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La caza y la pesca en las Cinco Villas
MIGUEL LAGRAVA GASTÓN
La caza como fenómeno social y económico
La caza en las Cinco Villas representa una de las mayores fuentes de ingresos en aquellas localidades que disponen en sus términos municipales de terrenos destinados a la explotación de la actividad cinegética. La
comarca agrupa a municipios con escasos recursos naturales que han logrado la subsistencia gracias a la actividad forestal, ganadera y agrícola, pero que se han
visto obligados a buscar otros cauces para no vivir al
margen del crecimiento económico experimentado en
algunas zonas. Buena parte del asentamiento de población se debe a la adecuada gestión de los cotos deportivos por parte de las sociedades de cazadores.
Tal es así que pueblos como Orés, Luesia, El Frago o Luna, entre otros, se han
convertido en importantes focos poblacionales durante los fines de semana debido a la apuesta decidida que en ellos se ha hecho por la caza. El número de
personas censadas se ha multiplicado y, en consecuencia, la recuperación de las
viviendas como segunda residencia ha dado vida a núcleos que tendían a la despoblación durante el invierno. Además, la estrecha relación entre nativos y cazadores ha sido palpable en poblaciones donde esta actividad ha transformado
el modo de vida de sus habitantes. La caza ha supuesto, sin duda, una importante inyección económica para estos municipios.
Pero si por un aspecto se caracteriza la caza en las Cinco Villas es por su carácter
social. Esta actividad ha traspasado los límites deportivos y son cada vez más las
cuadrillas de aficionados que deciden compartir experiencias durante una jornada
de caza. Todo está sometido a un estricto orden de actuación: asistencia matutina
al punto de encuentro, almuerzo junto al fuego, reparto de puestos y cometidos,
y salida al monte. Es entonces cuando los miembros de cada sociedad viven con
auténtica devoción cada lance, los ladridos de los perros, los sucesivos disparos
en los cuarteles o el merodeo cercano del «enemigo» que pone en alerta a más de
uno. Finalizada la batida llega la comida, momento trascendental donde las penurias acontecidas alimentan la sobremesa de los sábados y domingos.
De las Artes
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En esos relatos se suele airear el progresivo crecimiento experimentando
de la caza mayor en detrimento de la
menor, lo que ha permitido sobre todo la incorporación de la gente joven
y de la mujer en las sociedades. Este
fenómeno es fruto de la tradición familiar heredada de padres a hijos o
trasladada de maridos a esposas que
han visto la caza como un medio de
vida en lugares donde escaseaban las
propuestas de ocio y tiempo libre
durante los fines de semana. De ahí
Batida de caza
que las batidas de jabalí (Sus scrofa)
reúnan cada vez más grupos heterogéneos que llegan a superar las treinta personas, dependiendo del tamaño de la sociedad. La integración social no se da
tanto en la caza menor ni en las salidas a otras especies de la mayor, como al
corzo (Capreolus capreolus) o al ciervo (Cervus elaphus).
La caza mayor le gana terreno a la menor
La extensa y variada orografía de la comarca permite dividir sus más de 3.500 kilómetros cuadrados en tres zonas cinegéticas claramente definidas. La zona baja
comprende Tauste, Castejón de Valdejasa, Ejea de los Caballeros, Erla, Layana,
Marracos, Las Pedrosas, Piedratajada, Sádaba, Sierra de Luna, Tauste y Valpalmas;
la zona media se sitúa en los términos municipales de Asín, Biota, Castiliscar, El
Frago, Luna, Orés y Puendeluna; y las altas Cinco Villas se extienden a lo largo de
Ardisa, Bagüés, Biel-Fuencalderas, Isuerre, Lobera de Onsella, Longás, Los Pintanos, Luesia, Navardún, Sos del Rey Católico, Uncastillo, Undués de Lerda y Urriés.
La zona baja es semi-esteparia, muy quebrada y suave al mismo tiempo, con alternancia de cultivo y monte bajo compuesto por romero y aliaga. Aquí la caza
menor adquiere gran protagonismo dada la presencia destacada de la perdiz roja (Alectoris rufa), el conejo (Oryctolagus cuniculu) y la liebre (Lepus granatensis). La transformación de áreas de secano en zonas de regadío ha propiciado el
crecimiento notable de la población de perdiz, que ha encontrado un hábitat
ideal donde se nutre de abundante comida y bebida y deambula entre el cobijo
vegetal. Por el contrario, el conejo busca zonas más áridas y con suelos especialmente blandos que le permitan horadar sus madrigueras.
