CUMPLIMIENTO DE LA PENA

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8.ª
CUMPLIMIENTO DE LA PENA
I. Finalidad de la suspensión y sustitución.–
II. Suspensión de la ejecución de las penas privativas de libertad.–
1. Características de la suspensión.–
2. Requisitos para la concesión de la suspensión.–
2.1. Suspensión ordinaria. Régimen general.–
2.2. Supuestos especiales de suspensión condicional de la ejecución.–
III. Sustitución de las penas privativas de libertad.–
1. Criterios legales para la sustitución.–
2. Módulos de conversión.–
3. Efectos del quebrantamiento de la pena sustitutiva.–
Aunque no es nuevo1, en la actualidad cobra fuerza el debate en el que se
plantean nuevas fórmulas que superen la ejecución clásica de la pena privativa
de libertad, sin necesidad de que ésta desaparezca del catálogo penal2. Se
promueven, por un lado, nuevas formas de cumplimiento –más modernas y
humanitarias– y, por otro lado, se intenta potenciar los sustitutivos penales. Se
trata, en definitiva, de que la pena privativa de libertad sea la «ultima ratio»
dentro del sistema penal. Cfr. supra, lección 2.IV.3.
En la doctrina se han propuesto alternativas a la pena en sentido estricto, entre
las que destacan: i) idear formas diversas de cumplimiento de la privación de
libertad a través de medios innovadores del sistema institucional, en atención a
los fines resocializadores de la pena y a la personalidad de los reclusos: por
ejemplo, la prisión abierta, hospitales asistenciales psiquiátricos y
establecimientos de terapia. ii) Tratamientos en libertad a través de regímenes
de probation, sursis, o de puesta en libertad a prueba y con supervisión por las
autoridades. Y iii) alternativas superadoras de la pena de prisión clásica, que
irían desde nuevas formas de penas privativas de libertad, como la localización
permanente, hasta las auténticamente sustitutivas de la pena de prisión, como
los trabajos en beneficio de la comunidad, los programas de diversion (sobre
todo en justicia de juvenil).
En Derecho penal español de adultos los sustitutivos de ejecución de las penas
privativas de libertad se concentran sobre todo en la suspensión (para penas
privativas de libertad de corta duración, cuyo cumplimiento se deja en
suspenso bajo determinadas condiciones: arts. 80-87) y sustitución (del
cumplimiento de penas privativas de libertad también de corta duración, en
cuyo lugar entran otras menos aflictivas: arts. 88-89), a los que cabe añadir la
libertad condicional (arts. 90-93), que estudiaremos en la lección 13.II.2.
1
La idea de suprimir las penas cortas de prisión no es nueva, sino que se remonta a von Liszt.
Esta sería la pretensión de las llamadas posturas abolicionistas, que no han tenido gran
acogida doctrinal. Sobre esta cuestión, véase la introducción a la lección 1.
2
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El sistema de penas
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I. Finalidad de la suspensión y sustitución.El legislador ha manifestado en diversos momentos de la redacción del código
penal su firme tendencia a evitar penas de prisión de corta duración porque
entiende que desocializan al delincuente al hacer que ingrese en prisión y tenga
contacto con otros delincuentes3 y porque no permiten, por falta de tiempo,
tratamientos efectivos. Por otro lado, como estas sanciones responden
normalmente a delitos de escasa gravedad pueden sustituirse por otras
medidas menos gravosas. En definitiva, se trataría de sustraer a ciertos
delincuentes al ambiente de los establecimientos penitenciarios habituales. Los
sustitutivos penales aparecerían como medios de los que dispone la moderna
Política criminal para luchar frente a las penas cortas privativas de libertad por
la constatación de su inutilidad e ineficacia4 o, al menos, por el convencimiento
de que se puede lograr mejores resultados con penas o sanciones alternativas.
El actual ordenamiento jurídico penal español acoge esta tendencia a eludir en
algunos casos concretos la pena de prisión y prevé otras alternativas a la pena
de prisión de corta duración5. Entre éstas, algunas sanciones menos
desocializadoras (multas, trabajos en beneficio de la comunidad, privación de
algunos derechos...), o ciertas vías para evitar la prisión (suspensión de la
ejecución de la pena o la sustitución de la pena privativa de libertad)6.
El ingreso en prisión en algunos casos podía tener un efecto contrario al mandato
constitucional recogido en el art. 25.2 CE que hace referencia a la función de reeducación y
reinserción social de las penas. Sobre este precepto el TC ha señalado lo siguiente: «es
jurisprudencia reiterada de este Tribunal (por todos, SSTC 2/1987, 21 enero, FJ 2; 8/2001, 15 de
enero, FJ 1) la que afirma que el art. 25.2 CE no contiene un derecho fundamental susceptible de
protección mediante recurso de amparo, sino un mandato dirigido al legislador para orientar la
legislación penitenciaria en su conjunto a que las penas privativas de libertad se ejecuten
tendiendo a la consecución del fin de resocialización y reinserción social del contenido» (STS
202/2004, 15 noviembre).
3
Por todos, cfr. GIMBERNAT ORDEIG, «Prólogo», en Código penal, Madrid, Tecnos, 1995, p XIX: «El
sistema de penas y medidas de seguridad del NCP (...) supone, tal vez, la más importante y
progresista innovación del nuevo texto. La supresión en cualquier caso de las penas privativas
de libertad inferiores a seis meses continuados de permanencia en un establecimiento
penitenciario; los sustitutivos de las penas cortas mediante, fundamentalmente y por una parte,
la pena pecuniaria, que ahora sí que puede ser eficaz al adoptarse el sistema de los días-multa y,
con ello, su determinación individualizada sobre la base de la situación económica del autor, y,
por otra, mediante el arresto de fin de semana (...): todo ello configura una sanción de prisión
que trata en lo posible de evitar —acudiendo a otros medios— la contaminación y la
marginalidad, sin ventaja alguna como contrapartida, que suponen las penas cortas, y la
destrucción psíquica que conllevan las largas privativas de libertas».
4
De diferente opinión se muestra BACIGALUPO ZAPATER, «Alternativas a la pena privativa de
libertad en el Derecho Penal Europeo actual», en PJ 1996 (43-44 II), pp 131-132, destacando de la
sustitución y la suspensión su carácter sumamente restrictivo y reducido y el hecho de no haber
sido acogidos los principios de la política criminal moderna.
5
Sobre los fundamentos y principios que orientan estas instituciones pueden verse, entre otros
trabajos: LÓPEZ CONTRERAS, La sustitución de las penas privativas de libertad (aspectos procesales y
penales), San Sebastián, 2004, pp 33-48; NAVARRO VILLANUEVA, Suspensión y modificación de la
condena penal, Barcelona, 2002, especialmente pp 30-32.
6
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Ambas alternativas a la pena de prisión ponen de relieve la tensión entre el
debido cumplimiento de la ley (y la sentencia) por el delito cometido y la
búsqueda de la resocialización del delincuente. En terminología que nos es más
familiar, la de los principios del Derecho penal, podemos decir que en estas
medidas se ponen de manifiesto sobre todo el de seguridad (necesidad de tutela
de la vida social) y el de respeto de la dignidad: en concreto, la regla de la no
desocialización (cfr. supra, lección 2.IV.2.iii])7.
