CUANDO ESTUDIAR NO TIENE EDAD

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CUANDO ESTUDIAR NO TIENE EDAD
Todos los días miles de adultos asisten a las escuelas y centros educativos de la
provincia de Buenos Aires. Con familias, trabajos y responsabilidades a cuestas,
enfrentan el desafío cotidiano de seguir aprendiendo. Algunos de ellos
testimonian en esta nota el significado de esta experiencia.
Para Cecilia Valdéz no fue fácil volver a la escuela. Tuvo que esperar mucho tiempo,
tanto que casi olvidó lo que había aprendido de niña. Sin embargo, no lo pensó dos veces
cuando a sus 30 años se dio cuenta de que sus pequeños hijos necesitaban ayuda
materna en su proceso de aprendizaje.
Hacía muchos años que ansiaba retornar a la escuela, pero terminaba postergándolo por
la urgencia de problemas acuciantes como la falta de dinero, de vivienda o de un empleo
estable. A Cecilia se le iluminan los ojos cuando habla del lugar privilegiado que hoy
ocupa en su vida el tiempo que le dedica a estudiar.
“La escuela no me pide más que un lápiz y un papel” -dice con la mirada encendida.
Cecilia vive con su pareja con quien tiene dos hijos. Emigró de Tucumán en busca de
mejores condiciones de vida y arribó a La Plata hace tres años con la promesa de un
empleo que nunca se concretó. Al poco tiempo su marido consiguió trabajo en una
panadería y pudieron alquilar un pequeño local que transformaron en vivienda, donde se
estableció la familia. Ella realizaba tareas de limpieza y cuando Cáritas le consiguió una
máquina de coser comenzó a trabajar también de costurera. Hacía 16 años que había
terminado la primaria cuando se vio superada por las circunstancias al no poder ayudar
con la tarea escolar a su hijita de 8 años que cursa tercer grado. Entonces la maestra de
la nena le sugirió que se inscriba en la escuela nocturna. “Siempre tenía que recurrir a la
ayuda de una vecina para resolver la tarea de los chicos”.
Esa fue la razón inicial por la cual se sumó a la escuela de adultos, pero ahora quiere
seguir aprendiendo y terminar la secundaria. “Me gustaría llegar a la universidad, pero con
la secundaria me conformo”, explica Cecilia con expresión esperanzada.
SER DIGNO DE SER
“Lengua me cuesta mucho, pero matemática me gusta”, aclara con la risa a flor de labios.
“Siempre me gustó la escuela. Mi papá era albañil y había épocas en que tenía trabajo y
otras en que no, por eso tuve que ayudarlo y a los 12 años ya trabajaba en la casa de una
viejita que me permitía ir a la escuela primaria en el turno de la siesta. Después tuve que
conseguir más trabajo y ya no pude seguir la secundaria. Pero a esta edad me doy cuenta
del tiempo que perdí. Y me digo que hoy podría haber estado mejor, sin tener que estar
esperando si me llaman para ir a limpiar. No me molesta salir a limpiar casas porque lo
hice siempre, pero podría tener una vida mejor, darle un mejor ejemplo a mis hijos,
alcanzar un puesto laboral y el día de mañana una jubilación, y no andar pidiendo en un
lado o en otro”. Cecilia vive muy cerca de la escuela. Sabe que no cuenta con el apoyo de
su pareja, pero está firme en su determinación de continuar sus estudios. Lo hace por sus
hijos pero también por ella.
“Yo me quiero dar el valor que merezco como persona. Y quiero que ellos tomen el
ejemplo, para que el día de mañana cuando tengan sus hijos no se arrepientan como yo.
Si uno quiere, puede. Demasiado nos brinda la escuela al darnos un establecimiento y un
maestro. A mí me cuesta comprar un cuaderno donde escribir, pero lo hago por mi
beneficio y el de mis hijos”.
Si por algún motivo tiene que faltar a la escuela se desespera y no se detiene hasta poner
su carpeta al día. Su maestra dice que trabaja mucho en clase y también en su casa. Con
enorme esfuerzo costea los estudios de inglés de su hija para que, a su vez, se lo enseñe
a ella. “Quisiera decirle a todas las mamás que se acerquen a una escuela y que se
instruyan”, concluye mientras se despide.
La educación de adultos en la provincia de Buenos Aires involucra un total de 182.032
alumnos y 1.267 servicios educativos, que no funcionan sólo en escuelas sino también en
sociedades de fomento, clubes y sedes de ONGs. Este año incorporó la modalidad semipresencial, para otorgar la terminalidad a oficiales de la policía bonaerense. En los centros
de Formación Profesional se dictan cursos de carpintería, albañilería, capacitación en
informática, electricidad, rurales y de micro-emprendimientos, entre otros. En las escuelas
agrarias funcionan los Centros de Producción Total. También cuenta con un programa
bonaerense de alfabetización, que incluye un programa especialmente destinado a
beneficiarios del Plan Jefas y Jefes de Hogar.
PREDICAR CON EL EJEMPLO
Chaqueña de nacimiento y madre de 4 hijos, Tomasa Acosta, de 42 años, vive en La
Plata junto a su esposo, con quien atiende un puesto de flores en las afueras de la ciudad.
Hace 14 años que integra la Iglesia Evangélica y cuando hace un tiempo le propusieron
promoverla a Presbítera le exigieron el secundario completo.
Tomasa sólo tenía la primaria, pero su deseo de concluir los estudios bíblicos la
decidieron a inscribirse en la secundaria. Asegura que para estudiar se necesita
constancia, mucho esfuerzo y una firme voluntad. “La importancia de estudiar reside en
tener el conocimiento. A veces uno cree que es suficiente con la primaria, pero con la
secundaria se amplían las expectativas de todo y uno dice qué bueno es haber empezado
el secundario y poder entender lo que dicen en la radio o la televisión cuando hablan de
diferentes temas”.
