Creadores de escasez: del bienestar al miedo

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CREADORES DE ESCASEZ:
del bienestar al miedo
David Anisi
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A la memoria de Antonio Herrezuelo, vecino de Toro, que un
21 de Mayo fue quemado vivo por decir no.
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INDICE
Parte I. LA CRISIS DEL ESTADO DE BIENESTAR
Cp.1 LA GENESIS DEL ESTADO DE BIENESTAR Cp.2 EL DESARROLLO
DEL ESTADO DE
BIENESTAR
Y
SU
FRACASO
Parte II.LA GESTION DE LA CRISIS
Cp.3 LOS AÑOS OCHENTA
Cp.4 HOY Y AHORA
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Tuve la fortuna de encontrar a D.F. el 6 de Marzo de 1981,
a primeras horas de la mañana, en uno de los locales del Centro
Comercial La Vaguada en Madrid.
Desde entonces estamos juntos.
Anduvimos meses y meses por la blanca Argel, vimos la
pobreza y la riqueza de México, visitamos Cuba, comprobamos en
Túnez las secuelas de la revuelta del pan, fuimos comerciantes
en Estambul y místicos en Capadocia, recorrimos en tren todo
aquello que fue la URSS, olimos Benarés y observamos el trabajo
de los blanqueadores de ropa de Karachi, encendimos incienso en
Nepal, pedaleamos en bicicleta por Pekín...
Y vivimos en España, primero muchos años en Madrid, y ya
llevamos unos cuantos en Salamanca.
Varias veces he hecho que D:F: lea El Principito, pero no
reacciona. Sigo sin saber cual es su origen, pero cada día que
pasa me importa menos.
Una noche estábamos silenciosos mirando las estrellas del
Camino de Santiago en Rabanal cuando D.F., de forma un tanto
brusca me preguntó: "¿Por qué creáis escasez?".
No supe que contestar. Y cuando quise indagar sobre el
sentido de su pregunta ya se había dormido.
Nunca volví a hablar con él de ese asunto. Aparentemente
incluso olvidó que hubiese estado nunca interesado por ello.
Pero, acostumbrado como estoy a su intranquilizante
intuición, no he dejado de interrogarme sobre su pregunta. En
estas
páginas
se
encuentran
algunas
de
las
limitadas
respuestas. Y he aquí también la justificación del título.
Salamanca, Enero de 1995
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Parte I. LA CRISIS DEL ESTADO DE BIENESTAR
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Cp.1. LA GENESIS DEL ESTADO DE BIENESTAR
El paso del tiempo
Debo comenzar recordándome a mi mismo, y también a ti
lector occidental, que en el caso de que el que lea estas
páginas tenga alrededor de veinte años su memoria personal sólo
podrá referirse a tiempos de crisis.
Ese lector estará acostumbrado a convivir con el
desempleo, con la marginación y la pobreza. Un trabajo fijo
será para él una meta imposible, y probablemente ya habrá
trabajado por cuenta ajena sin ningún tipo de contrato legal.
Sabrá que conseguir una vivienda es algo que de momento no
puede plantearse, y no se extrañará cuando vea cómo se
privatiza la educación y la sanidad. Estará tan acostumbrado a
los "vigilantes jurados" que no verá en ellos la privatización,
también, de parte de lo que fue un importante servicio público.
No se escandalizará cuando se hable de "flexibilizar el
mercado
de
trabajo",
puesto
que
él
ya
se
encuentra
suficientemente "flexibilizado" desde que tiene uso de razón. Y
cuando oiga hablar de los problemas de las pensiones de
jubilación le parecerá simplemente que el tema no va con él.
----Voy a tratar de contar aquí, a ese lector que las cosas no
fueron así siempre. Que, como saben aquellos otros lectores que
estén en los cuarenta, hubo una época en la que no se tenía
miedo al paro ni miedo tampoco a no cobrar en su momento la
jubilación, ni a que los hijos no tuvieran acceso a la
educación o a la sanidad.
Y trataré de explicar también que esa época de bienestar y
crecimiento vino precedida de dolor y sangre, como bien
recordarán los lectores que estén en los sesenta, y que tales
épocas fueron a su vez anunciadas por las convulsiones
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sociales, también sangrientas - y todavía de ello tendrán
memoria aquellos lectores que estén en los ochenta - de las
primeras décadas de nuestro tremendo Siglo XX.
Jerarquía, mercado, valores
Quizá hoy en día sea la palabra "mercado" una de las más
frecuentemente utilizadas en relación con la organización
social y sus problemas. Parece que el mercado sea el ídolo de
nuestros tiempos.
A los jóvenes se les dice que "tienen que competir en el
mercado", la falta de "un mercado transparente" es el
diagnóstico que se ofrece para una larga colección de
conflictos, en las Constituciones de diversos países se hace
referencia a una "economía de mercado" describiendo con ello el
orden económico que se supone aceptado, el desempleo parece
poder combatirse con una adecuada "flexibilización del mercado
de trabajo", se habla del "mercado de las comunicaciones", y
así sucesivamente.
También es verdad que nadie suele referirse, (¿todavía?),
al "mercado de la Justicia", o al "mercado del Gobierno", o al
"mercado
de
la
Iglesia",
o
al
"mercado
del
Ejército"...pudiéndose llegar a pensar que sólo aquellas
instituciones que escribimos con mayúsculas se libran, (¿de
momento?), de su vinculación a algún tipo de mercado.
Se que todo esto a nuestro lector de veinte años le parece
normal, puesto que sus sueños, querencias y descubrimientos
personales han coexistido desde siempre con el ruido creciente
de los "mercados de todo" y quizá se sorprenda cuando sepa que
hubo épocas, conocidas por todos los lectores mayores, en las
que "el mercado" era simplemente aquel sitio donde se iba a
hacer la compra.
El "mercado" parece que casi todo lo ocupa. ¿Será verdad
que es tan importante en nuestras vidas?
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----Consideremos el uso de nuestro tiempo para la realización
de determinadas actividades. Diremos que el mercado dirige
nuestro tiempo cuando atendiendo a su lenguaje modifiquemos la
asignación de nuestro tiempo entre las distintas actividades
que realicemos.
El lenguaje del mercado es el sistema de precios. El
mercado utiliza los precios para indicar el uso que debe darse
al tiempo.
Contemplemos la vida ordenada de un artesano de los que
ponen un tenderete de adornos de cuero, pulseras y pasadores,
en un mercadillo. Si a la gente le da por volverse loca con los
pasadores y despreciar las pulseras nuestro artesano podrá
elevar el precio de los pasadores y reducir el de las pulseras.
Pero hará algo más que eso. Si antes dedicaba la mitad del
tiempo de trabajo a la fabricación de pasadores y la otra mitad
a la de pulseras reasignará su tiempo dedicando más ahora a la
elaboración de pasadores y menos a la de pulseras.
E incluso, si la pasión por los pasadores se acentúa y la
gente está dispuesta a pagar precios elevadísimos por ellos,
nuestro artesano probablemente dejará otras actividades,
reducirá sus horas de descanso, comerá mas rápidamente y verá
menos a sus amigos, aprovechando la situación que puede ser
pasajera.
El mercado influye sobre su vida.
----Pero está claro que la asignación de la totalidad de
nuestro
tiempo
no
depende
exclusivamente
de
lo
que
interpretemos del sistema de precios.
La actividad que realizamos durante la jornada de trabajo
por cuenta ajena en una empresa está
alejada del sistema de
precios. La asignación de nuestro tiempo viene regulada por las
órdenes que nos den, o los reglamentos que haya que cumplir, o
por las rutinas establecidas que hay que realizar.
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Otra cosa muy distinta es que la finalidad del conjunto de
la empresa puede quedar afectada por el sistema de precios, o
que la motivación por la que aceptamos la disciplina del
trabajo sea fundamentalmente salarial.
Nuestra actividad concreta como trabajadores por cuenta
ajena viene determinada fundamentalmente no por un Mercado y su
sistema de precios, sino por una Jerarquía, o su sistema de
órdenes.
De la misma forma que poco importan los precios ni las
órdenes en nuestras relaciones con familiares y amigos, en
nuestra participación en organizaciones y asociaciones de todo
tipo, en nuestra práctica de lo religioso o espiritual. Si
alguien desea modificar nuestra asignación del tiempo en esos
campos no recurrirá a un sistema de precios ni a una
reglamentación
jerárquica,
sino
a
la
utilización
de
persuasiones valorativas.
Nuestra actividad como individuos queda regulada por una
combinación de precios, órdenes y persuasiones; queda regulada
por una combinación de Jerarquía, Mercado y Valores.
-----Una cosa es la regulación de nuestro tiempo dentro de una
organización y otra, desde luego, nuestra motivación para
integrarnos en esa organización.
Decíamos que dentro de una empresa nuestra actividad venía
determinada fundamentalmente por las órdenes que aceptábamos de
una jerarquía, aunque nuestra motivación para entrar en esa
empresa fuera el salario que recibimos.
Como también podemos aceptar la pertenencia a una
organización como la Cruz Roja por una motivación valorativa
aunque una vez dentro nuestra actividad se vuelva a regular de
una manera jerárquica.
O bien es la propia jerarquía la que nos obliga a
pertenecer - caso del Servicio Militar Obligatorio - a una
organización donde también nuestra actividad quedará regulada
por órdenes.
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Las motivaciones que llevan a los individuos a incluirse
en una organización resultan también una mezcla de jerarquía,
mercado y valores. La actividad que realizan los individuos en
eses organizaciones queda delimitada por otro conjunto de
jerarquía mercado y valores que no tiene por qué coincidir con
el conjunto existente detrás de la motivación.
----Y, por último debemos referirnos a la finalidad de las
organizaciones. Un administrativo de la UNESCO trabajará en esa
organización, que tiene una finalidad valorativa, por una
motivación de mercado y su actividad quedará jerárquicamente
regulada.1
Los hijos que ayudan a los padres en una empresa familiar
con una finalidad de mercado, tendrán una actividad regulada
por
un
sistema
jerárquico y probablemente su
motivación
se
basará fundamentalmente en cuestiones valorativas.
La finalidad de una organización, la motivación de los
individuos que ella se integran y la regulación de la actividad
de esos individuos pueden pertenecer a sistemas diversos y
contener elementos fundamentales, y la mayor parte de las veces
combinados, de Jerarquía, Mercado y Valores.
Y es precisamente esa combinación de sistemas la que logra
articular de una forma estable a las sociedades. Nada bueno
puede esperarse de una sociedad que regule jerárquicamente los
adornos que deben lucir las muchachas en primavera, que confíe
al mercado el cuidado de los más débiles y que aplique la ética
a la determinación óptima del tamaño de los pepinos.
Como también resultará un fracaso todo tipo de sociedad
que use de forma totalizadora y excluyente el sistema
jerárquico, o el de mercado, o el conjunto valorativo, para
resolver sus problemas y conflictos.
La mezcla de los sistemas está siempre presente en
cualquier sociedad que no sea un caos. Como también esa mezcla
está presente en la finalidad, la motivación o la actividad.
Una
cosa
es
que
una
empresa
tenga
una
actividad
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fundamentalmente de mercado, y digo "fundamentalmente" puesto
que sin esa finalidad la empresa dejaría de ser lo que es, y
otra muy distinta que sólo tenga una finalidad de mercado. La
empresa regula su propia actividad atendiendo al sistema de
precios, pero también atenderá a otras cuestiones valorativas seguridad, imagen,... - como también tratará de ajustarse, y en
la medida de lo posible transformar, al entramado jerárquico en
el que se desenvuelve.
En esa empresa la motivación de los individuos para
integrarse en ella podrá ser fundamentalmente de mercado,
puesto que exigirán un salario por ello, pero también
aparecerán motivaciones valorativas - como el prestigio que
puede conceder la pertenencia a una determinada empresa - e
incluso jerárquicas.
Como también en esa empresa, aunque la actividad de los
individuos venga regulada fundamentalmente mediante un sistema
de órdenes, no faltarán ni elementos valorativos - creencia en
el propio trabajo -ni de mercado.
----Los cambios sociales, independientemente de cómo se
originen, siempre significan una alteración de ese retículo de
persuasiones, precios y órdenes que cubren, configuran y
relacionan a las organizaciones.
El desempleo, la marginación, la inflación, la pobreza son
resultado de una mezcla concreta de Jerarquía, de Mercado y de
Valores. Esto es, es el resultado de una forma temporal
concreta en la que se ejerce el poder2.
Porque
valorativas
los precios,
actúan sobre
las órdenes y las persuasiones
la actividad de los individuos
utilizando su tiempo en una dirección concreta.
Si nuestro artesano dedicó parte de su tiempo a la
confección de una pulsera, cualquiera de nosotros puede
apropiarse de ese tiempo si es capaz de usar la Jerarquía, el
Mercado y los Valores de la manera correcta.
Podemos, desde luego, utilizar el sistema de precios y
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"comprar" la pulsera. Podemos también conseguirla con amenazas.
Y también es posible que a base de persuasión consigamos que el
artesano nos la regale.
Organizaciones e individuos ejercen su poder sobre
organizaciones e individuos utilizando órdenes, precios y
persuasiones.
Y la distribución de los poderes no es igualitaria.
Si yo me dirigiera a aquellos que habitualmente me rodean,
y señalando a una parte concreta del Tormes dijera: "¡Quiero
aquí un puente!" empezarían a dudar de mi salud mental. Creo
probable que si el lector hace esa misma prueba con su río más
próximo la reacción de la gente será similar, y desde luego el
puente no se construirá. Pero si Tiberio Cesar hubiese dicho lo
mismo lo habrían construido esa misma noche. Nuestro poder y el
de Tiberio es notablemente distinto.
Todos partimos de una igualdad básica. Independientemente
de nuestras coordenadas sociales el día tiene 24 horas para
todos. Técnicamente el tiempo es algo improducible. Sólo el
ejercicio del poder, al apropiarnos de tiempo de los demás,
puede acrecentarlo. El poder se mide como la relación entre el
tiempo obtenido de los demás y el tiempo necesario para
conseguir esa movilización.
Organizaciones e individuos compiten entre si por el
poder. Es sencillo de comprender que los ricos traten de
extender el mercado, los jerarcas traten de extender la
jerarquía y los venerables traten de extender su sistema de
valores.
Podemos imaginarnos una secuencia en esa lucha de poderes:
la génesis de uno de los sistemas, su extensión y su
consolidación.
El mercado como organización de poder se gesta a costa del
poder que logra arrebatar a las organizaciones jerárquicas y
valorativas que compiten contra él. En su extensión tratará de
acabar con las organizaciones rivales combatiendo cualquier
tipo de organización jerárquica o valorativa rival, tratando de
que "todo sea mercado". Y en su consolidación, y dado que un
sistema sólo es estable cuando se da una mezcla armoniosa,
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fomentará organizaciones jerárquicas que le complementen y
sistemas de valores que le apoyen.
En mi opinión la creación y crisis del Estado de Bienestar
deben interpretarse en este contexto de génesis, expansión y
consolidación del mercado como institución de poder.
El auge del mercado
Aprendimos muy pequeños que, en Occidente, la llamada
Edad Media terminaba con el Descubrimiento de América, y que
este hecho iniciaba la Edad Moderna, que tendría a su vez su
final en la Revolución Francesa.
Trataré de explicar cómo mi propia reflexión me lleva a
aceptar ese período, al que nos referimos casi coloquialmente
como "la Edad Moderna", como algo definido, concreto y
sustantivo: aquellos años en los que el Mercado se consolidó
como institución de poder.
A grandes rasgos podíamos decir que el papel representado
por el Mercado dentro del orden medieval era marginal. La
organización económica se asentaba sobre un sistema jerárquico
feudal y un retículo de valores con un fuerte peso de la
Tradición y de las influencias de la Iglesia Católica.
La solución al problema económico básico del "¿qué se
producía?, ¿cómo se producía? y ¿para quién se producía?" se
ofrecía recurriendo fundamentalmente a lo jerárquico y a lo
valorativo.
----La conquista de América supuso el final del orden medieval
y el comienzo del nuevo. En las tierras conquistadas, muy
distantes de los centros de poder europeos y con las
comunicaciones de la época, las órdenes perdían parte de su
poder por el enorme lapso temporal entre su emisión, su
recepción y su cumplimiento. Y ese lapso se incrementaba aún
más en el caso de la represalia o el castigo si tales ordenes
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fueran incumplidas. Así,
los
antiguos
centros
de
poder
jerárquicos tuvieron que delegar su fuerza, ceder parte de
ella, para poder instalar en los nuevos territorios sistemas
subordinados.
El sistema valorativo quedó también profundamente alterado
en los Nuevos Territorios. Poco tenía que decir Tradición y
Costumbre respecto a problemas y situaciones absolutamente
novedosas. La presión social dejaba de funcionar como un
elemento de control social en las nuevas tierras y la Iglesia
Católica, análogamente que los Estados, tuvo que instalar allí
mismo sistemas delegados.
Pero si importante resultaba el resquebrajamiento de las
instituciones de poder en el Nuevo Mundo no menos relevancia
tuvo el "Descubrimiento" en el Viejo Mundo. Si las órdenes, en
cualquiera de sus formas, es el medio utilizado por el sistema
jerárquico para regular la actividad de los individuos, y las
persuasiones, también en cualquiera de sus formas,es el medio
propio del sistema de valores, los precios son los elementos
básicos del mercado. El poder jerárquico se sustenta en la
autoridad y en última instancia en la fuerza, el poder
valorativo se sustenta en el respeto y en última instancia en
la convicción, y el poder de mercado se sustenta en la
capacidad de compra y en última instancia en el dinero.
El dinero puede ser de varios tipos y tan acostumbrados
estamos en nuestros tiempos a usar dinero jerárquico que casi
no reparamos en su esencia3. Un billete de mil pesetas es dinero
jerárquico puesto que su respaldo es la obligación de su
aceptación en España para pagar deudas. No hay oro ni plata
detrás de ese papel. De hecho ni siquiera hay "pesetas". En el
billete puede leerse: El Banco de España pagará al portador mil
pesetas, pero si uno se convierte en portador de ese billete y
acude al Banco de España con él sólo conseguirá que le
entreguen otro billete de mil pesetas. Y tendrá que hacerlo así
puesto que es obligación legal su aceptación para cancelar
deudas.
El dinero jerárquico no es propiamente dicho dinero de
mercado. No se acepta por lo que en si mismo es, sino por la
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jerarquía impuesta que así lo obliga. Consecuentemente solo
tendrán validez en el espacio físico al que llegue la fuerza de
esa jerarquía que lo respalda.
Pero el oro, la plata, los metales preciosos tienen un
poder de mercado independiente de cualquier jerarquía o de
cualquier tradición.
Y ese dinero de mercado, movilizador del tiempo de los
demás a través del sistema de precios, comenzó a afluir en
cantidades impensables entonces desde el Nuevo Mundo hacia el
Viejo.
El comienzo de la extensión del mercado como poder
competitivo con la Jerarquía y los Valores, pudo tener su
origen en esa afluencia de metales preciosos. Luego tuvo que,
para asentarse, combatir al viejo orden jerárquico y a los
valores de la época. Y se consolidó cuando logró una estructura
jerárquica transformada adecuada a sus propósitos y un sistema
de valores que le complementara. Y para esto último deberemos
tener que esperar hasta el Siglo de las Luces, la Revolución
Francesa.
A lo largo de su lucha por la conquista del poder el
mercado, en toda la Edad Moderna, eliminó las formas opresivas
feudales y el oscurantismo religioso. Y en tanto que la
Libertad no es otra cosa que la ausencia de miedo, al eliminar
miedos instauraba libertades.
Pero no todo era opresión y oscurantismo. Las relaciones
feudales eran implacables con el infractor, y buena parte del
tiempo de los vasallos, en todas sus formas, se utilizaba para
atender los deseos o imposiciones del señor respectivo. Pero
este señor les protegía realmente de cualquier otra violencia
que no procediera de el mismo.
Ese pacto de "yo me someto, tu me proteges" persiste, como
un viejo aroma, en la base de los sistemas actuales
occidentales. El poder, el Estado después, es siempre en alguna
medida responsable del bienestar de los individuos.
En ese sistema medieval, al que el mercado quiere
eliminar, se dictan leyes que causan dolor y muerte, pero
también otras que regulan el precio de los cereales, las tasas
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de alquileres, los intereses que pueden ser cobrados...
Ese sistema medieval está profundamente penetrado de
valores, creencias y tradiciones que no tienen naturaleza
mercantil. El mercado, en su competencia, tratará de acabar con
ellos. Y acabará con supersticiones y creencias paralizantes,
eliminará parte de los miedos, suscitará la reflexión
científica, pero también tendrá que transformar o eliminar los
valores de solidaridad, de respeto, de diversión, de juego...
No resulta extraño que sea precisamente en esta fase
inicial del desarrollo del mercado tras el descubrimiento de
América, cuando comiencen a manifestarse las opiniones de los
que
podemos
catalogar
como
economistas
primitivos:
los
escolásticos.
Casi ya en el Siglo XXI, en esta nuestra época tan
propagandísticamente dominada por la ideología del mercado, se
suele confundir la Economía con el Mercadismo y en consecuencia
se tiende a presentar a los Escolásticos como poco menos que
unos acientíficos ignorantes y preocupados con unos temas como
la "usura" o el "precio justo" que parecen mover a risa.
Allá los que tal piensen. Los escolásticos son un conjunto
de economistas4 que conocen que el mercado es sólo una de las
formas en las que enfrentarse con el problema económico, que se
percatan de la existencia del Principio Económico del
equilibrio entre los tres sistemas, y que, sobre todo, están
profundamente preocupados por lo que la extensión de un mercado
salvaje puede destrozar.
----Hay tres cosas que los sabios dicen del tiempo que siempre
me han impresionado. La primera es aquella de que "el pasado
está dado y no se puede cambiar, el futuro es incierto y no se
puede predecir".
La segunda es aquella que hace referencia a la segunda Ley
de la Termodinámica, integrando la primera, y que, en este
lenguaje que deseo coloquial, viene a decir que "la energía ni
se crea ni se destruye (1ª), pero siempre se degrada (2ª)".
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La primera me hizo aceptar para siempre que en nuestro
planeta, donde el pasado está dado y no se puede cambiar y el
futuro es incierto y no se puede predecir, incluso con el más
perfecto posible de los mercados - al que llamamos atomístico
en tales circunstancias - podría existir desempleo por más
flexible que fueran precios y salarios.5
Este convencimiento fue un regalo que alguien me ofreció y
con el que he podido resistirme, como buen escolástico que
intento ser en mis días, a toda la propaganda trivial sobre la
flexibilidad del mercado de trabajo que he tenido que soportar,
y a, lo que para mi resulta más importante, toda la maraña de
construcciones
académicas
que,
con
el
marchamo
de
lo
"científico" y publicadas en las más reputadas revistas y por
prestigiosas editoriales me han asediado sin éxito en los
últimos años.
La segunda, aquella de que "la energía ni se crea ni se
destruye, pero siempre se transforma", no solamente me ha
ayudado a entender lógicamente el tiempo, sino también
históricamente el mismo. La "degradación" nos hace solidarios
de las flores al marchitarse, de los ancianos encorvados y de
nuestro propio deterioro.
Esa "degradación", la Ley de la Entropía para los más
cultos, hace más relevante la lucha del ser humano contra el
caos
construyendo
orden.
Orden
que
será
necesariamente
transformado en degradación y en nuevos intentos de construir
orden. Lucha contra el tiempo que los lectores con más años
conocen y que los mas jóvenes intuyen.
Shiva danzante en su rueda de destrucción creadora de la
segunda ley, mientras Brahma mantiene la constancia de la
primera y Vishnu simboliza la dirección y el sentido de esa
energía que se crea, se degrada, pero que aún está a la espera
del descubrimiento de una tercera ley que nos indique hacia
donde.
----Y todavía no he hecho mención de aquella otra tercer cosa
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que los sabios decían sobre el tiempo y que me impresionaba. Se
trata del hecho, psicológico parece ser, de que en ese tiempo
en el que somos el "pasado se recuerda, pero el futuro se
imagina".
La frase tiene su enjundia. Pero debo reconocer que con la
imaginación, me he sorprendido a mi mismo recordando el futuro
y recreando el pasado a mi gusto.
Uno, tal vez de forma muy estricta y vigilante, puede,
disciplinariamente, recordar su propio pasado, pero no el
pasado más remoto. Ese pasado en el que no estábamos, y del que
sólo se pueden tener referencias por lo imaginado o por lo
escrito, que es simplemente otra forma de imaginar.
Así podemos imaginar a esas gente del "tenebroso
medioevo"6 tratando de hacer, porque no son tan distantes en el
tiempo cultural, cosas muy parecidas a las que tratamos de
hacer nosotros: intentar que nos quieran, lograr que nos
respeten, y buscar un sentido a nuestro leve paso por aquí.
Y además, en semejanza con nuestros más inmediatos
semejantes animales, evitando el dolor, buscando el placer,
sintiendo miedo, teniendo ira, padeciendo vergüenza y, tal vez
nuestra gran diferencia, pudiendo reírnos.
No eran distintos en aquellos tiempos los olores de las
cosas. Como tampoco lo eran las sensaciones del tacto o de la
vista. Y se oían otros sonidos, pero se oía igual. La dieta
alimenticia nos podría sorprender por la ausencia de patatas,
de café o de azúcar, pero lo que sentían al comer se parecería
a lo nuestro.
Gentes vivas, con el mismo derecho a todo que nosotros,
tejiendo sus ilusiones, frustraciones, dolores y logros, en un
sistema, esta vez si, muy distanciado del nuestro.
La mezcla de Jerarquía, Mercado y Valores es muy
diferente, al menos en nuestra imaginación, entre nosotros y
aquellos otros, tan próximos, habitantes del medioevo. Somos
sus descendientes. América
les
transformó
y
el
mercado
destruyó sus formas jerárquicas y valorativas. Se defendieron
de ese poder y, junto con todos los luchadores posteriores
frente a lo mismo, recibimos hoy su herencia.
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El nuevo intento del mercado en nuestro casi Siglo XXI de
acabar con nuestras formas jerárquicas, organizativas y
valorativas, hace que, tras cinco siglos, en mucho nos
parezcamos.
Quizá, eso espero, el Siglo XXVI pueda inaugurarse en este
planeta con un recuerdo respetuoso hacia todos aquellos que en
los siglos precedentes se rebelaron contra una jerarquía, unos
valores, o un mercado que sólo enmascaraban la explotación del
hombre por el hombre.
