proyecto arqueológico teocaltitán

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PROYECTO ARQUEOLÓGICO TEOCALTITÁN,
recientes investigaciones
Arqlga. Marisol Montejano Esquivias
P.A. Erwin Alejandro Cuevas Curiel
P.A. José Antonio Sánchez Lobato
Centro INAH, Jalisco.
Centro INAH, Jalisco.
Introducción
E
l proyecto arqueológico Teocaltitán surge
como un esfuerzo del Instituto Nacional
de Antropología e Historia y del gobierno del
Estado de Jalisco para investigar y abrir esa
zona arqueológica al público. El Gobierno del
Estado está interesado en proteger y conservar
el patrimonio arqueológico, paleontológico,
cultural e histórico del estado, así que uno
de los objetivos de ese plan es crear una
ruta arqueológica que incluya en cada sitio la
investigación, restauración y creación de la
infraestructura necesarias para que las visitas
del público. El objetivo es promover la afluencia
turística e incentivar la economía de la región. Por
sus características arquitectónicas, Teocaltitán
se eligió como una muy buena fuente de
investigación, con altas posibilidades de arrojar
datos importantes de la zona y convertirse en
un centro de interés para el turismo.
Teocaltitán es un centro ceremonial del Clásico
tardío/Epiclásico (450-900). Su arquitectura incluye
pirámides en talud, plataformas rectangulares y patios
hundidos; el sitio se encuentra en buen estado de
conservación gracias a su ubicación en la cima del
cerro. Los trabajos en torno al proyecto se iniciaron
en 2007, mientras que el trabajo de campo inició
apenas a finales de 2011.
Localización
L
a zona arqueológica Teocaltitán se ubica en el
estado de Jalisco, en la región conocida como
Los Altos de Jalisco (Altos sur), a 9 km al sureste
de la cabecera municipal de Jalostotitlán y a 1 km de
la delegación de Teocaltitán de Guadalupe (fig. 1).
El sitio se encuentra asentado en la cima del cerro
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de Teocaltitán, con alrededor de 110 m de altura y
una superficie cercana a las 64 ha hasta la falda.
Fig. 3. Vista general del cerro de Teocaltitán, lado sureste.
Entorno geográfico y
ambiental
Fig. 1. Localización del municipio Jalostotitlán, en los Altos de
Jalisco.
Para llegar al sitio arqueológico se debe tomar la
autopista 80, que conduce de Guadalajara a San Juan de
Los Lagos y Lagos de Moreno; 18 km antes de San Juan
de los Lagos se encuentra el entronque que conduce
a Jalostotitlán; en lugar de dar vuelta en dirección a
Jalostotitlán, se avanzan 6.3 km hacia el norte desde el
crucero y luego se dobla en dirección a Teocaltitán de
Guadalupe, ubicado a 2.5 km hacia el sureste (figs. 2 y 3).
Fig. 2. Localización del sitio arqueológico Teocaltitán.
Fig. 2. Localización del sitio arqueológico Teocaltitán.
E
l área de estudio se encuentra en la llamada
zona de los Altos de Jalisco, ubicada en la parte
nororiental del estado; limita al sur con el río Santiago
y hacia el norte, este y oeste con las entidades de
Guanajuato, una parte de Aguascalientes y Zacatecas.
Fisiográficamente, los altos de Jalisco se encuentran
en el Eje Neovolcánico y la Sierra Madre Occidental.
Hacia el extremo oriente de Jalisco hay un escarpe que
señala el borde del altiplano central; se trata de una
zona de contacto entre el eje Neovolcánico y la Mesa
Central. Ese contacto queda marcado hasta el bajío
por las sierras de san Isidro, Cuatralba y Guanajuato
(Barrera, 1985). En los Altos, las manifestaciones
de ese contacto con la Mesa Central son las mesetas
de Arandas, San Julián y las planicies de Tepatitlán y
Lagos.
Esta región es muy compleja por ser zona de contacto
de tres grandes provincias: el Eje Neovolcánico, la
Sierra Madre Occidental y la Mesa Central. La cuenca
sedimentaria o río principal de esta región es el río
Verde (fig. 3), que cubre la mayor parte del sector
norte de los Altos de Jalisco, drenando alrededor de
11,800 km2 del estado; este río se origina al sureste
de la ciudad de Zacatecas, donde se conoce como río
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San Pedro, y pasa por una parte de Aguascalientes.
La cuenca está integrada por varios afluentes, como
los ríos Abellon, Santiago, Morcinique y Chicalote
(en Zacatecas y Aguascalientes), además de los ríos
Tepatitlán, del Valle, San Miguel, de Los Lagos,
Grande, Encarnación-Agostadero, Teocaltiche, Mascua,
Acasico, Mexticacán y Manalisco (en Jalisco). En la
parte comprendida entre Jalostotitlán, Tlacuitapan,
San Juan de los Lagos y Encarnaron de Díaz, los
sedimentos de la cuenca forman relieves planos que
son disectados por la red de drenaje, originando valles
con vertientes casi verticales (Barrera, 1985). Este río
se va encajonando cada vez más hasta confluir con el
río grande de Santiago en las barrancas de Huentitán.
