Universidad Nacional de Colombia Facultad de Derecho, Ciencias Políticas y Sociales Maestría en Derechos Humanos SEMINARIO CONSTITUCION Y DERECHOS HUMANOS Lectura 1 ALGUNAS REFLEXIONES SOBRE LA RESPONSABILIDAD POR LA VIOLACIÓN DE LOS DERECHOS HUMANOS EN LA CONSTITUCIÓN Rodrigo Uprimny Yepes Profesor Facultad de Derecho Universidad Nacional "No creo que (los derechos humanos) puedan reducirse a aspiraciones morales, pues hay en ellos un propósito institucional que trasciende el básico nivel de virtud y perfección individual que constituyen el nivel ético propiamente dicho. Ni tampoco son sólo aspiraciones jurídicas, pues parece -justificadamente- esperarse de ellos que sirvan de instrumento para valorar códigos o para decidir entre códigos y no sólo que funcionen como preámbulo a legislaciones positivas. Es decir: pertenecen demasiado al área de la moral como para poder ser solamente derechos positivos, por fundamentales que fueren, y tienen demasiada vocación de institucionalización jurídica como para que puedan ser llamados sin reduccionismo 'morales’. ' Fernando Savater. Ética como amor propio. México: Mondadori, 1991, pp. 164 y 165. Introducción Para comenzar, permítanme efectuar una aclaración metodológica. La responsabilidad por la violación de derechos humanos en la Constitución de 1991 es una materia de tal amplitud que resulta muy difícil presentarla y sistematizarla, con la suficiente profundidad, en una ponencia. Así, desde el punto de vista patrimonial, el solo estudio de la relación entre la responsabilidad extracontractual del Estado, establecida por el artículo 90 de la Carta, y las violaciones de derechos humanos, es ya un tema suficiente para un seminario, pues habría que determinar en qué consiste el daño antijurídico en materia de derechos humanos, qué alcance debe tener la reparación patrimonial en este campo, cuándo debe el Estado repetir contra el funcionario responsable con el fin de potenciar la vigencia de estos derechos, etc. Igualmente, en el campo penal y disciplinario, el estudio de los alcances de la obediencia debida, establecida por el inciso segundo del artículo 91 de la Carta, también plantea problemas jurídico-constitucionales de gran dificultad: por ejemplo, en caso de graves violaciones a los derechos humanos, ¿recae la responsabilidad únicamente en el superior que da la orden -como lo sugiere el tenor literal de ese artículo- o debe también sancionarse a quien la ejecuta -como se desprende de un análisis sistemático del texto constitucional y tal y como lo ha señalado la Corte Constitucional en varias sentencias1?. Esta amplitud del tema que me fue asignado hacía necesario optar por privilegiar ciertos aspectos del mismo, para lo cual me pareció lo más conveniente tener en cuenta que este seminario pretende discutir si conviene o no ampliar la noción clásica sobre la responsabilidad en derechos humanos. En 1 Ver en particular la revisión del Protocolo n, sentencia C-225/95, y el pronunciamiento específico sobre el tema en la sentencia C-578/95. efecto, creo que la polémica central de estas charlas es si se debe seguir considerando al Estado como responsable exclusivo por la vigencia de los derechos humanos o si, por el contrario, se debe pensar en ampliar el concepto de violación de estos derechos para incluir como responsables a agentes no estatales, como los grupos armados irregulares con vocación política, las grandes empresas multinacionales, las organizaciones delincuenciales, la banca internacional o, incluso, a todos los ciudadanos. Ha sido pues en función de este objetivo global del seminario que he organizado mi exposición. Esto explica los énfasis así como los silencios de la misma, pues me he centrado en el estudio del sujeto o los sujetos, públicos y privados, responsables por la vigencia de los derechos humanos en nuestro ordenamiento constitucional, mientras que he dejado de lado otros aspectos que son en sí mismos de gran trascendencia -estudio detallado de los diversos mecanismos de protección, análisis de las competencias institucionales en esta materia, etc- pero que no me parecieron pertinentes para los efectos de este seminario. Ahora bien, si uno quiere determinar quienes son, en el régimen constitucional colombiano, los responsables por la violación de derechos humanos, es necesario establecer una serie de precisiones conceptuales, con el fin de evitar equívocos y confusiones. En efecto, a pesar de que comparten un mismo marco axiológico –la protección de la dignidad de la persona humana en sus múltiples dimensiones- los derechos humanos, los derechos constitucionales y los derechos fundamentales no son, en estricto sentido, conceptos sinónimos. Por ello, si bien el contenido normativo de esos derechos puede ser muy similar, se trata de categorías que tienen un status jurídico y filosófico parcialmente diverso, por lo cual el uso de uno u otro término puede tener consecuencias normativas y prácticas diferentes. Así, en Colombia, es indudable que, en términos constitucionales, un particular puede ser responsable por la violación de un derecho fundamental-esto es, como lo veremos, de un derecho humano constitucionalizado- puesto que nuestro ordenamiento recoge la tesis alemana de la llamada "drittwirkung", o eficacia frente a terceros u horizontal de los derechos fundamentales, esto es, que ellos son aplicables no sólo a la relación entre el Estado y el ciudadano sino que irradian todo el ordenamiento jurídico y se proyectan también a ciertas relaciones privadas. En cambio, es mucho más discutible que, frente al derecho internacional de los derechos humanos, pueda imputarse, en Colombia, responsabilidad a un particular por la violación de los derechos humanos. Esta diferencia de status o de uso linguístico de estos conceptos puede acarrear posiciones innecesariamente polémicas. En efecto, considero que algunas discusiones en torno a los alcances de la responsabilidad de los distintos agentes frente a una eventual violación de estos derechos humanos, constitucionales o fundamentales- surgen, muchas veces, no de una diferencia radical de posiciones éticas o políticas entre los contradictores, sino de una falta de precisión del alcance de estos conceptos. Así, quien considere que la eficacia horizontal de los derechos fundamentales representa un avance democrático del constitucionalismo social, puede sentirse obligado a ampliar el concepto clásico de responsabilidad en materia de derechos humanos. Pero una tesis no se sigue obligatoriamente de la otra pues, como lo veremos, los derechos humanos y los derechos fundamentales operan en campos jurídicos y en contextos lingüísticos diversos. El uno es un concepto ético-político y del derecho internacional, mientras que el otro es una categoría del derecho constitucional, esto es, del derecho público interno. En ese mismo orden de ideas, quien considere perjudicial la extensión de la responsabilidad en derechos humanos a agentes no estatales, no tiene por qué obligatoriamente mostrarse receloso frente a la llamada "drittwirkung" pues, según mi criterio, no es contradictorio defender, al mismo tiempo, la eficacia horizontal de los derechos fundamentales en el ámbito interno, y atribuir al Estado el monopolio de la responsabilidad en materia de derechos humanos, tanto desde el punto de vista de los mecanismos internacionales de protección como en el plano ético político. Por esas dificultades conceptuales, en la primera parte de esta ponencia, intento establecer, de manera esquemática, las diferencias y similitudes entre los derechos humanos, los derechos constitucionales y los derechos fundamentales con el fin del determinar las diversas consecuencias de los distintos "usos lingüísticos" de estas categorías. Tal vez el lector considere que se trata de una innecesaria precisión terminológica, un purismo conceptual, que no se compadece con el dolor humano asociado a un tema de tal importancia, como es la lucha por el respeto de la dignidad; de la persona humana. Sin embargo, creo que el rigor conceptual en estas materias es importante, puesto que de él depende, en cierta medida, nuestra capacidad para comprender las dinámicas asociadas a las violaciones de los derechos humanos. En este campo, como en tantos otros, las enseñanzas de la filosofía analítica me parecen totalmente pertinentes: sólo podremos agudizar nuestra comprensión y percepción de los fenómenos si somos capaces de agudizar nuestra conciencia crítica sobre el uso y sentido de las palabras que usamos para describirlos2. Luego, en la segunda parte, una vez efectuada --o al menos intentada- la anterior clarificación conceptual, presento la manera como la jurisprudencia constitucional ha entendido los alcances de la responsabilidad por la violación de los derechos humanos en tanto que derechos constitucionales y derechos fundamentales. En la última parte, intento evaluar las posibles contribuciones de esta evolución constitucional al debate general sobre la responsabilidad en materia de violación de derechos humanos. I. Derechos humanos, derechos constitucionales y derechos fundamentales: similitudes y diferencias, y el problema de los sujetos responsables por su vigencia a) Aproximación