ZACARÍAS GONZALEZ VELÁZQUEZ

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ZACARÍAS GONZALEZ VELÁZQUEZ
(Madrid, 1763-1834)
“Retrato de joven dama con abanico y mantilla”
Óleo sobre lienzo.
71.4 x 56 cm.
Pintado hacia 1795-1800
Procedencia:
Colección Dominguez (etiqueta en el marco).
Colección Lord Duveen (nº 9 de inventario).
Colección B. Hon. Burns (regalo de boda de su padre Lord Duveen).
Exposición:
Paris, “Peintures Espagnoles”, Palais des Beaux Arts (Petite Palais), Año 1918. Nº 18
(como Goya).
Zacarías González Velázquez fue pintor de cámara y académico de la Real Academia de
Bellas Artes de San Fernando de Madrid, de la que llegó a ser director de pintura y
director general. Comenzó su formación en el estudio de Mariano Salvador Maella y en
la Academia de Bellas Artes de San Fernando -dirigida por su padre, el pintor Antonio
González Velázquez-, donde fue premiado en 1778 y 1781, respectivamente. Como
decorador, destacan los trabajos que realizó al fresco en los reales sitios, en el palacio de
El Pardo y en la Casa del Labrador de Aranjuez, con representaciones alegóricas y
mitológicas. Asimismo, realizó cuadros religiosos para particulares y también para
diversas instituciones religiosas -la catedral de Jaén, la de Toledo, el Oratorio de
Caballero de Gracia de Madrid- y participó en la decoración para las exequias de la
reina María Amalia de Sajonia. Por último, es digno de destacar su trabajo en la Real
Fábrica de Tapices de Santa Bárbara, sobre bocetos de Mariano Salvador Maella,
elaborando cartones para tapices de temas marinos, en los que muestra su dominio de la
composición y se revela como un gran colorista, aunque no olvida sus comienzos
académicos. Sus obras se enmarcan en la transición del barroco al neoclasicismo. Las
más tempranas muestran un predominio del dibujo sobre el color, mientras que en sus
pinturas finales el cromatismo se enriquece y adquiere mayor relevancia, al tiempo que
muestra una inclinación preciosista en el tratamiento de las telas y los elementos
secundarios, lo que se hace aún más patente en sus retratos. Es en este género donde
realiza algunas de sus obras más personales, representando a la burguesía madrileña de
la época, siendo especialmente deliciosos sus retratos juveniles e infantiles, véase
Retrato de dama con abanico del Meadows Museum (fig. 1), Retrato de Manuela
González Velázquez de la Fundación Lázaro Galdiano (fig. 2) y el castizo Retrato de
dama con mantilla aquí representado.
La joven dama va vestida con el más típico traje nacional, formado principalmente por
la basquiña y la mantilla, prendas que junto con el abanico y la cofia eran absolutamente
indispensables en la dote de cualquier mujer española, sea cual sea su condición social.
Esta indumentaria muy alabada por los viajeros extranjeros, se alejaban de la moda
internacional dictada desde Francia. Los atuendos, de origen en la clase popular
madrileña, se utilizaban para ir de forma “casual” como traje de paseo o vestido de
calle.
A finales del siglo XVIII con el fenómeno del “majismo” fue la nobleza la que gustó de
vestirse como la clase social llana, reivindicando lo castizo y el patriotismo en contra de
lo afrancesado. De esta manera se reflejaba menos las desigualdades sociales,
diferenciándose tan solo en las calidades textiles.
La distinguida y bella dama, retratada con vestido de talle alto y matilla de muselina
negra, enteramente de encaje a diferencia de otras prendas más simples de índole
popular.
Fig.1
Fig.2
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