Fig. 4. Río Verde y zona arqueológica Teocaltitán.
Debido a las características litológicas, climáticas,
topográficas y vegetativas de la región, existe una
amplia variedad de suelos propios de zonas áridas
y semiáridas, con un bajo contenido de materia
orgánica, por lo cual predomina la vegetación
compuesta de chaparral y nopalera, con zonas de
mezquite y huizache, así como manchones de matorral
subtropical en una porción de Encarnación de Díaz,
vegetación muy similar a la del Bajío noroccidental.
Sobre el cauce del río Verde, en terrenos planos y en
las laderas de cañadas donde existen corrientes del
río, se presentan zonas y manchones de bosque de
galería compuestos por ahuehuetes o sabinos, sauces
y en algunas partes fresnos y álamos (INEGI, 1980b).
En cuanto al clima, hay tres diferentes masas de aire
durante el año provenientes del golfo de México, el
Pacífico y el norte, lo que origina los climas tropical
subhúmedo hacia el suroeste de la región y tropical de
transición al centro.
Estudios previos
A
lgunos investigadores han aportado datos de
zonas aledañas a Teocaltitán. Para la zona de los
Altos de Jalisco, Kirchhoff (1943) señala que una de
las primeras cuestiones a considerar es la participación
de esta región, junto con el Bajío guanajuatense, en
lo que se conoce como frontera septentrional; su
movilidad poblacional y alternancia entre épocas
de expansión y contracción ocupacionales fueron
siempre un marcado fenómeno que distinguió a esta
región del resto de Mesoamérica.
Por su parte, Braniff (1975b) indica que los Altos
de Jalisco y el Bajío muestran la presencia de
cazadores-recolectores hacia el 5,000 a.C.; sin embargo,
hasta la fecha se carece de mayor información sobre
el proceso de sedentarización en la zona. En lo que
respecta a los primeros asentamientos de la región
alteña, se cuenta con datos más precisos que refieren
la presencia de la tradición Chupícuaro y la tradición
Tumba de Tiro, con antecedentes en Guanajuato y
el centro de Jalisco, respectivamente. Blas Castellón
y Jorge Ramos (1988) reportan el hallazgo en el sitio
Cerrito de Moctezuma, municipio de Tepatitlán,
de cerámicas parecidas a las del grupo Colorines y
Tabachines rojo/crema (definido por Galván en el
valle de Atemajac, 1991). Hacia la región sur de los
Altos de Jalisco, en el municipio de Acatic, se sabe de la
existencia de figurillas sheep face, así como cerámicas
del tipo Tabachines rojo/crema, provenientes de
tumbas tiro saqueadas. Sobre la presencia de las
tradiciones Chupícuaro y Tumbas de Tiro en los
Altos de Jalisco, Betty Bell (1974) reporta en el sitio
Cerro Encantado, municipio de Teocaltiche, un sitio
conformado por terrazas sobre una pendiente que
incluye una zona de entierros; dichos hallazgos se
fecharon por C14 alrededor de los años 100 a 250 d.C
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Sobre la tradición Chupícuaro [que en Guanajuato se
asocia a los sitios Morales en San Miguel de Allende
(Braniff, 1972); el Cóporo, hacia el noreste (Braniff,
1975b), en las zonas de los ríos Laja y Turbio en
León; Silao (Bejarano, 1974); la Virgen (Castañeda y
Cano, 1984), y Santa María del Refugio (Castañeda
et al 1982)], una de las posturas indica que se derivó
de migraciones o procesos de interacción con el
centro de México hacia el Preclásico medio (400-100
a.C.) (Florance, 1985), coincidiendo con la caída de
Cuicuilco y Tlapacoya en el valle de México, según
muestran las analogías cerámicas de las fases Morales
de Guanajuato, Canutillo de Zacatecas y Ticomán,
Arbolillo y Zacatenco del centro de México (Braniff,
1975a, 1998; Kelley, 1966). Por su parte, Weigand
(1985) propone que la tradición Chupícuaro es heredera
de otras más tempranas en el occidente de México,
como Capacha y Opeño. No obstante estas posturas,
la presencia de Chupícuaro en los Altos de Jalisco y
El Bajío sienta las bases del contacto de esta zona
con otras áreas de Mesoamérica (Schöndube, 1980).