Transformaciones sociales
El
mercado
necesitaba
adecuar
las
instituciones
jerárquicas y el retículo valorativo a sus propias necesidades.
Y la historia del éxito en esa tarea es también la historia de
la Edad Moderna.
El Estado era un ente interventor y regulador de la producción
y la distribución.
El mercado sólo deseaba una institución jerárquica que
afirmara y garantizara el derecho a la propiedad, en cuanto que
el mercado necesita para su funcionamiento una definición clara
de la propiedad de las cosas que no puedan ser arrebatadas. Y
deseaba también que esa institución jerárquica garantizara la
libertad para intercambiar los derechos de propiedad de las
cosas entre los individuos.
Como nos recordó hace ya bastantes años un reciente Premio
Nobel de Economía7, es conveniente observar un mercado no tanto
como un algo en el que se intercambian objetos sino como un
algo donde se intercambian los derechos a la utilización de
esos objetos.
El intercambio de un melón por una gallina en un mercado
libre garantiza a los nuevos "propietarios" de ese melón o esa
gallina a hacer lo que les plazca con ellos: comérselos,
tirarlos, volverlos a cambiar, regalarlos...
La lucha de lo público contra lo privado es la mayor parte
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de las veces el intento de lo público de limitar los derechos
de utilización - la compra de una moto no da derecho al
propietario a utilizarla en un parque público, la compra de un
terreno no da derecho al propietario a convertirlo en terreno
urbanizable, la compra de una técnica no da derecho al
propietario a contaminar con ella al ambiente - y el intento de
lo privado por evitar esas limitaciones defendiendo la
"libertad" de uso.
Nuestra Edad Moderna se configuró, en primer lugar sobre
esa lucha de poderes del mercado frente a la jerarquía; pero
también sobre la lucha del mercado frente al retículo de
valores. Y en este último sentido la pugna se centró en la
bondad o maldad del egoísmo individual
----La generalización del mercado como sistema fundamental de
asignación y distribución de la sociedad supone que individuos,
instituciones y organizaciones toman sus decisiones y las
comunican a los demás utilizando el lenguaje de los precios.
En una sociedad equilibrada, donde el mercado ocupe una
posición complementaria y equilibrada junto a la jerarquía y el
sistema de valores, los individuos y organizaciones utilizarán
ese mercado con una finalidad generalmente distinta a la del
propio mercado. En el mercado se obtendrán adornos para
lucirlos, o alimentos para comer, o viviendas para habitarlas,
o libros para ser leídos.8
La generalización del mercado supone, por el contrario,
que la finalidad del mercado es el mercado mismo. Se compra
para ser vendido y se vende para comprar y ser vendido
posteriormente. Los bienes no se estiman por su valor de uso,
sino por su valor de cambio. La apreciación de un acto de
intercambio deja de pertenecer a la esfera valorativa para
integrarse en el dominio contable.9
Pero si la contabilidad sólo puede reflejar cuál es el
precio que se pagó y cuál el precio por el que vendió, la
posición moral ante un acto de compraventa sólo puede
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establecerse observando la diferencia de ambos precios.
Las posturas escolásticas insistían en que esa diferencia
debería o ser nula o lo menor posible. Pero ese mercado en
expansión, utilizado para generar más mercado como única
finalidad, sólo es consistente con una postura que busque en
todo momento la mayor diferencia posible.
La extensión del mercado supone la utilización del propio
mercado para generar más mercado. Y para ello es necesario que
los individuos participantes se guíen por el ánimo de lucro.
Pero ese ánimo de lucro no sólo era contrario a la
doctrina de la Iglesia Católica, sino que posiblemente tuviera
que imponerse sobre profundas convicciones personales y
sociales. El desprecio de sus convecinos y la amenaza de la
condenación eterna no configuraban precisamente un buen "clima
social" para el florecimiento de aquellos "amantes del lucro"
que necesitaba el mercado para su expansión.
La Reforma Protestante ya hizo bastante por ellos al
desvincular la riqueza de la condenación. Pero tuvieron
realmente que esperar hasta Smith para que los divulgadores de
éste extendieran la idea de que el egoísmo individual conducía
a un óptimo resultado social.
Aquellos "egoístas amantes del lucro" se habían convertido
en benefactores sociales. Y seguro que se quedaron satisfechos
con el cambio de mentalidad. Y eso que murieron quedándose sin
saber
que
posteriormente
serían
llamados
"empresarios
emprendedores",
"innovadores
tecnológicos",
"creadores
de
riqueza", e incluso en la época en que escribo esto y tu,
lector, lo lees, "creadores de puestos de trabajo". El paso de
ser considerado "egoísta" a ser valorado como "creador" no es
de ninguna manera pequeño.
La Reforma Protestante y la Contrarreforma Católica
modificaron profundamente el sistema de valores en el aspecto
religioso, mientras que de lo laico de encargaba el espíritu
del Renacimiento.
Quedaba un baluarte que tomar para que el mercado pudiera
extenderse de forma definitiva, y éste era el sistema
jerárquico encarnado en el propio Estado.
¡Error!Marcador no definido.
Y el final del Siglo XVIII y comienzos del XIX vio en
Europa y en América la Revolución tan ansiada.
Igualdad, Libertad y Fraternidad fue su lema. Pero la
burguesía y el pueblo veían cada uno a su manera el
enfrentamiento con el clero y la nobleza.
Aquellos que trataban de consolidar definitivamente el
mercado veían la Igualdad como un principio legal: la misma
justicia para todos.
Los otros la estimaban como el derecho a reír, vivir,
comer y gozar como lo hicieron clérigos y nobles, y como
también lo hacían los ricos. Si no se debe obedecer a alguien
por el mero hecho de que sea un notable de la Iglesia o un
noble, ¿por qué obedecer a alguien que meramente es rico?
Los partidarios del mercado consideraban la Libertad como
aquello que les capacitaba para poder intercambiarse los
derechos de propiedad de las cosas sin ningún tipo de
limitación o intromisión. Los otros veían la Libertad como el
derecho a hablar, a expresarse, a organizarse...
Los unos veían la Fraternidad como el resultado colectivo
de su buen hacer individual. Los otros veían en la Fraternidad
el final de la pobreza, la solidaridad, la cooperación...
Es lógico que unos y otros no se entendieran y todo
acabara en sangre. La de los otros fundamentalmente.
El Estado asistencial
Vuelven a decirnos, en esa historia que aprendimos de
niños, que la Edad Contemporánea se extiende desde la
Revolución Francesa hasta nuestros días. Y a primera vista
mucha extensión puede parecer esa.
Sin embargo, si contemplamos todos esos años como aquellos
de consolidación del mercado, el período parece bastante
coherente. Durante estos dos siglos, en Occidente, y en gran
medida en el resto del planeta, se plantea la lucha entre el
mercado como forma de poder y las otras alternativas.
Es la historia de una consolidación progresiva del mercado
¡Error!Marcador no definido.
y su lucha, bien con las organizaciones alternativas que
compiten con el mercado para ejercer el poder sobre los
individuos, bien con otras organizaciones de individuos
agrupados para escapar de ese mercado y de sus leyes.
Asociaciones religiosas, instituciones sin fines de lucro,
sindicatos, partidos políticos, gobiernos, parlamentos...son
organizaciones que de una forma u otra, con distinta amplitud
de miras, y con distintas finalidades proponen soluciones al
problema económico alternativas a las del mercado.
El Siglo XIX se inicia con un sistema de valores no
antagónico con el mercado y con un sistema jerárquico estatal
acomodado a las necesidades del mercado.
Pero, probablemente por las tecnologías de la época, el
mercado no regula directamente mediante los precios la
actividad de los individuos. Lo hace indirectamente a través
del sistema de precios la finalidad de un tipo de organización
específica: la empresa.
La actividad de los individuos dentro de la empresa queda
regulada
jerárquicamente
por
un
conjunto
de
órdenes,
reglamentos, tareas o rutinas. El sistema de precios afecta a
la finalidad de la empresa, quien claramente dirige su
producción hacia el mercado, y también afecta a la motivación
de los individuos para integrarse dentro de la empresa. Pues
esa empresa del Siglo XIX tiene un rasgo característico: es una
empresa capitalista.
Mercado no es sinónimo de capitalismo. Cierto es que en
nuestra historia la extensión y consolidación del mercado
coincidió con la extensión y consolidación de la empresa
capitalista. Pero quizá fuera sólo una coincidencia.
El mercado sirve para lo que sirve. Y hay problemas que no
puede solucionar. El mercado no tiende a satisfacer las
necesidades humanas, sino aquellas necesidades humanas que
están respaldadas con dinero. El mercado no puede proporcionar
bienes públicos, sino sólo privados. El mercado no puede
asegurar, en nuestro tiempo histórico en el que el pasado está
dado y no se puede cambiar y el futuro es incierto y no se
puede predecir, que todo lo ofrecido se demande.
¡Error!Marcador no definido.
Tales problemas son del mercado, no del capitalismo. Las
empresas podrían ser cooperativas, o propiedad del estado, la
motivación de los individuos para dedicar a ellas su tiempo
podría ser de cualquier índole, e incluso la actividad de los
individuos dentro de la empresa podría no ser fundamentalmente
jerárquica, pero mientras que la finalidad de esas empresas
fuera el mercado
subsistirían.
los
problemas
asociados
con
el
mercado
----Pero la empresa de nuestra Edad Contemporánea no sólo
tenía una finalidad de mercado sino que también era una empresa
capitalista.
El capital es simplemente un dinero con el que se compra
algo con la finalidad de obtener más dinero. Y la acumulación
capitalista es lo anterior sólo que continuado: dinero que
compra algo con lo que al ser vendido se obtiene más dinero con
el que comprar algo y obtener más dinero...
Confluye en el capital la necesidad de un mercado en el
que comprar y vender, y de ese ánimo de lucro por parte de sus
propietarios al que antes hemos hecho referencia. El capital
fue el motor de la expansión del mercado.
La empresa capitalista es simplemente un algo más que en
un momento determinado compra el capital para obtener más
dinero, vendiendo la empresa si fuera el camino más rentable
para acrecentar el capital, o utilizando la empresa para lo
mismo.
El capital compra o instala la empresa, es decir,
considera - aquí el papel del empresario-, que en este mundo
incierto una cierta idea de producir algo puede ser lucrativa.
Compra una tecnología incorporada a una maquinaria, compra
materias primas y fuerza de trabajo, y compra incluso a
directores o gerentes que se encargarán de llevar adelante la
tarea.
Poco debía importarle en 1840 a un picador de carbón que
su empresa fuese capitalista o perteneciente al Sacro Colegio.
¡Error!Marcador no definido.
Pero para nosotros, que tenemos que entender lo ocurrido, si
resulta relevante.
El capital es el motor de la expansión del mercado puesto
que debe usar a este para sus fines de acumulación. Pero además
el capital propone una distinción entre las riquezas. Un pobre
nunca puede ser capitalista, pero un rico puede no serlo.
Un rico, en dinero, puede utilizar éste y al mercado para
satisfacer sus deseos: construir mansiones, practicar la
beneficencia, organizar comilonas, o amasar el dinero en los
sótanos de sus propiedades.
Un avaro no es tampoco un capitalista. Capitalista es
quien utiliza su dinero con el fin de obtener más dinero. Y
afortunadamente para el progreso de la tecnología la empresa
industrial ofrecía las características requeridas para la
acumulación del capital.
----Y
luego
están
los
pobres.
Aquellos
sin
capital
para
acumular, sin posibilidades de comprar algo que vender y de
nuevo comprar algo que vender...Sin posibilidades de competir
artesanalmente en un mercado frente a unas tecnologías que
exigían, incorporadas en maquinaria, grandes cantidades de
dinero para poder comprarlas. Pudiendo sólo vender su capacidad
para trabajar, su fuerza de trabajo.
El capital posee la empresa y eso significa dos cosas: que
la propiedad de lo producido pertenece sólo al capital, y que
la finalidad de la empresa quedará en función exclusiva de los
deseos del capital.
No se trata, aunque aquellos lectores que hayan leído
algunos textos de economía se encontrarán en ellos con lo
contrario, de una empresa que contrata en igualdad de
condiciones "capital" y trabajo. El capital y el trabajo no son
dos "factores productivos" sin más que se utilicen de forma
conjunta. El "factor" capital posee la producción final, el
"factor" trabajo no. La finalidad de la empresa capitalista es
el mercado con el objetivo de maximizar los beneficios, no de
¡Error!Marcador no definido.
maximizar la masa salarial.
Ya dijimos que es el mercado y no el capitalismo quien no
puede enfrentarse con determinados problemas, pero el carácter
de la empresa capitalista, con las tecnologías de la época,
acentuaban algunos de esos problemas: particularmente los del
"factor" trabajo.
Una empresa cooperativa matiza la finalidad de mercado con
la estabilidad de sus miembros y suaviza la maximización del
beneficio con los salarios asignados a los participantes. La
empresa capitalista despedirá y contratará a su libre antojo
con la única limitación de las leyes que deba cumplir y tratará
de pagar el menor salario posible.
----Masas de individuos sin otra valía para el mercado que su
capacidad de trabajar se afanaban en conseguir "un trabajo"
remunerado miserablemente y en unas condiciones denigrantes.
Los excluidos del festín recordaban aquello de la
Libertad, la Igualdad y la Fraternidad, y comenzaron a tratar
de practicarlo comenzando por lo más elemental: combatiendo al
mercado con la organización.
Fraternidades, cofradías, restos de antiguos gremios,
sindicatos incipientes fueron los grandes enemigos del poder de
mercado. Ni siquiera trataban de competir por el poder de
mercado, sino simplemente de defenderse de éste. Pero fueron
combatidas a sangre y fuego con el apoyo de un poder jerárquico
en sintonía con el de mercado.
Es bueno el recuerdo. Y debemos recordar que hubo obreros
fusilados por reclamar un embrión de seguridad social; que los
sindicatos quedaban estrictamente prohibidos y que la muerte no
natural era frecuente para el que no se limitaba exclusivamente
a trabajar como un pobre animal, obediente y dócil.
Los grandes músicos componía obras inolvidables, la
ciencia avanzaba con pasos de gigante, se construían ciudades y
el espíritu de algunos andaba ciertamente libre. Pero cuánta
sangre y miseria y desesperación y el no entender para los más.
¡Error!Marcador no definido.
El mercado no tuvo sólo que enfrentarse a organizaciones
rivales, o mas que nada defensivas en este caso, sino que se
encontró
con
el
nacimiento
de
un
sistema
de
valores
cohesionado, potente y completamente antagónico: el marxismo.
Las organizaciones obreras comenzaron a impregnarse de una
ideología que superaba aquellos valores de libertad, igualdad y
fraternidad que las habían mínimamente cohesionado. El marxismo
ofrecía además una visión de la historia. De la historia
general para los más cultos y de la historia del sufrimiento
individual para los menos. Ofrecía una explicación del porqué y
ofrecía un hacia dónde convirtiéndolo además en algo necesario,
en un avatar.
El mercado capitalista se encontró, en el lenguaje que
entiende, con un serio problema de costes para el mantenimiento
de su supremacía. No se trataba simplemente de que las
organizaciones obreras elevaran los salarios y consiguieran
condiciones de trabajo que se reflejaban negativamente en la
contabilidad de los beneficios.
Era también que el sistema jerárquico definidor y
protector de la propiedad privada y de la santa libertad del
comercio necesitaba cada vez más medios materiales, dinero en
la visión del mercado, para mantener el logro en sus objetivos.
Dinero para la represión del movimiento creciente, dinero para
confidentes, dinero para armas, dinero para comprar la paz
social en la que el mercado, temeroso y pacífico, puede
desenvolverse.
"Nada tenéis que perder excepto vuestras cadenas" había
escrito junto con Federico Engels el señor Carlos Marx, y la
verdad es que aquella gente poco tenía que perder.
La miseria, la desesperación, el hambre no eran inventos
de los revolucionarios. Allí estaban como caldo de cultivo de
la insurrección.
La moral religiosa cristiana, católica y protestante,
junto con la herencia feudal de la responsabilidad del poderoso
frente a los sufrimientos del indigente, y el miedo del mercado
a lo que podía suceder confluyeron para instaurar una caridad
laica y general que fue la base del Estado Benefactor.
¡Error!Marcador no definido.
Por fin se volvía a admitir, tras el medioevo, que los
problemas mas atroces de pobreza y miseria no debían dejarse
sólo para que los solucionase la caridad privada.Lo jerárquico
podía instaurar nuevas "leyes de pobres".
El pacto keynesiano
Aunque para susto, el que se llevaron algunos en 1917. El
movimiento revolucionario había tomado el poder en las Rusias.
Los diez días que estremecieron al mundo fueron más que el
título del libro de John Reed. Lo estremecieron realmente. Y lo
siguieron estremeciendo hasta finales de los ochenta. No se
puede explicar el Estado de Bienestar sin 1917.
El movimiento comunista había demostrado en un lugar
extenso del mundo que era capaz de acabar con el sistema
capitalista y con el poder de mercado asociado. En la nueva
Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas el poder quedaba
germinalmente en manos de la organización jerárquica.
Y como cualquier organización de poder emergente se
aprestó a eliminar el poder rival: el poder de mercado y el
asociado al sistema de valores. Había que acabar con el mercado
y con las viejas creencias religiosas o laicas. Acabar con
ellos para volver a construir otro mercado y otro sistema de
valores congruente con el poder jerárquico de la organización
del Partido.
Aquello funcionó. Y funcionó sobre todo militarmente como
se comprobó en la segunda guerra mundial.
Tras el final de la guerra el poder occidental tuvo
necesariamente que reflexionar. El período entre guerras había
sido suficientemente revelador en cuanto a la distinta eficacia
de los sistemas económicos. El poder de mercado, en su forma
capitalista, había tenido un trance revelador en cuanto a su
eficacia como organizador social. Por si fuera poco con el
efecto demostración que para los trabajadores occidentales
podía suponer la emergente URSS, en 1928-32 la crisis económica
¡Error!Marcador no definido.
se generalizó demostrando que ese sistema no sólo era incapaz
de proporcionar bienestar a la mayoría, sino que además no
generaba empleo en la medida necesaria.
Ni tampoco, no lo olvidemos, beneficios seguros.
La experiencia soviética, y el nacionalsindicalismo
alemán, y el fascismo italiano proporcionaban un cierto nivel
de bienestar y aseguraban el pleno empleo a costa de las
libertades democráticas. Pero en Estados Unidos se había
probado un sistema similar en cuanto los logros pero que
resultaba compatible con el poder del mercado y con las
libertades políticas: el New Deal de Roosvelt.
Tras el final de la segunda guerra mundial la URSS,
potencia guerrera, había logrado la adscripción al comunismo de
media Europa.
Las poderosas organizaciones cívico-militares que habían
luchado eficazmente contra el fascismo y el nacismo y que
representaban el auténtico poder de la Europa liberada eran
básicamente comunistas. Y el país de las gentes numerosas,
China, comenzaba en 1949 su larga marcha, también comunista.
----Llamamos Pacto Keynesiano al acuerdo social implícito que
permitió la construcción en Occidente del Estado de Bienestar.10
De acuerdo con su diseño se permitiría el crecimiento de los
salarios reales y del tipo de beneficio, de la masa salarial
global y de los beneficios totales en un marco general de
seguridad, y sobre todo de pleno empleo, sin cuestionar las
libertades y afianzando, profundizando y extendiendo la
democracia. Y todo ello se haría reduciendo a lo más mínimo la
discusión distributiva y con estabilidad del peso relativo del
sector público en la economía.
En nuestros días esto se consideraría una especie de carta
a los Reyes Magos e inmediatamente algún sabio nos hablaría
sobre la imposibilidad de lograr conjuntamente esos objetivos
bajo tales restricciones. Pero la base teórica para llevar ese
experimento adelante existía, y lo que es lo mejor tal
¡Error!Marcador no definido.
experimento funcionó dando lugar a las dos décadas prodigiosas.
Y su espíritu, aunque a algunos les pese, aún vaga
gimiendo por los despachos oficiales, las asambleas de
trabajadores,
en
las
salas
de
ordenadores
de
las
multinacionales y en los pasillos de los hospitales de la
Seguridad Social.
El pleno empleo
El núcleo del pacto keynesiano, la base sobre la que se
asentaba todo el Estado de Bienestar era el pleno empleo. Por
ello mismo cuando el pleno empleo desapareció en 1973 todo
empezó a resquebrajarse.
El mundo occidental bajo la vigencia del pacto keynesiano
nunca volvería a vivir una crisis como la del 28-32. Si los
trabajadores quisieran transformar profundamente el sistema
iban a tener, ahora, mucho que perder: fundamentalmente su
seguridad.
Ese pleno empleo era completamente compatible con la
innovación tecnológica. El conjunto de los trabajadores tenían
asegurado su empleo, aunque esto no significó que el trabajador
individual tuviera siempre el mismo puesto de trabajo.
La
destrucción
creadora
schumpeteriana11
seguía
funcionando. Cerraban empresas y se creaban nuevas y los
trabajadores expulsados de las primeras encontraban empleo en
las segundas.
El
incremento
de
la
productividad
agrícola
expulsaba
continuamente mano de obra, pero el sector industrial y sobre
todo el de servicios la absorbía.
El pleno empleo suponía muchas veces para los trabajadores
el cambio funcional o la movilidad geográfica dentro del propio
país o, en el caso de los trabajadores de los países
occidentales más pobres, la necesidad de la emigración. La vida
no era sencilla y los costes del desarraigo eran importantes.
Se debía renunciar a formas de vida y tradiciones. La familia
¡Error!Marcador no definido.
se fue convirtiendo poco a poco en otra cosa. Pero el empleo,
con esos costes, estaba asegurado.
Había desaparecido el miedo a no encontrar empleo, había
desaparecido el miedo a ser un inútil en la vejez, había
desaparecido el miedo a no poder educar a los hijos, había
desaparecido el miedo a no tener medios para enfrentarse con la
enfermedad.
Habían
desaparecido
muchos
miedos
y
consecuentemente se había incrementado la libertad.
----El gobierno gestionaba la demanda para asegurar el pleno
empleo, pero eso no significaba que todo el peso del
crecimiento económico recayera sobre el gasto público. La
demanda se sostenía y crecía debido parcialmente al incremento
del gasto público - que no olvidemos tenía un límite impuesto
en el pacto - pero también y sobre todo al aumento de la
inversión privada y de las exportaciones.
En la idea keynesiana el comercio exterior desempeñaba un
importante papel. 12El relanzamiento conjunto de las economías
estimularía en cada una de ellas las importaciones, que son
siempre exportaciones para los demás.
Bajo unas condiciones de tipos de cambio fijo y estables
que permitieran la configuración de unas expectativas adecuadas
en cuanto a los mecanismos de pagos internacionales, el sector
exterior aparecería en todos los países como un elemento
dinamizador de sus economías.
El pleno empleo y unos salarios relativamente elevados
aseguraban la demanda de consumo. La intervención activa del
sector público como demandante a las empresas privadas de
bienes y servicios, configuraba la cartera de pedidos generada
por el gasto público. La confianza internacional generada por
las instituciones correspondientes y el relanzamiento de las
economías nacionales aseguraban asimismo los pedidos al sector
exportador. Y, por último, el propio clima general, la
confianza en el futuro y los sustanciosos tipos de beneficio
ofrecidos, afianzaban una creciente inversión que incorporaba
¡Error!Marcador no definido.
los últimos avances tecnológicos.
----Y todo ello se hacía sin vulnerar los términos del pacto.
Mientras que los salarios reales creciesen al mismo ritmo que
la productividad la distribución de la renta permanecería
inalterada.
Bien es verdad que la situación de pleno empleo
posibilitaba una presión por parte de los sindicatos de
trabajadores
que
podrían
haber
conseguido
fácilmente
incrementos mayores de los salarios reales. Pero el propio
diseño del Estado de Bienestar limitaba esa presión salarial.
El salario de un individuo tiene muchos destinos. Con el
se compran los bienes de consumo, se paga la educación, la
sanidad, se ahorra para algún "imprevisto" y se reserva para el
futuro.
En el Estado de Bienestar, para quien así lo desease, la
educación
de
los
hijos
era
gratuita
o
fuertemente
subvencionada, e igualmente ocurría con la sanidad. El
mantenimiento del pleno empleo, y el seguro de desempleo para
cubrir los períodos en los que alguien era despedido de un
trabajo y todavía no había encontrado uno nuevo, hacía que los
posibles "imprevistos" no tuvieran que ver con el gran terror
del pasado: el paro.
Por último las pensiones de jubilación y las condiciones
acordadas una vez transcurrieran los años de trabajo, no hacían
necesario un gran ahorro para hacer frente a esos años finales.
La sanidad, la educación, el seguro de desempleo y las
pensiones
de
jubilación
limitaban
psicológicamente
las
reclamaciones salariales en un momento en que el pleno empleo
hubiera posibilitado incrementos de los salarios absolutamente
justificables.
Y precisamente eso es lo que habría ocurrido si se hubiera
tenido que seguir atendiendo individual y privadamente a todas
aquellas necesidades presentes y futuras de las que ahora se
hacía cargo el Estado de Bienestar.
¡Error!Marcador no definido.
Tal mecanismo aseguraba el cumplimiento de una de las
condiciones del pacto: la estabilidad de la distribución de la
renta.
La otra condiciónel no crecimiento del peso relativo
del sector público - era consecuencia del propio crecimiento
económico. Con una mayor inversión privada y el fomento de las
exportaciones el sector público podía crecer sustancialmente en
términos absolutos sin hacerlo en términos relativos.13
Un gasto público que además, de una forma indirecta
siempre y de una directa la mayor parte de las veces, fomentaba
la demanda efectiva de las empresas privadas.
El Estado, artífice directo de una política económica
intervencionista,aseguraba por una parte la demanda efectiva
para las empresas, y por otra limitaba los costes de éstas
posibilitando así un tipo de beneficio sustancioso y seguro.
La actuación sobre los costes no sólo se daba a través de
la limitación de los incrementos salariales derivada de la
provisión pública de aquello que se hubiera tenido que proveer
privadamente vía salarial. También se actuaba sobre los costes
mediante los grandes planes públicos de educación.
