cuéntalo otra vez

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LA MUERTE DE FILIPO II
A pesar de la fama merecidísima de Alejandro Magno, no es menos verdad que
su padre Filipo II de Macedonia fue el ideólogo de la política del reino
macedónico durante los años siguientes, tanto durante su gobierno como el de
su hijo, el gran Alejandro.
Era tradición en aquella época que los monarcas
tuvieran varias esposas. Cuando Filipo se casó con
la princesa Olimpia de Épiro, madre de Alejandro,
el monarca macedónico ya se había casado en tres
ocasiones. En la mayoría de ocasiones, los enlaces
se producían por intereses políticos. Filipo II había
conseguido imponerse a las ciudades griegas tras
la batalla de Queronea y la fundación de la Liga de
Corinto.
Filipo II contrajo un nuevo matrimonio con Cleopatra Eurídice de Macedonia,
sobrina de un noble de nombre Atalo, para asegurar la paz en su reino. Durante
la celebración de la boda, el nuevo suegro de Filipo II pidió a la pareja en su
discurso un heredero legítimo. Alejandro que era mitad macedónico (por su
padre) y mitad épiro (por su madre), sintiéndose aludido se levantó y comenzó
a gritar “Y yo, ¿qué soy? ¿un bastardo?”. Filipo II ya borracho se acercó para
mediar pero terminó tropezando y cayendo al suelo.
Filipo II llegó a perdonar a su hijo pero la relación entre ambos era bastante
tensa. Alejandro se refugió en el reino de su madre, en Épiro, pero coincidió
con su padre en la boda de su hermana Cleopatra. Filipo II apareció sin escolta
y un joven de nombre Pausanias le asestó una puñalada en un costado que
acabó con la vida de Filipo casi inmediatamente.
La hipótesis sobre los que ordenaron a Pausanias el asesinato son varias. Es
cierto que fuera del reino macedónico tanto persas como atenienses se
beneficiarían de la muerte de Filipo. Sin embargo, también dentro del reino
macedónico había beneficiados. El primero de ellos el propio Alejandro Magno
que en ese momento se encontraba en una situación delicada después de que
la última esposa de Filipo (Cleopatra Eurídice) hubiera dado a luz a una niña.
LA BATALLA DE MARATÓN
El Imperio Persa desde la región de Mesopotamia había ampliado sus
fronteras basándose en el control de ciudades que se veían obligadas al pago
de impuestos. Los persas habían llevado su control hasta las polis griegas de
Asia menor que descontentas por la situación realizaron llamadas de auxilios a
las polis de la península balcánica.
Como respuesta a este levantamiento, los persas decidieron cruzar el
mar Egeo y controlar también aquellas ciudades griegas. Los persas, también
conocidos como medos, iniciaban así las Guerras Médicas (492-449 a.C.). Con
ejército mayor en número que el organizado por los griegos, se dirigieron hacia
el centro de la actual Grecia.
Una de las batallas más famosas es la que ocurrió en la llanura de
Maratón en el 490 a.C. Las fuerzas no estaban equilibradas. Mientras los
griegos contaban con 10.000 soldados, los persas sumaban más de 30.000. No
obstante, era cierto que los griegos estaban mejor preparados y armados que
los persas, que por otro lado formaban un conglomerado de hombres de
distintos orígenes, razas y lenguas.
El enfrentamiento entre ambas fuerzas en Maratón, a unos 40 km de
Atenas, se prologó durante cuatro días. El general griego Milcíades había
debilitado el centro de su formación para engañar a los persas, que avanzaron
rápidamente sin darse cuenta que las alas helenas les rodeaban. Conseguida la
victoria, comienza la historia legendaria de Filípides, el soldado que corrió sin
descanso desde Maratón a Atenas para avisar a las mujeres y niños que habían
quedado en la capital con el convencimiento de suicidarse si los griegos caían
derrotados.
