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Universidad de Chile
Facultad de Derecho
Escuela de Derecho
Dpto de Derecho Económico
LA RESPONSABILIDAD EN LA LEY DE PROTECCIÓN DEL
CONSUMIDOR
Memoria para optar al grado de Licenciado en Ciencias Jurídicas y Sociales
AGUSTÍN DOMINGO SILVA ALMARZA
Profesor guía: Jaime Lorenzini Barría
Santiago, Chile 2013
TABLA DE CONTENIDO
RESUMEN..................................................................................................................... 5
INTRODUCCIÓN. .......................................................................................................... 6
CAPÍTULO I: EL SILENCIO EN LA FORMACIÓN DEL CONSENTIMIENTO. ............... 9
1.1.
Introducción. .................................................................................................... 9
1.2.
El valor jurídico del silencio en materia civil. .................................................. 11
1.2.1.
Nociones generales: ............................................................................... 11
1.2.2.
El silencio y las demás formas de manifestar el consentimiento en la
legislación civil. ....................................................................................... 14
1.2.3.
El silencio circunstanciado. ..................................................................... 23
1.3.
El valor jurídico del silencio en materia comercial. ......................................... 25
1.3.1.
Introducción. ........................................................................................... 25
1.3.2.
Casos regulados por el Código de Comercio. ......................................... 26
1.3.2.
Comentarios. .......................................................................................... 27
1.4.
El valor jurídico del silencio en la ley 19.496. ................................................. 30
1.4.1.
Generalidades ........................................................................................ 30
1.4.2.
Casos discutibles.................................................................................... 32
1.4.3.
Listado de malas prácticas. .................................................................... 33
1.4.4.
Justificación de este trato jurídico diferente al silencio y su eficacia volitiva
en materia de consumo. ......................................................................... 34
1.4.5.
Frente a este sistema de regulación, cabe plantear las siguientes
interrogantes: ......................................................................................... 38
1.4.6.
Excepciones a este principio. ................................................................. 41
1.5.
Conclusiones. ................................................................................................ 44
CAPÍTULO II: LA RESPONSABILIDAD EN LA LPC. ................................................... 46
2
2.1.
Introducción y nociones generales................................................................. 46
2.1.1.
2.2.
Clasificación de las clases de responsabilidad contenidas en la LPC..... 48
Responsabilidad contractual. ......................................................................... 48
2.2.1.
Garantía Legal. ....................................................................................... 50
Derechos que otorga la Garantía Legal: ................................................................... 50
2.2.2.
Garantía Legal y “Cadena de comercialización”. .................................... 52
2.2.3.
Responsabilidad “complementaria” a la garantía legal............................ 53
2.2.4.
Características de esta clase de responsabilidad “complementaria”. ...... 54
2.3.
Responsabilidad Infraccional o Contravencional............................................ 55
2.3.1.
¿Sistema de responsabilidad objetivo o subjetivo?................................. 56
2.3.2.
Caracterización del sistema de responsabilidad infraccional de la LPC.
¿Derecho penal económico o responsabilidad administrativa?............... 59
2.3.3.
Principales casos de responsabilidad infraccional contenidos en la LPC y
sus respectivas sanciones. ..................................................................... 63
2.3.4.
Características del sistema de responsabilidad infraccional establecido en
la LPC. ................................................................................................... 67
2.3.5.
Derecho supletorio aplicable a esta clase de responsabilidad. ............... 68
2.4.
Responsabilidad Extracontractual y “Precontractual”. .................................... 69
2.4.1.
Casos de responsabilidad extracontractual de mayor relevancia práctica.
………………………………………………………………………………….. 71
2.4.2.
Responsabilidad pre-contractual en la LPC. ............................................ 74
2.5.
Aspectos procesales del sistema de responsabilidad establecido en la LPC,
en particular de las acciones civiles. .............................................................. 75
2.5.1.
Aspectos procesales controvertidos. ...................................................... 77
CAPÍTULO III: LA PRESCRIPCIÓN EXTINTIVA EN LA LPC. ..................................... 82
3.1.
Generalidades. .............................................................................................. 82
3
3.2.
Prescripción de las acciones que persiguen la responsabilidad
contravencional. ............................................................................................ 84
Análisis de las problemáticas: .................................................................................. 85
3.2.1.
Alcance de la voz “Responsabilidad contravencional” y consecuencias de
entender dicho término en un sentido amplio o restringido. .................... 86
3.2.2.
Acciones para las cuales rige el plazo de prescripción de 6 meses. ....... 93
3.2.3.
Ámbito subjetivo. .................................................................................... 93
3.2.4.
Momento a partir del cual comienza a contarse el plazo de prescripción
de las acciones que establece la LPC. ................................................... 94
3.2.5.
Normas supletorias aplicables a la responsabilidad infraccional derivada
de la LPC. En particular, de la interrupción de la prescripción. ............... 96
3.3.
Prescripción de la Responsabilidad Civil derivada de la LPC. ....................... 98
3.3.1.
3.4.
Derecho Sustantivo aplicable supletoriamente a las acciones de la LPC
que persiguen la responsabilidad civil. ................................................. 100
Cuadro comparativo de las prescripciones. ................................................. 101
CONCLUSIONES. ..................................................................................................... 103
BIBLIOGRAFÍA. ......................................................................................................... 105
4
RESUMEN.
La presente memoria de prueba tiene por objeto estudiar algunas de las problemáticas
e interrogantes surgidas en materia de responsabilidad, tanto civil como infraccional,
analizadas a la luz de los mecanismos ofrecidos por la ley 19.496. Para tal efecto, se
realizará un examen comparativo de las normas contenidas en la Ley de Protección del
Consumidor (en adelante indistintamente “LPC”) contrastadas y robustecidas con el
derecho común. Dicho estudio será realizado a través de tres capítulos: El primero
tratará sobre el silencio y su rol en la formación del consentimiento, aspecto de
fundamental importancia para entender frecuentes técnicas de contratación abusivas o
ilícitas; El segundo formulará un análisis articulado y orgánico del sistema de
responsabilidad establecido en la LPC, que otorga una noción particular de las
diferentes acciones establecidas en dicha norma; Finalmente, el tercero establece un
análisis igualmente particular y seccionado de la prescripción extintiva en la LPC,
aplicado a las distintas acciones que persiguen la responsabilidad por la infracción de
deberes de distinta naturaleza establecidos en dicha norma.
5
INTRODUCCIÓN.
Los cambios económicos y sociales, particularmente aquellos acaecidos en el ámbito
de la producción y el consumo, han permitido develar la rigidez conceptual de los
códigos decimonónicos y su ineficiencia para regular por sí solos las nuevas realidades
jurídicamente relevantes que conllevan dichos cambios.1 Esta vertiginosa evolución de
los mercados y de los sistemas sociales en que operan, requieren un particular
dinamismo del ordenamiento jurídico e institucional que haga frente al complejo de
problemáticas y necesidades que las nuevas realidades plantean.
Por ello, la tendencia contemporánea de la responsabilidad civil tiende a replantear de
una manera muy profunda la orientación tradicional, influido por factores tales como los
renovados enfoques teóricos en el derecho, como ha ocurrido con los aportes del
análisis económico que reorientan el planteamiento de la responsabilidad civil hacia la
búsqueda del sistema de reglas que minimicen óptimamente el costo social y privado
de los accidentes.
En este contexto, se promulga la Ley de Protección del Consumidor (en adelante LPC),
que viene a establecer un estatuto especial de regulación contractual para la relación
de consumo, señalando deberes y obligaciones, estableciendo los correlativos
derechos o remedios frente al incumplimiento de los mismos, así como directrices
procedimentales aplicables a tales materias.
Esta ley representa un decidido paso destinado a regular una materia que reviste una
vital importancia jurídica desde el punto de vista práctico, por su cotidianidad. Sin
embargo, el examen de este cuerpo legal y los resultados observados en su concreta
aplicación, permiten esbozar un diagnóstico sobre algunas materias que no han sido
1
Así, nuestro Código Civil no previó la responsabilidad civil a raíz de los prejuicios causados
por la cosa adquirida al propio comprador y/o a terceros ajenos al contrato de compraventa,
regulando sólo la responsabilidad civil por los “vicios” experimentados por la cosa comprada.
6
bien definidas por el texto, como también sobre las múltiples disposiciones que
permiten interpretaciones contrapuestas.
Esta situación, que evidentemente afecta a cada una de las disposiciones legales
imaginables, se hace particularmente presente en la L.P.C. La estructura sui generis de
este texto establece audaces innovaciones que rompen la tradición civil de nuestro
país (respecto al efecto relativo de los contratos por ejemplo, o erga omnes de las
resoluciones judiciales en juicios colectivos), estableciendo además avances
fundamentales
en
materia
de
indemnización
(consagración
explícita
de
la
indemnización por concepto de daño moral). Sin embargo, muchas veces presenta
lagunas o deficiencias que hacen forzoso recurrir a la legislación general (prescripción,
validez del acto jurídico, etc.), y ello por sí sólo acarrea retos para su correcta
delimitación y aplicación.
La LPC se promulgó en 1997, y significó un progreso fundamental en el sistema legal
de protección a los consumidores. Con su aplicación han ido surgiendo numerosas
problemáticas que muchas veces pugnan con sus fines. Por ello el año 2004 se
modificó sustancialmente. Creemos que es necesario hacer un análisis sobre los
resultados de esta modificación, así como de los aspectos que aun faltan por mejorar o
rectificar y de aquellas innovaciones que pudieren implementarse a su texto.
Dentro de los diferentes aspectos regulados en la LPC, nos hemos inclinado por
analizar el de la responsabilidad. Con ello no pretendemos hacer un análisis exhaustivo
de todas las instituciones vinculadas a esta materia que se reglamentan en la Ley,
porque sin duda sería una tarea que sobrepasa la naturaleza de este trabajo. Sin
embargo, nos concentraremos en algunos temas fundamentales que acarrean
importantes innovaciones, tales como: formación del consentimiento y valor jurídico del
silencio, responsabilidad y prescripción.
En materia de responsabilidad, esta ley no establece un sistema estructurado, en
palabras de Hernán Corral “el tratamiento de esta materia no es para nada orgánico,
7
coherente o estructurado desde el punto de vista dogmático y técnico, sino más bien
todo lo contrario”.2 Por este desorden (en parte), muchas veces no hay claridad sobre
la interpretación, alcance o forma de integrar ciertas disposiciones. Como veremos, la
LPC no siempre establece mecanismos claros para determinar la procedencia de
responsabilidad, así como tampoco señala con suficiente precisión o detalle la forma
en que esta se hará efectiva.
La consecuencia inevitable que acarrea esta circunstancia, es que “la construcción de
reglas más precisas queda entregada a la jurisprudencia y a la doctrina”.3
La jurisprudencia ha dado muchas luces sobre posibles soluciones a muchos de estos
conflictos. Sin embargo, no ha sido uniforme en todas las materias, por lo que es
fundamental para este estudio recurrir a la historia fidedigna de la ley, como también a
la doctrina y al derecho comparado.
El objeto de este trabajo, entonces, es estudiar algunas de las problemáticas e
interrogantes aludidas que han surgido en materia de responsabilidad, tanto civil como
infraccional, analizadas a la luz de los mecanismos ofrecidos por la ley 19.496.
También comentaremos algunas notas respecto de la forma en que se hace efectiva
esta responsabilidad en la práctica por nuestros tribunales de justicia y las tendencias
que ha adoptado la jurisprudencia.
Pretendemos elaborar un esquema que abarque la responsabilidad en materia de
consumo como un sistema estructurado, analizando sus características y evaluando
las modificaciones de que ha sido objeto. Asimismo, propondremos criterios para
mejorar la interpretación e implementación de la norma en estudio.
2
CORRAL TALCIANI, Hernán. Ley de protección al consumidor y responsabilidad civil por
productos defectuosos, Cuadernos de extensión, Universidad de los Andes. Página 169.
3
BARROS BOURIE, Enrique. Tratado sobre responsabilidad extracontractual. Primera edición,
Año 2006, Editorial Jurídica de Chile. Página 748.
8
CAPÍTULO I: EL SILENCIO EN LA FORMACIÓN DEL CONSENTIMIENTO.
1.1.
Introducción.
Nuestro sistema jurídico privado descansa sobre el dogma de la autonomía de la
voluntad. Los particulares tienen libertad para obligarse y también para fijar el alcance
o contenido de dichas obligaciones (libertad contractual y de configuración interna de
los contratos). El consentimiento, piedra angular y elemento esencial de todo contrato,
no es otra cosa que el acuerdo de voluntades de las parte sobre los puntos de éste,
caracterizándose siempre por ser bilateral, a diferencia de la simple voluntad, que es
unilateral.4 Consideramos que resulta indispensable examinar dicho concepto
continuamente y replantear sus características, requisitos y límites, conforme a los
nuevos requerimientos e interrogantes que derivan de los cambios tecnológicos,
económicos y sociales.
La Ley de Protección de los Derechos del Consumidor implicó importantes
innovaciones en el marco de la formación del consentimiento, por ejemplo, se
estableció el “derecho a retracto”, evidentemente reñido con el principio pacta sunt
servanda,5 mediante el cual, la ley permite al consumidor, en ciertos casos
específicos,6 dar pie atrás a la celebración de determinados contratos, los cuales no
4
CLARO SOLAR, Luis. “Derecho Civil Chileno y Comparado”, Tomo II. Página 55. Santiago,
1937. Así también Carlos Ducci Claro. Derecho Civil Parte General Cuarta edición, 1995,
Editorial jurídica de Chile. Página 248.
5
KANSINGER, Pablo. Posibles conflictos para la actividad empresarial. Publicado en “Normas y
comentarios ley 19496 sobre protección de los derechos de los consumidores”, departamento
de Estudios de la Cámara de Comercio de Stgo. Página 44.
6
Se contempla para situaciones en que el consentimiento ha sido obtenido por medio de
técnicas agresivas de comercialización sin dar lugar a la debida reflexión por parte del
consumidor. Estas nuevas materias, que son excepcionales, son las siguientes:
-Reuniones previamente concretadas.
-Compras a distancia.
9
estarán plenamente consolidados mientras no corra el plazo que se le da al
consumidor para poder manifestar el retracto.
Asimismo, la Ley objeto de estudio, implicó un importante avance en materia de
contratación a través de medios electrónicos. Al respecto podemos señalar que lo
dispuesto en el inc. 2º del artículo 12 A de la LPC, que exige que este "haya aceptado
en forma inequívoca las condiciones ofrecidas por el proveedor", por lo que excluido el
silencio puro como manifestación de voluntad (artículo 3º de la LPC). Lo exigido en
esta disposición no es la voluntad expresa como se entendía antaño, sino que la
voluntad sea concluyente -facta concludentia-, en el sentido de inequívoca y no
puedan, por tanto, desprenderse diversas conclusiones como inferencias lógicas de la
acción ejecutada.7
Dentro de este ámbito de estudio, y a raíz de la importancia de esta materia para la
relación jurídica de consumo, en este primer acápite nos hemos propuesto analizar
puntualmente el silencio en la formación del consentimiento. Esta figura suscita no
pocos problemas: desde antiguo han existido dos marcadas tendencias contrapuestas
que se identifican en las conocidas máximas "quien calla otorga" (qui tacet consentire
videtur) por contraposición a "el que calla nada dice" (qui tacet non utique fatetur).8
Consideramos necesario ponderar, en cada rama de nuestro ordenamiento jurídico, los
elementos de hecho y de derecho que justifican que el silencio reciba un trato
diferente. En este análisis, y para dar una visión más amplia del tema, nos ocuparemos
de estudiar los efectos jurídicos del silencio en tres ámbitos específicos: En el Derecho
Civil, el Derecho Comercial y en la LPC.
-Matrícula Universitaria.
7
PINOCHET OLAVE, Ruperto. La aceptación del consentimiento a través de las nuevas
tecnologías de la información, ¿Contratantes electrónicos contratantes presentes o ausentes?.
Revista Ius et Praxis, 11 (1). Páginas 55 - 92, año 2005.
8
Ambas recogidas en el Digesto, la primera aseverada por Ulpiano (cfr. Dig. 19, 2, 13, 11) y la
segunda por Paulo (cfr. Dig. 50, 17, 142).
10
1.2.
El valor jurídico del silencio en materia civil.
1.2.1. Nociones generales:
Del artículo 1445 del Código Civil (en adelante indistintamente “CC”) del ramo se
desprende que el consentimiento puede provenir de “un acto o distinción de voluntad”.
De ello deriva la conocida clasificación en aceptación tácita y expresa que se reconoce
expresamente en ciertas disposiciones legales (ej. Artículo 2124).
La manifestación expresa se realiza por medio de una declaración contenida en
palabras (orales o escritas) o incluso en gestos o indicaciones,9 debiendo emitirse
dicha declaración de forma clara.10 Este principio se encuentra recogido en las reglas
de interpretación de los contratos, particularmente en lo dispuesto en el artículo 1566
del Código Civil, que reza:
“Pero las cláusulas ambiguas que hayan sido extendidas o dictadas por una de las
partes, sea acreedora o deudora, se interpretarán contra ella, siempre que la
ambigüedad provenga de la falta de una explicación que haya debido darse por ella”.
La aceptación tácita, por su parte, se realiza a través de un comportamiento que, a
diferencia de la declaración, no va dirigido a un destinatario. Existe una conducta
concluyente, de la cual, a través de un proceso de deducción lógica, se hace posible
extraer una conclusión inequívoca y desprender una manifestación de voluntad
9
DUCCI CLARO, Carlos. Derecho Civil Parte General. Cuarta edición, 1995, Editorial jurídica
de Chile. Página. 244. Así también VIAL DEL RÍO, Víctor. Teoría general del acto jurídico.
Quinta edición, año 2007, Editorial Jurídica de Chile. Página 27.
10
VIAL DEL RÍO, Víctor. Teoría general del acto jurídico. Quinta edición, año 2007, Editorial
Jurídica de Chile. Página 48.
11
implícita o indirecta.11 En ella, el aceptante “ejecuta un acto que supone
necesariamente su intención de aceptar”.
No compartimos la posición de Carlos Ducci en esta materia,12 quien incluye en este
modelo de aceptación (tácita o “de segundo orden”) las conductas omisivas que
permitan formar el consentimiento, como el silencio circunstanciado. Consideramos
que la voluntad tácita debe emanar de un acto, no de una inacción.13 Sobre este punto
volveremos más adelante.
11
Juan Andrés Orrego establece 3 requisitos para que opere válidamente esta fórmula de
consentimiento:
1º El hecho que supone la manifestación de la voluntad debe ser concluyente (por ejemplo, art.
1241, aceptación de una herencia).
2º El hecho debe ser inequívoco: es decir, que no pueda ser interpretado de manera diferente
(por ejemplo, el mismo art. 1241; o artículo 1956, en el contrato de arrendamiento de un
inmueble, cuando opera la “tácita reconducción”).
3º Que sea incompatible con una voluntad contraria (por ejemplo, arts. 1654, remisión tácita de
la deuda; 2124, aceptación tácita del mandato; 2164, cuando estamos ante la revocación tácita
de un mandato; o artículo 1516, a propósito de la renuncia a la solidaridad hecha por el
acreedor).
H. D. Aguiar, en cambio, establece los siguientes 3 requisitos:
1º Que la ley o la voluntad de las partes no exija una manifestación expresa;
2º Que al hacer la declaración, no se manifieste la voluntad expresamente;
3º y que por los actos expresados pueda reconocerse con certeza la existencia de la voluntad.
(“la Voluntad Jurídica” H. D. Aguiar, Buenos Aires 1924. Página 113. Citado por ARUTA
CUNAZZA, Pedro. Efectos Jurídicos del silencio. Tesis (Licenciado en Ciencias Jurídicas y
Sociales). Concepción, Chile. Universidad de Chile, Facultad de Derecho, 1946. Página 24).
12
DUCCI CLARO, Carlos. Derecho Civil Parte General. Cuarta edición, 1995, Editorial jurídica
de Chile. Página 245.
13
En este mismo sentido razona la totalidad de los demás autores estudiados. (Demogue
sintetiza bien esta idea al señalar que “hay silencio en el sentido jurídico cuando una persona
en el curso de esta actividad permanente que es la vida, no ha manifestado su voluntad con
relación a un acto jurídico ni por una acción especial a dicho efecto –voluntad expresa-, ni por
12
La aceptación tácita es una institución que existe desde el derecho romano (tácita
reconvetio o tácite consensu). Fue recogida por nuestra legislación civil, donde tiene el
mismo valor que la aceptación expresa. Así también ocurre en el Código de Comercio,
que en su artículo 103 establece que “produce los mismos efectos y está sujeta a las
mismas reglas que la expresa”.
Algunos casos de aceptación tácita contenidos en nuestro Código Civil son los
Artículos 1230 (asignatario que enajena), 1241 (aceptación tácita de la herencia), 1516
(renuncia expresa o tácita de la solidaridad por parte del acreedor), 1654 (remisión
tácita de la deuda), 1904 (en la cesión de créditos), 2124 (a propósito del mandato) y
2164 (a propósito de la revocación del mandato), 2494 (la prescripción pude ser
renunciada expresa o tácitamente).
Sólo excepcionalmente la ley requiere necesariamente una manifestación expresa,
como ocurre respecto del testamento y la solidaridad.14 También puede ocurrir que las
partes convengan la insuficiencia de la sola manifestación tácita, debiendo declararse
expresamente.
Los autores estudiados insisten en establecer “excepciones al principio de la libertad
de emisión de voluntad”, en los que se excluiría toda exteriorización tácita de voluntad,
tales como: La exigencia de ciertas solemnidades, los contratos reales y la exigencia
de consentimiento expreso.15
una acción de la que pueda deducirse su voluntad –voluntad tácita-” Citado por Victorio Pescio
Vargas, ob cit. Página 47).
14
Ver artículos 1511 inciso 3º, 1023, 1060, 1465, 1517, 1547, 1635, 1642, 1733, 1946, 2144,
2146, 2347 del Código Civil y 18 de la ley de matrimonio civil.
15
ARUTA CUNAZZA, Pedro. Ob Cit p. 25 y GUTIÉRREZ BERMEDO, María Sofía. El silencio
como manifestación de voluntad dentro de la legislación Chilena. Tesis (Licenciado en Ciencias
Jurídicas y Sociales), profesor guía: Francisco Merino. Santiago, Universidad de Chile., Página
34. Esta distinción nos parece peligrosa, pues no todos los supuestos invocados son
13
Esta dualidad clásica entre aceptación expresa y tácita, permite inferir que una total
inacción no debiera, de ordinario, implicar una manifestación de voluntad, por cuanto
no se ciñe ni a un acto ni a una declaración de voluntad. La ley es sumamente clara al
regular esta “dupla”, sin embargo, omite pronunciarse sobre otros supuestos,
quedando abierta la interrogante respecto de si existen formas de manifestar la
voluntad fuera de este tradicional punto de partida dualista. Sobre esto centraremos
nuestro análisis, estudiando en particular si el silencio puede ser considerado como
manifestación de voluntad, ya sea como aceptación o rechazo a una propuesta previa,
o si solamente debe considerarse como una conducta omisiva carente de efectos
positivos. Con ello tocamos el elemento central de nuestro estudio.
1.2.2. El silencio y las demás formas de manifestar el consentimiento en la
legislación civil.