La frontera septentrional mesoamericana alcanzó
su máxima expansión entre el 600 y el 900 d.C.,
fenómeno asociado a las condiciones climáticas
favorables para el desarrollo de la agricultura (Braniff,
1961, 1972). En esta época también se presentan
cambios relacionados con el Bajío guanajuatense y los
valles centrales de Jalisco: surgieron nuevas formas de
enterramiento y rituales funerarios (como las tumbas
de caja), así como nuevos patrones arquitectónicos
(como los patios hundidos y plataformas en “L”
en Tlacuitapan, Unión de San Antonio y la Jarilla
en Tepatitlán (sí?) (Ramos y López-Mestas, 1991).
En la zona del Bajío guanajuatense se localizaron
asentamientos de un complejo cultural, establecido
en un área geográfica mayor, que participó en el
aprovechamiento, control y distribución de varios
recursos. Su población era sedentaria y constructora de
una arquitectura simple que progresó a un mayor grado
de complejidad, con áreas habitacionales pequeñas,
zonas de terrazas con montículos habitacionales,
estructuras dobles en forma de U con orientaciones N-S,
estructuras en forma de L y centros cívico-ceremoniales
de carácter monumental, como Peralta, en el que hubo
arquitectura pública (Zepeda, 1982).
Hacia el siglo XI hubo un retroceso de los grupos
sedentarios y ya para el XVI el área se encontraba
ocupada por grupos nómadas y semisedentarios. El
abandono de la zona está ligado a la presencia de grupos
norteños en el centro de Mesoamérica, aspecto tratado
por Nalda (1975), Armillas (1964), Braniff (1974) entre
otros. Baus de Czitrom (1982) hizo una investigación
etnohistórica de los grupos cocas y tecuexes que
habitaron los Altos de Jalisco en el siglo XVI. Después
intentó correlacionar los múltiples sitios aludidos por
las fuentes históricas con sitios arqueológicos; junto con
Sánchez Correa (1980) recorrió los sitios de Támara,
Teocaltitán y Tlacuitapan, que fueron asignados al
Posclásico (de acuerdo con las cerámicas de superficie
y el patrón arquitectónico). Sin embargo, las cerámicas
encontradas y la arquitectura pertenecen al periodo
Clásico tardío/Epiclásico. Las excavaciones en el sitio de
Tlacuitapan (Ramos y López Mestas, 1998) permitieron
fijar el abandono del lugar entre el 900 y el año 1000 d.C.
Continuando con los estudios en esta región, Meade
(1941) trabajó el sitio arqueológico El Cerrito en
San Miguel del Cuarenta, en Lagos de Moreno.
En 1962, Piña Chan y Taylor (1976) excavaron ese
sitio, ahora conocido como El Cuarenta, en donde
estudiaron un complejo habitacional de cuartos
y muros de barro con columnas de piedra que
interpretaron como un sitio vinculado con la cultura
de La Quemada, Chalchihuites y el Teul; además,
basados en analogías cerámicas propusieron para este
sitio una ocupación entre el 500 y 900-1000 d.C. Sin
embargo, al conocerse con certeza el posicionamiento
cronológico de algunos materiales cerámicos, como
el Blanco levantado, con los cuales establecieron
comparaciones, ubicaron la ocupación del sitio un
poco más tarde de lo que actualmente se estima.
Piña Chan y Barba (1987) exploraron en la década
de los ochenta el sitio El Cerrito, en Valle de
Guadalupe, y una vez más, basados en la arquitectura
de una plataforma con estructuras de carácter cívico
ceremonial, atribuyeron una temporalidad más tardía
de lo que en realidad es. En los noventa, bajo el proyecto
arqueológico Altos de Jalisco (Ramos y López Mestas,
1991; Ramos et al., 1992) se registraron en el sector de
Tepatitlán 19 sitios arqueológicos en los municipios de
Acatic, Tepatilán, Valle de Guadalupe y Jalostotitlán;
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trece sitios más en Lagos de Moreno y Unión de
San Antonio, y se realizaron excavaciones en una
plataforma ceremonial en Tlacuitapan (Unión de San
Antonio) que sirvieron para construir una propuesta
cronológica de dos fases de desarrollo sociocultural
en los Altos de Jalisco, desde el Preclásico tardío hasta
el Epiclásico.
En los últimos años el desarrollo de la infraestructura
energética y de comunicación ha derivado en diversos
proyectos en los Altos de Jalisco. Araiza (1999)
registró más de un centenar de sitios arqueológicos
en Lagos de Moreno durante las tareas de salvamento
de la carretera Lagos de Moreno (Jalisco)-San
Luis Potosí (SLP). Por su parte, Porcayo (2001)
reportó la existencia de 23 sitios arqueológicos
en los municipios de Encarnación de Díaz y
Lagos de Moreno. Asimismo, con los proyectos
de salvamento arqueológico “LST Aguascalientes
Potencia-San Juan de los Lagos” (López Mestas y
Montejano, 2005) y “LST Potrerillos-Aguascalientes”
(López Mestas y Ladrón de Guevara) se logró
el reconocimiento de asentamientos de carácter
habitacional en el sector noreste de la región alteña
que aportaron filiaciones culturales y cronologías.