En definitiva, ambas instituciones responden a una finalidad semejante: la
orientación general de la Política criminal a eliminar los efectos desocializadores y de
estigmatizantes que lleva consigo la pena, que resultan especialmente
desproporcionados cuando se trata de penas de prisión de corta duración.
II. Suspensión de la ejecución de las penas privativas de libertad.La suspensión de la ejecución de la pena consiste, según se deriva del propio
artículo 80 CP, en excluir provisionalmente y bajo la imposición de condiciones,
el cumplimiento de la pena privativa de libertad impuesta en sentencia firme al
delincuente primerizo autor de un delito castigado con pena privativa de
libertad inferior a dos años, si el Juez o Tribunal sentenciador considera que no
es probable que la persona vuelva a cometer nuevos delitos. Si el penado
cumple las condiciones impuestas durante el plazo fijado, se remite
definitivamente la pena, y se da ésta por cumplida8. Si incumple las
condiciones, se revoca la suspensión y se ordena su cumplimiento.
En Derecho comparado existen instituciones similares a la suspensión de la pena. El
modelo español se corresponde con el europeo continental de la sursis. Este sistema, de
origen francobelga, presupone la declaración de culpabilidad del delincuente y la
imposición de una pena, cuya ejecución sin embargo se suspende y se fija un plazo de
prueba. Transcurrido dicho plazo, si el culpable no recae en ninguna actividad delictiva,
se entiende que la condena ha sido cumplida y se da por remitida la ejecución.
En Derecho angloamericano, la declaración de culpabilidad se hace en un momento
distinto del pronunciamiento de la condena en la que se fija la pena. Para la probation9, si
el culpable se somete a una serie de condiciones que ha de cumplir bajo el control y
vigilancia de un funcionario especializado y supera con éxito el período de prueba, el
juez no dictará condena. Si dentro del plazo de prueba se quebrantan las condiciones
impuestas, se revoca el beneficio concedido.
Sin perjuicio de que también el principio de legalidad despliegue algunos efectos: que de
entrada se tienda a mantener el Derecho establecido en la Ley y la sentencia; y que se exijan
requisitos legalmente establecidos.
7
8
STS de 7 junio 2002 (RJ 5353).
Sobre esta cuestión, ampliamente, GONZÁLEZ ZORRILLA, “Suspensión de la pena y probation”,
en CID MOLINÉ/LARRAURI PIJOÁN (coords), Penas alternativas a la prisión, Barcelona, 1997, pp 5989.
9
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En nuestro Ordenamiento jurídico existen dos supuestos específicos en
los que se prohíbe expresamente la aplicación de la alternativa penal de la
suspensión de la ejecución: i) La LO 4/1981, de 1 de junio, sobre los
Estados de Alarma, Excepción y Sitio, que prohíbe (art. 30.2) este
beneficio durante la vigencia del estado de excepción para los
condenados por delitos contra el orden público o la seguridad
ciudadana. ii) El código penal militar (arts. 44 y 57) excluye también este
supuesto para los militares condenados. El Tribunal Constitucional ha
avalado esta regulación (STC 180/1985, de 19 de diciembre), por entender
que no afecta al derecho de igualdad ante la ley.
II.1. Características de la suspensión.i) Es discrecional y no preceptiva10. En efecto, el art. 80.1.I establece que “los
jueces o tribunales podrán dejar en suspenso...”. Por tanto, aunque se den los
requisitos establecidos por el legislador para la suspensión de la pena, es el juez
quien debe decidir en cada caso, si lo considera oportuno, puede no conceder la
suspensión de la ejecución de la pena11. Puede entenderse esta mención como
una vía para respetar la seguridad (la necesidad de tutela de la vida social).
ii) Busca evitar efectos desocializadores de las penas privativas de libertad en el
delincuente. Así, la posible desocialización del delincuente sancionado es el
otro factor a considerar por el juez en su decisión, puesto que se trata de la
tensión entre seguridad y respeto de la dignidad. Por esta misma razón, se
refiere sólo a penas (privativas de libertad) y no a la responsabilidad civil, cuya
obligación de pago subsiste.
iii) Es condicional, con imposición de obligaciones o deberes (art. 83, en el
sentido de que si el delincuente comete algún delito durante cierto plazo, queda
sin efecto) y no un indulto. Por tanto, no da lugar a la mera inaplicación de la
pena privativa de libertad, sino a la imposición de la condición de que se
impondrá la pena suspendida si vuelve a delinquir dentro de un plazo.
El art. 80.1.I se hace mención a un factor de la decisión que resulta confuso: «se atenderá
fundamentalmente a la peligrosidad criminal del sujeto, así como a la existencia de
otros procedimientos penales contra éste». Si tales datos se toman como condiciones
absolutas para la suspensión, de modo que el más mínimo riesgo impide ya la
concesión, aquélla carecería de sentido, pues siempre hay un riesgo de reincidir (de ahí
Tratándose de una facultad discrecional no es revisable en casación ante el Tribunal Supremo
(cfr. las SSTS de 18 de febrero de 2000 [RJ 8719], 16 de abril de 2000 [RJ 8775] y los AATS de 12
de septiembre de 2001 [RJ 7320], 25 de marzo de 2002 [RJ 4028] y 20 de febrero de 2006 [RJ 5785].
10
Debe destacarse, en cambio, como dato negativo, la derogación de la suspensión (condena
condicional) obligatoria prevista en el art. 94 CP 1973, para los casos de eximente incompleta y
de solicitud expresa de la víctima en los delitos perseguibles a instancia de parte. En este último
supuesto, el Juez o Tribunal tan sólo debe oír al ofendido o a quien lo represente, sin estar
vinculado por su opinión (art. 86 CP).
11
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que se impongan reglas de conducta como condición). Además, la referencia a «otros
procedimientos penales contra» el delincuente no puede entenderse como sinónimo de
haber sido condenado con anterioridad, pues es requisito siempre haber delinquido por
primera vez (art. 81.1.ª). Este elemento debe interpretarse a la luz de los datos que
aporta la historia del precepto: fue introducido en la reforma por LO 15/2003, para
endurecer la suspensión e impedir que fuera otorgada sin garantías suficientes de
manera que se convirtiera en una forma de burlar la ejecución de penas. Así las cosas,
debe entenderse como referida a la existencia de otros delitos todavía no juzgados 12.
La decisión de suspender la pena, en definitiva, debe atender a los principios que rigen
la institución y el Derecho penal mismo. En concreto, en esta decisión judicial han de
intervenir aquellos factores que laten detrás de la institución de la suspensión: como ya
se ha dicho, se trata de una tensión entre seguridad y respeto de la dignidad («regla de
la no desocialización»), con predominio de esta última; de este modo, el juez habrá de
motivar su decisión teniendo en cuenta, por un lado, que sea tolerable por razones de
seguridad (necesidad de tutela) dejar en suspenso la ejecución (lo cual parece
garantizado, de entrada, porque sólo es posible para penas no superiores a dos años);
por otro lado, la posible resocialización o evitación de efectos desocializadores (lo cual
deriva del sentido y fin de la institución). Como contrapeso al principio preponderante
de respeto de la dignidad, el de seguridad (tutela de la vida social) se ve garantizado
por la imposición de condiciones (que no vuelva a delinquir en el plazo de tiempo y,
potestativamente, ciertas obligaciones y deberes: art. 83)13.