a los derechos humanos En otro texto3 he intentado mostrar que una de las grandes dificultades con los derechos humanos es que éstos tienen, al menos, una triple dimensión: son una categoría ética, puesto que constituyen uno de los marcos más aceptados de lo que podría ser una ética moderna secularizada que regula convivencia pacífica entre los ciudadanos en una democracia. De otro lado, tienen una dimensión política, puesto que hoy muchas reivindicaciones sociales son expresadas en forma de derechos humanos y éstos aparecen como un instrumento de crítica a la actuación de los poderes políticos. Y, finalmente, los derechos humanos son una categoría jurídica del derecho internacional público, puesto que son valores que han sido positivizados en numerosos instrumentos internacionales, en los cuales se han definido diversos tipos de obligaciones, tanto positivas como negativas, para los Estados. Este status diverso de los derechos humanos, o si se quiere, su distinto uso linguístico, ya plantea problemas y confusiones, puesto que es muy fácil pasar, de manera imperceptible, de un uso de este concepto a otro uso. Como señala Savater, "transversales a la ética, al derecho y a la política, intentan proporcionar el código donde las exigencias de éstas se reúnen sin confundirse. De aquí provienen sus peculiares insuficiencias y también su innegable y aún creciente fascinación4. Esta utilización del término de derechos humanos en distintos niveles del discurso práctico, de manera simultánea, se debe además a la enorme carga emotiva de esta palabra y a su papel trascendental como instrumento de legitimación y deslegitimación política en las sociedades 2 Sobre esta importancia en el campo jurídico, ver H.LA Hart. The concept of Law. (2 Ed). New - York: Oxford University Press: 1994. 3 Ver Rodriga Uprimny. La dialéctica de los derechos humanos en Colombia. Bogotá: Fundación Universitaria Autónoma, 1992, pp. 206 y ss. En el mismo sentido, Fernando Savater. Loc-cit., pp. 163 y ss. 4 Fernando Savater. Op-cit., p 164. contemporáneas5. Los derechos humanos no son únicamente un concepto técnico jurídico que puede ser utilizado ascéptica . mente, o de manera puramente descriptiva y técnica, puesto que tienen una carga ética y valorativa muy fuerte ya que, en esta época de crisis de paradigmas políticos, grandes sectores los invocan como una especie de sustitutos normativos frente a la relativa decadencia de las oposiciones ideológicas; por ello, tanto los gobiernos como los grupos opositores más diversos los invocan como principio de justificación de sus conductas y como arma de crítica ante sus adversarios. En tales condiciones ¿es posible construir un concepto operativo de los derechos humanos? Creo que tal vez no sea posible establecer un concepto unitario de los derechos humanos capaz de abarcar esas múltiples dimensiones normativas en las que se invoca este término, puesto que ello son demasiado ético-políticos para ser puramente jurídicos, pero hoy están positivizados y tienen una evidente dimensión jurídica para ser puramente ético-políticos. Por ello considero que un camino prudente es reconocer que la categoría derechos humanos se utiliza, al menos, en tres esferas normativas diversas: la política, la ética y el derecho público internacional. Se trata obviamente de esferas íntimamente relacionadas, pero que tal vez conviene distinguir, con el fin de afinar la discusión sobre la responsabilidad en relación con las violaciones de derechos humanos. b) Los derechos humanos como categoría del derecho público internacional Así, frente al derecho internacional público actualmente vigente, creo que los derechos humanos configuran un conjunto de obligaciones de respeto y garantía que tiene el Estado, frente a las personas, de suerte que en este campo parece claro que sólo el Estado es responsable por la violación de esos derechos6. Y ésto no es un capricho semántica de la filosofía jurídica dominante a nivel internacional, sino que tiene importantes fundamentos. Así, son los Estados y no los particulares quienes se han obligado por intermedio de los pactos internacionales. Históricamente, esas garantías fueron concebidas para hacer frente a los: abusos estatales. Filosóficamente, esa especificidad de los derechos humanos se justifica por cuanto la sociedad y los ciudadanos delegan en el Estado el monopolio de la violencia: es necesario entonces establecer mecanismos de protección específicos de los ciudadanos inermes frente a ese poder armado. Esos mecanismos son los derechos humanos. Cuando los otros particulares realizan acciones que vulneran sus derechos, se trata de delitos y el ciudadano puede siempre recurrir a la autoridad estatal para que ésta lo proteja. Pero cuando es el Estado quien vulnera sus derechos, el ciudadano no tiene otros mecanismos de protección diferentes a los derechos humanos. Por ello los derechos humanos -como instrumentos propios del derecho internacional- son una instancia que complementa y cierra los mecanismos internos de protección a la dignidad humana, ya que sólo cuando han fallado éstos, se puede recurrir a las instancias internacionales. Eso explica que las personas únicamente puedan utilizar esos mecanismos internacionales de protección cuando carecen de recursos en su propio país para enfrentar las violaciones a sus derechos humanos, o han agotado tales recursos sin éxito. E igualmente justifica la atribución de la responsabilidad internacional al Estado, puesto que, como se trata de mecanismos subsidiarios que operan cuando el propio Estado ha violado los derechos humanos, o ha sido incapaz de garantizar su goce a las personas bajo su jurisdicción, es natural que la condena internacional sea contra el Estado respectivo. Finalmente, se invoca también un argumento práctico para defender esta restricción del concepto 5 Cf. Antonio Pérez Luño. Derechos humanos, estado de derecho y constitución. Madrid: Tecnos, 1991, pp.22 y ss. En este punto me baso en parte en mi texto "violencia, derechos humanos y orden democrático en América Latina" en VV .AA Derechos humanos, democracia y desarrollo en América Latina. Bogotá: Nov., 1993. 6 de violación de derechos humanos únicamente al Estado. La multiplicación de agentes violadores ha sido utilizada por diferentes gobiernos para diluir su responsabilidad frente a los derechos humanos, ya sea para justificar sus propios abusos, ya sea para atribuidos a otros agentes. Los Estados buscan aparecer así más como víctimas de las violaciones de derechos humanos que como agentes violadores. Este procedimiento de multiplicar los agentes responsables de la vigencia de los derechos humanos a fin de diluir la responsabilidad del Estado no deja de recordarme una novela policiaca de Agatha Christie. Se trata de una obra en la cual inicialmente todas las evidencias acusan a la esposa del asesinado, a tal punto que inmediatamente uno cree que ella es la homicida: ella, Gerda Chrisow, es encontrada por varios testigos con un revólver en frente del cadáver. Sin embargo, durante el desarrollo de la novela, surgen nuevas pistas que hacen creer a Poirot, a la policía y obviamente a uno como lector, que ella no puede ser la asesina porque estos nuevos indicios implican todos a otras personas. Hasta que Poirot descubre que estas nuevas pistas sólo buscaban desviar la atención de la policía de la culpabilidad de Gerda: el resto de familiares, comprendiendo que Gerda había asesinado a su marido en un ataque de celos e intenso dolor, deciden confundir a la Policía tratando de implicar a cuantas personas sea posible. Pero no contaban con Poirot quien devela el misterio. Según el detective belga, "empecé a comprender la verdad tan pronto como vi que todo estaba concebido para implicar a cualquier otra persona diferente a Gerda Chrisow. .. Sólo se puede hacer una cosa si uno quiere exonerar de sospechas a una persona que es verdaderamente culpable. Uno debe sugerir culpabilidad en todos lados sin nunca localizarla7. En el mismo sentido había dicho en forma aguda Hannah Arendt, "si todo el mundo es culpable, ya no hay más culpables: las confesiones de responsabilidad colectiva son la mejor salvaguarda contra el descubrimiento de los responsables”8. Por eso la extensión del concepto de violación de derechos humanos tendería a diluir las responsabilidades del Estado. c) Derechos humanos y conflicto armado Es pues claro que frente al derecho internacional, sólo el Estado es responsable por la violación de los derechos humanos en situaciones de normalidad. Pero ¿qué sucede en los casos de conflicto armado, cuando se erosiona el monopolio estatal del uso legítimo de la fuerza, que constituye el fundamento básico de la exclusividad de la responsabilidad estatal? En tales eventos, entra a operar el llamado derecho Internacional humanitario o derecho de los conflictos armados, el cual, reconociendo que en determinadas circunstancias nos vemos enfrentados a conflictos bélicos, considera que es factible lograr un cierto equilibrio entre las necesidades de la guerra y las consideraciones humanitarias, centradas en la dignidad humana. Según esta normatividad, si el objetivo de la guerra es únicamente debilitar el potencial