J.J. POZA-ALDEA XLI REUNIÓN ANUAL DE LA LIGA ESPAÑOLA CONTRA LA EPILEPSIA Valencia, 6-8 de noviembre de 2003 PONENCIA: EPILEPSIA ANTE EL NUEVO MILENIO Aportaciones de la genética a las epilepsias J.J. Poza-Aldea CONTRIBUTIONS TO EPILEPSY GENETICS Summary. Introduction and development. In recent years the progress made in genetics has revolutionised our knowledge of the physiopathological mechanisms governing epilepsy. Just 20 years ago, none of the genes involved in epilepsy were known. Since then 11 genes have been identified and this has enabled us to better understand the mechanisms that generate the seizures. This is not only of interest to academics but can also have a practical application by helping when it comes to making a rational choice of a drug in a particular epileptic syndrome, or by allowing new drugs to be developed as new therapeutic targets are identified. Conclusions. Genetics can help us to understand the mechanisms that cause resistance to drugs and to determine the risk of a patient’s suffering from idiosyncratic side effects or not. It is therefore to be expected that over the next few years it will become a fundamental body of doctrine for the daily management of epileptic patients. [REV NEUROL 2004; 38: 162-6] Key words. Epilepsy. Genetics. INTRODUCCIÓN En los últimos años, los avances en genética molecular han revolucionado el mundo de las epilepsias, ayudándonos a comprender mejor los factores que influyen en su aparición. Desde un punto de vista genético, podemos clasificar las epilepsias en tres grandes grupos: 1. Epilepsias monogénicas. Hay un gen causal que al mutar, es decir, al sufrir una alteración en su secuencia que ocasiona una pérdida o disminución significativa de su función o la ganancia de una nueva que no poseía, induce a la aparición de un síndrome epiléptico. 2. Epilepsias oligogénicas. Son epilepsias familiares, habitualmente sin un claro patrón mendeliano de herencia, que sólo aparecen cuando coinciden en un mismo individuo unos pocos genes (2-5) mutados. 3. Epilepsias poligénicas. Constituyen la gran mayoría. En este caso, el mecanismo genético no es la mutación sino el polimorfismo, y no están relacionadas con un gen o unos pocos genes, sino con un gran número de ellos. Los polimorfismos son la base de la variabilidad genética de una población. Constituyen pequeñas modificaciones en la estructura de un gen que llevan aparejadas distinta eficacia en la realización de su función, pero sin que ésta se pierda. En estos casos, uno o varios factores ambientales, con frecuencia inductores de algún tipo de lesión neuronal, actuando en un individuo con una determinada dotación genética, ocasionan la aparición de crisis epilépticas. Los mismos factores ambientales al actuar en otro individuo con otra dotación genética no inducirían a la aparición de crisis epilépticas. Recibido: 02.10.03. Aceptado: 03.10.03. Servicio de Neurología. Hospital Donostia. San Sebastián, España. Correspondencia: Dr. J.J. Pozo Aldea. Servicio de Neurología. Hospital Donostia. P.º Dr. Beguiristain,s/n. E-20014 San Sebastián (Guipúzcoa). E-mail: [email protected] 2004, REVISTA DE NEUROLOGÍA 162 Esta revisión no pretende hacer un repaso exhaustivo de las epilepsias de base genética (que de alguna manera lo son todas) o de los genes y loci genéticos con los que se han relacionado (que en estos momentos constituyen una lista interminable), sino analizar las aportaciones de la genética al conocimiento de las epilepsias. LAS EPILEPSIAS SURGEN POR ALTERACIONES EN LOS CANALES QUE CONTROLAN SU POTENCIAL DE MEMBRANA La gran mayoría de los genes implicados en la aparición de síndromes epilépticos tienen relación con un canal que interviene en la excitabilidad neuronal. En este sentido, podríamos incluir a las epilepsias en un amplio grupo de enfermedades, denominado canalopatías, que afectan a las células excitables del organismo (neuronas, fibras musculares y cardíacas), en el que se incluyen desde enfermedades paroxísticas del sistema nervioso central, como distonías, ataxias episódicas o migrañas, hasta enfermedades musculares, como parálisis periódicas o miotonías, y arritmias cardíacas. De hecho, la asociación en una misma familia o un mismo individuo de varios trastornos neurológicos paroxísticos no es rara. Por ejemplo, las ataxias periódicas se pueden asociar a epilepsia y migraña hemipléjica [1], la epilepsia benigna de paroxismos occipitales se asocia con frecuencia a la migraña [2], y se han descrito varias familias con epilepsia y distonías paroxísticas [3-6]. A continuación describiremos brevemente los síndromes epilépticos en los que se ha identificado un gen relacionado con un canal iónico. Epilepsias generalizadas idiopáticas La epilepsia generalizada idiopática (EGI) es un síndrome hereditario que puede presentarse con