INTERVENCIÓN DEL SUBSECRETARIO DEL MINISTERIO DE ASUNTOS EXTERIORES Y DE COOPERACIÓN, CRISTÓBAL GONZÁLEZ-ALLER, CON OCASIÓN DE LA PRESENTACIÓN DEL NÚMERO DE LA REVISTA “DIPLOMACIA” DEDICADA AL 75 ANIVERSARIO DE LA ESCUELA DIPLOMÁTICA Antes de nada, quisiera agradecer a todos los asistentes su presencia en este acto, en el que se presenta el último número de la revista Diplomacia y dedicado al 75 aniversario de la Escuela Diplomática. Este será el primero de los numerosos eventos que se organizarán para celebrar el 75 aniversario de la creación de la Escuela Diplomática. También agradecer a la Revista Diplomacia Siglo XXI y a su director, Santiago Velo de Antelo, por haber tenido el acierto de dedicar su último número a la Escuela Diplomática, y en un momento, además, muy bien señalado, como es el 75 aniversario de su creación. Veo a muchos representantes y compañeros del Cuerpo Diplomático y quisiera darles la bienvenida. Resulta muy grato y estimulante comprobar una vez más vuestro interés con las cuestiones que afectan a la formación de los diplomáticos, nuestra profesión, y la de todos los funcionarios del Servicio Exterior en España. Muchas gracias, igualmente querido Enrique, por tus palabras de introducción. Ambos compartimos los retos futuros de la formación continua de los diplomáticos y el papel central de la Escuela. Te animo a que sigas esforzándote por tratar de abrir esta institución a la sociedad y a todos los demás departamentos ministeriales. Por mi parte, quisiera profundizar en algunos aspectos de esta institución con la que todos los diplomáticos españoles, de diferentes generaciones y promociones, nos sentimos tan vinculados, y que por ello ha jugado y debe seguir desempeñando un protagonismo destacado en la defensa de los intereses de España en el exterior. Me voy a centrar en las tres cuestiones que apunto en mi breve introducción en la revista. 1 Aunque vayamos a festejar el 75 aniversario de su creación (la Escuela Diplomática fue creada, efectivamente, por el Decreto de 7 de noviembre de 1942 y su primer Reglamento se publica por Orden de 20 de diciembre de 1942), esta institución no se creó de la nada. La Escuela hunde sus raíces en el Instituto Libre de Enseñanza de las Carreras Diplomática y Consular y Centro de Estudios Marroquíes, fundado por Real Decreto de 21 de diciembre de 1911; que en 1928 se empezó a denominar Instituto Diplomático y Centro de Estudios Marroquíes hasta que en 1932, en plena II República, se funda el Instituto de Estudios Internacionales Con independencia de su denominación, siempre se alojó en la sede de la Real Academia de Jurisprudencia y Legislación, bajo cuyo patrocinio, junto al del Ministerio de Estado, luego Ministerio de Asuntos Exteriores, vino funcionando hasta que se inauguró este edificio en el que hoy nos encontramos, y nos mudamos definitivamente en 1954. Por lo tanto, si bien es cierto que la Escuela Diplomática se crea en 1942, no lo es menos que con su fundación ese año se consolidan todos los principios inspiradores de las instituciones que históricamente venían funcionando en nuestro país desde mucho tiempo atrás dedicados al reclutamiento y la formación de los diplomáticos, y cuya sede en Madrid, en la histórica calle del Turco, actual Marqués de Cubas, no cambia en 1942, con el Decreto de creación de la Escuela Diplomática, sino más tarde en 1954, cuando se inaugura este edificio en el que ahora nos encontramos. La segunda cuestión que quisiera destacar es que el principal objetivo de la Escuela en 1942, -pero también el de todas esas instituciones que la precedieron y a las que antes me he referido-, fue, ante todo, permitir el establecimiento de un período lectivo posterior que completara……”el imperfecto método de la oposición”, como se señala en muchos de los documentos que recomendaban su creación. Asegurar la selección y formación inicial de los diplomáticos sigue siendo hoy día la razón de ser de la mayoría de las Academias e Institutos diplomáticos del mundo. 2 Pero en nuestro caso, esa función de asegurar la selección y formación iniciales de los diplomáticos ya no es más que una parte –modesta, aunque ciertamente todavía importante-, de la misión de la Escuela Diplomática que actualmente es, y debe ser, mucho más amplia, al tener como responsabilidad añadida la de asegurar la formación continua de todos los funcionarios de la carrera diplomática. Ello nos obliga a organizar regularmente cursos de actualización presenciales de las materias propias de nuestra especialización (asuntos administrativos, consulares, culturales, cooperación al desarrollo, Unión Europea, diplomacia pública, comunicación etc.), pero también a hacer uso de las nuevas tecnologías o gestionar con otras instituciones aquellos cursos que se requieran para la mejor capacitación de los cerca del millar de integrantes nuestra carrera, cuando la Escuela no esté en condiciones de asegurar esa formación específica por sí misma. Por otro lado, el hecho de que buena parte de nuestros efectivos se pasen mucho tiempo en el extranjero y las ineludibles necesidades de formación nos han obligado a establecer, con base legal en el propio Reglamento de la Carrera modificado en 