militar del enemigo, es posible establecer ciertas reglas que eviten muertes o destrucciones innecesarias. El derecho internacional humanitario busca entonces introducir un "ius in bello", es decir una normatividad para los conflictos armados, que reduzca los efectos colaterales de la guerra y defina los derechos humanos mínimos inderogables, incluso en las peores situaciones de conflicto armado. Así, se prohíben, de manera general, los ataques a la población no combatiente y el uso de medios de guerra des proporcionados. Y en forma específica, se excluyen 7 8 Agatha Christie Murder after hours (Original title The Hollow). New York: Dell Publishing Co., 1960, p. 249. Hannah Arendt. Du mensonge de la violence (Trad Guy Durand). Paris: Calman Levy. 1972. p. 178. conductas como las ejecuciones extrajudiciales, las torturas, los tratos crueles o las mutilaciones9. En estos casos, se considera que el derecho humanitario no es aplicable sólo al Estado sino a los diversos actores que se encuentran en confrontación armada, puesto que no sólo la presencia de ese conflicto bélico ha roto el monopolio estatal de la violencia sino que esta normatividad impone obligaciones a esos actores, en gran medida en beneficio de la población no combatiente. d) Los derechos humanos como categoría ético política Desde el punto de vista ético y político, resulta no sólo más difícil aproximarse al concepto de derechos humanos sino que es más problemático defender la tesis sobre el monopolio de la responsabilidad en el Estado. Precisamente el objeto de este seminario es que los colombianos avoquemos, de manera franca y abierta, este debate sobre los eventuales alcances de la responsabilidad de los agentes privados en la violación de los derechos humanos, sobre todo en el campo ético y político. Ahora bien, desde ese punto de vista, podríamos considerar los derechos humanos como exigencias éticas de bienes asociados a la dignidad humana y que concretan en diferentes etapas históricas nuestras demandas de libertad e igualdad frente a las otras personas, y en especial frente a los poderes en general y al poder político en particular10. En ese orden de ideas, si tomamos en cuenta esas exigencias normativas como una ética civil de la democracia, considero entonces que -por la naturaleza misma de la ética- es perfectamente razonable extender el campo de los sujetos responsables a todas las personas, o al menos a todas aquellas situaciones de dominación, públicas o privadas, políticas, económicas o de cualquiera otra índole, en donde la dignidad de una persona puede verse afectada. Creo que es un punto sobre el cual no hay discusión. En cambio la situación es más polémica cuando se confiere a los derechos humanos una dimensión más política, y éstos aparecen como criterios esenciales para juzgar la legitimidad y justicia de un determinado ordenamiento político o del comportamiento de ciertos actores políticos. En efecto, en este campo, algunos sostienen que se debe seguir atribuyendo el monopolio de la responsabilidad política al Estado, en lo esencial por las mismas razones por las cuales el derecho internacional estableció esa exclusividad (Cf supra). Sin embargo, se han desarrollado también argumentos sólidos y muy sugestivos en favor de una extensión del concepto de violación de derechos humanos en este esfera para incluir a agentes no estatales. En primer término, algunos consideran que ésa es la mejor forma de conferir un real poder de "oposición" de un ciudadano contra otros poderes privados que realicen acciones susceptibles de afectar el goce de sus derechos, argumento de peso, cuando se tiene en cuenta la existencia de poderes no estatales tan poderosos como las grandes empresas multinacionales, las organizaciones criminales o la banca internacional. De otro lado, e invirtiendo en parte el argumento práctico de quienes defienden la concepción clásica sobre violación a los derechos humanos, algunos consideran que limitar la expresión "violación a los derechos humanos" a los simples actos del Estado puede conducir a condonar crímenes atroces por particulares. Esta limitación, lejos entonces de conducir a hacer más sólida la protección estatal, 9 Sobre la importancia hermenéutica en el constitucionalismo colombiano de esas prohibiciones absolutas del derecho humanitario, ver Corte Constitucional, Sentencia C-225/95, Fundamento jurídico No. 35 y 36. 10 En este punto sigo la conceptualización de autores como Angelo Papachini. Filosofía y derechos humanos (2 Ed). Cali: Ciudad y Democracia, 1995, pp 22 y ss. Igualmente ver Antonio Pérez Luño. Op-cit., pp. 48 y ss. tiende a disminuir la protección del individuo inerme. En tercer término, la restricción de la noción de violación a agentes estatales deja de lado los deberes sociales de los particulares en materia de derechos humanos, consagrados tanto por los instrumentos internacionales como por numerosas constituciones. Finalmente, esa limitación es aún más perjudicial cuando se trata de sociedades con un Estado fraccionado territorialmente y en las cuales el monopolio de la violencia es cuestionado al Estado por la existencia de otros grupos armados, de otros verdaderos contraestados y paraestados, puesto que frente a esas organizaciones --Como las guerrillas-los ciudadanos inermes tienen el mismo derecho a reclamar el respeto de sus derechos a como lo hacen frente al Estado. "En efecto: -según estas tesis- el sentido de la proclamación de los derechos humanos -más allá de la letra condicionada por las circunstancias- era el de darle a la sociedad un arma ética y política de defensa frente a las eventuales arbitrariedades de los actores políticos armados que pretenden representada"11. Con base en esos argumentos, algunos consideran que es necesario entonces extender el alcance de la noción de violación de derechos humanos, ya sea para incluir a todos los particulares -posición tal vez minoritaria-, ya sea para que el ciudadano pueda enfrentarse a todo poder -sea estatal o no estatal-, ya sea, para tener en cuenta al menos a los actores políticos armados no estatales (grupos armados irregulares), ya sea para incluir los actores armados con proyecto político y con pretensión de ser representantes legítimos de intereses sociales, puesto que ellos actúan como cuasiestados visión que ha venido adquiriendo cada vez mayor fuerza-. e) Los derechos constitucionales y los derechos fundamentales, como categorías del derecho público interno Finalmente, a nivel del derecho público interno, los contenidos propios de la tradición de los derechos humanos han sido incorporados en la mayoría de los ordenamientos constitucionales contemporáneos. Se habla entonces de los derechos constitucionales y fundamentales que son, en el plano constitucional, el equivalente jurídico de los derechos humanos, a nivel del derecho internacional público. Así, según Perez Luño, hay una cierta tendencia a "reservar la denominación 'derechos fundamentales' para designar los derechos humanos positivados a nivel interno, en tanto que la fórmula' derechos humanos' es la más usual en el plano de las declaraciones y convenciones internacionales12. Igualmente señala Robert Alexy, que los derechos humanos son suprapositivos o morales, y que al ser incorporados en una Constitución "los derechos humanos se positivizan como derechos fundamentales"13. Por su parte, la diferencia entre los derechos constitucionales en general y los derechos fundamentales es esencialmente de reforzamiento de garantía. En efecto, no todos los derechos constitucionalizados son derechos fundamentales ya que éstos últimos gozan de unas garantías suplementarias. Así, en el constitucionalismo colombiano los derechos fundamentales pueden ser protegidos por medio de la tutela (CP art. 86), tienen reserva de ley estatutaria (CP art. 152) y la reforma constitucional de alguno de ellos está sujeta a garantías suplementarias (CP art. 377). Sin embargo, para efectos de esta exposición, las diferencias entre los derechos constitucionales (género) y los derechos fundamentales (especie, por las garantías reforzadas) no es sustantiva en lo que respecta a los sujetos responsables por su vigencia, por lo cual utilizaremos indistintamente ambas categorías. 11 Luis Alberto Restrepo. "Los equívocos de los derechos humanos en Colombia" en Análisis Político. Bogotá: UN, No. 16. p. 23. 12 Antonio Pérez Luño. Op-cit., p. 31. 