Entenderemos por silencio “la ausencia de todo vestigio de manifestación de voluntad,
la omisión de hablar, la intención de callar y de no originar una relación jurídica: En
conclusión la más absoluta inercia. La persona que guarda silencio permanece en la
más estricta reserva; no pone de manifiesto su voluntad de modo alguno, ni de palabra,
ni por signos, ni por actos o hechos de los cuales pudiera inferirse una voluntad
expresa o tácita”.16
verdaderas excepciones a la libertad de manifestación de voluntad, sino muchas veces
requisitos adicionales a esta para el perfeccionamiento de determinados contratos: aquellos
contratos reales y solemnes en los cuales la solemnidad es requisito de validez (Para Víctor Vial
“sólo en los solemnes propiamente tales la solemnidad es la única manera de exteriorizar la
voluntad”).
16
En palabras de Alessandri, el silencio “supone la ausencia de toda manifestación de voluntad,
aun tácita, la completa inacción o pasividad del sujeto en términos que es imposible conocer su
pensamiento en favor o en contra del contrato que se le propone”. ALESSANDRI R. Arturo.
Valor jurídico del silencio. Revista de Derecho y Jurisprudencia, Tomo XXXVIII, año 1941,
primera parte. Página 133.
14
En esta línea, claramente la premisa de partida es que el silencio por sí solo no puede
ser considerado como manifestación tácita o expresa de voluntad. Como dice
Demolombe, el que guarda silencio o permanece en la inacción, “no dice que no, pero
tampoco dice que sí”.17 Así también Claro Solar, “el silencio no manifiesta más que una
sola intención, la de callar y no tomar resolución alguna”.18
Varios autores adhieren tajantemente a esta línea,19 descartando excepciones y
señalando que sólo puede considerarse válida una aceptación expresa o tácita, pues
donde la ley no distingue, no es lícito al intérprete distinguir.
Dicho esto, el objeto de análisis se convierte en determinar las circunstancias o
fórmulas bajo las cuales el silencio pasa a constituir un elemento vinculante en la
formación del consentimiento. Esto, en virtud de que, a pesar de las ideas transcritas,
existen diversas situaciones que controvierten tales premisas. Además, si bien es
cierto que nuestras leyes civiles se abstienen de dictar normas que regulen la materia
objeto de nuestro estudio, no es menos cierto que las ciencias jurídicas no se agotan
en el estudio del derecho positivo, siendo su ámbito mucho más extenso.
En relación con este punto, vemos que la tendencia moderna ha ido quitando rigor a la
simplista perspectiva dualista planteada por los autores citados más arriba. Así, los
autores coinciden en que existen otras formas de manifestar el consentimiento:
“mientras permanece en el fuero interno del individuo, mientras no trascienda su
persona, la voluntad resulta indiferente para el derecho. Para que se la considere, debe
17
Derivado restrictivo del latinazgo “qui tacet, non utique fateur; sed tamen verum est eum non
negare”, es decir, quien calla, ciertamente no confiesa (pero), no obstante es verdad que no
niega.
18
CLARO SOLAR, Luis. Derecho Civil Chileno y Comparado. Tomo II. Página 106.
19
Así, Savigny, con su teoría del dogma de la voluntad plantea que si esta no es declarada, no
produce consecuencia jurídica alguna. (ARUTA CUNAZZA, Pedro. Ob Cit. Página 40 / María
Sofía Gutiérrez Bermedo. Ob cit. Página 16).
15
proyectarse externamente, manifestarse. Diversas formas puede asumir esta
manifestación: Expresa, tácita, presunta, o incluso puede deducirse del silencio del
individuo”.20
Del estudio de los diferentes postulados doctrinarios y jurisprudenciales, podemos
identificar distintas premisas, algunas de amplia aceptación y otras más específicas o
de doctrina especializada, que amplían el binomio “voluntad expresa / voluntad tácita”,
según pasamos a exponer:
a)
La voluntad presunta:
Algunos autores nacionales consideran que hay disposiciones legales que establecen
presunciones de voluntad.21 En tales casos, la ley deduce o presume de ciertos
hechos o actos, una declaración de voluntad en un determinado sentido. A diferencia
de lo que ocurre en la manifestación tácita, acá la voluntad se deduce de una inacción
o una abstención.
Orrego cita los siguientes ejemplos de voluntad presunta presentes en el Código Civil:
(i)
Artículo 666: En la accesión de mueble a inmueble, dispone el C.C. que el que
haya tenido conocimiento del uso que de una materia suya se hacía por otra
persona, se presumirá haberlo consentido y sólo tendrá derecho a su valor;
(ii) Art. 898, inciso 2º: El reivindicador que recibe del enajenador lo que se ha dado a
éste por la cosa, confirma por el mismo hecho la enajenación. (Creemos que esta
disposición más bien sería un caso de aceptación tácita o de convalidación);
20
ORREGO ACUÑA, Juan Andrés. Teoría del Acto Jurídico I. Septiembre de 2009 , apuntes en
línea, disponible en http://www.juanandresorrego.cl/apuntes/teoría-del-acto-jurídico/
21
ARUTA CUNAZZA, Pedro. Ob Cit. Pág 44.
16
(iii) Artículo 135, inciso 2°: que establece el régimen matrimonial que opera respecto
de quienes han contraído matrimonio en el extranjero, se mirarán como
separados totalmente de bienes, a menos que al inscribirlo en Chile, pacten
sociedad conyugal o régimen de participación en los gananciales. (“Se mirarán en
Chile”, no nos parece una presunción de voluntad, es más bien una
determinación legal, que suple la voluntad de las partes).
(iv) Art. 1233: En la sucesión por causa muerte, el asignatario constituido en mora de
declarar si acepta o repudia una herencia o legado, se entenderá que repudia (lo
cual no necesariamente va a coincidir con su voluntad, pues puede tratarse de
negligencia o pereza, pero la ley presume que esa es su voluntad). Luego el
artículo 1235 que señala que “la repudiación de una asignación no se presume
de derecho sino en los casos previstos en la ley”;
(v) Artículo 1718: En la sociedad conyugal a falta de pacto en contrario se entenderá,
por el mero hecho del matrimonio, contraída la sociedad conyugal. (En tal caso,
la ley suple la voluntad de las partes, por eso se dice que la sociedad conyugal es
un régimen general y supletorio, no “presunto”);
(vi) Art. 1767: En este caso, frente a una inactividad, la Ley presume que la mujer no
renuncia a los gananciales.
Otros autores estudiados citan los siguientes casos contemplados en nuestro Código
Civil:
(i)
Artículo 1956 del CC inciso 3º, que trata sobre la tácita reconducción en el
contrato de arrendamiento. (Hay quienes consideran que se trata de un caso en
que el silencio hace presumir la aceptación, pero nosotros consideramos que la
norma se refiere expresamente a “actos”, por lo que constituye un caso de
17
aceptación tácita de renovar el contrato, por ello incluso se denomina “tácita”
reconducción).22
(ii) Artículo 2125 del CC, con ocasión del mandato. Esta norma es fundamental para
el tema de estudio, ya que constituye un caso en que el silencio absolutamente
inactivo permite la formación del consentimiento tal y de la misma forma que la
manifestación de voluntad. En esta disposición se establece que “las personas
que por su profesión u oficio se encargan de negocios ajenos, están obligadas a
declarar lo antes posible si aceptan o no el encargo que una persona ausente les
hace; transcurrido un término razonable, su silencio se mirará como aceptación”.
El precepto trascrito implica una verdadera presunción de consentimiento, que
mira el silencio como aceptación en razón de la condición profesional del
mandatario, la cual lo sitúa en la obligación de responder al encargo requerido,
pues su trabajo es –precisamente- ese. Si fuera de otro modo, el desarrollo del
negocio del mandante o solicitante quedaría abandonado a la incertidumbre.
En este caso vemos que el silencio por sí solo puede “mirarse” como aceptación
bajo las circunstancias descritas. Más adelante volveremos sobre este punto.
(iii) Artículo 2065: Respecto de la sociedad se establece que “no expresándose plazo
o condición para que esta tenga fin, se entenderá contraída por toda la vida de
los asociados, salvo el derecho de renuncia”. (Este caso también constituye una
integración legal para el supuesto que las partes contratantes omitan precisar
cláusulas de un contrato, por lo que nuevamente es más apropiado considerarlo
un elemento de la naturaleza del mismo, y no de aceptación por silencio).
22
A diferencia de lo que sostiene Ramón Domínguez Águila (Teoría General del Negocio
Jurídico, Editorial Jurídica de Chile 1977. Página 43). Así también Colin y Capitan, De Page,
Planiol y Ripert. En la línea contraria (posición que compartimos), se pronuncia Alessandri.
(“Tratado de Derecho Civil: Partes preliminar y general”, Arturo Alessandri Rodríguez y Antonio
Vodanovic H. página 197).
18
Según los comentarios formulados a cada ejemplo, nos parece discutible catalogar
todos estos casos de presunciones de voluntad. Creemos que también puede
afirmarse que en algunos de estos preceptos la ley determina una sanción o efecto
frente a la desidia de una de las partes. En otras palabras: el legislador ha resuelto
otorgar determinada eficacia a la conducta omisiva de un sujeto por razones prácticas
(seguridad, claridad y rapidez), así como por razones jurídicas (para reducir costos por ejemplo probatorios- de una obligación, promover la buena fe, etc.).
La eficacia otorgada no puede considerarse necesariamente una manifestación o
incluso presunción de consentimiento, ya que muchas veces el efecto es
independiente de la voluntad del sujeto (operando incluso pese al desconocimiento de
la norma y/o en caso de voluntad opuesta). Así, estos casos de voluntad atribuida
legalmente, eliminan la prescindencia de su declaración: por ello, el efecto jurídico
tendría su fuente en la ley, no en la voluntad.
Resumiendo, resulta paradójico considerar los casos citados de “aceptación por
presunción legal de consentimiento”, cuando el consentimiento aparece tan separado
e incluso disyuntivo, y por tanto, intrascendente para el efecto normativo. Sería más
apropiado calificar los citados casos como:
(i)
Preceptos sancionatorios (u obligaciones de fuente legal) como el caso del
artículo 1233: donde la negligencia del heredero lo despoja de su facultad. Más
que presumir su rechazo volitivo, la ley establece un plazo de caducidad para su
derecho a pronunciarse sobre si acepta o repudia dicha herencia o legado,
despojándolo de esta facultad transcurrido un plazo razonable.
(ii) Contratos forzosos (ortodoxos o heterodoxos según corresponda). De esta forma
la ley obliga a determinar -por ejemplo- el régimen patrimonial de los cónyuges
(convención), y para el caso de no pacten uno distinto, estableciendo que éste
sea la sociedad conyugal.
19
(iii) Por sobre todo, cabe considerar estas disposiciones como elementos de la
naturaleza de ciertos vínculos jurídicos (que operan de no ser excluidos o
modificados expresamente). Desde otro punto de vista, en estos casos, el vínculo
obligacional proviene del contenido de un contrato formado precedentemente por
aceptación expresa o tácita, siendo únicamente una arista de las consecuencias
jurídicas que envuelven dicha aceptación previa (como el caso de los artículos
1718 y 2065).
En este orden de ideas, siempre que la ley establezca la frase: “salvo estipulación de
las partes en contrario” o una equivalente, se entenderá que el silencio de estas
importa una real y verdadera adhesión al efecto establecido en la norma. Esto resulta
perfectamente lógico tratándose de disposiciones de derecho privado, las cuales -en
cuanto supletorias de la voluntad de las partes- se aplican en silencio de la voluntad
expresa en contrario. En este ítem suelen considerarse los siguientes artículos del
Código Civil: 1839, en relación al saneamiento de la evicción; 1872, en relación con el
lugar y tiempo en que debe pagarse el precio en la compraventa; 2015, respecto de la
responsabilidad que incumbe al acarreador, por la destrucción y deterioro de la carga;
2204, en cuanto al pago de la suma prestada por el mutuario antes del término
estipulado, etc.
Por supuesto que estas afirmaciones son controvertibles, sólo nos parece necesario
agregar este postulado al estado actual de la discusión, considerando que la
casuística impide incluir a todos estos ejemplos en una misma categoría jurídica.
De esta manera, algunos de los casos citados constituirían situaciones en las que el
silencio reemplaza la expresión de voluntad, sin convertirse necesariamente en tal ni
dejar de ser silencio. Sin embargo, los ejemplos identificados en los artículos 666,
1233, 1767 y 2125 nos parecen claramente casos de voluntad presunta en las que el
silencio “emitido” conscientemente, teniendo la posibilidad de expresarse, vincularía
de la misma manera que la aceptación manifiesta.
20
b)
Precisiones doctrinarias respecto a la eficacia volitiva del silencio.
Fuera de las disposiciones legales estudiadas precedentemente, la doctrina estudia
otros supuestos para dar eficacia volitiva al silencio en forma general:23
(i)
En primer lugar: se requiere conocimiento de aquél que calla. Sin esto, el silencio
sería ignorancia o desconocimiento, no una conducta consciente. El sujeto no
podría siquiera manifestarse.24
(ii) En segundo lugar: El silencio debe ser libre, es decir, exento de toda fuerza o
coacción. Este requisito no requiere mayor estudio, ya que de extenderse los
efectos de un acto o declaración de voluntad al silencio, a su respecto también
deben regir los demás requisitos de eficacia pertinentes (que sean compatibles
con el silencio, evidentemente).
(iii) La tercera condición para que el silencio sea vinculante es que no recaiga sobre
un hecho indiferente o desprovisto de importancia para el derecho. Por ejemplo,
si no se contesta una participación de matrimonio no podría entenderse como
una aquiescencia: en tal caso, la inasistencia a la celebración se habrá debido a
un simple olvido, desinterés, descortesía, desidia o exceso de ocupaciones.
23
En este apartado nos hemos orientado en la memoria de prueba de Don Pedro Aruta
Cunazza: “efectos jurídicos del silencio”, Concepción 1946. Este trabajo ha influido
decisivamente los posteriores análisis del tema (“El silencio como manifestación de voluntad
dentro de la legislación chilena” de María Sofía Gutiérrez Bermedo, y el Manual de Derecho
Civil de Victorio Pescio Vargas).
24
DUCCI CLARO, Carlos Derecho Civil Parte General Cuarta edición, 1995, Editorial jurídica de
Chile. Página 245. Al respecto el autor sostiene que los Artículos 240 nº 4 y 2125 (presunciones
legales de consentimiento), también suponen el conocimiento de la persona que calla. En el
mismo sentido Victorio Pescio V. Manual de Derecho Civil, teoría general de los actos jurídicos
y teoría general de la prueba. 1978, Tomo 2. Página 48.
21
Estos primeros tres requisitos identificados por la doctrina han sido recogidos por un
fallo de la corte suprema que establece que “los hechos constitutivos del
consentimiento del acreedor deben manifestarse de un modo inequívoco, es decir, no
han de dejar duda alguna sobre la voluntad del que consiente”.25
(iv) El silencio también será vinculante en aquellos casos en que exista una
disposición legal o un mandato judicial que imponga en forma categórica la
obligación de expresarse. En este ítem caben algunos de los preceptos
mencionados en el numeral primero de este apartado, donde el silencio
efectivamente hará “presumir una voluntad determinada por la sola y soberana
disposición de la ley (o mandato judicial) y la persona que calla se verá en la
necesidad, quiéralo o no, de soportar las consecuencias derivadas de su
reticencia, mutismo o inacción”. Aunque más precisamente la ley dará
consecuencias jurídicas a la inexpresión de las partes, presumiendo únicamente
su displicencia o su eventual conformidad.
Es el caso de los artículos 666, 1233, 1767 y 2125, comentados anteriormente.
También será el caso de cualquier resolución judicial que así lo determine.
(v) Otra noción de aceptación general postula que el silencio puede ser vinculante,
incluso en el supuesto de que ningún nexo anterior una a los contratantes,
cuando se funda en los usos, prácticas y costumbres de un lugar. Conforme lo
señala el artículo 1546, la costumbre es vinculante en materia contractual, lo que
es fortalecido por el principio de la Buena Fe. Esta noción es particularmente
relevante en materia comercial, como veremos más adelante.
(vi) En virtud de la autonomía de la voluntad, es perfectamente lícito a las partes
estipular que el silencio de una de ellas o de ambas se mirará como
consentimiento. Cabe plantear que, en este caso, la fuente del vínculo puede ser
25
Corte Suprema, 8 de Agosto de 1945, Revista de Derecho y Jurisprudencia, T. 43, secc. 1ª.
Página 120.
22
anterior e incluso independiente al silencio mismo, por lo que en estricto rigor no
será la inexpresión misma la que manifieste la conformidad, sino que esta
devendrá del acuerdo expreso previo que le da esa connotación a la inacción.
Por ello, ciertamente este punto también nos parece discutible.
(vii) Braudy Lacantinerie señala que el silencio cobra valor de aceptación cuando se
trata de una oferta formulada a causa de negociaciones iniciadas con anterioridad
por una de las partes. Esto, siempre cuando surja una como contraoferta en que
se especifiquen alteraciones intrascendentes respecto de la oferta original.26
(viii) Finalmente el silencio obliga cuando “se dirige intencionada y deliberadamente a
inducir a error, o a callar algún hecho que pueda influir desfavorablemente en el
ánimo de la otra parte”.27 En este caso el silencio constituiría un dolo de carácter
negativo, que la doctrina denomina reticencia, y por tanto lejos de equivaler al
consentimiento, lo viciaría o generaría responsabilidad. No profundizaremos en
esto, pues la responsabilidad contractual o extracontractual por omisión, pese a
ser un tema muy interesante, se aleja del propósito de nuestro estudio.
1.2.3. El silencio circunstanciado.
Otra fórmula, de gran aceptación, que otorga al silencio el valor de voluntad jurídica, lo
constituye el silencio circunstanciado.
Esta doctrina jurídica otorga eficacia de aceptación al silencio en los casos en que
“entre las partes mediaran negociaciones que permitieran inferir sus verdaderos
móviles desprovistos de equívocos, porque si los hubiera, la interpretación tendría que
ser contraria a la realización del contrato”.
26
Braudy Lacantinerie, “Traité Theórique et practique de Doit Civil” Paris 1908. Página 76
(citado por Pedro Aruta Cunazza).
27
ALESSANDRI, Arturo. Valor jurídico del silencio. en Revista de Derecho y Jurisprudencia,
tomo XXXVIII, año 1941. Página 140.
23
Ciertos autores señalan que esta institución es más bien el resultado de una
ponderación jurisdiccional de las circunstancias de hecho que rodean un caso
concreto, tras la cual el juez puede atribuir al silencio el valor de una manifestación de
voluntad.28
Otros autores acotan el ámbito de estas condiciones, señalando que "como declaración
de voluntad dependerá fundamentalmente del las siguientes circunstancias: existencia
o no de relaciones entre las partes; usos generales del tráfico y usos individuales de
aquellas partes".29
Es importante destacar que la determinación de las consecuencias jurídicas del
silencio “debe hacerse específicamente para cada hipótesis negocial, pues como regla
excepcional que es, su aplicación es de derecho estricto. Tal determinación podrá
efectuarse por medio de la ley o a través del acuerdo previo de las partes. Sin acuerdo
previo el silencio sólo tendrá valor excepcionalmente en la contratación entre
presentes, si concurren circunstancias que hagan indudable el sentido del silencio en
cuanto declaración de voluntad”.30
El silencio circunstanciado ha tenido una creciente aceptación doctrinaria y
jurisprudencial en nuestro país.31 A su vez, la aceptación de esta forma de
28
VIAL DEL RÍO, Víctor. Teoría general del acto jurídico. Quinta edición, año 2007, Editorial
Jurídica de Chile. Página 52.
29
DIEZ-PICAZO, Luis y GULLÓN, Antonio. 1990. Sistema de Derecho Civil. Madrid: Volumen I,
7 Edición, Ed. Tecnos, p.508. Citado por: Ruperto Pinochet Olave. Revista Ius et Praxis, 11 (1):
páginas 55 - 92, año 2005.
30
PINOCHET OLAVE, Ruperto. Revista Ius et Praxis, año 2005, 11 (1). Página 66.
31
Revista de Derecho y Jurisprudencia: C.S. Julio de 2004, Tomo 16, p. 241-247. C.S. 6 de
Enero de 1920, Tomo 18, sec 1ª. Página 405. C.S. 30 Noviembre de 1946, Tomo 44 Sec 1ª.
Página 269. Corte de La Serena, 31 de Dic de 1921 Rev. Tomo 22, sec 1ª Página 797.
24
manifestación de voluntad es la doctrina dominante en el derecho comparado. Así lo
plasma la jurisprudencia Española, Italiana y Francesa.32
Por todo lo expresado precedentemente concluimos que, a pesar de la concepción
clásica de aceptación y manifestación de voluntad, en el derecho civil es posible
encontrar casos en donde el silencio o la más absoluta inactividad también devendrán
en aceptación. Ya sea porque así lo establece (o presume) la ley, las partes, las
circunstancias del caso concreto o el propio juez. Del mismo modo, vemos que cierta
doctrina apuesta por extender esta concepción a otros supuestos en los cuales el
silencio puede constituir aceptación, estableciendo los requisitos de hecho y derecho
necesarios para que ello tenga lugar.
1.3.
El valor jurídico del silencio en materia comercial.
1.3.1. Introducción.
El Código de Comercio, en adelante indistintamente “C.deC.”, señala en su artículo 103
que la aceptación tácita produce los mismos efectos que la expresa, de forma que
grosso modo la tratativa del silencio en esta materia es similar a la regulación
establecida por la ley civil. Sin embargo, y como es sabido, el mensaje del código del
Aun así, la corte suprema en un fallo en 1945 señaló que “los hechos constitutivos del
consentimiento deben manifestarse de un modo inequívoco, es decir, no han de dejar duda
alguna sobre la voluntad del que consiente, pues, si bien el consentimiento puede ser tácito o
implícito, no puede jamás ser presumido o supuesto, porque el consentimiento exige una
voluntad positiva de obligarse y en caso de duda debe interpretarse contra la formación del
contrato”. (C. Suprema, 8 de Agosto de 1945, rev.T. 43, sec. 1ª. Página 120)
32
CUADRADO PÉREZ, Carlos. El silencio como manifestación de voluntad. Página 374.
Artículo publicado en Estudios de Derecho de obligaciones. Editorial La Ley, año 2007. Señala
también el autor que en Alemania se recoge expresamente en el nº 362 HGB, que guarda
bastante similitud con el artículo 2125 de nuestra ley civil.
25
ramo indica precisamente en su párrafo 32, que viene a regular un “sensible vacío en
nuestra legislación civil y comercial” pues en el título primero del libro II se regula en
forma específica la formación del consentimiento.
Así, este cuerpo normativo establece una ordenación más detallada de la formación del
consentimiento. Sin embargo, al igual que en la normativa civil, omite regular
expresamente el silencio y sus efectos. En este contexto, aparentemente, el tema de
estudio recibe el mismo trato que en materia civil, pues no encontramos motivos para
considerar inaplicable lo expuesto anteriormente a la regulación mercantil, ello porque
el Civil es un código supletorio del derecho privado, y por normas de integración
corresponde aplicarlo frente a vacíos normativos como el caso de estudio. Así, por
tratarse de un mismo ámbito jurídico (contractual), en donde no hay norma expresa
específica en contrario, la normativa y los principios de orden civil integrarán los vacíos
de la legislación mercantil.
1.3.2. Casos regulados por el Código de Comercio.
El razonamiento precedente encuentra asidero sustantivo en la existencia -en la ley
mercantil- de preceptos legales muy similares a los ya estudiados del CC:
a)
En esta materia también vemos casos de aceptación tácita como el que
contempla el Código de Comercio en el artículo 245, que regula al comisionista
(muy similar a lo dispuesto en el artículo 2124 del Código Civil).
b)
De la misma manera, encontramos disposiciones supletorias de la voluntad de
las partes (que los autores estudiados denominan casos de voluntad presunta),
pero que más bien nos parecen elementos de la naturaleza de determinados
contratos que operan de no ser renunciados expresamente. Consideraremos
dentro de este grupo las siguientes disposiciones:
(i) Art 571: “El seguro puede ser temporal o vitalicio.