Las tecnologías de la época, derivadas en su mayor medida
del paso al sector civil de invenciones militares de la segunda
guerra mundial, exigían para su utilización de una gran masa de
trabajadores con cierto grado de formación. El Estado,
utilizando
las
economías
de
escala
de
una
educación
generalizada, podía proporcionar a las empresas la mano de obra
cualificada que estas necesitaban sin tener que recurrir ellas
mismas, con el coste asociado, a impartir esa educación.
El Estado, transformado ahora en Estado de Bienestar,
asume la responsabilidad del funcionamiento correcto del diseño
social.
Pero ese diseño no era exclusivamente para un único país.
Era algo común a todo Occidente; ese Occidente que queda
caracterizado por su historia y por su geografía, pero que
sobre todo queda definido militarmente.
El Estado y los Organismos Internacionales
¡Error!Marcador no definido.
El Estado de Bienestar supone una mezcla de Jerarquía,
Mercado y Valores sustancialmente distinta de la precedente. El
mercado sabe que para continuar su consolidación tiene que, al
menos temporalmente, aceptar un cambio profundo en el mundo
jerárquico y en el valorativo.
No
basta
con
que
lo
jerárquico
estatal
defienda
simplemente la propiedad privada y la libertad de comercio;
ahora tiene que hacerlo de una forma más compleja. Debe
constituir en primer lugar un fortísimo poder militar que
defienda al mercado del demostrado poder militar del comunismo.
En segundo lugar lo jerárquico estatal tiene que defender
al mercado del mercado mismo. Debe diseñar una política
económica que garantice el pleno empleo del capital para el
mantenimiento de los tipos de beneficio, y el pleno empleo del
trabajo para el mantenimiento de la paz social.14
Estos dos nuevos objetivos del Estado en su aspecto
jerárquico exigían transcender al Estado nacional. Y la
creación de distintas organizaciones internacionales debe
examinarse bajo esa perspectiva.
Del objetivo militar se encarga la OTAN. Del objetivo del
pleno empleo diversas instituciones.
El Banco Internacional de Reconstrucción y Fomento es el
organismo encargado de iniciar el primer gran crecimiento de la
demanda internacional, con planes de reconstrucción de lo
destruido por la guerra en Europa, y de fomento de los planes
de desarrollo nacionales.
El relanzamiento colectivo se deberá traducir en un
incremento del comercio internacional.Y de tratar de que tal
cosa así suceda se encarga el GATT.
Por último el FMI queda como institución que vela por el
intento de mantener los tipos de cambio fijos entre las
monedas, tan necesarios para la planificación de los cobros y
pagos internacionales.
En Yalta se habían diseñado las fronteras europeas - que
no se modificaron hasta 1989 - y se habían determinado
distintas zonas de influencia. Quedaba claro qué era y de qué
¡Error!Marcador no definido.
países constaba el Primer Mundo y quedaba también claro qué era
y qué países componían el Segundo Mundo. El Tercero quedó,
entre otras cosas, para que los del Primero y el Segundo
pudieran competir allí entre ellos, pudiéndose utilizar si
resultara necesario las vidas y sangre de los del lugar.
----El Estado de Bienestar se construyó en Occidente en un
momento en que el poder de mercado se sentía amenazado
eficazmente por un poder rival: la organización comunista.
A la amenaza externa se podía oponer un poder militar,
pero con la amenaza interna había que proceder de otra forma.
Había que eliminar de una vez por todas las lacras sociales de
las que el mercado se sabía responsable y que eran el caldo de
cultivo de las posiciones revolucionarias. Había que acabar con
el desempleo masivo que aparecía de forma recurrente, había que
acabar con la miseria, la ignorancia y la desesperación.
Los
trabajadores
debían
sentirse
incluídos
en
un
crecimiento común y tenían que dejar de sentirse desposeídos.
Pero para ello había que hacerles partícipes de ese desarrollo
y propietarios de bienes.
Pero además, de esa participación y de esa propiedad las
empresas deberían sacar beneficios. Con lo que era necesario
reorientar la producción hacia el consumo de masas.
El capital estaba dispuesto a transformar lo que hubiese
que transformar para mantener su poder. Y como el poder del
capital se mide en términos de mercado se especificó la
condición bajo la que se daría esa transformación: el poder de
compra de los beneficios debía mantenerse en relación con los
salarios
y
el
gasto
público.
Ni
se
debía
alterar
sustancialmente la participación de los salarios en el producto
total ni el peso del sector público en ese producto debería
incrementarse.
El pacto keynesiano proporcionaba las bases para la
edificación del Estado de Bienestar, la democracia política
legitimaba
formalmente
el
proceso,
los
organismos
¡Error!Marcador no definido.
internacionales cuidaban de los aspectos globales, comerciales,
financieros y militares, y los trabajadores occidentales se
aprestaban a adentrarse en dos décadas de bienestar jamás
soñadas ni por sus antepasados ni por ellos mismos.
¡Error!Marcador no definido.
Cp.2 EL DESARROLLO DEL ESTADO DE BIENESTAR Y SU FRACASO
Tiempo y técnica
Según se consolidaba el Estado de Bienestar no sólo se
producían las transformaciones jerárquicas necesarias para el
nuevo mercado. También se dieron modificaciones importantes en
el sistema de valores.
Particularmente, en el ámbito familiar dos fueron los
cambios culturales significativos: la desaparición progresiva
del trabajo infantil y la incorporación de la mujer casada
urbana al trabajo por cuenta ajena.
Lo primero fue un fenómeno generalizado y continuo. La
educación obligatoria se generalizó y fue incrementando
paulatinamente el número de años que abarcaba. La pérdida de
ingresos familiares como consecuencia de este hecho fue
compensada con creces por los aumentos salariales de los
miembros adultos.
La incorporación al trabajo por cuenta ajena de la mujer
casada necesita una explicación más extensa.
Ya a principio de los cincuenta la generación de demanda
efectiva resultaba de tal calibre que no solamente se había
logrado el pleno empleo, sino que la fuerza de trabajo
comenzaba a ser realmente algo escaso. En tales casos siempre
se puede recurrir a la inmigración extranjera, y así se hizo
aunque con cierto temor a complicar aún más una sociedad
ciertamente compleja. La incorporación de la mujer casada podía
aliviar el problema, pero eso no se produciría así como así.
De
momento
existía
un
rechazo
cultural
a
tal
incorporación. Y además ese rechazo se asentaba en una sólida
sabiduría económica. La sabiduría de la división del trabajo.
En el hogar se efectúa un proceso de producción semejante
al que se realiza en cualquier fábrica15. La familia obtiene
bienes que compra en el mercado y, utilizando tiempo los
transforma en algo que es al final disfrutado por sus miembros.
¡Error!Marcador no definido.
Los bienes que se compran fuera, a los que habitualmente nos
referimos como "consumo", son únicamente las materias primas de
ese proceso de transformación.
La división del trabajo había instituido culturalmente que
fuera la mujer casada la que usara su tiempo dentro del hogar
para "producir" limpieza, alimentos, comodidad...mientras que
el marido utilizaba su tiempo para, trabajando por cuenta ajena
obtener mediante dinero y en el mercado las materias primas que
se utilizarían en la producción doméstica.
Así, de la misma forma en la que hablamos de técnicas de
producción, podemos referirnos a técnicas de consumo para hacer
referencia a la tecnología utilizada en ese proceso de
transformación que tiene lugar dentro del hogar.16
Las técnicas de consumo pueden ser intensivas en tiempo,
cuando éste es el elemento fundamental y poca importancia
tienen los bienes obtenidos en el mercado, o bien pueden ser
técnicas intensivas en bienes, cuando la mayor parte de la
transformación ya viene incorporada en el producto comprado y
es necesario muy poco tiempo para su consumo final.
Para que se elevase el número de individuos que tratasen
de encontrar un puesto de trabajo, y una vez limitada la
emigración, era necesario conseguir que alguien que antes no
deseaba trabajar por cuenta ajena estuviera ahora dispuesto.
Para ello, y tomando la familia como unidad familiar se
hacía necesario tres cosas. En primer lugar, y una vez que los
más pequeños se excluían de ese contingente dada la obligación
de la educación, la unidad familiar tenía que desear elevar de
forma sustancial su nivel de vida, compensando con ello el
miedo al profundo cambio cultural que iba a experimentar.
En segundo lugar era necesario una modificación en las
técnicas de consumo que liberasen tiempo, es decir un cambio a
unas técnicas más intensivas en bienes.
En tercer lugar, y dado que esas técnicas que permitirían
liberar el tiempo de la mujer de sus tareas domésticas, por ser
intensivas en bienes eran lo suficientemente caras para casi
absorber el salario que iba a obtener en el trabajo, había que
convencer precisamente que el uso de esas técnicas era lo que
¡Error!Marcador no definido.
determinaba la mejora generalizada en el nivel de vida de la
familia.
Los cambios en las formas de consumo y en las de
producción supusieron un cambio general y profundo de las
formas de vida de la época17. Se incrementó la intensidad en el
consumo y se elevó la productividad.
Y además esta última aumentó de tal forma que comenzó a no
ser posible el sostenimiento del pacto keynesiano.
----El propio Keynes era consciente en 1936 que la gestión de
la demanda para el mantenimiento del pleno empleo podía
encontrase con problemas. Pero el vio venir esa dificultad de
la presión demográfica18, y de donde surgió fue de lo que es el
problema dual: la productividad.
Si la población en edad de trabajar crece a un 5%, sin
cambios en la productividad, ni en la jornada de trabajo ni en
la eficiencia de éste, la producción debe crecer a un 5% para
mantener el nivel de empleo.
Pero si la población en edad de trabajar no crece, ni se
modifica la jornada de trabajo ni la eficiencia del mismo, pero
la productividad se incrementa en un 5%, la producción también
deberá crecer a un 5% para mantener el nivel de empleo.
Keynes parecía temer más a un crecimiento de la población
que a un incremento de la productividad. Quizá porque no
imaginara un mundo en que los incrementos de productividad
fuesen constantes y significativos.
Y esa falta de percepción suya le coloca, curiosamente,
junto los más grandes economistas del pasado que nunca fueron
capaces de prever los inmensos incrementos de productividad del
trabajo que iban a tener lugar en nuestra historia más
reciente.
Y la productividad creció significativa y continuamente
cambiando las formas de vida de los individuos. Con incrementos
en la productividad del trabajo, para mantener la misma
proporción de la población total como población potencialmente
¡Error!Marcador no definido.
activa, esos incrementos deben de ser compensados con aumentos
en la intensidad del consumo o con reducciones de lo que hemos
denominado incompatibilidad de éste.
Permítaseme un ejemplo trivial. Supongamos dos máquinas
estrambóticas: una de ellas lanza pelotas a un contenedor y la
segunda las recoge. La lanza pelotas trabaja la mitad del día y
la recoge pelotas la otra mitad, y se ha conseguido que la
segunda recoja en su tiempo de funcionamiento todas las pelotas
que la primera lanza. Si ahora la lanza pelotas lanza el doble
en el mismo tiempo y deseamos que siga funcionando la mitad del
día, para que al final de este todas las pelotas estén
recogidas, o la máquina recoge pelotas se las va tragando el
doble de rápido en su mitad del día o, con su ritmo natural
tendrá que estar funcionando el día entero: la mitad del día
tragando pelotas mientras la otra las echa y la otra mitad del
día trabajando sola.19
Siempre que se produce un incremento de productividad, sin
modificar la jornada de trabajo y la eficiencia de éste, el
mantenimiento del empleo exige que la producción crezca al
mismo ritmo que la productividad.
Si se incrementa la productividad, hay pleno empleo y se
desea que las mismas personas sigan trabajando, existen dos
posibilidades: o se incrementa la intensidad del consumo
(tragar más bolas en el mismo tiempo), o se reduce la
incompatibilidad del consumo (tragar bolas mientras se producen
estas).
El cambio de técnicas de consumo, en el sentido de
utilizar en la transformación doméstica más bienes comprados en
el mercado y menos tiempo, es una de las posibilidades para
absorber el incremento de la productividad con pleno empleo. La
otra es hacer más compatibles los actos de producción y de
consumo.
Veamos un poco el significado de esto último. Hay
actividades de consumo que requieren un tiempo exclusivo
incompatible con la producción, como por ejemplo dormir. Y hay
actividades de consumo absolutamente compatibles con el
trabajo, como por ejemplo vestir.
¡Error!Marcador no definido.
Ya se que los lectores podrán poner ejemplos de alguien
que compatibiliza el dormir con su tiempo de trabajo, y otros
en los que precisamente el vestido es algo absolutamente
incompatible con el trabajo que se realiza. Pero no es el caso
general.
Electrodomésticos, alimentos precocinados, ... son el
ejemplo de técnicas de consumo poco intensas en tiempo. Comidas
de trabajo - desde las que tienen lugar en restaurantes
elegantes -hasta el taxista que toma un bocadillo mientras
conduce, el uso del bien vestir en el trabajo,...son ejemplos
de actividades de consumo compatibles con la producción.20
La aceptación social de esas nuevas formas de vida vendrá
después, o incluso su valoración como "algo moderno". Pero son
modificaciones necesarias si se quiere asegurar el pleno empleo
para la misma proporción de población total que se declara
potencialmente activa y bajo las mismas condiciones de jornada
de trabajo y de eficiencia del mismo.
El mantenimiento del pleno empleo
El aumento de la productividad del trabajo, requiere, como
hemos visto, el incremento de la producción para mantener el
pleno empleo con las mismas condiciones de trabajo.
Y, como también habíamos advertido, las elevaciones de la
productividad del trabajo fueron sustanciales al incorporar, en
las dos décadas tras el final de la segunda guerra mundial,
tecnologías derivadas de buena parte de las invenciones
elaboradas en el período bélico. La importancia de la inversión
privada, estimulada por unas expectativas favorables sobre un
crecimiento continuo, fue determinante en la incorporación de
esa tecnología.
Pero la necesidad de un crecimiento que absorbiera el
incremento de la productividad sin causar desempleo, conducía a
la necesidad de una mayor demanda efectiva, una mayor cartera
de pedidos, para que las empresas pudieran, persiguiendo unos
¡Error!Marcador no definido.
mayores beneficios, incrementar sustancialmente la producción.
Ahora bien, la demanda de bienes finales o se deriva del
consumo interno, o de la inversión privada, o del gasto
público, o del sector exterior vía exportaciones.
Además del buen comportamiento de la inversión privada, la
demanda de esos productos de consumo de masas exigía el
crecimiento de los salarios reales de los trabajadores. Un
crecimiento que comenzaba a superar a aquel acordado en el
Pacto Keynesiano original.
El gasto público generaba demanda efectiva de forma
directa e indirecta para las empresas. Pero el recurso al gasto
público como creador de empleo podría también violar los
términos del pacto en los que el peso del sector público debía
mantenerse en determinados niveles.
Y por último, en relación con el sector exterior siempre
se podría conseguir un aumento de las exportaciones recurriendo
a la devaluación de la moneda. Pero ello también violaba el
espíritu inicial y la actitud cotidiana de las instituciones
internacionales diseñadas para la transparencia del comercio y
el mantenimiento de los tipos de cambio de las diferentes
monedas.
Tratar de mantener el pleno empleo podía comenzar a
incumplir algunos de los términos del pacto keynesiano
original. El sector público podría crecer por encima de lo
deseado, los salarios reales podría elevarse por encima del
incremento de la productividad, y los países podían verse
tentados a recurrir a la devaluación de sus monedas para
conquistar más cuota de mercado exterior.
----El crecimiento de los salarios por encima de la variación
de la productividad no sólo redistribuía la renta en contra de
los beneficios, sino que también, y precisamente por eso,
contribuía a la reducción del tipo de beneficio empresarial.
El cociente entre el salario real y la productividad del
trabajo nos informa siempre de la parte de la producción que se
¡Error!Marcador no definido.
destina a los salarios, esto es de la distribución21 de la renta
a favor de salarios.
Si un trabajador produce diez "cosas" en un determinado
período de tiempo - su productividad es de diez - y su salario
real - lo que puede comprar con el salario monetario que
percibe en ese período de tiempo - es de cuatro "cosas", quiere
decir que de diez "cosas" que se producen cuatro van a
salarios. La distribución de la producción es del 40% a favor
de salarios.
La distribución a favor de salarios es el cociente de
dividir el salario real entre la productividad del trabajo. De
ahí que para que ese cociente se mantenga constante el tanto
por ciento de variación del numerador debe ser el mismo que el
tanto por ciento de variación del denominador. Si la
productividad crece más que el salario real se redistribuye en
contra del trabajo, y si los salarios reales crecen más que la
productividad se produce una redistribución de la renta a favor
de los trabajadores.
Y la distribución de la renta es uno de los determinantes
del tipo de beneficio.
Sigamos con el ejemplo en el que la productividad del
trabajo era de diez "cosas" y que el salario real del
trabajador era de cuatro "cosas"; con la distribución a favor
de salarios de un 40%, o bien la distribución a favor de
beneficios del 60%.
Supongamos ahora que el capital ha comprado una máquina
que le ha costado 400 "cosas" y que esa máquina cuando está a
pleno rendimiento produce 40 "cosas" en un determinado período
de tiempo. El tipo de beneficio se calcula dividiendo los
beneficios obtenidos entre el valor del capital.
Si la máquina se usa a pleno rendimiento se obtienen las
40 "cosas", de las que se entregan como salarios 16 (el 40% de
la producción) y se quedan como beneficios 24 "cosas" (el 60%
de la producción). El tipo de beneficio obtenido sería el
resultado de dividir los beneficios obtenidos, 24 "cosas",
entre el valor de la máquina, 400 "cosas", esto es el 6%.
La relación entre el valor de la máquina y la producción
¡Error!Marcador no definido.
que de ella puede obtenerse se suele denominar relación
capital-producto
y
es
algo
que,
obviamente,
depende
extremadamente de la tecnología utilizada. Pues bien el tipo de
beneficio, en el caso en que la máquina se esté utilizando a
pleno
rendimiento
podría
obtenerse
simplemente
también
dividiendo la distribución a favor de beneficios - 60% - entre
el valor de la relación capital producto - en nuestro caso 10 =
400/40 - obteniéndose nuevamente el valor del 6%.
Claro que ese es el tipo de beneficio máximo que puede
obtenerse con tal máquina si hacemos que funcione a pleno
rendimiento. Pero si por cualquier problema, carencia de
pedidos por ejemplo, la máquina sólo funcionase la mitad del
tiempo o lo hiciese a la mitad de su rendimiento el tipo de
beneficio no sería el 6%, sino el 3%.
Por todo ello vemos cómo el tipo de beneficio queda
afectado por los valores que adopten la distribución de la
renta a favor de salarios (cuanto mayor esta menor el tipo de
beneficio), la relación capital-producto (cuanto mayor esta
menor el tipo de beneficio) y la tasa de utilización del
capital (cuanto mayor esta mayor el tipo de beneficio).
La tecnología usada, la distribución de la renta y la
utilización de la capacidad instalada son los tres factores que
determinan el valor que adoptará el tipo de beneficio.22
----Las tendencias que antes se apuntaban de incrementos de
los salarios reales por encima de los aumentos de la
productividad no sólo alteraban la distribución del producto,
sino que deterioraban el tipo de beneficio.
El capital, que usaba al mercado como forma de poder,
había consentido la reforma del Estado en parte por miedo a un
cuestionamiento a fondo del sistema, pero también por interés.
El pacto keynesiano se le había presentado de forma que no
deterioraba su poder. Su poder de compra en el mercado crecería
de forma absoluta aunque se mantendría, esa era su cesión, de
forma relativa.
¡Error!Marcador no definido.
La realidad del pacto cumplía con el objetivo de
incremento de su poder de compra de forma absoluta, pero la
redistribución a favor de salarios que comenzaba a apuntarse
reducía su poder relativo.
Y había algo más grave. De momento el aumento de la
producción hacía que aunque la participación de los beneficios
en la renta comenzase a disminuir, aunque los beneficios
totales se mantenían crecientes. Pero el comienzo del deterioro
del tipo de beneficio señalaba hacia una dirección en la
incluso los beneficios globales podían comenzar a retroceder.
Y si eso ocurría con los salarios, el comportamiento del
gasto público resultaba también preocupante para el mercado. Su
proceder comenzaba a apartarse de lo acordado en el pacto.
Público y Privado
Posiblemente el origen de la confusión actual sobre el
significado de lo público y de lo privado tengamos que situarla
en aquellos momentos de construcción del Estado de Bienestar.
Hoy en día lo público parece asociado a lo estatal y lo privado
vinculado al mercado. Trataremos de poner en claro esta
confusión y de determinar su posible origen.
Hay formas jerárquicas de actuar sobre los individuos,
como también existe el mercado o los sistemas de valores. Cada
sociedad, en su momento histórico utiliza la jerarquía el
mercado o los valores para proporcionar tanto bienes públicos
como privados.
La satisfacción de necesidades o deseos privados puede
ofrecerse a través de un sistema jerárquico, como cuando
disfruto privadamente de un parque nacional; puede obtenerse a
través del mercado, como cuando privadamente tomo un refresco
en un bar; o puede obtenerse del retículo de valores, como
cuando privadamente uso mi tiempo en una agradable conversación
con un amigo.
La satisfacción de necesidades o deseos públicos puede
¡Error!Marcador no definido.
ofrecerse a través de un sistema jerárquico, como la seguridad
o la justicia; puede lograrse a través del mercado, como cuando
se compra una depuradora para limpiar las aguas de un río; o
puede obtenerse a través del sistema de valores, como cuando
las ciudades se embellecen porque sus habitantes gustan de
poner tiestos en los balcones.23
Decíamos al comienzo del primer capítulo que convenía
distinguir entre la actividad, la motivación y la finalidad en
las organizaciones. Y conviene volver a ello para comprender la
dimensión de lo público.
Habíamos dicho que el mercado nada puede hacer ni con la
pobreza ni con los bienes públicos. Con lo primero puesto que
sólo satisface necesidades respaldadas con dinero, y con lo
segundo por no estar los beneficiarios del bien dispuestos,
tomados individualmente,
a revelar sus preferencias en un
mercado, esto es, a pagar por ello.
Pero eso no significa que no pueda utilizarse el mercado
en la solución del problema de la pobreza u en la provisión de
bienes públicos.
Una organización puede comprar en el mercado los bienes
que necesitan los pobres y que no pueden conseguir por carencia
de dinero. O bien esa misma organización puede entregar
directamente el dinero a los necesitados para que ellos acudan
al mercado a comprar lo que necesiten.
De la misma forma, excepto un generoso altruista, ningún
individuo acudirá al mercado solicitando los servicios de
jardinería para unos terrenos que comparte con toda una
comunidad de vecinos, ya que lo paga sólo él y lo disfrutan
todos. Pero la Comunidad de Vecinos puede actuar como
organización, distribuirse entre todos la cantidad a pagar, y
acudir entonces al mercado.
Con la pobreza y con lo público
no
puede
tratar
directamente
el
mercado.
Pero
las
organizaciones de intermediación pueden conseguir esa relación.
Las organizaciones de intermediación traducen a un
lenguaje entendible por el mercado, la demanda, aquello que no
era comunicable, bien porque las necesidades no quedaban
avaladas con dinero, bien porque aunque existiera el dinero no
¡Error!Marcador no definido.
había forma de proponer una demanda.
Una cosa es que la comunidad de vecinos desee un jardín y
otra muy distinta es que tengan que ser ellos mismos los
jardineros - también podían intentarlo, con mayor o menor éxito
-puesto que pueden recurrir al mercado constituyendo una
organización de intermediación.
Estableciendo un paralelismo, una cosa es que el Estado se
haga cargo de la provisión de bienes públicos, y otra muy
distinta que necesariamente tenga que hacerse cargo de la
producción de esos bienes. Aquellos que se dediquen a la
producción de bienes públicos no tienen que ser funcionarios
estatales.24
El mercado nunca reaccionará a una necesidad pública, como
tampoco reaccionará a una necesidad privada que no venga
respaldada
con
dinero,
pero
las
organizaciones
de
intermediación pueden lograr canalizar hacia el mercado ese
tipo de necesidades.
Y una buena parte del fracaso del pacto keynesiano se
debió, a mi modo de ver, a la poca importancia que se concedió
a esas organizaciones de intermediación. Sin ellas el mercado
solo atenderá a necesidades privadas respaldadas con dinero y
lo publico terminará confundido con lo funcionarial.
----El valor de todo lo que se produce en un país - el
producto interior bruto a precios de mercado en la jerga de los
economistas - puede siempre reducirse a tres componentes:
trabajo, capital y materias primas importadas.
Por ello, una vez deducido de ese importe el valor de esas
materias primas importadas, lo que queda se reparte entre
beneficios y salarios antes de impuestos.
Tras eso, tres son los que compiten por la renta generada:
el Estado con su derecho a la imposición, los asalariados con
su derecho a la masa salarial y el capital con su derecho a los
beneficios. Derechos todos respaldados en el poder jerárquico
del Estado.
¡Error!Marcador no definido.
A lo largo del combate ideológico, salarios, beneficios e
impuestos se han visto como rivales y se han presentado cada
uno de ellos como insustituibles.
El capital ha propuesto la reducción de impuestos y
salarios como algo conveniente para todos puesto que con unos
mayores beneficios destinados a la inversión se promueve el
crecimiento futuro donde no solamente se crearán más puestos de
trabajo, sino que además con una mayor riqueza los salarios
podrán ser mayores y también mayor por ello la recaudación de
impuestos.
Los trabajadores argumentan, cuando les dejan y pueden,
que unos salarios mayores, a costa de reducir impuestos y
beneficios significa de hecho una mayor demanda de productos,
lo
que
constituye
un
incentivo
para
la
inversión.
Adicionalmente salarios elevados incentivarán a los empresarios
a la incorporación de nuevas tecnologías ahorradoras de trabajo
con lo que se fomentará la modernización tecnológica y mejorará
la competitividad internacional del país.
Unos mayores impuestos, arguye el Estado, proporcionan la
base para acometer la transformación de las estructuras que
necesita el país. Los impuestos de ahora se transformarán en
crecimiento económico y en la mejora del bienestar de la
sociedad.
Son estos sin más, argumentos valorativos utilizados en la
cotidiana lucha por el poder. Es lo que se dice aunque a menudo
no se piense.