13 Robert Alexy. Teoría del discurso y Derechos Humanos. (Trad Luis Villar Borda) Bogotá: Universidad Extemado de Colombia, 1995, p. 65. En cambio, un aspecto que merece una cierta atención es el debate sobre la fuerza jurídica de estos derechos constitucionales14. Así, hasta mediados de este siglo, los derechos constitucionales entonces denominados sobretodo derechos públicos subjetivos- constituían garantías exclusivamente contra el Estado, pero no regían las relaciones entre los particulares. El fundamento de esta concepción jurídica es la visión liberal clásica del Estado y la sociedad, según la cual las amenazas a las libertades individuales provienen únicamente del Estado, puesto que la sociedad se estructura, no con base en relaciones de poder sino a partir de la libre autonomía individual. La crisis de esta visión, asociada precisamente a la consolidación del Estado social de derecho, llevó a la formulación de la tesis de la "drittwirkung", según la cual los derechos constitucionales -denominados a partir de tal momento derechos fundamentales- también rigen los vínculos en la sociedad, por cuanto entre los particulares también existen relaciones de poder susceptibles de afectar la dignidad humana. Esa evolución es resumida por la doctrina constitucional española contemporánea en los siguientes términos: "En apretada síntesis, puede muy bien decirse que la concepción de la Constitución como elemento limitador del poder político es característica del Estado liberal de derecho, en tanto que el entendimiento de la Constitución como norma reguladora de la convivencia social, de la que dimanan directamente derechos y obligaciones, es la consecuencia del Estado social y democrático de Derecho. Con otras palabras, mientras en el primero los derechos fundamentales constitucionalmente reconocidos se conciben como una esfera de inmunidad frente al poder político, en el Estado social y democrático de Derecho se entienden como un 'prius' del orden social, que es protegible frente a todos y cuya defensa es asumida por la colectividad como un asunto de orden público. (...) La inviolabilidad de estos derechos se constituye, pues, cualquiera que sea el sujeto activo de su eventual conculcación, en el fundamento del orden político; y la alusión al respeto a los derechos de los demás supera la relación biunívoca poderes públicos ciudadanos para establecer una relación genérica, por parte de todos, y no sólo del poder público, de respetar los derechos ajenos15. En el constitucionalismo social se admite entonces que los derechos fundamentales rigen ciertas relaciones entre los particulares. Subsisten algunos debates por ejemplo entre quienes sostienen que esa eficacia es directa o inmediata, quienes consideran que ésta es solamente mediata y quienes piensan que la "drittwirkung" es un efecto producido a través de derechos frente al Estado. Para los primeros, un particular puede responder directamente por la violación de un derecho fundamental de otro particular, por cuanto todas las personas están obligadas a someterse directamente al sistema constitucional de derechos y libertades, ya que éste es una orden de valores que se proyecta a toda la vida social. Según los segundos, la "drittwirkung" no es directa entre las personas sino que requiere una previa actuación de los poderes estatales, pues es a éstos a quienes corresponde la obligación constitucional de regular la situación jurídica, de los particulares de acuerdo a los ,derechos fundamentales. Por ello esa eficacia horizontal se proyecta sobre todo a nivel de la interpretación, desde la Constitución, del resto del ordenamiento jurídico y en especial del derecho privado, Y, los terceros argumentan que la eficacia de los derechos fundamentales entres los particulares es una consecuencia de la sujeción del Estado a estos valores, que son derechos públicos subjetivos de las personas16. Pero más allá de estas diferencias, la doctrina, la jurisprudencia y la propia normatividad han establecido que los derechos fundamentales se proyectan a las relaciones entre particulares y que, 14 La bibliografía sobre el tema es bastante extensa. Para visiones sintéticas, ver, por ejemplo, Pérez Luño. Op-cit., pp. 312 y ss. Robert Alexy. Teoría de los Derechos Fundamentales. Madrid: Centro de Estudios Constitucionales, 1993, pp. 510 y ss. 15 Luis López.Guerra y otros. Derecho constitucional. Valencia: Tirant lo bla_ho 1991. Tomo 1 pp. 392 y 393. 16 Cf. Robert Alexy. Teoría. Loc-cit. o pp. 511 y ss. por consiguiente, los poderes privados deben responder por la violación de los derechos fundamentales. Según Pérez Luño, dos argumentos básicos explican esta evolución: "El primero, que opera en el plano teórico, es corolario de la exigencia lógica de partir de la coherencia interna del ordenamiento jurídico lo que constituye, al propio tiempo, una consecuencia del principio de seguridad jurídica. Se ha indicado, con razón, que el no admitir la eficacia de los derechos fundamentales en la esfera privada supondría reconocer una doble ética en la sociedad: la una aplicable a las relaciones entre el Estado y los particulares, la otra aplicable a las relaciones entres los ciudadanos entre sí, que serían divergentes en su propia esencia y en los valores que consagran. El segundo obedece a un acuciante: imperativo político del presente, en una época en la que al poder público, secular amenaza potencial contra las libertades, le ha surgido la competencia de poderes económicos-sociales fácticos, en muchas ocasiones, más implacables que el propio Estado en la violación de los derechos fundamentales17. j) Un intento de sistematización La anterior presentación nos ha mostrado que unos mismos valores -asociados a lo que corrientemente denominamos de manera genérica "derechos humanos"se proyectan en distintos órdenes normativos, lo cual tiene consecuencias diferentes en relación con el sujeto o los sujetos responsables por su vigencia. Podríamos resumir esa situación en el siguiente cuadro, en el cual asociamos los usos alternativos del término "derechos humanos" a diferentes contextos lingüísticos, en los cuales son posibles distintos sujetos responsables. DERECHOS HUMANOS, ORDENES NORMATIVOS Y SUJETOS RESPONSABLES Orden normativo o contexto lingüístico Otras denominaciones usuales Sujetos Responsables Etica interpersonal Etica Civil convivencia Etico-político Derechos morales o derechos - Todas las personas naturales o criterios de - Todos los poderes legitimidad - Todo poder armado con pretensión política - Los Estados o valores de Todas las personas, o al menos todo poder Derecho internacional normalidad en Derechos humanos Los Estados Derecho internacional conflicto armado en Derecho humanitario Los contendientes armados Derecho Constitucional en el Libertades públicas o derechos El Estado 17 Antonio Pérez Luño. Op-cit.o p. 314. Estado de derecho liberal clásico públicos subjetivos Derecho Constitucional en el Derechos constitucionales Estado social y democrático de derechos fundamentales derecho y El Estado y los particulares, cuando se configuran relaciones de poder o se afecta el interés general. Como vemos, es sobre todo en el campo ético político que se presentan mayores discusiones y diferencias. II. Responsabilidad por violación de derechos humanos como derechos constitucionales o fundamentales en la Constitución colombiana Una vez establecidas las anteriores distinciones, podemos revisar brevemente la evolución del constitucionalismo colombiano en esta materia. Para ello comenzaremos por examinar la constitucionalización y la fuerza jurídica vinculante de los derechos humanos en la ya no tan nueva Constitución de 1991, para luego presentar, de manera específica, algunos ejemplos de la eficacia horizontal de los derechos fundamentales en nuestro ordenamiento jurídico, para finalmente evaluar los fundamentos conceptuales y los alcances democráticos de esta evolución. a) La fuerza jurídica interna de las normas de derechos humanos Los valores propios de los derechos humanos, sus contenidos axiológicos, son hoy en Colombia normas jurídicas obligatorias que vinculan -algunos como derechos fundamentales, otros como derechos constitucionales, otros como derechos supralegales- a las autoridades estatales y a los particulares. Esto que parece una obviedad, no lo es, pues en Colombia, antes de la Constitución de 1991, los derechos humanos tenían una dimensión puramente simbólica pues carecían, en la práctica, de una real eficacia jurídica. De un lado, la Constitución derogada contenía un listado bastante pobre de derechos constitucionales. Por ejemplo, esa Carta no establecía expresamente el derecho a la igualdad, ni el hábeas corpus, ni ningún mecanismo directo de protección de los derechos constitucionales, tipo amparo o tutela. De otro lado, la fuerza jurídica de esos derechos constitucionales era muy precaria, pues en la práctica amplios sectores de la doctrina y la rama judicial no consideraban a la Constitución una norma jurídica directamente aplicable en los casos concretos sino un simple sistema de fuentes, esto es, un conjunto de procedimientos sobre cuáles eran los órganos competentes para producir las que eran consideradas las verdadera normas jurídicas que debían aplicar los jueces, esto es, las leyes. Un simple ejemplo demuestra lo anterior. El artículo final del título III de la Constitución de 1886, el cual contenía el listado de derechos constitucionales, establecía que "las disposiciones del presente título se incorporarán en el Código Civil como título preliminar". Esa fue la forma de conferir una cierta eficacia jurídica a esas disposiciones, puesto que inicialmente no se reconoció eficacia normativa a la Constitución sino únicamente a la ley ya que se consideraba peligroso dejar a los jueces la facultad de inaplicar la ley inconstitucional. La situación llegó a tales extremos que el artículo 60 de la Ley 153 de 1887 señalaba que "una disposición expresa de ley posterior a la Constitución, se reputa