer, Marx, Freud,
Dewey, Sartre, Marcuse y Foucault, entre otros, la sociedad moderna no sólo ha resultado secularizada
sino que se ha producido un terrible vuelco de los valores, que ha llevado a muchos a despreciar la
importancia de la autodisciplina. La personalidad moral ha sido “anestesiada” y el papel esencial para
la sociedad de la tradicional familia biparental ha sido desvalorizado. Quizá debido a la revolución
sexual, sectores enteros de la sociedad parecieron haber olvidado la máxima religiosa que los seres
humanos, a diferencia del resto del reino animal, posee la capacidad única de posponer la gratificación
física inmediata en aras de metas de plazo mediano o largo de carácter religioso, educativo o
profesional. En el mundo de la enseñanza en los EE.UU. de Norteamérica, no resulta para nada
inusual que el docente comience una clase de educación sexual hablando de la abstinencia para luego
agregar rápidamente “Si no van a permanecer abstinentes, deberían por lo menos utilizar
preservativos”. Lo que falta en la mayoría de las aulas en los EE.UU. es un docente que explique
detenidamente por qué él o ella han practicado la abstinencia sexual durante un año, dos años, tres
años, cinco años, diez años o más, antes del matrimonio y cómo él o ella tuvieron éxito en lograrlo. Si
un docente nunca ha mantenido la abstinencia sexual, ¿cómo puede él o ella enseñar esa abstinencia
a los chicos que están en el aula? En su obra La voluntad de creer el filósofo estadounidense William
James criticó el irracional rechazo de los intelectuales al análisis de los datos, que daban testimonio de
la realidad de fenómenos tales como la telepatía. Actualmente, mientras nos aproximamos al milenio, la
“voluntad de creer” , a la que James se refería, tampoco aparece en la manera que los intelectuales
enfocan muchas cuestiones morales. Como consecuencia de la revolución sexual nos sentimos
inclinados a decir “De cualquier manera los jóvenes van a hacerlo”, así que pongamos los preservativos
a disposición de los preadolescentes. ¿Y cuál es el beneficio de esto? El 10 de julio de 1998, informó el
Congressional Quarterly que “en los EE.UU. se incrementan anualmente en tres millones de nuevos
casos las enfermedades de transmisión sexual, que representa una tasa de 50 a 100 veces más
elevada que la de otros países industrializados y esto fue después de haber gastado millones
educando a los jóvenes estadounidenses respecto a las relaciones sexuales “seguras” durante más de
una década y media.
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Sin embargo, la declinación moral no es tan solo un problema de los EE.UU. de Norteamérica. En El
Salvador la Secretaría de la Familia informó a quien esto escribe, que en 1995 el 70% de los niños
salvadoreños habían nacido fuera de los vínculos matrimoniales, mientras que casi el 40% del total de
los niños de los EE.UU. crecen ahora sin su padre. ¿Qué impacto tiene sobre la sociedad esta ruptura
de la familia? Dos investigadores del Instituto Hudson, Wade Horn y Andrew Bush, hace muy poco
realizaron un estudio de las consecuencias de la ruptura familiar en los EE.UU. Llegaron a la
conclusión que esta ruptura había tenido efectos estadísticos adversos sobre numerosos aspectos de
la vida nacional. Por ejemplo, Horn y Bush destacan que los niños sin padre tienen “tres veces mayores
probabilidades de fracaso escolar, de requerir tratamiento psiquiátrico y de cometer suicidio en la
adultez”. Su informe agrega que, en los EE.UU., en la población carcelaria con condenas prolongadas
“un 70% creció sin sus padres, como ocurrió con el 60% de los violadores y el 75% de los adolescentes
acusados de homicidio”. También observaron que tales niños tienen hasta 40 veces mayores
probabilidades de sufrir abusos sexuales durante la niñez en comparación con los niños criados en
familias biparentales. Dadas estas tendencias y dado que el 40% de los niños de los EE.UU. están
siendo criados sin sus padres (comparado con el hasta 5% de hace cuatro décadas), ¿cuán seguro es
el futuro para las próximas generaciones de estadounidenses? ¿Qué estallido de crímenes nos
aguarda en las dos décadas venideras? Lo acepten o no, las sociedades occidentales, y por extensión
el mundo afectado por ellas, enfrentan hoy día una grave crisis moral. Predicando en 1988 en la ciudad
de New York, el evangelista estadounidense Billy Graham, reconoció que cuando el predicó por
primera en New York, en 1948, había muchas personas viviendo según estilos de vida inmorales. El
diferenciaba entre la generación de 1948 y la de 1988, destacando que en su primera visita las
personas que vivían inmoralmente por lo menos sabían que lo que estaban haciendo era erróneo.
Quizás el estudio de Bush y Horn contribuirá a trasmitir a ambos grupos Conservadores, Social y
Tributario, la necesidad de buscar puntos de acuerdo que puedan servir como base para impedir la
continuación de la declinación moral y social en un país como los EE.UU. Tanto la historia de Grecia
como de Roma demuestran que cuando una sociedad se deja arrastrar por la promiscuidad y el
libertinaje sexual, la misma tiende a desplomarse en unos pocos siglos. En una era en que la imágenes
son trasmitidas a través del ciberespacio y en la que medimos el tiempo en nanosegundos (mil
millonésimas de segundo), el período de germinación podría reducirse y el colapso social producirse en
unas pocas generaciones.
Dada la naturaleza pluralista de la democracia liberal y la tendencia a oponerse a cualquier tendencia
hiperpluralista que pudiera desestabilizarla , ¿podrán aún los Conservadores Sociales desempeñar un
papel correctivo en la sociedad moderna? Probablemente esto tenga mejores posibilidades de ocurrir si
los Conservadores Sociales lograran identificar selectivamente las tendencias sociales
desestabilizadoras y demostrar inequívocamente sus efectos negativos sobre la sociedad democrática
liberal en su conjunto. Parecería que la necesidad de impedir la ruptura de la familia tradicional sería un
buen punto de partida. Los Conservadores Sociales necesitarían entonces ponerse en contacto con los
Conservadores Tributarios y otros grupos para comprometerlos en una nueva iniciativa encaminada a
la salvación de la democracia liberal, esta vez no de una amenaza externa como el comunismo, sino de
las amenazas internas de la permisividad y la apatía moral, que han derribado a más de una
civilización en el curso de la historia.
Thomas J. Ward
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