Menciones del sitio
anteriores al proyecto
S
obre el sitio arqueológico Teocaltitán, no
existe mucha información previa a la realización
de este proyecto, pues el sitio no había sido registrado
ni se había hecho el levantamiento topográfico. Sin
embargo, este lugar siempre ha sido reconocido por
la monumentalidad de sus edificaciones. Existen tres
publicaciones que describen el sitio: “Jalostotitlán
a través de los siglos”, de José Antonio Gutiérrez
Gutiérrez (1985); “Los Altos y la caída del mundo
tolteca”, de Antonio Porcayo (2006), y “Apuntes
históricos de Teocaltitán de Guadalupe, Jalisco”, de
Mario Gómez Mata (2007). Las tres mencionan un
trabajo descriptivo del arqueólogo Felipe Brambila,
realizado en el decenio de 1920, en el que Gómez Mata
(2007) refiere que “Felipe N. Brambila descubrió dos
restos de teocallis tecuexes con la base descubierta
aún visibles. Dice de uno de ellos:
…de norte a sur mide 19 varas castellanas (15.88
metros) por 22 (18.38 metros) de Oriente a
Poniente… La altura de lo descubierto es de 3.50
metros; en la parte Oriente hace una pendiente; la
parte norte está rodeada de piedras portátiles, traídas
de los alrededores; al lado Norte del teocalli pasa
una calzada de Oriente a Poniente; al lado Poniente
del teocalli está una plataforma o patio de 18 m. De
Oriente a Poniente por 40 m de Sur a Norte, donde
se supone eran las danzas de los sacrificios. (Ibíd)
Además de estas citas no existe otro trabajo descriptivo
del sitio. Este proyecto inició en enero de 2009;
sus actividades se enfocaron en un reconocimiento
sistemático y exploraciones minuciosas del sitio, tema
sobre el cual se ofrecen detalles a continuación.
Objetivos del proyecto
E
n términos generales, el objetivo del proyecto
es caracterizar el grupo cultural que habitó
Teocaltitán de manera sincrónica y diacrónica. El
trabajo realizado hasta el momento contribuye a
describir el sitio en términos de ocupación y cronología
(que sirve de apoyo a lo ya propuesto por otros
investigadores) y a establecer una filiación cultural con
base en los materiales recolectados y analizados. Con
ello será posible inferir las relaciones que existieron
entre Teocaltitán y otros sitios aledaños ya estudiados,
por medio de un estudio de patrón de asentamientos
y el análisis de los materiales recolectados.
El proyecto también busca definir la función de
las zonas que componen la región de los Altos de
Jalisco en términos de relaciones de intercambio
con áreas circunvecinas del Occidente de México
y Mesoamérica. Por último, pretende establecer
diferencias o similitudes entre los asentamientos de
las distintas zonas que conformaron el complejo El
Grillo, tanto en el centro como en los Altos de Jalisco.
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Descripción del sitio
arqueológico Teocaltitán
E
l cerro donde se encuentra la zona arqueológica
tiene una superficie total de 64 ha desde la falda
hasta la cima; esta se encuentra a 110 metros de altura
y en ella está la zona de vestigios, que ocupa una
superficie de 10-54-59.82 ha; en las faldas del cerro
se localizaron restos de alineamientos de probables
terrazas.
El sitio tiene 23 estructuras de diferentes dimensiones
visibles en superficie (con los últimos estudios se
sabe que son más) y alineamientos dispersos a lo
largo; el sitio fue dividido en cuatro zonas (A, B, C
y D) a partir de la composición arquitectónica, su
distribución sobre la topografía del terreno y los
elementos arquitectónicos que sirven como límite
entre las zonas.
La zona A corresponde a la parte donde se concentra
la mayor evidencia arquitectónica; ahí se encuentra
el montículo piramidal de mayores dimensiones, que
cuenta al sur cuenta con un patio hundido y cerrado
delimitado por muros, dos plataformas rectangulares
y dos conjuntos arquitectónicos al sur.
La zona B está al sur de la mesa. Fue nombrada así por
tener la segunda estructura de mayores dimensiones;
también tiene un patio con un muro que lo limita y
otra estructura pequeña rectangular. La zona C está
al norte de la zona A y tiene como rasgo relevante un
juego de pelota de 52 metros de largo y una plataforma
circular al oeste de la mesa, así como alineamientos
dispersos.
La zona D está al norte de la mesa. Tiene un montículo
aislado de los demás elementos arquitectónicos;
el notorio aislamiento se debe probablemente a la
actividad agrícola reciente, ya que aún se observan
alineamientos entre el montículo y el juego de pelota
(fig. 4).
Fig. 4. Croquis general de Teocaltitán, sus zonas y polígono de
protección.
