Las invitadas; Silvina Ocampo

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La desmitificación de la infancia
Cada época, cada momento histórico, y por supuesto, cada escritor posee una concepción de infancia y
de juventud que aparece al momento de escribir un texto, tanto infantil como una obra que tenga como
personajes a los niños.
Graciela Montes aclara: “Cada época tiene su imagen de niño, su idea y su fantasÃ−a de lo que es o
deberÃ−a ser un niño que merezca el nombre de tal”.
En su particular concepción de infancia, Silvina Ocampo ha escrito la mayorÃ−a de sus cuentos, donde
manifiesta su mirada desmitificadora de la infancia.
Ocampo tiene una visión muy personal de la concepción de niñez que se tiene en toda la historia de la
cultura occidental, en donde la infancia es un perÃ−odo en el cual los humanos se encuentran en un estado de
extrema pureza e inocencia. Esta imagen está arraigada firmemente en nuestro inconsciente colectivo y
abarca a todos los sectores de la sociedad.
Silvina Ocampo es quizás una de las escritoras que mejor ha roto ese mito de los niños bondadosos e
inocentes, mostrándonos niños pálidos, oscuros y misteriosos; ellos sucede con Lucio, el protagonista del
cuento “Las invitadas”, quien vive, en la tarde de su cumpleaños, un encuentro con los siete pecados
capitales: Las invitadas.
“Las invitadas” es un cuento fantástico que fue escrito en1961, y que, como todos estos tipos de cuentos,
rompe con todo orden establecido o reconocido. En un mundo real, con personajes reales, suceden situaciones
que no pueden explicarse con la racionalidad.
La trama de este cuento desarrolla la historia de un niño, que tras haber agarrado la rubéola, queda en su
casa a cargo de su niñera, ya que el viaje de vacaciones que sus padres harÃ−an al Brasil lo descartan a él
a causa de su contagiosa enfermedad. Resulta que un dÃ−a entre los que quedarÃ−a a cargo de la criada
sucederÃ−a el dÃ−a de su cumpleaños número seis, acontecimiento que permitirá el encuentro de Lucio
con Las invitadas, tales niñas representarÃ−an los siete pecados capitales.
A partir de Livia, Alicia, Irma, Milona, Elvira, Ôngela y Teresa -las niñas- Silvina Ocampo transgrede la
idealización convencional que se tiene de la niñez y muestra otra cara de la infancia, su desmitificación
de la niñez.
Las siete niñas representan, cada una, un pecado capital y lo manifiestan a través de sus acciones. Lucio
se relaciona profundamente con Livia, la lujuria, quien le trae de regalo un juguete que representa a una pareja
tosca que se besa apasionadamente. Livia es la niña elegida por Lucio, él queda fascinado con ella.
Tras el paso de estas mujercitas por su casa, Lucio es visto luego por sus padres como un hombre, después
de aquél cumpleaños, Lucio ya no era el mismo. Y allÃ−, en esa conversión del héroe, porque todo el
relato es un viaje de iniciación, se da lo fantástico, el niño con sus seis años ya hecho un hombre, y las
niñas representando divinidades también son parte de ese mundo fantástico muy bien logrado por la
autora.
Este cuento trasmite claramente la ideologÃ−a de Ocampo, “sus” niños buscan un mundo más humano;
Lucio por ejemplo está obligado a crecer cuando sus padres lo dejan solo el dÃ−a de su cumpleaños, y
recibe como regalo un juguete pornográfico (Livia le enseña “cómo habÃ−a que manejar a los
muñecos para que las posturas fueran más perfectas y raras”).
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La desmitificación que hace la autora de la niñez clásica está profundamente ligada a la personalidad de
sus personajes; los niños son personajes carentes de un carisma convencional, hay algo en su aspecto que
evoca enfermedad y anormalidad. La enfermedad se da evidentemente en la rubéola que agarra Lucio, la
cual le da al rostro y al cuerpo un aspecto deforme con erupciones o manchas. Las invitadas, a pesar de que
cada una tiene su caracterÃ−stica particular, siempre son descriptas resaltando los aspectos que las hacen
poco amables, apáticas o feas; ejemplo de ello: “Teresa no era del todo fea, parecÃ−a, a veces, hasta
simpática, pero era monstruosa si uno la comparaba con las otras niñas. TenÃ−a párpados pesados y
papada, que no correspondÃ−an a su edad”, “Elvira era muy fea. Aceitoso pelo negro le cubrÃ−a los ojos.
Nunca miraba de frente. Un color verde, de aceituna, se extendÃ−a sobre sus mejillas (…) tenÃ−a cara de
vÃ−bora, de mal agüero”; padecÃ−a del hÃ−gado, sin duda”,” Ôngela era distante y frÃ−a”, “Alicia
era una suerte de viejita, que olÃ−a a alcanfor”, “Milona era muy rosada”.
Pero más allá de sus atributos fÃ−sicos, estas niñas tienen una carencia inusual de inocencia para su
edad; Lucio, por ejemplo, aunque guarda una pureza inherente en su interior, ésta se ve de algún modo
corrompida por caracterÃ−sticas adultas y pretensiones maliciosas (más allá de las que son naturales en un
niño cualquiera).
Lo ideológico de esta autora tiene que ver con un determinado nivel de visión de mundo, su mirada fundada
en una postura ante la sociedad. La escritura de Silvina Ocampo no es para nada inocente como tampoco lo
son sus niños personajes. La simbologÃ−a que implemente abre un camino infinito para la interpretación
de sus textos.
“Las invitadas” es un cuento clave y caracterÃ−stico de la literatura de esta escritora, en este texto se
evidencia todo su estilo literario, el humorismo concebido como vehÃ−culo del horror, lo cotidiano
desenmascarado con una manifestación de lo maravilloso.
Las obras de Silvina se caracterizan por elegir temas que representan situaciones insólitas, con su genial
capacidad de poder narrar la monstruosidad con un tono humorÃ−stico casi inocente. Ella le agrega al tono
infantil su condimento ideológico con humor ácido pero sabio, no se centra entre lo moral o inmoral, entre
el bien y el mal, simplemente narra.
La infancia que pinta esta gran autora argentina, llena de matices, escondites, oscuridades, de tendencias
maliciosas, de un humor horrorizado, de niños crueles pero inocentes, es la evidencia clara de que si se
sigue pensando a los niños como seres fragmentados, donde solo puede residir en ellos lo puro y lo bueno,
se les está negando entonces su posibilidad de ser diversos, heterogéneos, y, por sobre todas las cosas,
verdaderamente humanos.-
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