Ya que el legislador no ha creado ninguna clase de Registro de procedimientos penales. En
esa misma línea, debe destacarse que bajo el concepto de procedimientos penales deben, en
puridad, incardinarse los procesos por juicios de faltas. En cuanto al fondo, resulta sumamente
criticable la introducción del criterio en la medida que la existencia de un procedimiento penal
puede determinar la denegación de la suspensión pese a que dicho procedimiento concluya con
un sobreseimiento o sentencia absolutoria. Téngase en cuenta que, por lo general, resulta
suficiente con una denuncia o querella que reúna los requisitos formales para que ésta sea
admitida a trámite y se incoe el correspondiente procedimiento. Ello puede dar lugar al inicio
de procedimientos carentes de verdadero contenido con la espuria finalidad de conseguir la
denegación de la suspensión de la ejecución de la pena. Hubiera sido mucho más acertado
introducir, como criterio, la existencia de sentencias pendientes de recurso o, si se prefiere de
autos de procesamiento o de transformación del procedimiento abreviado que cuentan con más
garantías que el mero inicio del procedimiento. Además, se plantea al problema de qué va a
suceder en los casos en que se deniegue la suspensión de la ejecución de la pena basándose,
precisamente, en la existencia de otros procedimientos penales que, posteriormente, resultan
archivados. De justicia sería, desde luego, que la decisión pudiera ser revocada y la suspensión
concedida, pero ni en las leyes penales ni en las procesales se contempla ni es posible la
articulación de mecanismo alguno en ese sentido.
12
En relación con la dificultad de realizar un pronóstico sobre la peligrosidad del condenado, cfr.
GÓNZALEZ ZORRILLA, en CID MOLINÉ/LARRAURI PIJOÁN (coords), Penas alternativas, pp 65, 66 y
72-74.
En esta misma línea, lo previsto en el art. 86 («En los delitos que sólo pueden ser perseguidos
previa denuncia o querella del ofendido, los Jueces y Tribunales oirán a éste y, en su caso, a
quien le represente, antes de conceder los beneficios de la suspensión de la ejecución de la
pena») tendría sentido como medio para asegurar la vida social a pesar de la preponderancia de
la dignidad.
13
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II.2. Requisitos para la concesión de la suspensión.II.2.1. Suspensión ordinaria. Régimen general.La suspensión de la ejecución de la pena está sometida a ciertos requisitos
recogidos en el art. 81 CP. Aunque, como ya se ha señalado anteriormente, que
concurran estas condiciones no supone la concesión automática del beneficio ya
que el Juez o Tribunal puede concederla o no en función de la «peligrosidad
criminal del sujeto», concepto indeterminado que debe ser valorado por el juez
para cada caso en concreto.
En cualquier caso el legislador exige como condiciones necesarias para que el Juez o Tribunal
sentenciador pueda dejar en suspenso la ejecución de la pena las siguientes:
i) El legislador ha optado por la posibilidad de suspender las penas privativas14
de libertad que no sean superiores a dos años (o cuya suma15, en el caso de que
hayan sido varias las penas impuestas, no sea superior a dos años 16), sin incluir
en este cómputo la derivada del impago de multa17.
El Código penal distingue tres clases de penas privativas de libertad. Según se
establece en el art. 35 de dicho cuerpo legal, son penas de privación de libertad:
la prisión, la pena de localización permanente y la responsabilidad personal
subsidiaria por impago de multa. Como establecen los arts. 80.1 y 81.2, serán
susceptibles de suspensión las penas privativas de libertad no superiores a dos
años, de donde se deriva que este beneficio de la suspensión no podrá aplicarse
a penas de distinta duración (iguales o inferiores a dos años) o naturaleza18 (la
En relación con la dificultad de realizar un pronóstico sobre la peligrosidad del condenado, cfr.
GÓNZALEZ ZORRILLA, en CID MOLINÉ/LARRAURI PIJOÁN (coords), Penas alternativas, pp 65, 66 y
72-74.
Algunos autores entienden que existen argumentos favorables para extender la suspensión a
penas no privativas de libertad. Así: GUTIÉRREZ CASTAÑEDA, «Sobre la suspensión condicional
de la ejecución de las penas accesorias», La Ley 2004-5, pp 1274 y ss o SILVA SÁNCHEZ, «La
suspensión condicional de la ejecución de la pena principal privativa de libertad y la pena
accesoria de inhabilitación especial para el ejercicio de profesión u oficio», AP 1999-2, pp 751 y
ss.
14
Esta circunstancia ha merecido la crítica de algunos autores (por todos, cfr. MARÍN DE
ESPINOSA CEBALLOS, «Las novedades de la suspensión», en AP, 2000-3, pp 755-756) y de la
Comisión Técnica para la Reforma del Sistema de Penas de 2000, que propuso –sin éxito– omitir
en el texto legal la referencia al término «sentencia», al entender que «no se puede hacer
depender una cuestión de derecho penal sustantivo de una cuestión procesal», lo cual «da lugar
a arbitrariedades no justificables desde el principio de igualdad de los ciudadanos».
15
El cómputo para determinar la pena impuesta en caso de concesión de indulto parcial se
hallará una vez deducida la pena indultada: cfr. el ATS de 29 de mayo de 2001 (RJ 4638).
16
En realidad, el artículo se limite a recoger el criterio sostenido, en esta materia, tanto por el
Tribunal Supremo (cfr. la STS de 16 de septiembre de 1991 [RJ 6389]) como por la Fiscalía
General del Estado en su Circular nº 4/1999, de 17 de septiembre.
17
La idea aparece mencionada en la rúbrica de la correspondiente Sección 1ª CP (De la
suspensión de la ejecución de las penas privativas de libertad) y del propio Capítulo III (De las formas
18
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pena de arresto sustitutiva del impago de multa, no se computa a efectos del
plazo de dos años).
ii) Que el sujeto haya delinquido por primera vez. Esto es, que no existan delitos19 anteriores,
aunque, como expresamente se establece en el precepto, no se tendrán en cuenta las condenas
anteriores por delitos imprudentes ni los antecedentes penales que hayan sido cancelados, o
debieran serlo (según lo dispuesto en el art. 136 CP)20. Además, téngase en cuenta la mención
expresa a delitos cometidos pero no sentenciados todavía que hace el art. 80.1.II.
Esto plantea al menos dos problemas importantes. Por un lado, que según la opinión
mayoritaria, en el concepto de delinquir debe incluirse únicamente la comisión de
delitos y no de faltas21. Por otro lado, plantea problemas si se entiende o no que el sujeto
ha delinquido por primera vez cuando se condena por concurso de delitos. Si se trata de
un concurso ideal, se entiende que no existe un primer delito que vete la concesión de la
suspensión; en cambio, algunos autores consideran que en los casos de concurso real la
suspensión condicional sólo sería aplicable al primero de los delitos concurrentes.