26
Omitida la designación del tiempo que debe durar, el seguro se reputará vitalicio”.
(ii) Art 588: “El seguro puede ser contratado por uno o más años.
No estando determinado el tiempo en la póliza, se entenderá que el seguro debe
durar sólo el año rural a que corresponda la cosecha asegurada”.
c)
También existen disposiciones en las que del silencio de uno de los contratantes
se presume legalmente una expresión de voluntad:
Art. 160: “El comprador tiene derecho a exigir del vendedor que forme y le
entregue una factura de las mercaderías vendidas, y que ponga al pie de ellas el
recibo del precio total o de la parte que se le hubiere entregado.
No reclamándose contra el contenido de la factura dentro de los ocho días
siguientes a la entrega de ella, se tendrá por irrevocablemente aceptada”.
Este también constituye un caso de una prescripción legal sancionatoria donde el
legislador, promoviendo la certidumbre en la contratación, atribuye a una
conducta omisiva los efectos de una manifestación de voluntad.
También se incluiría en este ítem el Artículo 667 del C. de C.33
1.3.2. Comentarios.
Como vemos, estas disposiciones son muy similares a las que rigen el ámbito civil, por
lo que a primera vista podría afirmarse que no existen mayores diferencias en ambos
cuerpos legales respecto al tema de estudio. Sin embargo, en materia mercantil la
33
Derogado por la ley 18.092, en su artículo 108 nº de 1982.
27
costumbre tiene un alto valor como fuente de derecho, según lo señalado en el artículo
4 del código del ramo. Este protagonismo del derecho consuetudinario modifica en
cierta medida la regulación del silencio según veremos en este apartado.
En el derecho comercial se le reconoce un valor preponderante al silencio
circunstancial, que como estudiamos precedentemente, consiste en aquel silencio que
va acompañada de una serie de circunstancias y hechos que permiten con claridad
considerarlo como expresión de voluntad de parte de quien guarda silencio. En materia
mercantil, la doctrina es unánime al considerar que esta institución constituye
aceptación pues la lex mercatoria otorga gran validez a las “prácticas y usos” que se
hayan dado previamente incluso entre las partes, siendo esta una circunstancia que
podría atribuir al silencio el valor de consentimiento.
Así, puede ocurrir que contratantes que lleven largo tiempo realizando negocios,
ejecuten actos sin mediar aceptación de ningún tipo de la respectiva contraparte. En tal
caso, ese silencio inactivo podría constituir una manifestación de consentimiento, y
paradójicamente la única forma de no quedar obligado sería manifestar expresamente
su “no aceptación”.
El único caso en que nuestra legislación mercantil hace referencia en forma directa al
silencio en materia de formación del consentimiento es en la Convención de Viena
sobre Compraventa Internacional de mercadería, en que en su artículo 18.1 señala que
“Toda declaración u otro acto del destinatario que indique asentimiento a una oferta
constituirá aceptación. El silencio o la inacción, por sí solos, no constituirán
aceptación”.34
34
En un sentido casi idéntico, los Principios del Derecho Europeo de Contratos señalan:
"Artículo 2:204: Aceptación (1) Toda declaración o conducta del destinatario de la oferta que
indique conformidad con ella constituye una aceptación. (2) El silencio o la inactividad no
constituyen aceptación por sí mismos"
28
Es natural que así se establezca, pues el silencio circunstanciado es una institución
recogida en el derecho privado de la mayoría de las legislaciones comparadas. En
materia contractual en nuestro derecho es necesaria la incorporación de disposiciones
legales que guarden conformidad con la jurisprudencia y doctrina imperante en el
contexto internacional. No ahondaremos en este punto, pues ya vimos, a propósito del
estudio del silencio circunstanciado, que consta en la tendencia moderna la intención
de homologar estos casos a aceptación.
Uno de los argumentos que permitirían entender la importancia de recoger este
postulado es que la contratación mercantil suele alejarse del formalismo y la dilación
que afecta a las convenciones civiles. La normativa comercial parte de la base que las
relaciones mercantiles precisan de una mayor celeridad y fluidez.35
Algunos autores, fundándose en esta característica propia del derecho Comercial,
llegan a afirmar que debe extenderse la validez del silencio como manifestación de
voluntad a casos en que no necesariamente tenga lugar el silencio circunstanciado en
la forma que estudiamos. Así, se ha dicho que “el comerciante que deja transcurrir un
tiempo prolongado sin dar respuesta a una oferta, se reputa aceptarla”. Se funda tal
posición particularmente en el ámbito de las ofertas hechas por carta, arguyéndose que
si los comerciantes deben por ley mantener una correspondencia, se ven, por ende, en
la correlativa obligación de contestarla.36
Nos parece que esta afirmación es ir demasiado lejos, pues sería una aplicación
irrestricta del extremo aforismo “el que calla otorga”. Aceptar esta posición provocaría
una situación de claro perjuicio para quien recibe una oferta, ya que estaría obligado a
35
SANDOVAL LÓPEZ, Ricardo. Derecho Comercial, Tomo 1 Vol. 1. Página 56.
36
ARUTA CUNAZZA, Pedro. Ob Cit. Página 39. En el mismo sentido: GUTIÉRREZ BERMEDO,
María Sofía. Ob Cit. Páginas 49 y 61. También DOMÍNGUEZ ÁGUILA, Ramón. Ob Cit. Página
43, quien plantea que “El silencio también adquiere valor en materia mercantil, pues los usos y
costumbres del comercio determinan, a veces, que el no contestar una oferta significa
aceptación o, en otras oportunidades, negación”.
29
contestar rechazándola para no verse vinculado contractualmente. No es aceptable,
desde nuestro punto de vista, que por el mero hecho de recibir una propuesta
contractual, una persona se vea obligada a actuar para evitar la conclusión de un
contrato cuyas condiciones ha elaborado el proponente de manera individual.37
Además, aun en el supuesto que los comerciantes se vieran obligados -por disposición
legal expresa- a conservar las cartas que les son dirigidas, nada los obliga a
contestarlas.
1.4.
El valor jurídico del silencio en la ley 19.496.
1.4.1. Generalidades
En virtud de lo establecido en el artículo 3 letra a) de la LPC, la discusión sobre la
validez del silencio en las relaciones de consumo pareciera estar zanjada.
Así lo ha avalado la jurisprudencia en reiteradas ocasiones. Incluso antes de la
modificación legal del año 2004, que incorporara a dicha norma la frase “el silencio no
constituye aceptación en los actos de consumo”, los tribunales se pronunciaban en esa
misma línea.
Asimismo, en otras materias, como los contratos de seguro, ya existía este mismo
criterio. En efecto, la Superintendencia de Valores y Seguros ha señalado que “no
existe norma administrativa, reglamentaria o legal que permita sustituir la expresión
inequívoca de la voluntad en la celebración del contrato de seguros por una ficta que
se infiere pura y simplemente de su silencio, para la contratación de coberturas de
seguros; que la contratación entre otras entidades no es oponible al asegurable ya que
la aceptación de la cobertura debe hacerse bajo su firma en documento escrito,
separado e independiente, de tal forma que el asegurable exprese su voluntad
37
CUADRADO PÉREZ, Carlos. Ob Cit. Página 366.
30
inequívocamente; que en materia de seguros el consentimiento de las partes del
contrato está sujeto a la solemnidad de la escrituración y que cualquier mecanismo que
debilite la expresión inequívoca de la voluntad infringe las normas que rigen el contrato
y el comercio de seguros”.38
En su artículo 16, la LPC establece limitaciones a los contratos de adhesión. Esto se
relaciona con la materia en cuestión, por cuanto el legislador ha querido caucionar los
intereses del consumidor frente a los posibles abusos que pudiesen cometerse en
dichas cláusulas.
Del mismo modo, establece deberes específicos respecto del consentimiento en los
contratos que se realizan por medios electrónicos o a distancia, según lo señala el
artículo 12 A. Para este mismo tipo de contrato, establece deberes específicos de
información para el oferente en el artículo 32 inciso 2.
Con estas normas y las reformas realizadas en los últimos tiempos, es evidente que el
legislador ha pretendido establecer parámetros estrictos que regulen la información y el
consentimiento, para proteger a los consumidores de potenciales o abusos.
Por ello vemos con claridad que en materia de consumo, en el texto legal no se asigna
eficacia alguna al silencio en la formación del consentimiento. Al parecer, bajo ningún
criterio o fórmula puede burlarse esta realidad instituida por el legislador, pues todo el
cuerpo legal apunta a que el consentimiento sea expreso e inequívoco, y no tácito,
ambiguo o interpretable. También existen disposiciones que tienden a crear las
condiciones para que el consentimiento sea informado y se manifieste claramente,
para proteger por esta vía al consumidor de los posibles ardides de proveedores
inescrupulosos.
38
Circular nº 7981, emitida por la S.V.S. el 30 de Noviembre del año 2000.
31
1.4.2. Casos discutibles.
A pesar de esta premisa, vemos en la práctica que numerosas relaciones de consumo
se perfeccionan sin que exista una manifestación expresa de voluntad, ya sea a causa
de la naturaleza de dicha relación, o por el modo habitual en que ella se realiza. A
modo de ejemplo indicaremos las siguientes situaciones:
a)
Uso de tarjeta Bip en el transporte público de Santiago. En este caso, no existe
una aceptación formal o expresa para la formación del consentimiento de dicho
contrato de transporte. Sin embargo, es indudable que quien pasa su tarjeta por
el censor de cobro, está por ese acto consintiendo con el servicio y sus
condiciones.
b)
Lo mismo ocurre en las compraventas realizadas a través de medios electrónicos
o incluso en las compras a través de máquinas expendedoras automáticas.
También es evidente que cuando se retira el ticket de entrada a un
estacionamiento se manifiesta conformidad con la tarifa y demás condiciones
(legales) del servicio proporcionado en dicho recinto.
Pues bien, la ley no dice nada a este respecto, pero es indudable que estos casos
deben entenderse como constitutivos de una aceptación válida, pues son relaciones
contractuales en que naturalmente no se justificaría una mayor exteriorización de la
voluntad en la formación del consentimiento. En estos casos la falta de formalidad no
produce un menoscabo para el consumidor, sino todo lo contrario, lo favorece por la
rapidez con la que realizará la respectiva operación.
Lo más importante es que en estos casos el consumidor estará conciente del
producto/servicio que está adquiriendo/usando, decidiendo libremente si participa o no
de dicha relación de consumo.
32
Resulta fundamental determinar si en los casos mencionados la conducta del
consumidor será constitutiva de silencio circunstanciado o de aceptación tácita. Nos
parece claro que dichos casos constituyen aceptación tácita, ya que la formación del
consentimiento no se genera a partir de una conducta omisiva por parte del
consumidor, sino de actos positivos, que sin duda exteriorizan conformidad con la
oferta preexistente. Por tanto, si bien en esta materia existen casos en que el
consentimiento podría formarse mediante la aceptación tácita, no ocurriría lo mismo
respecto del silencio circunstanciado.
1.4.3. Listado de malas prácticas.
Es posible identificar una amplia gama de malas prácticas que tienen lugar
habitualmente en nuestra sociedad. Dentro de las cuales, a modo de ejemplo,
mencionaremos las siguientes:
a)
Enviar una comunicación al cliente informándole modificaciones a su plan, o
señalando que si no reclama antes de cierto plazo se presume su conformidad
con dicho cambio.
b)
Existen mecanismos a través de los cuales el sólo ingreso a una determinada
página de Internet, o el clickeo en un link, constituye la aceptación de
determinados productos o servicios que no han sido solicitados o consentidos
específicamente.
c)
La modificación de ciertas cláusulas, como en el caso de los costos de
mantención de una tarjeta de crédito o del servicio de televisión por cable. Y en
general, toda clase de modificaciones unilaterales que simplemente sean
informadas al consumidor.
d)
La recepción de servicios adicionales cuya prestación no se ha pactado
expresamente, que es un mecanismo de contratación muy utilizado a través de la
33
telefonía celular. Tal es el caso del envío de ciertos mensajes de texto con
información no solicitada expresamente, servicio que tiene un valor determinado
por mensaje que se descuenta del plan. Esta técnica de contratación obliga a
enviar un mensaje de texto para desafectarse de los servicios recibidos y por
tanto dejar de pagarlos.
e)
A propósito de la telefonía celular, el Sernac ha considerado como abusivas
aquellas cláusulas que declaran que el servicio de Roaming internacional se
activa automáticamente, sin requerimiento del usuario, y que es el consumidor
quien tiene que informarse de sus valores. La empresa puede incluirlo en la
cuenta no importa cuándo se haya usado el servicio.
Naturalmente, en todos estos casos no existirían siquiera los supuestos para dar
cabida a la aceptación tácita ni al silencio circunstanciado en la respectiva relación de
consumo, pues estas situaciones ni siquiera consideran el efectivo conocimiento del
sujeto cuya aceptación se pretende. Esta clase de fórmulas constituyen casos de
enrolamiento negativo, prácticas ilícitas que -como veremos más adelante- fueron
afrontadas con la reforma introducida por la ley 19.955, del año 2004 a la LPC, y que,
no obstante, siguen siendo utilizadas, siendo el fundamento de las prácticas utilizadas
por ejemplo, en la repactación unilateral de deudas, como ocurrió en el caso “La Polar”.
1.4.4. Justificación de este trato jurídico diferente al silencio y su eficacia
volitiva en materia de consumo.
Un presupuesto de las normas jurídicas es que la justicia da un trato jurídico diferente a
situaciones de hecho distintas. Por ello, sostenemos que no corresponde extender la
ratio legis de las normas contractuales civiles a esta materia, porque la supuesta
igualdad del poder negocial (así como del acceso a la información), sobre la que se
erige la regulación contractual del derecho civil y comercial, no es tal en materia de
consumo. Esto es así por varios motivos:
34
a)
Generalmente existirán asimetrías de información, es decir, un proveedor
especializado en la materia sobre la que versa la relación de consumo, junto a un
consumidor generalmente negligente o ignorante respecto de las características y
regulación de dicha relación.
b)
Los proveedores por regla general serán pocos y podrán individualizarse con
relativa facilidad dentro de su rubro, mientras que los consumidores funcionarán
de forma atomizada e independiente.
c)
Los consumidores normalmente estarán en una posición desventajosa en cuanto
a la negociación (por regla general el acto de consumo se lleva a cabo mediante
contratos de adhesión), y también cuanto al tiempo e interés invertido en la
relación de consumo (un consumidor no se dedica profesionalmente a ser tal,
mientras que los proveedores sí realizan profesionalmente su giro).
Para aclarar estos conceptos teóricos o abstractos, veamos el caso de las cuentas por
servicios básicos de cobro mensual: En el cumplimiento de estos contratos, los
particulares no siempre revisarán todas sus cuentas con el esmero que presupone la
ley civil, (respondiendo en tal sede por culpa leve), ya que por su número y monto, tal
labor constituiría muchas veces un esfuerzo económicamente ineficiente, lo que
desincentiva una conducta diligente, lo que es asimilable al efecto conocido como
riesgo moral. Además, normalmente estos servicios se realizan mediante contratos de
adhesión, y se ejecutan en forma diferida. Ante la multiplicidad y simpleza de esta
contratación, los consumidores se limitan a pagar una tarifa mensual por cada
prestación, formando una relación contractual que aleja al suscriptor del servicio de la
posibilidad de vigilar constantemente que el funcionamiento detallado del mismo se
ajuste a lo pactado (al menos no con la diligencia y periodicidad que presupone la
contratación en el Código Civil).
Con esto, antes de pretender justificar la masiva negligencia de los consumidores,
procuramos dar cuenta de una realidad ineludible que no puede ser indiferente para la
35
regulación del ramo, que es la generalmente asimétrica capacidad de inquirir respecto
a la letra del contrato sobre la fase de su cumplimiento. Es justamente esta falta de
preparación u conocimiento del “consumidor promedio”, lo que justifica la existencia de
la LPC.
Por todas estas razones, en el ámbito de consumo podrían surgir (como ha ocurrido
permanentemente), situaciones que estando aparentemente dentro de la ley induzcan
a un resultado que atente contra los fines de esta. Por ejemplo, resulta sencillo -y sin
duda sugestivo- para un proveedor, cambiar de modo insustancial las condiciones del
contrato sobre la fase de cumplimiento del mismo, sin que los consumidores tomen
conciencia de dichas variaciones salvo un raciocinio o diligencia extraordinario. En
estos casos, dichas modificaciones unilaterales normalmente se practican mediante el
sistema conocido como “enrolamiento negativo”, donde los proveedores realizan
maniobras que permiten constituir casos calificados de silencio circunstanciado o de
aceptación tácita.
El enrolamiento negativo es una práctica de contratación mediante la cual quien realiza
una oferta establece que la misma se entienda aceptada sin la necesidad de actos
positivos extraordinarios por parte de su destinatario. En tales escenarios, los
consumidores continúan la relación contractual bajo las nuevas condiciones impuestas
unilateralmente por parte del proveedor, no necesariamente porque consientan en
ellas, sino porque no las perciben o no las rehúsan explícitamente.
Acá, la prosecución del contrato y el correspondiente pago periódico por el servicio,
puede llegar a constituir -en materia civil o en materia comercial, según o analizado
precedentemente- un caso de silencio circunstanciado. Incluso podríamos decir que se
trataría de aceptación tácita, ya que el hecho de no alegar y seguir pagando se podría
considerar (tradicionalmente) como un acto de manifestación de conformidad con la
modificación introducida al contrato (ratificación). Así también podríamos considerarla
una nueva oferta o incluso una cláusula meramente potestativa de la voluntad del
acreedor del servicio, ambas figuras perfectamente lícitas.
36
En la práctica comercial, los contratos de consumo rara vez son libremente discutidos,
por el contrario, en general se trata de contratos de adhesión, lo que hace más sencillo
la inclusión de cláusulas que establezcan que el mutismo o inacción del consumidor se
mirará como aceptación de ciertas obligaciones. Esta técnica ha sido invalidada
permanentemente por la jurisprudencia, justamente porque en este modelo de
contratación, los consumidores, la parte desmedrada de poder negocial, no siempre
tienen el adecuado conocimiento de tales cláusulas o el tiempo para manifestarse en
contra de sus efectos.
Por lo expuesto, el legislador especificó esta censura respecto del silencio como
fundamento de voluntad, para desincentivar (a priori) y anular (ex post) prácticas
fraudulentas por parte de quienes tienen un mayor poder negocial en la relación de
consumo, es decir, los proveedores.
Justamente, la intención de la reforma de 2004, que modificó el artículo 3 a) de la ley
19.496 fue erradicar esta clase de prácticas de “enrolamiento negativo”, muy comunes
en la “contratación de seguros de cesantía, de revistas de servicios de TV Cable, de
servicios de adicionales telefónicos”,39 en los cuales los consumidores paradójicamente
deben “expresar su voluntad para dejar sin efecto contratos que no han celebrado”.40
Para hacer una interpretación contextualizada del caso, hay que decir que este
problema también puede ser solucionado con la nulidad de la cláusula, en conformidad
con lo establecido en el artículo 16 g) de la ley del ramo.
39
Historia de la ley 19.955, primer informe de la Comisión de Economía. Página 56. Documento
on-line disponible en: http://www.bcn.cl/histley/lfs/hdl-19955/HL19955.pdf
40
En palabras de don Eugenio Tuma, diputado informante de la comisión de Economía,
Fomento y Desarrollo, cuya exposición consta en la página 130 del citado informe.
37
1.4.5. Frente a este sistema de regulación, cabe plantear las siguientes
interrogantes:
a)
La limitación del Artículo 3 letra a, ¿se extiende a la voluntad del
acreedor?
La disposición legal mencionada se encuentra en el título de los “derechos y deberes
del consumidor”. Además, la ley 19.496 tiene por fundamento “establecer normas
sobre protección de derechos del consumidor”. Desde ese punto de partida, es válido
plantear la siguiente interrogante: ¿Puede constituir aceptación el silencio que proviene
de parte del proveedor?, en la afirmativa, ¿bajo qué supuestos?
Desde un punto de vista práctico, hemos de considerar que la relación de consumo por
regla general incluye un proveedor pasivo al momento de la formación del
consentimiento.
Explicaremos
esta
idea
brevemente
a
través
del
siguiente
razonamiento: El artículo 2125 del Código Civil presume la voluntad de aceptar un
mandato, por parte de las personas que habitualmente se dedican a ello, por el hecho
de que dejen transcurrir cierto plazo sin manifestarse. Podemos decir que en la
relación de consumo ocurre una situación similar, pues uno de los requisitos de la
misma es que el proveedor sea habitual, es decir, se dedique habitualmente a
proporcionar productos o servicios. Así, existe un motivo práctico, con sustento jurídico,
para considerar que basta que un consumidor manifieste su intención de adquirir un
determinado producto o servicio ofrecido previamente (aun en forma tácita) por el
proveedor, para que se forme consentimiento respecto de esa compraventa o
prestación de servicios. Esto además porque se exige que la oferta del proveedor sea
completa (por las reglas de la información básica comercial, el deber de exhibir el
precio y demás obligaciones legales)41 y porque la LPC también prohíbe la negativa
injustificada de venta.
41
Artículos 1 nº 3, 18 y 28 de la Ley 19.496
38
Normalmente la conducta del proveedor en estos casos será activa, y se traducirá en la
entrega de la cosa, pero puede ocurrir que nada diga o incluso se niegue a entregar el
producto. En estos casos, la LPC expresamente prohíbe la negativa injustificada de
venta,42 por ello, con más razón corresponde entender que el silencio no podría
constituir jamás una negativa de la misma, debiendo por tanto ser necesariamente
considerado como lo contrario, es decir, una aceptación. Si el silencio no fuese
apreciado de este modo, podría eludirse la prohibición referida simplemente guardando
silencio, en vez de negar la venta.
En este sentido, consideramos que respecto de la aceptación del proveedor sí podría
tener validez el silencio circunstanciado. Las circunstancias que lo constituyen en la
relación de consumo serían: la oferta de un determinado bien o servicio, la habitualidad
en la venta o arriendo del mismo por parte de quien lo exhibe y el requerimiento que le
formula una persona por dichos bienes o servicios. Además, no debemos olvidar que el
proveedor normalmente ejercerá una labor comercial, regida por los principios
comerciales ya estudiados.
Sin embargo, para estos casos también puede sostenerse que se trata de una
aceptación tácita por la conducta del proveedor anterior a la venta, que se manifiesta
en actos positivos. Incluso puede sostenerse que el consentimiento se forma por la
simple concurrencia de la voluntad del aceptante, que se limita a manifestar su
conformidad con la oferta del proveedor, expresada en el ofrecimiento del bien o
servicio por parte del vendedor y el precio exhibido. Esto supone que el oferente
siempre será el proveedor y que, por su parte, el aceptante siempre será el
consumidor, lo que no opera de forma tan nítida en todos los escenarios de la relación
de consumo.
En relación con lo expuesto, es necesario recordar que según el artículo 2 de la LPC,
la relación de consumo es por regla general un acto mixto, es decir, tiene el carácter de
42
“Artículo 13.- Los proveedores no podrán negar injustificadamente la venta de bienes o la
prestación de servicios comprendidos en sus respectivos giros en las condiciones ofrecidas.”