Los elementos constructivos utilizados son en su
mayoría basalto, así como algunas rocas calizas. La
mayor parte de la roca utilizada para la construcción
de las estructuras presenta solo una de sus caras
trabajadas; sin embargo, la que es usada para rellenar
la cimentación carece de trabajo. La superficie muestra
expuestos algunos restos de cimentación y la roca varía
en sus dimensiones (el patrón común es 30 a 40 cm de
longitud por 25 a 30 cm de ancho, con 20 a 25 cm de alto).
Las excavaciones en la zona arqueológica comenzaron
a finales de 2011 y se han traducido en tres temporadas
de excavación interrumpidas por periodos de análisis
de materiales y elaboración de informes. En esas
tres temporadas se ha investigado el juego de pelota
(excavándose el cabezal y una parte del paramento
poniente), la estructura 1 y la parte central de su patio
hundido, el Patio B y la Plataforma I; esta última
excavación fue resultado de un estudio previo de
georradar realizado por el Departamento de Geofísica
del INAH.
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Lo investigado hasta el
momento
muro central norte-sur. Su altura, desde su desplante
y con los elementos arquitectónicos y decorativos
(banqueta, talud y remate), es de 7 m (fig. 5).
Estructura I
Fig. 5. Estructura 1.
E
n la actualidad este edificio tiene una altura de
9.58 m a partir de su desplante y un ancho de
33 m en su base. Desde su fachada frontal hacia el
patio hundido se mira al poniente y la orientación
de ese muro es norte-sur con una desviación de 10°
noreste. Las exploraciones en este edificio buscan
conocerlo en sus aspectos formales de ingeniería y
sistemas constructivos, así como detectar elementos
arquitectónicos y decorativos que aún se encuentran
in situ. Debido al saqueo, hasta ahora no se ha
localizado evidencia alguna de una escalinata central;
sin embargo, al continuar los trabajos se detectó un
muro en talud perteneciente a la etapa constructiva
previa; el muro remata en su base con una banqueta de
90 cm de ancho que se une a un muro recto de 4 m de
largo. Este elemento arquitectónico fue denominado
En el costado sur de este edificio se detectaron
elementos arquitectónicos decorativos identificados
como tablero. Este elemento presenta una cornisa
superior manufacturada con bloques rectangulares
y homogéneos entre sí, con un acabado muy fino
en relación al corte de sus bordes y esquinas y en la
superficie de cada una de sus caras, que fueron alisadas
de manera cuidadosa. Los bloques se colocaron con
una saliente de 15 cm por cada bloque, formando así
la cornisa ya mencionada. Este elemento decorativo, o
tablero, tiene una longitud de 3 m, según lo excavado
hasta el momento. Aún se desconoce su altura real
a partir del desplante debido a que la temporada de
excavación terminó antes de que fueran retirados el
derrumbe y el relleno que cubren este contexto (fig. 6).
Fig.6. Estructura 1. Sector suroeste. Muro 2 norte-sur y muro 3
este-oeste.
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Es preciso mencionar que la estructura 1 es la que
presenta mayor afectación de todo el sitio en relación
con las demás estructuras, siendo diversos los factores
que propiciaron que esto sucediera, entre ellos el
paso del tiempo desde el abandono en la época
prehispánica, la vegetación que aquí crece, así como
actividades de saqueo, provocando que la estructura
se ahuecara en su parte superior, sin embargo, las
exploraciones, que hasta ahora cubren alrededor de
un 30 por ciento de la estructura, muestran que el
edificio conserva varios sectores con aplanados de
cal y muros bien conservados, mismos que serán
atendidos durante el proceso de consolidación.
el extremo suroeste, oscilando entre los 1.20 y
los 6.50 m (fig. 7).
Juego de pelota
U
bicado en la zona C del sitio arqueológico,
esto es, al norte de la Plataforma I y a 6 m
en desnivel, el juego de pelota fue construido
en una lengüeta natural del cerro de Teocaltitán.
Su excavación mostró un sinfín de elementos
arquitectónicos y materiales que sería muy largo
enumerar. Con la información que se cuenta
podemos decir que el juego de pelota tiene un
largo de 52 m; sus paramentos muestran tres
etapas constructivas, la última adornada en la
base con un zoclo de mosaicos de piedra luxor,
una piedra caliza muy fácil de trabajar. La
estructura principal de este conjunto, es decir,
el cabezal norte, tiene forma circular en su
última etapa; la elevación de este edificio varía
según la topografía, pues fue levantado sobre
una ligera pendiente que lo hace más elevado en
Fig. 7. Vista general del juego de pelota.
Este edificio se construyó en seis momentos que
quedaron bien definidos desde la fachada frontal
hasta la fachada posterior (abarcando un diámetro
total de 42 m). Se sabe que el cabezal comenzó con
una construcción de adobe modesta, asimétrica y de
poca altura (40 cm); fue cubierto por la segunda etapa
constructiva, que consistió en un muro vertical de
piedra careada de 1.20 m de alto, unido con tierra y sin
aplanados, que sirvió de apoyo para el adosamiento
de un muro en talud correspondiente a la siguiente
fase constructiva. A este elemento sigue la cuarta
fase, en la que se levantó un muro de piedra vertical
al cual se adosó una escalinata de dos escalones.