La zona media de las Cinco Villas goza de un ecosistema vegetal más frondoso
y, como consecuencia de ello, la caza mayor ha crecido de forma considerable
en perjuicio de la menor. El jabalí continúa siendo el gran animador en las salidas de los cazadores, circunstancia que perjudica al resto de las especies debido
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a su fama de gran depredador. «En el
momento en el que el jabalí entra en
un coto desaparece la caza menor.
Por ejemplo, en primavera, el conejo
pare fuera del cado con el objeto de
encontrar la temperatura ideal para
sus gazapos. Esto coincide con la
época de cría de la jabalina que se
alimenta de huevos de perdiz, lebratos y conejos recién nacidos. Hechos
como éste hacen que vayan desapareciendo especies en terrenos concretos», apunta el presidente de la
Sociedad de Cazadores de Ejea de
los Caballeros, Juan Carlos Navarro.
Lance cinegético en zona de monte bajo
Pero si hay una zona en la comarca donde la caza menor está bajo mínimos ésa
son las Cinco Villas altas. El jabalí, el corzo y el ciervo han ganado terreno a la
perdiz y al conejo y se han convertido en sus principales inquilinos. En sus
montes de carrasca, quejigo y pino, la jabalina ha pasado de producir un paritorio a tres en los últimos años. «Esta insólita superpoblación ha registrado movimientos de hasta 40 ó 50 jabalíes en algunas batidas. La actividad cinegética ha
experimentado, a lo largo de toda la comarca, una evolución hacia la caza mayor», señala Navarro. Por el contrario, la becada (Scolopax rusticola) ha buscado
acomodo en el coto social de Roita-Los Landes, uno de los cuarteles privilegiados de esta especie en Aragón, dada su generosa presencia.
La figura de los cotos deportivos
La mayor parte de la caza se lleva a cabo en cotos deportivos gestionados por
las distintas sociedades de cazadores inscritas a la Federación Aragonesa de Caza (FAC). En la actualidad, hay 14 sociedades federadas: Biel (44 socios), Castiliscar (53), Ejea de los Caballeros (600), Erla (42), Lobera (21), Luna (130), Orés
(25), Sádaba (128), Sierra de Luna (46), Sos del Rey Católico (107), Tauste (258),
Uncastillo (179), Urriés (27) y Valpalmas (29). Aunque la mayoría son escenarios
deportivos, existen también explotaciones privadas de caza intensiva, cotos municipales o cotos sociales. La gestión de estos últimos es del Gobierno de Aragón y la vigilancia y el control de las batidas corren a cargo de los Agentes de
Protección de la Naturaleza.
Habitualmente y según los estatutos internos de las sociedades, una persona sólo
puede cazar en un determinado coto «si es hijo del pueblo, son nacidos de hijos
del pueblo o están casados con hijos o nacidos del pueblo». En algunos municipios, la participación se amplía a aquellos individuos que llevan empadronados
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un tiempo determinado, situación que les da derecho a cazar. La documentación
obligatoria que debe poseer todo cazador es la licencia de caza, el permiso de armas y la tarjeta federativa, siempre y cuando se trate de escenarios deportivos.
Los cazadores rara vez son propietarios de las tierras donde se lleva a cabo la
actividad cinegética. Esa potestad suele recaer en los agricultores, quienes suscriben un convenio de cesión de los terrenos convertidos en cotos. En este sentido, resulta muy valiosa la colaboración entre los cazadores y agricultores que
se mueven en las mismas manchas de terreno: sólo la mano del cazador puede
evitar la plaga del jabalí que se ceba, en exceso, de los cultivos; pero, al mismo
tiempo, las especies de caza menor necesitan el alimento de la siembra.
La repoblación y adecuación del terreno
En las Cinco Villas, al igual que ocurre en todo Aragón, un coto de caza es parte del patrimonio de un municipio. Por este motivo, la conservación del territorio es uno de los bienes más preciados para los miembros de una sociedad. Antes del inicio de la temporada de caza, los esfuerzos se destinan a la mejora del
terreno cinegético –acondicionamiento del hábitat, colocación de comederos y
bebederos, control de depredadores (zorros, urracas y córvidos), limpieza de caminos y balsas, sembrado, fumigación de cados, reintroducción de conejos,
etc.–, de manera que reúnan las condiciones óptimas para una próspera actividad durante los próximos meses. Pero por mucha labor humana que se acometa, la meteorología dictará sentencia a la hora de esgrimir el balance al final de
la temporada. Sin ir más lejos, la falta de lluvias siempre restará comida y cobertura vegetal a especies tan valoradas como es el caso de la perdiz.