39
mercantil para el proveedor y civil para el consumidor. Por tanto, deben aplicarse
supletoriamente las disposiciones mercantiles para el proveedor, siendo las normas
que más favorecen la aplicación del silencio circunstanciado.
b)
¿Tiene validez el pacto se acordar que el silencio constituya aceptación en
los actos de consumo?
En virtud de la autonomía de la voluntad, y como se consideró en su oportunidad,
respecto de materias civiles, es perfectamente lícito en nuestro derecho privado que
los contratantes celebren este tipo de acuerdo. Sin embargo, como sabemos, el
derecho del consumidor tiene aspectos de derecho público y de derecho privado. Por
ello se fijan distintas limitaciones y prohibiciones legales a la libertad de los
contratantes, al punto de convertir la relación de consumo en un contrato dirigido en
muchos aspectos. Nos parece que dar aceptación a tal práctica sería abrir la puerta
para defraudar la disposición contenida en el artículo 3 a) de la LPC. Del mismo modo,
tal norma no distingue la existencia o inexistencia de dicho pacto, sino que resuelve
genéricamente negar validez al silencio como manifestación de voluntad.
Por su redacción, el artículo 3 a) tiene el carácter de prohibitivo, y no de imperativo de
requisitos. Aun así, el artículo 4 establece que aquél es un derecho irrenunciable
anticipadamente. Por ello, podría argüirse que en un contrato podría incluirse una
cláusula que otorgue validez al silencio en la formación del consentimiento, con miras a
operar simultáneamente con el resto de las disposiciones jurídicas de dicho pacto. En
tal supuesto se eludiría lícitamente la prohibición, si entendiéramos estas normas
dentro de la esfera privada. Sin embargo, consideramos que este proceder sería ilícito,
considerando que esta disposición evidentemente se encuadra dentro del ámbito
público, ya que la renuncia anticipada a este derecho adolece de objeto ilícito (por
tratarse -según las reglas generales- de una infracción de ley y no del contrato), siendo
susceptible de Nulidad Absoluta.
40
Por último, como los contratos de consumo generalmente son contratos de adhesión,
en ellos la voluntad del proveedor determinará casi sin contrapeso las características
del mismo. Cabe entonces preguntar: ¿dicha cláusula podría considerarse como
abusiva? El artículo 16 de la ley 19.496 establece la nulidad de determinadas cláusulas
en los contratos de adhesión por considerarlas abusivas. Si la que discutimos se
encuadra en alguna de las letras a) b) y g) de dicho precepto legal, sería nula (posición
a la que adherimos).
Por estos motivos, consideramos que en materia de consumo, una cláusula que
establezca que el silencio tendría valor la relación contractual, sería contraria a
derecho, no necesariamente en virtud de los artículos 3 a), 4 y 16, sino por el espíritu
de la ley 19.496, que tiene a rechazarla desde varios flancos.
1.4.6. Excepciones a este principio.
La inoperancia del silencio en la formación del consentimiento de la relación de
consumo encuentra su excepción de rango legal en el artículo 38 de la Ley de Isapres
(nº 18.933). Dicha norma, en su inciso 3º señala que “anualmente, en el mes de
suscripción del contrato, las Instituciones podrán revisar los contratos de salud,
pudiendo sólo modificar el precio base del plan, con las limitaciones a las que se refiere
el artículo 38 bis (…) La adecuación de la propuesta deberá ser comunicada al
afectado mediante carta certificada expedida con, a lo menos, tres meses de
anticipación al vencimiento del período. En tales circunstancias, el afiliado podrá
aceptar el contrato con la adecuación de precio propuesta por la institución de salud
previsional; en el evento de que nada diga, se entenderá que acepta la propuesta de la
institución”.
Luego, el artículo 38 ter establece límites y criterios para establecer este cambio
unilateral de contrato, señalando que la Superintendencia fijará, mediante instrucciones
de general aplicación, la fórmula de dicha modificación unilateral.
41
En cuanto a los criterios para determinar los precios de los diferentes planes de salud
esta norma ha suscitado no pocas controversias. El año 2010 el Tribunal Constitucional
limitó las diferenciaciones que se establecían en las tablas de factores utilizadas para
determinar dichos valores, las cuales permitían diferencias de hasta 14 veces en las
tarifas de las respectivas “categorías” de afiliados.
No obstante, las Isapres mantienen la facultad para modificar unilateralmente los
precios de sus planes, en la forma que establece la ley. Esta constituye una evidente
excepción a las normas generales en cuanto a la formación del consentimiento, no sólo
porque permite la modificación unilateral de un contrato, sino porque además
contempla el mecanismo del “enrolamiento negativo” para llevar a cabo dicha
modificación.
Bastantes análisis ha suscitado esta norma, pues contradice el principio de
intangibilidad de los contratos, consagrado en nuestro ordenamiento jurídico en el
artículo 1545 del Código Civil, el cual establece que los contratos, al ser una
consecuencia directa de la voluntad de o mas personas contratantes, sólo pueden ser
modificados por un nuevo acuerdo de voluntades, vale decir, en forma bilateral.
También se ha dicho que, siendo el precio un elemento de la esencia de los contratos
onerosos como la compraventa o el arrendamiento de servicios, menos tolerable es su
modificación unilateral.
La razón de esta normativa excepcional es clara: el contrato en virtud del cual una
persona se afilia a una Isapre es un contrato aleatorio, es decir, en él una de las partes
se obliga a dar o hacer algo en contraprestación a una contingencia incierta de
ganancia o pérdida. En nuestro derecho positivo existen otros casos de contratos
aleatorios en que el principio de la intangibilidad es morigerado para evitar resultados
injustos. Tales casos son los estudiados bajo la doctrina de la teoría de la imprevisión.
Al existir dos principios yuxtapuestos: rebus sic stantibus y pacta sunt servanda,
consecuentemente encontramos disposiciones en uno y en otro sentido a lo largo de
nuestro derecho positivo. Lo importante, es que esta doctrina propone la modificación 42
en sede judicial- del contrato para evitar las eventuales asimetrías que pudieren
originarse durante la fase de cumplimiento del mismo, debido a caso fortuito o fuerza
mayor.
En el caso del artículo 38 Bis de la ley 18.933, la modificación no es determinada por el
juez, y tampoco por ley, sino por una de las partes, lo que hace aun más excepcional
esta disposición.
Existen otras relaciones contractuales en que los supuestos fácticos son similares. Por
antonomasia podemos mencionar aquí el contrato de seguro de automóviles. Para
hacer frente a inherente aleatoriedad de este tipo de contratos, las empresas
aseguradoras se valen de modernas técnicas de contratación, estudios estadísticos,
proyecciones masivas y una completa red de información contenida en las bases de
datos que construyen e intercambian.
En fin, es muy común que en los contratos de largo plazo o de duración indefinida
existan cambios de circunstancias que provoquen serios perjuicios a los proveedores.
Por ejemplo, el alza en el precio de determinados suministros podría impedir a un
proveedor seguir manteniendo la tarifa pactada con anterioridad. En estos casos,
efectivamente se hace necesario recurrir a alguna alternativa que permita continuar la
relación contractual sin dejar todo el peso de las nuevas circunstancias en los hombros
de una sola de las partes.
Respecto de las tarifas de las Isapres, existe es un modelo que permite enfrentar esta
eventualidad en forma unilateral, no así respecto de los demás contratos, en especial
los de consumo. Consideramos que en los contratos de consumo, una fórmula lícita de
precaver estos posibles cambios de circunstancias es pactar el precio en un formato
reajustable al valor de la moneda o sujeto a revisión en caso de determinadas
circunstancias, como alteraciones en el cambio de la moneda extranjera, etc.
43
1.5.
Conclusiones.
En materia civil, el silencio tiene valor en los siguientes casos:43
a)
Cuando la ley así lo establezca. Ya sea por vía de presunción, sanción o
elemento de la naturaleza de un vínculo jurídico.
b)
Cuando por mandato judicial así se determine (a priori).
c)
En virtud de la autonomía de la voluntad, cuando las partes acuerden que el
silencio constituirá aceptación.
d)
En aquellos casos en que opere el silencio circunstanciado (declarado ex post
por el tribunal).
No se puede considerar como silencio o inactividad la aceptación tácita, de la que se
desprende inequívocamente el consentimiento, por un acto que no implica una
manifestación expresada en palabras, pero constituye igualmente una conducta
encaminada a manifestar la conformidad de un sujeto respecto de una determinada
oferta o propuesta. En esta línea hay autores que consideran que incluso el silencio
circunstancial sería una forma calificada de aceptación tácita, postura que no
compartimos, como explicamos al inicio de esta exposición.
Por su parte, respecto de la eficacia volitiva del silencio en materia comercial, podemos
decir que tendrá valor en la misma forma que en materia civil, con especial énfasis en
el siguiente caso: Cuando se desprenda de los usos y costumbres (lex mercatoria) o de
las prácticas comerciales que hayan realizado previamente las partes. Por lo tanto, la
43
Según Orrego, 1º Cuando la ley le confiere tal efecto, expresamente; 2º Cuando las partes así
lo han convenido; y 3º Cuando las circunstancias que acompañan al silencio permiten atribuirle
el carácter de manifestación de voluntad.
Según Victorio Pescio, requiere de los siguientes requisitos: 1º Conocimiento de los hechos en
el que calla. 2º Silencio libre, exento de vicios. 3º Debe recaer sobre hechos jurídicamente
trascendentes. 4º Debe existir un precepto legal o una resolución judicial que obligue a
manifestarse bajo el apercibimiento de tener como aceptación la falta de respuesta. (p. 45)
44
figura del silencio circunstanciado adquiere un rol protagónico, de aceptación
indiscutida en este ámbito.
Por último, en materia de derechos del consumidor, el silencio no constituirá
aceptación, tal y como se desprende del artículo 3 letra a. La única forma válida de
emitir consentimiento será entonces verbalmente o por escrito. Sin embargo, y según
vimos, también en esta materia podrá manifestarse el consentimiento o por medio de
actos (incluyendo gestos o signos) de los cuales se desprenda inequívocamente la
voluntad. Nos inclinamos por negar eficacia a las cláusulas en que se pacte la validez
del silencio como aceptación, más aun si dichas cláusulas están contenidas en un
contrato de adhesión, pues sin duda estas cláusulas serían abusivas y atentatorias
contra otros principios del derecho de consumo, como la irrenunciabilidad anticipada de
derechos. Así mismo, pensamos que respecto de la aceptación del proveedor
eventualmente tendría lugar la figura de la aceptación por medio del silencio
circunstanciado,
considerando
los
requisitos
y
las
limitaciones
revisadas
precedentemente.
En ninguna materia, se podrá conceder valor alguno a una cláusula contenida en una
primera oferta en la que se establezca que el silencio del destinatario se considerará
como una aceptación, ya que de lo contrario, se vincularía al destinatario al nacimiento
de un contrato por una simple declaración unilateral del oferente, con la única
excepción de lo dispuesto en el artículo 2125 del Código Civil y aquellos casos
analogables.
45
CAPÍTULO II: LA RESPONSABILIDAD EN LA LPC.
2.1.
Introducción y nociones generales.
La responsabilidad es una materia ligada estrechamente con los deberes y derechos
de los consumidores y las obligaciones de los proveedores. Si bien la LPC establece
un estatuto de responsabilidad que atañe principalmente a Proveedores, también
alcanza a los Consumidores. Respecto de estos últimos, el Artículo 3 no sólo consagra
derechos, sino también impone obligaciones (letras b y f). En este sentido, la reforma
de 2004 incorporó nuevas normas respecto de la responsabilidad de los directores de
las asociaciones de consumidores, las cuales constituyen un contrapeso al carácter
meramente tutelar de la LPC, otorgando a que dichos representantes una mayor
responsabilidad respecto de las actuaciones de la asociación.
Una primera reglamentación respecto de esta responsabilidad, se refiere a todos
aquellos directores de una asociación que fuere disuelta por sentencia judicial (sanción
que opera al transgredirse alguna de las prohibiciones de la ley o por haber interpuesto
dos o más denuncias temerarias en 3 años), quienes no pueden volver a ser directores
de otra asociación de consumidores por el plazo de 2 años.44
Una segunda norma sobre la responsabilidad de los directores, más estricta que la
anterior, se refiere a la obligación de los directores de responder personal y
solidariamente de las multas y sanciones que se apliquen a la asociación de
consumidores por actuaciones que han sido calificadas como temerarias,45 cuando se
hayan ejecutado sin acuerdo de la asamblea. Dichas multas ascenderán a un máximo
44
Artículo 7 inciso 3 de la LPC.
45
Artículo 11 inciso 3 de la LPC.
46
de 50 UTM, respecto de acciones individuales, llegando hasta 200 UTM,46 cuando se
trata de acciones colectivas.47
Naturalmente, la LPC regula con mayor intensidad y precisión la responsabilidad de los
proveedores. Valiéndonos del artículo 3º letra c, diremos que esta responsabilidad
consiste en la “obligación del proveedor de reparar e indemnizar adecuada y
oportunamente al consumidor de los daños materiales y morales, en caso de
incumplimiento a lo dispuesto en la LPC”.48
En términos generales, la responsabilidad suele ser definida como la necesidad jurídica
en que se encuentra una persona de satisfacer una obligación.49 Como se sabe, si esa
obligación tiene su fuente en un contrato, dicha responsabilidad se denomina
contractual, y si su fuente es un acto -ajeno a todo vínculo contractual- que provoca
daño, será extracontractual. En cambio, si tiene origen en la infracción de imperativos
legales, será infraccional.
Esta distinción determina tanto la fuente donde se regula cada tipo de responsabilidad,
como los fines y alcances de la misma. Así, la finalidad de la responsabilidad
contractual y extracontractual naturalmente se asocia a intereses particulares de
resarcimiento, mientras que las sanciones de la responsabilidad infraccional tienen su
fundamento en el derecho penal económico sancionatorio, eminentemente público.
46
47
Artículo 50 E de la LPC.
BARROS, Andrea. Asociaciones de Consumidores y las Nuevas Facultades del Sernac.
Publicado en “Normas y comentarios ley 19496 sobre protección de los derechos de los
consumidores”, departamento de Estudios de la Cámara de Comercio de Stgo. Página 39.
48
CÁRDENAS BUSTAMANTE, Mario. Análisis jurídico de la Ley de Protección del consumidor,
Título V. Disponible en http://sinley.cl/?a=478
49
ABELIUK MANASEVIC, René: Las Obligaciones, Tomo I. Editorial Jurídica de Chile, cuarta
edición. Página 185.
47
Como hemos sostenido repetidamente a lo largo de este análisis, la responsabilidad en
la LPC es un tema que no ha sido tratado en forma orgánica. En el texto legal existen
diversas disposiciones que aisladamente conforman el sistema de responsabilidad en
materia de consumo. Dicha regulación muchas veces resulta insuficiente, por lo que en
la práctica hay constantes remisiones a la legislación común supletoria o a otras
fuentes formales. Asimismo, en la práctica han surgido diversas problemáticas y dudas
sobre su forma de aplicación, existiendo materias que no han tenido tratamiento
jurisprudencial unísono y tampoco han sido trabajadas en detalle por la doctrina. Sobre
algunas de estas problemáticas haremos referencia en este capítulo.
Comenzaremos por adelantar que lo característico del sistema de responsabilidad que
establece la LPC es su fraccionamiento. Las conductas que dan lugar a la
responsabilidad se sancionan en tres ámbitos diferentes: el contractual, el
extracontractual y el infraccional. Por una cuestión metodológica, identificaremos y
estudiaremos
separadamente
estos
tres
sistemas,
determinando
correspondientemente la legislación supletoria a la que debieran quedar sometidas las
diferentes acciones que emanan de la norma en estudio.
Clasificación de las clases de responsabilidad contenidas en la LPC.
2.2.
Responsabilidad contractual.
Ciertamente, el fundamento de la relación de consumo es el contrato en virtud del cual
el consumidor recibe por parte del proveedor un bien o servicio, pagando por ello un
precio o tarifa. Si bien dicha relación no se supedita en forma exclusiva a la vinculación
contractual, esta sin duda es su piedra angular.
No obstante, el incumplimiento de las normas contractuales no es el único origen de
responsabilidad, del mismo modo que el resarcimiento de dichos perjuicios no es su
único fin. Ya el inciso segundo del artículo 50 de la LPC señala alguna de las diversas
48
finalidades que persigue la responsabilidad en la LPC,50 evidenciando sus múltiples
fundamentos y propósitos. El sistema de responsabilidad contractual específico de la
LPC es sin duda más amplio que el que ofrece el derecho común, donde estos
mecanismos se estudian bajo el nombre de “efectos de las obligaciones”, (cuando más
bien se relaciona con los remedios legales para enfrentar el eventual incumplimiento de
éstas), mientras que en materia de consumo normalmente recibe el nombre de
“Garantía Legal”. Este es un sistema orgánico que -al igual que el Código Civil- divide
los remedios dependiendo de si la obligación incumplida es de dar o de hacer
(adquisición de productos o prestación de servicios).
No obstante, la Garantía Legal no es la única forma de responsabilidad contractual,
sino que más bien es un sistema especial de responsabilidad contractual que se aplica
sólo respecto de la relación de consumo. En efecto, ella tiene por objeto establecer
mecanismos ágiles y eficaces para solucionar incumplimientos que normalmente no
acarrean grandes perjuicios y que son bastante frecuentes en materia de consumo,
considerando sólo tres formas de resarcimiento: La reparación gratuita del producto; su
reposición; o la devolución del precio.
Una especie distinta de responsabilidad contractual dice relación con los perjuicios
ocasionados al consumidor en el marco de una relación de consumo válidamente
perfeccionada, como el daño generado por un producto defectuoso. Estos casos, sin
duda más complejos, dan lugar a una acción indemnizatoria y serán constitutivos de
responsabilidad contractual si es el incumplimiento de una regla del contrato el que ha
originado el daño. No obstante, si el daño se ha generado como consecuencia del
quebrantamiento de una obligación legal o del deber de cuidado, estaremos frente a un
caso de responsabilidad extracontractual, aunque esta diferenciación tiende a ser
50
“El incumplimiento de las normas contenidas en la presente ley dará lugar a las acciones
destinadas a sancionar al proveedor que incurra en infracción, anular las cláusulas abusivas
incorporadas en los contratos de adhesión, obtener la prestación de la obligación incumplida,
hacer cesar el acto que afecte el ejercicio de los derechos de los consumidores, a obtener la
debida indemnización de perjuicios o la reparación que corresponda”.
49
mucho más compleja en el caso de la responsabilidad por productos defectuosos,
como veremos más adelante.
2.2.1. Garantía Legal.
Concepto:
Es una facultad que la Ley consagra principalmente51 en sus artículos 19 al 22
(productos) y 40 y 41 (servicios) y que se aplica en subsidio de un pacto convencional
más garantista. En general consiste en otorgar al consumidor un derecho de opción
para solucionar el eventual incumplimiento de las obligaciones del proveedor en la
venta de un bien o en la prestación de un servicio.
Principales casos en los que puede hacerse efectiva:
a)
Casos en que el producto no cumpla con las normas de seguridad.
b)
Si lo informado en la etiqueta o rotulación del producto no es efectivo.
c)
El producto no sea apto para el uso o consumo al que está destinado o al que se
señale en la publicidad.
d)
No cumple con lo convenido entre la empresa y el consumidor.
e)
El producto presente deficiencias que no pudieron ser conocidos al momento de
su adquisición, “vicios ocultos”.
f)
El producto ha debido ser reparado dentro del término de la garantía más de una
vez, aunque sea por fallas diferentes.
Derechos que otorga la Garantía Legal:
51
La regulación y garantías de responsabilidad contractual se encuentran a lo largo de toda la
LPC.
50
En los casos señalados, el consumidor tiene siempre derecho a demandar la
“indemnización de perjuicios” que corresponda (esto es lo primero) y, adicionalmente,
“puede optar” entre las tres alternativas siguientes:
a)
Reparación gratuita del producto.
b)
Reposición del producto (previa restitución).
c)
Devolución del precio.
Estas tres diferentes opciones de reparación son facultativas y de elección exclusiva
del consumidor, sin que el proveedor pueda decidir por él.
La Garantía Legal tiene un plazo de tres meses desde la compra del producto y 30 días
hábiles en el caso de contratación de servicios, incluyendo el servicio de reparación.
Tratándose de productos perecibles, el plazo de la garantía se extiende hasta el
término indicado como fecha de vencimiento.
Corresponde precisar que tanto la doctrina como la jurisprudencia han sido uniformes
al señalar que éste es un derecho que no puede en caso alguno ser excluido por parte
del vendedor, lo que implica que cláusulas del tipo “no se aceptan cambios ni
devoluciones” no tienen cabida en nuestro ordenamiento jurídico. Aprobar esta
cláusula implicaría validar una condición impuesta unilateralmente por parte del
proveedor, y de considerarse un acuerdo de voluntades, este adolecería de nulidad en
conformidad a lo señalado en el artículo 4 de la LPC, que prohíbe la renuncia
anticipada de los derechos establecidos en dicha Ley.
En la responsabilidad por incumplimiento de una obligación de hacer (Garantía Legal
de servicios), la Garantía Legal adopta otras características, según lo establecido en
los artículos 40 y 41 de la LPC, que tratan fundamentalmente los servicios de
reparación, estableciendo obligaciones y derechos para el proveedor y el consumidor
respectivamente. De igual modo, existe un sistema especial de resarcimiento respecto
51
de la adquisición de productos cuyo contenido neto sea inferior al indicado en el
envase o empaque.52
2.2.2. Garantía Legal y “Cadena de comercialización”.
Otra particularidad de este sistema de responsabilidad es la facultad que tiene el
consumidor para dirigirse indistintamente en contra de los diversos integrantes de la
cadena de comercialización, facilitando la interposición de acciones judiciales por parte
de los consumidores, lo que queda expresado en el artículo 43 de la LPC, que
establece que “El proveedor que actúe como intermediario en la prestación de un
servicio responderá directamente frente al consumidor por el incumplimiento de las
obligaciones contractuales, sin perjuicio de su derecho a repetir contra el prestador de
los servicios o terceros que resulten responsables”, lo que en doctrina se denomina
“Proveedor aparente” o “Principio de intermediación”. Lo anterior, se relaciona con lo
dispuesto en el artículo 50 c) inciso 3 de la LPC, que establece -para efectos
procesales- que “se presume que representa al proveedor, y que en tal carácter lo
obliga, la persona que ejerce habitualmente funciones de dirección o administración
por cuenta o representación del proveedor…”.
Adicionalmente, el artículo 21 de la LPC establece la existencia de solidaridad legal
respecto del vendedor, el fabricante y el importador del producto, la cual opera tanto en
cuanto a la reparación del mismo, como respecto de la indemnización de los daños
causados por éste.
Esta misma solidaridad opera en las demás formas de responsabilidad en casos de
ausencia del vendedor por quiebra, término de giro u otra circunstancia semejante. Sin
52
Artículo 19.- El consumidor tendrá derecho a la reposición del producto o, en su defecto, a
optar por la bonificación de su valor en la compra de otro o por la devolución del precio que
haya pagado en exceso, cuando la cantidad o el contenido neto de un producto sea inferior al
indicado en el envase o empaque.
52
embargo, tratándose de la devolución de la cantidad pagada, la acción no podrá
intentarse sino respecto del vendedor.
Al respecto la LPC también consagra una especie de “contribución a las deudas” (muy
similar al propio de la solidaridad), bajo el nombre de “derecho de resarcimiento” en su
artículo 22.
