Lecturas: a.- Is. 25, 6-10: Celebramos su salvación. b.- Mt. 15, 29

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Lecturas:
a.- Is. 25, 6-10: Celebramos su salvación.
b.- Mt. 15, 29-37: Curaciones y segunda multiplicación los panes.
El profeta nos presenta la imagen de un banquete para explicarnos la salvación que
Yahvé trae a todos los pueblos de la tierra. Muchas veces el pueblo escogido había
subido al monte Sión para ofrecer sacrificios, alabar y bendecir a Dios, pero con
una intuición profética, propia de quien posee el espíritu de Dios, describe el
banquete y sacrifico de los tiempos mesiánicos. Es Yahvé, quien prepara este
banquete para todos los pueblos de la tierra; convite fraternal universal, donde se
reconoce la soberanía de Yahvé, es decir, su providencia. Será Yahvé quien haga
desaparecer las lágrimas de los ojos de todos los hombres, el luto, la tristeza; se
levantará el velo para que contemplen las realidades divinas. Nace así un nuevo
orden sobre la tierra donde reinen las relaciones humanas y divinas, sin quebranto;
la muerte habrá desaparecido. Isaías desmitifica el rito de la muerte que
celebraban los cananeos, la victoria de Baal sobre Mot, es decir, un renacer de la
naturaleza, para hablar de la inmortalidad del creyente, como una gracia de los
tiempos mesiánicos. Todavía no se habla de resurrección: el hombre no morirá
porque estas nuevas relaciones que establece Dios, no se romperán (cfr. 1 Cor.15,
26. 54). Jesucristo, recurrirá a esta imagen del banquete con frecuencia en sus
parábolas, pero ya con un carácter definitivo para el creyente en su contenido.
El Evangelio nos presenta al comienzo, una síntesis de la actividad sanadora de
Jesús y la segunda multiplicación de los panes realizados por Jesús. Si bien el
evangelista ya nos mostró otros sumarios con las obras milagrosas de Jesús y una
primera multiplicación de los panes tenía por destinatarios a la Galilea de los judíos
(cfr. Mt. 8, 16-18; 9,35-36; 14,13-21). Esta nueva sección tiene por destinatario a
los paganos: Jesús como nuevo Moisés está en el mo nte, espacio sagrado y de la
revelación de Dios (cfr. Ex.19, 3. 20; 34,4; 1 Re 19,8); sana a los cojos, sordos y
ciegos, han llegado los tiempos mesiánicos, la plenitud de los tiempos, donde
desaparece todo lo que oprime al hombre. Es un tiempo donde las esperanzas se
han cumplido, donde nace la comunidad escatológica. Vencida la enfermedad y el
dolor, Jesús prepara el banquete mesiánico en la Galilea de los gentiles (cfr. Mt. 15,
32-39). En la primera, sobraron doce canastos de pan, alusión clara a la tarea de
los apóstoles, ahora sobran siete, tarea de los siete diáconos que en los Hechos
(cap. 6), expanden la obra de los apóstoles; en la primera multiplicación comieron
cinco mil hombres, ahora son cuatro mil paganos. Cuando escribe Mateo, el número
de convertidos era mayor entre los judíos que los gentiles. Jesús se compadece de
las gentes y su misericordia que acoge a todos, obra el milagro de compartir el pan
con todos, a no ser que alguien se excluya.
El Adviento y particularmente la celebración de la Eucaristía de estos días debe
hacer realidad el banquete mesiánico de Isaías y multiplicar el pan de la Eucaristía
entre los que participan en la celebración eclesial, para luego compartir con los más
pobres y necesitados de la comunidad los bienes materia les. Sería un gran egoísmo
celebrar la Eucaristía, para luego negar el pan al hambriento. El pan es signo de
fraternidad, para compartir en todo momento; donde falta el pan es por falta de
amor y solidaridad cristiana. Con su gesto, Jesús nos invita a multiplicar los siete
panes, hacer el milagro de compartir, fruto de la caridad cristiana que informa y
llena el espíritu del que cree y espera en Dios. Resume todo este aspecto de
carencias del hombre actual: la falta de amor y dignidad humana. Jesús se
identifica hoy con todas estas carencias y quiere multiplicar los medios para
ayudar; la tarea no es suya sino nuestra, que quizá no queremos realizarlo. Habrá
que meditar sobre el juicio final: ¿en qué va a consistir? (cfr. Mt. 25, 31-46).
Estamos a tiempo para pedir misericordia y ponernos a trabajar por ese banquete
escatológico de Isaías, pero sobre todo para ingresar al banquete de las bodas del
Cordero (cfr. Ap. 19,7-10; 21,9), con el vestido nupcial (cfr. Mt. 22,1-14), y con la
invitación en la mano que ha conocido el juntarlas para orar y abrirlas para
compartir.
San Juan de la Cruz nos invita a sentarnos en ese banquete de la fraternidad,
comenzando por reconocer el amor al que somos invitados a compartir con Dios
Trinidad: “Como amado en el amante / uno en otro residía / y aquese amor que los
une / en lo mismo convenía / con el uno y con el otro / en igualdad y valía”
(Romance acerca de la Trinidad vv. 20-25).
Padre Julio Gonzalez Carretti OCD
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