2014, unos cursos de ascenso obligatorios para las categorías de Secretarios de Embajada y de Consejeros que son gestionados también por la Escuela Diplomática. La promoción profesional se ha convertido, pues, en un nuevo imperativo que nos va a permitir establecer el obligatorio reciclaje de nuestros profesionales de la política exterior en los momentos más decisivos de su larga carrera administrativa. En definitiva, la Escuela ha evolucionado de ser una institución centrada en la selección y formación inicial de los diplomáticos, en otra que debe tratar de mantener al día a todos sus componentes, mediante la formación continua: la carrera es larga y la vida internacional demasiado compleja. Se ha impuesto, pues, el establecimiento de un sistema de formación, compuesto de cursos voluntarios, presenciales y online, pero también de otros obligatorios, que nos den la seguridad de que los funcionarios diplomáticos estén capacitados en todo momento para ejercer sus responsabilidades en el exterior en cualquier puesto sea Embajada, Representación Permanente, Consulado General, y en cualquier lugar del mundo. 3 Mi tercer punto se refiere al nuevo papel formativo de la Escuela Diplomática también para todo el Servicio Exterior. La Ley de Acción y del Servicio Exterior de 2014 define a la Escuela Diplomática como ‘centro de formación del personal del Servicio Exterior del Estado… que promoverá la capacitación de dicho personal en materias propias del mismo’. Por lo tanto, esta Ley inaugura una nueva etapa más en su ya dilatada existencia: ahora la Escuela debe encargarse igualmente de formar a cuantos funcionarios públicos o personal contratado vayan a ser destinados a nuestras Embajadas y Consulados Generales y se conviertan en personal del Servicio Exterior del Estado. En este sentido, me alegra comprobar que la Escuela se haya tomado muy en serio la formación del personal de gestión de nuestras misiones diplomáticas y consulares, especialmente la de los Cancilleres, provengan o no del Ministerio de Asuntos Exteriores y de Cooperación, que asumirán un papel muy determinante en ellas. En mi opinión creo que hay que continuar esta tarea en los próximos años, ampliándola, en a medida que se vayan institucionalizando otras categorías de gestión, como los oficiales de comunicación, los de visados etc., y siempre que la capacidad presupuestaria de la Escuela lo permita. La Ley de Acción y del Servicio Exterior no se agota en el MAEC, sino que también se refiere a los funcionarios públicos de otros Ministerios que vayan a salir al extranjero a desempeñar importantes tareas en nuestras representaciones en el exterior, y que forman parte fundamental del Servicio Exterior del Estado. Hoy en día prácticamente la gran mayoría de los Ministerios tienen Consejeros y Agregados en las Embajadas y Representaciones, porque los intereses del Estado se han diversificado, haciéndose cada vez más complejos, como complejas se han vuelto nuestras relaciones con numerosos países terceros o en el marco de algunas organizaciones de integración como es el caso de la Unión Europea. Es evidente que trabajar en el extranjero, ya sea en en una Embajada, en un Consulado General o en una Organización Internacional, no es igual que hacerlo en un Ministerio, Agencia gubernamental o en una delegación del Gobierno en territorio nacional. 4 Y la diferencia, no es sólo una cuestión de idiomas. El medio laboral no es el mismo. Si todo cambio o traslado implica una nueva situación y oportunidad profesional, la Escuela Diplomática también puede facilitar esa necesaria adaptación al nuevo puesto en el extranjero, tanto a los nuevos funcionarios, provenientes de otros Ministerios, como a sus cónyuges y familiares, de la manera más adecuada. Querría concluir haciendo una referencia, aunque sea breve, a una última cuestión, que también abordo sucintamente en mi introducción en la Revista, pero no por ello menos relevante, y con un amplio margen de futuro. Me refiero a la importante labor de foro de reflexión y de debate sobre asuntos internacionales que debe llevar a cabo la Escuela Diplomática a fin de contribuir al mayor interés y mejor conocimiento de nuestra sociedad hacia los grandes temas de nuestra política exterior y de la actualidad internacional. Y ello también colaborando estrechamente con otras entidades, como la red de Casas, los ‘think tanks’, ONGs u otras unidades de nuestro Ministerio, como se está haciendo en estos últimos tiempos, tanto en esta sede, como a través de los medios digitales. Querido Embajador-Director, querido Santiago, amigos y compañeros: estoy convencido de que el 75 aniversario de la creación de la Escuela Diplomática será una excelente oportunidad para perseverar en esa línea. La Escuela, en definitiva, no solo deberá seguir consolidando y mejorando sus fines iniciales de selección y formación continua, para tener un Servicio Exterior mejor y más profesional, con mejores recursos humanos, sino también asumiendo nuevas oportunidades y retos para poder seguir teniendo un papel y un protagonismo cada vez más abierto y activo en la sociedad y realidad españolas, a las que también nos debemos todos. Muchas gracias Madrid, 18 de Octubre de 2016 5