Cambio, transformación

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Cambio, transformación o revolución organizativa
(¿Radicalización del pensamiento gerencial?)
Marcel Antonorsi Blanco (*)
Pareciera que la expresión “cambio organizativo” se ha quedado corta para
describir lo que está ocurriendo, o se quiere que ocurra, en muchas de las
organizaciones empresariales contemporáneas. Quizás porque la expresión
misma de “cambio” se ha desprestigiado un poco; porque tantas veces se han
producido cambios que no cambian nada, porque el cambio ha dejado de serlo
verdaderamente. Pero hay más. Lo que se quiere decir es que se trata de un
cambio profundo, radical, de una transformación que cambie verdaderamente
las cosas, a fondo. Y más todavía. A algunos la expresión “transformación” les
parece poco radical, y prefieren hablar de “revolución” en la organización.
En efecto, el cambio se ha desprestigiado. Muchas veces se diseñan
cambios que no cambian nada. A veces son cambios superficiales de tipo
“gatopardiano”: cambios para que todo siga igual. Por esta razón, se ha
intentado establecer una gradación de cambios. Watzlavick, por ejemplo, se ha
referido a dos tipos de cambio muy distintos. El llama “Cambio 1” al cambio que
se produce dentro de un sistema o estructura, y “Cambio 2” al cambio de
sistema o estructura. El Cambio 1 es un cambio no estructural, el Cambio 2 es
un cambio radical. Es, en definitiva, lo mismo que se quería decir cuando se
hablaba, en un contexto político, de Reforma o Revolución. La “reforma” es un
cambio dentro de la estructura y la “revolución” un cambio de estructura.
Para salirse de esta especie de trabalenguas, hay quien prefiere recurrir a
la expresión de “transformación” para referirse al cambio radical, de fondo.
Algunas empresas han emprendido procesos de cambio tan de fondo que
prefieren hablar de “transformación organizativa”. Con esto quieren subrayar la
idea de que no se trata, como tantas veces, de simples cambios de personas o
de organigramas. La palabra cambio no les basta para referirse a las
modificaciones substanciales que aspiran realizar en sus procesos, en sus
estilos de trabajo, en sus valores...
Pero hay otros más radicales todavía a quienes la palabra “transformación”
les parece muy suave, y prefieren hablar de revolución. Seguramente quien
mejor lo ha expresado es Tom Peters en su libro Liberation Management
(Gerencia liberadora). Peters sostiene que las empresas deben ir más allá del
cambio y transformarse en cosas muy distintas de las que fueron.
Organizaciones inestables en cambio constante. Empresas grandes que
aprenden a comportarse como pequeñas. Organizaciones basadas en el
conocimiento. Desaparición de los mandos intermedios. Estructuras fluidas sin
estructura. Organizaciones transitorias y por proyectos. Equipos de trabajo
independientes que van más allá de los departamentos habituales. Culturas
basadas en la confianza y en el poder de los colaboradores. Redes internas y
con los clientes, proveedores y competidores. Invención, creatividad, innovación.
Exaltación del desorden creativo. Flexibilidad. Pasión. Transformarlo todo.
Desorganización permanente...
Quién lo hubiera dicho... Antes los revolucionarios eran los radicales del
cambio político. Antes se le tenía miedo a los anarquistas. Ahora los
radicalismos nos vienen por la vía de los gurúes gerenciales. Ahora los
anarquistas son los pensadores empresariales. Las revoluciones las hacen las
grandes empresas globales y se reseñan en la revista Fortune, en Business
Week y en la Harvard Business Review. Los autores gerenciales de ahora nos
sorprenden con su vocabulario y expresiones, más parecidas a las consignas
del Mayo francés, que a los conceptos usuales de la academia gerencial.
Y es que los tiempos están para cambios radicales. El mundo se ha hecho
cada vez más interconectado. Las barreras y los muros se han estado cayendo.
Las personas tenemos hoy aspiraciones inéditas. Las ideologías se desdibujan y
aparecen unas coincidencias sorprendentes. Todo parece que estuviera patas
arriba... o patas abajo, según como se vea. Ya el simple cambio organizativo no
parece ser suficiente. No basta con pulir y mejorar. Estamos en momentos de
“re-ingenierías”, de transformaciones organizativas y de revoluciones
empresariales animadas por gerentes de la liberación... Quien lo hubiera dicho...
A mi me gusta tener ante estos planteamientos novedosos y radicales la
siguiente actitud, que le propongo adopte como suya. Prefiero pensar que el
mundo es muy variado y que las situaciones concretas son muy diversas.
Prefiero analizar cada situación y cada organización y resolver lo que mejor
parezca para sus condiciones específicas. Prefiero pensar que a veces hay que
hacer revoluciones, otras veces transformaciones menos radicales y otras
simples cambios para mejorar. Creo incluso, que en ocasiones no hay que
cambiar nada sino conservar lo que tiene probado valor.
Prefiero no creer en panaceas milagrosas. Prefiero hacer siempre un
esfuerzo para analizar bien cada caso y encontrar las soluciones que merezca.
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(*) Consultor gerencial en estrategia, organización y liderazgo.
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