De acuerdo con el fundamento que, como hemos visto anteriormente, inspira esta institución, se
trata de evitar que ciertas personas, primerizas en la comisión de delitos, ingresen en
instituciones penitenciarias, ya que se entiende que la pena supone ya un efecto intimidatorio
suficiente y eficaz. Es decir, razones de respeto de la dignidad frente –son preponderantes– a la
seguridad o necesidad de tutela de la vida social, que cedería en ciertos casos, con condiciones.
iii) Por último, el legislador exige que se haya satisfecho la responsabilidad civil
derivada del delito, salvo que el juez declare la imposibilidad de satisfacerla. La
doctrina entiende que si el Código concede un cierto ámbito de valoración al
juez para conceder la suspensión, en función de las capacidades económicas del
condenado, habrá de atenderse a los fines de la suspensión. Por eso, cuando no
sea posible satisfacer la responsabilidad civil, deberá evitarse que se generen
presunciones (es decir, dar por probado algo que no existe) contrarias al reo
(inadmisibles en Derecho penal) que impedirían la suspensión. Por el contrario,
debería quedar cerrada la posibilidad del beneficio sólo en aquellos casos en los
que quede acreditada la voluntad de incumplimiento de la responsabilidad
civil, en caso de poder hacerlo, por parte del condenado.
La satisfacción de la responsabilidad civil podría entenderse realizada con el
compromiso de pago fraccionado. Por supuesto, la suspensión de la ejecución
de la pena no supone la suspensión de la responsabilidad civil derivada del
delito o falta correspondiente (art. 80.3)22.
sustitutivas de la ejecución de las penas privativas de libertad y de la libertad condicional). Así lo ha
señalado el TS en su Sentencia de 19 de julio de 1999 (RJ 6508).
Según la opinión mayoritaria, en el concepto de delinquir debe entenderse únicamente la
comisión de delitos, y no de faltas. Así, entre otros, GRACIA MARTÍN, Tratado de las consecuencias
jurídicas del delito, Valencia, 2006, p 306.
19
20
STS de 17 de julio de 2000 (RJ 7112).
21
Véase GRACIA MARTÍN, Tratado de las consecuencias jurídicas del delito, Valencia, 2006 p 306.
22
STS de 16 de octubre de 2000 (RJ 8775).
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A su vez, la concesión de la suspensión lleva consigo la imposición de una
condición: que no se delinca en el plazo señalado: art. 83.1.I (el requisito debe
entenderse referido exclusivamente a la comisión de un delito, no de una falta).
Concretamente, el juez o tribunal debe decidir el plazo dentro de unos
márgenes de tiempo: para las penas privativas de libertad inferiores a dos años,
un plazo de prueba entre dos y cinco años; y para las penas leves entre tres
meses y un año. Como criterios para decidir la duración la ley señala las
circunstancias personales del delincuente, las características del hecho y la
duración de la pena cuyo cumplimiento se suspende. El incumplimiento de esta
obligación de no delinquir obliga a revocar la suspensión (art. 84.1).
Además, cuando la pena suspendida es de prisión, el juez o tribunal puede
condicionar la suspensión, si lo estima necesario, al cumplimiento de ciertas
obligaciones o deberes (art. 83.1.II). Concretamente: las prohibiciones de acudir
a determinados lugares; de aproximarse a, o comunicarse con, la víctima, o a
aquellos de sus familiares u otras personas que se determine; de ausentarse sin
autorización del lugar donde resida; o las obligaciones de comparecer
personalmente ante el juzgado o tribunal, o servicio de la Administración que
éstos señalen; de participar en programas formativos, laborales, culturales, de
educación vial, sexual, de defensa del medio ambiente, de protección de los
animales y otros similares; cumplir los demás deberes que el juez o tribunal
estime convenientes para su rehabilitación social23. El incumplimiento de estas
otras obligaciones adicionales permite al juez elegir entre sustituir la obligación
por otra, prorrogar el plazo de suspensión (no más de 5 años) o revocar la
suspensión.
La LO 1/2004, de 28 de diciembre, de Protección Integral contra la Violencia de Género,
introdujo un apartado 3.º en el art. 84, en el que se establece que si la pena suspendida
fuera de prisión por la comisión de delitos relacionados con la violencia de género, el
incumplimiento por parte del reo de las obligaciones previstas en las reglas 1.ª, 2.ª y 5.ª
El RD 515/2005 del 6 de mayo por el que se establecen las circunstancias de ejecución de las
penas de trabajos en beneficio de la comunidad y de localización permanente, de determinadas
medidas de seguridad, así como de la suspensión de la ejecución de las penas privativas de
libertad, viene a reordenar la actividad penitenciaria con la finalidad de atender la puesta en
práctica más eficaz de la reforma penal introducida por la LO 15/2003, de 25 de noviembre.
23
El citado RD regula en su capítulo IV el procedimiento de control y seguimiento realizado por
la Administración penitenciaria a través de los servicios sociales penitenciarios, de los deberes y
obligaciones impuestas como condición de la suspensión de ejecución de penas privativas de
libertad. Se prevé la elaboración de un plan individual de intervención y seguimiento que será
aprobado por dichos órganos judiciales y que se irá modificando en atención al cumplimiento
de las obligaciones y deberes a los que está sujeto el penado.
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El sistema de penas
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del apartado 1 del art. 8324 determinará la revocación de la suspensión de la ejecución
de la pena25.
Si durante el plazo de la suspensión el sujeto ha cumplido con las obligaciones
que, en su caso, se hubieren impuesto, se procede a la remisión de la pena. Si,
en cambio, se revoca la suspensión, se inicia la ejecución de la pena.
II.2.2. Supuestos especiales de suspensión condicional de la ejecución.El código penal prevé dos supuestos de suspensión extraordinaria: aun no
cumpliéndose los requisitos para su concesión, se hace posible en atención a las
circunstancias personales del delincuente. De nuevo, el respeto de la dignidad
prepondera sobre la seguridad o necesidad de tutela de la vida social. Cabe la
posibilidad de conceder la suspensión automática, en la que no es necesario
cumplir ningún requisito, en los casos en que el sujeto esté aquejado de
enfermedad muy grave con padecimientos incurables (art. 80.4) y en los
supuestos de sujetos drogodependientes (art. 87)26.
i) Casos de enfermedad muy grave con padecimientos incurables
El art. 80.4 CP recoge la posibilidad de conceder la suspensión automática, en la
que no se exigen los requisitos anteriores («sin sujeción a requisito alguno»),
cuando el sujeto esté aquejado de enfermedad muy grave con padecimientos
incurables, salvo que en el momento de la comisión del delito tuviera ya otra
pena suspendida por el mismo motivo. De nuevo se trata de una manifestación
del principio de respeto de la dignidad que prepondera en tales casos sobre el
de seguridad o necesidad de tutela de la vida social.
Por otra parte, el art. 60 CP (modificado por LO 15/2003) recoge una modalidad de
suspensión condicional en la que es requisito la aparición de un trastorno mental grave
y duradero. Esta modificación permite que se puedan suspenden no sólo penas
privativas de libertad, sino también cualquier pena con independencia de su
naturaleza27. Para poder otorgar esta suspensión extraordinaria se requiere que exista
un trastorno grave y duradero, apreciado después de pronunciada la sentencia y que
suponga la imposibilidad de conocer el sentido de la pena.
La prohibición de acudir a determinados lugares, o de aproximarse a la víctima, o a aquellos
de sus familiares u otras personas que determine el juez o tribunal, o de comunicarse con ellos y
la obligación de participar en programas formativos, laborales, culturales, de educación vial,
sexual y otros similares.