El periodo hábil para la práctica de la caza suele discurrir entre mediados de
agosto a mediados de septiembre, en la media veda –codorniz (Coturnix coturnix), tórtola común (Streptopelia turtur) y paloma torcaz (Columba palumbus)–.
Por su parte, la veda general se prolonga desde mediados de octubre a
mediados de febrero, en caza menor;
y desde mediados de octubre a finales de febrero, en caza mayor. En
cuanto al corzo, la temporada transcurre entre los primeros días de abril
y mediados de noviembre (machos),
y mediados de mayo hasta finales de
octubre (hembras).
Labores de repoblación de conejo
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Una vez concluida la temporada de
caza, algunos miembros de las sociedades se dedican, entre marzo y sep-
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tiembre, a participar en competiciones deportivas incluidas en los calendarios
provinciales y autonómicos de la FAC, o nacionales, representando a la comunidad autónoma. Tienen una enorme repercusión las pruebas de cetrería, caza
menor con perro, tiro con arco, perros de primavera y San Huberto, recorridos
de caza y compak sporting que, en algunas ocasiones, se celebran en parajes y
terrenos comarcales.
La pesca tiende hacia su recuperación
La pesca en las Cinco Villas atraviesa una época de transición tras el descenso
paulatino de pescadores y el deterioro de algunos escenarios sufrido durante el
último lustro. La comarca ha sabido sobrevivir a la escasez de masas hídricas, a su
concentración en torno a Ejea de los Caballeros y al reparto del agua para el riego en un territorio con la orografía tan marcada. Sin embargo, la rotura del muro
de la presa del embalse de San Bartolomé provocó la mortandad de miles de carpas y otros peces en el año 2001. La creciente suciedad almacenada en el fondo
motivó que el embalse dejase de recibir la masiva presencia de aficionados y de
acoger numerosas competiciones deportivas de calado provincial y autonómico.
Ante esta situación, la Asociación Deportiva San Bartolomé de Ejea de los Caballeros y la Federación Aragonesa de Pesca y Cásting (FAPyC) han mostrado su
preocupación y están decididos a recuperar este escenario emblemático de la
pesca de ciprínidos en la región. No en vano, alrededor de ochenta sociedades
aragonesas elegían sus aguas cada temporada para la realización de sus respectivos campeonatos sociales.
Desde el departamento de Medio Ambiente del Gobierno de Aragón, la FAPyC
y las sociedades de pescadores se coincide en señalar que el futuro de este enclave pasa por la rehabilitación total del muro de la presa, el vaciado del embalse, el traslado momentáneo de los peces y la limpieza integral del pantano.
«La recuperación de San Bartolomé y el acondicionamiento de los embalses de
Malvecino y de Laverné para albergar cotos deportivos relanzaría la pesca en las
Cinco Villas. Habría que llevar a cabo un gran esfuerzo en la adecuación y repoblación de especies, pero qué duda cabe que así aumentaría la oferta y
afluencia de pescadores procedentes de la comarca y de otros lugares de Aragón», admiten desde estas entidades.
Escenarios deportivos y especies piscícolas
Varios son los escenarios deportivos de pesca libre –lugares no acotados– donde
se puede practicar hoy día la actividad piscícola y en la que sólo es necesaria la
posesión de la licencia de pesca. Estos enclaves son masas de agua adecuadas
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para desarrollar exhibiciones o concursos deportivos de pesca y cuyo disfrute tiene carácter preferencial sobre otros usos deportivos. No adquieren la denominación de cotos sociales –en régimen normal, captura y suelta y pesca intensiva–,
los tramos no gestionados directamente por la Administración donde para pescar
se requiere un permiso de pesca; ni cotos deportivos, puesto que no son tramos
gestionados total o parcialmente por sociedades adscritas a la FAPyC.