constitucional, y se aplicará aun cuando parezca contraria a la Constitución". Sólo en 1910 se reconoció la supremacía de la Constitución, al consagrarse la acción pública de inexequibilidad y, en especial, la excepción de inconstitucionalidad. Pero, pareciera como si en la tradición jurídica colombiana se hubiera mantenido, tal vez por la fuerte influencia del derecho público francés, más una cultura de la ley que de la Constitución, de tal suerte que no es exagerado afirmar que durante la vigencia de esa Carta los derechos constitucionales sólo eran aplicables en el ámbito de la ley, cuando lo propio de un Estado constitucional es que la ley sólo valga en el ámbito de los derechos fundamentales. Finalmente, muy pocos jueces conocían las normas internacionales de derechos humanos, que sin embargo formalmente ya hacían parte de nuestro ordenamiento, y por ende eran jurídicamente obligatorias18. No es pues de extrañar que esas disposiciones no fueran aplicadas en los casos cotidianos. Hubo algunas excepciones notables19. Pero la regla general fue que los jueces no consideraron los pactos de derechos humanos como derecho aplicable, por lo cual la aprobación de esos instrumentos internacionales no tuvo ningún impacto jurídico real. Así, la Corte Suprema de Justicia se negó sistemáticamente a declarar la inexequibilidad de las normas que violaban de manera flagrante las garantías consagradas en tales pactos. Por ejemplo, en 1981, 1985 Y 1988, esa corporación declaró constitucionales diversos decretos de estado de sitio que autorizaban al Ministerio del Trabajo a suspender o cancelar las personerías jurídicas de los sindicatos, aun cuando tal facultad era contraria a lo prescrito por el convenio 087 de la OIT, aprobado por la Ley 26 de 197620. Por ello, una de las novedades más importantes de la Constitución de 1991 es que ella confiere una fuerza jurídica efectiva a las normas de derechos humanos. De un lado, la Constitución trae un listado muy amplio de derechos constitucionales, que incorpora los desarrollos más novedosos en la materia. Así, la Carta no sólo recoge los clásicos derechos civiles y políticos sino que confiere gran fuerza normativa a los derechos sociales y a los llamados derechos colectivos o de tercera generación21. De otro lado, la Carta atribuye una particular fuerza a las normas internacionales de derechos humanos, ya que señala que tales tratados prevalecen en el orden interno y constituyen criterio de interpretación de los derechos constitucionales (art. 93), que los derechos humanos no pueden ser suspendidos en estados de excepción (art., 214), que en todo tiempo y lugar rigen las reglas del derecho internacional humanitario (art. 214), y que los convenios de la OIT hacen parte de la legislación interna (art. 53). A su vez, la jurisprudencia de la Corte Constitucional ha reconocido y potenciado la fuerza jurídica concreta de esos instrumentos internacionales. Así, en numerosas ocasiones, la Corte ha 18 Infructuosamente defendí esa tesis en algunas intervenciones ciudadanas ante la Corte Suprema de Justicia y en mi libro La dialéctica", Loc-cit" pp. 79 y ss. 19 Así, Carlos Valencia, en providencias de abril 27 y 29, y mayo 15 de 1989, pocos meses antes de ser asesinado, reclamó el mantenimiento del principio de la doble instancia e inaplicó la prohibición de libertad provisional consagrada en el Decreto 1203 de 1987, fundándose para ello en la supremacía del Pacto de Derechos Civiles y Políticos de la ONU sobre la legislación de excepción. CL Comisión Andina de Juristas Seccional Colombiana, Grupo de Estudio Carlos Valencia García. Concordancias y discordancias. Bogotá: autores, 1991, p. 4. 20 Ver sentencias del 10 diciembre de 1981, del 15 de agosto de 1985 y del 10 de diciembre de 1988. 21 El número de artículos dedicados a reconocer derechos es un dato significativo. Mientras que la Carta de 1886 traía 36 artículos sobre derechos y garantías sociales (del 16 al 51), la Constitución de 1991 trae más de 100 (del 11 al 112). invocado esos actos para tutelar más efectivamente los derechos fundamentales de las personas22. Igualmente, la Corte también ha recurrido a los tratados de derechos humanos para declarar inexequibles ciertas normas legales o precisar el alcance jurídico de las mismas23. Finalmente, la Corte considera que esas normas internacionales no sólo tienen, en general, rango supralegal sino que algunas de ellas tienen incluso jerarquía constitucional. En efecto, según la Corte, el derecho humanitario y aquellos derechos humanos que, conforme a los tratados, son intangibles en los estados de excepción, hacen parte del llamado "bloque de constitucionalidad". Esto significa que esas normas internacionales son principios y reglas de valor constitucional, aun cuando algunas de ellas no figuren expresamente en el texto de la Carta, por cuanto el artículo 93 ha ordenado su integración normativa a la Constitución24. La presencia de ese "bloque de constitucionalidad" tiene importantes consecuencias. Así, por no citar sino un ejemplo, la Corte Constitucional considera que los derechos que no pueden ser suspendidos ni siquiera en regímenes de excepción o en situaciones de conflicto armado son un límite al principio militar de obediencia debida, consagrado en el artículo 91 de la Carta. Así, según la Corte, no se puede invocar la orden de un superior "para justificar la comisión de conductas que sean manifiestamente lesivas de los derechos humanos, y en particular de la dignidad, la vida y la integridad de las personas, como los homicidios fuera de combate, la imposición de penas sin juicio imparcial previo, las torturas, las mutilaciones o los tratos crueles y degradantes25. Igualmente señala la parte resolutiva de la sentencia C-578/95 que no se podrá invocar la obediencia debida como eximente de responsabilidad "frente a órdenes militares violatorias de los derechos fundamentales e intangibles de la dignidad humana". No hay pues ninguna duda. Hoy en Colombia los contenidos normativos propios de los derechos humanos son derecho obligatorio supralegal, y a veces constitucional, que debe ser aplicado por los funcionarios estatales y respetado por los particulares. Esta particular fuerza de esa norma es, sin lugar a dudas, uno de los grandes avances de la Constitución de 1991 y de la jurisprudencia de la Corte Constitucional pues casi todos los derechos humanos son hoy, en Colombia, derechos constitucionales fundamentales. b) La "drittwirkung" en el constitucionalismo colombiano: algunos ejemplos significativos La fuerza normativa de la Constitución (CP arto 40.), propia del Estado social de derecho (CP arto 10.), muestra que los derechos fundamentales en Colombia regulan no sólo la relación entre el Estado y los particulares, sino también la relación entre los propios particulares. Por ello es indudable que en el constitucionalismo colombiano los actores privados pueden ser responsables por la violación de derechos fundamentales. Así, son incontables los casos en los cuales los jueces constitucionales colombianos -a saber todos los jueces de tutela y la Corte Constitucional- han reconocido que los derechos fundamentales gobiernan también las relaciones entre particulares. Los jueces constitucionales han tutelado entonces numerosos derechos fundamentales en el ámbito de típicas relaciones privadas, siempre y cuando se hayan presentado los presupuestos para la procedencia de esa acción en esa esfera, a saber, que se trate de la prestación de un servicio público, o de una conducta que afecte gravemente intereses colectivos o, sobre todo, que exista una relación de subordinación o indefensión entre el solicitante y la persona demandada (CP art. 86). A simple título ilustrativo, los siguientes ejemplos de la Corte Constitucional muestran la amplitud de situaciones que 22 Ver, entre muchas otras, T-O55/94, T-O97/94, T-21O/94, T-260/94, T-293/94. Ver, entre otras, las sentencias C-411/93, C-300/94, C-496/94. 24 Ver sentencia C-225/95. Fundamentos jurídicos 11 y 12. 25 Ibídem., Fundamentos jurídicos 35 y 36. 