Soy el responsable del Foro de los Amigos de la Tierra (FAT) que defiende el principio de que la tierra no está en venta. Esto se traduce exactamente en una filosofía y en una ideología de todo el trabajo que estamos realizando contra los dispositivos legales y legislativos que existen en el país y que hemos heredado de nuestros tíos belgas. Leopoldo II se apropió del Congo como propiedad privada, un poco antes de la independencia, se lo cedió a Bélgica, después ésta se lo transfirió a los herederos congoleños y más tarde llegó a las organizaciones internacionales. El espacio del Congo ha estado siempre gestionado desde el exterior e incluso hoy, varias organizaciones quieren establecer una manera para la gestión del suelo congoleño, sin tener en cuenta ni las prácticas ni los intereses del pueblo del Congo. La legislación del Congo, tal y como la hemos heredado de Bélgica, establece que el suelo y el subsuelo pertenecen al Estado. Pero el Estado, por sí solo, no es capaz de gestionar todas las zonas porque es débil, lo que implica que las autoridades consuetudinarias siguen gestionando una serie de zonas que el Estado no controla. En la actualidad, tenemos serios problemas para definir quién gestiona realmente la tierra. Las autoridades que, por ley, deberían gestionar estos terrenos no son capaces de hacerlo y, por otra parte, el pueblo congoleño tampoco las acepta porque piensan «Al final, ¿Para qué mantener el certificado de la tierra en la que he enterrado a mi padre, a mi abuelo y en la que yo también seré enterrado, algún día, si el suelo y el subsuelo pertenecen al Estado?». La Administración es la que concede el certificado de registro y de propiedad, pero la población se dice « ¿Para qué ir? ¿Para qué intentar conseguir ese papel que es tan difícil de conseguir si hacen falta 24 etapas para poder obtenerlo?». Hay quien ha estado intentándolo durante 30 años y nunca lo ha conseguido. Además, como les digo, es difícil acceder a las oficinas de la administración. En Kivu del Norte existen 6 distritos y a veces la oficina más próxima que concede este papel está a 200 y, a veces, a 300 kilómetros, con lo cual muchas veces los agricultores tienen muchas dificultades para llegar a esta esa oficina. La población autóctona y la población ordinaria piensan que la ley de 1973 constituía un elemento clave para la seguridad de los derechos de la tierra, porque no permite a los agricultores acceder a este documento. Desgraciadamente, mientras el ciudadano no haya obtenido dicho certificado, estará desprotegido, ya que puede venir una persona de París a Kinshasa o a Goma y hacerse con su terreno y obtener el certificado de registro y al final el Estado únicamente reconoce a éste último como propietario porque esta persona dispone del certificado que da derecho a la propiedad. Actualmente, los jefes consuetudinarios ya no representan los principios fundamentales de los jefes consuetudinarios de antes. Sólo les interesa el lujo, comprarse grandes casas y hermosos coches, a veces tener varias mujeres. Y ¿Qué ocurre cuando ya no tienen dinero? La única fuente de ingresos es la tierra y también venden. La población ya no sabe a quién creer. ¿Acaso hay que confiar en el jefe consuetudinario? ¿O en la Administración? Han aparecido varios actores que desafortunadamente no tienen los mismos intereses, sino que lo único que les interesa es el dinero. Son por una parte, los pequeños cultivadores cuyas tierras no son rentables y no pueden alimentar a la población. Por otra parte, los grandes cultivadores que dicen que con sus medios técnicos y todas las inversiones de las que disponen pueden iniciar cultivos mucho más rentables y que pueden producir lo suficiente como para alimentar a la población, al mismo tiempo que nuestro Gobierno necesita medios e inversiones nuevas. Por lo tanto, el Estado se dice que necesita dinero y para ello, debe vender tierras y para eso, tiene que hacer venir a inversores. También se ha suscitado la idea de la especulación sobre los derechos de la tierra. La gente quiere tener una tierra en su población y si no, en otra. Pero en este sentido, hay un nuevo elemento que acaba de manifestarse: los conflictos de los derechos de la tierra se están agravando por lo que hay ahora en el subsuelo. Digamos que los cultivadores de los años 1960 y 1990 no tenían la visión de la explotación de recursos mineros, pero ahora el descubrimiento de minas hace que las grandes empresas locales se estén acaparando de las tierras. Este contexto nos ha llevado a elaborar un plan según el cual tenemos que trabajar en la ley de derechos de la tierra y que hay que precisar cuál es el papel y cuáles son los intereses de los pequeños agricultores. Primeramente, hemos puesto en marcha dos