Este sistema establecido por la LPC ha sido calificado dentro del tipo extracontractual
de responsabilidad, porque opera respecto de sujetos inicialmente ajenos al vínculo
entre el consumidor y el proveedor, como son el fabricante y el importador.53 Sin
embargo, la hemos comentado respecto de la responsabilidad contractual, por
encuadrarse dentro de la Garantía Legal. Compartimos en cierta medida la naturaleza
extracontractual de esta responsabilidad, pues esta especie de solidaridad tiene su
origen en la ley y no en el contrato de consumo propiamente tal.
2.2.3. Responsabilidad “complementaria” a la garantía legal.
Como vimos, la Garantía Legal es un sistema de responsabilidad que la ley establece
para cierta clase de incumplimientos, los cuales por regla general serán de “poca
monta” y consistirán en el quebrantamiento específico de alguna disposición de la LPC.
Su finalidad es dar una pronta solución a conflictos puntuales donde un incumplimiento
se solucionará (rápidamente y sin necesidad de judicializarse), con la reparación del
producto, su reposición o la devolución del precio pagado por éste.
Sin embargo, frente a otra clase de incumplimientos o infracciones que generan daños
que van más allá de los desperfectos del producto o servicio adquirido, surgen casos
de responsabilidad respecto de los cuales resulta insuficiente aplicar el régimen de
53
GONZÁLEZ, Jamira y TORREJÓN, Rodrigo, Responsabilidad civil por productos defectuosos
y aspectos procesales de la Ley 19496. Memoria de prueba para optar al grado de licenciado en
ciencias Jurídicas y Sociales. Facultad de Derecho Universidad de Chile. Profesor Germán
Vidal año 2004. Página 46.
53
Garantía Legal. El ejemplo más típico de este sistema es la “responsabilidad por
productos defectuosos”.
La venta de un bien que no cumple con un estándar de calidad o de seguridad
adecuado puede acarrear graves riesgos para el consumidor. Frente a la verificación
de un riego de este tipo, la exclusiva reparación del producto o la devolución del precio
normalmente no representará una “reparación e indemnización adecuada y oportuna
de todos los daños materiales y morales en caso de incumplimiento de cualquiera de
las obligaciones contraídas por el proveedor”, como exige la LPC.
2.2.4. Características la responsabilidad “complementaria”.
Podríamos definir la responsabilidad “complementaria” como aquella responsabilidad
civil general establecida en la LPC, que incluye tanto la responsabilidad por productos
defectuosos como la puramente contractual, que el afectado -normalmente el
consumidor-, está facultado para hacer valer con miras al resarcimiento de la totalidad
de los perjuicios sufridos. Sus principales características son las siguientes:
a)
Es autónoma e independiente de la Garantía Legal.
Tal como lo señala la ley, en sus artículos 20 y 41, esta acción subsiste respecto
de los perjuicios que la Garantía Legal no cubre.
b)
Es un tipo intermedio de responsabilidad contractual y extracontractual.
Si bien los daños producidos con la adquisición de un bien o servicio defectuoso
tienen un origen contractual, por cuanto implican un incumplimiento a las normas
del contrato y aquellas normas de cuidado establecidas en la LPC (que puedan
entenderse incorporadas a cada contrato específico), sin duda es evidente que su
alcance supera ampliamente la relación puramente contractual.
54
Por este motivo, los autores normalmente se han abstenido de clasificar esta
responsabilidad en uno u otro régimen (contractual o extracontractual). Así por
ejemplo, Enrique Barros ha señalado que “un camino es idear un estatuto legal
específico, otro, es dejar su desarrollo entregado a la doctrina y jurisprudencia.
En general, ambos caminos han sido igualmente explorados en el derecho
comparado”.54
Concordamos con esta posición, ya que para hacer valer esta clase de
responsabilidad, son más adecuadas las normas del derecho de daños que las
de los mecanismos de indemnización asociados a la resolución, ejecución
forzada o cumplimiento por equivalencia de los contratos. Cabe decir que este
tema ha sido extensamente tratado a propósito de la opción o cúmulo de
responsabilidades, no obstante consideramos que para estos casos, el perjuicio
normalmente no tendrá relación con la mora o con el incumplimiento de la
prestación debida, sino que con el incumplimiento del deber general de cuidado,
propio de la responsabilidad extracontractual. Por estos motivos, y porque se
trata de un tema largamente tratado en otros estudios, no profundizaremos
mayormente sobre este tipo de responsabilidad (por productos defectuosos) en
este ítem.
2.3.
Responsabilidad Infraccional o Contravencional.
Por responsabilidad infraccional debemos entender aquel sistema destinado a
sancionar el incumplimiento a normas administrativas de policía que “tienden a hacer
efectivo el cumplimiento de un orden objetivo general, antes que el interés individual de
las personas”,55 sistema que se vincula a lo que contemporáneamente se conoce como
Derecho Penal Económico.
54
BARROS BOURIE, Enrique. Tratado de responsabilidad extracontractual. Editorial Jurídica de
Chile. Primera Edición año 2009. Página 750.
55
Revista de derecho y Jurisprudencia, Tomo LXXXIII (1986), Nº2 (Mayo Agosto), sección 5.
55
Según el artículo 50 inciso 2º de la LPC, es aquella que tiene por objeto sancionar al
proveedor que incurre en una infracción de las normas que reglamentan la relación de
consumo. En este ámbito, el proveedor está expuesto a una doble sanción; por una
parte, la aplicación de la multa correspondiente a la respectiva infracción, mientras que
por otra, la reparación e indemnización de todos los perjuicios sufridos conforme a lo
dispuesto en el Artículo 3 letra f.
En materia de consumo, el sistema infraccional de responsabilidad tiene las siguientes
particularidades:
2.3.1. ¿Sistema de responsabilidad objetivo o subjetivo?
A pesar de tratarse de un tema discutible, consideramos que lo característico de esta
forma de responsabilidad es su objetividad, prescindiendo (por regla general) de la
culpa o el dolo como factores de atribución de responsabilidad, ya que basta el
incumplimiento para que esta se genere.
Ciertos autores han considerado que se trata de un sistema subjetivo, señalando que
“la responsabilidad infraccional por incumplimiento es aquella en que incurre(n) los
proveedores respecto de consumidor, que consiste en conductas con signos dolosos o
culposos, las cuales se castigan como genuinas contravenciones, aplicándose las
penas de multas”.56
56
IBÁÑEZ
ARENAS,
Paula
Xiomara
y
OPAZO
CONTRERAS,
Marcela
Andrea.
Responsabilidad infraccional de los proveedores en la ley 19.496 y su vinculación con el ámbito
penal. Memoria de prueba para optar al Grado Académico de Licenciado en Ciencia Jurídicas y
Sociales. Facultad de Derecho Universidad de Chile. Año 2004. página 7.
A modo de ejemplo, las autoras señalan que los artículos 18, 23, 29 y 38 son infracciones que
buscan sancionar una conducta “dolosa”, cuando la ley nada dice al respecto. Consideramos
errado este planteamiento, ya que de acuerdo a las reglas generales el dolo no se presume sino
en los casos legalmente establecidos.
56
Ciertamente, este tema es sumamente controvertido, sin embargo, gran parte de la
jurisprudencia ha considerado que se trata de un sistema de responsabilidad objetivo.57
Este criterio ha sido seguido tanto por los Juzgados de Policía Local como por las
cortes de apelaciones, donde se ha consolidado la tesis de que basta probar el hecho
de la infracción para dar lugar a esta responsabilidad, descartando consideraciones a
elementos subjetivos cuales serían el dolo o la culpa infraccional. Con ello también se
evitan los criterios jurisprudenciales dispares y la casuística, acentuándose la función
disuasiva de esta clase de sanciones.
Esta caracterización general del sistema de responsabilidad propio de la LPC,
encuentra diversas excepciones en ciertas disposiciones de la LPC que establecen
infracciones que sí toman en consideración elementos de orden subjetivo. Citaremos
las siguientes:
a)
57
Art. 23, donde el texto exige elementos subjetivos: “actuando con negligencia”.
Por todos puede citarse la memoria de prueba de OPAZO MOLINA, María. Recopilación y
análisis de Jurisprudencia en materia de Derecho del consumidor, Profesor guía Francisco
Fernández Fredes Facultad de Derecho, Universidad de Chile. 2005. Página 141. (Citado por
LARENAS GONZÁLEZ, Edison Mauricio. Ob Cit. Página 37).
Adicionalmente, citamos un fallo más reciente dictado por la segunda sala de la Corte Suprema,
con fecha 20/05/2008, en la causa Rol 6167-2007, caratulada “Claudio Soto Camarena con
Empresa Car S.A.”, que en su considerando tercero señala que “En efecto, nuestro Código Civil
establece como regla general para todas aquellas relaciones jurídicas que se desarrollan dentro
de un estatuto propio, las de la responsabilidad contractual; y para todas las demás, esto es, las
que nacen de un hecho, la responsabilidad extracontractual, en que se requiere, además de
otros factores, la concurrencia de uno de imputación, cual es, la culpa o dolo. En cambio, en la
responsabilidad contractual y lo mismo en la legal, basta el incumplimiento de lo pactado en un
caso, o del deber de comportarse de cierto modo, en el otro. Por eso, a falta de norma especial
en la ley, la responsabilidad legal queda regida, subsidiariamente, por las normas de los
artículos 1.545 y siguientes del Código Civil”. Sin embargo si aplicamos correctamente este
razonamiento, la responsabilidad infraccional no sería objetiva, sino que en ella solamente se
presumiría la culpa como ocurre en la contractual.
57
b)
Art. 28: “el que a sabiendas o debiendo saberlo induce a error o engaño respecto
de…”
También existen otras disposiciones que incorporan elementos equivalentes a
aspectos subjetivos, tales como:
a)
Artículo 13 LPC: En cuanto hace referencia a la negativa “injustificada” de venta.
b)
Artículo 25: Suspender “injustificadamente” la prestación de un servicio.
Estos elementos subjetivos, que exigen un actuar arbitrario por parte del proveedor,
son excepcionales, pues el sistema en general no alude a factores psicológicos
respecto de los incumplimientos. Por ello, consideramos que la objetividad de este
sistema se deduce caso a caso en la redacción de las normas infraccionales.
Es fundamental destacar que en la práctica también se atiende al elemento subjetivo
en la determinación de la cuantía de las multas aplicables a las respectivas
infracciones. Esta propiedad atenúa los efectos de un sistema objetivo, limitando el
monto de la responsabilidad a consideraciones subjetivas donde incidirán las
circunstancias propias de cada caso.
Sostenemos que la responsabilidad por las infracciones a la LPC es objetiva como
regla general y aún “estricta” respecto de determinadas faltas consagradas en la ley.
Por ejemplo: el cobro de un precio superior al exhibido o el deber de informar el precio,
son casos en los que ni siquiera se consideran causales de exoneración de
responsabilidad, y por tanto, el proveedor sólo podrá eximirse de ella acreditando que
no existió la conducta antijurídica.
Los efectos de esta discusión son sin duda determinantes, ya que en un régimen de
responsabilidad objetiva no sería necesario probar dolo o culpa por parte del
58
proveedor, lo que implica una ventaja importantísima para la defensa del consumidor,
que en un régimen subjetivo tiene a su cargo la probatio diabiolicae de -con sus medios
y conocimientos generalmente escasos- acreditar la concurrencia del factor de
atribución de responsabilidad “culpa o dolo” del proveedor.
La aplicación de responsabilidad contravencional del proveedor como un sistema
estricto u objetivo no ha sido homogénea y ha suscitado no pocos conflictos. Sin
embargo nos inclinamos por su procedencia, salvo expresión contraria en la norma, ya
que dentro de los fines de las sanciones del derecho penal económico resalta que esta
constituya un desincentivo para la realización de la conducta sancionada.
Naturalmente, resulta peligrosa la supresión del factor de atribución de responsabilidad
culpa o dolo, pues en casos excepcionales puede conllevar condenar a un proveedor
diligente y prudente. Respecto de esto último, es importante tener presente que este
sistema de responsabilidad atañe sólo a las faltas por infracciones legales sancionadas
con multas, y que en la determinación del monto de estas sí incidirá fuertemente el
“grado de negligencia” en que haya incurrido el infractor en cada caso.58
2.3.2. Caracterización del sistema de responsabilidad infraccional de la LPC.
¿Derecho penal económico o responsabilidad administrativa?
Algunos autores consideran que estas normas se vinculan exclusivamente al ámbito
administrativo, argumentando que al apuntar a un fin supraindividual se encuentra
“separada de los hechos punibles que caen en la esfera del derecho Penal”.59
Consideramos discutible esta posición, pues justamente el Derecho Penal tiene un
cariz público. Además, en este caso en particular, la responsabilidad devenida en
58
LPC, Artículo 24 inciso 4º. La ley Nº 20416, de fecha 3 de febrero de 2010, ordenó modificar
este artículo, sustituyendo la frase entre comas "el grado de negligencia en que haya incurrido
el infractor" por "los parámetros objetivos que definan el deber de profesionalidad del proveedor,
el grado de asimetría de información existente entre el infractor y la víctima, el beneficio
obtenido con motivo de la infracción".
59
LARENAS GONZÁLEZ, E. Ob cit. Página 36.
59
multas claramente no representa un resarcimiento particular, sino un medio de
disuasión que beneficia a la comunidad toda.60 Por otra parte, los procedimientos
administrativos son dirigidos y conocidos por órganos de la autoridad, y muchas veces
resueltos por la misma (al menos en una primera instancia), mientras que en el caso
particular, conocen los tribunales de justicia competentes.
Nos parece equívoco englobar estas sanciones dentro de la responsabilidad
administrativa, ya que ésta por naturaleza se aplica a los actos ejecutados por alguno
de los órganos de la administración través de sus funcionarios. No obstante, nos
parece interesante la ponencia de Carlo Enrique Paliero donde estudia una posible
reforma en el sistema Español, estableciendo “lineamientos de una política
sancionadora en el sector de los comportamientos económicos, orientada al
instrumento administrativo sancionador”, sistema en el cual indaga las sanciones a
delitos económicos que podrían ser sancionadas desde la sede administrativa y no
judicial-punitiva propiamente tal.61
También podría argüirse que dichas infracciones, al estar bajo el conocimiento de los
JPL serían normas de policía, y no punitivas en su sentido clásico. Esto no podría ser
de otro modo, ya que la pena en este caso consiste principalmente en multas y no
privación de libertad, como sucede normalmente en los procedimientos penales
propiamente tales. Sin duda incluir las infracciones a la LPC dentro de la competencia
de los tribunales penales implicaría sobrecargar sus funciones con juicios sobre multas.
60
El artículo Artículo 61 de la LPC señala que: “las multas a que se refiere esta ley serán de
beneficio fiscal”.
61
ENRICO PALIERO, CARLO. La sanción administrativa como medida moderna en la lucha
contra la criminalidad económica. Publicado en Hacia un Derecho Penal Económico Europeo.
Estudios Jurídicos, Universidad autónoma de Madrid, 1995. Págs. 469 y siguientes.
En similares lineamientos citamos el trabajo de MAZZACUVA, NICOLA: Sanciones
administrativas y sanciones penales en materia de ilícitos societarios, Ob Cit. Página 681.
60
La particular sanción de multa se encuentra consagrada en el artículo 21 del Código
Penal, que la define como “aquellas penas accesorias de naturaleza pecuniaria”. Sin
duda dichas sanciones están vinculadas al ámbito penal, siendo éste su natural
derecho supletorio.
En Chile no se han establecido delitos relacionados con el derecho del consumidor en
el código penal. El Código Penal Español de 1995 en cambio, consagra diversos tipos
de ilícitos penales en los artículos 283 y 284, haciéndose más evidentes en dicha
legislación las convergencias de ambas ramas del derecho. A este respecto
recalcamos las altas sanciones punitivas a la que se exponen los proveedores
infractores de las normas españolas.62
Siguiendo esta línea, recalcamos que el objeto de esta clase de responsabilidad es
justamente preservar el Orden Público Económico, en virtud del cual el estado cautela
la debida concordancia entre el interés individual de los contratantes y el interés
general. Para ello, impone a los particulares ciertas normas que permiten un
mejoramiento sustantivo de las fallas de mercado o simplemente previene,
desincentiva o castiga las malas prácticas.
62
Artículo 282. (Artículo modificado por la Ley Orgánica 15/2003, de 25 de noviembre)
“Serán castigados con la pena de prisión de seis meses a un año o multa de 12 a 24 meses los
fabricantes o comerciantes que, en sus ofertas o publicidad de productos o servicios, hagan
alegaciones falsas o manifiesten características inciertas sobre los mismos, de modo que
puedan causar un perjuicio grave y manifiesto a los consumidores, sin perjuicio de la pena que
corresponda aplicar por la comisión de otros delitos.”
Artículo 283.
“Se impondrán las penas de prisión de seis meses a un año y multa de seis a dieciocho meses
a los que, en perjuicio del consumidor, facturen cantidades superiores por productos o servicios
cuyo costo o precio se mida por aparatos automáticos, mediante la alteración o manipulación de
éstos.”
61
El derecho penal económico es una rama jurídica relativamente nueva. Se ha señalado
que su origen radica en “la transformación del orden económico con las consiguientes
repercusiones en las relaciones sociales, lo cual ha potenciado la aparición de nuevas
conductas de enriquecimiento, que basadas en el engaño, se aprovechan de las
posibilidades que ofrece una economía fundamentada en la intensidad del crédito y en
la velocidad del tráfico comercial. Fraudes realizados bajo el telón de sociedades
anónimas, formas de competencia desleal, uso de información privilegiada en el ámbito
bursátil, utilización abusiva de determinados medios de pago o fraude de subvenciones
constituyen, tan sólo, una muestra de tales conductas”.63
En este sistema de responsabilidad, el bien jurídico protegido es necesariamente
supraindividual, ya que lo que se lesiona con la conducta prohibida es el orden Público
Económico. Es más, en gran parte de estos delitos la víctima tendrá un carácter
anónimo o inconcretable.
Por estos motivos este tipo de infracciones no pueden entenderse como protectoras de
bienes particulares, como el patrimonio de una persona, su vida o su dignidad, sino de
bienes abstractos y difusos como el derecho a la salud, a información veraz y oportuna,
la libertad de elección, etc; cuya custodia y respeto debe tutelarse para permitir el
correcto funcionamiento del mercado.
Algunas características del Derecho Penal Económico, son:
a)
Dispersión: Los delitos económicos se encuentran, por lo general, en una ley
especial o en varias de ellas.
b)
Mutabilidad: Las normas penales económicas se relacionan directamente con la
situación económica de cada país, por ella es que asumen un carácter
coyuntural.
63
Ibidem. Página 15.
62
c)
Rigor: Atendido a las repercusiones sociales de los ilícitos económicos, se amplía
o se diversifica el arsenal punitivo de sistema tradicional, respondiendo a las
exigencias de mayor incriminación y disuasión.64
2.3.3. Principales casos de responsabilidad infraccional contenidos en la LPC y
sus respectivas sanciones. 65
a)
Negativa injustificada de venta de un bien o prestación de un servicio.
Se encuentra establecida en el artículo 13 de la LPC que prescribe que “Los
proveedores no podrán negar injustificadamente la venta de bienes o la
prestación de servicios comprendidos en sus respectivos giros en las condiciones
ofrecidas”.
En estos casos la sanción aplicable será de hasta 50 UTM, según la regla
general establecida en el artículo 24 inciso 1º.
b)
La obligación de que los sistemas de seguridad y vigilancia que mantengan los
establecimientos comerciales sean respetuosos de la dignidad, y derechos de las
personas, contenida en el artículo 15 de la LPC.
c)
64
Cobro de un precio superior al exhibido, artículo 18 de la LPC.
ROMERA, Oscar Eduardo. Protección Penal del Consumidor. Análisis de la Ley 24.240 y su
reglamentación. Ediciones Depalma, Buenos Aires, Argentina, 1999. Págs. 7-9. (Citado por
IBÁÑEZ ARENAS, Paula Xiomara y OPAZO CONTRERAS, Marcela Andrea, Ob Cit).
65
En este apartado nos hemos orientado en la Memoria de Prueba de don LARENAS
GONZÁLEZ, Edison Mauricio, Las acciones de protección a los consumidores en la ley 19.496 y
el Derecho Comparado y su procedimiento. Facultad de Derecho Universidad de Chile, profesor
guía: Germán Vidal Duarte. Año 2004.
63
La sanción aplicable a estas infracciones, nuevamente será de hasta 50 UTM.
d)
Fallas o deficiencias en la calidad, cantidad, identidad, sustancia, procedencia,
seguridad, peso o medida del respectivo bien o servicio atribuibles a la
negligencia del proveedor.
Se encuentra establecida en el artículo 23, el cual señala que “Comete infracción
a las disposiciones de la presente ley el proveedor que, en la venta de un bien o
en la prestación de un servicio, actuando con negligencia, causa menoscabo al
consumidor, debido a fallas o deficiencias en la calidad, identidad, sustancia,
procedencia, seguridad, peso o medida del respectivo bien o servicio”.
Como lo comentábamos, esta disposición es evidentemente de tipo subjetiva, por
lo que el proveedor podrá salvar su responsabilidad acreditando la debida
diligencia.
No debemos confundir la “calidad de un bien”, que es su aptitud para satisfacer la
finalidad a la que se destina, con la “seguridad” del mismo, que constituye aquella
condición en la cual el bien o el servicio no produce daños a la persona o los
bienes de un consumidor. Un producto puede ser de mala calidad, pero no
necesariamente inseguro y viceversa.
La multa aplicable a dicha infracción es de hasta 50 UTM. Sin embargo, aumenta
al rango de 100 a 300 UTM en el caso de que esta sea realizada por
organizadores de espectáculos públicos, incluidos los artísticos y deportivos, y
consista en poner en venta una cantidad de localidades que supere la capacidad
del respectivo recinto. Igual sanción se aplicará a la venta de sobrecupos en los
servicios de transporte de pasajeros, con excepción del transporte aéreo.
64
e)
Suspensión o paralización de un servicio. Se encuentra establecida en el artículo
25 de la LPC, que establece 2 tipos de infracción:
“La suspensión, paralización o no prestación, sin justificación, de un servicio
previamente contratado y por el cual se hubiere pagado derecho de conexión, de
instalación, de incorporación o de mantención, será castigado con multa de hasta
150 unidades tributarias mensuales. En este caso, el proveedor mantiene la
posibilidad de enervar la acción demostrando que dicha infracción fue justificada,
aduciendo por ejemplo, caso fortuito o fuerza mayor.
Cuando el servicio de que trata el inciso anterior fuere de agua potable, gas,
alcantarillado, energía eléctrica, teléfono o recolección de basura o elementos
tóxicos, los responsables serán sancionados con multa de hasta 300 unidades
tributarias mensuales.”
f)
Infracciones relativas a la publicidad:
La publicidad se encuentra definida en el artículo 1 Nº 4 de la LPC, que señala
que consiste en “la comunicación que el proveedor dirige al público por cualquier
medio idóneo al efecto, para informarlo y motivarlo a adquirir o contratar un bien o
servicio”.
Sin perjuicio de que las condiciones objetivas contenidas en la publicidad se
entienden incorporadas al contrato respectivo, lo cual más que una sanción
infraccional constituye un derecho sustantivo en favor del consumidor, existen
infracciones en esta materia que sí conllevan sanciones punitivas.
Las infracciones que la ley contempla en esta materia son:
Difusión de publicidad falsa o engañosa en los medios de comunicación social,
contenida en el artículo 28 de la LPC.
65
Difusión publicitaria que produzca confusión en los consumidores respecto de
signos distintivos de cada proveedor, establecida en el artículo 28 A de la LPC.
