La Oratoria en Roma

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La Oratoria y la Retórica en Roma
IES A. Gala
Concepto
Se entiende por oratoria el arte de hablar con corrección y belleza con la intención de convencer y
persuadir a un auditorio. Parte integrante de la oratoria es la retórica, considerada un arte por los
antiguos, que era en primer lugar un conjunto de reglas teóricas a las que debía atenerse todo
discurso en prosa que se propusiera influir en la opinión o en los sentimientos de un auditorio; con
esa finalidad, la retórica se ocupaba de todos los asuntos relacionados con la belleza o el vigor del
estilo, es decir: la retórica es la parte teórica de la oratoria.
Este arte de la oratoria tuvo en Roma una tradición de nacimiento temprano a la par que
prolongado. Favorecía su cultivo el sistema político romano, basado en la consulta popular, así
como el desarrollo del derecho y la práctica forense. Una vez que se imponen formas de gobierno
absolutistas, la oratoria, falta del ambiente de libertad que necesita, languidece y se transforma en
ejercicio retórico. En el mundo romano, la oratoria era parte integrante de la vida pública y se
precisaba para los tribunales (discursos judiciales de defensa o de acusación), en el foro (discursos
políticos o deliberativos), y en las manifestaciones religiosas o elogios fúnebres (discursos
laudatorios).
Tradición oratoria
La oratoria comienza a practicarse en época muy temprana; el primer discurso del que tenemos
constancia es el de Apio Claudio el Ciego (dictador en el 313 a.C). Este es un ejemplo
esporádico: comenzó a cultivarse como un arte a partir de las Guerras Púnicas (264 a.C.).
Durante sus primeros años, la oratoria se desarrolló teniendo como elemento fundamental la
improvisación delante del auditorio, sólo bastante más tarde, cuando se tiene conciencia de su
valor literario, comienza a fijarse por escrito.
El desarrollo de la retórica
A la actividad oratoria le sucede la reflexión teórica acerca de este género, por lo que se desarrolla
una disciplina nueva en Roma, la retórica, que había surgido en Grecia en el siglo V a.C. como
una sistematización de técnicas y procedimientos expositivos necesarios para el orador. Como en
todas las manifestaciones culturales, en la evolución de la oratoria y de la retórica tiene mucha
importancia la helenización de la cultura romana a partir del siglo II a.C.
Desde mediados del siglo II a.C. son muchos los maestros de retórica de Asia Menor que llegan a
impartir sus enseñanzas a Roma. Los estudios de retórica llegaron a constituir, junto con la
gramática la base de la educación de los jóvenes romanos. En las escuelas de retórica el rhetor
enseñaba a sus discípulos la técnica oratoria, es decir, el complicado sistema de reglas y
procedimientos tradicionales, que ya habían puesto en práctica los antiguos sofistas griegos. Los
alumnos componían, memorizaban y recitaban discursos sobre temas ficticios. El maestro
corregía la pronunciación, el tono de voz, los gestos y cuantos defectos observase.
Estos ejercicios escolares recibían el nombre de suasoriae y controversiae. Las primeras eran
consultas imaginarias hechas a personajes famosos, históricos o legendarios, que debían explicar
las razones que les inducen a tomar una decisión en un momento determinado. Las controversiae
eran prácticas oratorias destinadas a alumnos de nivel más avanzado y tenían generalmente un
contenido jurídico.
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Estas prácticas eran el entrenamiento del futuro abogado o político. Su formación se completaba
en el foro, donde tenía ocasión de escuchar directamente los discursos de los mejores oradores.
La retórica y la oratoria
La retórica convierte a la oratoria en un arte bien reglado, cuyos principios son:
1-. Para la elaboración de buenos discursos es indispensable el conocimiento de los recursos
oratorios, que se estudian en las diferentes partes de la retórica:
Inventio: trata sobre el contenido de las ideas y de las argumentaciones
Ordo o Dispositio: estudia la disposición u ordenación de las ideas en el discurso
Elocutio: expresión lingüística del discurso. Elección y colocación de las palabras, ritmo
y utilización de las figuras retóricas.
Memoria: proponía pautas para memorizar
Pronuntiatio o declamatio: desarrollaba técnicas para la declamación
Escuelas retóricas
Se distinguen tres escuelas, que proponen distintos modelos de elocuencia, tomados todos
del mundo griego.