El capital sabe, aunque sólo lo diga privadamente, que
salarios y gasto público son fuentes de demanda, esto es de
negocio. Unicamente si tiene en el horizonte la exportación no
le importará que el gasto público se reduzca o que caigan los
salarios; exportación, eso si, hacia un país donde el gasto
público sea elevado y los salarios sustanciosos.
Mirando al negocio interno el capital se muestra
esquizoide. Lo interesante sería que el gasto público se
elevase pero sin pagar mas impuestos y que los salarios de
todas las empresas crecieran excepto en las que el tiene su
capital arriesgado.
¡Error!Marcador no definido.
Sabe que lo último es imposible y que un aumento del gasto
sin elevar los impuestos o bien lleva a un aumento de la deuda
pública que encarece los tipos de interés, o bien a un
incremento de la cantidad de dinero en circulación que
convierte en relativamente abundante algo que el quiere
mantener escaso puesto que es la forma habitual de su riqueza:
el dinero.
La oposición a un mayor peso del sector público no
significa que el capital ignore las posibilidades de negocio
que ese mayor gasto puede proporcionarle, sino porque es una
limitación a su propio poder sobre el mercado.
El poder de mercado se basa en que a través de él, directa
o indirectamente se controla la actividad de los individuos: el
uso de su tiempo.
El gasto público moviliza recursos, esto es tiempo de los
individuos, independientemente de lo que ocurra en el mercado.
No es el dinero lo que lleva a construir una escuela o una
carretera, sino la "voluntad política" de que así se haga.
El gasto público, determinado por otras motivaciones ajenas al
mercado, moviliza recursos que el mercado no controla.
Por ello, cuando se comenzó a gestar el pacto keynesiano
en el que el Estado debía proteger al mercado del mercado
mismo, se puso un límite al tamaño relativo de ese Estado.
El mantenimiento del pleno empleo llevó al gasto público a
crecer más de lo pactado, pero además vulneró uno de los
principios que se daban por sobreentendidos.
El Estado, como configurador del gasto público actuaba en
el pacto como una simple organización de intermediación,
canalizando hacia el mercado las necesidades públicas. Cuando
dejó de comportarse como tal, dedicándose a la producción
estatal y funcionarial de los propios bienes públicos
demandados por la sociedad, cruzó el puente de no retorno.
Para el capital, como hemos visto, el rechazo al
incremento del gasto público se veía compensado por la
satisfacción que le proporcionaba hacer buenos negocios. Pero
cuando ese incremento del gasto público comenzó a excluir al
mercado dejó de existir algo positivo en tal expansión de lo
¡Error!Marcador no definido.
público.
El gasto público había dejado de generar oportunidades de
inversión en el sector privado. Y eso era un serio problema.
El "clima social"
Había un hecho objetivo: la caída del tipo de beneficio.
Pero esa caída respondía a su vez a un funcionamiento autónomo
del retículo jerárquico que en su comportamiento se había
alejado de los términos del pacto.
Esa autonomía del sistema jerárquico tenía su explicación
en la profunda transformación del sistema de valores.
Es más, me atrevo a decir que la crisis del Estado de Bienestar
se debió a una modificación profunda del sistema de valores que
se tornó paulatina pero crecientemente antimercado.
De la misma forma que buena parte de los economistas
clásicos, como Ricardo, Malthus o Marx habían manifestado,
aunque por razones distintas a las que aquí hemos contado, su
creencia en una tendencia hacia el descenso del tipo de
beneficio en el capitalismo, otro economista más próximo en el
tiempo como Schumpeter había pronosticado un progresivo
deterioro del "clima social" que llevaría, según el, a la
desaparición del capitalismo, o a su transformación en algo
distinto.25
Tanto
los
economistas
clásicos
como
Schumpeter
se
equivocaron en cuanto a la desaparición del capitalismo, y
nuestros días son la prueba de ello, pero nos legaron un buen
arsenal analítico para entender las razones de la crisis del
Estado de Bienestar.
Y ya que hemos explicado el porqué del deterioro del tipo
de beneficio pasemos a examinar el otro deterioro: el del
"clima social".
Para Schumpeter el "clima social" resultaba básico para un
desarrollo sostenido del capitalismo. La producción dependía,
aparte del capital y del trabajo de la tecnología. La
¡Error!Marcador no definido.
tecnología se incorporaba a través de la inversión. La
inversión dependía del tipo de beneficio y de la oferta de
empresarios. Y la oferta de empresarios quedaba en función del
"clima social".
Schumpeter distinguía claramente dentro de una empresa
entre capitalista, director y empresario. El capitalista poseía
la empresa y el director organizaba la producción, pero era el
empresario quien inventaba la empresa. El empresario "veía el
negocio".
El empresario schumpeteriano es un empresario innovador,
que ve posibilidades de incorporar nuevas tecnologías o
promover nuevos productos o desarrollar nuevos mercados. Ese
empresario ofrece esa oportunidad de inversión al capital, que
buscando simplemente el negocio, se arriesga en esa empresa.
Luego, basta con contratar a trabajadores y al equipo de
dirección o gestión.
La nueva empresa triunfante, desplaza a las antiguas - ese
es el proceso de destrucción creadora - y es seguida en su
innovación por un "enjambre" de imitadores que difunden el
cambio técnico.
La figura clave en el esquema de Schumpeter es esa
empresario innovador, que busca las oportunidades de inversión
y las ofrece al capital. Pero, seguimos con Schumpeter, para
que aparezca ese empresario innovador es necesario un "clima
social" favorable a su figura. Un "clima social" que promueva,
incite, fomente y admire a ese empresario. Un "clima social"
que también tiene mucho que ver no sólo con el mundo de los
valores, sino con cosas tan tangibles como la distribución de
la renta o el mismo tipo de beneficio.
Pensaba Schumpeter que todo podía venirse abajo por dos
factores: por un lado estaba la burocracia estatal que
asimilando para si misma temas que sería propios de la
producción de mercado termina limitando las oportunidades de
inversión; y por otro los intelectuales críticos con el sistema
que pueden, con sus ideas, acabar deteriorando seriamente ese
"clima social" donde florece el empresario innovador.
La verdad es que si no fuera porque ya había fallecido,
¡Error!Marcador no definido.
parecería que Schumpeter estaba describiendo lo que llegó a ser
la década de los sesenta en Occidente.
----A los lectores de más de cuarenta años poco tengo que
contarles respecto a esa década de los sesenta. Y convendrán
con que ese "clima social" donde florecen los empresarios
innovadores estaba seriamente deteriorado.
Si al mercado se le había ido de las manos la estructura
jerárquica estatal, lo que había ocurrido con el mundo de los
valores sólo podía calificarse de desastre.
Basta con indicar que para la mayor parte de la juventud
occidental, en aquellos años, la palabra empresario era poco
menos que seudónimo de cerdo. Claro que estaba profundamente
deteriorado el "clima social".
De la misma forma que los jóvenes de ahora sólo han vivido
en época de crisis, de contratos precarios, de dificultades
para adquirir una vivienda, de desempleo...y no recuerdan,
porque no vivían antes, la etapa del Estado de Bienestar, los
jóvenes de los sesenta sólo conocían el Estado de Bienestar y
no recordaban, porque no vivían entonces, las penalidades y el
dolor precedentes.
Aquel mundo de pleno empleo, de salarios crecientes, de
educación gratuita, de trabajos relajados, de igualdad de
oportunidades, que era la meta y el objetivo logrado para los
mayores resultaba sólo el punto de partida para los jóvenes.
Por
supuesto
que
los
intelectuales
schumpeterianos
realizaban la crítica del mercado y el capitalismo, pero de
nada hubiese valido esa crítica si no se hubiera hecho eco de
ella buena parte de la juventud.
La
ideología
comunista,
socialista,
anarquista,
trostkista, maoísta dominaba en aquella juventud occidental,
cuando no eran los ideales del amor libre, la comuna hippie, o
las nuevas experiencias.
Se cuestionaba la familia, la religión, el estado, la
policía, el ejército, las "buenas maneras", la ideología del
¡Error!Marcador no definido.
triunfo, el individualismo...pero sobre todo el mercado, el
ansia de lucro, el amor al dinero, el capitalismo en fin.
Las películas criticaban el sistema, las canciones
criticaban el sistema, y criticaban al sistema la novela y el
ensayo y la poesía y el teatro y la pintura y la escultura. Las
formas
de
amar
y
de
vestir,
de
peinarse,
comer,
viajar...desafiaban al sistema. Esas gentes habían perdido el
miedo y en consecuencia eran libres.
Claro que estaba deteriorado el "clima social".
Mercado y democracia
Cuando un individuo con dinero compra un automóvil está
movilizando el tiempo de los demás para satisfacer su deseo.
Con su dinero ha determinado indirectamente el tiempo de los
diseñadores, de los operarios, de los transportistas, de los
distribuidores, de los publicistas...
Los deseos de los individuos se trasladan al mercado
respaldados por su dinero. El mercado se encargará de que se
produzca aquello que se desee y que venga avalado con dinero.
El sistema de precios traslada a las empresas esos deseos
monetizados. Frente a la pregunta de ¿qué producir? el mercado
propone un sistema de votación en que los individuos proponen
el qué y el peso de sus votos se expresa en dinero. Los
individuos acuden al mercado con sus votos monetarios y la
regla fundamental es "una peseta un voto"26.
De esta forma un individuo con muchas necesidades pero sin
dinero no podrá votar el mercado y el mercado no podrá hacerse
cargo de sus necesidades, mientras que el mercado siempre
ofrecerá al muy rico aquello que desee - y que el mercado pueda
proporcionar - puesto que sus votos son tantos como el número
de pesetas que está dispuesto a ofrecer a cambio.
El tiempo de los individuos se moviliza por el mercado y
el mercado reacciona a los votos monetarios con el lema "una
peseta un voto". Pero también cuando un Ayuntamiento decide
¡Error!Marcador no definido.
ajardinar una zona se movilizan tiempos de los individuos:
proyectistas, jardineros, guardas...Y el ayuntamiento ha sido
elegido bajo un lema muy distinto: "un individuo, un voto".
Los individuos pueden conseguir bienes públicos y bienes
privados sin recurrir al mercado. Algunos llevarán a sus hijos
pequeños a las guarderías de pago votando en el mercado; otros
podrán conseguir guarderías gratuitas votando en las urnas.
El rico y el pobre tienen distinto poder de mercado, pero
el rico y el pobre tienen el mismo poder democrático. Y es de
sentido común pensar que los pobres tratarán de obtener vía
democrática lo que en el mercado no pueden conseguir. Como
también usarán la vía democrática aquellos que desean cosas que
saben que el mercado no puede proporcionar.
----El mercado-capital aceptó la construcción del Estado de
Bienestar por miedo y conveniencia. Pero por su propia esencia
ese Estado debería poseer una característica aparentemente
irrenunciable: debía ser un Estado Democrático.
La jerarquía estatal debía velar por el cumplimiento del
pacto, y en la esencia del pacto estaba la protección al
mercado. Pero no se podía, al menos formalmente, poner a la
cabeza de esa jerarquía estatal a un dictador que velase por
los términos del pacto. El mundo de los valores exigía que para
la solución jerárquica de los problemas se utilizase el método
democrático.
Y la idea básica del método democrático, "un individuo, un
voto", quedaba en clara contradicción con la idea básica del
mercado: "una peseta, un voto".
El cambio en los valores al que antes nos referíamos, el
rechazo del mercado y del capitalismo, no había supuesto
ninguna modificación en cuanto a las creencias democráticas.
Estas estaban más afianzadas que nunca, e incluso buena parte
de los partidos y movimientos más antisistema propugnaban
exclusivamente la vía democrática para legitimar su ocupación
del poder jerárquico.
¡Error!Marcador no definido.
Y esa idea democrática, ese principio de que a la hora de
tomar decisiones todos y cada uno de los individuos tienen el
mismo peso, no se practicaba sólo cuando se acudía a elecciones
generales o locales. Esa idea y esa práctica se usaba en
sindicatos, asambleas de estudiantes, comunidades de vecinos,
escuelas...e incluso en la propia familia.
El derecho a opinar, a ser escuchados, a intervenir
cotidianamente en los temas más próximos o en el diseño de la
política internacional de los países, se imponía o demandaba en
base al principio democrático.
Nada más lejos de este ambiente que la creencia de que
"una peseta un voto". Y no es en absoluto insensato describir a
esos tiempos como los del combate entre mercado y democracia; o
entre capitalismo y democracia si se quiere ser más precisos.27
1973
Veinte años después de la creación del Estado de Bienestar
el sistema estalló. La década de los sesenta fue la década de
las grandes convulsiones sociales en Occidente. La puesta en
cuestión del capitalismo preocupó seriamente a sus defensores.
En los propios Estados Unidos de América se vivieron
tiempos turbulentos. Fue la lucha por los derechos civiles, el
desarrollo del Poder Negro y los Hermanos Musulmanes, el motín
de Attica, la revuelta de Berkeley, el Watergate... y el
comienzo de esa guerra nunca declarada contra Vietnam del
Norte.
Y las mismas turbulencias se vivían en Europa. En España
se luchaba contra la dictadura del General Franco, los "provos"
holandeses peleaban contra la policía, la Universidad Libre de
Berlín era algo más que un símbolo, y las mismas actitudes
revolucionarias se encontraban en Oslo, o en Bolonia, en la
Sorbona o en Liverpool.
Algo importante estaba sucediendo. Pero las bombas de humo
y las cargas policiales no se limitaban a Occidente. En América
¡Error!Marcador no definido.
Latina las guerrillas urbanas o rurales desafiaban directamente
al ejército, en la Plaza de las Tres Culturas se masacraba a
estudiantes, Allende tomaba el poder en Chile. Y la misma
insurrección se vivía en Africa, en el Congo exbelga, en
Angola, en Guinea; y en Laos y Camboya e Indonesia...
El Estado de Bienestar occidental no era capaz de
controlar internamente a su juventud, y tampoco parecía que
realizara una política internacional eficaz en la defensa de
sus intereses.
La crisis se inauguró oficialmente en 197328. En ese año
ocurrieron dos acontecimientos sumamente significativos. Por
una parte la OPEP elevó de forma sustancial el precio del
petróleo. Por otra, salió de Vietnam el último soldado
norteamericano.
En 1973 dio comienzo la crisis económica de la que aún no
ha salido Occidente. Y la crisis tuvo una explicación oficial:
el llamado "shock de oferta".
Los que manejamos habitualmente los modelos económicos
sabemos que cuando sobreviene un aumento del precio de las
materias primas importadas, a corto plazo, se produce una
elevación de los precios y una reducción de la producción. De
ahí que nada habría que objetar a una explicación que señalara
a la inflación y al desempleo como resultado, a corto plazo y
momentáneo, de la elevación de los precios del petróleo.
Pero no hay que saber nada de modelos económicos para no
creerse que los más de veinte años en los que el desempleo se
enseñorea de Occidente sean la herencia de la elevación del
precio del petróleo en 1973; aunque sólo sea porque los precios
luego bajaron, luego volvieron a subir, luego otra vez a bajar,
y el desempleo persistió.
La subida de los precios de petróleo, para aquellos países
occidentales que tiene que importarlo, que no son todos,
hubiera momentáneamente generado un incremento de los precios,
y creado desempleo. Y el esquema por el que los modelos
predicen eso es muy sencillo. Los precios suben porque se
repercute sobre ellos el incremento del coste derivado de un
petróleo más caro. Y el desempleo se genera puesto que con unos
¡Error!Marcador no definido.
precios más elevados se exporta menos y se reduce la producción
en las empresas exportadoras.29
Pero insisto en eso sólo hubiese ocurrido momentáneamente
porque, en primer lugar, la subida de precios fue común a todos
los países, y el efecto negativo sobre las exportaciones de un
país por la subida de sus precios puede compensarse con el
efecto positivo sobre las mismas exportaciones debido que los
precios en los restantes países también han crecido. Y en
segundo lugar porque la capacidad de compra transferida a los
países de la OPEP, en algún momento del tiempo se transformaría
en un aumento de las exportaciones occidentales.
Pero sobre todo, existía la política económica precisa
para hacer frente a tal "shock de oferta" y combatir el
desempleo causado. De hecho tales "shocks" de oferta o de
demanda se habían aprendido a combatir en el Estado de
Bienestar para mantener el pleno empleo.
Pues bien, en 1973, por primera vez en veinte años los
gobiernos realizan una política económica que no sólo no tiende
a corregir el desempleo, sino a agravarlo.
El pleno empleo había dejado de ser el gran objetivo de la
política económica. Y como el pleno empleo era el núcleo del
Estado de Bienestar comenzaba necesariamente el final de éste.
----Para simplificar las cosas los
crisis de demanda o crisis de oferta.
cuando las empresas se encuentran en
de pedidos, es una crisis de oferta
economistas hablamos de
Hay una crisis de demanda
dificultades por carencia
cuando esas dificultades
vienen del lado de los costes.
La crisis de 1973 no podía ser una crisis de demanda
puesto que los pedidos no habían sufrido ninguna merma. Luego
tenía que ser de oferta.
La verdad es que me resistí mucho tiempo a admitir que lo
que pasó en 1973 fuera una crisis de oferta, puesto que como he
explicado no había razón para que un aumento de los precios del
crudo de petróleo generase tal desastre. Pero luego terminé
¡Error!Marcador no definido.
admitiendo que bien podía llamarse a la crisis de 1973 una
crisis de oferta, y bien podía decirse que tenía que ver con un
problema de costes, aunque no los del petróleo precisamente.30
La oferta indica las circunstancias bajo las cuales una
empresa está dispuesta a producir una determinada cantidad de
algo. Y en la crisis de 1973 lo que se estaba planteando era
que en las circunstancias del momento no se estaba dispuesto a
seguir produciendo.
Era una crisis de oferta, pero en el sentido más profundo
del término. El capital estaba planteando su ruptura del pacto;
afirmando que se negaba a continuar así. No se iba a continuar
produciendo a menos que se cambiaran radicalmente las
circunstancias.
Las zonas de influencia de Yalta continuaban fijas y no se
esperaba ninguna intervención militar soviética apoyando a los
movimientos democráticos de Occidente. Incluso, entre otras
cosas porque tenía sus propios problemas de los que ocuparse,
la URSS se desvinculaba claramente de todo el movimiento.
El pleno empleo y la seguridad habían actuado como caldo
de cultivo para la explosión de los movimientos sociales. Había
llegado el momento de disciplinar a los trabajadores.
Y así se hizo. Esa fue la crisis.
La crisis de Estado de Bienestar
La crisis económica no puso en entredicho el Estado de
Bienestar. La puesta en entredicho del Estado de Bienestar fue
la crisis económica.
El Estado de Bienestar se edificó sobre el pacto
keynesiano. En el se propugnaba salarios reales crecientes,
pleno empleo, seguro de desempleo para las situaciones "entre
dos empleos", educación obligatoria y gratuita para tramos de
edad cada vez mayores, acceso generalizado y sin costes a la
sanidad, pensiones por incapacidad o jubilación. Todo eso, y
más aún, se logró de forma efectiva.
¡Error!Marcador no definido.
En el pacto se propugnaban tipos de beneficio estables o
crecientes, se establecía el límite al crecimiento del sector
público y la necesidad de la estabilidad en la distribución de
la renta. Los tipos de beneficio decrecieron tendencialmente,
el gasto público creció relativamente en relación al PIB, y se
produjo una substantiva redistribución de la renta a favor del
trabajo.
La caída del tipo de beneficio y el deterioro del "clima
social" fueron los determinantes de la ruptura del pacto.
Fueron los determinantes del final del Estado de Bienestar.
----Pero tras este intento de explicación de lo que a mi modo
de ver ocurrió, nos encontramos con el mayor de los problemas:
el pacto no fue firmado por nadie, ni nadie lo denunció.
Nos queda siempre el recurso de recurrir al "como si": es
"como si" algunos hubiesen firmado ese pacto y "como si"
algunos lo hubiesen roto. Pero intentemos aparte de esto, que
de verdad no es poco, algo más.
Lo narrado es una fabulación que se entreteje con hechos
comprobados. Queda al alcance de cualquier lector interesado
comprobar la tendencia a la reducción del tipo de beneficio, la
redistribución de la renta a favor de salarios, el aumento del
peso relativo del sector público, el crecimiento del salario
real, el mantenimiento de los niveles de desempleo en cifras
mínimas, el cambio de la legislación sobre pensiones, el número
de personas cubiertas por la sanidad pública, las tasas de
escolarización...31
También se puede uno aproximar a lo que aquí se ha
denominado deterioro del "clima social". Pueden repasarse la
información de hemerotecas, acudir a las editoriales para
comprobar cuales resultaban los libros más vendidos en aquellos
años, ver en las filmotecas las películas más divulgadas,
repasar los catálogos de exposiciones, conocer el número de los
conflictos colectivos y huelgas, saber las actuaciones de la
policía o la guardia nacional...Podrán comprobar todo esto y
¡Error!Marcador no definido.
verán que los hechos se corresponden siempre con las cosas aquí
relatadas.
Pero este es un relato en el que los protagonistas, o
mejor el gran protagonista no sólo no tiene cara, sino que
además los hechos que se le atribuyen nunca podrán ser
probados, y ni siquiera mostrados.
Porque cuando decimos: "el mercado aceptó el pacto por
miedo y conveniencia", ¿quién es ese mercado?, ¿puede ese
mercado tener sentimientos humanos como el miedo?, ¿cómo
"acepta"?, ¿de qué espíritu, alma o sabiduría surge su
"conveniencia"?
¿O es que vamos a terminar pensando que el mundo está
regido por los Siete Sabios de Sión que conjuran en secreto y
deciden nuestros destinos?
¿O quizá es que, y aquí estamos realmente en el filo de la
navaja, existe un poder jerárquico que escapa a la democracia
instituida?32
El Estado de Bienestar se instauró en Occidente en
democracias constitucionales con la excepción de Portugal y
España. Pero curiosamente, incluso en esos dos países no
democráticos, la génesis, desarrollo y crisis del Estado de
Bienestar se dieron de forma análoga a lo que sucedía en el
resto. Por supuesto que el Estado de Bienestar de esos países
fue mucho más humilde, pero también es verdad que se trataba de
los países más pobres.
Esto puede hacer pensar que quizá el gran pacto keynesiano
no requería, al menos en su inicio, un sistema democrático,
sino sólo un sistema anticomunista. O quizá estos países sólo
fueron una curiosa excepción. No lo se.
Lo he mencionado porque precisamente por su carácter no
democrático podrían haber encarnado en ellos a ese dictador que
en nombre de los intereses del capital, esto es, para ser más
concretos, en nombre de los grandes propietarios de fortunas
(cuyos nombres si que están a disposición del público) pudieran
haber decidido instalar el Estado de Bienestar, y que, en
nombre también de los mismos y renovados grandes propietarios
de fortunas haber decidido acabar con el experimento.
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Pero ¿quién toma esas decisiones en un país democrático?.
El poder jerárquico está instalado en nuestra historia
desde hace miles de años, el poder de mercado está entre
nosotros desde hace cientos, pero el control democrático es muy
reciente.
Los
representantes
democráticamente
elegidos
reciben
presiones. Por una parte son representantes en tanto en cuanto
son votados por el sistema "un individuo, un voto", por otra
parte reciben influencias de un poder jerárquico ya establecido
y de ese otro poder que se basa en "una peseta un voto". Estas
influencias quedan claras en algunos países como los Estados
Unidos de América donde los grupos de presión sobre los
democráticamente elegidos están reconocidos: los "lobbies". Y
en los otros países uno no puede suponer que por su no
reconocimiento oficial no dejen de existir.
En segundo lugar, en esta nuestra tan incipiente
democracia, existen terrenos estatales absolutamente velados
para el simple ciudadano. Están los llamados secretos de
Estado, están los fondos reservados, están los sustanciosos
presupuestos que distintas agencias estatales de investigación
o inteligencia manejan para no se sabe exactamente qué fines.
Pero nuevamente, y afortunadamente para nosotros tenemos
hechos. Tras la segunda guerra mundial, los gobiernos
occidentales, fuesen democráticos o no, fuesen del signo que
fuesen, se aprestaron a construir el Estado de Bienestar en
todos sus países. Tras 1973 los gobiernos occidentales
independientemente de con qué siglas habían llegado al poder
tendieron a practicar políticas económicas similares, siguiendo
las orientaciones de la OCDE y el FMI.
Y tras estas reflexiones volvamos a escribir sobre
nuestros fantasmas tal vez un poco más materiales ahora. El
Estado de Bienestar se creó basado en un pacto que el mercado
firmó por miedo y conveniencia. La caída del tipo de beneficio
y el deterioro del "clima social" terminó con la conveniencia,
y la política de bloques hacía que el miedo fuera menor.
Así acabó ese experimento social que había logrado las dos
décadas de crecimiento estable más importantes de la historia y
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que había hecho a los hombres más libres en cuanto más alejados
del miedo.
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Parte II. LA GESTION DE LA CRISIS
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Cp. 3. LOS AÑOS OCHENTA
El restablecimiento del tipo de beneficio
La crisis del Estado de Bienestar había sobrevenido por la
ruptura del pacto keynesiano original. En particular, y a modo
de resumen por la caída del tipo de beneficio y por lo que
hemos venido a llamar deterioro del "clima social".
Tras unos años de ambigüedad33, digamos desde 1973 hasta
1980, donde comienzan a probarse lo que después sería políticas
definitivas, en la década de los ochenta se propone un intento
de posición oficial, y tras la caída del muro de Berlín, ya en
la década de los noventa se presentan sin ningún tapujo las
nuevas reglas del juego.
Son las otras dos décadas del restablecimiento. El
restablecimiento del tipo de beneficio y el del "clima social".
Las dos cosas pasaban por disciplinar a la mano de obra. Y la
mano de obra quedó disciplinada. Hasta tal punto, otra vez los
veinte años, que a los jóvenes que se incorporan al mundo del
trabajo les parecen "naturales" las condiciones actuales.
La expresión "disciplinar a la fuerza de trabajo" quizá le
resulte demasiado fuerte a algunos. Dejémoslo en que se utilizó
el desempleo para restaurar el tipo de beneficio. Y que para
hacerlo había que conseguir que los salarios reales crecieran
menos que la productividad, esto es, había que conseguir una
redistribución de la renta en contra de los salarios.
El desempleo se utilizó como una simple estrategia para
lograr la moderación en el crecimiento de los salarios reales y
conseguir así el aumento del tipo de beneficio.
