nuno_santo_de_la_humildad - Colegio Nuestra Señora del

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Nuño, santo de la humildad
na de las características que más llama la atención de la
figura del nuevo santo es, sin lugar a dudas, la humildad.
No solamente al final de su vida, cuando, siendo ya carmelita,
vivió de forma totalmente austera y penitente, sino que, incluso
siendo Condestable y una de las figuras más célebres y
admiradas de la Corona portuguesa, Nuño fue siempre un
hombre humilde, un hombre que huyó de los honores excesivos
y de las ambiciones de poder. Es bien conocida su tendencia a la
humillación personal en los últimos años de su vida como
donado carmelita, hasta tal punto que el príncipe Don Duarte,
temeroso de que su conducta provocara la irrisión o el
menosprecio de la corona o de las instituciones más importantes
del reino, le prohibió que mendigara por las calles de Lisboa y
que se retirara a un convento lejano y perdido para no ser
reconocido como Condestable. Ante ambas peticiones del
príncipe, Fray Nuño tuvo que ceder. Pero hubo aún otras
peticiones que el anciano carmelita rechazó con firmeza. Así,
por ejemplo, se negó a ser sacerdote o a evitar los trabajos más
humildes y bajos del monasterio, trabajos que, según el parecer
del príncipe y de muchos nobles, eran contrarios a la dignidad y
al renombre del héroe nacional. Conviene no olvidar que Nuño
estaba además emparentado con la familia real por el
matrimonio de su hija Beatriz (casada con Don Alfonso, hijo de
Juan I), lo que hacía aún más incómoda su actitud para los monarcas. También se negó totalmente a seguir
portando el título de Condestable o a ser llamado con otro nombre que no fuera el de Fray Nuño de Santa María.
Como veíamos más arriba, su respuesta fue radical y sin ambages: El Condestable ha muerto y está enterrado en
un santuario… Sin duda, estamos ante un rasgo muy significativo para nuestra vida cristiana actual. En un mundo
que idolatra el poder, la fama, el prestigio social (a veces incluso a costa de la verdad o de la justicia); en un
mundo en el que se fomenta la vanidad de las riquezas o los títulos; en un mundo en el que, pese a que un tercio
de la humanidad pasa necesidad y en algunas zonas del planeta permanece la plaga terrible del hambre, se hace
alarde de riquezas y de lujos totalmente desproporcionados; en un mundo en el que vivimos esclavos de la imagen
personal, del look, de las apariencias, del culto al cuerpo y de lo políticamente correcto… el ejemplo de San Nuño
nos recuerda el valor de la humildad y de la sencillez, y de una manera especial nos llama a los carmelitas a
mantener ese espíritu, esa forma de ser y de estar en el mundo, por muy importante que pueda ser nuestro trabajo,
nuestra misión o nuestra posición eclesial.
U
Grandes carmelitas posteriormente han vivido y han subrayado el valor de la humildad. Pensemos en el célebre
adagio de Santa Teresa de Jesús en las sextas moradas (humildad es andar en verdad); o en la llamada a la
sencillez de lo pequeño que hace Teresa de Lisieux; o en el ejemplo sublime de humildad que dio siempre el
Beato Tito Brandsma, aún ocupando los más altos cargos en la Universidad y en la vida civil de su país. Otros
muchos ejemplos se podrían citar de esa vivencia profunda de la humildad que se ha dado siempre en el Carmelo.
Se trata indudablemente de una humildad llena de coraje y de valentía, de una humildad que no es solamente una
virtud psicológica, sino una consecuencia de la fe en el Dios encarnado, en el Dios que no dudó en asumir nuestra
humilde y frágil condición, haciéndose uno de tantos para salvar, desde abajo, al género humano (cf. Flp 2, 6-11).
Que el ejemplo de San Nuño de Santa María nos ayude también a nosotros a vivir la sencillez evangélica, a no
dejarnos seducir por las vanidades de este mundo (a veces muy sutiles) y a ser siempre cercanos y solidarios con
los últimos, con los marginados, con los pequeños y excluidos.
Nuño: una llamada a la conversión radical
En el templo de Batalha, dedicado a Santa María de la Victoria, al que aludíamos más arriba, hoy se puede
contemplar la imponente estatua ecuestre del Condestable Nuño Alvares Pereira, presentado como guerrero y
héroe nacional, llevando en una mano la espada y sujetando con la otra las bridas del caballo. Dentro de la iglesia,
cerca del altar, existe otra estatua, mucho más pequeña, de escaso valor artístico, pero muy representativa. Se trata
de Nuño de Santa María, ya anciano, en hábito carmelita, con la Regla del Carmelo en la mano, en actitud de
meditación y de oración. Algunos visitantes de Batalha no se dan cuenta siquiera de que se trata del mismo
personaje, dada la gran transformación y el contraste entre una y otra imagen de Nuño.