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Escuela neo-ática. Tenía como modelo el estilo de los escritores de la época clásica ateniense.
Propugnaba un tipo de oratoria espontánea, carente de artificio y de excesivos adornos
Escuela asiánica. Sigue el estilo de la oratoria griega que se desarrollaba en las escuelas de
Asia. Se caracteriza por su tono brillante, exuberante y florido.
La escuela rodia. En esta escuela se educó Cicerón, el mayor representante de la oratoria
romana. A partir del siglo II a.C. Rodas se convirtió en el mayor centro de cultura del
Mediterráneo oriental. Proponía un estilo próximo al asianismo aunque más moderado.
La oratoria antes de Cicerón
Aunque tenemos noticias de Apio Claudio el Ciego (supra), el primer orador del que
tenemos noticias concretas y fragmentos es Catón el Censor (234/149 a.C). Este orador era
defensor a ultranza de las costumbres romanas frente a la influencia helénica. En el extremo
opuesto a la figura de Catón se sitúa el llamado Círculo de Escipión, cuyos oradores, de profunda
cultura, influyeron notablemente en la penetración de la cultura helénica en Roma.
Cicerón (106-43 a.C)
Figura y personalidad compleja y polifacética: estadista, orador, retórico y filósofo (sabio, en una
palabra). Intentó superar los antagonismos entre lo griego y lo romano que habían dividido a los
hombres de letras del siglo anterior (enfrentamientos entre el Círculo de los Escipiones y Catón el
Censor). Buen conocedor y admirador de la cultura griega, pero profundamente romano en sus
sentimientos, recoge las ideas del helenismo y las adapta y adecúa a la tradición romana.
Cicerón perteneció a una familia de agricultores de Arpino (Lacio meridional). Este origen
campesino explica su conservadurismo en cuestiones de tradiciones y del respeto a las costumbres
tradicionales (mos maiorum), que era mucho más vivo en las áreas campesinas que en Roma.
Asimismo, al no ser de familia patricia, Cicerón, que tuvo una brillante carrera política, tuvo que
enfrentarse a la resistencia de las familias patricias que se oponían a que alguien ajeno a su clase
ocupase las altas magistraturas romanas. Siendo un homo novus, ocupó todas las magistraturas
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del cursus honorum, llegando al consulado, la más alta magistratura, lo que le garantizaba un
puesto en el senado. Cicerón estaba orgulloso de haber ascendido del ordo ecuestre al ordo
senatorial, y haberse convertido en el año 63 a.C en cónsul de la república, a la que había salvado
en varias ocasiones pero la que más recordamos es su contribución a abortar la conjuración de
Catilina. Este joven sobre el que Salustio y Cicerón han dejado páginas memorables, enojado,
airado y despechado por no haber ganado el consulado en contienda con Cicerón quiso buscar el
atajo del “golpe de estado”. Cicerón hizo ejecutar a los conjurados. Se escapó Catilina a quien
las tropas consulares derribaron en la batalla de Pistoya en el año 62, muriendo en ese combate el
propio cabecilla de la conjuración. Rodaban cabezas, como rodó la de Julio César en el año 44 y
rodó la del propio Cicerón en el año 43.
El momento más difícil en la vida política de Cicerón comienza con la formación del triunvirato
entre César, Pompeyo y Craso. Cuando las inevitables tensiones entre las dos personalidades
fuertes del triunvirato, César y Pompeyo, desembocaron en la Guerra Civil, Cicerón tomó partido
por Pompeyo (49 a.C.). Después de la derrota de Pompeyo, buscó la “concordia ordinum” y tras
un encuentro con César en el año 47 se reconcilió con él y se retiró de la política, limitándose a
ejercer como abogado en procesos civiles y algunos políticos.
La muerte de César (44 a.C.) lo devuelve a la vida pública en un intento inútil por restaurar la
República; entendiendo que el mayor obstáculo para sus intenciones era Marco Antonio. Contra
éste, el más destacado de los miembros del segundo triunvirato, pronunció sus famosas Filípicas,
que consiguieron que declararan a Marco Antonio enemigo público. Este fue su final, pues
Octaviano, el futuro Augusto, elegido cónsul, dio el perdón a Marco Antonio y se incluyó a
Cicerón en la lista de los proscritos a los que se condenaba a muerte. El 7 de diciembre del 43,
fue asesinado por un pelotón de soldados de Antonio, a los que no ofreció resistencia.