CORONACIÓN DE RAMSÉS II
En 1306 a.C. aproximadamente, Ramsés II con apenas 25 años era
coronado faraón tras la muerte de su padre, el faraón Sethi I. La coronación del
monarca egipcio estaba cargada de lujo y boato. Habitualmente, las diferentes
ceremonias de coronación comenzaba setenta días después de la muerte del
anterior monarca, puesto que era el tiempo que se tardaba en el proceso de
momificación, haciéndose coincidir con el inicio del algún ciclo de la naturaleza
(la crecida del Nilo, la fase lunar,…).
Todos los actos se iniciaban
con la navegación del nuevo faraón
sobre el río Nilo tras la que se le
daba al faraón su nombre oficial
formado
por
varios
nombres
diferentes. También se anunciaban
el resto de títulos y se procedía a la
purificación del cuerpo del próximo
faraón antes de que tuviera lugar la
parte central de la coronación.
La parte fundamental de la
coronación estaba cargada de
simbología. Comenzaba imponiendo
al faraón la doble corona de Egipto,
representado la unión bajo el poder
del faraón del Alto y el Bajo Egipto.
Con el mismo sentido, el faraón era
sentado en dos tronos ceremoniales.
Posteriormente, se procedía a “la llamada de las dos tierras” en la que se
entrelazaban alrededor de una columna, los tallos de papiros y lirios,
recordando de nuevo la existencia de la dualidad entre Alto y Bajo Egipto. Los
tallos se colocaban como remate de la columna que posteriormente se situaban
sobre el trono del faraón. A continuación, el faraón tomaba un arco y lanzaba
una flecha hacia cada uno de los puntos cardinales, indicando el territorio sobre
el que reinaría.
La tercera y última ceremonia era la "procesión alrededor del muro" en la
que el nuevo rey debía correr el muro en torno del palacio, delimitando
simbólicamente así al país en su recorrido y dispensándole protección mágica.
LA REVUELTA DE ESPARTACO
A finales del siglo I a.C., la Roma republicana había entrado en crisis. El
Estado romano había protagonizado grandes conquistas que habían
proporcionado importantes riquezas a Roma pero también enormes
desigualdades. Los campesinos debían abandonar sus tierras para servir en el
ejército, como promedio durante unos veinte años, y se arruinaban al no poder
competir con las tierras labradas por esclavos.
Era norma que estos campesinos empobrecidos abandonaran sus lugares
de origen para emigrar hacia la capital. El descontento, la miseria y el
crecimiento demográfico provocaban revueltas sociales. En el siglo II se había
producido un levantamiento protagonizado por los Graco en busca de un mejor
reparto de riqueza. En el siglo I (73 a.C.) fueron los esclavos quienes se
levantaron liderados por Espartaco.
La revuelta se inició en una
escuela de gladiadores en el sur de
Italia, en concreto en la ciudad de
Capua, a la que pronto se sumaron un
grupo de más de setenta esclavos. En
su mayoría eran hombres de origen
bárbaro (tracios, galos, germanos,…) lo
que las autoridades romanas utilizaron
para hacer propaganda sobre su
excesiva violencia. La muerte de uno de
los generales del ejército de esclavos
fue vengada por orden de Espartaco con la muerte de 300 prisioneros romanos.
No obstante, al finalizar la revuelta se crucificaron más de 6.000 esclavos a lo
largo de la Vía Latina.
Durante los dos años a lo largo de los que se extendió la lucha,
Espartaco consiguió vencer a las legiones romanas en varias ocasiones. Fue
necesaria que Craso y Pompeyo se hicieran cargo de la situación para que
obligaran a los esclavos a retirarse hacia el sur. La batalla decisiva tuvo lugar en
Apulia en la que se puso fin al levantamiento y se derrotó a Espartaco, aunque
nunca se encontró el cuerpo del líder de la sublevación.
Aunque eran comprensibles las causas de levantamiento de los esclavos,
la importancia de la revuelta de Espartaco radica en que puso en jaque en más
de una ocasión a las legiones romanas y que evidenciaron una lucha absoluta
por la libertad. No se apoderaban de ciudades, no se aceptaban saqueos
incontrolados,…y la igualdad y la libertad eran sus dos grandes objetivos.
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