La quinta etapa constructiva consta de un muro
vertical de piedra que también tiene una banqueta
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adosada de tan solo un escalón. Hasta aquí, toda
la arquitectura es angular (conformada por muros
rectos con esquinas angulosas). La siguiente etapa
consiste en un muro irregular en su construcción,
aunque se conservan algunas partes bien definidas
de forma circular. Resultó interesante ver que las
fachadas posteriores no corresponden en número a
las fachadas frontales, lo que indica que el cabezal
fue modificado más al frente que de atrás y que su
crecimiento fue diferencial. Este aspecto sólo podrá
definirse cuando las excavaciones se amplíen (fig. 8).
Patio B
U
Fig. 8. Etapas constructivas del cabezal del juego de pelota.
Finalmente, resulta notorio que en esta unidad de
excavación el hallazgo de objetos de lujo o de acceso
restringido ha sido mayor que en otros espacios
excavados, pues de esta zona se han recuperado cuentas
de collar de concha y piedra azul y verde, además de un
bezote de cuarzo y un cráneo (al parecer decapitado).
bicado justo al sur del patio hundido principal
(patio A), se trata de un conjunto arquitectónico
compuesto de al menos cinco estructuras alrededor
de un patio hundido, todo construido sobre una
elevación (plataforma II). El patio B mide 17 x 12
m; es un patio hundido y cerrado. Aún no se excava
su límite inferior porque se encontró una ocupación
posterior. Esto se sabe porque al excavar se localizó
un piso de ceniza volcánica de color blanco que
limitaba con el derrumbe y encima de él una escalinata
de lajas de piedra; en este hallazgo y el material
perteneciente al Posclásico se basa la interpretación
de que la estructura fue ocupada originalmente
durante el Clásico tardío/Epiclásico y luego durante
el Posclásico reocupada mas no remodelada, como lo
demuestra el piso de ceniza (que no se localizó más
allá del límite del derrumbe) y la escalinata de lajas
(colocadas directamente sobre el derrumbe mismo).
Estas evidencias fueron halladas en todos los pozos
excavados al interior de lo que propiamente es el patio
hundido.
En cuanto a los materiales arqueológicos recolectados,
de esta zona se han recuperado materiales ubicados
para el periodo Posclásico en los Altos de Jalisco (fig.
9).
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Fig. 9. Patio hundido B.
Plataforma I
E
sta plataforma es la construcción más grande
del sitio. Se ubica en el extremo norte del centro
de la mesa. Limita al norte con los paramentos del
juego de pelota, al este y al oeste con la caída natural
del cerro, y al sur con el patio A y la estructura 1. Esta
plataforma es rectangular, con varias nivelaciones
debido a la topografía del terreno pero un mismo
nivel en la parte alta. Su altura desde los cimientos
oscila entre los 8 y 10 m. Las dimensiones en largo
y ancho varían por la forma irregular en el extremo
noreste, pero sus medidas máximas son 47.60 m de
norte a sur, 81.80 m de este a oeste en sus partes
más bajas y 36 x 70 m en esas mismas direcciones
correspondientes a la parte más alta del edificio.
En 2013 el doctor José Ortega Ramírez (responsable
del Laboratorio de Geofísica del INAH) llevó a cabo
un proyecto con el CONACYT y el Centro Nacional
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de Investigación Científica de Francia que consistió en
un estudio de georradar con antenas de 400, 200 y 100
MHz, además de un estudio de resistividad eléctrica
en la superficie de esta plataforma. Se encontró
evidencia de que la totalidad de la plataforma era una
obra arquitectónica, pues a ocho m de profundidad
se hallaron pruebas de construcciones de piedra por
todo el terreno prospectado (fig. 10).
Fig. 10. Estudios de georradar en la Plataforma I.
Esos resultados sirvieron de guía para las excavaciones
de la temporada 2014-2015, las cuales tomaron como
base los resultados de imágenes que mostraban una
edificación muy bien definida a 2.5 m de profundidad
en el extremo norte oriente de la plataforma. Una
vez realizadas las exploraciones, se encontró un
edificio, quizá un templo sobre un basamento. El
edificio fue destruido en tiempos prehispánicos; sus
muros fueron echados por tierra para dar espacio a
un relleno que soportaría un patio. Dicho templo o
unidad habitacional conserva aún su piso y aplanados
interiores; sobre el piso se colocó un entierro
secundario disperso, acompañado de fragmentos de
vasijas decoradas al seudocloisonné, además de varias
lascas de piedra y otros pequeños objetos (cuentas de
piedra verde, concha, etc.).