Y la base para esa estrategia era extraordinariamente
simple. De la misma forma en que, en un mercado, cuando existe
un exceso de oferta el precio tiende a bajar lo mismo debería
ocurrir con el precio del trabajo si existiera desempleo: el
salario debería bajar.
Bajo esa concepción el trabajo es simplemente algo que se
compra y se vende en un mercado. Y así se descubrió algo que
¡Error!Marcador no definido.
hoy, debido a la propaganda, nos parece lo más natural: el
mercado de trabajo.
Tan acuñada está esta expresión, tan habitual nos parece,
que creo que no tenemos más remedio aquí que considerarla entre
nosotros a través de ese prisma conocido ya de lo jerárquico,
lo valorativo y el mercado.
El "mercado de trabajo"
Quizá esté llegando el momento en que los economistas
tengamos que pedir disculpas por haber hecho todo lo posible
para ser malinterpretados. La imagen que de nosotros se
proyecta ha dejado de ser de "economistas" y se ha tornado en
simples "mercadistas".34
Parece así que los economistas sólo entendemos y hablamos
del mercado. Y como sólo del mercado hablamos y entendemos,
sólo podemos proponer al mercado como solución a los diferentes
problemas que se nos presentan.
Sin embargo los economistas sabemos que el mercado es
simplemente una de las formas que la sociedad utiliza para
resolver el denominado "problema Económico".
No se piense que lo explicado anteriormente sobre
jerárquía, mercado y valores constituye algo tremendamente
novedoso. Cualquiera que haya comenzado a leer uno de los
textos contemporáneos de INTRODUCCION A LA ECONOMIA se habrá
encontrado con las famosas tres preguntas - "¿Qué producir?",
"¿Cómo hacerlo?" y "¿Para quién ?" - a las que cualquier
sistema económico debe dar respuesta.
Y también se habrá encontrado en cualquiera de esos libros
introductorios con las tres formas básicas usadas para
contestar a esas preguntas: la jerarquía, o sistema de órdenes,
el mercado, o sistema de precios, y los valores, o sistema de
persuasiones.
Ordenes, precios y persuasiones valorativas que se usan,
complementan o excluyen para tratar de solucionar en cada
¡Error!Marcador no definido.
sociedad concreta el conjunto del problema económico.
Los economistas sabemos mucho sobre el funcionamiento del
mercado. Y conocemos que existe una gran variedad de problemas
económicos que el mercado puede solucionar de manera eficaz.
Sabemos no sólo que el mercado no lo es todo y que por
ello el ámbito de lo económico supera al mercado. Sabemos
también que algunos de los problemas económicos más importantes
en nuestras sociedades nunca podrán resolverse recurriendo
directamente al mercado.
Precisamente por conocer en profundidad el funcionamiento
del sistema de precios sabemos que sin alguna corrección es
absolutamente inaplicable a determinados temas.
Como también hay que decir claramente que el mercado como
sistema no se da nunca en "estado puro". No hay ningún mercado
eficiente que pueda funcionar sin quedar inmerso en una
estructura jerárquica y un sistema de valores. No tiene sentido
hablar de mercado sin hacer referencia al retículo jerárquico y
al sistema de valores asociado.
----Por todo ello, al hablar del "mercado de trabajo" debe
hacerse con todo tipo de precauciones. Porque quizá el "mercado
de trabajo" no pueda tratarse de la misma forma que el "mercado
de repollos".
La expresión "mercado de trabajo" es tan habitual que es
necesario preguntarse qué se entiende por tal.
En primer lugar, si tal mercado existiera sería porque el
"trabajo" podría ser objeto de compraventa. El "trabajo" sería
así una mercancía más. Y el "trabajo" como mercancía fue una de
las ideas de Marx. Quizá muchos de los que hablan del "mercado
de trabajo" ni siquiera se percatan que para que exista tal
mercado es necesaria la aceptación de esa idea marxista.
Pero, aún aceptando que el trabajo humano es una simple
mercancía que se compra y se vende, ese mercado deberá situarse
en un entramado jerárquico y deberá quedar vinculado a un
cierto sistema de valores.
¡Error!Marcador no definido.
Decíamos que la existencia de cualquier mercado es
imposible
sin
un
retículo
jerárquico
valorativo
de
referencia. Y tal vez es el momento de aclarar un tanto qué es
lo que por eso entendemos.
Un acto de compraventa es una actividad en la que se
traspasa los derechos de propiedad sobre una mercancía. Y para
que tal acto pueda realizarse es imprescindible tanto que la
propiedad esté definida, como que los derechos asociados a tal
propiedad queden asimismo definidos.
Pero no sólo es necesario un sistema de reglas que defina
claramente la propiedad. También es necesario un sistema
jerárquico que permita el traspaso de la propiedad a través del
mercado, esto es excluyendo el engaño, el robo o la violencia.
Los mercados sólo pueden establecerse y funcionar dentro
de rígidos sistemas jerárquicos que definan claramente las
propiedades y regulen su traspaso.
El sólo hecho de mencionar el derecho de propiedad del
"trabajo" cedido y el significado del cambio de propiedad de
esa mercancía, es algo que nos podría remontar a buena parte de
la literatura económica, jurídica y social de los últimos
siglos. Bástenos aquí con resaltar que, en nuestro hoy y ahora,
resulta imposible hablar del "mercado de trabajo" abstrayéndolo
de un conjunto de leyes, normas y juicios morales.
Porque son precisamente esas leyes, normas y juicios
morales quienes realmente configuran ese mercado. Hablar del
"mercado de trabajo" es hablar de las normas jurídicas en las
que se desenvuelve y de los valores éticos de la sociedad en la
que se produce.
Por supuesto que también es hablar de un sistema de
precios. Y hablaremos de ello. Pero trataremos de hacerlo sin
que
lo
inmediato
como
"mercadistas"
nos
oculte
lo
verdaderamente trascendente como economistas: la valoración y
el significado del trabajo humano.
----Tomemos ahora la última de las preguntas habituales de
¡Error!Marcador no definido.
esos textos introductorios a los que hacíamos referencia: ¿Para
quién la producción?.
Podíamos visualizar el sistema económico como un proceso
en el que, de alguna forma, la sociedad conjuntamente produce
un gran caldero de sopa. Y luego, de alguna otra forma, se van
adjudicando a todos y cada uno de los individuos su derecho a
participar del gran caldero. A unos simplemente se les excluye,
a otros se les da cucharas pequeñas, a otros cucharas más
grandes, a otros cucharones, a otros, finalmente, fuentes
soperas.
La vida, la electricidad, los alimentos, el vestido, el
ocio, el respeto social, la seguridad...constituyen los
elementos principales de la sopa que llena el caldero. Y unos
comen de él con cazos y a otros ni siquiera se les permite oler
el aroma que despide.
No nos detendremos en los fundamentos de los derechos de
algunos para usar los cucharones. Sólo diremos que en nuestro
hoy y ahora, para la mayor parte de las familias de nuestras
sociedades occidentales y democráticas, es exclusivamente su
participación en ese llamado "mercado de trabajo" lo que les da
derecho a una cuchara para participar del caldo colectivo.
Para esa mayoría de la población, insisto que en nuestro
hoy y ahora occidental y desarrollado, el éxito en vender su
"mercancía trabajo" no sólo representa el derecho al uso de la
cuchara presente, sino también - leyes, regulaciones - su
derecho a usar esa cuchara en un futuro cuando no se participe
en ese mercado. Cuando esté viejo o enfermo; cuando ya no se
valore su "mercancía".
Y también, y no es lo menor, representa el orgullo de
"poder trabajar", de ser "útil".Eso es el respeto; el derecho
valorativo a usar la cuchara sin recurrir a la mendicidad.
----El mercado de trabajo, su participación en él como
oferente no rechazado es la principal fuente de legitimación
del derecho a la "cuchara" para la mayoría de la población.
¡Error!Marcador no definido.
Por ello, para esa mayoría no basta con ser individuo,
súbdito o ciudadano para la adquisición de los derechos
económicos; se hace necesario ser "trabajador". Es decir, haber
conseguido en ese "mercado" que alguien se interese por su
"trabajo".
Así, si el derecho a usar una "cuchara" fuera de la
limosna o la lástima se gana con el "trabajo", un principio
valorativo elemental en nuestro tiempo no podría menos que
concretarse en un "derecho al trabajo": todo el que quiera
trabajar podrá hacerlo.
Puestos de acuerdo en la existencia de tal "derecho al
trabajo" se tratará entonces de establecer los mecanismos que
permitan ejercerlo. Y ahí aparece en toda su dimensión el
"mercado de trabajo".
Para algunos el funcionamiento correcto del "mercado de
trabajo" sería suficiente para garantizar el derecho al
trabajo.
Si ese "mercado de trabajo" funcionase de forma análoga al
mercado de repollos el desempleo sólo podría surgir de la
existencia de un salario superior al de equilibrio entre oferta
y demanda.
Y si el diagnóstico del desempleo - un salario "excesivo"
- es tan sencillo, no lo es menos la configuración de la
"solución" para ese desempleo: los salarios deben reducirse.
Pero hay más, puesto que cabe preguntarse cómo es posible
que exista persistentemente un salario superior al de
equilibrio. Y la respuesta es asimismo sencilla: si existe un
salario por encima del correspondiente al de equilibrio será
porque el mercado de trabajo no funciona correctamente. Será,
en definitiva, porque alguien está "metiendo sus manos" en ese
mercado.
Si existe desempleo es porque el salario que se paga es
excesivo; para que desaparezca el desempleo ese salario debe
reducirse; y para que se reduzca ese salario basta con que el
mercado funcione correctamente. Así, eliminando todo tipo de
interferencias con el funcionamiento correcto del mercado,
haciendo
desaparecer
a
los
sindicatos,
aumentando
la
¡Error!Marcador no definido.
transparencia...flexibilizando en fin el "mercado de trabajo"
se habrá conseguido acabar con el desempleo.
----Hay muchos aspectos en los que el llamado "mercado de
trabajo" se diferencia del mercado de repollos. Y uno de ellos
es, como antes señalábamos, que es en ese mercado donde la
mayor
parte
de
las
economías
domésticas
consiguen
la
legitimación del uso de la "cuchara".
Esto es, precisamente es en ese mercado donde se genera
una buena porción de la capacidad de compra que se convertirá
en pedidos para las empresas productoras de bienes y servicios.
Es suficientemente conocida la anécdota que relata la
conversación entre H. Ford y un sindicalista. Señalando H. Ford
las nuevas máquinas de la cadena de montaje le dijo: "Creo que
tendrás problemas para que éstas te paguen la cuota sindical",
a lo que el sindicalista respondió: "Creo que tendrás problemas
para que éstas te compren tus coches". La anécdota refleja el
problema que tratamos.
Por supuesto esto es tan sólo inicialmente cierto si la
producción de las empresas se canaliza fundamentalmente hacia
la demanda interior. Unos salarios míseros pueden servir para
competir vía precios en el mercado exterior, pero en ese caso
sería necesario que el poder de compra se generase en ese
exterior. Lo que lleva a la mundialización de la idea que
estamos tratando: no todos los países pueden tener salarios
míseros porque en algún país habrá que vender los coches de
Ford.
Los salarios representan un coste para la empresa, pero
los salarios en su conjunto también representan una fuente
fundamental de pedidos para las propias empresas.
Así, bajo esa perspectiva, una reducción de los salarios,
al disminuir la capacidad adquisitiva de los asalariados, y de
aquí la caída de los pedidos de las empresas con el
consiguiente despido asociado, puede traducirse en un aumento
¡Error!Marcador no definido.
del desempleo.
----Existen como vemos ciertas razones para suponer que tras
una reducción de los salarios pueda contratarse a más
trabajadores, pero también existen otras razones para suponer
que pueda darse el proceso contrario. Así que podemos de una
vez por todas formular la pregunta: ¿Qué dice la teoría
económica al respecto?; la reducción de los salarios ¿lleva a
una mayor contratación de trabajo?
La teoría económica no dice de por sí nada puesto que la
teoría económica como tal no existe. No hay una única
respuesta, sino que ésta depende de las escuelas. Así, para los
neoclásicos
una reducción del salario real conduciría a un
mayor
nivel
de
empleo;
monetaristas
y
partidarios
de
la
síntesis neoclásica acordarían que la reducción del salario
monetario reduciría el desempleo; en cambio, fiscalistas
postkeynesianos35
dudarían
de
que
la
reducción
del
y
salario
condujera a una recuperación sensible de los niveles de empleo.
Cabría ahora, para tratar de complementar el panorama,
realizar a esas escuelas económicas la pregunta alternativa:
¿Qué otras medidas de política económica, distintas de la
reducción salarial, pueden llevarse a cabo para generar empleo.
Los neoclásicos insistirían en que ninguna. Para ellos
sólo la reducción del salario real puede elevar a corto plazo
los
niveles
política
de
empleo.
monetaria
Los
monetaristas
expansiva;
para
los
propondrían
partidarios
de
una
la
síntesis neoclásica podrían utilizarse políticas monetarias y
políticas
fiscales
postkeynesianos,
en
expansivas.
fin,
sólo
la
podría asegurar el incremento del
Para
política
fiscalistas
fiscal
y
expansiva
empleo.36
----Alejándonos
un
tanto
de
las
políticas
económicas
más
¡Error!Marcador no definido.
convencionales centrémonos en las que, tal vez porque ni
siquiera se llaman así son las más profundas.
Decíamos que todo mercado exige una definición jerárquica
de la propiedad del objeto a intercambiar y de la forma de
transmisión de esa propiedad.
Hemos visto además cómo las peculiaridades del mercado de
trabajo, al hacerlo socialmente relevante por muchos conceptos,
impone
necesariamente
una
mayor
trascendencia
en
esas
definiciones de la propiedad y su forma de traspaso.
En primer lugar está el ya referido "derecho al trabajo".
Y frente a éste las posiciones son nítidas y opuestas. O bien
se piensa que el mercado de trabajo puede por si mismo,
introduciendo todas las flexibilidades necesarias, garantizar
ese derecho, o bien se piensa que no.
Pero incluso si se piensa que si, la reglamentación
jerárquica es imprescindible. Se trata en tal caso de regular
la desregulación, de prohibir y limitar, de establecer penas y
recompensas para los que se enfrenten con las leyes o las
respeten.
Un mercado, y más el de "trabajo", siempre está regulado.
Las reglas delimitan el campo y la forma de actuación en él;
fija las reglas del juego. Y esas reglas pueden ser distintas y
cambiar, pero únicamente el poder jerárquico puede establecer
tales reglas. Y las reglas de un mercado teóricamente perfecto,
en nuestro hoy y ahora, sólo podrían establecerse mínimamente
bajo una férrea dictadura política.
Pero también resulta legítimo pensar, tanto teórica como
valorativamente, que el mercado de trabajo no puede garantizar
el derecho al trabajo. Y ese "no" debe ser doblemente matizado:
hay quienes piensan que el mercado no puede garantizar el
derecho a un trabajo digno; y hay quienes piensan que ese
mercado no puede garantizar el derecho al trabajo sin más.
La primera matización surge de la precaución de que ese
pleno empleo conseguido por la reducción del salario conduzca a
un mundo de miseria para los más. Una miseria no deseada ni
incluso al precio del pleno empleo.
La segunda matización surge de la precaución con la que
¡Error!Marcador no definido.
puede estimarse que, por más flexible que sea el mercado de
trabajo no se conseguirá el pleno empleo, aunque sí se logren
reducir los salarios.
Como hemos visto, razones teóricas existen para respaldar
una u otra de las posturas. Y empatadas en lo teórico sólo
puede avanzarse en un camino u otro tras una decisión política.
Esa decisión supondrá necesariamente una reglamentación, aunque
tal reglamentación sea precisamente la ausencia de ella. Pero
esa decisión se sustentará en el poder que emane de las fuentes
de la riqueza,
imperante.
la
organización
y
el
sistema
de
valores
----Dentro de una empresa los intereses de los trabajadores y
de los propietarios son antagónicos. En el conjunto del sistema
económico pueden no serlo. Por ello, la miopía de la
microeconomía debe necesariamente corregirse con la visión
macroeconómica.
En principio, dentro de esa miopía, el trabajador tratará
de ganar lo más posible, de trabajar lo menos posible y de
obtener la máxima garantía de estabilidad, de seguridad, en su
derecho a la "cuchara". El propietario por su parte tratará,
también en su miopía, de pagar lo menos posible, de que se
trabaje lo más posible, y que pueda, cuando lo desee contratar
o despedir arbitrariamente con el mínimo coste. Ese es el
antagonismo fundamental.
Pero, como hemos visto, los salarios resultan globalmente
el componente más importante de la demanda efectiva que se
dirige hacia las empresas. Y las condiciones de trabajo
resultan asimismo uno de los componentes básicos del bienestar
social.
Así, en la medida en la que el Estado se haga responsable
del desempleo, esto es, de garantizar que las empresas tengan
una cartera de pedidos suficiente para poder ofrecer los
puestos de trabajo convenientes; y en la medida en que ese
¡Error!Marcador no definido.
Estado, como garante y agente de los deseos de bienestar de los
individuos deba establecer las condiciones de trabajo y los
beneficios asociados a ese trabajo, presentes y futuros, no
tendrá otro remedio ese Estado que intervenir en el mercado de
trabajo. En uno u otro sentido, pero intervenir siempre.
Y su forma de intervención dependerá entre otras cosas del
modelo de sociedad que se desee en el presente y en el
inmediato futuro.37
La racionalización económica
La moderación en el crecimiento de los salarios reales no
sólo era un objetivo para recomponer el tipo de beneficio.
Formaba también parte de una nueva racionalidad que debería
reforzar "científicamente" el restaurado "clima social".
El mensaje en lo más elemental se reducía a decir: la
moderación de los salarios creará empleo. Pero claro, ese era
el mensaje más elemental. Cuando se había creado desempleo para
reducir los salarios, decir que esa reducción crearía empleo
solo podía ser o una artimaña estúpida o una creencia de
aquellos que, sus razones tendrán, sueñan con un mercado de
trabajo dibujable en una pizarra.
La reducción de los salarios debería presentarse con un
poco más de garbo. Y así se hizo. Primero, cronológicamente, se
presentó como el precio que había que pagar por acceder a la
modernidad, por mantenerse en las primeras filas de la
tecnología y el desarrollo. Después, curiosamente después, el
argumento fue mas de defensa numantina: Occidente frente al
Tercer Mundo.
Así el argumento de la "necesaria recuperación del
excedente empresarial" propio de los primeros años de los
ochenta dejó paso al de la "imprescindible competitividad" de
los finales de los ochenta y principio de los noventa.
Aquello del excedente empresarial tenía un fuerte sabor
clásico. Clásico en el sentido que recordaba alguna de las
¡Error!Marcador no definido.
ideas sustentadas por los economistas a los calificamos como
clásicos; aunque hay que advertir que los anunciadores
contemporáneos de esa propaganda del excedente empresarial se
encontraban a años luz de distancia, en cuanto a inteligencia,
elegancia y percepción social, de aquellos autores. Lo que para
los autores clásicos resultaba una conclusión de un análisis de
lo que ocurría en sus tiempos, para nuestros venerables voceros
contemporáneos era sólo, y sólo en su opinión, un buen anuncio
comercial.
Para los autores clásicos los beneficios se convertían en
inversión. Y esa inversión - que para ellos incluía también el
adelanto de los salarios que se hacía a los trabajadores
mientras que la producción no se había vendido; el "fondo de
salarios" se denominaba - se traducía en progreso técnico, y en
empleo.
Bien es verdad que ninguno de los autores clásicos dio
mucha importancia a lo del progreso técnico, y que si bien
todos pensaron que la inversión se traducía en empleo, ninguno
de ellos pensó que se traducía en más empleo. Si acaso en el
mismo, o quizá, y ahí está el propio Ricardo, en menos.38
Y si tales eran las cautelas de los autores clásicos en
cuanto la relación entre la inversión y el empleo, en nuestros
días, donde ni siquiera existe la certeza de que los beneficios
terminen convirtiéndose en inversión, esas cautelas tendrían
que triplicarse.
Pero, en fin, ese era el argumento de la "reconstrucción
del excedente", que de hecho podría haber dado mucho más de sí,
pero que se quedó en eso, quizá porque el capital, aunque paga
bien a sus promocionadores, tuvo la mala suerte de encontrarse
sólo con figurones algo zoquetes para predicar la nueva. Quizá
deberían flexibilizar el mercado de "expertos" a ver si la
próxima vez tienen mejor fortuna.
----Acabado aquello del "excedente" se empezó con lo de la
"competitividad". Por supuesto que los salarios tenían que
¡Error!Marcador no definido.
moderarse, pero esta vez era necesario por aquello de la
competencia internacional; y además parecía que ahora no se
trataba de los salarios reales, sino de los monetarios.
A los proponentes de tan profunda teoría se les recordó
que un país era más competitivo cuando había ordenado tan
sabiamente sus relaciones que sus ciudadanos pudieran vivir en
libertad en ausencia del miedo. Pero como en esto no había
cifras lo clasificaron de no económico y prescindieron del
argumento.
Como parecía que todo lo que les preocupaba era el tema de
la inflación se les indicó que los costes laborales unitarios
no eran los responsables del crecimiento de los precios, sino
que dependía de qué distribución de la renta acompañaba a tales
costes.
Pero hagamos un espacio para ese tema, ya que el lector
puede ser ajeno al significado de tales costes laborales
unitarios - se les abrevia como CLU - aunque estoy seguro de
que con ellos se ha topado multitud de veces.
Los costes laborales unitarios, CLU a partir de ahora, son
el resultado de dividir el salario monetario entre la
productividad.
Veamos su significado porque es importante.
Supongamos que un trabajador cobra 1000 pts por su trabajo
en un determinado período de tiempo, y que en ese período
produce 5 "cosas", esto es, su productividad es 5. La idea de
los CLU consiste en proporcionar una información sobre cual es
el coste de salarios por cada "cosa"que se produce.
Y en nuestro caso basta con realizar una proporción: si
cuesta mil pesetas el trabajo que proporciona cinco "cosas",
cada "cosa"tendrá un coste salarial de 200: esto es el salario,
dividido entre la productividad. Los CLU serían de 200.
Sigamos con el ejemplo y supongamos que esas "cosas" se
venden a 500 pesetas por unidad. El salario real del trabajador
será de dos "cosas" - lo que puede adquirirse con el salario de
1000 - y la distribución de la renta será del 40% a favor del
trabajo (Puede calcularse como ya dijimos en los capítulos
precedentes como el cociente entre el salario real, 2, y la
¡Error!Marcador no definido.
productividad, 5).
Pues bien, supongamos que ahora, sin modificarse la
productividad el salario del trabajador se multiplicase por dos
y pasase de 1000 a 2000 pesetas. Los CLU serían ahora el doble
-2000/5 = 400 - y tendríamos que ver que es lo que ocurre con
el precio.
Si el precio de las "cosas" pasase a 1000, el salario real
seguiría siendo 2 y la distribución de la renta sería la misma.
Pero si el precio pasase a 2000 el salario real sería de 1 y la
distribución de la renta sería ahora del 20% a favor del
trabajo. Y si el precio fuera de 500, el salario real sería de
4 y la distribución de la renta de un 80% a favor de salarios.
Resumamos: los CLU se han duplicado, si la distribución de
la renta permanece inalterada los precios pasan de 500 a 1000,
si se redistribuye en contra del trabajo hasta un 20% el precio
es de 2000, y se redistribuye a favor del trabajo hasta un 80%
el precio se mantiene en 500.
Y aquí el resultado: dado cualquier incremento de los
salarios monetarios y cualquier variación de la productividad
la
inflación
será
tanto
mayor
cuanto
mayor
sea
la
redistribución de la renta en contra del trabajo. O bien: dado
cualquier incremento de los salarios monetarios y cualquier
variación de la productividad la inflación podrá ser nula con
tal de que se produzca la oportuna redistribución de la renta a
favor de salarios.
En el fondo lo único que estamos planteando es que en la
formación de los precios tanto significan los costes laborales
como el margen de beneficios que se les aplica.
Pero la verdad es, y es la verdad, que enunciado como que
dado cualquier incremento de los CLU la inflación puede ser
nula con tal de que se proceda a una redistribución a favor del
trabajo, deja en un terreno extraño a los partidarios ingenuos
de la competitividad.
Tendremos
que
hablar
de
competitividad,
e
incluso
tendremos que hacerlo en relación con el famoso excedente
empresarial. Pero aquí han quedado dos ejemplos de lo que fue
la racionalización económica de la reducción de los salarios.
¡Error!Marcador no definido.
Afortunadamente para todos,y defendiendo a mi profesión,
en las revistas económicas serias no se decían tales tonterías.
El final del pleno empleo
Se que decir que los grandes artífices de la política
económica deseaban la aparición de desempleo es algo muy duro.
Pero otra vez debo manifestar que al menos se comportaron
"como si" lo intentaran. Y lo digo basado en tres razones: la
primera porque teniendo los utensilios económicos para combatir
el desempleo no se utilizaron, dejando de ser de hecho el pleno
empleo uno de los objetivos de la política económica. En
segundo lugar porque se anunció oficialmente que se entraba en
un período de crisis y tal anuncio creó la crisis. Y en tercer
lugar, aunque muy relacionada con la primera, porque se
pusieron en práctica políticas económicas que de todos eran
sabido producirían necesariamente desempleo.
Consideremos la primera de las razones. El logro del pleno
empleo en una economía de mercado es un objetivo que únicamente
puede cumplirse con una política activa y continua practicada
desde fuera de ese mercado.
Como ya explicamos en su momento, por más flexibles que
sean precios y salarios, por más transparentes que sean los
mercados, en presencia de ese tiempo histórico en el que este
planeta se desenvuelve y donde el pasado está dado y no se
puede cambiar y el futuro es incierto y no se puede conocer,
todos los mercados pueden estar en equilibrio excepto el
"mercado de trabajo".
En el momento en que se deja de practicar esa vigilancia y
esa política activa, esto es, en el momento en que el pleno
empleo deja de ser un objetivo de la política económica, lo más
probable es que aparezca desempleo.
La segunda de las razones tiene mucho que ver con eso de
que "el futuro es incierto y no se puede conocer". Dada esa
característica de nuestra condición humana el futuro sólo se
¡Error!Marcador no definido.
puede imaginar. Y a esa imaginación del futuro la denominamos
los economistas "formación de expectativas".
