La vivencia de la Fe en nuestros días

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Cartilla N°°
300
Enero de 2011
La vivencia de la Fe en nuestros días
“Hasta que todos lleguemos a la unidad de la fe y del conocimiento del Hijo de Dios, al estado de hombre
perfecto y a la madurez… así dejaremos de ser niños, sacudidos por las olas y arrastrados por el viento de
cualquier doctrina, a merced de la malicia de los hombres y de su astucia para enseñar el error. Por el contrario,
viviendo en la verdad y en el amor crezcamos plenamente, unidos a Cristo” (Ef 4,13-15)
P. Ricardo E. Facci
Los cristianos en la actualidad viajan en una barca que surca un mar tempestuoso; se vive en medio
de la tempestad de la incredulidad, de la negación de la veta religiosa del ser humano. Los laicos,
especialmente, viven el sentido del peligro para el cual debemos buscar el remedio, la barca salvadora.
El siglo XXI trajo consigo una atmósfera de crisis. El hombre ha perdido el rumbo, no sabe de dónde
viene ni adónde va. Crisis que abarca diferentes realidades: podemos describirla como una crisis de fe, de
valores, de identidad, de tradición y costumbres, de disciplina y obediencia. Crisis que ha generado falta de
seguridad, de certezas en la búsqueda de ideales, de espíritu de fidelidad, de sacrificio, de entrega y
esperanza.
Semejante situación nos ha conducido a una extrema fragilidad del hombre, por esto nos toca
mostrarnos, a nosotros mismos, fuertes en la fe, francos y seguros, audaces en la prudencia, sin dudas y sin
miedos. Los cristianos, especialmente quienes tenemos mayores responsabilidades -entre tantas otras
subrayo la de ser papá y mamá- debemos ser capaces de ser reflexivos y de saber actuar, expuestos al
sacrificio y al riesgo; y a infundir en todos los ámbitos, pero especialmente en la familia, la verdad profética,
aquella que ayuda a distinguir el bien del mal, lo que le conviene a la persona y lo que no le dará
oportunidades de crecimiento; además imprimir la fuerza, el coraje y la alegría de la fe, y así lograr la vivencia
de ella, la esperanza y la caridad en Cristo. Siendo sujetos activos de salvación, transformaremos en una
humanidad cargada de sentido desde la visión de la fe, la sociedad fría y perdida que deambula sin norte
claro, sin ton ni son, por los días de la vida.
La fe, qué maravillosa palabra, el don de Dios más extraordinario que pueda recibir el ser humano. En
la sociedad actual, esta maravilla de la fe, podemos decir, que no está del todo muerta pero, ¿quién garantiza
que está viva? Por esto, es nuestra responsabilidad de no mostrar a este mundo el maravilloso don de Dios
que es la fe, como algo vago, débil, inseguro, sentimental, subjetivo; sino como algo vivo, auténtico, cargado
de acción, porque tiene su centro y eje en Cristo.
Debemos ser brújulas, no veletas, en el mar agitado del mundo actual, para lograrlo es imprescindible
tener fija la mirada en nuestra orientación, nuestro norte: Jesucristo.
Esto se logra alcanzando la madurez en la “plenitud de Cristo”, a la que estamos llamados para llegar
a ser realmente adultos en la fe. No debemos permanecer niños en la fe, en estado de minoría de edad, en
una palabra: inmaduros. ¿En qué consiste ser inmaduros en la fe? San Pablo es claro: significa “sacudidos por
las olas y arrastrados por el viento de cualquier doctrina, a merced de la malicia de los hombres y de su
astucia para enseñar el error”. ¡Una descripción muy actual! Un signo concreto de la falta de formación de
muchos cristianos.
En los últimos años, cuántos vientos de doctrina falsa hemos conocido, cuántas corrientes
ideológicas, cuántas maneras de pensar, en especial en quienes conducen, vacíos de valores y de visión de
trascendencia, los destinos de nuestros pueblos. Nuestra sociedad ha vivido en estado de agitación
permanente, de un extremo al otro del mundo, del marxismo al liberalismo, diríamos también, al libertinaje,
del colectivismo que no permite la realización personal al individualismo destructor de la persona, del
ateísmo al comercio del sentido de lo religioso, del agnosticismo al sincretismo. En fin, una sociedad péndulo.