En estos casos, los infractores se exponen a las más altas multas: hasta 750
UTM para la publicidad engañosa, mientras que si afecta la salud o la seguridad
de la población o del medio ambiente puede subir hasta 1000 UTM. En caso de
reincidencia el juez puede duplicar esta multa, considerando como reincidencia
las infracciones reiteradas más de dos veces en un año calendario.
g)
Errores u omisiones en la rotulación de un producto, conforme al Artículo 29 de la
LPC que señala que:
“El que estando obligado a rotular los bienes o servicios que produzca, expenda o
preste, no lo hiciere, o faltare a la verdad en la rotulación, la ocultare o alterare,
será sancionado con multa de cinco a cincuenta unidades tributarias mensuales.”
h)
Incumplimiento del deber de información, artículo 30.
Que se refiere a la enunciación clara del precio o tarifa del bien o servicio
respectivo en las vitrinas, anaqueles o estanterías en que estos estuvieren
situados. En este caso, la sanción también será de hasta 50 UTM conforme a las
reglas generales.
i)
Infracciones relativas a ofertas y promociones.
Deber de informar al consumidor sobre las bases de la misma y el tiempo o plazo
de su duración (Artículo 35), el monto o número de premios y el plazo en que se
podrá reclamar (Artículo 36).
66
Conforme a lo dispuesto en el artículo 24 inciso 1 de la LPC, respecto del
incumplimiento de estas obligaciones legales (que no tienen asignada una multa
específica), corresponde aplicar la responsabilidad contravencional común de la
LPC, es decir, multas de hasta 50 UTM.
j)
Infracciones o contravenciones a las normas relativas al crédito del consumidor,
establecidas en los artículos 39 y 39A, que sanciona el cobro de intereses
superiores a los establecidos en el artículo 6 de la Ley 18.010, sobre operaciones
de crédito en dinero, es decir, el interés corriente existente al momento de la
convención, aumentado en hasta un 50% (interés máximo convencional). El
interés corriente en cambio, es el que resulta del promedio cobrado por los
bancos e instituciones financieras establecidas en Chile.66
k)
Infracciones relativas a la responsabilidad por productos defectuosos.
Con la reforma del año 2004 se estableció que los proveedores deben adoptar
especiales provisiones para la correcta información del consumidor, con ocasión
de la venta de determinados bienes o servicios que por sus componentes o
características pudieren significar un daño para la salud o seguridad de las
personas. El artículo 45 impone este deber, señalando que su infracción acarrea
multas de hasta 750 UTM.
2.3.4. Características del sistema de responsabilidad infraccional establecido en
la LPC.
Del análisis literal de las disposiciones transcritas en el numeral anterior, podemos
sostener que no existe un principio general de responsabilidad por incumplimiento, sino
situaciones particulares que revisten las siguientes características:
66
Norma complementada y modificada largamente por la Ley 20.416.
67
a)
Sólo algunas de las normas que establecen obligaciones para los proveedores
consagran explícitamente su carácter infracional, por ejemplo los artículos 18, 23
y 28 de la LPC, en el resto de los casos el carácter contravencional se desprende
de la interpretación armónica de sus disposiciones.
b)
Al parecer, la mayoría de los tipos infraccionales de la LPC son objetivos, en
cuanto no atienden a la negligencia o cuidado del infractor, lo que ha generado
un gran debate en doctrina. No obstante, también existen ilícitos con
presupuestos subjetivos que dan lugar a excepciones relacionadas con una
conducta diligente (Artículos 13, 23 y 4767).
c)
Si bien la mayoría de las multas aplicables a tales tipos es de hasta 50 UTM,
encontramos a su vez sanciones especiales para ciertas infracciones que
superan con creces dicho monto.
Respecto de esto último recalcamos que en el derecho comparado encontramos
sanciones que incluyen penas aflictivas.
2.3.5. Derecho supletorio aplicable a esta clase de responsabilidad.
Basados en el análisis precedente, y en la jurisprudencia (sobre todo en el fallo de la
Corte de Apelaciones de Concepción que comentaremos con mayor profundidad a
67
“Declarada judicialmente o determinada por la autoridad competente de acuerdo a las normas
especiales a que se refiere el artículo 44, la peligrosidad de un producto o servicio, o su
toxicidad en niveles considerados como nocivos para la salud o seguridad de las personas, los
daños o perjuicios que de su consumo provengan serán de cargo, solidariamente, del productor,
importador y primer distribuidor o del prestador del servicio, en su caso.
Con todo, se eximirá de la responsabilidad contemplada en el inciso anterior quien provea los
bienes o preste los servicios cumpliendo con las medidas de prevención legal o
reglamentariamente establecidas y los demás cuidados y diligencias que exija la naturaleza de
aquéllos.”
68
propósito del capítulo que trata la prescripción en la LPC), consideramos que las reglas
de fondo aplicables a la responsabilidad por las faltas a que nos hemos referido en
este capítulo, se regirán por las normas del Código Penal por tratarse del derecho
supletorio que rige las sanciones derivadas del Derecho Penal Económico.
Destacamos que este razonamiento no sólo se ha aplicado respecto de las normas
infraccionales contenidas en la LPC, sino que la jurisprudencia lo ha extendido a
infracciones propias de otras áreas (incluso administrativas) donde a falta de reglas
específicas, su juzgamiento se remite a la normativa penal:
a)
Multas por infracciones al Código Sanitario.68
b)
Infracciones tributarias sancionadas con multas.69
c)
Multas aplicadas por la Superintendencia de Electricidad y Combustibles.70
2.4.
68
Responsabilidad Extracontractual y “Precontractual”.
Corte Suprema, 03/08/2009, causa Rol 3283-2009, “Empresa Eléctrica de Aysén S.A. con
Superintendencia de Electricidad y Combustibles”; Corte Suprema, 11/05/2010, causa Rol
4627-2008 “Alejandro Weinstein Manieu con Instituto de Salud Pública ISP”, ambas con votos
disidentes.
69
Corte Suprema, 29/09/2004, causa Rol 1599-2004. (Previo a la dictación de la ley 19.506,
que estableció que "las acciones para perseguir las sanciones de carácter pecuniario y otras
que no accedan al pago de un impuesto, prescribirán en el plazo de tres años contados desde
la fecha en que se cometió la infracción", llenando el vacío legal previo). En el mismo sentido:
Iltma. C.A. de Concepción, 23/03/2011, causa Rol 1409-2010.
70
Dictamen Nº 14571 de fecha 22-03-2005, de la Contraloría General de la República. El
criterio contenido en este dictamen es de suma importancia, pues si bien las sanciones
administrativas no son penas, establece que los principios del derecho penal son aplicables a
los procedimientos sancionatorios.
69
Las disposiciones de la LPC sobre este tipo de responsabilidad se encuentran
establecidas casuísticamente y con escasa claridad, por lo que han surgido diversas
discusiones al respecto. Hay quienes incluso descartan la posibilidad de que lo
dispuesto en la LPC implique escenarios de responsabilidad extracontractual,71
aseverando que existe sólo responsabilidad infracional y contractual. No compartimos
esta perspectiva, al igual que la jurisprudencia consultada al respecto,72 la cual señala
que tal como ocurre en el derecho privado ordinario, existe responsabilidad
extracontractual del proveedor cuando “cuando el incumplimiento no deriva de las
obligaciones del contrato”,73 ampliando el concepto de relación de consumo.
Consideramos que muchas de estas conductas sí están tipificadas como ilícitos
infraccionales generadoras de responsabilidad extracontractual, sin embargo, las otras
deberán analizarse caso a caso para determinar si se ha infringido o no el deber de
cuidado.
Dentro la responsabilidad extracontractual, hemos considerado aquellos casos
“precontractuales”, donde a pesar de no haberse perfeccionado el acto de consumo
propiamente tal, un consumidor sufre menoscabos que originan responsabilidad para
un determinado proveedor. Algunos tribunales han acuñado el término de
“consumidores potenciales” para referirse a esta clase de legitimario activo.74
71
IBÁÑEZ
ARENAS,
Paula
Xiomara
y
OPAZO
CONTRERAS,
Marcela
Andrea.
Responsabilidad infraccional de los proveedores en la ley 19.496 y su vinculación con el ámbito
penal. Memoria de prueba para optar al Grado Académico de Licenciado en Ciencia Jurídicas y
Sociales. Facultad de Derecho Universidad de Chile. Año 2004. Página 7.
72
Iltma. C.A. de Concepción, 24 de diciembre de 2007, causa rol 174-2005. Iltma. C.A. de
Valparaíso, 01 de diciembre de 2008, causa rol 863-2008.
73
Iltma. C.A. de Santiago, 21 de Septiembre de 2009, en la Causa Rol 5883-2008.
74
WALKER DEL RÍO, Agustín. Ámbito de aplicación de la Ley de protección de los derechos de
los consumidores. Memoria de prueba para optar al Grado Académico de Licenciado en Ciencia
Jurídicas y Sociales, profesor guía, José Roa. Facultad de Derecho Universidad de Chile. Año
2008. Página 11.
70
La responsabilidad extracontractual normalmente se producirá como consecuencia de
una infracción a la LPC que acarree daños a un consumidor. Como lo comentábamos
anteriormente, la manifestación más estudiada respecto de la responsabilidad
extracontractual es la responsabilidad por productos defectuosos. Si bien en ella media
un contrato entre las partes, la responsabilidad no se genera por un incumplimiento
puntual de las reglas específicas de dicho contrato (entregar la cosa o prestar el
servicio / pagar el precio o tarifa), sino de aquellas relacionadas con lo que
denominamos “Deberes de Corrección”, derivados de la buena fe que rodea el acervo
contractual.
La circunstancia de que el legislador haya aludido a los deberes de cuidado a través
del establecimiento de tipos infraccionales, no significa que la responsabilidad se agote
en tales hipótesis. Por regla general, la determinación legal o reglamentaria (a priori) de
ciertos deberes no supone una regulación exhaustiva de la materia, de modo tal que
aún existiendo esta regulación legal, el juez (ex post) está facultado para determinar
deberes de cuidado no previstos expresamente por el legislador (debiendo acreditarse
la ilicitud y el factor de atribución de responsabilidad en su caso). Por esto último, el
cumplimiento del estándar legal no siempre calza con el cuidado debido, así por
ejemplo, en días de lluvia o neblina quizás no es tan prudente manejar a 120
kilómetros por hora en la carretera. De ahí que se diga que la infracción de una norma
legal permite dar por acreditada la culpa, pero el cumplimiento de todas las normas
legales no necesariamente garantiza que se haya actuado con la diligencia debida.75
2.4.1. Casos de responsabilidad extracontractual de mayor relevancia práctica.
a)
Perjuicios sufridos por el consumidor asociados a la responsabilidad infraccional
del proveedor.
75
BARROS BOURIE, Enrique. Tratado de responsabilidad extracontractual. Editorial Jurídica de
Chile. Primera Edición año 2009. Página 102.
71
Normalmente, la responsabilidad extracontractual nace como consecuencia de la
comisión de una infracción por parte del proveedor. Sancionada ésta, el factor de
antijuridicidad que requiere esta responsabilidad se verifica en la sentencia que
sanciona la falta.
b)
Perjuicios o menoscabos personales sufridos por un consumidor, en el contexto
de una relación de consumo desligados de la adquisición de un producto o
servicio.
Normalmente también serán consecuencia de una infracción, pero por su
importancia y ocurrencia consideramos conveniente separarlos. Los casos
prácticos más frecuentes de esta responsabilidad son:
(i) Accidentes dentro de un local comercial.
En este caso, existirá responsabilidad cuando el accidente haya sido producido o
provocado por el proveedor, ya sea a través de actos positivos o de omisiones al
deber de cuidado. En estos casos han sido bastante discutidos los factores de
atribución de responsabilidad y los daños efectivamente indemnizables.
(ii) Robos ocurridos dentro de un local comercial.
En esta materia destacamos la reiterada jurisprudencia que ha anulado las
exenciones unilaterales de voluntad a través de carteles o letreros del tipo “la
empresa no se hace responsable”. También destacamos la jurisprudencia dictada
respecto de la función de las cámaras de seguridad. En el caso robos a
automóviles ubicados en estacionamientos pagados, la jurisprudencia ha
72
considerado que mediaría un vínculo contractual cuya diligente ejecución
importaría el cuidado de los vehículos.76
(iii) Maltrato contra un consumidor por parte de guardias de seguridad.
(iv) Responsabilidad por productos defectuosos.
Ya hicimos referencia a esta clase en el punto 2.2.4., a propósito de la
responsabilidad contractual, advirtiendo que los daños ocasionados en este
contexto han sido reconocidos en ambos sistemas responsabilidad.
En el derecho civil también se han ido difuminando las barreras que originalmente
separaban los sistemas extracontractual y contractual de responsabilidad.
Primero, y de un modo notorio, se extendió la reparación de los daños morales a
la sede contractual, y paralelamente la jurisprudencia extendió la aplicación de
otras consideraciones del primer sistema al segundo, como la reducción en la
apreciación del daño según la exposición negligente de la víctima (Artículo 2330
del Código Civil) y la consecuente orientación casuística y concreta del sistema
(en oposición a la división abstracta / objetiva que otrora separara ambos
sistemas).
Del mismo modo, jurisprudencia reciente ha considerado incluso que la misma
responsabilidad
contractual
puede
abrir
camino
a
la
responsabilidad
extracontractual cuando sus efectos superan el plano propio de lo contractual.77
76
A modo de ejemplo, citamos a este respecto el fallo dictado por la Cuarta sala de la Iltma.
C.A. de Santiago con fecha de fecha 20 de enero de 2010, en la causa Rol: 11533-2009.
77
Al respecto nos parece interesante citar el fallo de la Corte Suprema dictado con fecha
27/07/2010 en la causa Rol: 4670-2010, caratulada “Mario Antonio Vergara Pastene con Banco
Estado”, donde rechazando un recurso de Casación en el Fondo (deducido en base a que el
recurrido invocó normas de reparación extracontractual existiendo un convenio previo), la Corte
consideró que “...efectivamente existió en la especie un vínculo contractual que se originó en el
73
2.4.2. Responsabilidad pre-contractual en la LPC.
Aplicada esta forma de responsabilidad a aquellos casos en que existen perjuicios
ocasionados con anterioridad a la celebración del acto de consumo, se ha señalado
que “no hay aquí incumplimiento de una obligación contractual, o un acto jurídico
oneroso, ya que la oferta es un paso previo a la celebración del contrato mismo, es
decir, una responsabilidad precontractual, que nace a la vida del derecho antes de
perfeccionarse el contrato que le servirá de fuente”.78 Con ello se ha extendido el
concepto de consumidor que establece el artículo 1 Nº 1 de la LPC a los escenarios
previos al perfeccionamiento del acto de consumo propiamente tal, cuando se incurre
en responsabilidad por incumplimiento de los “deberes de corrección”, obligaciones
legales propias de la etapa previa, comportamientos negligentes o generación de
riesgos (“consumidores potenciales”).
Entre los múltiples deberes que la ley establece para este tramo de la relación de
consumo destacamos aquellos relacionados con la información: como la obligación de
informar el precio; información relativa al rotulado; y las relacionadas con la publicidad
(como la prohibición de generar publicidad falsa o engañosa). La infracción de estos
deberes implica una contravención no sólo de la ley, sino también una trasgresión a
principios fundamentales de la contratación, como la buena fe, lo que algunos autores
convenio de pago, mediante el cual el demandante obtuvo de su acreedor la reprogramación de
su deuda y que al no haberse dispuesto lo necesario para respetar dicho acuerdo por el Banco,
ordenando que se suspendieran las acciones judiciales incoadas en contra del deudor, se
incurrió por su parte en un incumplimiento contractual (...) pero que no excluye de modo alguno
la circunstancia de que la actuación que ocasionó, en la práctica, los perjuicios y detrimentos
reclamados por el actor (...) constituye(n) un acto material que excedió el ámbito meramente
contractual y que se sitúa en el área de la responsabilidad extracontractual”. (Considerando 6º).
78
Considerando 11 del fallo dictado por la Iltma. C.A. de Concepción con fecha 24 de diciembre
de 2007, en la causa Rol 174-2005, caratulada “Emiliano Arias Madariaga con SODIMAC S.A.”,
donde el demandante se electrocutó al revisar una lámpara que pretendía adquirir.
74
han denominado “deberes de corrección”.
Un deber de corrección esencial es el de
entregar información veraz y oportuna sobre los bienes y servicios ofrecidos, su precio,
condiciones de contratación y otras características relevantes de los mismos que
nuestra ley consagra en Artículo 3 letra b) de la LPC.
El alejamiento, por parte del proveedor, de los deberes de buena fe y corrección a
través de la información y publicidad dirigida al consumidor, puede llevar a este a
incurrir en error sobre el objeto del acto, o las cualidades de la cosa, es decir, sobre los
elementos decisivos para la determinación de la voluntad.
Se ha dicho que si el consumidor detecta la falsedad de información antes de celebrar
el contrato, existirá responsabilidad precontractual propiamente tal, ya que el proveedor
deberá resarcir el daño al interés negativo del consumidor que incurrió en gastos, o se
privó de otros negocios, por esperar confiadamente la formación del contrato al que la
falsa información lo había alentado. Sin embargo, si la detecta después de contratar, el
consumidor podrá solicitar la nulidad del negocio por error o incluso por dolo.79
Naturalmente, la responsabilidad precontractual del proveedor dependerá de la
comprobación de la real incidencia de la falsa información sobre el error del
consumidor.
Por último, a este respecto, recalcamos que gran parte de estos incumplimientos
precontractuales, se subsumen dentro de los ilícitos infraccionales tipificados por la
LPC, por lo que esta discusión doctrinal no tiene mayor relevancia práctica.
2.5.
Aspectos procesales del sistema de responsabilidad establecido en la
LPC, en particular de las acciones civiles.
79
STIGLITZ, Rubén y STIGLITZ, Gabriel. Responsabilidad precontractual, incumplimiento del
deber de información. Abeledo – Perrot, Argentina 1992. Página 140.
75
Como se sabe, el procedimiento a aplicable a las acciones sustentadas en la LPC se
lleva a cabo ante el JPL competente, distinguiéndose según si se trata de acciones
individuales o de acciones que protejan el interés colectivo o difuso de los
consumidores, conforme al artículo 51 LPC.
Esta determinación es, sin duda, adecuada respecto de las acciones que persiguen la
responsabilidad infraccional, pero ha sido cuestionada respecto de las acciones que
persiguen la responsabilidad civil, materia normalmente conocida por los juzgados de
letras.
No obstante, se ha argumentado la conveniencia de que los JPL conozcan las
acciones propiamente civiles derivadas de la LPC, sobre todo cuando son robustecidas
con normas de derecho común (por ejemplo -y según veremos en el próximo capítulopara regular su prescripción), señalando que “no resulta oportuno en estas
circunstancias que la indemnización se solicite en un juicio en sede ordinaria, ya que la
economía procesal y los costos adversos para el consumidor para invocar la tutela
jurisdiccional de sus derechos, como también la dilación que entraña la prosecución si
se adoptara el procedimiento indicado, es que se debe estar al procedimiento
contemplado por la ley de Protección al Consumidor, procedimiento sencillo y en teoría
expedito ante los Juzgados de Policía Local, habilitando al consumidor para
promoverlo y concentrando su tratamiento en la forma allí establecida, que ha sido por
lo demás, la constante que ha imperado en las últimas reformas legislativas, como la
procesal penal, familia y del trabajo, donde se destacan los principios de inmediación,
oralidad y concentración”.80
Sin embargo, en la práctica se suscitan diversos conflictos, pues incluso ha habido
casos donde ni los propios JPL se han considerado competentes para conocer las
acciones civiles, y viceversa, los jueces de letras tampoco respecto de las acciones
80
Iltma. C.A. de Concepción, fecha 24 de Diciembre de 2007, considerando 5º. Fallo publicado
y comentado en la Revista de Derecho de la Universidad de Concepción Vol XXIII Nº 1, Julio de
2010.
76
derivadas de la LPC. Con ello, las acciones muchas veces quedan en el aire. Este es
uno de los puntos que trataremos a continuación.
2.5.1. Aspectos procesales controvertidos.
Las distinciones y clasificaciones realizadas con anterioridad, nos permitirán abordar
mejor las controversias que existen en torno a los aspectos de carácter procedimental
y los mecanismos establecidos para perseguir los distintos tipos de responsabilidad
derivados de la LPC.
A continuación desglosaremos algunas de estas principales problemáticas:
a)
¿Es necesaria la preexistencia de una sentencia que establezca la
efectividad de que se ha incurrido en una infracción (multa) para que sea
procedente la indemnización por los daños que ella generó?
Esta discusión es sumamente relevante en la práctica, ya que determina la viabilidad
de las acciones civiles e incide en la eventual prescripción de las mismas.
La jurisprudencia no ha sido unánime en esta materia, aunque se advierte la tendencia
de los tribunales superiores de Justicia a separar e independizar cada tipo de
responsabilidad, por lo que una no sería consecuencia de la otra.
En esta línea, destacamos un fallo de la Corte de Apelaciones de Valparaíso, que
señala que “La responsabilidad infraccional que pueda corresponder al proveedor es
algo distinto de la responsabilidad civil que pueda surgir de una relación regida por la
Ley Nº 19.496, de manera que la absolución de la querella infraccional no acarrea
necesariamente como consecuencia el rechazo de la demanda civil interpuesta por el
consumidor. En efecto, para condenar infraccionalmente se requiere que el proveedor
77
actúe con negligencia,81 condena que sólo podrá recaer en quien sea parte en el juicio,
pero esto no significa que no pueda surgir responsabilidad civil, especialmente en el
caso del proveedor que actúa como intermediario”.82
En el mismo sentido se ha pronunciado la Corte de Apelaciones de Santiago,
afirmando que “las acciones resarcitorias que establece la Ley Nº 19.496, y que tienen
por objeto la reparación del daño material o moral que sufre el consumidor, no
requieren siquiera condena y sanción previa del infractor para su ejercicio, pues el
artículo 3º letra e) no sujeta la procedencia de la indemnización a condición alguna.
Basta, por ello, que un consumidor experimente un daño ilícito, derivado de la relación
de consumo, para que pueda ejercer su derecho a exigir reparación por esta causa”.83
Al respecto compartimos que “la sobrevivencia de la responsabilidad civil una vez
prescrita la responsabilidad infraccional que le sirve de sustento, debería afirmarse
también en este punto, siguiendo los criterios que se establecen en relación con la
responsabilidad civil que surge de un ilícito penal (Art. 105, 5nc 2º C- y 41 “CPP”). Pero
en tal caso es dudoso que pueda plantearse la demanda civil ante el JPL, ya que este
carecería de competencia al no poderse tipificar ya la infracción a la LPC. Si así se
estima, será competente el juez de letras con jurisdicción civil”.84 Según este
razonamiento, es perfectamente lícito perseguir la responsabilidad civil reparatoria o
indemnizatoria, aún pendiente la infraccional.
La noción fraccionada sobre el sistema de responsabilidad establecido en la LPC, que
compartimos, considera la suficiencia y autonomía de las distintas acciones de
81
Como puede notarse, el sentenciador considera subjetivo el ilícito infraccional, cuestión
discutida que debiera analizarse caso a caso.
82
Iltma. C.A. de Valparaíso, 01 de diciembre de 2008, causa Rol 863-2008 (considerandos 14º
y 15º).
83
Iltma. C.A. de Concepción, 10 de marzo de 2008, causa Rol 325-2006.
84
CORRAL TALCIANI, Hernán. Ley de protección al consumidor y responsabilidad civil por
productos defectuosos, Cuadernos de extensión, Universidad de los Andes. Página 209.