24
Sobre esto, vid. RUIZ DE ERENCHUN ARTECHE, «Reforma en materia de penas y su
cumplimiento», en MUERZA/SEMPERE/IÑIGO, Comentario a la Ley Orgánica de Protección Integral
contra la Violencia de Género. Aspectos jurídico penales, procesales y laborales, Aranzadi-Thomson,
Pamplona, 2005, pp 28 a 32.
25
Al respecto, cfr. GONZÁLEZ CASSO, «La suspensión de la ejecución de las penas en dos
supuestos especiales: los artículos 80 nº 4 y 87 del Código Penal», en PJ 1999 (54), pp 91-137.
26
27
Hay que observar que el art. 80.4 CP sólo hace referencia a las penas privativas de libertad.
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Otra de las novedades introducidas por la LO 15/2003 fue atribuir al Juez de Vigilancia
penitenciaria la competencia para decidir la suspensión condicional por enfermedad
mental. Esto lleva consigo ciertas consecuencias. Así, si la pena suspendida fuera una
pena privativa de libertad, el art. 60.1 CP impone al Juez de Vigilancia penitenciaria el
deber de garantizar que el reo reciba asistencia médica adecuada, para lo cual podrá
decretar una medida de seguridad que podrá ser privativa de libertad (pero no más
gravosa que la pena suspendida). Por otro lado, si la pena suspendida no fuera
privativa de libertad el Juez de Vigilancia Penitenciaria impondrá las medidas de
seguridad que estime necesarias.
El art. 60.2 CP establece que si el penado a quien se le suspendió la pena a causa de su
enfermedad mental recobrara la salud deberá cumplir la pena (salvo que ésta hubiera
prescrito). Si no hubiera prescrito podrá acordar darla por extinguida o reducirla si cree
que puede ser contraproducente o innecesaria.
ii) Casos de sujetos drogodependientes
Por otro lado, el Código penal contiene una regulación específica de la
suspensión de la ejecución de penas por hechos cometidos a causa de la
dependencia del alcohol o drogas. En estos casos, no es preciso que se cumplan
los requisitos del art. 81.1.ª y 2.ª (que se trate de autor que delinque por primera
vez y que no sobrepase la pena o penas los dos años, respectivamente). Puesto
que se prevé la posibilidad de conceder este beneficio al margen de los
requisitos citados, no queda impedida la posibilidad de otorgarlo a sujetos
reincidentes (art. 87.1), pero obsérvese que en tal caso no es automática su
concesión (art. 87.2).
Los requisitos para estos casos son los siguientes: a) que la pena a suspender no
rebase los 5 años de privación de libertad. b) Que el responsable del delito lo
haya cometido a causa de su dependencia de sustancias tóxicas y
estupefacientes, pero que se acredite que se ha deshabituado o que se halla en
tratamiento con ese fin. Y c) la imposición de dos condiciones de futuro: c.1) que
el reo no abandone el tratamiento de deshabituación (art. 87.4) y c.2) que no
delinca en un plazo de entre 3 y 5 años (art. 87.3); en caso de incumplimiento de
estas condiciones, se revoca la suspensión.
De este modo, la deshabituación se convierte en la finalidad de esta vía de
suspensión, por lo que si, al término del plazo para no abandonar el
tratamiento), persiste la drogodependencia, puede el juez prorrogar el
sometimiento a tratamiento. Pero si delinque, el Juez o Tribunal revocará la
suspensión de la ejecución de la pena si se incumpliera cualquiera de las
condiciones establecidas. En cambio, si, transcurrido el plazo sin delinquir, se
ha superado el tratamiento, se declara la remisión de la pena (art. 87.5).
138
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El sistema de penas
8.ª
III. Sustitución de las penas privativas de libertad.La sustitución de la ejecución de la pena de prisión por otras penas es una
alternativa que establece nuestro Código frente a la posibilidad de la
suspensión. Esta vía permite sustituir la pena privativa de libertad impuesta en
la sentencia firme de condena antes de que se inicie su ejecución por otras
penas. A diferencia de la suspensión, ahora sí se cumple una pena, pero distinta
a la inicialmente fijada en la sentencia.
Ya hemos visto anteriormente que la función de una medida como esta de la
sustitución de las penas privativas de libertad por otras penas es la de evitar los
efectos indeseables (respeto de la dignidad) de esta pena de prisión en los casos
donde sea posible sin quebranto los principios de la Política criminal
(seguridad). Esto se puede permitir en los casos en que las penas de prisión a
imponer sean de corta duración. En estos supuestos hay razones de respeto de
la dignidad (prevención especial limitada) que indican la conveniencia de que
no se ejecute la pena de prisión impuesta, pero al mismo tiempo hay razones de
seguridad o necesidad de tutela de la vida social (necesidades preventivas) que
indican la conveniencia de que se ejecute una pena, que los hechos no queden
sin sanción. Seguridad y respeto de la dignidad entran así de nuevo, como
principios que son, en tensión. Este conflicto se resuelve mediante la aplicación
de otras sanciones que se estimen idóneas para alcanzar el fin de prevención
especial, sin menoscabo excesivo de la reafirmación del ordenamiento jurídico
como función de prevención general. Se da, por tanto, una ponderación entre
seguridad y respeto de la dignidad en la que prevalece este último, dentro de
ciertos límites (sólo para penas de corta duración28).
El Código penal español prevé la posibilidad de sustituir la pena de prisión por
otras penas de distinta naturaleza, en concreto, por las de multa, trabajos en
beneficio de la comunidad o localización permanente. Las penas susceptibles de ser
sustituidas por otras serán las que no excedan de un año y excepcionalmente las
que no excedan de dos años. De modo extraordinario se pueden sustituir penas
privativas de libertad inferiores a seis años cuando se trate de extranjeros no
residentes legalmente en España (art. 89).
La sustitución de la pena privativa de libertad está pensada, en principio, para aquellos
casos en los que no quepa aplicar la suspensión de la ejecución. Por ejemplo, quien tiene
una pena inferior a un año de prisión pero, sin embargo, se trata de su segundo delito
doloso. No obstante, es posible sustituir la pena renunciando el penado a la suspensión
de la ejecución. La ventaja que tiene para el penado cumplir una pena mediante el pago
de una multa es una disminución de los plazos para la cancelación de los antecedentes
penales. Por ejemplo, supongamos que alguien es condenado a un año de prisión el 1 de
enero de 2002. Si se le concede la suspensión, cumplirá la pena, como pronto, en el
momento que hayan transcurridos los dos años de plazo condicional (sin delinquir y
cumpliendo, en su caso, las reglas de comportamiento impuestas). Y a partir de ese
Sobre la colisión entre principios y sobre los subprincipios y las reglas derivadas de aquélla,
cfr. lecciones 2-3.
28
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139
El sistema de penas
8.ª
momento comienza el cómputo del plazo para la cancelación de antecedentes. Sin
embargo, si renuncia a la suspensión y paga una multa, el plazo para la cancelación
comenzará a correr desde el momento del pago; en definitiva, se ganan los dos años del
plazo de suspensión.