cuatro fenotipos: epilepsia de ausencias infantil (EAI), epilepsia de ausencias juvenil (EAJ), epilepsia mioclónica juvenil (EMJ) y epilepsia de gran mal del despertar (EGMD). Con frecuencia, estos subtipos se mezclan, y en una REV NEUROL 2004; 38 (2): 162-166 XLI REUNIÓN DE LA LECE: EPILEPSIA ANTE EL NUEVO MILENIO misma familia aparecen miembros con distintos fenotipos, e incluso un mismo paciente puede presentar un fenotipo en un momento de su vida y luego evolucionar hacia otro. La importancia de la herencia en la EGI se sospecha desde hace mucho tiempo, pero su base genética todavía no se ha podido descifrar. Se ha encontrado ligamiento con varios loci en algunas familias con EGI, pero en la mayoría de los casos no se ha identificado el gen mutado [7-12]. Recientemente se han podido identificar dos genes implicados en la aparición de EGI, y los dos codifican subunidades de un canal iónico. El primero, situado en el cromosoma 5, codifica la síntesis de la subunidad a1 del receptor de GABAA (GABRA1) [13]. Las mutaciones en este gen disminuyen la amplitud de las corrientes inducidas por GABA, de manera que las crisis podrían ser el resultado de una menor respuesta a este neurotransmisor inhibidor. El segundo, situado en el cromosoma 3q26 [14], codifica la síntesis del canal de cloro dependiente de voltaje ClC-2 [15]. Hasta el momento se han descrito tres mutaciones en este gen, que ocasionan una alteración en la función del canal, lo que impide la respuesta inhibitoria que en condiciones normales induce el GABA [16]. Epilepsia generalizada con crisis febriles plus Scheffer y Berkovic describieron varias familias australianas con un síndrome epiléptico denominado epilepsia generalizada con crisis febriles plus, transmitido con un patrón autosómico dominante con una elevada penetrancia, en el que son posibles varios fenotipos: unos pacientes presentan crisis febriles típicas, que aparecen exclusivamente con fiebre entre los 3 meses y los 6 años de edad; la mayoría de los pacientes tienen crisis febriles plus, es decir, crisis con fiebre que se extienden más allá de los 6 años de edad asociadas a crisis generalizadas tonicoclónicas afebriles. Por último, algunos pacientes presentan crisis febriles plus asociadas a otros tipos de crisis epilépticas (ausencias, mioclónicas, atónicas, crisis parciales de lóbulo temporal). Un pequeño número de pacientes presenta formas graves de epilepsia, como síndrome mioclonicoastático o síndrome de Dravet [17,18]. Hasta el momento se han identificado cuatro genes relacionados con este síndrome. Tres de ellos, SCN1A, SCN2A y SCN1B, codifican la síntesis de distintas subunidades de canal de sodio dependiente de voltaje [19,20]. Las mutaciones en estos genes tienen un efecto similar: aumentar la permeabilidad al sodio, con lo que se incrementa la excitabilidad neuronal. El cuarto codifica la síntesis de la subunidad gamma del receptor de GABA, que hace reducir la respuesta a este neurotransmisor y, por tanto, aumentar la excitabilidad neuronal [21]. Epilepsia frontal nocturna autosómica dominante (EFNAD) La EFNAD se describió en 1994-1995 en varias familias australianas, canadienses y británicas [22,23]. Posteriormente se han descrito gran cantidad de familias de diferentes orígenes (anglosajones, francocanadienses, noruegos, franceses, italianos, españoles y japoneses), que han confirmado la distribución mundial del síndrome [24-29]. La EFNAD es una enfermedad hereditaria, con un patrón de transmisión autosómico dominante, pero de penetrancia incompleta (70-80%). Uno de sus rasgos más característicos es su gran heterogeneidad clínica intra e interfamiliar, tanto en lo que se refiere a la edad de inicio como a la intensidad de las crisis, a la evolución de la epilepsia o a la respuesta al tratamiento. Habitualmente se inicia al final de la infancia o adolescencia (7-12 años). Las crisis REV NEUROL 2004; 38 (2): 162-166 son breves, habitualmente nocturnas, y aparecen en racimos al inicio o al final de la noche. Los pacientes con formas más graves pueden presentar crisis generalizadas tonicoclónicas diurnas precipitadas por déficit de sueño o estrés. La mayoría de los pacientes perciben un aura que se sigue de una vocalización, y luego de una actividad motora muy llamativa con posturas distónicas del tronco, la cabeza o los miembros, y actividad hipercinética. Habitualmente el paciente mantiene la conciencia durante el episodio. La EFNAD tiene una evolución favorable, con tendencia a la disminución del número de crisis en la edad adulta, e incluso desaparece hacia la cuarta o quinta década de la vida. La exploración neurológica es normal, aunque si se hace un estudio neuropsicológico con detenimiento se puede encontrar una leve disfunción frontal. Se ha descrito una tendencia a presentar cuadros esquizofrénicos