Actividad oratoria de Cicerón
Pronunció al menos 106 discursos, de los que nos han llegado 58. Sus discursos se pueden dividir
en dos grupos atendiendo a su finalidad y las circunstancias en las que los pronunciaba:
• Discursos judiciales: discursos de defensa o de acusación ante los tribunales.
• Discursos políticos: pronunciados ante el senado.
Su primer gran éxito en el campo de la oratoria son los discursos conocidos como las Verrinas en
las que Cicerón realiza un alegato contra las habituales prácticas extorsionadoras de los
magistrados en las provincias. Los sicilianos le habían pedido a Cicerón que los representara en la
causa contra su ex-gobernador Verres, al que acusaban de gravísimos delitos de extorsión y
corrupción.
Las Catilinarias pronunciados por Cicerón durante su consulado, son un conjunto de cuatro
discursos contra Catilina, que derrotado en las elecciones al consulado por segunda vez, planeaba
la toma violenta del poder. El conjunto de los cuatro discursos contra Catilina constituyen por su
estudiada brevedad y contundencia la cima de la oratoria ciceroniana.
Las Filípicas, discursos así llamados en homenaje a los que pronunciara Demóstenes contra Filipo
de Macedonia, son la última muestra de la elocuencia ciceroniana antes de su muerte.
Otras obras de Cicerón
Escribió tratados de retórica, el más famoso, escrito en forma de diálogos, es De Oratore.
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Brutus. En este tratado traza una completísima historia de la elocuencia en Roma, que culmina
con él mismo. Orator expone el perfil del orador ideal a modo de autorretrato
Valoración literaria
El latín de Cicerón representa el punto culminante de la prosa latina; en este aspecto sólo su
contemporáneo Julio César se le puede comparar. La coincidencia de ambos genios hace del siglo
I a.C. la época clásica de la prosa latina.
Su estilo oratorio era el de la llamada Escuela de Rodas, que se movía en un punto intermedio
entre el asianismo y el aticismo. En sus tratados retóricos censura el aticismo por su estilo árido e
inerte y por su excesiva rigidez.
Desde la Edad Media hasta el siglo XIX, la influencia de Cicerón sobre la literatura y el
pensamiento occidental fue muy profunda. Se considera digan de admiración la “humanitas”
ciceroniana, esa perfecta unión del hombre de acción y del hombre de pensamiento a que
frecuentemente nos hemos referido.
Retórica y oratoria en el siglo I d.C
La evolución de la elocuencia durante el siglo I d.C. está relacionada con la situación política. La
oratoria había tenido un papel protagonista en el último y agitado siglo de la República; el
ambiente de libertad y de confrontación política había llevado a la oratoria a su máximo
esplendor. La aparición con el principado de Augusto de una forma de estado monárquica, en la
que la confrontación de ideas en el foro no tenía cabida, supone su práctica desaparición. Pero,
aunque decaiga el ejercicio libre de la palabra en los tribunales y en el foro, la elocuencia se
mantiene como un instrumento educativo, refugiándose en las escuelas de retórica. La retórica se
convierte en la pieza clave del sistema educativo y a través de él impregna todas las formas de la
literatura de esta época, que tienen como rasgos característicos un tono declamatorio, colorista y
sentencioso.
Una figura representativa de esta época es Séneca el Retórico, apodado así para distinguirlo de su
hijo Séneca el Filósofo. Era un admirador apasionado de Cicerón, pues veía en el orador el
símbolo de los mejores tiempos de Roma. Su obra, bajo el título de Controversiae y Suasoriae,
recoge ejemplos de elocuencia que datan de la época de Cicerón y que Séneca había recuperado,
valiéndose de su memoria prodigiosa, de sus maestros, por lo que tienen un valor inestimable
como fuente para la historia de la elocuencia romana.
En los prefacios de las Controversiae Séneca comienza una reflexión sobre la decadencia de la
elocuencia, que después continuarán Tácito y Quintiliano. El análisis de las causas de la
decadencia difiere en los distintos autores. Séneca aduce como causa principal la corrupción de
las costumbres; Quintiliano la relaciona con la decadencia y los defectos de los maestros de
retórica; Tácito relaciona la decadencia con la falta de libertad, que tiene como consecuencia la
ausencia de grandes proyectos e ideas; su conclusión es que la decadencia de la elocuencia era
inevitable, al estar estrechamente vinculada a las instituciones republicanas que habían dejado de
existir.