Cada día nacen nuevas sectas y se realiza cuánto dice San Pablo sobre la astucia que conduce
engañosamente al error. El relativismo, que significa dejarse llevar por cualquier viento de doctrina, se
muestra como la única opción que parece imperar en la actualidad. Se ha constituido una dictadura del
relativismo que no conoce nada como definitivo y dejando como única medida el parecer de cada uno,
transformando toda verdad absoluta en simples opiniones, muchas veces surgidas de visiones miopes,
recortadas, desencajadas de la realidad y de la verdad.
Nuestra medida debe ser otra: el Hijo de Dios, el verdadero hombre, el verdadero Dios. Una fe
“adulta” no es la que sigue los vientos de la moda o de la última novedad; adulta y madura es una fe
profundamente radicada en la amistad con Cristo y esta amistad es la que nos abre a todos a lo bueno y la
que nos da el criterio para discernir, distinguir, entre lo verdadero y lo falso, entre la mentira y la verdad. Así,
desde la fe, los cristianos podremos colaborar en la construcción de una verdadera sociedad, un mundo
nuevo, en el que el ser humano se cargue de sentido, y podamos mostrarle a quienes, desde el poder y la
fuerza de la riqueza, conducen e influyen en quienes habitan este mundo, un auténtico humanismo, capaz de
iluminar la vida del hombre, de la familia, del amor y de la vida.
Esta fe adulta debemos madurarla en la acción evangelizadora, en el servicio a nuestros hermanos y a
Cristo. Es un servicio que se compromete a encender la fe en muchos que aún no han descubierto el sentido
profundo de la relación con Dios, el amor a Él, porque creer en Cristo significa amarlo por sobretodo. La fe
está estrechamente vinculada con el amor de caridad. Sin amor la fe se transforma en una mentira, y sin fe el
amor carece absolutamente de sentido.
Como contrario a quienes siendo niños agitados por las diversas doctrinas, San Pablo nos dice:
“Hagan la verdad en el amor”, clarificando el fundamento de la existencia cristiana. En Cristo coinciden
verdad y amor. En la medida en que nosotros nos unimos a Cristo, también en nuestra vida, verdad y amor se
encuentran. La verdad genera la verdadera fe, y la fe sostiene el sentido del amor. Por esto, el amor sin la
verdad, es ciego; la verdad sin el amor será como un “campana que resuena” (1Cor 13,1), un sonido sin
armonía. La falta de formación ha conducido a muchos a construir un cristianismo separado de la tradición y
del magisterio, de la enseñanza de la Iglesia.
Nuestra fe debe ser plena, formada, libre, segura, sólida, alegre, humilde; de este modo sabremos dar
razones de nuestra fe, ayudaremos a que otros puedan descubrirla y, así, vivenciar una auténtica esperanza,
con un profundo sentido del amor.
Oración
Señor Jesús,
es nuestro deseo agradecerte el don de la fe,
que nos brindaste gratuitamente en el bautismo,
que nos da la oportunidad de descubrir
el sentido profundo de la vida, de la familia y del mundo que nos ha tocado vivir,
por sobre todo, que nos da el sentido de la trascendencia del ser humano.
Ayúdanos a cuidar este maravilloso don,
formándonos, teniendo las ideas claras para que nadie nos engañe,
además, de contribuir con otros para que no sean engañados.
Que seamos evangelizadores de la verdad de la fe y del accionar del amor,
de ese modo podremos conducir, con tu gracia, a muchos hacia Ti. Amén.
Trabajo Alianza
1.- En nuestra familia, ¿utilizamos el don de la fe para ver la realidad del mundo desde los ojos de Dios?
2.- ¿Cuidamos que no nos conduzcan desde la moda del pensamiento, fundamentados en la fe de Jesucristo
y de la Iglesia? ¿Cuidamos que nuestros hijos no sean confundidos?
3.- ¿Qué propósito hacemos para consolidar nuestra vida y visión de fe?
Trabajo Bastón
1.- Dialogar sobre las diferentes formas en las que experimentamos que corremos el riesgo de ser “sacudidos
por las olas y arrastrados por el viento de cualquier doctrina”.
2.- ¿De qué modos el mundo de hoy avasalla con “novedades” sobre nuestras familias?
3.- Describir opciones concretas que debemos desarrollar para contrarrestar la acción negativa de quienes
gobiernan el mundo a su antojo y no según la voluntad de Dios.
Mis felicitaciones a:
- Todos los que iniciaron y perseveran en el Curso de Pastoral Familiar. Nueva ronda de inscripciones en
www.hogaresnuevos.com
- Las comunidades que ya lanzaron el sistema “Si amas aportas”, quiera Dios que pronto sean todas para
el bien de la evangelización del matrimonio y la familia.
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