iniciativas y hemos pensado que nos tenemos que centrar en el país pero también en cada territorio de éste. En lo que se refiere al nivel nacional, la ley agrícola que ha supuesto para nosotros una puerta abierta para acceder a los derechos de la tierra, puesto que en ella existe un capítulo que habla de estos derechos. Junto con la FAT y las organizaciones de los agricultores hemos participado en todo este proceso de la ley agrícola. Pero al mismo tiempo, hemos pensado que, a nivel local, como los jefes consuetudinarios ya no representan el verdadero símbolo de jefes consuetudinarios, hay que implantar el "Código de buena conducta de los jefes consuetudinarios” para progresar. Para ello, hemos organizado varios viajes a Kinshasa, hemos hecho varios programas de radio, hemos puesto en marcha iniciativas para llegar hasta el Ministerio, las autoridades nacionales y nos hemos reunido con los socios que se han implicado en esta causa y hemos llegado hasta la Asamblea Nacional, donde hemos hecho votar una ley desafortunadamente que fue aplastada cuando hacíamos la evaluación de la proposición que habíamos presentado anteriormente y de la proposición que ha salido finalmente, apenas ha habido un 40% de las proposiciones aceptadas. El presidente de la República promulgó la ley en diciembre de 2011. Ésta tiene en cuenta el tipo de explotaciones agrícolas: una explotación familiar, una explotación de tipo familiar y una explotación industrial. Estos 3 tipos deberán coexistir, ninguno puede imponerse sobre el otro. Hay también en la ley el reconocimiento de derechos comunitarios locales sobre la tierra y la aplicación de esta ley no impondrá un certificado de registro y vamos a definir otro sistema para poder registrar las tierras. La puesta en marcha de consejos de consultores locales como primer recurso para resolver los conflictos porque hemos constatado que aquéllos que disponen de más medios, se dirigen a la justicia antes que intentar dialogar en asamblea con la comunidad. Vamos a definir el uso de las tierras destinadas al uso agrícola y las competencias de los diferentes actores. A pesar de todo esto, todavía hay problemas pendientes, porque hemos propuesto la limitación de la superficie por actor, nos hemos dado cuenta de que cada empresa o cada actor de las once provincias, poseía un número diferente de tierras. Por ejemplo, un actor de Kivu del Norte podía poseer 40.000 hectáreas, mientras que otro del Bajo Congo tenía 60.000 y otro en otra provincia 100.000 y al final, uno se da cuenta de que hay un actor que posee casi la superficie de mil provincias. Esto no se va a seguir admitiendo, nos hemos opuesto y la ley no lo va a aceptar. También hay otro factor que ha causado grandes problemas, es la obligación de las empresas extranjeras de poner la mayoría de sus acciones a disposición de los nacionales. Esto ha sido aceptado, pero no porque nosotros lo hayamos propuesto, sino porque, el poder ha encontrado otra manera para que las empresas no congoleñas adquieran las tierras. En la actualidad, se están creando empresas ficticias en Francia y en Bélgica para poder acceder a nuestras tierras. En lo que se refiere al Código de buena conducta de los jefes consuetudinarios en materia de los derechos sobre la tierra, hay que decir que también lo propusimos a la asamblea. Este acuerdo reafirma las responsabilidades de los jefes consuetudinarios en materia de los derechos sobre la tierra, puesto que éstos pensaban que como era Dios quien les había concedido la tierra, la podían gestionar como ellos quisieran. También protege y garantiza la seguridad de los derechos sobre la tierra de los titulares consuetudinarios, o sea, los acuerdos entre los cultivadores y los jefes consuetudinarios. El debate sobre cómo implantar esta ley, s decir, cómo crear una armonía entre la ley a nivel nacional con las especificidades de la ley local. El Congo se compone de más de 456 etnias o tribus y cada una de ellas tiene su propia manera de gestionar la tierra en cada comunidad. ¿Cómo conseguir que estas especificidades se recojan en la ley nacional respetando a la vez el espíritu de ésta? Hay que desarrollar las capacidades de los actores locales. Yo no soy jurista, mi ajunto acaba de terminar la universidad. Nosotros somos aprendices que quieren por una parte respetar la ley y por otra, queremos exponer lo que realmente se está haciendo. Hay una brecha entre los juristas que salen de buenas escuelas de derecho y que tienen un esquema muy concreto de cómo se deben hacer las cosas y el pueblo que quiere que sus preocupaciones estén recogidas en la ley. Tenemos, pues, un gran desafío ante nosotros: la armonía entre la lógica jurista pura y la integración de las preocupaciones del pueblo en la ley.