Muchos teólogos y expertos en espiritualidad han hablado de una especie de “segunda conversión” o conversión
radical que a veces se da en la vida de los santos y de los buscadores de Dios. Evidentemente hablamos de
conversión en sentido análogo, ya que, en sentido estricto,ellos ya estaban convertidos a la fe y generalmente
procuraban vivirla con autenticidad y sinceridad. Pero, en un momento dado, generalmente en la madurez, se
produce en la vida del santo, del místico, del espiritual, una llamada a la radicalidad, un deseo de vivir la fe de
forma total, con todas las consecuencias. Es entonces cuando se convierten en un signo, en una llamada de
atención, en un aviso para toda la Iglesia que toma así conciencia de la tendencia (la tentación) a la mediocridad, a
la rutina, a una vivencia de la fe algo mortecina y aburguesada. Muchos nombres se podrían citar en este sentido:
Teresa de Jesús ante el Cristo llagado, Teresita y la experiencia terrible de la enfermedad, Tito Brandsma en el
campo de concentración, Thomas Merton en una calle ruidosa de Louisville, Monseñor Romero ante el cuerpo sin
vida de Rutilio Grande, Teresa de Calcuta sacudida por la pobreza horrible de los moribundos… y tantos otros.
También Nuño siente en un momento dado de su vida esa llamada a dejarlo todo, a abandonar honores, títulos,
noblezas y prestigio para entregarse de forma radical a una vida de penitencia y de oración. Su figura debe ser
también para nuestras conciencias un aldabonazo, una llamada a la radicalidad, una invitación a revisar nuestros
criterios, a purificar nuestras intenciones, a vivir el Evangelio sin componendas ni medias tintas. He ahí el gran
mensaje y la actualidad de los santos. Sin caer en un pacifismo que sería totalmente anacrónico, sí podemos
afirmar que Nuño abandona las armas y las celadas, para dedicarse por entero a la batalla del amor y de la
santidad. Como aquellos primeros carmelitas que (inmersos de algún modo en el fenómeno de la Cruzada), se
retiran al Carmelo como eremitas y penitentes e incluyen en su Formula Vitae la hermosísima descripción de las
armas espirituales que hace San Pablo (entre otros lugares) en la carta a los Efesios, también Nuño abandona las
armas materiales y se reviste con la armadura de Dios y con la coraza de la justicia, también él abraza el escudo de
la fe y se cubre la cabeza con el yelmo de la salvación. También Nuño agarra la espada del Espíritu y de la Palabra
y anuncia, con el mejor lenguaje posible, con el más auténtico y el más creíble (el de la vida misma), la plena
confianza en Dios y la llamada a la conversión.
Si no queremos que esta canonización se quede solamente en lo histórico, en lo superficial, en lo accesorio; si
queremos que la figura de San Nuño de Santa María sea para nosotros un modelo de vida y que su canonización
sea un momento de reactivación y de revitalización del Carmelo; si confiamos plenamente en su intercesión,
asegurada por la solemne y oficial declaración de la Iglesia… entonces procuremos profundizar en su mensaje y
en su enseñanza y asumirlos con gratitud y con un compromiso renovado de vivir nuestra vocación al Carmelo.
También nosotros sintámonos llamados a revestirnos de la coraza de la justicia (Induenda est lorica Iustititae…)
de la que habla nuestra Regla citando la Carta a los efesios (Ef 6,14), esa coraza que nos lleva a amar al Señor con
todo nuestro corazón, nuestra mente y nuestras fuerzas, y al prójimo como a nosotros mismos (Regla, XIX).
Quisiera, por último, mostrar mi agradecimiento y el de toda la Orden a los que han hecho posible esta
canonización: al P. Felip Amenós Bonet, O.Carm., que siendo postulador trabajó en la causa denodadamente; al P. Giovanni Grosso, O.Carm., actual Postulador General, que ha preparado junto a una comisión los
actos que acompañarán la canonización, así como al P. Francisco José Rodrígues, O.Carm., Vicepostulador de la causa, y a todos los que desde Portugal han colaborado y han ayudado de algún modo a dar a conocer
la figura de San Nuño.
Debemos felicitar cordialmente al pueblo portugués, para quien Nuño es no solamente un ejemplo vivo de
santidad, sino también un héroe nacional. Supone para mí, como español, un motivo especial de orgullo, al
tratarse de una figura tan importante en esa nación hermana y tan querida de Portugal.
Sólo me queda felicitar a toda la familia carmelita extendida por los cinco continentes. Que vivamos con sano
orgullo de familia esta canonización. Que la semilla sembrada por nuestro nuevo Santo encuentre en
nosotros tierra fértil y dispuesta a dar frutos de santidad.
Que María, Madre del Carmelo y modelo sublime de santidad, nos siga iluminando para que en nuestra familia
surjan siempre figuras como la de San Nuño de Santa María que nos lleven al monte de la perfección
que es Cristo.
FERNANDO MILLÁN ROMERAL , O.CARM
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