Discurso pronunciado por el Magistrado Julio César Castaños

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Discurso pronunciado por el Magistrado Julio César Castaños Guzmán,
Presidente de la Sala Civil y Comercial de la Suprema Corte de Justicia
Al conmemorarse los 202 años del natalicio del Patricio Juan Pablo
Duarte, en Santo Domingo 27 de Enero del 2015.
Honorables Magistrados y funcionarios de la Suprema Corte de Justicia:
El sitio que pisamos para esta Ofrenda Floral que realiza la Suprema Corte
de Justicia contiene los restos mortales de los Padres de la Patria: Juan Pablo
Duarte, Francisco del Rosario Sánchez y Matías Ramón Mella, es un sitio
santo… Es el Altar de la Patria.
En este lugar la Nación reverencia la memoria de nuestros Fundadores, les
rinde tributo y aprovecha para reconocer lo que ellos representan. Para que
motivemos este homenaje que, por grande que sea, siempre es poca cosa
frente al magno ejemplo que representa el recuerdo trascendente de estas vidas
de entrega a la República. Esta ofrenda que hoy excede la ternura de las flores
la expresamos en hechos concretos.
El mes de Enero es especial e importante para la historia Dominicana,
porque, en primer lugar, conmemoramos que un grupo de patriotas
suscribiera el 16 de Enero de 1844 el documento conocido como:
“Manifestación de los pueblos de la parte Este de la Isla de Santo Domingo”,
o el “Acta de separación de Haití”.
En segundo lugar, porque conmemoramos el 21 de Enero la advocación de
la Virgen de la Altagracia, Protectora del Pueblo Dominicano y asociada a las
ideas libertarias y patrióticas que sirvieron de inspiración a los colores de la
bandera dominicana.
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Y, en tercer lugar celebramos este 26 de enero, es decir el día de ayer, los
202 años del natalicio del Patricio Juan Pablo Duarte y Diez prócer dos
veces, de la Independencia Nacional y de la Restauración de la República.
Hoy dedicamos esta humilde ofrenda a la memoria de Juan Pablo Duarte,
educador, políglota, filósofo y creador de la sociedad secreta La Trinitaria, y
la primera persona que tuvo fe en la viabilidad de una República Dominicana
libre e independiente, sí, al glorioso Duarte que con su carisma, lograba
convencer a sus conciudadanos, de la idea de una Nación libre e independiente
de toda dominación extranjera.
Creo que no puede existir momento más oportuno ni lugar más apropiado
que este Altar de la Patria, para pedirle a Dios la integridad moral y la
inteligencia para desempeñar exitosamente las funciones que se le han
encomendado a los que componemos este Alto Tribunal: fortalecer y defender
la administración de la justicia en la República Dominicana.
De seguro que como Nación libre, sobreviviremos. Antes fue más difícil…
mucho más difícil y heroico que lo que pudiera serlo en estos momentos y
ellos –nuestros padres fundadores– nos señalaron el camino.
Basta pues con que sigamos su ejemplo y entonces al igual que a ellos:
Dios nos asistirá, lo hará, siempre lo hará conforme a su fidelidad infinita.
Hagamos una profunda reflexión sobre la inspiradora exhortación que nos
hiciera Juan Pablo Duarte: “Sed justos lo primero, si queréis ser felices. Ese es
el primer deber del hombre; y ser unidos, y así apagaréis la tea de la discordia
y venceréis a vuestros enemigos, y la patria será libre y salva. Yo obtendré la
mayor recompensa, la única a que aspiro, al veros libres, felices,
independientes y tranquilos”. Es precisamente el ideal de la justicia lo que se
convierte en el norte y propósito de nuestra delicada tarea.
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Por la razón que fuera, y por obra del destino, sin lugar a dudas, esta
Suprema Corte de Justicia está colocada como una ciudad sobre una colina a
la que todos miran; siendo esto así qué deseable sería, poder exclamar como
Pericles el gran orador griego, refiriéndose a la democracia ateniense:
“Nosotros no imitamos a nadie, porque somos un ejemplo para los demás”.
¡Elevemos nuestros espíritus! ¡Icémoslos hoy a modo de insignia que se
haga una con la divisa tricolor! Enhestemos la bandera dominicana junto a la
esencia de nuestros ideales, la que envolvió a modo de mortaja sacrosanta el
cuerpo de nuestros próceres Duarte, Sánchez y Mella, y que la driza sea
nuestro esfuerzo honesto y decidido apoyado en el asta de un propósito
inquebrantable, para que ya en el tope pueda la Nación dominicana venerarla,
una vez más, al recitar con ardor patrio el lema que nos conduce y nos protege
siempre:
¡Dios, Patria y Libertad!,
¡Viva Duarte!
¡Viva la República Dominicana!!!
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