III.1. Criterios legales para la sustitución.En el caso de la sustitución ordinaria (art. 88) la duración de la pena a sustituir no
podrá exceder del límite de un año; o, para la de localización permanente, que
no exceda del límite de 6 meses. Por otra parte, requisito ineludible para la
concesión de la sustitución de la pena de prisión es que el delincuente no sea
reo habitual29. El legislador establece además otros criterios complementarios a
tener en cuenta por el órgano judicial para decidir si procede o no la pena
sustitutiva. Se trata de las circunstancias personales del reo, la naturaleza del
hecho, su conducta y, en particular, el esfuerzo por reparar el daño causado 30.
Hablamos de sustitución extraordinaria cuando se trata de penas superiores a un
año pero que no excedan de dos años. Es necesario que concurran los mismos
requisitos que para el caso de la ordinaria y, además, se efectúe una
ponderación del órgano judicial de la que resulte que el cumplimiento de la
pena originariamente impuesta frustraría los fines de prevención y reinserción
social, dadas las circunstancias del hecho y del culpable (art. 88.1.II).
Si se trata de un reo que es i) extranjero no residente legalmente en España, se
prevé la posibilidad de una sustitución específica (art. 89). En estos casos,
siempre que las ii) penas privativas de libertad sean inferiores a seis años, se
sustituyen éstas por su expulsión del territorio español31, salvo que el juez o
tribunal aprecie que la naturaleza del delito justifica el cumplimiento de la
condena en un centro penitenciario en España32. Además, iii) el extranjero no
Sobre el concepto de reo habitual establece el art. 94 CP que se considera tales a “los que
hubieren cometido tres o más delitos de los comprendidos en un mismo capítulo, en un plazo
no superior a cinco años y hayan sido condenados por ellos”. Cfr. las SSTS de 7 de marzo de
2002 (RJ 3591) y 3 de febrero de 2003 (RJ 1641). Sí se permite la sustitución, por tanto, en reos
reincidentes pero no en los multireincidentes.
29
Para la sustitución no se exige, como en el caso de la suspensión, satisfacer la responsabilidad
civil (obligación de resultado) sino que resulta suficiente con la existencia de un esfuerzo
(obligación de medios).
30
Un problema importante lo constituyen los llamados «inexpulsables», porque o bien no puede
ser conocido el país de origen, o no existe Tratado con España para la repatriación o ésta no
puede hacerse en la práctica. Sobre esta cuestión, cfr. ARIAS SENSO, «Expulsión de extranjeros
condenados: aproximación crítica y comentario de urgencia a la STS 8 de julio de 2004», La Ley
2005-1, pp 1497 y ss.
31
Asimismo, prevé el art. 89.1: «Igualmente, los jueces o tribunales, a instancia del Ministerio
Fiscal, acordarán en sentencia la expulsión del territorio nacional del extranjero no residente
legalmente en España condenado a pena de prisión igual o superior a seis años, en el caso de
que se acceda al tercer grado penitenciario o una vez que se entiendan cumplidas las tres
cuartas partes de la condena, salvo que, excepcionalmente y de forma motivada, aprecien que la
naturaleza del delito justifica el cumplimiento de la condena en un centro penitenciario en
España.
32
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El sistema de penas
8.ª
podrá regresar a España en un plazo de 5 a 10 años, contados desde la fecha de
su expulsión. Si incumple esta prohibición de entrada, y regresa a territorio
español, cumplirá las penas que fueron sustituidas33.
La sustitución de una pena de prisión será obligatoria cuando, por aplicación de
las reglas contenidas en los artículos 61 a 70 CP, aquélla tenga una duración
inferior a los tres meses, sin perjuicio de la suspensión de su ejecución si fuere
procedente (art. 71.2)34.
III.2. Módulos de conversión.Como módulo de conversión ordinaria se prevé que el juez sustituya cada día
de prisión por dos cuotas de multa, o una jornada de trabajo en beneficio de la
comunidad, o por un día de localización permanente.
Además el juez puede imponer al penado la observancia de una o varias
obligaciones de conducta previstas en el art. 83 CP (siempre que no se hubieran
establecido ya como penas en la sentencia), por tiempo que no podrá exceder de
la duración de la pena sustituida (art. 88.1 CP).
En el caso de que se trate de un reo condenado por un delito relacionado con la
violencia de género, la pena de prisión sólo podrá ser sustituida por la de trabajos
en beneficio de la comunidad (por tanto, no por multa), o localización
permanente en lugar distinto y separado del domicilio de la víctima. Además se
podrá imponer la sujeción a programas específicos de reeducación y
tratamiento psicológico y a la observancia de las obligaciones y deberes de las
reglas 1ª y 2ª del art. 83.1.
No cabe la sustitución en cadena, esto es, no puede sustituirse penas que son
sustitutivas de otras (art. 88.3).
III.3. Efectos del quebrantamiento de la pena sustitutiva.La consecuencia jurídica principal del quebrantamiento de la pena sustitutiva es
el regreso a la pena inicialmente impuesta, tras efectuar la correspondiente
»La expulsión se llevará a efecto sin que sea de aplicación lo dispuesto en los artículos 80, 87 y
88 del Código Penal.
»La expulsión así acordada llevará consigo el archivo de cualquier procedimiento
administrativo que tuviera por objeto la autorización para residir o trabajar en España.
»En el supuesto de que, acordada la sustitución de la pena privativa de libertad por la
expulsión, ésta no pudiera llevarse a efecto, se procederá al cumplimiento de la pena privativa
de libertad originariamente impuesta o del período de condena pendiente.» Al respecto, cfr. la
STS 28 de septiembre de 2009.
Establece el propio art. 89.7: «Las disposiciones establecidas en los apartados anteriores no
serán de aplicación a los extranjeros que hubieran sido condenados por la comisión de delitos a
que se refieren los artículos 312, 313, 318 bis de este Código».
33
Cfr. SSTS de 11 de septiembre de 1998 (RJ 6964), 8 de febrero de 2000 (RJ 937) y 5 de febrero de
2001 (RJ 265)].
34
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El sistema de penas
8.ª
reconversión de la que se descontará el tiempo cumplido con arreglo a la
sustitutiva.
Por ejemplo, una persona es condenada a tres meses de prisión, que son sustituidos por
180 días de multa. Sólo abona 30 cuotas de multa e incumple el resto de los pagos
acordados. El Juez debe ejecutar la pena de prisión descontando las 30 cuotas, es decir, 15
días de prisión: por tanto, le restarían por cumplir 2 meses y 15 días.
Cuando la sustitución afecta a extranjeros a los que se sustituyó la pena por
expulsión del territorio español, de incumplir la condición impuesta, caben dos
posibilidades: i) que sean sorprendidos en la frontera, en cuyo caso serán
expulsados por la autoridad gubernativa; ii) que simplemente se les encuentre
en territorio español, en cuyo caso procede el cumplimiento de la pena o la
parte que quede pendiente.
INTRODUCCIÓN AL DERECHO PENITENCIARIO
I. El cumplimiento de las penas privativas de libertad.–
II. Los regímenes penitenciarios.–
II.1. Régimen cerrado.–
II.2. Régimen abierto.–
Tras la previsión legal del marco penal abstracto y concreto de la pena y su
determinación, procede concretar la forma de cumplimiento de la concreta
sanción impuesta. El Derecho se orienta entonces a la ejecución de la sentencia.