Poco sabemos de cómo se forman estas, puesto que si lo
supiéramos con rigor desplazaríamos de su labor a tantas
brujas, videntes, profetas y adivinadores del porvenir que se
ganan honradamente su sustento y nuestro respeto. Pero lo que
sí está claro es que en economía existen una gran cantidad de
profecías que se autocumplen.
Si, por ejemplo, el gobernador de un Banco Central se
dirigiera a los medios de comunicación diciendo: creemos que
nuestra moneda se devaluará, no tengan la menor duda de que esa
moneda se devaluará. Oído al gobernador todos aquellos que
puedan tratarán de cambiar esa moneda nacional por otra
extranjera con lo que perderá valor la nacional y se revaluará
la extranjera; y al final tendremos la profecía autocumplida.
Lo mismo ocurre cuando alguna autoridad económica, llámese
FMI, OCDE, o responsables del gobierno, dicen - y eso se dijo
en 1973 - que comienzan unos años de dura crisis económica.
Cualquier empresario sensato que tal cosa oiga dudará de llevar
adelante en tales momentos los proyectos de inversión pensados,
y dejará de pensar en cualquier otro proyecto futuro, con lo
que la inversión descenderá y aparecerá necesariamente la
crisis profetizada.
El anuncio en 1973 por parte de las grandes organizaciones
económicas internacionales de los malos tiempos que iban a
venir, o era una irresponsabilidad - cosa que nadie podría
pensar de tan doctas y ponderadas instituciones - o era un
deseo. No cabe otra explicación.
La tercera razón tiene que ver con las políticas
económicas practicadas. La crisis de 1973 fue, como explicamos
una "crisis de oferta" - los que lo deseen que lo interpreten
como consecuencia del "shock" petrolífero, y los otros que lo
interpreten en el sentido más amplio del "así no se puede
seguir produciendo" que aquí hemos esbozado - pero el cambio en
las expectativas y la caída de la inversión la transformaron
inmediatamente en una crisis de demanda en que las empresas
cerraban o despedían trabajadores por carencia de demanda
¡Error!Marcador no definido.
efectiva.
Pues bien, ya en esa momento de caída de la demanda
efectiva, esa propias organizaciones internacionales comenzaron
a recomendar "para salir de la crisis" la reducción del gasto
público y el fomento del ahorro (por cierto que hasta los
noventa no se atrevieron a decir que la reducción del gasto
público que se propugnaba era precisamente la reducción de los
gastos sociales).
Poco hay que saber de economía para entender que, en un
momento en que la inversión privada se retraía, predicar la
reducción del gasto y del consumo - que eso es el aumento del
ahorro - solo podía traducirse en una caída mayor aún de la
cartera de pedidos de las empresas.
----Las razones para esa actitud son un misterio que tenemos
necesariamente que desentrañar para lograr entender el período.
El pleno empleo no sólo es deseado por el conjunto de los
trabajadores, sino que también en el pleno empleo se logra,
como ya vimos, el máximo del tipo de beneficio.
Pero recordemos que el objetivo era doble: había que
restablecer el tipo de beneficio, pero también había que
restaurar el "clima social".
Para algunos autores lo segundo tiene prioridad respecto a
lo primero. Decía Kalecki en el temprano 1943 lo siguiente:
"...En realidad, bajo un régimen de pleno empleo, el "despido" dejaría de
desempeñar su papel como medida disciplinaria. Se minaría la posición social
del jefe o patrón y crecería la confianza en sí misma y la conciencia clasista
de la clase trabajadora. Las huelgas para pedir aumentos salariales y mejoras
en las condiciones de trabajo crearían tensión política. Es cierto que bajo un
régimen de ocupación plena las ganancias serían mayores que el promedio de las
mismas bajo el laissez-faire (..) Pero los líderes del mundo de los negocios
aprecian más la "disciplina de las fábricas" y la "estabilidad política" que
las ganancias mismas. Su instinto de clase les advierte que la ocupación plena
duradera
es
una
situación
enfermiza
desde
su
punto
de
vista,
y
que
el
desempleo es parte integrante del sistema capitalista normal" pp. 161-16239
Bien podía tener razón Kalecki, pero es que hay más. Como vimos el tipo de
¡Error!Marcador no definido.
beneficio dependía de la tecnología utilizada - lo que denominábamos relación capital
producto - y de la utilización de la capacidad instalada, de modo que cuanto más
elevada fuera esta tanto mayor el tipo de beneficio, y de aquí una razón para tratar
de situarse en el pleno empleo.
Pero el tipo de beneficio también quedaba en función de la distribución de la
renta, de tal forma que cuanto mayor fuese la distribución de la renta a favor de
beneficios tanto más elevado sería el tipo de beneficio.
Así, aunque el pleno empleo consigue el mayor tipo de beneficio posible dada
una distribución, si un grado de desempleo consigue una moderación en el crecimiento
salarial de tal forma que los salarios reales crezcan menos que la productividad, la
redistribución de la renta a favor de los beneficios puede compensar, o sobrepasar en
su efecto positivo, el efecto negativo desencadenado por la reducción del empleo.
Es más, si la producción se mantuviese, y la productividad aumentase, con las
mismas condiciones de trabajo el empleo se reduciría, como vimos, en la misma medida
en que se incrementa la productividad. Si en esas circunstancias, y debido a ese
mismo desempleo, se consiguiera que los salarios reales no crecieran al mismo ritmo
que la productividad se distribuiría a favor de beneficios. Con la misma producción y
una
distribución
de
ésta
más
favorable
a
beneficios
los
beneficios
totales
se
incrementarían, con lo que, con el mismo capital tendríamos un tipo de beneficio
superior.
Sin embargo esto que hemos dicho supone que la producción no se modifica. Sin
embargo hay razones para pensar que cuando se produce una redistribución de la renta
en contra de salarios la producción cae puesto que la cartera de pedidos también lo
hace.40
Las razones de este hecho son relativamente sencillas, y ruego al lector que
disculpe esta disgresión y que tenga paciencia puesto que como verá las conclusiones
tienen su importancia.
Todo se basa en lo que denominamos propensiones a consumir, y suponemos que la
parte que se dedica al consumo de la renta que procede de los salarios - la
propensión media al consumo de las rentas salariales - es superior a la parte que al
consumo se dedica de las rentas procedentes de los beneficios - la propensión media
al consumo de las rentas del capital -.
Si las propensiones de ambos grupos fuesen iguales, digamos del 50%, una
redistribución de uno a otro grupo no tendría efectos sobre la demanda efectiva. Si,
en este caso se detrayeran 10.000 pesetas a los beneficios y se pasaran a los
salarios el consumo derivado de los beneficios se reduciría en 5000 y el consumo
proveniente de los salarios se incrementaría en 5000, con un efecto neto nulo.
Sin embargo si con la misma redistribución del ejemplo anterior la propensión
a consumir de las rentas salariales fuera del 80% y la de los beneficios del 40%, el
consumo derivado de los beneficios caería en 4000, pero el incremento del consumo
procedente de los salarios se incrementaría en 8000, con un efecto neto positivo
sobre la demanda efectiva de 4000.
Esto significa que cuando, para mejorar el tipo de beneficio se produce una
redistribución de la renta en contra de salarios, la producción desciende.
Sin embargo, aún en este caso está probado que la tendencia a la reducción de
los beneficios globales por el hecho de que hay un menor producto a repartir queda
suficientemente compensada por la tendencia a su elevación al apropiarse de una mayor
cantidad. Los beneficios globales se incrementan y, con el mismo capital, también lo
hace el tipo de beneficio.
¡Error!Marcador no definido.
Consecuentemente, el recurso al desempleo con el fin de reducir el crecimiento
de los salarios reales, restaura el tipo de beneficio y es posible que también
contribuya
al
restablecimiento
de
ese
"clima
social"
en
el
que
florecen
los
empresarios innovadores.
El cambio en el "clima social"
El mercado sólo atiende, excepto en los casos en que existan organizaciones de
intermediación, a necesidades privadas avaladas con dinero. Y el mercado, en la fase
del capital, necesita para su extensión el afán de lucro.
Y ese mercado-capital, olvidándose de que los tiempos habían cambiado y de que
tal vez se podría haber establecido una nueva relación con el conjunto social, volvió
a
plantear
sus
bases
más
estilizadas
y
menos
civilizadas:
la
vuelta
al
individualismo, la crítica de lo público, y la admiración hacia un triunfo sustentado
en un enriquecimiento monetario.
Los años sesenta habían desarrollado unos valores basados en la solidaridad,
la cooperación y el sentimiento de que uno no está sólo puesto que vive en compañía.
La
propaganda
de
los
ochenta
se
basó,
por
el
contrario,
en
la
vuelta
a
un
individualismo egoísta.
Alguna vez he descrito esta época como la de los tutús y los yoyós41. El tú
eres único, tú eres el que eliges, sólo tú decides, en tu mano está tu futuro... era
el sonido recurrente del canto de los tutús. Y el contrapunto provocado de los yoyós
rumoreaba en sintonía: yo he conseguido, yo he trabajado duramente, yo he luchado, yo
he logrado...
Por
supuesto
que
estas
lenguaje habitual de muchos
expresiones,
antes
de
que
se
incorporaran
en
el
memos ingenuos, y de otros que no lo eran tanto y que
terminaron posteriormente dando con sus huesos en la cárcel por ladrones, aparecieron
por
primera
vez
para
el
gran
público
en
anuncios
de
televisión
y
en
algunas
películas. Pero también ocurría lo mismo en los bajos fondos de la intelectualidad.
Los "nuevos" filósofos volvían a un individualismo que veía al Estado como el
causante de todos los males. Y curiosamente, por las fechas del revival, en los
núcleos
duros de la investigación económica se insistía una y otra vez en lo
importante
que
resultaba
establecer
los
fundamentos
microeconómicos
de
la
macroeconomía.
El individuo
- hay que ver cómo nos aman - otra vez volvía a ser el centro de
la historia, y de la ciencia.
Muchas veces he contado a mis alumnos y en algún sitio he escrito que la
influencia del individuo sobre los fenómenos depende sobremanera de cuales sean esos
fenómenos. En algunos de ellos, aunque sean los propios individuos los implicados, la
influencia del individuo es nula.
Así, si desde lo alto de una torre lanzamos al vacío a un aguerrido general,
un obispo místico, un banquero, un representante de la realeza europea y a un
convicto criminal, todos, absolutamente todos llegarán al suelo con una velocidad
que, si mis recuerdos de lo aprendido siguen siendo buenos, se iguala a la raíz
cuadrada del resultado de multiplicar por dos el producto de la aceleración de la
gravedad - 9,8 era en mis tiempos y no creo que haya variado - por la altura de la
torre.
¡Error!Marcador no definido.
En este caso, los sentimientos del individuo, su visión de la vida, sus
apetencias y terrores no influyen en nada sobre el fenómeno que queremos estudiar.
También es verdad que si lo tratamos de determinar es el número de muertos que
puede haber en un incendio de un teatro, algo del comportamiento humano debemos tener
en cuenta. En este caso hay que admitir que tal comportamiento se suele traducir en
la actitud de pánico. Y con tal actitud, otra vez, el uso de un modelo de mecánica de
fluidos puede informarnos y aproximar el número de víctimas, independientemente de
que
los
espectadores
estuvieran
compuestos
por
generosos
altruistas,
envidiosos
declarados, mezquinos o sinvergüenzas.
Y, por último, si lo que tratásemos de dilucidar fuesen los movimientos de los
invitados a una fiesta, está claro que en tal caso los sentimientos de cada uno de
los individuos resultan imprescindibles a la hora de la explicación. El aficionado a
la bebida tendrá el bar como punto de arranque y de regreso de sus idas y venidas;
los que se odien trazarán una danza perfecta maximizando en cada momento la distancia
que separa al uno del otro; aquellos que se gusten se desplazarán en una especie de
fingido camino aleatorio que terminará siempre en un encuentro...
Si lo que nos interesa es la velocidad de caída el comportamiento individual
nada
importa,
si
nuestro
interés
reside
en
las
víctimas
del
incendio
el
comportamiento de los individuos algo influye, y si lo que queremos explicar son los
desplazamientos en la fiesta casi sólo el individuo importa.
Cuando se instala un teléfono público en un pequeño pueblo hasta entonces
incomunicado el comportamiento de sus habitantes se altera en los tres niveles de
jerarquía mercado y valores. Cuando se restringe el gasto público el comportamiento
de las empresas suministradoras se altera en una dirección muy previsible. Cuando se
cambia la legislación sobre los contratos, o cuando se recortan las pensiones el
comportamiento de trabajadores y pensionistas se altera también en un sentido muy
previsible.
Lo siento de verdad por los buscadores de las últimas esencias pero algunos
siguen un camino equivocado. En buena parte de los temas preocupantes no deben
buscarse los fundamentos microeconómicos de la macroeconomía, sino, por el contrario
los fundamentos macroeconómicos de la microeconomía.
Resulta
curioso,
cuando
no
patético,
que
todavía
en
nuestros
días
pueda
volverse a hablar de individualismo; que no de individuo, que eso es otra cosa.
En un mundo totalmente interrelacionado del que ya el bueno de Smith - léase a
Smith y no a sus voceros y el lector quedará sorprendido - se maravillaba42.
En ese mundo en el que pisamos por calles que no hicimos, que utilizamos
información que no ideamos, que incluso usamos un idioma que no inventamos, se volvió
a predicar la canción obsoleta de los tutús y los yoyós. El ejecutivo agresivo fue el
ídolo de la juventud culta, el dinero el máximo atractivo de los personajes, el pisar
a
los
demás
una
estrategia,
el
aprovecharse
de
las
situaciones
un
espíritu
práctico...
Se restauró un extraño "clima social", y en el floreció un esperpento. Como si
el empresario innovador schumpeteriano fuese reflejado en los espejos del callejón de
los hermanos Alvarez Gato, apareció renovado y estúpido el hacedor financiero, el
mequetrefe imbécil con vista de lince para los negocios.
La legitimación democrática
¡Error!Marcador no definido.
Si los primeros años tras 1973 fueron de una cierta ambigüedad en cuanto la
política económica a seguir, el comienzo de los ochenta ofrecía ya un perfil nítido
de hacia donde se deseaba que se encaminara el sistema.
Los países de Europa del Este , y la propia URSS, vivían una de sus peores
crisis de valores, y Occidente se encontraba inmerso en su propia crisis económica.
Fue entonces cuándo se produjo una curiosa concordancia en cuanto a los objetivos de
unos poderes concretos agrupados en torno a tres nombres: el Papa Juan Pablo II, el
Presidente de los Estados Unidos de América Reagan, y el Secretario General del
Partido Comunista de la Unión Soviética Gorbachov. De una u otra forma quedó pactado
el final del denominado socialismo real, la orientación de la política económica de
Occidente, y el abandono del Tercer Mundo a su suerte.
----En la URSS aquellos diez días que estremecieron al mundo quedaban ya muy
lejos.
En
sus
inicios
la
organización
jerárquica,
como
todo
poder
jerárquico
emergente, había comenzado con la destrucción de los poderes rivales: el mercado y el
sistema de valores. Se instaló un sistema de planificación central que trataba de
sustituir al mercado en cuanto a emisor de señales con las que indicar a las empresas
la dirección adecuada en cuanto a producción, compra de materias primas o consumos
intermedios y contratación de trabajo. Y se intentó borrar de las sentimientos de los
individuos
cualquier
tipo
de
valor
religioso
o
político
que
no
estuviese
en
concordancia con el pensamiento del Partido.
En una segunda fase, la de consolidación, y sustituido el mercado, mal que
bien, por la planificación, se intentó llenar el vacío del retículo de los valores
con la moral comunista. El Partido lo era todo: se trabajaba por el Partido, se creía
en
el
Partido,
se
vivía
por
el
Partido.
La
jerarquía
del
partido
era
quien
interpretaba la historia pasada y quien iluminaba el glorioso futuro, era quien
decidía sobre el bien y el mal, sobre las prioridades de la nación, sobre el
desplazamiento físico de los ciudadanos, sobre la educación que cada uno debía
recibir y el trabajo que debía desempeñar.
Y hay que reconocer que el sistema tuvo éxito en su intento. A costa de muchos
muertos, desaparecidos o desterrados, la férrea mano del poder jerárquico se impuso,
y Occidente pudo contemplar con extrema preocupación que ese país, Rusia, que en 1917
conservaba una organización casi feudal y donde la inmensa mayoría de la población
vivía en condiciones similares a las de los animales, se había convertido en una
formidable potencia militar que como tal actuó en la segunda guerra mundial.
Pero no sólo era una potencia militar. Era cierto que tras
veinticinco años
el socialismo eran los soviets mas la electrificación de la Unión Soviética. Se había
generalizado la Sanidad, todo el mundo tenía trabajo y sobre todo se habían volcado
los recursos hacia la educación.
Los jóvenes de veinte años, otra vez esa edad, no recordaban otra cosa que no
fuera
comunismo
y
los
valores
en
los
que
creían
estaban
en
sintonía
con
la
organización jerárquica.
Y no sólo los jóvenes, también los mayores que habían sobrevivido a las
carnicerías de la primera guerra mundial, de la guerra civil, de la segunda guerra
mundial y de las purgas de Stalin, recogían en su mayoría aquellos nuevos valores, y
¡Error!Marcador no definido.
aquellas creencias en la construcción del socialismo.
La Unión Soviética era una potencia y sus ciudadanos estaban orgullosos de
pertenecer a aquella nación que había logrado poner en órbita, en 1957, el primer
satélite artificial en la historia de este planeta.
No creo que sea posible explicar el desarrollo experimentado por la URRS sin
hacer referencia al sólido sistema de valores que lograron establecer, como no creo
que pueda explicarse su desastre final sin hacerlo precisamente por el deterioro de
esos valores; el "clima social" del otro sistema.
En los primeros tiempos se obedeció a la jerarquía por miedo, posteriormente
por miedo y convicción, luego hubo un momento en que, observando el comportamiento
corrupto de la nomenclatura desaparecieron las creencias, y al final ni siquiera
había miedo.
Si la planificación había mal que bien funcionado cuando las comunicaciones
eran primitivas nada puede explicar, excepto el caos generalizado, que en la época de
los ordenadores aquello terminase siendo un desastre. Nada excepto el escepticismo de
una
población
culta,
educada,
instruida
y
muy
preparada,
que
veía
como
se
despilfarraban los recursos y como unos pocos se aprovechaban de la situación.
-----
Pero regresemos al Occidente que es nuestro tema. Las políticas económicas que
se presentaron con el claro objetivo de la reconstrucción del excedente empresarial
obtuvieron su legitimación en las urnas.
También
es
verdad
que
obtuvieron
legitimación
democrática
aquellos
otros
programas, que, como en el caso de España y el Partido Socialista Obrero Español, se
presentaban con otros objetivos. Pero al final unos y otros terminaron practicando la
misma política económica, esto es, la recomendada por la OCDE y el Fondo Monetario
Internacional.
Otra
vez
todo
Occidente,
independientemente
del
color
político
de
los
gobiernos de turno, interpretaba la misma melodía.
El Estado de Bienestar se creó tras la segunda guerra mundial en naciones
democráticas y en dictaduras, la crisis de oferta - el "así no se puede seguir
produciendo" - se dio en países democráticos y en dictaduras, y la reconstrucción del
excedente empresarial, la restauración del tipo de beneficio, la redistribución de la
renta a favor de salarios y el cambio en el "clima social", se produjo en Occidente
en las mismas fechas independientemente de los partidos gobernantes
Los años ochenta suponen una época de crecimiento económico en Occidente. Un
ensayo de lo que puede dar de sí el nuevo sistema en el que al Estado de Bienestar se
le ha extirpado uno de sus fundamentos: el pleno empleo.
Es una etapa liderada por el crecimiento económico de los Estados Unidos de
América que inicia su despegue pregonando una política ultraliberal y practicando en
la realidad - el déficit público de los años ochenta es el mayor de la historia de
los Estados Unidos - una política keynesiana que está vetada en Europa. Son los años
del "keynesianismo en un sólo país".
La década de los ochenta
¡Error!Marcador no definido.
Cualquier
programa
de
recuperación
económica
tiene
que
incorporar
necesariamente la forma en la que se generará la demanda efectiva que haga participar
a las empresas en tal programa.
La creación de demanda siempre resulta la piedra de toque del programa. A las
empresas se les podrán poner las condiciones más beneficiosas para que trabajen: se
pueden
eliminar
la
totalidad
de
impuestos
y
cotizaciones,
e
incluso
pueden
convertirse éstos en negativos con las subvenciones.
Se puede reducir al mínimo el tipo de interés, e incluso los salarios pueden
reducirse hasta los niveles de subsistencia, pero mientras que no tengan pedidos las
empresas no contratarán a un trabajador ni realizarán ninguna producción.
Para parte de los autores clásicos, para todos los neoclásicos y para escuelas
actuales como la de las Expectativas Racionales o la Nueva Macroeconomía43, este
problema de la generación de demanda carece de sentido, pero para los restantes
economistas, los gobiernos y sobre todo las propias empresas el problema es crucial.
Todos los economistas y escuelas mencionadas parten de la aceptación, en
versiones más o menos sofisticadas, de lo que conocemos como Ley de Say según la
cual, y en su forma más conocida se afirma que "toda oferta crea su propia demanda".
Bajo esa creencia basta con producir cualquier cantidad de lo que sea para que
el sistema de precios genere una demanda suficiente para absorberla.
Algunos tenemos serias dudas teóricas sobre el funcionamiento de tal "ley",
pero las empresas lo que tienen es serias dudas prácticas.
Cualquier representante de ese grupo de economistas, vivos y difuntos, podría
dirigirse más o menos a un empresario diciéndole: aunque en el momento actual no
tenga ningún pedido, no se preocupe, ponga sus plantas a pleno rendimiento, contrate
a los trabajadores necesarios, provéase de materias primas y realice la producción,
que ya se encargará la Ley de Say de asegurar la venta de lo producido.
Ya he dicho que algunos tenemos serias dudas de que tal cosa pueda producirse,
pero es que aunque funcionase, muy crédulo tenía que ser el empresario para lanzarse
a cometer tal desatino.
Por ello resulta sumamente conveniente dejar muy claro
cuales serán los mecanismos generadores de demanda y utilizarlos no vaya a ser que
esa Ley de Say haya dejado de funcionar, o si quizá funcione, tarde demasiado tiempo
en ofrecer sus resultados.
El gran motor de la demanda en los comienzos del Pacto Keynesiano, tras la
segunda guerra mundial, fue el plan de reconstrucción europeo acompañando a la
elevación de los salarios que sostendrían el consumo interno y sin olvidar el cambio
en
las
expectativas
configuradas
alrededor
de
una
imaginación
creíble
de
un
crecimiento continuo.
La recuperación americana de la era Reagan se produjo asentada sobre similares
bases:
una
actuación
pública,
un
estímulo
privado
y
una
configuración
de
expectativas.
Pero la actuación pública, que podría haber consistido, por ejemplo en un
gigantesco plan de desarrollo para el Tercer Mundo, tenía que tener otra orientación.
El triunfo político del liberalismo económico sólo ofrecía un terreno en el que el
incremento de gasto público fuera aceptado con fervor por la base conservadora de
votantes: el gasto militar. Y hacia aquello se canalizaron inmensos presupuestos
estatales con el fin de hacer posible aquello que fue conocido como "la guerra de las
galaxias".
El estímulo privado, nuevamente por el contenido ideológico del conjunto de la
propuesta, no podría dirigirse al fomento del consumo de masas. Se trataba de
¡Error!Marcador no definido.
restaurar el tipo de beneficio y fue el aumento de los beneficios globales el
objetivo, conseguido, entre otras formas, por la reducción impositiva.
Pero como ya explicamos en su momento nada hay que conecte de forma directa a
los beneficios con una demanda efectiva de algún tipo. Parte de ellos se canalizaron
hacia la inversión privada, aprovechando los planes de amortización de equipo puestos
en marcha por el mismo gobierno, parte de ellos se destinaron al consumo suntuario,
viviendas de lujo particularmente, y la parte restante, cuantiosa parte restante por
lo demás, a la especulación financiera.
Y en cuanto a la formación de expectativas nada podía igualar a aquella
creencia de desarrollo a largo plazo sustentada en un pacto de finales de la segunda
guerra mundial. Se sabía que la demanda creada por el dinero público sobre el sector
armamentista generaría un cierto crecimiento directo e indirecto, se sabía que la
redistribución a favor de beneficios estimularía la demanda de bienes de consumo
suntuario, pero se sabía también que aquello duraría lo que durase el gobierno de
Reagan, y de que, de lo que había en verdad llegado el momento era de tratar de
enriquecerse no tanto con lo productivo sino con lo financiero.
Los organismos internacionales y los bancos centrales
La recuperación americana duró una década, y Europa, sin el mínimo diseño de
alguna política económica, vivió a cuenta de la recuperación americana, cosa que
exigía, entre otras la existencia de un sustancioso déficit de la balanza comercial
americana, y unos tipos de interés elevados que trataran de compensar, por entrada de
capitales, ese déficit.
El paro comenzaba a ser abrumador en Europa, pero no parecía importar a los
gobiernos e instituciones internacionales. Lo importante era la doble restauración
del tipo de beneficio y del "clima social". E incluso se formuló por primera vez de
forma clara la idea de que el desempleo ya no era el objetivo prioritario cuando se
comunicó por parte de la mayor parte de los gobiernos que "el objetivo era combatir
la inflación".
Pero no sólo eran los gobiernos. Las organizaciones internacionales habían
perdido el objetivo de su creación pero se mantenían inercialmente. Ningún cometido
tenía el Fondo Monetario Internacional, en un mundo que desde 1972 vivía en una
situación real de tipos de cambio flexibles; ningún cometido tenía el Banco Mundial
sin grandes programas de reconstrucción o desarrollo, ningún cometido tenía la OCDE
en tiempos en que la cooperación internacional había dejado de tener sentido, ningún
cometido real tenía el GATT, cuando la intervención
o los acuerdos sobre el comercio
entraban en conflicto con el laissez - faire.
Y, por si fuese poco, los Bancos Centrales de los países europeos reclamaban
una independencia de los gobiernos respectivos para dedicarse exclusivamente a no se
sabía bien qué asuntos.