78
responsabilidad establecidas y por tanto, la condena infraccional del proveedor no
constituye un requisito de la responsabilidad civil, ni tampoco configura la misma, a
pesar de que normalmente en los juicios civiles se acompañan estas sentencias
infraccionales como elementos probatorios dentro de un procedimiento indemnizatorio
(con la finalidad de acreditar la ilicitud del acto que origina la responsabilidad).
Este último aspecto constituye una ventaja decisiva en materia procesal, ya que
respecto de las sentencias infraccionales, la doctrina ha señalado que: “Si se trata de
culpa infraccional, bastará probar la infracción, constituyendo este sólo hecho una
evidencia de culpabilidad, sin que sea necesario valorar si el autor del daño tuvo
conciencia de que cometía un acto ilícito (excluido el error de prohibición). En todo
caso, no se genera responsabilidad automáticamente puesto que puede ocurrir que
opere una causal de justificación o que no exista causalidad. Como se dijo además, no
excluye que el juez construya una regla de diligencia no previstas por la ley”.85
Desde otro punto de vista, es evidente que uno de los motivos de esta discusión es
que la ley 18.287, que regula los procedimientos ante los JPL, señala en su artículo 9
que “El Juez será competente para conocer de la acción civil, siempre que se
interponga, oportunamente, dentro del procedimiento contravencional…”, es decir,
notificada con a lo menos “3 días de anticipación al comparendo de contestación y
prueba que se celebre”. Si la demanda civil se interpone fuera de este plazo, el tribunal
no le dará curso. Sin embargo, el artículo agrega que subsiste igualmente el derecho a
demandar ante “el juez ordinario que corresponda”, suspendiéndose la prescripción de
la acción civil de indemnización durante el tiempo de sustanciación del proceso
infraccional.
Este artículo clave para zanjar esta discusión. De su lectura se deduce que en caso de
que el ilícito que originó la responsabilidad civil extracontractual constituya también una
infracción a la LPC, el consumidor afectado podrá recurrir para ejercer la reparación de
85
BARROS BOURIE, Enrique. Tratado de responsabilidad extracontractual. Editorial Jurídica de
Chile. Primera Edición año 2009. Página 736.
79
los perjuicios ante el JPL competente, en el contexto de un procedimiento
sancionatorio, notificándose la demanda antes de 3 días del comparendo de
contestación y prueba, o en su defecto, demandando en forma directa y exclusiva, ante
el Juez de Letras competente la responsabilidad civil.
Este razonamiento, que parece contrario a las disposiciones expresas de la LPC, en
cuanto permite que sean los tribunales ordinarios quienes conozcan las acciones
derivadas de la LPC, no es otra cosa que la aplicación natural de las normas del
procedimiento del JPL (que rige por remisión del artículo 50 B de la LPC). Este es el
motivo por el que muchos JPL rechazan las demandas puramente indeminizatorias,
interpuestas una vez finalizado el proceso sancionatorio infraccional, señalando que
son los tribunales ordinarios los competentes para conocer tales demandas. Esta
situación manifiesta una gran discordancia entre la norma citada y el artículo 50 A de la
LPC, que prescribe que “los jueces de policía local conocerán de todas las acciones
que emanan de esta ley”... como aquellas que indica el artículo 50 de la LPC.
Es del caso señalar que en el fallo dictado por la Iltma. C.A. de Concepción, citado en
este mismo acápite, el sentenciador -al parecer guiado más por su criterio que por
consideraciones legales- adopta una postura distinta, insistiendo en que “Pese a estar
prescrita la responsabilidad infraccional, no resulta oportuno que la indemnización se
solicite en un juicio en sede ordinaria, pues atendiendo a la economía procesal, los
costos adversos que puede tener para el consumidor invocar la tutela jurisdiccional de
sus derechos y la dilación que tiene aquel procedimiento, lo más razonable, y acorde
con las nuevas reformas legislativas, es recurrir al procedimiento sencillo y expedito
ante los Juzgados de Policía Local”.86
b)
Si sólo se busca la responsabilidad civil del proveedor, ya sea contractual
o extracontractual, ¿puede acudirse directamente a los tribunales
ordinarios de justicia, es decir, a los juzgados de letras?
86
Iltma. C.A. de Concepción, 24/12/2007, 174-2005, considerando 5º.
80
Como lo comentábamos, la ley ha sido clara en establecer que los tribunales
competentes para conocer “todas” las acciones derivadas de la LPC sean los Juzgados
de Policía Local (Artículo 50 A).
Ya vimos lo inconveniente y controvertido que es este punto. También señalamos que
la responsabilidad civil extracontractual derivada de las normas de la relación de
consumo, puede originarse principalmente desde tres áreas distintas, independientes y
separadas. Probablemente no en todos estos escenarios existirá responsabilidad
infraccional propiamente tal y, aun existiendo, el consumidor no está obligado a hacerla
valer. En tales casos, consideramos que puede demandarse en forma exclusiva la
responsabilidad civil concurriendo para ello ante los tribunales ordinarios, según lo
señalado en la letra “a)” anterior.
Insistimos en lo discutido y polémico que ha sido este tema, por lo que a este respecto
consideramos que se hace necesario un esclarecimiento en sede legal que establezca
expresamente si puede accionarse civilmente en forma directa ante tribunales
ordinarios, según la interpretación que consideramos correcta.
81
CAPÍTULO III: LA PRESCRIPCIÓN EXTINTIVA EN LA LPC.
3.1.
Generalidades.
A diferencia de lo que ocurre en los sistemas civiles, comerciales y penales, la LPC no
regula de manera orgánica la prescripción. Esto acarrea algunas dificultades a la hora
de delimitar los plazos y características de esta figura respecto de las acciones y
derechos propios de esta rama jurídica.
En otras legislaciones las disposiciones relativas a la prescripción conforman un
sistema unitario y suficiente,87 pero en la LPC las disposiciones que se refieren a esta
materia son escuetas e incompletas. Los únicos plazos establecidos son los del
artículo 26, que según veremos, se refieren exclusivamente sobre las acciones de tipo
infraccional, aunque es un tema discutido. Nos parece que dichos plazos -que son de
los más breves que establece nuestra legislación- difícilmente podrían considerarse
aplicables a toda la gama de acciones que establece la LPC, según explicaremos más
adelante.
Por ello, existe en esta materia la necesidad imperiosa de determinar en cada
categoría de acciones la prescripción que corresponde aplicar, o de otro modo, señalar
con claridad un plazo común para todas. Para ello el camino adecuado naturalmente
comienza por reconocer la existencia de los diversos tipos de acciones que emanan de
la LPC, establecer sus diferencias y determinar en cada caso las reglas que la regulan.
Si para el caso particular no resultaran aplicables las escasas reglas de prescripción
87
A modo de ejemplo, en Argentina, el artículo 50 de la Ley 24.240, establece que Las acciones
y sanciones emergentes de la presente ley prescribirán en el término de tres años. La
prescripción se interrumpirá por la comisión de nuevas infracciones o por el inicio de las
actuaciones administrativas o judiciales. Con ello no sólo se regula íntegramente la prescripción
del conjunto de acciones, de dicha responsabilidad, sino también sus características y efectos
como la interrupción de las mismas. Este plazo también es coincidente con el de las demás
acciones ordinarias existentes en dicha legislación.
82
contenidas en la LPC, estaríamos en presencia de un vacío legal, ante lo cual
corresponde determinar la ley supletoria a la que debemos remitirnos, orientados por la
naturaleza particular de la acción que se trate.88
Sin embargo, resulta desencaminado pretender aplicar exclusivamente las normas de
una fuente supletoria. Esto se desprende de la naturaleza dual de las normas de
protección del consumidor, donde encontramos matices privados y también públicos.
En efecto, la relación de consumo es una actividad esencialmente particular, toda vez
que se realiza sin la intervención o participación de entidades públicas, y dentro de la
esfera privada de las relaciones jurídicas. Sin embargo, dicha relación tiene matices
públicos por cuanto la autoridad ha fijado ciertas limitaciones y requisitos para su
validez y efectos. En el carácter tutelar de las disposiciones de la Ley 19.496 se
manifiesta el interés público comprometido en los actos de consumo. De este modo se
hace frente a la necesidad de resguardar las asimetrías de poder negocial de los
contratantes, y velar por el recto cumplimiento de las obligaciones que emanan de
dicho contrato.
88
Desde tiempo atrás se han indicado las diversas categorías de acciones que derivan de la
relación de consumo, Francisco Pfeffer Urquiaga ha establecido 6 tipo a saber: De interés
colectivo, Interés difuso, Interés Individual, Punitivas, Resarcitorias y de Cesación. PFEFFER
URQUIAGA, Francisco. Tutela jurisdiccional de los derechos del consumidor. Gaceta Jurídica
número 205. Página 21.
Hernán Corral Talciani también divide las clases de responsabilidad en Infraccional y civil,
subdividiendo esta última según es por productos: Inidóneos, peligrosos, inseguros o por
servicios que causan daños, estableciendo acciones especiales para cada tipo. CORRAL
TALCIANI, Hernán: Ley de protección al consumidor y responsabilidad civil por productos
defectuosos, Cuadernos de extensión, Universidad de los Andes, páginas 169 y 170.
En el mismo sentido, el artículo 50 clasifica las diferentes acciones según si están destinadas “a
sancionar al proveedor que incurra en infracción, anular las cláusulas abusivas incorporadas en
los contratos de adhesión, obtener la prestación de la obligación incumplida, hacer cesar el acto
que afecte el ejercicio de los derechos de los consumidores, a obtener la debida indemnización
de perjuicios o la reparación que corresponda.”
83
De este carácter público resalta la determinación legal de ciertos elementos
característicos del acto de consumo. En este sentido, cabe mencionar las limitaciones
que se establecen con ocasión de los contratos de adhesión, el establecimiento de
derechos específicos respecto de los consumidores y la terminante irrenunciabilidad de
los mismos (en forma anticipada). Asimismo, resaltamos la labor del Sernac,
organismo eminentemente público, que busca proteger y educar a los consumidores,
velando por el respeto a las disposiciones de la ley 19.496.
Siguiendo estas distinciones preliminares, nuevamente analizaremos separadamente
las diferentes acciones que se establecen en la LPC, según la clasificación analizada
en el capítulo sobre responsabilidad.
3.2.
Prescripción
de
las
acciones
que
persiguen
la
responsabilidad
contravencional.
La única norma que hace referencia expresa a la prescripción en la LPC es el artículo
26, que reza:
“Las acciones que persigan la responsabilidad contravencional que se
sanciona por la presente ley prescribirán en el plazo de seis meses,
contado desde que se haya incurrido en la infracción respectiva.
El plazo contemplado en el inciso precedente se suspenderá cuando,
dentro de éste, el consumidor interponga un reclamo ante el servicio de
atención al cliente, el mediador o el Servicio Nacional del Consumidor,
según sea el caso. Dicho plazo seguirá corriendo una vez concluida la
tramitación del reclamo respectivo.89
89
Inciso agregado por la ley 20.555, de 2011, que modifica Ley N° 19.496, sobre protección de
los derechos de los consumidores, para dotar de atribuciones en materias financieras, entre
otras, al servicio nacional del consumidor. Esta idea fue planteada por la Agrupación de Jueces
de Policía Local, quienes argumentaron la necesidad de establecer un plazo de prescripción
84
Las sanciones impuestas por dichas contravenciones prescribirán en el
término de un año, contado desde que hubiere quedado a firme la
sentencia condenatoria.
En este caso la sanción aplicable corresponde a una pena constitutiva
de multa”.
Varios problemas suscita la interpretación en torno al alcance de esta disposición:
(i)
¿Cómo debe interpretarse la locución “responsabilidad contravencional”?
(ii) ¿Cuál es su alcance objetivo, es decir, para cuáles acciones rige el plazo de
prescripción de 6 meses?
(iii) ¿Cuál es su ámbito subjetivo? es decir, si el plazo de prescripción rige sólo
respecto de las acciones infraccionales interpuestas por el consumidor o si
también rige respecto de las del proveedor.
(iv) Consecuencias de que el plazo de prescripción establecido se cuente desde que
se comete la infracción respectiva.
(v) Normas supletorias aplicables y caracterización de este sistema de prescripción.
En particular la interrupción de la prescripción de la acción infraccional.
Análisis de las problemáticas:
similar al que existe en el 168 del Código del Trabajo, asegurando la vigencia de la acción del
consumidor mientras se desarrolla la investigación (Historia de la Ley Nº 20.555, página 101 de
691).
85
3.2.1. Alcance de la voz “Responsabilidad contravencional” y consecuencias de
entender dicho término en un sentido amplio o restringido.
La norma no precisa qué clase de infracciones establecidas en la ley son las que
prescriben en el lapso señalado. Esto genera un primer problema interpretativo, para
determinar el alcance la disposición.
Parece impropio incluir toda clase de contravenciones en este plazo brevísimo, pues,
como se ha visto, la prescripción es una figura que según la naturaleza de la acción
tiene un plazo de eficacia distinto, apropiado para cada relación. Por estos motivos y
atendida la naturaleza de este derecho, nos parece atropellado considerar extensivo el
plazo señalado a todas las acciones que resulten de la relación de consumo. En efecto,
la voz “responsabilidad contravencional” sin duda tiende a un amplio alcance, y la
norma no precisa si se extiende a contravención de la LPC propiamente tal, al deber
general de cuidado, o a las obligaciones emanadas del contrato; si opera
exclusivamente respecto de las normas cuya infracción acarrea multas, o si incluye a
aquellas cuyo incumplimiento genera nulidad u otras sanciones jurídicas, como la
rescisión, reembolso, etc.
Es fundamental determinar el alcance de esta disposición, ya que un concepto amplio
de la voz infracción extendería este brevísimo plazo de prescripción a la
responsabilidad civil derivada de las infracciones a la LPC.
Nos inclinamos por considerar que la disposición transcrita se refiere sólo a las
infracciones contravencionales en sentido formal, según la clasificación de las
responsabilidades contenidas en el análisis del capítulo anterior. Incluso en su
redacción, esta norma tiene un matiz asimilable a la prescripción de las acciones
penales, ya que divide prescripción de la acción y prescripción de la sanción (exigir el
cumplimiento de la condena o pena).
86
Asumir esto indefectiblemente conlleva aseverar que el legislador omitió referirse a la
prescripción que gobierna las acciones propiamente civiles que deriven del
incumplimiento de las normas contenidas en la LPC.
Esto ha generado fuertes desacuerdos doctrinarios. En primer término, hay quienes
consideran que la LPC debiera ser considerada como una fuente especial y autónoma
de responsabilidad, ya que frente a vacíos normativos debiera recurrirse a una
interpretación lógica de la ley, integrándose las lagunas con el contexto de la misma
norma. Otros consideran que la LPC constituye una fuente especial e incompleta que
debe suplirse con el resto de las disposiciones de nuestro ordenamiento jurídico en los
aspectos que no regula expresamente. Frente a este debate nos parece más razonable
la segunda doctrina, por los argumentos largamente expresados a lo largo de este
análisis.
En segundo término, hay que distinguir las relaciones existentes entre los tipos de
responsabilidad que coexisten en la LPC. Por una parte, hay quienes señalan que la
responsabilidad civil es “una consecuencia inmediata y directa de la responsabilidad
contravencional”.90 Esta doctrina indica que en la LPC no consagra supuestos de
responsabilidad exclusivamente civiles, existiendo esta sólo si previamente se declara
una condena infraccional.91 Por tanto, y siguiendo el principio de que lo accesorio sigue
90
Así por ejemplo: “Muñoz con mueblería Peña y Morales”, Rol 5216-2008, 3 JPL Antofagasta,
26.08.08; “Menares con Almacenes Paris, Rol 3704-08, 3 JPL Antofagasta, 15.07.08; “Mujica
con Castro”, Rol 3.788-2009, 3 JPL Antofagasta, 30.06.09, considerando 6; “Ehrenfehld con
Hipermercado Líder Antofagasta”, Rol 6656-2008, 3 JPL Antofagasta, 12.09.08, considerando 6;
29.863-2009, JPL Coyhaique, 18.08.09, considerando 4.
91
Esta postura jurisprudencial es largamente acogida en los Juzgados de Policía Local, tal
como se desprende de las siguientes sentencias:
“Ovando con Abu Gosh”, Rol: 2972-2006, 2do JPL Punta Arenas, 26.07.06, considerando 3;
“Garrido con Paris S.A.”, Rol 6682, 1er JPL Talcahuano, 03.10.08, considerando 3, revocada en
este punto por la C. Ap. Concepción, ingreso 956-2008, 07.08.09; 1er JPL Pudahuel, Rol 52782006, 28.12.07, considerando 20, confirmada en este punto por la C. Ap. Santiago, Ing. 904-
87
la suerte de lo principal, la acción para hacer valer la responsabilidad civil prescribiría
junto con la responsabilidad infraccional, es decir, en el plazo de 6 meses contados
desde la infracción.
En esta línea, destacamos un fallo de la Corte de Apelaciones de Valparaíso que
señala: “de la correlación de lo establecido en el art. 3º, letra e), de la ley 19.496 con el
tenor de su art. 50, fluye que el derecho del consumidor a ser indemnizado, en este
procedimiento de policía local, por los perjuicios producidos por un incumplimiento a las
normas de esa ley, presupone que el tribunal declare que se ha cometido una
infracción a sus preceptos, de donde se sigue que, si la acción contravencional se ha
extinguido por la prescripción, no podría el tribunal, junto con absolver al inculpado,
condenarlo a indemnizar perjuicios”.92
No compartimos este razonamiento, a nuestro juicio “mezcla peras con manzanas”, ya
que empalma dos acciones distintas. Por tanto, el hecho de que prescriba la acción
para sancionar una infracción (respecto de la cual corresponde aplicar una multa a
beneficio estatal), no dice relación con la efectividad de haberse cometido el ilícito que
daría origen a la responsabilidad civil que el actor invoca (que persigue una
indemnización particular). Es más, la responsabilidad civil no puede entenderse
consecuencia directa de la infracción de una norma de la LPC, sino de un daño
efectivamente causado, cuestión que no necesariamente ocurre en todas las
infracciones. Por tanto, es impropio considerar que sólo declarada una infracción
podría perseguirse responsabilidad civil, cuando la primera tiene causales, fines y
efectos totalmente distintos.
2008, 19.03.08; Rol 202-2006, 1er JPL Punta Arenas, 06.07.2006, confirmada por la C. Ap. P
unta Arenas, 02.10.06, considerando 14; Rol 8306-2007, 1er JPL Viña del Mar, 25.02.08;
“Canahuate con Sociedad Szerecz y Molina Ltda.”, Rol 5834-2007, 1er JPL Talcahuano,
26.09.08, considerando 6; “Cid con Isapre Consalud”, Rol 259-2005, 1er JPL Osorno,
considerando 11, confirmada por la C. Ap. Valdivia, ingreso 125-2006, 05.05.06.
92
Corte de Apelaciones de Valparaíso, 06/09/2004, 5037-2002. Servicio Nacional del
Consumidor; con Industrias Ambrosoli S.A.
88
Como es sabido, el procedimiento general al que se someten las diferentes acciones
de responsabilidad emanadas de la LPC es de conocimiento del juzgado de policía
local competente (JPL), según lo establece el Artículo 50 A de la LPC. De ahí nace otro
fundamento para considerar extensivo el plazo de prescripción de 6 meses a todo tipo
de acciones derivadas de la LPC, ya que el artículo 54 de la Ley 15.231, sobre
organización y atribuciones de los JPL, aplica el mismo plazo para los procedimientos
que les rigen estableciendo que:
“las sanciones impuestas por infracciones o contravenciones
prescribirán en el término de un año, contado desde que
hubiere quedado a firme la sentencia condenatoria.
Prescribirán en el plazo de seis meses, contados desde la
fecha de la infracción, las acciones persecutorias de la
responsabilidad por contravenciones”.
Para el caso, coincidirían los plazos de prescripción establecidos en el artículo 26 LPC
con los establecidos para las acciones y sanciones que corresponden conocer o aplicar
a los JPL. Sin perjuicio de ello, observamos que este segundo artículo también hace
referencia manifiestamente a sanciones de tipo infraccional del tipo que normalmente
conocen dichos tribunales, ya que también emplea los términos “infracciones” o
“contravenciones” y no “perjuicios, daño” o “resarcimiento”, como se diría respecto de
acciones civiles.
Otra doctrina, que nos parece más adecuada, considera que ambas clases de
responsabilidad al tener distinta naturaleza, operan en forma independiente93. Por tanto
93
En este apartado nos hemos guiado por el texto de don Mario Cárdenas Bustamante, Análisis
jurídico de la Ley de Protección del consumidor, disponible en http://sinley.cl/?a=478 quien
considera que demandar directamente la indemnización de perjuicios sin mediar denuncia
infraccional, según los arts. 3º letra e y 12.
89
ninguna sería presupuesto de la otra y consecuencialmente la responsabilidad civil no
requeriría de la preexistencia de la responsabilidad infraccional para operar.
Desde este punto de vista, el artículo 26 de la LPC sólo regularía la prescripción de la
responsabilidad infraccional derivada del incumplimiento o contravención de alguna de
las normas contenidas en dicha ley, mientras que la prescripción de las demás
contravenciones quedaría sujeta a las normas de responsabilidad del CC o Código de
Comercio según el acto, es decir, al derecho común supletorio que rige a esta clase de
responsabilidad.
De esta forma, los plazos de prescripción de ambas clases de responsabilidad regirían
en forma independiente, subsistiendo la responsabilidad civil aun prescrita la
infraccional.94
Entender la institución de la prescripción en la forma que lo hace la primera doctrina
comentada, implicaría un despropósito, pues implicaría considerar que la LPC
establece un plazo especial de prescripción menos beneficioso precisamente para el
sujeto protegido por ese estatuto.
Dentro de esta postura consideramos fundamental destacar el fallo de la Corte de
Apelaciones de Concepción de fecha 24 de Diciembre de 2007, el cual reconoce la
“subsistencia de la responsabilidad civil, una vez prescrita la responsabilidad
infraccional que le sirve de sustento, del mismo modo que sobrevive a la extinción de la
acción proveniente de un ilícito penal. Y no resulta aplicable a la acción civil porque el
precepto del artículo 26 antes mencionado sólo se refiere a las acciones que persiguen
la responsabilidad contravencional que se sanciona por la presente ley y a las
sanciones impuestas en definitiva, pero no alude para nada a las acciones civiles, de
También nos hemos orientado por los comentarios de Jurisprudencia de doña Erika Isler Soto,
disponibles en http://mingaonline.uach.cl/pdf/revider/v23n1/art15.pdf.
94
E n este sentido, “SERNAC y otro contra Agencia Eurotour Ltda.”, Rol 102.921-MR 3° JPL de
Santiago, 02.02.1998, considerandos 4 y 5.