Mucho depende que el cumplimiento de la pena sea exacto o mitigado, con
permisos de salida o en régimen cerrado, tomando en cuenta o no el pronóstico
de reinserción... Es el momento del Derecho penitenciario.
Se entiende por Derecho penitenciario el conjunto de normas jurídicas que
regulan la ejecución de todas las sanciones penales privativas de libertad 35,
tanto penas como medidas de seguridad y medidas cautelares. De tal definición
surgen como características propias de este derecho que es una parte del
ordenamiento jurídico, por ser su contenido normativo; se ocupa de la ejecución
de penas y medidas de seguridad impuestas; se extiende también a medidas
cautelares como la prisión provisional36.
Aunque se estudia en el conjunto del Derecho penal, el Derecho penitenciario es
formalmente independiente: tiene un cuerpo legislativo propio (sobre todo, la
35
Cfr. MÜLLER-DIETZ, Strafvollzugsrecht, Berlín, 1978, p 20.
Sobre esta cuestión, CERVELLÓ DONDERIS, Derecho penitenciario, 2.ª ed., Valencia, 2006, pp 75 y
ss.
36
142
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El sistema de penas
8.ª
Ley Orgánica General Penitenciaria y el Reglamento Penitenciario), una
jurisdicción específica (los jueces de ejecución penitenciaria) y, sobre todo, un
objeto propio, como es la ejecución de penas, medidas privativas de libertad y
medidas cautelares37.
I. El cumplimiento de las penas privativas de libertad.Como ya hemos estudiado, el sub-principio de aplicación de la ley obliga a
prever en la ley los márgenes y modos de cumplimiento con el fin de evitar que
produzca restricciones al penado sin las garantías que otorga el Derecho formal.
De poco serviría proclamar la vigencia del principio de legalidad (subprincipio
de mandato de determinación) para delitos y penas, si a la hora de cumplirlas
es prolongara su duración o se hiciera de manera insufrible. Es lo que se
expresó con la regla de «cumplimiento de acuerdo con la ley o garantía de
ejecución» (cfr. supra, lección 3.II.1).
La propia Constitución se adelanta a proclamar como funciones de las penas la
reeducación y reinserción social, sin que puedan consistir en trabajos forzados
(art. 25.2 CE). Más aún, se declara que los condenados a penas de prisión gozan
de derechos fundamentales, a excepción –lógicamente– de los restringidos
expresamente por las penas y su cumplimiento. Se añade incluso que «tendrá
derecho a un trabajo remunerado y a los beneficios correspondientes de la
Seguridad Social, así como al acceso a la cultura y al desarrollo integral de su
personalidad» (art. 25.2 CE).
El cumplimiento de las penas privativas de libertad se halla regulado por la Ley
Orgánica General Penitenciaria (LOGP 1/1979, de 26 de septiembre)38 y por el
Reglamento Penitenciario (RD 190/1996, de 9 de febrero) además de otras
normas.
Más en concreto, como la pena impuesta afecta a la dignidad de la persona, el
principio de legalidad viene a restringir dicho menoscabo en lo posible, con el
fin de que el cumplimiento no rebase lo estrictamente previsto y fijado en la
sentencia condenatoria (arts. 3.2 CP y 2 LOGP). Además, el cumplimiento se
somete al control por el Juez de Vigilancia Penitenciaria (arts. 76 ss LOGP): se
pretende así que durante la fase de efectivo cumplimiento la pena no lleve
consigo males adicionales que agravarían la condena (art. 76.2 LOGP). El art. 2 de
la LOGP establece que «la actividad penitenciaria se desarrollará con las
37
Cfr. CERVELLÓ DONDERIS, pp 78-82.
Esta Ley es consecuente con las características de las penas en un Estado social y democrático
de derecho, porque en la propia exposición de motivos de la ley se dice que la pena de prisión
es un «mal necesario», de aquí se deriva que deben reducirse las conductas delictivas para las
que se reserva esta sanción penal e incluir, en la medida en que sea posible, otras sanciones
penales diferentes a la privativa de libertad para las infracciones menos graves. Sobre esto,
FERNÁNDEZ GARCÍA, «Hacia la nueva reforma del Derecho penitenciario», en Derecho penal de la
Democracia vs. Seguridad pública, Granada, 2005, p 176.
38
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El sistema de penas
8.ª
garantías y dentro de los límites establecidos por la Ley, los reglamentos y las
sentencias judiciales». Se trata de la garantía de ejecución o penitenciaria de la
que ya hemos tratado en la lección 3.ª. Los arts. 3, 4 y 6 trazan las líneas
generales del estatuto jurídico del recluso, a partir del principio del respeto de
dignidad de la personalidad humana (proporcionalidad) y de los derechos e
intereses jurídicos no afectados por la condena.
Tanto la ley como el reglamento tratan el estatuto jurídico del recluso: desde los
horarios, el régimen de visitas, objetos que pueden poseer, hasta el sistema de
sanciones.
II. Los regímenes penitenciarios.El sistema vigente en España responde a un modelo progresivo o de
individualización científica separado en grados, en el que cada grado superior
supone un mayor ámbito de libertad del que le precede en número.
En el cumplimiento de las penas privativas de libertad se distinguen cuatro
grados, de mayor a menor carga punitiva: i) primer grado: régimen cerrado; ii)
segundo grado: régimen ordinario; iii) tercer grado: régimen abierto; iv) cuarto
grado: libertad condicional. La división que es más usual es la de régimen abierto
(tercero y cuarto grado) y régimen cerrado (primero y segundo grado), en función
de si predomina la privación de libertad ambulatoria en establecimiento
penitenciario (prisión) o los permisos de salida y libertad (condicional), aunque
limitados.
II.1. Régimen cerrado.i) Primer grado: es excepcional y referido a internos calificados de peligrosidad
extrema o inadaptación manifiesta y grave a las normas generales de los
establecimientos penitenciarios. Hay limitación de las actividades en común en
la prisión. El régimen cerrado, en consonancia con lo previsto en el art. 10
LOGP, será de aplicación a aquellos penados que, bien inicialmente, bien por
una involución en su personalidad o conducta, sean clasificados en primer
grado por tratarse de internos extremadamente peligrosos o manifiestamente
inadaptados a los regímenes ordinario –segundo– y abierto –tercero– (art. 89
RP).
ii) Segundo grado: es el ordinario, para los penados en quienes concurran unas
circunstancias personales y penitenciarias de normal convivencia, pero sin
capacidad para vivir todavía en semilibertad (art. 102.3 RGP). En el que se
realizan todas las actividades propias del establecimiento, con ciertas
actividades en común y otras restringidas.
II.2. Régimen abierto.i) Tercer grado: destinado a los internos que, por circunstancias personales y
penitenciarias, se hallen capacitados para llevar a cabo un régimen de vida en
144
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El sistema de penas
8.ª
semilibertad (art. 102.4); de este modo, por ejemplo, se permite a los reclusos
salir a trabajar al exterior.