El embalse de San Bartolomé se alimenta de las aguas derivadas del río Arba de
Luesia. Situado entre los términos municipales de Biota y Ejea, pasa por ser la
principal referencia para los aficionados de los ciprínidos, aunque su deterioro
actual dista mucho del aspecto que tuvo hasta hace escasos años donde se llegaban a reunir incluso doscientos pescadores en una misma jornada. La reducción de la actividad ha provocado, al mismo tiempo, que hayan disminuido los
puestos de pesca y las labores de acondicionamiento del entorno. Este enclave
está dominado por una vegetación de herbáceas o matorral, con alguna formación de encinas de escaso porte y cobertura del terreno y otras zonas de pino
carrasco de repoblación. La carpa común (Cyprinus carpio), la tenca (Tinca tinca) y el «black bass» (Micropterus salmoides) o perca son las principales especies
en sus aguas dulces.
A la espera de las actuaciones que se pretenden llevar a cabo en San Bartolomé,
la construcción de los embalses de Laverné y Malvecino supondrá el espaldarazo definitivo a la actividad de la pesca de ciprínidos en Ejea de los Caballeros,
ya que está previsto que se acometan labores de repoblación y se constituyan
en cotos deportivos de pesca. Hasta entonces, el embalse recreativo de El Bolaso, a siete kilómetros de la capital ejeana y con una superficie cercana a las 20
hectáreas, cumple con todos los requisitos para los que desean acercarse con su
caña a pescar. Antes del inicio de la temporada –periodo comprendido entre octubre y marzo– se llevan a cabo repoblaciones mensuales próximas a las 300 y
400 truchas procedentes del Monasterio de Piedra. La población de trucha arco
iris (Oncorbynchus mykiss) y trucha común (Salmo trutta fario) convive con
ejemplares autóctonos de carpa y lucio (Esox lucius).
Pescador en la laguna de El Bolaso
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Laguna de El Bolaso
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Las Cinco Villas cuentan con otros escenarios no deportivos de pesca libre
cuyas dimensiones son más reducidas, como el embalse de El Gancho
(Ejea de los Caballeros), gestionado
por la Comunidad de Regantes que
lleva su nombre y donde permanece
activo el lucio y la carpa; y masas de
agua, caso del embalse de Anás (Uncastillo), el de Valdelafuente (Sádaba)
y la estanca de Castiliscar, donde la
pesca se ciñe a la tenca y al lucio.
Pesca deportiva
Además del agua dulce, los aficionados a los salmónidos tienen en los ríos Arba de Luesia y Arba de Biel, hasta las
estribaciones de Ejea de los Caballeros, la única zona para practicar la pesca de
la trucha a mosca y a lance. Entre sus variedades, la trucha común –hasta los 90
cm de longitud total– tiene el cuerpo punteado por manchas negras y rojas que
se extienden por los flancos, opérculo y aleta dorsal, pero no por la aleta adiposa y la caudal. En cambio, la trucha arco iris (hasta los 70 cm) es menos esbelta que la anterior. Su cuerpo suele estar salpicado de manchitas negras que
se extienden por la aleta dorsal, adiposa y caudal, y ausencia en el opérculo. El
flanco presenta una banda de color rosado o púrpura. Su presencia se hace extensible por aquellos tramos menos exigentes en cuanto a temperatura y calidad
de las aguas, a diferencia de la trucha común.
Entre sus aguas, el Arba también cobija el merodeo de la carpa y el barbo (Barbas graellsii), especie que habita en los tramos medios y bajos del río.
Periodos hábiles y normas de pesca
Los periodos hábiles para la práctica de la actividad se rigen conforme al Plan General de Pesca de Aragón aprobado por el Departamento de Medio Ambiente cada
año. Tanto en el río Arba como en los embalses y otras aguas más reducidas el periodo se suele extender desde el tercer domingo de marzo al 31 de agosto, dependiendo de cada temporada. El Plan también establece los cupos en número de capturas: trucha arco iris y común (5 piezas por pescador y día), tenca (6), «black bass»
(6), barbo (sin limitación), lucio (sin limitación) y carpa común (sin limitación).
En cuanto a los cebos permitidos en los embalses de San Bartolomé y El Bolaso, se autoriza la pesca a mosca con cola de rata, a mosquito con un máximo de
cuatro, a cebo natural (lombriz de tierra, draga, canutillo, grillo y saltamontes),
con cucharilla de un anzuelo (una sola punta) y con señuelos artificiales de un
solo anzuelo.
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