Quintiliano: la reacción clasicista
Nació en Hispania, en Calagurris (La Rioja) c. 35. Su padre, hombre de alta educación envió a su
hijo a estudiar a Roma durante el principado de Nerón. En Roma siguió las enseñanzas del orador
Afer, que era un orador más cercano al magisterio de Cicerón que otros oradores de la época.
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Tras unos años en Roma, Quintiliano regresó a Hispania probablemente para practicar allí la
abogacía, aunque volvió a Roma en el año 68 como parte de la corte del emperador Galba, efímero
sucesor de Nerón. Después de la muerte de Galba, en el año 69, Quintiliano abrió una escuela de
retórica. También ejercía la oratoria en los foros judiciales. Se retiró de la enseñanza y del foro
en el año 88. Su buena situación económica le permitió dedicarse a la escritura de su obra magna
Institutio Oratoria. Murió en torno al año 100.
Autoridad oficial en la materia de retórica desde el siglo I d.C. pretendió restablecer en toda su
pureza los principios oratorios ciceronianos. Quintiliano intenta cortar la decadencia del arte
oratorio con su análisis Sobre las causas de la decadencia de la oratoria, obra que no ha llegado
hasta nosotros. También lo intenta el anónimo autor de Sobre lo sublime y Tácito con su Diálogo
sobre los oradores. Quintiliano, maestro de pedagogos, trata de recuperar el buen gusto y el
valor formativo de la Retórica. Sus doce libros de Institutio oratoria, además de ser un magnífico
manual didáctico, son la obra más detallada de Retórica de todos los tiempos. En ella intenta
devolver al oficio de orador un fundamento ético, tal como lo había propugnado Cicerón.
En los tiempos de Quintiliano, los emperadores bajo cuyo mandato vivió, entre los cuales destacan
por su dureza e irracionalidad Nerón, Calígula y Domiciano, no era fácil encontrar oradores del
calibre de Cicerón, pues su tipo de oratoria precisaba un ambiente de libertad para desarrollarse.
Adoptar posiciones críticas era muy peligroso en los tiempos que corrían. La oratoria casi había
quedado circunscrita a los foros judiciales. Hacer discursos políticos era simple y llanamente una
temeridad. Además, y como consecuencia lógica de la falta de sustancia que es consecuencia de
la falta de libertad, la oratoria se había convertido en un arte en el que preponderaba lo externo, el
ornamento con detrimento de la claridad y la precisión. La obra de Quintiliano quiso ser una
reacción contra estas formas oratorias y tomó para ello como modelo a Cicerón.
Es también muy importante la parte del Institutio que trata sobre la educación. Hace hincapié en
la importancia que tienen los cuidadores del niño, que deben hablar bien y tener sabiduría. Tanto
los padres como los maestros deben ser y estar bien educados. Muchos de los temas tratados por
Quintiliano están vigentes hoy en día, entre otros, la forma en que se puede enseñar de forma
placentera. Destaca que el profesor debe tener pocos estudiantes y que su trabajo ha de ser más
que un ejemplo de "deber cumplido" sino una "obra de amor". Pero su afirmación más importante
es que el futuro orador debe tener ante todo una profundo y elevado sentido de la moral. Para
Quintiliano solamente una persona virtuosa puede ser un buen orador. Esto era probablemente
una reacción a los tiempos de baja moralidad en los que vivía Quintiliano.
Influencia de Quintiliano
Ha sido grande su influencia. Lo conoció Marcial y también su pupilo Plinio y Juvenal. Durante
los siglos III y V su influencia se dejó notar en San Agustín, en San Jerónimo, cuyas ideas sobre la
educación muestran la influencia del retórico. Durante la Edad Media sufrió una suerte de olvido,
pero el Renacimiento lo rescató. El poeta Petrarca lo recordó en una de sus cartas y fue para
muchos la inspiración para una nueva filosofía humanística de la educación. Lutero lo contaba
entre sus lecturas favoritas.
También se le lee en la actualidad. Es una fuente muy importante para todos los estudiosos de las
figuras retóricas del lenguaje. Obras como las de Derrida que tratan sobre la imposibilidad de la
lengua de expresar la verdad no podrían haber sido escritas sin el magisterio de Quintiliano.
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