Debido a las dimensiones de este edificio y los recursos
insuficientes para excavarla en una temporada, aún se
desconoce la altura y dimensiones totales; además,
sobre él se encuentran los muros de un patio simple
que tuvimos el cuidado de conservar, lo que hizo aún
más delicadas las tareas de excavación. Estos estudios
demostraron la existencia de al menos dos periodos
de construcción de la plataforma. Esperamos que
las siguientes excavaciones amplíen el dato; en la
última temporada de excavaciones sólo se profundizó
hasta 4.5 m de los 8 señalados por el georradar; las
dos etapas mencionadas se encontraban claramente
diferenciadas (fig. 11.)
Fig. 11. Subestructuras al interior de la Plataforma I.
Los materiales arqueológicos de la zona se han
ubicado sobre todo en el periodo Clásico tardío/
Epiclásico. Consisten en ollas globulares de borde
engargolado con engobe rojo, café, café rojizo,
guinda, naranja, decorados con bandas de pintura
roja, blanca, café, decoración al negativo, algunas de
ellas decoradas con rostros humanos (vasijas efigie),
etc. También se cuenta con gran cantidad de cajetes
de base pedestal y base anular, decorados al rojo/
bayo, bayo, y cajetes acanalados con pintura roja
embutida. Sobre la cerámica decorada al negativo, se
encontró que los motivos pueden presentarse como
líneas horizontales, verticales, onduladas, motivos
geométricos y motivos en forma de greca escalonada
(presente en cuencos y cajetes con silueta compuesta);
los colores usados son rojo y negro sobre fondo bayo.
También se han localizado diversas figurillas
antropomorfas tipo Cerro de García que encajan
con las tipos 1 y 4 de Williams (1974). Además se
cuenta con cerámica decorada al seudocloisonné,
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sobre todo cajetes y copas de base pedestal. Estos
materiales son similares a los hallados por los
citados investigadores en la zona de la barranca del
río Santiago (Galván, 1976), al norte del municipio
de Tonalá (Montejano, 2007) y en sitios de los
municipios de Unión de San Antonio, Tlacuitlapa y
Tepatitlán (Castellón, 1998; Ramos y López Mestas,
1997). La similitud radica en el borde engargolado
de ollas de cuerpo globular, en todas las variantes
descritas, tanto en monocromía como en bicromía.
Conclusiones
L
as actividades realizadas en el sitio de Teocaltitán
refuerzan la idea de este sitio como un
ejemplo de arquitectura que combina los conjuntos
arquitectónicos de pirámide, plataformas, patios
hundidos, cerrados y juego de pelota. Se trata de un
ejemplo de monumentalidad arquitectónica para la
zona de los Altos de Jalisco.
La distribución de los elementos sugiere que las zonas
del valle de Juchipila, el valle de Malpaso y Alta Vista
(Zacatecas), el Bajío (Guanajuato) y los Altos de
Jalisco funcionaron como una esfera de interacción
constituida por unidades equipolentes que a la vez
formó la periferia de un sistema mundial centrado
en Teotihuacán (Jiménez, 1988a, 1988b, 1992). Los
sitios localizados en los Altos y la Sierra de Comanja
(Guanajuato) parecen asociarse sobre todo a este
momento (López Mestas et al,. 1994; Ramos y López
Mestas, 1991, 1999; Ramos et al., 1992), tal como
parecen confirmarlo los datos obtenidos de sitios
como Tlacuitapan (Ramos y López Mestas 1998) y
Ibarrilla (Bejarano 1970) y los trabajos previos de
Zubrow (1974).
Teocaltitán pudo haber sido un lugar importante
en las relaciones entre los sitios de la zona del Valle
de Atemajac y la zona que hoy se conoce como
los Altos de Jalisco y el Bajío guanajuatense, un
lugar que probablemente, debido a la importancia
arquitectónica, sirvió como centro rector y de toma de
decisiones de la sociedad antigua que pobló la zona.
Después de analizar los datos encontrados resultó
evidente que durante la fase El Grillo (450-900 d.C.)
del Valle de Atemajac, los asentamientos humanos se
levantaron bajo conceptos de aprovechamiento del
entorno con miras a la sustentación económica de sus
pobladores y el control territorial sobre los espacios
que sirvieron de rutas de comunicación e intercambio.
La división territorial del espacio bajo la figura de la
estratificación social quedó manifiesta en la presencia
del gran centro ceremonial de Teocaltitán, así como
en los materiales encontrados en el sitio.
El sitio arqueológico Teocaltitán muestra la
delimitación del espacio usada en un centro
ceremonial: agrupamiento de varios basamentos
piramidales y espacios públicos, lo que da cuenta del
uso de la arquitectura como un instrumento político
de las clases en el poder. La concentración en estos
sitios de materiales inexistentes en los asentamientos
habitacionales (cerámicas de pasta fina, decoración
al seudocloisonné y formas particulares como
cajetes de base anular con fondo inciso, además de la
obsidiana procedente de regiones distantes) advierte
la desigualdad de los grupos sociales en esta fase.