23 han recibido una protección judicial eficaz26, gracias al reconocimiento en Colombia de la teoría de la "drittwirkung", según la cual es posible que los particulares sean responsables por la violación de los derechos fundamentales en las relaciones privadas. En numerosas ocasiones, la Corte ha protegido los derechos de quienes se encuentran en una situación de debilidad en el ámbito familiar. Así, los niños víctimas del maltrato, del abandono o del dogmatismo religioso de su padres han sido amparados en sus derechos fundamentales. (Ver sentencias T-128/94 y T205/94). Por ejemplo, la Corte protegió los derechos la vida y a la salud de un menor a quienes sus padres, con base en sus convicciones religiosas, negaban la autorización para una atención médica vital (ST -411 /94). Igualmente la Corte ordenó a otro padre renuente pagar un tratamiento médico requerido por un hijo impedido físicamente (ST-175/94). En ese mismo ámbito doméstico, la Corte ha concedido el amparo de los derechos a la integridad personal, a la vida y a la salud de mujeres golpeadas o ultrajadas por sus cónyuges o compañeros permanentes (ST-382/94; ST-487/94; ST-552/94; ST-557/95). Igualmente la tutela ha operado ampliamente en las instituciones educativas para proteger los derechos de los estudiantes. Por ejemplo, la Corte amparó los derechos fundamentales de una joven a quien se negó el reingreso al colegio donde estudiaba, debido a su estado de embarazo, pues consideró que se trataba de una discriminación que violaba la dignidad humana y el libre desarrollo de la personalidad (ST-420/92). En otras ocasiones, la tutela ha operado contrá sanciones disciplinarías impuestas por las directivas de los centros educativos sin el debido proceso (ST-114/95) o por ser tales sanciones desproporcionadas en relación con la falta del estudiante (ST-015/94). La Corte también ha protegido, en relaciones privadas, a otras poblaciones particularmente débiles y discriminadas, como los ancianos (T-036 de 1995), los indígenas o los enfermos de SIDA. Así, la Corte consideró que no se podía impedir la ubicación en un barrio residencial de un hogar de paso destinado a la atención de enfermos de SIDA, mientras no se demostrara un manejo inadecuado de las basuras y elementos médicos desechables, pues estos enfermos no representan ningún riesgo para la comunidad (ST-082/94). Igualmente, una comunidad indígena fue amparada en sus derechos fundamentales ante la acción deforestadora de los particulares que atentaba contra la vida y su integridad cultural, social y económica (ST-380/93). También la tutela ha operado en otras dos clásicas relaciones de poder privado en la sociedad contemporánea. De un lado, en la relación médico paciente. Así, la Corte ha protegido la autonomía de los pacientes, que no pueden ser considerados simplemente un objeto del tratamiento médico sino que son sujetos, con plena dignidad. Por ello el tratamiento debe contar con su consentimiento informado, (T -401/94). De otro lado, los jueces constitucionales también han intervenido para proteger a las personas frente al poder de los medios de información y de las redes informáticas. Así, la Corte ha ordenado la rectificación informaciones inexactas, por ejemplo en casos en los cuales el medio de comunicación ha mezclado hechos y opiniones, con lo cual impedía al público distinguir entre lo realmente sucedido y la reacción o valoración que los hechos acaecidos suscitaron en el comunicador (ST-080/93 y ST 602/95). Igualmente, la tutela ha servido para actualizar la información recogida en bancos de datos (SU-082/95; ST-097/95) o para impedir la inclusión de información en una base de datos financiera, sin la autorización expresa y escrita de su titular (ST-022/93). Igualmente, la eficacia horizontal de los derechos fundamentales ha irradiado de manera 26 Muchos de estos ejemplos son tomados de un trabajo de sistematización sobre el tema efectuado por Rodolfo Arango. significativa las relaciones entre vecinos. Así, los derechos a la intimidad y a la tranquilidad doméstica han sido tutelados frente al ejercicio irrazonable del derecho a la libertad de culto por ciertas comunidades religiosas que utilizan instrumentos de amplificación del sonido en horas de la noche o en zonas residenciales (ST-21O/94, ST-465/94, ST-003/95; ST 454/95). Esos derechos también han sido protegidos contra los excesos de ruido por otras razones, como los derivados de las prácticas de tiro en un polígono militar localizado en inmediaciones de una urbanización multifamiliar (ST-308/93) o por el funcionamiento de establecimientos comerciales en zonas residenciales (ST-325/93, ST 428/95; ST 456/95). E incluso se han tutelado los derechos a la intimidad personal y familiar y al ambiente sano, vulnerados como consecuencia de los malos olores emanados de la actividad productiva de una industria (ST-219/94; ST-185/94). Finalmente, pero no por ello menos importante, los derechos fundamentales también han penetrado con fuerza en las relaciones capital trabajo, esa esfera que Marx consideraba que escapaba a los derechos humanos, ya que según el filósofo alemán éstos gobernaban sólo el ámbito de la circulación de mercancías pero no la esfera de la producción. 'Por ejemplo, su presencia limita el ejercicio del ius variandi del empleador, esto es la facultad que tiene el patrono de alterar las condiciones de trabajo en cuanto al modo, lugar, cantidad o tiempo del mismo. Así, la Corte ha sostenido que el traslado de un trabajador, sin tener en cuenta que su delicado estado de salud exige atención médica permanente y especializada, desconoce su derecho al trabajo (ST-483/93). Más importante aún, en sucesivas sentencias, la Corte ha amparado los derechos al trabajo, a la igualdad y a la asociación sindicial, vulnerados por el trato discriminatorio ejercido por los patronos contra los trabajadores sindicalizados, bien mediante el aumento de salario exclusivamente a los trabajadores no sindicalizados, o mediante la exclusión de la programación de horas extras para los trabajadores sindicalizados (ST-230/94; ST-O79/95; ST-143/95; ST-326/94, SU 342/95; SU-51O/95). c) La "drittwirkung" en el constitucionalismo colombiano: alcances y fundamentos En todos estos casos, se trata de relaciones entre particulares en las cuales se ha admitido la eficacia vinculante de los derechos fundamentales, por lo cual es indudable que en el constitucionalismo colombiano los particulares deben responder por la violación de estos derechos, Es más, en Colombia esa eficacia horizontal de los derechos fundamentales esta muchos más desarrollada que en otros países. De un lado, porque nuestros jueces constitucionales han asumido, a veces no con una plena conciencia de sus implicaciones, la tesis de la eficacia horizontal inmediata de estos derechos. Y, de otro lado, porque todos los derechos fundamentales tienen eficacia frente a terceros, puesto que la Corte Constitucional declaró inexequibles aquellos apartes del decreto que regula la acción de tutela que restringían la procedencia de esa acción entre particulares a ciertos derechos únicamente27. Ahora bien, esta eficacia frente a terceros aparece asociada, según la Corte Constitucional, a la idea misma de Estado social de derecho. En tal sentido conviene referirse a la sentencia C-587/92, que es tal vez en donde la Corte más ha intentado presentar las razones que justifican esa fuerza horizontal de los derechos fundamentales. Esa sentencia es además significativa por cuanto se relaciona directamente con el tema de este seminario. En efecto, un ciudadano había demandado el tipo penal de tortura, según el cual todo aquel que cometa tortura es penalmente sancionado. Según el actor, entre particulares no podía existir tortura, ya que las garantías constitucionales sólo operan en la 27 Sentencia C-134/94. MP Vladimiro Naranjo Mesa. relación Estado ciudadano. La Corte no sólo declaró exequible -con toda razón- la norma acusada sino que aprovechó para avocar, con cierto detalle, el tema de la "drittwirkung", por lo cual considero pertinente seguir de cerca su argumentación. En primer término, la Corte sintetiza los debates sobre la eficacia jurídica los derechos constitucionales en los siguientes términos: "La idea de que los derechos fundamentales operan exclusivamente frente al Estado se deduce de la concepción liberal clásica, ideada por los fisiócratas, en virtud de la cual existe una estricta y reconocible separación entre lo público; y lo privado, entre la sociedad y el Estado, siendo aquella la sociedad- el ámbito de libertad por excelencia, en el cual los ciudadanos, libres, iguales y autónomos, definen sus intereses. El Estado, por el contrario, es entendido como un poder instituido con la finalidad de vigilar el normal desarrollo de la sociedad, y de administrar la justicia y la fuerza pública. Los derechos fundamentales nacen así como limites al poder del Estado que es el único poder que la dogmática clásica reconoce. Los derechos fundamentales son entonces barreras al poder público frente a la órbita de inmunidad –libertad del individuo. Tales derechos, constituyen bajo estas premisas un catálogo relativamente homogéneo, cuyos efectos son especialmente órdenes de abstención del Estado. "El replanteamiento teórico que empieza en la segunda mitad del siglo pasado, surge de la evidencia fáctica de la ruptura de los postulados acuñados por la teoría clásica. El Estado, ante agudos conflictos sociales reconoce, incluso a nivel constitucional, que la sociedad no es un ámbito natural de libertad que debe permanecer inmune a la acción pública. La evidente relación de subordinación social que parte de organizaciones como los partidos políticos, los sindicatos o las grandes empresas, presiona la ruptura de la idea de la igualdad social, pues se descubren poderes privados o corporativos que han de ser reconocidos jurídicamente y regulados, con el fin de proteger al ciudadano. Con la fractura de la convicción igualitaria (los hombres son iguales en la medida en que lo son ante la ley) se quiebra una de las categorías que soportan todo el orden constitucional clásico, y con ello, entra en crisis la idea del Estado gendarme y aparece el Estado interventor, que se desarrolla a nivel constitucional en lo que va corrido del presente siglo ". Este cambio de Estado, según la Corte, obliga