Organizaciones internacionales y Bancos Centrales, carentes de su sentido
original pero no de los sustanciosos presupuestos, se prestaron a contribuir a la
necesaria restauración del "clima social", convirtiéndose en los mayores difusores de
la propaganda liberal y llegando a ser los grandes portavoces de esa ideología a la
que se llegó a conocer como ortodoxia oficial.
Propaganda
difundida
a
través
de
los
informes,
cuadernos,
publicaciones,
¡Error!Marcador no definido.
documentos de trabajo, etc, procedentes de sus servicios de estudios y gabinetes de
"expertos". Y propaganda convertida ya en imposición directa cuando, caso por ejemplo
del
FMI,
se
condiciona
la
ayuda
concreta
a
la
adopción
de
práctica
derivada
directamente de una determinada ideología o sistema de creencias.
----Me dedico desde hace más de un cuarto de siglo, entre otras cosas, a estudiar
y a enseñar Teoría Económica. Y tengo que manifestarles mi perplejidad ante las
recomendaciones de política económica que emanan de esas organizaciones desde los
años ochenta.
Perplejidad que surge de lo sencillo que resulta hacer una predicción sobre
ellas. Antes de comenzar la lectura de cualquier informe o trabajo procedente de esas
instituciones, e independientemente de su grado de complejidad formal, ya conozco de
antemano cuáles serán las conclusiones. Y esto no es algo normal puesto que no me
reconozco
como
especialmente
dotado
en
cuestiones
de
percepción
extrasensorial,
visiones premonitorias, etc.
En
tales
trabajos,
estudios,
o
incluso
declaraciones,
y
siguiendo
el
convencionalismo actual, se presentan en las primeras frases, o las primeras palabras
los problemas sujetos a estudio. A continuación utilizando argumentos, o técnicas a
veces extraordinariamente sofisticadas, se tratan los problemas y por fin, se ofrecen
las conclusiones.
Pues como digo, conocido el problema uno puede saber inmediatamente cuales
serán
las
conclusiones
independientemente
del
trabajo,
a
veces
muy
elaborado,
intermedio.
Pero
además
el
arte
que
permite
obviar
ese
trabajo
intermedio
está
a
disposición de cualquier persona medianamente culta tras algo menos de una hora de
adiestramiento. Porque todo lo que nuestro aspirante a este curso acelerado de
economía, que le permitirá actuar "como si" fuera un experto de tales instituciones
sin que nadie pueda percibir la suplantación, es lo siguiente:
1.
Todo
lo
que
es
relativamente
abundante
se
abarata
y todo lo que es
relativamente escaso se encarece.
2.
Individuos,
inversión
y
familias
uso
de
las
y
empresas
tecnologías
toman
sus
adecuadas,
decisiones
sobre
consultando
el
consumo,
sistema
de
precios que reacciona según el punto 1.
3. Cualquier problema económico surge de que:
a. No hay un mercado en el que ese problema quede reflejado.
b. Hay un mercado pero no funciona perfectamente porque alguien interfiere.
4. Para solucionar cualquier problema económico:
a. Si la causa es 3.a, créese el mercado.
b. Si la causa el 3.b, déjese de interferir, y flexibilícese tal mercado.
El
lector
aventajado,
una
vez
estudiada
la
teoría
-
los
cuatro
puntos
anteriores - puede intentar una cuantas prácticas planteándose cualquier tema, con
algunas
excepciones
que
indicaré
a
continuación,
y
se
encontrará
al
nivel
de
"experto".
Puede pronosticar lo que pensarán tales expertos sobre el establecimiento de
un salario mínimo o la existencia de sindicatos (aplíquese 4.b), sobre cómo se podría
acabar
con
el
desempleo
consonancia, 4.b).
(véase
1,
conéctese
con
3.b
y
aplíquese
después,
en
¡Error!Marcador no definido.
Puede
ensayarse
inmediatamente
que
también
todos
sus
con
el
problemas
comercio
se
internacional
deben
a
3.b;
y
se
también
comprenderá
llegará
a
la
conclusión de que son mejor los tipos de cambios flexibles que fijos, que no debe
existir restricción a la inversión extranjera, que el desarrollo económico se logra
con más mercado, e incluso podrá predecir el cambio técnico, o las modificaciones en
los hábitos de consumo, usando 2 y si no se cumple lo predecido acudir rápidamente a
3, y así sucesivamente.
Claro que bajo esas visiones toda organización es en principio peligrosa para
la libertad del comercio y para el bienestar de los pueblos, que el Estado nada debía
controlar dejando a las sabias fuerzas de mercado que establecieran con libertad su
magnitud, y que todo funcionario es en principio alguien sospechoso. Pero como decía
antes, también hay excepciones.
Las organizaciones en general interfieren con el mercado, pero curiosamente
para los funcionarios del FMI - he dicho funcionarios - el propio FMI se salva de la
quema, esa organización si es "buena". Lo mismo piensan los funcionarios - vuelvo a
decir funcionarios - de la OCDE de su propia organización, y los funcionarios escribo funcionarios - de los Bancos Centrales hablan de la inevitabilidad y el
beneficio de tal institución y la bondad económica que sobreviene de su laboriosísima
tarea de controlar - he dicho controlar - la cantidad de dinero en circulación.
Había que restaurar el "clima social". ¿Recuerdan?
Nuevas tecnologías, un nuevo mundo
Con el comienzo de los años ochenta hicieron también aparición las que en
aquel entonces fueron designadas como "nuevas tecnologías44".
Coincidiendo en el tipo de origen con las de la posguerra, esto es derivadas
del
paso
a
usos
civiles
de
invenciones
desarrolladas
con
objetivo
militar,
transformaron de forma sin precedentes el mundo de las comunicaciones, los servicios,
la agricultura y la industria. Probablemente el paso a dominio público estuviese
originado en la cancelación de los grandes programas de la NASA. Pero el hecho es que
el mundo fue un lugar distinto tras su difusión.
Y con importantes consecuencias sociales. Alguna vez he descrito a tales
tecnologías como polarizadoras de conocimiento.
El uso en Occidente de las tecnologías derivadas de la segunda guerra mundial
exigía,
como
explicamos
en
su
momento,
una
mano
de
obra
educada
y
unas
infraestructuras de comunicación y transporte de responsabilidad y ámbito estatal.
Las
necesidades
de
conocimiento
y
educación
para
su
utilización
podían
ordenarse de forma piramidal, con una gran base en la que casi ningún conocimiento
era requerido y una altura ganada paulatinamente con numerosos técnicos intermedios,
una gran cantidad de técnicos superiores, menos pero todavía una cifra sustanciosa de
investigadores generales y una cifra menor de científicos altamente especializados.
Los planes masivos de educación estatal en todos los niveles fueron una consecuencia
de ese estrato especial de necesidades.
Las nuevas tecnologías para su diseño exigían una mínima cantidad de personal
altísimamente cualificado, pero para su utilización en los sectores productivos sólo
se exigía una mínima formación.
Y este cambio real afectó, y afectará más aún, a nuestro Occidente como
¡Error!Marcador no definido.
tendremos oportunidad de ver en el siguiente y último capítulo.
La
exigencia
de
altos
niveles
de
educación
y
de
una
estructura
de
infraestructuras físicas para la comunicación y el transporte necesario para alcanzar
los
altos
Bienestar,
niveles
había
de
productividad
posibilitado
el
propios
de
mantenimiento
las
de
tecnologías
unas
del
condiciones
Estado
de
de
trabajo
singulares.
En efecto, aunque se hubiera establecido la más salvaje competencia de precios
y tipo de beneficio entre Occidente y el resto del mundo las elevadas productividades
obtenidas en Occidente por esas tecnologías sólo allí aplicables hacían posible
salarios elevados, jornadas reducidas, y condiciones de
trabajo relajadas.
Pero si las tecnologías de los ochenta permiten que no sea necesaria esa alta
cualificación profesional para la utilización de las técnicas, y el desarrollo de las
comunicaciones informáticas hace menos imprescindible la infraestructura física, las
consecuencias son inmediatas.
La competencia internacional vía precios, en aquellos bienes a los que puedan
aplicarse tales técnicas de producción, exige que o las condiciones de trabajo
occidentales se asemejen a las imperantes en aquellos países donde se instalan con
éxito formas de producción basadas en esas tecnologías, o que el tipo de beneficio
obtenido en Occidente sea menor que el correspondiente a esas zonas.
----Este será el primer hecho objetivo con el que deberemos enfrentarnos en
nuestro hoy y ahora.
El segundo se deriva de la desaparición del socialismo real, de la emblemática
caída del Muro de Berlín en 1989.
Recordemos que hemos dicho más de una vez que el pacto keynesiano, base del
Estado de Bienestar, fue aceptado por el mercado-capital por miedo y conveniencia. Y
recordemos también cómo la conveniencia había desaparecido tras la caída del tipo de
beneficio y el deterioro del "clima social", y cómo el miedo podía ir desapareciendo
con una adecuada terapia de desempleo y cambio ideológico.
El socialismo real bastante tenía con sus propios problemas en 1973, y no
digamos
nada
en
los
ochenta
envuelta
la
URSS
en
su
propio
Vietnám.
No
creo
consecuentemente que los planteamientos de los noventa hubiesen sido distintos a los
que se propusieron, aunque quizá no se hubiesen formulado tan crudamente.
Porque no sólo se instó a convivir con el desempleo, sino que se deterioraron
seriamente las condiciones de trabajo en aras de la flexibilización de ese mercado,
se planteó claramente la privatización de la sanidad, y se afirmó que las pensiones
de jubilación estaban en trance de desaparecer.
Creo que de todas formas, expuesto de una u otra manera, tal planteamiento se
habría dado por aquello de los veinte años. Los que fueron necesarios para que la
juventud olvidase en los sesenta lo que ocurría antes de que existiese un Estado de
Bienestar, y los veinte que tuvieron también que transcurrir hasta que los jóvenes de
ahora no pudieran recordar lo que fue el Estado de Bienestar.
Pero,
desaparecido.
a
pesar
El
de
gran
lo
dicho,
triunfo
de
qué
duda
Occidente
cabe
que
sobre
aquel
la
miedo
Europa
había
Comunista
ahora
era
indiscutible. Parecía que no podía existir otra alternativa al sistema de mercado,
que no podían erigirse barreras al poder del mercado.
¡Error!Marcador no definido.
Y para colmo de insensateces a la compleja interrelación de problemas de la
desaparecida URSS se la trató de convencer para que aplicase de forma mecánica la
profunda sabiduría de los "expertos" occidentales recogida en los cuatro puntos del
apartado anterior.
Algunos hasta llegaron a predicar el fin de la historia. La pobreza crecía en
las ciudades de nuestro mundo, las mafias se enseñoreaban de las nuevas Rusias, se
cazaba a tiros en Colombia y en Brasil a los niños mendigos organizados, se acentuaba
el bloqueo a Cuba, las hambrunas persistían en el Africa subsahariana, guerras y
asesinatos en masa de razas contra razas.
En nombre de los nacionalismos se mataban a hachazos europeos blancos y
rubios; los distintos fundamentalismos, no sólo el musulmán, condenaban a la muerte a
los disidentes; se utilizaban las nuevas tecnologías para masacrar "selectivamente"
ciudades superpobladas, o se usaban los viejos métodos para enterrar vivos bajo la
arena a miles de pobres y temerosos ingenuos.
Quizá había acabado la lucha de clases, pero persistía la lucha de los pobres
y los ricos.
¡Error!Marcador no definido.
Cp. 4 HOY Y AHORA
El pleno empleo
A lo largo de éstas páginas hemos insistido una y otra vez calificando al
pleno
empleo
como
el
núcleo
del
pacto
keynesiano
o
el
corazón
del
Estado
de
Bienestar.
La estructura del pacto keynesiano se asemejaba al engranaje de un reloj,
donde difícilmente puede funcionar a plena satisfacción el conjunto si se elimina
alguna de las piezas. Pero siguiendo con el símil, la eliminación o el deterioro de
alguna de las piezas puede dar como resultado que el reloj se retrase o se adelante,
que no avise de las horas, los cuartos, las medias o los tres cuartos, que no
funcione el segundero o el minutero...pero cuando lo que falla son determinadas
piezas el reloj simplemente deja de funcionar. Y la pieza básica en nuestro caso es
precisamente el pleno empleo.
Tan es así, que aquellos que deseen la reimplantación en nuestras sociedades
occidentales del Estado de Bienestar, y debo decir que me encuentro entre ellos y que
estas páginas son parte de lo que deseo sea mi contribución45 a esa tarea, deben
comenzar a diseñar el posible nuevo pacto sobre la necesidad del pleno empleo.
No considero imposible, ni siquiera improbable, que pueda pensarse en otro
tipo de estado, distinto al Estado de Bienestar, que logre un nivel amplio de
satisfacción y de ausencia de miedo en los ciudadanos; pero a mi no se me ocurre.
Si creo en la posibilidad de reconstruir el Estado de Bienestar, con una
dimensión europea, solidario y cooperador con los países pobres, garante del medio
ambiente y con una profunda responsabilidad sobre el planeta que legaremos a los que
vengan después.46
Trato de colaborar en esa posible reconstrucción con mis conocimientos de
economista,
que
no
de
economicista
posibilidad de esa reconstrucción.
o
mercadista,
planteando
simplemente
la
Posibilidad que debe entenderse simplemente
como la ausencia de incompatibilidades entre los objetivos. La posibilidad real, de
la que también algo trataremos, se inscribe en los campos de la batalla entre
poderes; no basta con que sea teóricamente posible y que fuera en su momento probado
en la historia, hay que reimplantarlo y eso será una dura tarea.
La experiencia de todo lo ocurrido nos ayudará en su rediseño. Y parte de esa
experiencia nos indica, como ya apuntábamos, que debemos comenzar con el pleno
empleo.
La mayor parte de los problemas de nuestro hoy y ahora que se presentan
sesgadamente como problemas del Estado de Bienestar, son precisamente problemas que
han aparecido por desmantelar tal Estado: problemas derivados fundamentalmente de la
desaparición del pleno empleo.
----El pleno empleo resulta básico por, al menos, dos razones: por ser el trabajo
es el legitimador último de buena parte de los derechos para la mayor parte de los
individuos, y por ser el empleo clave para ajustar el aspecto financiero de los
movimientos de recursos.
¡Error!Marcador no definido.
El
Estado
de
Bienestar
es
algo
más
que
un
Estado
Asistencial
,
Estado
Providencia o Estado Benefactor. No es un Estado plagado de mendigos, indigentes o
necesitados a los que por razones éticas o estéticas hay que atender; ni es un Estado
de vagos, es un Estado de trabajadores.
Es un Estado donde la mayor parte de los individuos utilizan la mayor parte de su
tiempo en la realización de tareas útiles para el conjunto social.
En el Estado de Bienestar, por oposición al Estado liberal, los derechos a la
participación del producto social no se derivan exclusivamente de la propiedad. En
tal Estado el retículo jerárquico de los derechos de propiedad permanece, y tal cosa
permite a cierta cantidad de personas comprar en el mercado aquello que deseen y
disfrutar junto con los demás de los bienes públicos y otros servicios libres.
Pero también ocurre que un individuo, por el hecho de haber realizado, o
incluso de poder realizar, durante cierto tiempo un trabajo socialmente considerado
como útil, adquiere el derecho para el y sus familiares más próximos, de participar
en ese producto social aunque no sea propietario. La propiedad deja de ser la única
forma de mantener un derecho al producto.
Este punto es de gran importancia. Los partidarios del Estado Liberal tratan
en
nuestros
días
de
imponer
su
visión
en
la
que
los
derechos,
excepto
los
asistenciales, se derivan exclusivamente de la propiedad.
Bajo esta visión liberal las pensiones de jubilación representan la devolución
de un capital acumulado por el trabajador mediante sus cotizaciones sociales, y lo
mismo
cabe decir respecto a la sanidad. Esto es, nuevamente, el derecho a la
participación en el producto social se deriva del hecho de la propiedad sobre un
fondo obtenido mediante un proceso de capitalización a lo largo de los años.
O bien, asimilando al Estado a una gran compañía aseguradora, sugieren la idea
de que los servicios que se reciben dependen de los pagos efectuados según marca una
póliza invisible, legitimando el derecho a recibirlos sobre la propiedad del capital
acumulado corregido por el riesgo.
En
cualquiera
de
los
casos,
como
se
ve,
los
derechos
vuelven
a
quedar
vinculados exclusivamente con la propiedad.
En el Estado de Bienestar el trabajo útil sostiene un conjunto de derechos que
no se basan en la propiedad. La esfera de lo valorativo, que determina buena parte de
lo jerárquico legislativo, concede al trabajo ese estatus.
Siendo entonces el trabajo la base de la legitimación a la apropiación del
producto de los no propietarios, debe quedar asegurada la posibilidad de trabajar. La
inclusión en buena parte de las Constituciones del "derecho al trabajo" es la
consecuencia de ese principio.
El Estado de Bienestar garantizaba ese "derecho al trabajo", base para la
legitimación de la apropiación. Nadie que lo desee debe quedar excluido, y de aquí la
necesariedad del pleno empleo.
Debe volverse a colocar el pleno empleo como el centro del nuevo pacto, puesto
que la prestación por desempleo no es en absoluto equivalente.
La prestación por desempleo se utilizó en el Estado de Bienestar para cubrir
los períodos de tiempo en que el trabajador se encontraba "entre dos empleos". Por
supuesto que en las situaciones de paro persistente el seguro de desempleo alivia
parte de las necesidades del trabajador y su familia, pero tal situación sólo debería
darse en muy contados casos.
Aunque se percibiese el mismo sueldo, no es lo mismo la situación en la que se
encuentra un perceptor del seguro de desempleo que un trabajador con su puesto de
¡Error!Marcador no definido.
trabajo.
La sociedad se configura mediante la interrelación y la mutua influencia de lo
jerárquico, lo valorativo y el mercado. Y en el Estado de Bienestar, el conjunto de
derechos a los que da acceso el desempeño del trabajo queda acompañado de una buena
cantidad de elementos valorativos.
El trabajador participa en la creación de la riqueza social. La motivación
para
aceptar
la
disciplina
de
una
empresa
no
es
sólo
monetaria
sino
también
valorativa: el trabajo dignifica socialmente.
En el mundo del trabajo el individuo realizará esfuerzos y dedicará su tiempo
a la finalidad de la organización en la forma en la que se lo indiquen, pero también
compartirá muchas horas de su vida con otros como él, hablará con sus semejantes, se
reirá
o
apenará
también
con
ellos,
aprenderá
valores
de
solidaridad
o
simple
compañerismo, se sentirá querido y respetado...
El parado de larga duración llevará con él el estigma de la inutilidad. Siendo
víctima se sentirá culpable. Deberá aguantar, como en nuestros días, la crueldad de
los
"expertos"
económicos
que
pontificarán
sobre
la
necesaria
preparación
para
acceder a un puesto de trabajo y de la responsabilidad del trabajador en la creación
de su propio "capital humano". Quizá tenga la desgracia de que sus hijos lleguen a
considerarlo un inútil, y desde luego siempre provocará en la mayor parte de las
gentes un sentimiento, que el no ha deseado ni merecido, de compasión.
No es lo mismo "cobrar el paro" que trabajar legalmente. La reconstrucción del
Estado de Bienestar pasa necesariamente por acabar con la crueldad del desempleo.
La crisis fiscal y la Seguridad Social
La segunda razón que ofrecíamos para considerar básico el pleno empleo en esa
reconstrucción del Estado de Bienestar era porque precisamente el empleo resulta
clave para ajustar el aspecto financiero de los movimientos de recursos.
La denominada crisis fiscal es casi en su totalidad el resultado de eliminar
el pleno empleo como objetivo prioritario de la política económica.
La aparición de una tasa de desempleo significativa y persistente desequilibra
necesariamente las cuentas del Estado: los gastos crecen y los ingresos disminuyen.
La primera partida de gastos que experimenta un fuerte crecimiento es la
debida al pago del seguro de desempleo. Y cuanto más importante el desempleo, mas
voluminosos los gastos a él destinados.
Pero el desempleo no sólo es fuente de gastos directos. Y ,como tantas veces,
deberemos recurrir a lo valorativo para explicar parte de los cambios sucedidos.
Desde el final del Estado de Bienestar el desempleo ha sido significativo, y
sobre todo entre los jóvenes que se han encontrado con todo tipo de dificultades para
acceder al primer empleo.
En la política de restaurar el "clima social" mediante el recurso al desempleo
se han ido progresivamente restringiendo los derechos a la percepción del seguro de
desempleo. Quedan excluidos, "naturalmente" los que nunca han trabajado, y quedan
excluidos progresivamente más y más colectivos según una matriz complejísima de
tiempos de cotización, tiempos de trabajo, tiempos de percepción, y cuantía de tales
percepciones.
Pero la alternativa a un empleo legal, no es el paro, sino "buscarse la vida",
¡Error!Marcador no definido.
porque, como en algún sitio he explicado, parados están sólo los muertos47. Es decir
la alternativa al empleo legal es tratar de encontrar una ocupación ilegal. E ilegal,
en este caso, no significa no admitida socialmente sino solamente eso, ilegal.
Cuando no se encuentra una ocupación en el "mercado de trabajo" los individuos
tratarán de encontrarse el método de buscarse la vida en trabajos extramercado.
Muchos de ellos lo harán ilegalmente, pero con la aceptación social, en los
servicios informales: cuidadores de niños, limpieza doméstica, chapuzas variadas.
Otros trabajarán ilegalmente, pero también con la aceptación social en lo que
hemos venido a denominar economía sumergida. Y otros buscarán una ocupación también
ilegal, pero socialmente rechazada, en la simple delincuencia.
Y buena parte de ellos también tratarán de escapar a la angustia de su
situación personal recurriendo destructivamente al inmenso abanico de drogas, legales
o ilegales, que nuestra vieja sociedad conoce desde siempre.
La desaparición del pleno empleo, como decíamos, no solo se traduce en un
incremento de los gastos directamente vinculados al pago de las percepciones de
desempleo, sino a todos los otros gastos inducidos por tal situación.
Situaciones de miseria y pobreza urbana, marginación, drogodependencias en la
indigencia, delincuencia y criminalidad son objetivos bien para el Estado Asistencial
o bien para el Estado Policial que sí son compatibles con ese Estado Liberal al que
parece
nos
acercamos.
Pero
todo
ello
significa
nuevos
y
crecientes
gastos,
"asistenciales" , de "seguridad ciudadana" o de "lucha contra el narcotráfico", que
sumar a los derivados directamente de la cobertura del desempleo.
Los únicos gastos que ahora se presentan como un problema y que sí estaban
previstos, precisamente como un logro, en el Estado de Bienestar son los derivados de
nuestros mayores.
Y digo que estaban previstos como un logro puesto que uno de los resultados de
las nuevas condiciones de trabajo y vida sería precisamente que una buena cantidad de
trabajadores pudieran llegar a la edad de jubilación en condiciones de disfrutar de
esos años en los que se encaminaban hacia la vejez.
Que
llegaran
sanos,
con
dignidad, sin miedo, con las pensiones aseguradas y en condiciones de disfrutarlas
junto con el respeto del resto de la sociedad. Pero de todo ello trataremos un poco
más adelante.
Al haber abandonado el objetivo del pleno empleo los gastos del Estado se
incrementan, pero los ingresos también disminuyen.
Caen en primer lugar los ingresos debidos al propio desempleo: quien no trabaja no
cotiza. Caen los ingresos de los impuestos de aquellos a los que nada tienen para que
se les impongan. Caen los ingresos porque el propio desempleo estimula la creación de
una economía sumergida que, por su propia ilegalidad, queda al margen de todo tipo de
recaudación fiscal. Y caen los ingresos con el cambio del sistema de valores hacia un
individualismo a ultranza, buscador del lucro, que fomenta la evasión fiscal.
----En el Estado de Bienestar el derecho a la participación en el producto social
no se deriva exclusivamente de la tenencia de propiedad. Hay que dejar completamente
claro que el derecho a una pensión de jubilación, viudedad u orfandad o a una
asistencia sanitaria global se deriva del hecho de haber trabajado legalmente, no del
hecho de haber cotizado.
En algunos países europeos donde se instaló el Estado de Bienestar este
¡Error!Marcador no definido.
principio
se
reflejó
en
la
propia
financiación
de
la
Seguridad
Social.
Los
presupuestos generales del Estado atendían los gastos de esas partidas.
Pero en otros, la Seguridad Social se financió parcial o totalmente mediante
las
cotizaciones
sociales
que
pagaban
en
distintas
proporciones
empresas
y
trabajadores.
Nada importaría la forma de financiación si esas cotizaciones sociales se
entendieran como un impuesto específico sobre las relaciones laborales. Sin embargo
la
misma
forma
de
financiación
puede
inducir
a
considerar
el
tema
desde
la
perspectiva liberal de los derechos de propiedad y no desde el derecho vinculado
exclusivamente a haber realizado un trabajo útil.
Podría parecer que lo que hace el trabajador con sus cotizaciones a lo largo
de su vida laboral es crear un capital, directamente o con la fórmula de una póliza
de seguros, de tal forma que al final obtiene como pensiones lo previamente acumulado
por él con la posible ayuda adicional de lo cotizado por las empresas.
O bien, esa propia forma de financiación puede también sugerir la idea de que
la Seguridad Social funciona como una Caja de Solidaridad en la que los trabajadores
con ingresos, esto es lo que están en su vida laboral útil, se encargan de las
necesidades de los ya retirados, en el entendimiento de que, a su vez, cuando ellos
se jubilen recibirán la solidaridad de los que en aquel momento trabajen.
Cualquiera
de
estas
dos
visiones
entra
en
conflicto
con
el
principio
establecido en el Estado de Bienestar: las pensiones se derivan del hecho de haber
realizado un trabajo útil. Y ese derecho ni surge de un proceso de capitalización ni
de ninguna forma de solidaridad intratrabajadores. Es algo asumido por el Estado.
Si como antes decíamos, el pleno empleo es el corazón del Estado de Bienestar
la existencia de derechos económicos no vinculados a ningún tipo de propiedad es su
espíritu.
Por supuesto que el poder de mercado es opuesto a tal principio. Para él
cualquier
renta
debería
derivarse
exclusivamente
de
la
riqueza,
esto
es
de
la
propiedad. La existencia de rentas monetarias con otros orígenes es algo que compite
con su poder sobre el mercado.