Sobre este tema, Boehm (1986) apunta que las
construcciones de tipo monumental refieren la
existencia de un grupo poderoso capaz de concentrar
el trabajo en un determinado lugar y que detentaba
el monopolio de la intermediación con la naturaleza,
es decir, con los dioses. Esos edificios también
simbolizan la ostentación visible de una división
social del trabajo: trabajo intelectual y trabajo manual.
Contienen espacios prohibidos al común, donde
se tomaban las decisiones sobre el trabajo social
(decisiones tomadas por voluntades superiores).
También se crearon espacios públicos para que las
reuniones de tipo ceremonial, político y económico de
la población se realizaran bajo el control y la dirección
de los dominantes (Boehm, 1986).
De la cerámica con decoraciones al negativo y
seudocloisonné se infiere la adopción de elementos
iconográficos de estilos que apuntan hacia el centro
de México (López Mestas y Montejano, 2006).
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Las cerámicas encontradas en la zona de estudio y
en Plan del Guaje, propias de la fase Grillo (400-500
a 800-900 d.C.), también se encuentran en sitios
importantes del Valle de Atemajac, como El Iztépete,
Los Cerritos-El Tizate, Los Padres, El Grillo y Tesistán
(Galván 2005), así como en varios sitios aledaños a
la barranca del río Santiago, al norte del municipio
de Tonalá (Galván, s/f). Su presencia y el amplio
desarrollo arquitectónico del complejo El Grillo
denotan, como en otras partes del Valle de Atemajac,
y como apunta Galván (2005), un incremento de
población y construcción de centros de poder hacia
el periodo Clásico tardío/Epiclásico.
los aspectos arquitectónicos (como la agrupación de
edificios alrededor de un patio cuadrado) tienen un
precedente en el altiplano mexicano. En una propuesta
singular, Galván (2005) atribuyó esas manifestaciones
a la implantación del dominio teotihuacano;
sin embargo, este investigador advierte que las
manifestaciones para el Valle de Atemajac tienen
también su propio desarrollo local, lo cual atribuye
“con toda probabilidad resultado de una deriva de la
forma religiosa madre” (Galván, 2005). Si bien estas
ideas resultan interesantes para el caso de Teocaltitán,
la escasez de excavaciones en el Valle de Atemajac y
en los Altos de Jalisco impide comprobarlas.
Un rasgo destacable de la cerámica de la fase Grillo,
tanto en los Altos de Jalisco como en el valle de
Atemajac y en otras regiones del centro de Jalisco,
es la homogeneidad en las formas, señal de mayor
especialización en la fabricación de la cerámica. Esas
formas no cambian en los contextos funerarios; la
diferencia con la cerámica suntuaria (fabricada de
manera exclusiva para esos eventos y presente también
en Plan del Guaje) consiste más bien en la abundante
policromía y la inclusión de una iconografía más
bien abstracta; las cerámicas al negativo, las figurillas
sólidas de cabeza triangular, las adornadas con
bandas decoradas en la cabeza (Cerro de García), los
abundantes xicalcoliuhquis (grecas escalonadas), los
xonecuillis (eses), las espirales cruces, las líneas (rectas
y entrecruzadas) y los caracoles cortados son la
constante en la decoración (Beekman, 1996; Galván,
2005).
Jiménez (1992) propuso que la existencia del
estado teotihuacano provocó una respuesta local
de interacción que más que una influencia debe
interpretarse como una adaptación de los sistemas
políticos regionales a la incorporación de un sistema
ideológico mesoamericano mayor, resultado de los
contactos continuos y la interacción con el sistema
político mayor. Asimismo, apunta la necesidad de revisar
la naturaleza de los nexos entre las áreas y examinar
su relación interna para encontrar los contextos que
expliquen una configuración panregional en la que,
en ausencia de una forma imperialista, la interacción
tomó formas más regionales (Jiménez, 1992).
En las dinámicas culturales y económicas de los Altos
de Jalisco es evidente la interacción con el valle de
Atemajac y sus diferentes grupos a lo largo del Clásico
(el periodo con más población). A la vez, se percibe
que los Altos de Jalisco, donde hubo un aumento de
población (Castellón, 1993), representaron un punto
de encuentro con el Valle de Atemajac, un corredor
interregional que marcaba la colindancia entre la
región noroccidental del Bajío y la zona inmediata de
los Altos, en una ruta que facilitó el contacto entre
el Norte, el Occidente y el Bajío (Ramos y López
Mestas, 1999a).
Se espera que lo aquí expuesto aporte al conocimiento
de la arqueología de los Altos de Jalisco, un punto de
contacto hacia el Valle de Atemajac y tránsito hacia las
regiones del Occidente (como el sur de Zacatecas y el
Bajío guanajuatense).
Los resultados de esta investigación apuntan a que
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