a "hacer extensiva la fuerza vinculante de los derechos fundamentales a las relaciones privadas", pero en manera alguna implica una erosión de la responsabilidad estatal, pues "en última instancia el responsable de mantener la vigencia de los derechos fundamentales es el Estado. Es él quien tiene la tarea de establecer las normas que regulen –acorde con los derechos fundamentales- las relaciones privadas, así como sancionar las conductas que lesionen los derechos y todo ello de forma eficaz y diligente". Por ello, concluye la Corte, "el hecho de que exista nueva concepción de orden constitucional y de los derechos fundamentales, que se convierten en normas de obligatorio cumplimiento frente a todos, no implica que el Estado diluya o comparta su responsabilidad, sino por el contrario la acrecienta, debiendo responder, de una u otra manera, por la eficaz aplicación de tales derechos". (Subrayas no originales). La Corte distingue entonces con rigor la violación de los derechos fundamentales por los particulares y la violación por la autoridad estatal, ya que, según su criterio: "Si bien es cierto, entonces, que los particulares, al igual que el Estado, están obligados a respetar los derechos constitucionales fundamentales, también es cierto que no se trata de una obligación de respeto homogénea o del mismo grado. "En efecto, la inobservancia de los derechos constitucionales fundamentales por parte del Estado produce consecuencias distintas a las de la inobservancia proveniente de los particulares. Esa distinción se debe a razones éticas, políticas y jurídicas. "Eticas, por cuanto el Estado social de derecho es un instrumento creado para facilitar la convivencia a partir del respeto de los derechos fundamentales. Así, el instrumento no se entiende ni se explica sin el fundamento moral que lo legitima, y que constituye por tanto el fin de su acción: la garantía y respeto de los derechos fundamentales de la persona humana. El principio moral que justifica la existencia del Estado Constitucional no puede ser entonces desconocido, a ningún título y bajo ninguna justificación por el propio Estado, so pena de variar de hecho su naturaleza y perder su legitimidad. Por tanto, una violación de derechos constitucionales fundamentales proveniente del instrumento creado precisamente para que esas violaciones no ocurran, reviste una gravedad suprema que la hace acreedora de una responsabilidad mayor. "En términos políticos, y estrechamente relacionado con lo anterior, es innegable que la base de legitimidad del poder del Estado, de la existencia de lo político y del respeto y obediencia ciudadana a los mandatos de las autoridades públicas, la constituye el respeto, la garantía y la promoción de los derechos constitucionales fundamentales. Un Estado que vulnera derechos constitucionales fundamentales es un Estado deslegitimado, que pierde su derecho a ejercer el poder. "Y por último -como consecuencia de las responsabilidades éticas y políticas del Estado- las normas jurídicas establecen, en primer lugar que el poder público es el principal responsable por la guarda de los derechos, y en segundo lugar, como efecto de lo anterior, un grado mayor de responsabilidad, así como una sanción mucho más grave y estricta frente a las violaciones de los derechos por parte de las autoridades estatales". A partir de todo lo anterior, la Corte Constitucional concluye que "si bien los particulares están vinculados por la fuerza normativa de los derechos constitucionales fundamentales, es el Estado el principal responsable de su protección, garantía, respeto y promoción". Y esa responsabilidad del Estado frente a los derechos fundamentales tiene una doble dimensión, pues la autoridad pública puede violarlos directamente pero, de otro lado, "el Estado tiene una responsabilidad en relación con los derechos constitucionales fundamentales cuando, de manera organizativa y estructural, opera negligentemente". En síntesis, para la Corte, la eficacia horizontal de los derechos fundamentales no es un mecanismo para diluir la responsabilidad estatal en este campo sino que aparece como una consecuencia ineludible de la adopción del Estado social de derecho como fórmula política de nuestro ordenamiento constitucional (CP art. 10.). Es más, esta eficacia acrecienta la responsabilidad estatal, pues el poder público debe asegurar que los derechos fundamentales también rijan en las relaciones privadas. III. Posibles contribuciones y enseñanzas de la evolución constitucional al debate general sobre responsabilidad en materia de derechos humanos Considero que la anterior presentación sobre la evolución del constitucionalismo social muestra que la extensión del ámbito de aplicación de los derechos fundamentales a las relaciones privadas es no sólo una consecuencia lógica del Estado social de derecho sino que tiene indudables consecuencias democratizadoras. En efecto, la eficacia horizontal o ante terceros de los derechos fundamentales permite corregir desigualdades sociales y situaciones de dominación que atentan contra la dignidad humana, y que no son susceptibles de ser eliminadas sin tal previsión. Un ejemplo sencillo pero ilustrativo permite mostrar la importancia de esta eficacia horizontal de los derechos fundamentales. Supongamos que una persona discrimina a otra por motivos de raza o persecución sindical. Así, alguien impide la entrada de negros a un restaurante o a un colegio del cual es propietario, o un patrono confiere mejores salarios a quienes no hacen parte del sindicato. Si no admitimos la "drittwirkung", el negro o el sindicalista no podrían utilizar un mecanismo constitucional de protección -como el amparo o la tutela- contra el particular, quien es quien está efectuando la acción discriminatoria, puesto que la orden de protección del juez debe dirigirse contra ese particular. Y para poder ordenar algo al particular, el juez debe reconocer que éste es responsable de una violación de un derecho fundamental. Por consiguiente, si no admitimos la violación de derechos fundamentales -e incluso, de manera más genérica, de derechos constitucionales- por particulares frente a los cuales otros particulares se encuentran en situación de indefensión o subordinación, estamos evitando remover obstáculos prácticos al goce de los derechos humanos en nuestras sociedades. Ahora bien, las situaciones descritas en el párrafo anterior no son teóricas sino reales, y recibieron una protección judicial gracias a la fuerza vinculante de los derechos fundamentales en las relaciones privadas. Así, la Corte Suprema de Estados Unidos, proyectó el principio de igualdad a las relaciones privadas, y gracias a ello permitió eliminar -al menos jurídicamente-la segregación en el Sur de los Estados Unidos28. Igualmente, como lo señalamos anteriormente, la Corte Constitucional en Colombia ha protegido el derecho de igualdad y de asociación de los sindicalistas que habían sido discriminados por sus patronos. En síntesis, la teoría de la drittwirkung, así como los análisis de autores como Foucault y similares, muestran que las relaciones de poder no se restringen a la relación entre el ciudadano y el Estado. Hay situaciones de poder entre los particulares, a veces de una intensidad y una equivalencia similar a la relación Estado ciudadano, por lo cual considero que -a pesar de sus dificultades y contradicciones -la eficacia horizontal de los derechos constitucionales y fundamentales es una conquista democrática del constitucionalismo social, que debe ser defendida y potenciada. El interrogante que se plantea es entonces si esa eficacia horizontal implica también extender, de manera genérica, la responsabilidad por violación a los derechos humanos en los distintos órdenes normativos o usos lingüísticos del término, y en especial en el campo ético-político y en el derecho internacional. Creo que se trata de una situación que es más compleja de lo que parece, y por eso mi respuesta no es terminante. Se trata más bien de unas reflexiones tentativas, que están orientadas por una finalidad práctica: construir la concepción que mejor permita asegurar la vigencia efectiva de los derechos humanos, en situaciones difíciles y conflictivas como la colombiana. Considero entonces que en este campo debemos recurrir a formas de "equilibrio reflexivo", como las propuestas por Rawls en la discusión ética29, esto es, a un ajuste permanente de nuestras construcciones teóricas y nuestro sentimientos y juicios concretos de justicia. Por ello, si la construcción aquí propuesta dificulta la lucha por la vigencia de los derechos humanos, es obvio que debe ser reemplazada por una más adecuada para tal efecto. En ese orden de ideas, creo que hay que estar abiertos a ampliar el concepto de violación de derechos humanos, en el campo ético-político, más allá de la tesis clásica, sobre la responsabilidad 28 Ver los llamados casos Brown I y Brown II de 1954 y 1955, que provocaron una transformación social, como pocas decisiones judiciales lo han logrado. 