220-51717 Asunto: Liquidación voluntaria y liquidación obligatoria. Me refiero a su escrito radicado en esta entidad el día 27 de julio del presente año con el No. 459.701-0en el cual consulta si, acaecido un siniestro conflaglatorio que produjo prácticamente la destrucción del principal activo de una sociedad disuelta y en trámite de liquidación voluntaria, debe por ese hecho iniciarse un proceso concursal de liquidación obligatoria ante la Superintendencia de Sociedades. Como quiera que el asunto planteado comporta el eventual tránsito de una liquidación voluntaria hacia una obligatoria, esta Oficina abordará su análisis desde la perspectiva de los presupuestos de procedibilidad para el efecto, partiendo por identificar las diferencias existentes entre ambas figuras, de acuerdo a las consideraciones de orden legal que a continuación se exponen. I. Diferencias entre liquidación privada y liquidación obligatoria. Sea lo primero advertir que la liquidación obligatoria prevista en la Ley 222 de 1995, es una modalidad de proceso concursal que se desarrolla ante la Superintendencia de Sociedades en ejercicio de funciones jurisdiccionales o ante los Jueces Especializados o Civiles del Circuito, mientras que en la privada no interviene autoridad diferente a los órganos sociales de dirección y de administración. Difieren, entre otros aspectos, en: 1. La privada es consecuencia del acaecimiento de una causal de disolución establecida en la ley, la obligatoria se da por la verificación que hace el juez del concurso de los presupuestos que la hacen procedente, esto es, las dificultades económicas que afronta el deudor; 2. En la privada la disolución, de ordinario, de actividades debe ser decretada por los asociados y como consecuencia de ella sobreviene su inmediata liquidación; en la obligatoria la disolución de la sociedad es consecuencia de la apertura del trámite liquidatorio; 3. En la privada al liquidador lo designan o remueven los socios, en la obligatoria es designado por el juez del concurso y su remoción la realiza el juez de oficio o a petición de la junta asesora, cuando se acredite el incumplimiento grave de sus funciones; 4. En la privada los órganos sociales continúan ejerciendo funciones en los términos del artículo 223 del Código de Comercio, en la obligatoria los órganos de administración y dirección quedan en suspenso y la vigilancia recae directamente en los acreedores a través de la junta asesora del liquidador y el juez del concurso, con excepción de la revisoría fiscal; 5. El inventario en la privada es aprobado por los asociados, en la obligatoria se verifica previamente por la junta asesora del liquidador y se aprueba por la Superintendencia de Sociedades, o el juez competente; 6. En la privada, una vez inscrita la disolución en el registro mercantil es irreversible y ella debe concluir con la extinción de la personalidad jurídica; en la obligatoria la causal de disolución originada en la apertura del trámite liquidatorio puede quedar sin efecto si así se dispone en el concordato que llegare a celebrarse con los acreedores en esta etapa, en los términos de los artículos 200 y 205 de la Ley 222 de 1995; 7. Las cuentas del liquidador en la privada las aprueban o imprueban directamente los socios; en la obligatoria, aunque los socios tienen la facultad de objetarlas, la aprobación o no de las mismas corresponde a la Superintendencia de Sociedades, o el juez competente; Al respecto, el tratadista Francisco Reyes Villamizar sostiene que "el procedimiento de liquidación obligatoria, aunque semejante en muchos aspectos, no puede confundirse con el trámite de liquidación privada de sociedades, previsto en los artículos 218 y siguientes del Código de Comercio. En realidad, mientras que la liquidación obligatoria es un procedimiento concursal de alta connotación pública, propiciado por la crisis de la entidad deudora, el proceso liquidarorio regulado en el código citado es un procedimiento iniciado voluntariamente por la compañía, en el que no participa, en general, ninguna instancia estatal". (Disolución y Liquidación de Sociedades, Ediciones Doctrina y Ley, Bogotá, 1998, pág. 147) II Tránsito de liquidación privada a liquidación obligatoria. No obstante las diferencias anotadas y auncuando eventualmente podrían coincidir algunas causales de liquidación privada con los supuestos de procedibilidad para la obligatoria, nada impide que, una vez disuelta y en estado de liquidación voluntaria una sociedad haga tránsito a una obligatoria, siempre que se cumplan los supuestos de admisibilidad. De hecho, cuando el artículo 183 numeral 3° de la Ley 222, al ocuparse de las acciones revocatorias concursales, dispone que cuando los bienes que componen el patrimonio liquidable, sean insuficientes para cubrir el total de los créditos reconocidos, puede demandarse la revocación de "las reformas estatutarias y las liquidaciones sociales acordadas de manera voluntaria por los socios (… )", está, implícitamente, reconociendo tal posibilidad. Sin embargo, téngase en cuenta que conforme a lo establecido en el artículo 95 de la mencionada Ley 222, el objeto de la liquidación obligatoria consistente en la realización de los bienes del deudor para atender en forma ordenada el pago de las obligaciones a su cargo, supone, necesariamente, la existencia de algún o algunos bienes que realizar, de manera que si la sociedad carece por completo de éstos, por sustracción de materia, no procederá admitirla a un trámite de ésta naturaleza. En ese orden de ideas, habrá de concluirse que, no por la ocurrencia de un caso fortuito o fuerza mayor que devenga en la pérdida o destrucción de los activos sociales de una sociedad en trámite de una liquidación privada, se impone admitirla o convocarla a un proceso concursal de liquidación obligatoria, en los términos de la Ley 222 de 1995. En los anteriores términos damos respuesta a su consulta, no sin antes manifestarle que el alcance del presente pronunciamiento es el contemplado en el artículo 25 del Código Contencioso Administrativo. Rad: 459.701