90
que se trata el presente caso y cuya prescripción se gobierna por el derecho común. Lo
contrario significaría aceptar que la Ley de Protección al Consumidor, fijó un plazo de
prescripción especial para las acciones indemnizatorias de los consumidores de seis
meses”.95
En el mismo sentido se ha pronunciado la Corte de Apelaciones de Chillán, señalando
que “a la acción civil contemplada en la ley 19.496 no se aplica el lapso de prescripción
del artículo 26, ya que éste es propio y exclusivo de las contravenciones y no rige para
la extinción de la responsabilidad civil, que tiene vida propia, y por ende debe sujetarse
a las reglas del derecho común, como se ha resuelto a lo largo del tiempo por la
doctrina de los autores y jurisprudencia judicial”.96
En doctrina el tema ha sido tratado en forma muy sucinta. Dentro de los autores
estudiados también existe la marcada tendencia a aplicar el artículo 26 de la LPC
exclusivamente respecto de las acciones que persiguen la responsabilidad infraccional
propiamente tal.97 En este sentido, destacamos lo planteado por Hernán Corral, quien
señala que “La sobrevivencia de la responsabilidad civil una vez prescrita la
responsabilidad infraccional que le sirve de sustento, debería afirmarse también en
este punto, siguiendo los criterios que se establecen en relación con la responsabilidad
civil que surge de un ilícito penal (Art. 105, 5 inc 2º CP y 41 del “CPP”). Pero en tal
caso, es dudoso que pueda plantearse la demanda civil antes el JPL, ya que este
95
Iltma. C.A. de Concepción, fecha 24 de Diciembre de 2007, considerando 4º. Fallo publicado
y comentado en la Revista de Derecho de la Universidad de Concepción Vol XXIII nº 1, Julio de
2010.
96
Iltma. C.A. de Chillán, 04/11/2010, en la causa Rol 242-2010, Mario Escobar Rivera y otros
con Empresa de Servicios Sanitarios ESSBIO S.A. En este fallo también se cita la sentencia de
la causa Rol 325–2006, de la misma Corte.
97
PFEFFER URQUIAGA, Francisco. Tutela jurisdiccional de los derechos del consumidor.
Gaceta Jurídica número 205. Página 25.
91
carecería de competencia al no poderse tipificar ya la infracción a la LPC. Si así se
estima, será competente el juez de letras con jurisdicción civil”.98
También existen argumentos formales para justificar esta diferenciación: El artículo 3
letra e), el citado artículo 50 de la LPC, que divide los tipos de acciones emanadas de
la LPC y el artículo 50 E, que deja subsistentes las acciones civiles para el caso de que
se persiga la responsabilidad infraccional respecto de un consumidor.
Por estos motivos, compartimos las extendidas críticas de que ha sido objeto el artículo
50A de la LPC que designa competentes a los JPL para conocer de “todas las
acciones que emana de esta ley”, ya que estos tribunales normalmente conocen de
procedimientos infraccionales, dentro de los cuales se encuadran perfectamente los
plazos de prescripción contenidos en el artículo 54 de la ley 15.231.
Estos procesos tienen por objeto esencial perseguir responsabilidades totalmente
diversas de la Civil, conocida principalmente por los tribunales ordinarios. Para el caso,
de poco sirve al denunciante la correcta sanción disciplinaria de una infracción (multa
fiscal), si el daño patrimonial que ha sufrido se mantiene insoluto.
Por otra parte, es necesario destacar que la norma en comento establece una
excepción para estos plazos constituida por las acciones derivadas de la Ley General
de Urbanismo y Construcción (5 años), a propósito de responsabilidades civiles. Dicha
distinción se encuentra plenamente justificada, pues no es concebible que tanto la
responsabilidad contractual como el derecho de daños queden sometidos a los breves
plazos de prescripción de las sanciones infraccionales (cabe destacar que la LPC es
posterior a la Ley 15.231, por lo que evidentemente ésta no puede hacer referencia a
aquella).
98
CORRAL TALCIANI, Hernán: Ley de protección al consumidor y responsabilidad civil por
productos defectuosos, Cuadernos de extensión, Universidad de los Andes. Página 209.
92
Consideramos que hace falta una reforma en esta ley que extienda la referida
excepción a la LPC para zanjar estas controversias, o que en definitiva haga
competentes a los tribunales ordinarios para conocer las demandas que busquen la
responsabilidad civil derivada del incumplimiento de las normas contenidas en la LPC.
3.2.2. Acciones para las cuales rige el plazo de prescripción de 6 meses.
En línea con el análisis precedente, consideramos que únicamente las acciones que
buscan la responsabilidad pública del demandado a través de la aplicación de multas
conforme al derecho penal infraccional, prescriben en 6 meses. Así también, la
exigibilidad de las sanciones dictadas conforme a este procedimiento prescribirá en el
plazo de un año contado desde la ejecutoriedad de la sentencia que las establezca.
Estas acciones ya han sido analizadas en el segundo capítulo de este trabajo,
especificándose además los montos de las respectivas multas. Respecto de las demás
acciones -y en particular de las acciones que persiguen la responsabilidad civil del
proveedor que incurre en una infracción legal o contractual- consideramos que se
aplican los plazos comunes de prescripción establecidos en el Código Civil, según se
indica más adelante.
3.2.3. Ámbito subjetivo.
¿El plazo de prescripción rige sólo respecto de las infracciones propias del proveedor o
también respecto de las del consumidor?
Respecto de esta interrogante, recalcamos que la ley también establece infracciones
del consumidor, como la “denuncia temeraria”, ya estudiada. La ley se encarga
directamente de regular el plazo de prescripción y monto de la multa relativo a esta
infracción en el Artículo 50 E, haciendo referencia a las normas generales de la LPC
establecidas en su artículo 24, aumentando la sanción en los casos que especifica.
93
Recordemos que este Artículo también tiene la particularidad de especificar que la
responsabilidad
infraccional
del
consumidor
opera
“sin
perjuicio”
de
las
responsabilidades penal y civil solidaria de los autores por los daños que hubieren
producido, distinguiendo claramente entre las diversas responsabilidades que pueden
asociarse a una infracción.
Sin duda, consideramos que respecto de las acciones que eventualmente interponga el
proveedor por infracciones o daños cometidos por el consumidor, deberán hacerse las
mismas distinciones que establecimos precedentemente respecto de las acciones del
consumidor.
3.2.4. Momento a partir del cual comienza a contarse el plazo de prescripción de
las acciones que establece la LPC.
El Artículo 26 de la LPC señala que “Las acciones que persigan la responsabilidad
contravencional que se sanciona por la presente ley prescribirán en el plazo de seis
meses, contado desde que se haya incurrido en la infracción respectiva”.
Sin embargo, en la práctica, el afectado por una infracción no siempre tomará
conocimiento de esta al momento en que se comete, sino con posterioridad. Por
ejemplo, en el caso de las infracciones por incumplimiento de las obligaciones ligadas
a la rotulación, la fecha en que se rotuló el respectivo producto normalmente será
bastante anterior al descubrimiento de la eventual anomalía. Asimismo, si un comercial
de televisión induce a error o a engaño respecto de la idoneidad de un producto, no se
sabrá hasta que dicho producto sea usado o probado, con lo cual pasará un tiempo
desde la infracción hasta su conocimiento.
Modernamente estas situaciones, relativamente frecuentes, han generado gran debate,
particularmente en otras áreas del derecho, como el derecho de daños y el derecho
medioambiental. Consecuentemente se modificó la forma de contar el plazo para
interponer el recurso de protección, este comienza a correr desde que ocurre el acto o
94
amenaza que motiva el recurso o desde que se tomó conocimiento de dicho acto o
amenaza, evitando así que la acción “nazca muerta” o prescrita.
En relación a las acciones que buscan la responsabilidad infraccional en la LPC,
también se ha generado gran debate. Nos parece interesante destacar cierta
jurisprudencia de la Corte de Apelaciones de Santiago que justamente sienta un criterio
flexible en esta materia, estableciendo que el plazo de prescripción debe computarse
desde que se tome conocimiento de la infracción. Dicho Fallo señala que “respecto a la
aplicación del artículo 26 de la Ley Nº 19.496, según las reglas de la lógica y de la
sana crítica, el plazo de prescripción de las infracciones que afecten los bienes
jurídicos de los consumidores, ha de contarse necesariamente desde que se ha
tomado conocimiento de la infracción. La sola acción de la autoridad, fiscalizando, no
puede dar inicio al término de prescripción, máxime si se trata del incumplimiento de
instrucciones que deben cumplirse día a día en beneficio de los usuarios de un sistema
determinado de transporte público y masivo de pasajeros. Corresponde contar,
entonces, el plazo de prescripción desde la fecha en que el SERNAC presentó la
demanda” (considerandos 4º y 5º).
(…)“La conclusión precedente resulta similar a lo que sucede en el recurso de
protección, en que el afectado tiene un plazo brevísimo para reclamar de los actos
ilegales o arbitrarios que lo motivan, el que se cuenta desde que se haya tenido noticia
o conocimiento cierto de los mismos. Resulta obvio que el SERNAC no puede estar
informado día a día de las infracciones a la Ley Nº 19.496, imposibilidad material y
jurídica que no puede dejar sin sanción a quien infrinja los derechos fundamentales de
las personas” (considerando 7º).99
También existe un fallo, sobre una materia similar, donde si bien el voto de mayoría
adopta el criterio legal, el voto disidente argumenta a favor de que el plazo de
prescripción de las acciones infraccionales comience a contarse desde que se tiene
99
Corte de Apelaciones de Santiago, 07/10/2010, causa rol nº 2093-2010.
95
conocimiento del hecho constitutivo de dicha infracción, señalando que “la publicidad
conduce tanto a informar como a motivar para contratar y en este caso, se indujo (al
consumidor) a contratar y se informó además, equivocada o engañosamente sobre el
campo laboral de la carrera, y esa información se mantuvo y con ello basta para
comprender que la prescripción se ha de contar desde que el engaño termina o desde
que el alumno se titula o se desafilia de la Universidad o en este caso del Instituto
denunciado, pues solo entonces deja de influir en el, la información falsa y, por ende
deja de cometerse la infracción”.100
Esta jurisprudencia, sin duda controversial (por lo alejada del tenor literal de la LPC),
nos parece interesante porque plantea una antigua discusión en un nuevo contexto.
Nos parece discutible que una posición tan poco legalista sea el criterio interpretativo
general aplicable, pues “cuando el sentido de la ley es claro, no debe desatenderse a
pretexto de consultar su espíritu”, pero este razonamiento debiera servir para orientar
las futuras modificaciones de la ley.
3.2.5. Normas supletorias aplicables a la responsabilidad infraccional derivada
de la LPC. En particular, de la interrupción de la prescripción.
Como hemos dicho, nos inclinamos por considerar la responsabilidad establecida en la
LPC como un modelo fraccionado, donde coexisten separadamente la responsabilidad
infraccional con la Civil. En cada sistema, la LPC establece regulaciones particulares,
sin embargo muchas veces insuficientes. Frente a los vacíos que encontremos en la
100
Corte de Apelaciones de Puerto Montt, 02/07/2009, causa rol nº 372-2008.
Señala el juez disidente que “al perseverar en el contrato, el que se presta por largo tiempo y en
que el consumidor no tiene la posibilidad de conocer por sí mismo la realidad del campo laboral
que se ofrece sino hasta que se titula, es evidente que la publicidad lo determina tanto a
celebrar la convención como a persistir en ella, y es evidente también que el engaño no se
concreta una sola vez, de modo instantáneo, sino que, permanece”. (Considerando 3º y 4º voto
minoría sentencia Corte de Apelaciones).
96
LPC, creemos que debe recurrirse a las formas generales de integración contenidas en
los Artículos 19 al 24 del CC.
Ya hemos analizado que la legislación de fondo aplicable al derecho penal económico
es el código penal y por tanto la prescripción de las acciones encaminadas a perseguir
la responsabilidad infraccional en la LPC se interrumpiría con la comisión de una nueva
infracción, y se suspendería desde que se dirija el procedimiento contra el infractor.101
Esta posición, formulada al comienzo de la preparación de esta memoria, es
plenamente coincidente con la reforma legal implementada a mediados del 2011, que
agregó un inciso al artículo 26, que señala que “El plazo contemplado en el inciso
precedente se suspenderá cuando, dentro de éste, el consumidor interponga un
reclamo ante el servicio de atención al cliente, el mediador o el Servicio Nacional del
Consumidor, según sea el caso. Dicho plazo seguirá corriendo una vez concluida la
tramitación del reclamo respectivo”
Sin duda es correcto aplicar también las normas contenidas en la Ley 15.231 (ley que
regula la organización y atribuciones de los JPL), por cuanto la sanción de las
infracciones tiene claramente relación con las medidas de policía. Las acciones que
persiguen esta responsabilidad contravencional por naturaleza se ejercen de acuerdo
al procedimiento de estos tribunales. Además, el artículo 54 de la citada ley se ajusta a
lo dispuesto en el código penal, pues señala que “La prescripción de la acción se
interrumpe por el hecho de deducirse la demanda, denuncia o querella ante la
autoridad policial o el Tribunal correspondiente, pero si se paralizare por más de un
año, continuará corriendo el plazo respectivo”.
Por tanto, estimamos procedente la interrupción establecida en esta última norma en
comento. Para el caso que el procedimiento encaminado a aplicar la responsabilidad
infraccional se suspenda por más de un año, esta habrá de considerarse una mera
suspensión, adicionalmente a lo que dispuesto en la reforma ya comentada.
101
Artículos 96 y 99 de Código Penal.
97
Frente al vacío normativo que existe en esta materia, también es fundamental recurrir a
la jurisprudencia, donde existen fallos que han establecido que el plazo de prescripción
de la acción para perseguir la responsabilidad infraccional “se interrumpe con la sola
presentación de la denuncia o querella pertinente” ya que “si bien la ley 19.496, no
contempla norma alguna respecto de la interrupción de la prescripción de la acción, su
artículo 50 B previene que en aquello no previsto en ese párrafo (referido al
procedimiento a que da lugar la aplicación de dicha ley), se estará a lo dispuesto en la
ley 18.287, cuerpo legal que se complementa con la ley 15.231, sobre Organización y
Atribuciones de los Juzgados de Policía Local, que en su artículo 54 inciso final
contiene una especial regla relativa a la interrupción de la prescripción, disponiendo
que la prescripción de la acción se interrumpe por el hecho de deducirse demanda,
denuncia o querella ante el Tribunal correspondiente”.102
3.3.
Prescripción de la Responsabilidad Civil derivada de la LPC.
A pesar de la expresa regulación de la prescripción de la responsabilidad infraccional,
la LPC omite referirse a la prescripción de la responsabilidad propiamente civil. No
obstante existen normas específicas que determinan los plazos de caducidad de la
responsabilidad civil (entendida como garantía legal). El artículo 21 señala que dicho
plazo es de 3 meses, pero excepcionalmente de 7 días en el caso de productos
perecibles o que por su naturaleza estén destinados a ser usados o consumidos en
plazos breves. Sin embargo, la ley nada señala en cuanto a la prescripción del resto de
las acciones, pues el artículo 47 omite referirse a la indemnización por daños
provocados por productos peligrosos (tema también tratado a propósito de la
responsabilidad extracontractual).
Este tema nos lleva a dos planteamientos fundamentales: En primer lugar, al caducar
la acción contractual que establece la LCP (en 3 meses o 7 días respectivamente), y
102
Corte de Apelaciones de La Serena, 25/07/2008, causa Rol 36-2008.
98
por ende extinguirse la acción para perseguir civilmente la responsabilidad contractual
del proveedor en esta sede, cabe preguntarse si sobrevive la responsabilidad
contractual ordinaria; En segundo lugar, cabe plantearse qué ocurre respecto de la
prescripción de las acciones del derecho de daños derivadas de la relación de
consumo cuando se trata de productos peligrosos.
Respecto de estas hipótesis no reguladas, continuaremos bajo el criterio sentado por la
doctrina y la Jurisprudencia ya citadas, en particular del analizado fallo de la Corte de
Apelaciones de Concepción, que en su considerando 4º establece la independencia de
las acciones civiles e infraccionales, señalando que deben ser suplidas por normas
diversas103. Del fallo también se desprende la natural competencia de los JPL para
conocer acciones civiles fundadas o robustecidas en el derecho común (en cuanto a
sus plazos de prescripción principalmente).
Esto nos obliga a precisar dos temas principales: Por un lado el derecho sustantivo
aplicable a dichas acciones y por otra, el derecho procesal adecuado a las mismas.
103
Al referirse la ley a la prescripción de la responsabilidad contravencional parece claro que se
excluye la responsabilidad civil derivada del ilícito infraccional. No obstante, en el pre-proyecto
del Ministerio de Economía el plazo de prescripción de seis meses se aplicaba a todas “las
acciones que persigan la responsabilidad por las contravenciones que se sancionan por la
presente ley” (Art. 26). El proyecto del Ejecutivo varió la norma para disponer que dicha
prescripción se aplicaba a “las acciones que persigan la responsabilidad contravencional”
(Artículo 20), y con ello obviamente se restringió el sentido de la disposición. Hay indicios de
que el legislador quiso dejar la prescripción de la acción civil sometida a las normas comunes.
Así lo dijo expresamente el Diputado Huenchumilla durante la discusión del proyecto: “Respecto
de la prescripción, no conozco el proyecto en detalle, porque ha estado radicado en una
comisión a la cual no pertenezco; Pero, en mi opinión, si este proyecto no contiene normas
específicas sobre ella, habría que aplicar las normas generales que establece el título pertinente
del Código Civil” (C. de Diputados sesión 19ª, 20 de Julio de 1993, Boletín p.1766). Citado por
CORRAL TALCIANI, Hernán, Ob Cit. Página 209.
99
3.3.1. Derecho Sustantivo aplicable supletoriamente a las acciones de la LPC
que persiguen la responsabilidad civil.
Como vimos anteriormente, las normas sustantivas aplicables a la prescripción
dependerán de la naturaleza de la acción deducida. Si es contractual, habrá que
subdistinguir si es Civil o Comercial. Mientras que si es extracontractual el plazo para
interponerlas será siempre de 4 años.
Entonces, las acciones civiles establecidas en la LPC prescribirán del siguiente modo:
a)
Acciones de Nulidad: En 5 o 10 años según se trate de Nulidad relativa o Nulidad
Absoluta. En el caso de las acciones de nulidad derivadas del artículo 16, la
causal de nulidad sería objeto ilícito, por ser contrario a derecho y prescribirían en
el plazo de 10 años.
b)
Acciones contractuales en sentido amplio: prescribirán por regla general en el
plazo de 5 años, conforme a las reglas generales.
Si se trata de un acto mixto, para el proveedor se aplicarán las reglas contenidas
en el Código de comercio, que distingue entre actos de comercio terrestres (que
por regla general será de 4 años104), o marítimos (que normalmente será de 2
años105).106
104
Excepcionalmente serán distintos, conforme a los artículos 63, 96, 154, 214nº 4, 419 y ss y
568 del Código de Comercio.
105
Las excepciones a este plazo están en los artículos 1246 y 1247 del Código de Comercio.
106
El hecho de que en nuestro ordenamiento las prescripciones comerciales sean más breves
que las civiles y además no se suspendan, obedece fundamentalmente a dos motivos: Por una
parte, las relaciones mercantiles operan con -y precisan de- una celeridad mayor que las civiles,
mientras que por otra parte la pretendida desprotección o ignorancia de las partes que el
legislador civil tutela con la suspensión de la prescripción, no es tal en materia comercial, pues
la legislación Mercantil presupone mayor pericia y diligencia en los acreedores comerciantes.
100
c)
Acciones de cesación: Estas acciones son aquellas que tienen por objeto,
entretanto se resuelve la demanda o se investiga la denuncia, detener el efecto
nocivo o dañoso que la acción u omisión de cargo del proveedor o prestador de
servicio causen a la comunidad. Naturalmente el plazo de prescripción de las
mismas dependerá de la acción o denuncia a la que accedan.
d)
Acciones de responsabilidad por daños: En el particular, la prescripción de las
acciones será de 4 años, conforme a lo dispuesto en el Artículo 2332 del Código
Civil.
3.4.
Clasificación.
Cuadro comparativo de las prescripciones.
Prescripciones
Prescripciones
Prescripciones
Prescripción en la
civiles.
Comerciales
Penales
LPC.
Según materia.
Según materia. Actos
Prescripción de la
Según si la infracción
De ella derivan
de comercio marítimo y
acción penal y de la
es contractual, dañosa
los plazos.
terrestre. También
pena.
o constituye una falta
según plazos.
Plazos.
penada con multa.
Según la
Según lugar donde
Según gravedad del
Según si la acción
acción.
tenga lugar el contrato.
delito.
persigue un ilícito
infraccional, civil
contractual o civil
extracontractual.
Suspensión.
Interrupción.
Sólo se
Por supletoriedad, sólo
Sólo la prescripción
Se suspende según art
suspende la
se suspende la
de la acción penal se
26.
prescripción de
prescripción de
suspende.
acciones
acciones ordinarias
ordinarias.
(Art.2 C. de C.)
Se interrumpen
Se interrumpen. Existe
Ambas se
Se interrumpen todas
salvo las de
interversión en la
interrumpen.
las acciones (ya sean
corto tiempo,
acción establecida en el
infracionales
101
donde opera la
2522.
propiamente tales o
interversión.
civiles).
Declaración
Por regla
No pueden declararse
Puede y debe
Depende de la ley que
de oficio.
general no
de oficio. (salvo
declararse de oficio.
se aplique
pueden
caducidad).
Art 102 CP.
supletoriamente.
declararse de
oficio.
102
CONCLUSIONES.
El objeto de este trabajo ha sido analizar separadamente distintas instituciones del
derecho común y de la responsabilidad civil a la luz de las normas establecidas en la
LPC.
Por una parte hemos visto el rol del silencio en la formación del consentimiento en los
actos de consumo, concluyendo que en materia de derechos del consumidor, el
silencio no constituirá aceptación, tal y como se desprende del artículo 3 letra a. La
única forma válida de emitir consentimiento será entonces verbalmente o por escrito.
Sin embargo, y según vimos, también en esta materia podrá manifestarse el
consentimiento o por medio de actos (incluyendo gestos o signos) de los cuales se
desprenda inequívocamente la voluntad de aceptar una oferta (aceptación tácita).
Negamos la validez de cláusulas que establezcan la eficacia del silencio como
aceptación, más aún si dichas cláusulas están contenidas en un contrato de adhesión.
De lo contrario, se vincularía al destinatario al nacimiento de un contrato por una simple
declaración unilateral del oferente.
Posteriormente, analizamos las normas de prescripción y responsabilidad establecidas
en la LPC, enfatizando en que sus disposiciones regulan materias donde convergen
distintos ámbitos del derecho, como el derecho infraccional, el derecho civil y sus
regímenes de responsabilidad, el derecho comercial, el derecho económico, etc. La
doctrina nacional se ha dividido entre dos grandes posturas: aquella que considera que
el ordenamiento de protección a los consumidores es suficiente y se basta a sí mismo
para interpretar jurídicamente todas las “situaciones de consumo”; y aquella que
sostiene que para analizar correctamente el alcance de las disposiciones de la LPC es
necesario considerar también el contexto y fin de dichas normas, así como lo dispuesto
en otras fuentes legales.
Estas dos posturas antagónicas subyacen a muchos conflictos de orden práctico, como
el plazo de prescripción de las acciones que persiguen la responsabilidad civil producto
103
de infracciones a la LPC o el modo en que esta responsabilidad se hace efectiva ante
los tribunales de justicia.
En este trabajo hemos propuesto una visión consistente con la segunda postura,
argumentando la necesidad de interpretar y aplicar las disposiciones de la LPC
conforme a principios jurídicos generales y a los criterios de interpretación lógico,
orgánico y sistemático establecidos en el Código Civil, recurriendo a tal efecto incluso a
normas ajenas a la LPC, según el contexto que se trate. Sostenemos que sólo de esta
manera es posible alcanzar una interpretación coherente y firme en aquellos casos
prácticos donde existen discusiones interpretativas.
De esta manera, a lo largo de este trabajo hemos podido analizar las disposiciones
contenidas en la LPC desde la perspectiva del derecho penal, administrativo,
económico, comercial y la legislación civil, formulando un análisis esquematizado y
orgánico de la LPC.
104
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