29 Cf. John Rawls. Teoría de la Justicia. México: FCE, 1979, secciones 9 y 87. exclusiva del Estado. Pero hay que ser muy cuidadosos, por la especificidad jurídica de la normatividad de derechos humanos, tanto a nivel jurídico, como ético político, que se distingue de la de derechos fundamentales, por lo cual no creo que convenga extender la noción de violación a toda relación de subordinación y dependencia, como sucede en el derecho constitucional con la "drittwirkung", por las siguientes razones: De un lado, ni siquiera los más radicales defensores de la "drittwirkung" olvidan la profunda diferencia que existe entre la relación ciudadano-Estado y las relaciones entre los particulares, ya que la primera enfrenta a la persona con la competencia de dominación estatal, y las segundas son relaciones entre personas, esto es, entre titulares de derechos fundamentales. Por ello, incluso en estas construcciones, los derechos del ciudadano frente al Estado no son de la misma naturaleza a los derechos y deberes de los ciudadanos entre sí30. De otro lado, es natural que, desde el punto de vista constitucional, la eficacia horizontal de los derechos fundamentales sea amplia, pues así el Estado puede intervenir, por la vía del amparo y la tutela, para garantizar el goce de los derechos humanos constitucionalizados. Por ello, que un particular pueda oponerse a otro particular que ha violado su derecho, por la eficacia horizontal de los derechos fundamentales, no tiene por qué implicar una extensión automática de la responsabilidad en derechos humanos a todos los poderes privados, por cuanto esa oposición se hace a través del Estado: la posibilidad que tienen los ciudadanos de oponerse a poderes privados por medio de acciones constitucionales es en el fondo una manifestación específica del deber de garantía radicado jurídicamente en los Estados. No olvidemos, en efecto, que los pactos internacionales obligan al Estado no sólo a respetar sino también a garantizar los derechos humanos. La eficacia horizontal de los derechos constitucionales es pues un dispositivo del Estado para potenciar esa garantía en el ordenamiento interno. Por ello creo que, en el plano constitucional, tiene toda la razón la Corte Constitucional cuando señala que la eficacia horizontal de los derechos fundamentales no disminuye la responsabilidad estatal sino que la acrecienta. Sin embargo, en el campo ético-político y frente al derecho internacional, la situación es diferente. Así, las normas jurídicas de derechos humanos son una especie de "tutela" internacional, que entra a operar frente a la ineficacia de los mecanismos internos. Ya mi parecer, las condenas ético-políticas actúan en forma similar. Ambas son entonces una sanción ética y jurídica a un Estado que no cumple con su deber de respetar y garantizar los derechos reconocidos por estos convenios. En tales casos, la extensión del concepto de responsabilidad puede tener efectos perversos, pues erosiona el rigor en el análisis de la responsabilidad política y jurídica de un Estado en materia de derechos humanos. En efecto, si se elimina la distinción entre la actividad delincuencial de los particulares y las violaciones de derechos humanos estatales, entonces termina siendo lo mismo que sea el poder público quien asesine o que sean los particulares quienes lo hagan: en Estados Unidos o en Alemania no se respetaría el derecho a la vida (pues hay asesinatos) de la misma forma en que no se respeta en Colombia. Así, se pierde la especificidad de la noción de derechos humanos como obligación jurídica y política del Estado, la cual tiene pleno sentido cuando se recuerda que tanto las condenas éticopolíticas como los mecanismos internacionales de protección operan como mecanismos subsidiarios y complementarios a los sistemas internos de protección de estos valores. Lo anterior no significa minimizar las atrocidades cometidas por los particulares u olvidar sus deberes, puesto que sus crímenes deben ser sancionadas por el derecho penal nacional o internacional. Así, el particular que asesina es sujeto penal de homicidio; quien participa en genocidios es sujeto del 30 Cf. Robert Alexy. Teoría... Loc-cit., p. 520. derecho penal internacional que sanciona esos crímenes de lesa humanidad. Pero en estricto rigor, eso no significa hacer equivalentes la noción de violación de derechos humanos con la conducta delictiva de los particulares, puesto que ello haría perder su especificidad al derecho de los derechos humanos frente al derecho penal nacional o internacional. Por todo ello coincido con Rodolfo Mattarollo cuando señala que: "La confusión en que se incurre al ampliar el concepto de agentes violadores de los derechos humanos, es resultado de la amalgama entre tres órdenes normativos que si bien tienen zonas de coincidencia, son conceptual y jurídicamente diferenciables: el derecho internacional de los derechos humanos, el derecho internacional humanitario de los conflictos armados y el derecho penal internacional31. Considero entonces que el concepto de responsabilidad en derechos humanos no tiene por qué extenderse sino a aquellas situaciones en las cuales la persona se encuentra frente a una relación equivalente a la de un Estado, como podría ser frente a una organización armada, con pretensiones políticas y que controle un determinado territorio, pero aquí también habría que ser cuidadosos, porque en muchas ocasiones conviene más recurrir al llamado derecho humanitario, como conjunto de disposiciones que consagran los derechos mínimos inderogables, aun en situación de conflicto armado, el cual obliga jurídicamente tanto al Estado como a los grupos armados irregulares, por las siguientes dos razones. De un lado, porque creo que el derecho de los conflictos armados es más útil para valorar las conductas de las partes enfrentadas, ya que esa normatividad regula en forma detallada y conforme a pautas centenarias la manera legítima de conducir las hostilidades. Es pues un fundamento jurídico sólido para analizar el desarrollo de las hostilidades y adjudicar responsabilidades concretas a los actores, ya que constituye un marco relativamente objetivo de valoración de su conducta. Por ello, como dice el profesor Robert Goldman, "las detalladas disposiciones del Derecho Internacional Humanitario ofrecen a las víctimas de la violencia armada un grado de protección y auxilio bastante más alto que las garantías generales de derechos humanos32. De otro lado, porque conferir a los grupos insurgentes responsabilidad en materia de derechos humanos implica atribuirles el deber no sólo de respetar los derechos sino de garantizarlos, lo cual plantea una nueva dificultad para extender la noción de violación a agentes no estatales. En efecto, los Estados al obligarse internacionalmente a asegurar la vigencia de los derechos humanos adquirieron obligaciones, pero estas obligaciones les confirieron ciertas atribuciones frente a los ciudadanos, puesto que es obvio que si se impone al Estado la responsabilidad por los derechos humanos, se le deben dar entonces los medios para cumplirla. El Estado se encuentra así legitimado a adelantar todas las acciones necesarias para realizar los derechos humanos, tales y como expedir códigos, administrar justicia, recolectar impuestos, etc. Mal se podría entonces exigir de agentes no estatales -a quienes no se reconocen esos derechos de tributación, legislación o administración de justicia- responsabilidad por la vigencia de los derechos humanos. Por eso, la extensión del concepto de violación de derechos humanos a actores armados irregulares puede terminar siendo una suerte de argumento "boomerang" puesto que con el ánimo de fortalecer la protección del individuo y deslegitimar las acciones de actores armados irregulares se llegaría a dos efectos perversos: de un lado, la responsabilidad estatal quedaría diluida ya que el Estado "sería uno más entre los múltiples sujetos que podrían cometer tales 31 Rodolfo Mattarollo. El problema de la violación de los derechos humanos por agentes no estatales frente al derecho internacional. San José, IIDH, 1992, p. 29-30. 32 Roben Goldman. "Algunas reflexiones sobre derecho internacional humanitario y conflictos armados internos" en Comisión Andina de Juristas Seccional Colombiana. Espacios Internacionales para la Justicia Colombiana, Vol. II, Bogotá: autor, 1993, p. 145. violaciones33 y, de otro lado, con el ánimo de cuestionar la acción de los grupos armados irregulares, se les terminaría confiriendo mayor status jurídico a los mismos. Con todo, lo que es indudable es que el movimiento de derechos humanos debe denunciar los atropellos y atrocidades de los grupos insurgentes, con el mismo vigor y condena ética que documentan las violaciones de derechos humanos de agentes estatales. El silencio frente a la generalización de estas atrocidades por los grupos insurgentes evitó que una crítica democrática y de izquierda a los desbordes de la actividad insurgente permitiera introducir una racionalidad ética al comportamiento de las guerrillas, lo cual no sólo hubiera posibilitado un mejoramiento de la situación para la población no combatiente, sino que además podría facilitar eventuales soluciones políticas negociadas al conflicto armado. 33 Felipe Portales. "Reflexiones sobre derechos humanos y terrorismo" en Boletín Comisión Andina Lima, marzo 1992, No. 32, p. 36. de Juristas.