Y aquí sí estamos en una cuestión de principios. La insistencia del poder de
mercado en vincular las pensiones con algún tipo de riqueza acumulada, el caso de la
capitalización, o de observarlas como un simple proceso de transferencias monetarias
entre individuos, el caso de la Caja de Solidaridad, tiene una doble finalidad.
En
primer
lugar
impone
el
principio
de
que
la
renta
sólo
surge
de
la
propiedad, y en segundo lugar, y extraordinariamente importante en nuestros tiempos,
permite anular o restringir el derecho aludiendo a problemas financieros.
Y los problemas financieros, que no económicos, se presentan, a su vez, en una
doble dimensión.
Puede suceder que la capitalización realizada no alcance para cubrir las
pensiones futuras en el nivel deseado. O bien puede suceder también - en el modelo de
la Caja de Solidaridad - que las cotizaciones de los trabajadores activos no pueda
cubrir las necesidades de los ya retirados.
Y,
continúa
el
argumento
liberal,
como
cualquiera
de
estas
cosas
puede
fácilmente suceder se recomienda la suscripción de planes privados de pensiones.
Insisto en que el principio asimilado por el Estado de Bienestar es que las
pensiones no asistenciales nada tienen que ver con capitalizaciones o transferencias
intratrabajadores. Las pensiones se derivan del hecho de haber realizado un trabajo
socialmente útil, y como la utilidad social, en un sistema donde existe un mercado y
¡Error!Marcador no definido.
un sistema de precios, se mide por el salario percibido, las pensiones individuales
se ajustarán al salario individual percibido por el trabajador en sus años activos.
Como antes decíamos, el hecho de que en algunos países europeos se utilizara
una forma diferenciada de financiación para la seguridad social, e incluso la propia
expresión utilizada de "pensiones contributivas" para distinguirlas de las "pensiones
asistenciales", ha proporcionado una excelente arma dialéctica a los partidarios de
la desaparición de tales pensiones.
En el Estado de Bienestar, por primera vez en la historia, se incluyó el
derecho
de
los
trabajadores
jubilados
a
seguir
percibiendo
una
renta,
independientemente de la caridad de algunos, de la buena voluntad de las empresas, de
lo que hubiesen ahorrado, o de lo que la solidaridad entre trabajadores pudiera
ofrecerles.
Su jubilación dependía del hecho de haber realizado un trabajo socialmente
útil. Era el reconocimiento de la importancia del trabajo humano en la construcción y
transformación de la sociedad; era el reconocimiento también de que la contribución
del trabajo a la sociedad superaba la remuneración salarial: que algo había que no se
les pagaba como salario y que podrían, al menos parcialmente, recuperar después.
La reconstrucción del Estado de Bienestar comenzará con el pleno empleo, pero
seguirá inmediatamente con el restablecimiento de ese principio tan combatido en
nuestros días.
Que
los
ingresos
del
Estado
no
logren
cubrir
todo
lo
inicialmente
presupuestado no significa que deban reducirse precisamente las partidas de los
"gastos sociales". Existen multitud de partidas que pueden recortase si se decide
restringir el gasto público.
Es más, es precisamente esa partida de pensiones la que nunca puede ser
recortada pues es el resultado de algo irrenunciable: el reconocimiento histórico del
valor del trabajo.
La aritmética económica
Tan complejo resulta a veces el lenguaje de los economistas que llega a
encubrir más que a revelar verdades.
Buena parte de las veces sólo es necesario saber sumar, restar, multiplicar y
dividir para comprender buena parte de nuestra propia realidad económica.
Así, como tantas veces he dicho, basta con saber dividir para poniendo en el
numerador los alimentos producidos en el planeta y en el denominador el número de
habitantes de éste darse cuenta de que hay para todos. Y que, consecuentemente, el
hambre y las muertes por inanición no son resultado de algún tipo de escasez, sino
que son sólo un problema de distribución.
De la misma forma que sabiendo multiplicar, basta con tomar el consumo de
petróleo por habitante de los Estados Unidos de América y multiplicarlo por el número
de individuos que habitamos este planeta para darse cuenta de que la generalización
del modo de vida USA es sencillamente algo totalmente imposible.
Y por la misma aritmética económica48, mientras que la renta por habitante de
un
país
continúe
creciendo
no
hay
ninguna
razón
para
que
no
pueda
crecer
conjuntamente la de todos los ciudadanos. Sean cuales sean los problemas contables o
financieros que se presenten, mientras ese crecimiento continúe no hay ninguna razón
¡Error!Marcador no definido.
económica para que deben peligrar necesariamente las rentas de los pensionistas, los
trabajadores, los pintores, los toreros o los buzos. Serán problemas financieros que
financieramente se solucionarán si así se desea y punto.
Y esta aritmética económica puede sernos extraordinariamente útil a la hora de
elaborar las principales directrices de la reconstrucción del Estado de Bienestar.
----Dijimos que el corazón del Estado de Bienestar era el pleno empleo y con él
precisamente empezaremos. Pero antes recordemos, para no volver a cometer los errores
del pasado, lo que se debe ofrecer al mercado-capital para que acepte el pacto, y
tengamos también en cuenta los hechos objetivos de los que partimos.
Se trata de garantizar el tipo de beneficio y, tan importante o más que eso,
ofrecer un conjunto completo de oportunidades de inversión procedentes de un gasto
público que no sea competitivo sino complementario de la empresa privada.
Y tenemos que tener también en cuenta la existencia de las nuevas tecnologías
y de que partimos de una situación de desempleo masivo a la que habría que combatir
de forma inmediata.
Frente al fenómeno de ese desempleo masivo se han venido a perfilar dos tipos
de soluciones relacionadas con la jornada de trabajo: una patrocinada por el mercadocapital y otra mantenida por algunos sindicatos y partidos de izquierda.
La primera es un reparto simple del trabajo. La jornada se divide, digamos en
dos partes, y el salario se divide también en las mismas partes. Claramente, sin
alterar la masa salarial, el empleo se duplica.
Por supuesto que tal propuesta, e independientemente de las complicaciones que
podían sobrevenir, es sólo una operación contable. De hecho las modalidades de
contratación a tiempo parcial podrían considerarse simplemente como una aproximación
a tal solución.
La segunda, de forma también esquemática, propone la absorción del crecimiento
de la productividad con la reducción de jornada.49 En tal caso el salario real por
hora efectiva de trabajo se incrementaría en la misma proporción en que lo hace la
productividad técnica, manteniéndose la distribución de la renta - recuérdese que era
el resultado de dividir el salario real entre la productividad - y no modificando el
tipo de beneficio.
El salario real del individuo se mantendría constante, cobrando lo mismo en
términos reales por menos horas de trabajo, y la productividad por individuo también
se mantendría estable, compensándose el incremento de la productividad técnica con la
reducción de la jornada laboral.
Por último el empleo, expresado en individuos contratados, si la población
potencialmente activa no variase, se incrementaría en la misma proporción en que lo
hiciera la producción en términos reales. Si el PIB real creciese a un, digamos 3%,
el empleo también crecería en un 3%.
----Cabe una tercera posibilidad que me atrevo a exponer aquí y que no pasa por la
reducción
de
la
productividad
intermediación.
jornada
para
la
laboral.
Se
trata
generación
de
empleo
de
utilizar
utilizando
el
las
crecimiento
de
la
organizaciones
de
¡Error!Marcador no definido.
En este caso, y análogamente a lo que ocurría en la propuesta anterior, el
salario
real
por
hora
efectiva
de
trabajo
crecería
al
mismo
ritmo
que
la
productividad, con lo que tampoco se alteraría la distribución de la renta ni el tipo
de beneficio.
Pero
al
mantenerse
la
jornada
de
trabajo
el
salario
real
por
individuo
contratado también se incrementaría, antes de impuestos, en la misma proporción en
que también se elevaría la productividad por trabajador.
Pero un impuesto específico sobre salarios mantendría el salario real tras
esos impuestos en el mismo nivel anterior, y la totalidad de lo recaudado se usaría,
para la provisión privada de bienes públicos gratuitos.
La propuesta anterior mantiene el salario real y eleva el ocio. En esta
propuesta la jornada se mantiene y también lo hace el salario real tras impuestos,
pero se disfruta de una mayor cantidad de bienes públicos.
La propuesta supone la congelación de los salarios reales disponibles tras
impuestos, que no de los monetarios que crecerían en la misma proporción en la que lo
hiciesen los precios, utilizando el incremento de la productividad técnica para la
creación de empleo en un sector específico.
La idea se sustenta en cinco razones: la sustitución existente entre los
salarios
y
los
bienes
públicos
en
cuanto
a
alcanzar
determinados
niveles
de
bienestar; la necesidad de que lo público ofrezca oportunidades de inversión y de
beneficio a la empresa privada; la existencia de nuevas tecnologías que permiten la
entrada en la competencia internacional de determinados productos por parte de muchos
países pobres; la importancia creciente de una visión planetaria que asimila como un
coste el deterioro del medio; y, por último, la actual correlación de fuerzas, los
poderes respectivos, que condicionan la forma precisa de financiación del plan.
Salarios y bienes públicos
Desde
cierto
punto
de
vista
el
plan
puede
contemplarse
como
una
simple
congelación salarial, puesto que el salario real tras la detracción de los impuestos
específicos se mantiene estable.
Pero
perspectiva
El
que
es
la
real.
prefiero
salario
que
real
se
crece
contemple
según
se
desde
otra
incrementa
la
productividad, pero ese salario queda dividido en dos partes: una con la que pueden
comprarse los bienes que el mercado proporciona directamente y otra con la que pueden
comprarse aquellos otros bienes que el mercado sólo puede proporcionar cuando existen
organizaciones de intermediación.
Con la parte estable del salario se seguirán comprando los habituales bienes y
servicios, con la parte variable se adquirirá el derecho al uso de ciertos bienes
públicos o semipúblicos.
El salario real constante utilizable directamente en el mercado asegurará el
mantenimiento del nivel de vida en cuanto a los objetos que habitualmente se compran
en
el
mercado;
la
parte
del
salario
canalizada
mediante
los
impuestos
hacia
organizaciones de intermediación asegurará un mayor nivel de vida, o tal vez mejor
dicho una progresiva mejora en la calidad de vida: transportes públicos cuidados,
guarderías infantiles gratuitas y bien dotadas, atención domiciliaria a ancianos o
discapacitados,
parques
y
jardines
atendidos
y
vigilados,
mantenimiento
del
patrimonio artístico y facilidades en cuanto a su acceso, limpieza y adecuación de
¡Error!Marcador no definido.
costas y ríos, peatonalización de los centros históricos, vigilancia sobre la emisión
de sustancias contaminantes o ruidos...todo lo que aumenta en fin nuestra calidad de
vida y refuerza nuestro derecho a la apacibilidad y a la relación humana y que no
puede conseguirse en el mercado.
La reivindicación de salarios monetarios cada vez mayores debe entenderse
justamente en lo que significa: poder comprar cada vez más cosas de las que el
mercado vende, y sabemos muy bien que hay un sinnúmero de cosas deseables que el
mercado no puede atender de forma individual.
Es el restablecimiento de lo público como algo que proporciona calidad de vida
lo que se garantiza, junto con la creación de empleo en todas estas actividades, en
esta propuesta.
Las oportunidades de inversión
Pero ese restablecimiento de lo público no debe entenderse en ninguna medida
como un mayor peso del Estado. El Estado, de la forma en que se convenga y con el
control que se determine en su momento, sólo debe actuar como una organización de
intermediación que traslade la demanda de bienes públicos al mercado para que sea la
empresa privada quien se ocupe de la producción de esos bienes.
Los individuos que se dediquen a plantar árboles en un plan de forestación, o
a la asistencia a domicilio, o a cualquiera de las actividades que hemos mencionado,
y a cualquiera que vaya en esa misma dirección, no serán nunca funcionarios públicos.
El Estado, como organización de intermediación, solicitará el cumplimiento de
un determinado servicio asignándole una cierta cantidad extraída del fondo salarial,
y serán las empresas privadas las que por el sistema de concurso, o cualquier otra
modalidad que garantice la transparencia en la adjudicación y la eficiencia en la
actividad, se encargue de la producción del servicio demandado.
La razón para hacerlo así es inmediata. Se trata de no repetir los errores
cometidos en la gestión del Estado de Bienestar cuando el Estado se encargó de la
provisión de bienes y servicios públicos, compitiendo con la empresa privada y
quitando a ésta oportunidades para realizar la inversión y hacer negocio.
La probada eficiencia de la empresa privada podrá ponerse así al servicio de
lo público, y el empleo creado en estas labores no elevará el número de funcionarios
del Estado. Será un empleo al que se aplique los mismos criterios de selección y
normativa legal que en el resto del "mercado de trabajo".
Las nuevas tecnologías
El avance en las comunicaciones, el abaratamiento de los costes de transporte
y las nuevas tecnologías han posibilitado, como vimos, que buena parte de los países
pobres puedan competir en condiciones de igualdad en un buen número de productos con
los países occidentales.
Debo advertir que como ser humano no puedo por menos de congratularse con el
hecho de que esas nuevas tecnologías han supuesto para millones de individuos el paso
de la miseria a la explotación. Y lo escribo sin ningún tipo de sarcasmo.
¡Error!Marcador no definido.
Conocemos las condiciones de trabajo y los escasos salarios con las que, en
esos países, se comenzó el proceso de la nueva industrialización. Y por ello no he
dudado en introducir el término "explotación". Pero las condiciones de miseria de
partida hacen que esa "explotación" se vea bajo otra luz.
Y
adicionalmente, siguiendo una curiosa regularidad histórica, pocos años
después del comienzo, la actividad de unos sindicatos incipientes pero ya poderosos
han
comenzado
a
alterar
sustancialmente
en
beneficio
de
los
trabajadores
las
condiciones de trabajo y los salarios. Taiwan, Corea, o incluso la misma China no son
hoy en día las mismas que a principio de los ochenta.
Aún así, la disciplina en el trabajo, la jornada de éste, los derechos de los
trabajadores y los salarios distan mucho de lo que es habitual en Occidente.
Con la posibilidad de usar las mismas tecnologías y con un tipo de beneficio
similar las condiciones generales de trabajo deben ser igual en todos aquellos países
que compitan con esos productos.
Esta
realidad
conservadora,
se
inducir
a
ha
utilizado
los
en
trabajadores
Occidente
para,
occidentales
a
dentro
de
aceptar
la
un
revancha
deterioro
sustantivo de sus condiciones de trabajo apelando a la competitividad.
La
realidad
expresada
es
la
que
es
y
no
puede
obviarse.
Pero
deben
considerarse también otras circunstancias también reales.
En primer lugar la igualación de las condiciones de trabajo no tiene por que
darse necesariamente "hacia abajo" en los países occidentales, puede también darse
"hacia arriba" en los países emergentes.
En segundo lugar tal planteamiento sólo puede aplicarse desde la mentalidad de
la exportación. Cuanto más bajos sean los costes de producción más barato el producto
y más posibilidades de ser exportado. Pero al menos un país tendrá que mantener
salarios elevados para garantizar una capacidad de compra necesaria - recuérdese los
coches de Ford - para absorber las exportaciones del resto.
En tercer lugar, y muy ligado con lo anterior, las nuevas tecnologías han
posibilitado la producción sobre todo de lo que conocemos como bienes de consumo de
masa: textil, electrodomésticos, aparatos electrónicos de todo tipo...De esta forma,
y dado el tipo de producción, se refuerza el argumento anterior: en algún país debe
existir esa capacidad de compra para absorber ese consumo de masas. Y ese consumo de
masas sólo es posible que se efectúe en países con unos salarios lo suficientemente
elevados para que el conjunto de los asalariados y sus familias puedan optar a tal
consumo.
En
cuarto
lugar
incluso
las
teorías
más
primitivas
sobre
el
comercio
internacional establecían que los países se especializarían en la producción de
aquellos bienes en los que tuviesen ventaja comparativa. Y tal vez ha llegado el
momento de aceptar que esa ventaja comparativa, en la producción de esos bienes de
consumo de masas, la tienen esos países.
La ventaja comparativa Occidental, por su realidad actual y por su historia,
se encuentra en la producción de bienes públicos. Eso es lo que nuestros países
pueden realizar con eficiencia y que pueden sustituir con ventaja a esos bienes de
consumo de masas.
Y es precisamente a la producción de ese tipo de bienes al que se dirige
nuestra propuesta, a esos bienes en los que se tiene posibilidad de competir, en el
más profundo sentido de la palabra competencia, la competencia por la calidad de
vida, con esos otros países, dejándoles a ellos, que buena falta les hace, la
producción de todos esos otros bienes.
¡Error!Marcador no definido.
Nuestro planeta
Hace
tiempo
recientemente
que
cuando
sabemos
hemos
que
habitamos
comenzado
a
un
percibir
planeta
pero
realmente
como
ha
sido
sólo
problemas
su
significado.
Hemos hablado de bienes públicos y hemos visto como el mercado es, por su
propia lógica, incapaz de tratar directamente con ellos.
Tampoco es capaz, por razones análogas, de tratar con los males públicos. El
mercado tiene su lógica y en ella es coherente e implacable. Si una empresa contamina
un río, dentro de la lógica del mercado existen dos posibilidades, los perjudicados
pueden pagar a la empresa para que deje de hacerlo - pagar por ejemplo el coste de la
instalación de una depuradora - o bien la empresa puede pagar a los perjudicados para
que soporten la contaminación.
Y la lógica siempre se repite: los fumadores pagarán a los no fumadores para
que acepten su humo, o los no fumadores pagarán a los fumadores para que dejen de
hacerlo.
Ya vimos en su momento que
precisamente por esos problemas la jerarquía tenía
que regular el mercado, puesto que los derechos de propiedad no son una patente de
corso para hacer lo que se desee.
La jerarquía regulará que la empresa deba costear su propia depuradora, sin
esperar a que los perjudicados se la costeen, y sin admitir tampoco que se contamine
pagando.
Y la propia jerarquía impedirá fumar en determinados lugares sin permitir que
los fumadores exijan una compensación económica por su derecho vulnerado, y se
establecerán lugares en los que sea posible fumar sin tener que pagar a los no
fumadores por la vulneración del suyo.
Los valores sociales de cada momento, configuran una estructura jerárquica de
leyes que regulan las transacciones del mercado en temas complejos.
Pero en relación con lo que hemos venido a denominar ecológico la inoperancia
del mercado es más que manifiesta, no sólo porque la distancia física entre donde se
origina el daño y donde se percibe deja obsoletas a las fronteras nacionales, sino
porque
además
la
distancia
temporal
impide
cualquier
uso
del
mercado
en
estos
menesteres.
Y es imposible que el mercado pueda actuar puesto que para ello deberían estar
presentes los propietarios del futuro.
El día terrible en que comiencen a agrietarse y abrirse los contenedores de
residuos radiactivos depositados en el fondo de los océanos -y se terminarán abriendo
por que la ley de la entropía así lo exige - habrá que ver lo que pensarán de nuestra
época los habitantes de este planeta en aquellos momentos.
Y claro que hubiesen estado dispuestos a pagar, según la lógica del mercado,
para que no les dejásemos tal "regalo". Pero no podían puesto que faltaban cientos de
años para que nacieran.
Quizá
nosotros
mismos
hubiésemos
pagado
para
que
no
se
deterioraran
las
costas, o para que no se abandonaran pueblos, monasterios e iglesias; hubiésemos
pagado
para que no se utilizasen las piedras de las murallas romanas para la
edificación; y hubiésemos pagado para que el trazado del ferrocarril no contribuyera
¡Error!Marcador no definido.
a la deforestación de las tierras, hubiésemos pagado...pero no tuvimos ni siquiera la
oportunidad puesto que no estábamos vivos.
De nuevo es la existencia de tiempo histórico la que imposibilita al mercado
para solucionar algunos problemas económicos.
La
lucha
contra
los
males
públicos
exige
una
triple
intervención
de
lo
jerárquico.
En primer lugar, porque como con todo lo público, el mercado sólo puede
reaccionar si existe una organización de intermediación que ponga en comunicación el
tema público con el lenguaje del mercado: ingresos y costes.
En segundo lugar porque es posible que los receptores inmediatos del mal
público
ni
siquiera
tengan
dinero
suficiente
para
mantener
una
sociedad
de
intermediación.
Y en tercer lugar porque es necesario que alguien asuma el papel de los
propietarios del futuro, y actue en su nombre dentro de un sistema de precios.
El Estado se ha ocupado de proteger al conjunto social de parte de esos males
públicos. Y el cambio que parece apreciarse en ese sentido en el retículo de valores
acentuará aún más esa tendencia absolutamente necesaria para nuestra supervivencia
como especie.
Pero nuestra propuesta supone que, independientemente de lo que pueda lograrse
del Estado, existirá una partida de gasto creciente año tras año que generará un
empleo dedicado de forma directa a estos temas. Nuestros herederos del futuro nos lo
agradecerán.
La correlación de fuerzas
La propuesta concreta efectuada se deriva en primer lugar de la creencia de
que la provisión de bienes públicos y la batalla contra los males públicos eleva la
calidad de vida de los beneficiarios, no entra en competencia con los logros de los
países pobres, vela por el futuro de nuestro planeta, propone unas oportunidades de
inversión a la iniciativa privada, no cuestiona la distribución de la renta, crea
empleo y puede aplicarse a nivel nacional y no necesariamente europeo.
Pero en la articulación concreta de la propuesta sí se ha tenido muy en cuenta
la actual correlación de fuerzas. Poco se podrá objetar desde el poder del mercado a
un pago voluntario de unos impuestos específicos sobre salarios con el fin de obtener
unos servicios públicos producidos, con beneficio, por el sector privado.
Como nadie podrá objetar que, representando un pago voluntario con el objetivo
de crear puestos de trabajo en sectores muy concretos, exista un control directo de
la recaudación y destino de los fondos por parte de aquellos que los han generado.
Pero debo explicar porqué se presenta como alternativa a la utilización de los
incrementos de la productividad para reducir la jornada de trabajo.
La primera razón es que tengo mis serias dudas de que una reducción de la
jornada en función del incremento de la productividad, que es pequeño, no pueda ser
absorbido fácilmente con un aumento de la eficiencia en el trabajo sin crear por ello
empleo.
Siguiendo ese planteamiento, una elevación de la productividad de digamos el
3% destinado a la reducción de jornada haría que, aproximadamente en lugar de
trabajar 8 horas diarias se hiciera durante siete horas y cuarenta y cinco minutos.
¡Error!Marcador no definido.
La verdad es que, como antes decía, y en las actuales condiciones de trabajo,
dudo mucho de que un trabajador no se vea forzado a realizar el mismo trabajo que
antes en un cuarto de hora menos de tiempo. Y de esa forma no se crearía empleo.
Para que la eficiencia en el trabajo no compense la reducción de la jornada,
está
tendría
que
experimentar
una
reducción
radical.
Pero
eso
sólo
es
posible
aceptando una reducción equivalente del salario, con lo que volvemos a la propuesta
de
las
grandes
patronales
sobre
el
"reparto
del
empleo",
o
alterando
significativamente la distribución de la renta y reduciendo el tipo de beneficio,
cosa que simplemente me parece que en las actuales circunstancias el conjunto de
trabajadores no puede lograr.
No es que desdeñe la reducción de la jornada de trabajo como un objetivo a
lograr en el largo plazo, pero ese tema tendrá que ser necesariamente debatido en el
seno de la Comunidad Europea hasta conseguir un acuerdo que pueda aplicarse de forma
general al conjunto de los países miembros, y eso puede tardar bastantes años.
Pero es que, adicionalmente, aunque la reducción de la jornada se tradujera en
una sustancial creación de empleo sería un empleo dirigido a proporcionar los bienes
individuales que el mercado provee. E insisto en que muchas cosas creo que están en
juego con la visión mercadista de la economía. La recuperación de lo público no sólo
elevará nuestra calidad de vida, sino que cambiará nuestra concepción de las cosas.
El nuevo Estado de Bienestar
La propuesta sólo puede y debe entenderse como un punto de partida, una línea
de arranque para la reconstrucción del Estado de Bienestar.
Por algo hay que empezar y ese puede ser un punto conveniente ya que el
mercado nada podrá objetar a este comienzo de un nuevo pacto.
Sólo
mentalidad
es
el
que
comienzo
pero
necesariamente
puede
ser
un
implicaría.
buen
Sería
comienzo
un
sector
por
el
cambio
incipiente
de
pero
profundamente transformador de las mentalidades y actuaciones.
El mercado aceptó aquel pacto keynesiano, origen del Estado de Bienestar, por
conveniencia y miedo. Desaparecida la conveniencia y ausente el miedo terminó con tal
esquema social. Ahora, esta propuesta puede resultarle conveniente, pero el miedo
parece que está ausente.
Aunque
afortunadamente,
y
cuesta
mucho
escribir
"afortunadamente"
en
el
contexto de lo que voy a decir, el miedo está sólo agazapado, esperando; mandando
algunos escalofríos que anuncian su retorno. Y no por el temor ahora a ninguna
revolución
socialista,
sino
por
el
desastre
generalizado
y
violento
que
se
ha
engendrado.
Sólo
en
pequeños
reductos
de
lujo
las
grandes
ciudades
occidentales
son
habitables. El deterioro urbano, la criminalidad, la violencia, la tensión resultan
lo habitual. Y todos lo sufrimos.
El hambre y la miseria de los pueblos más pobres y próximos puede generar
intensas corrientes de inmigración ilegal que tendrán que detenerse con sangre, como
con sangre se dialoga con aquellos individuos que perdida su fe en una mejora de sus
condiciones
merced
al
desarrollo
económico
occidental,
y
perdida
su
fe
en
los
movimientos sociales transformadores, socialistas o comunistas, edifican su esquema
de valores sobre posiciones intransigentes y sangrientas de nacionalismos, localismos
¡Error!Marcador no definido.
y raza cuando no en la misma intransigencia sangrienta de la religión.
Y
tras
el
terrorífico
deterioro
humano
viene
el
desastre
ecológico
y
medioambiental. Los sabios ya parecen conocer lo que se nos avecina, y a pesar de su
discreción o por la imposición de silencio, se intuye que se trata de algo grave y
próximo. Algo que puede afectar directamente a nuestras vidas de ciudadanos de esta
ciudad alegre y confiada.
La conveniencia vuelve a estar ahí, y el miedo racional también debe estar
presente. Quizá, para el bien de todos nosotros y de los que nos sigan, quien tenga
que entenderlo así lo entienda.
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NOTAS
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