“Una vez el profesor de Cívica preguntó qué era el PEN y algo que parecía fácil quedó sin
respuesta. Hoy se necesita ampliar el conocimiento para poder acceder a un trabajo”.
Tomasa dice que su decisión de concluir los estudios secundarios es el mejor ejemplo
para sus hijos. “Estoy orgullosa de ellos porque son chicos sanos, pero eso no me basta
para verme realizada como madre, porque también necesito sentir que hay un porvenir
para ellos”. Con frescura enumera los requisitos. “Hay que fijarse una meta y hacerla. Yo
vine con un objetivo y eso me da fuerza”.
Cuenta que entre profesores y alumnos nacen fuertes lazos de solidaridad y que entre
todos resuelven los problemas del aprendizaje. Dice que la materia difícil es Informática,
pero que ha progresado gracias al profesor que explica una y otra vez. “Para mi es algo
especial lo que estoy viviendo, porque cuento con la ayuda de los profesores y de los
compañeros. Y para un alumno eso es muy importante”.
SUEÑOS EN BICICLETA
Tras numerosos intentos fallidos, Roberto Giménez retomó la primaria. Su infancia
transcurrió en Laguna Paiva, en Santa Fe. A los 12 años se mudó a La Plata. Roberto se
define como un pibe de la calle. “Con mi hermano nos escapábamos para irnos por los
pueblos. No había responsabilidad de parte de mi madre y de mi padrastro. Nos
golpeaban mucho. Nunca tuvimos un colegio”, cuenta con la mirada ensombrecida por el
recuerdo.
Su historia es como la de tantos que tuvieron que vencer circunstancias difíciles para
sobrevivir. La pobreza y la falta de afecto lo forzaron a crecer de golpe. Se casó joven y
crió 10 hijos propios más algunos otros que recogió en la calle. Fue camionero y trabajó 9
años en la Petroquímica de Olmos, hasta que en 1991 la re-conversión tecnológica lo dejó
afuera por falta de calificación. Ahora vive con su hijita de 9 años en una casilla de un
barrio periférico de La Plata, reparando bicicletas y haciendo changas.
El año pasado recibió una nota en donde le comunicaban que su hijita Lorena estaba
aplazada en todas las materias. Entonces tuvo que procurar ayuda externa, porque él no
tenía las herramientas para hacerlo. Eso lo decidió a reiniciar el estudio. “Volví a la escuela
para ayudar a mi hija”, explica. Su hijita está en cuarto grado, pero Roberto asegura que
hoy puede ayudarla porque él está en séptimo. “Quiero terminar la primaria, luego la
secundaria y aprender un oficio”.
A Lorena la ayudaron en una biblioteca barrial donde recibió clases de apoyo y no repitió.
“Al final no se llevó ninguna materia y eso fue una alegría”, dice Roberto, orgulloso de
haber actuado a tiempo.
“Mis hijos aprendieron conmigo a agarrar una pala para ganarse la vida, pero siempre les
repito que lo mejor es estudiar, para poder tener un trabajo digno sin tener que
sacrificarse tanto como su papá”.
Roberto cuenta que desde joven sintió vergüenza por no saber expresarse correctamente
frente a los demás y en ocasiones no comprender el significado de ciertas palabras. Se
reconoce diestro en matemática, pero confiesa que en otras materias le cuesta retener los
datos. Hace poco una enfermedad le impidió asistir a la escuela durante un mes, pero se
propuso recuperarlo. Todos los días, con lluvia o frío, monta en su bicicleta para ir a la
escuela. Está feliz con su maestra Cristina y aunque el estudio le roba horas al trabajo
dice que vale la pena porque quiere terminar. Se lo prometió a Lore.
Mabel Martínez, maestra de adultos de la Escuela Nº 710 de La Plata.
“Los adultos nos incentivan a dar más”
“Hace 13 años que ejerzo la docencia en adultos. Se trata de una experiencia significativa.
Los adultos tienen mucho interés por aprender, porque van a la escuela a estudiar y no
por obligación. Ellos incentivan a que uno, como docente, dé mucho más. Uno ve el
interés que ponen y es imposible no contagiarse”.
Mabel explica que en la enseñanza de adultos se necesita adaptar los contenidos al nivel
de formación de cada persona y a sus aprendizajes previos, para partir de ellos. Cuenta
que tiene alumnos analfabetos puros con los que hay que empezar de cero, no sólo con la
lectoescritura sino también con la numeración.
“Hay alumnos que tienen un celular, quieren escribir un mensaje de texto y no lo saben
hacer. Entonces para ellos esto implica una motivación también”.
Mabel dice que son muchos los adultos que re-toman la escuela para ayudar a sus hijos
porque los avergüenza no saber. “Es uno de los mayores estímulos que traen a la escuela.
Y en este punto les cambia la vida, porque luego de un tiempo te dicen: -Mirá, esto yo no
lo entendía, ahora lo entiendo y puedo ayudar a mis hijos”.
LA EDUCACIÓN DE ADULTOS EN CIFRAS
78.528 alumnos en Educación Primaria (EPBA).
19.223 alumnos en Centros Educativos de Nivel Secundario (CENS).
84.281 alumnos en Formación Profesional (Cursos de oficios).
998 servicios educativos de Educación Primaria Básica para Adultos. (EPBA).
99 servicios educativos de Bachilleratos para adultos (CENS).
170 servicios educativos de Formación
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