La LO 7/2003, de 30 de junio, introdujo en la LOGP (art. 72) como requisito para
poder acceder al tercer grado, además de los requisitos previstos en el código
penal, el que se haya satisfecho la responsabilidad civil derivada del delito 39. La
misma reforma estableció preceptivamente, como condición necesaria para
acceder al tercer grado en penas de prisión impuestas superiores a cinco años,
haber cumplido la mitad de la pena. Se trataba de evitar el efecto de que
responsables de delitos graves gozaran de beneficios de salida en un tiempo
relativamente próximo al de la comisión de los hechos. Sin embargo, la reforma
de 2010 lo ha establecido como potestativo, salvo excepciones (art. 36.2)40. Cfr.
lección 8.III.1.a).
ii) Cuarto grado: libertad condicional41. Consiste en la posibilidad de cumplir en
libertad el último período de la condena. El penado realiza ya por completo su
vida fuera del establecimiento penitenciario, pero el disfrute de esta libertad
está sometido a diversas condiciones. La libertad condicional presupone que la
pena que se impuso y fijó en la sentencia comenzó a ejecutarse y continúa en
ejecución en el momento en que proceda a plantearse su aplicación. La libertad
condicional se puede aplicar tanto a penas de prisión de corta como de larga
duración.
En el Código se regulan los requisitos objetivos y subjetivos de su concesión. La
LOGP, por su parte, trata la libertad condicional desde la perspectiva del
tratamiento penitenciario, como una fase (la última) de éste. El Reglamento
penitenciario regula la libertad condicional desde la perspectiva de los aspectos
Concretamente: «La clasificación o progresión al tercer grado de tratamiento requerirá,
además de los requisitos previstos por el Código Penal, que el penado haya satisfecho la
responsabilidad civil derivada del delito, considerando a tales efectos la conducta efectivamente
observada en orden a restituir lo sustraído, reparar el daño e indemnizar los perjuicios
materiales y morales; las condiciones personales y patrimoniales del culpable, a efectos de
valorar su capacidad real, presente y futura para satisfacer la responsabilidad civil que le
correspondiera; las garantías que permitan asegurar la satisfacción futura; la estimación del
enriquecimiento que el culpable hubiera obtenido por la comisión del delito y, en su caso, el
daño o entorpecimiento producido al servicio público, así como la naturaleza de los daños y
perjuicios causados por el delito, el número de perjudicados y su condición».
39
No obstante, el juez de vigilancia penitenciaria puede acordar razonadamente clasificar al
penado en tal grado sin dicho requisito, si existe un pronóstico individualizado y favorable de
reinserción social, en atención a la valoración de las circunstancias personales del reo y la
evolución del tratamiento reeducador (y con la audiencia obligatoria del Ministerio Fiscal, la
Dirección General de Instituciones Penitenciarias y las demás partes). Obsérvese cómo, una vez
más, este modo de proceder emplea dos principios para argumentar la decisión: en la tensión
entre legalidad y dignidad se decide por ésta en ciertos casos, en beneficio de la dignidad del
penado. Ordinariamente, sin embargo, prevalece la seguridad de hacer cumplir las leyes
infringidas.
40
Sobre la libertad condicional como excepción a la regla de igualdad material y a la garantía de
ejecución, cfr. lección 3.
41
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145
El sistema de penas
8.ª
administrativos del expediente de concesión, se regula junto con los beneficios
penitenciarios.
Los requisitos para obtener la libertad condicional son: a) encontrarse en el tercer
grado de tratamiento penitenciario; b) extinción de las tres cuartas partes de la
condena impuesta, y c) haber observado buena conducta y pronóstico favorable
e individualizado de reinserción (art. 90 CP)42.
Además es preciso haber satisfecho la responsabilidad civil derivada del delito.
Este requisito resulta superfluo por cuanto tal satisfacción es ya requisito para
acceder al tercer grado, y éste lo es de la libertad condicional.
Cuando se trate de delitos de terrorismo referentes a organizaciones y grupos
terroristas y delitos de terrorismo, o los cometidos en el seno de organizaciones
criminales, se exigen los mismos requisitos que para acceder al tercer grado: art.
90.1.III.
El juez de vigilancia penitenciaria puede imponer a los liberados condicionales
las reglas de conducta establecidas en los arts. 83 y 96.3 CP43.
De cumplirse los requisitos a) y c) del art. 90 (encontrarse en el tercer grado de
tratamiento penitenciario y haber observado buena conducta y contar con un
pronóstico favorable e individualizado de reinserción) y no tratándose además
de delitos de terrorismo o cometidos en el seno de organizaciones criminales,
puede otorgarse excepcionalmente la libertad condicional a quienes hayan
cumplido dos terceras partes de la condena, si merecen dicho beneficio por haber
desarrollado continuadamente actividades laborales, culturales u ocupacionales
(art. 91 CP)44.
42
Sobre la interpretación práctica de estos requisitos, cfr. CERVELLÓ DONDERIS, pp 249 y ss.
Como son: prohibiciones de acudir a determinados lugares, de aproximarse a la víctima, o a
aquellos de sus familiares u otras personas que determine el juez o tribunal, o de comunicarse
con ellos, o de ausentarse sin autorización del juez o tribunal del lugar donde resida;
obligaciones de comparecer personalmente ante el juzgado o tribunal, o servicio de la
Administración que se señale para informar de sus actividades, de participar en programas
formativos, laborales, culturales, de educación vial, sexual, de defensa del medio ambiente, de
protección de los animales y otros similares, de cumplir los demás deberes que el juez o tribunal
estime convenientes para la rehabilitación social del penado; inhabilitación profesional;
expulsión del territorio nacional de extranjeros no residentes legalmente en España; libertad
vigilada; la custodia familiar; privación del derecho a conducir vehículos a motor y
ciclomotores; privación del derecho a la tenencia y porte de armas.
43
Además, es posible adelantar, una vez extinguida la mitad de la condena, la concesión de la
libertad condicional en relación con el plazo previsto en el apartado anterior (dos terceras partes
de su condena), hasta un máximo de 90 días por cada año transcurrido de cumplimiento
efectivo de condena, siempre que no se trate de delitos referentes a organizaciones y grupos
terroristas y delitos de terrorismo o cometidos en el seno de organizaciones o grupos criminales.
Para lo cual es preciso que el penado haya desarrollado continuadamente actividades laborales,
culturales u ocupacionales y que acredite, además, la participación efectiva y favorable en
programas de reparación a las víctimas o de tratamiento o desintoxicación, en su caso.
44
146
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El sistema de penas
8.ª
Aun no contando con el requisito de haber cumplido la pena dentro de esos
plazos, pueden obtener la libertad condicional los reclusos de más de 70 años (o
cumplidos durante la ejecución) o los que padezcan una enfermedad grave o
con padecimientos incurables (art. 92 CP).
Si el sujeto volviese a delinquir o inobservare alguna de las reglas de conducta
impuestas durante el período de libertad condicional (las de los arts. 83 y 96.3
CP), se revocará ésta, sin perjuicio del cómputo del tiempo pasado en libertad.
El reingreso en prisión exige una nueva clasificación: habrá que volver a valorar
las circunstancias45.
Del delito que cometa el interno disfrutando de libertad condicional se puede derivar
responsabilidad patrimonial del Estado por mal funcionamiento de los servicios públicos: por
ejemplo, cuando se trate de casos en que se ha concedido la libertad de una manera irregular o
se han omitido medidas de control y vigilancia.
45
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