o psicóticos [30,31]. El EEG intercrítico diurno es casi siempre normal, y la monitorización videopolisomnográfica suele ser la única forma de evidenciar actividad epiléptica. La resonancia magnética (RM) cerebral ha sido normal en todos los pacientes en los que se ha realizado. Habitualmente responde bien al tratamiento antiepiléptico. La carbamacepina constituye el fármaco de elección, si bien hasta un 20-30% de los pacientes son refractarios al tratamiento con este fármaco [32]. El ácido valproico es ineficaz. La EFNAD es genéticamente heterogénea. En 1994 se identificó el primer gen en el cromosoma 20q13.3, que codifica la subunidad a 4 del receptor nicotínico colinérgico neuronal (CHRNA4). Posteriormente se localizó un segundo locus en el cromosoma 15q24, cuyo gen aún no se ha identificado [33]. Finalmente, en el año 2000 se clonó un segundo gen en el cromosoma 1 [34], que codifica la síntesis de la subunidad b 2 del receptor nicotínico (CHRNB2) [35]. Desde el punto de vista clínico, las familias con mutaciones en este gen son indistinguibles de las que tienen mutaciones en el gen CHRNA4 [36]. No obstante, la mayoría de las familias no presentan mutaciones en los genes CHRNA4 ni CHRNB2, ni ligamiento con el cromosoma 15 [37]. El efecto de todas las mutaciones que se describen en las subunidades de receptores colinérgicos es un aumento de la sensibilidad del receptor a la ACh, e incluso a los metabolitos de la misma habitualmente inactivos, como la colina [38-41]. La carbamacepina revierte este efecto, pero esto no ocurre con el ácido valproico, lo que explica la distinta sensibilidad de la EFNAD a estos dos fármacos antiepilépticos, e indica un camino para el establecimiento de estrategias racionales de tratamiento en los síndromes epilépticos cuya base molecular va siendo determinada [42]. La diferente composición del receptor nicotínico, constituido por una proporción variable de distintas subunidades en las distintas regiones de la corteza cerebral, podría explicar la naturaleza focal de las crisis. Y finalmente, la reducción progresiva del número de receptores colinérgicos en el lóbulo frontal que ocurre fisiológicamente explicaría la evolución favorable, con tendencia a la reducción del número de crisis, que experimenta la EFNAD con la edad [43]. Convulsiones neonatales benignas Es un síndrome epiléptico benigno, de herencia autosómica dominante. Se inicia en la primera semana de vida y suele desaparecer antes de la sexta, aunque un 10-15% de los casos vuelven a sufrir crisis epilépticas en la edad adulta [44,45]. Cuando el parto es prematuro, el inicio y la remisión de las crisis se retrasa, lo que indica que la presencia de crisis está muy relacionada con una etapa de la maduración cerebral. 163 J.J. POZA-ALDEA Se han identificado dos genes implicados en la aparición de este síndrome, uno situado en el cromosoma 20q13.3 [46,47], con el que ligan la mayoría de las familias que se han estudiado, y otro en el cromosoma 8q24 [48,49]. Ambos codifican la síntesis de subunidades (KCNQ2 y KCNQ3) [50-52], que se ensamblan para formar canales lentos de potasio, responsables de la llamada corriente M, que controla el número de descargas con las que responde una neurona tras recibir un intenso estímulo excitatorio. El descubrimiento de estos canales ha permitido conocer un nuevo mecanismo de control de la excitabilidad neuronal, al establecer una nueva diana para el desarrollo de fármacos antiepilépticos [53]. De hecho, existe ya un fármaco en fase de investigación, la retigabina, que actúa modificando esta corriente. Estos canales pertenecen a una familia en la que se incluye el KCNQ1, uno de los genes implicados en la aparición del síndrome de QT largo [54], lo que demuestra una vez más la relación existente entre las enfermedades provocadas por hiperexcitación celular. EXCEPCIONES Entre 1995 y 1999 se describieron dos familias, una norteamericana y otra española, con una forma de epilepsia temporal hereditaria; el grupo español la denominó epilepsia lateral temporal autosómica dominante (ELTAD), y el americano epilepsia parcial autosómica dominante con síntomas auditivos [55-57]. El cuadro se inicia habitualmente en la adolescencia o juventud. Las crisis empiezan con un pródromo auditivo simple o visual. Lo habitual es que haya una generalización secundaria. Algunos pacientes presentan otro tipo de pródromo sensitivo (olfativo, vertiginoso), o crisis parciales complejas, y en algunos casos sólo se evidencian crisis generalizadas tonicoclónicas, si bien todas ellas son poco frecuentes. La exploración neurológica es normal. El electroencefalograma (EEG) intercrítico frecuentemente es normal, o presenta alteraciones discretas, en forma de ondas agudas aisladas, de localización temporal o temporooccipital. Los estudios de neuroimagen no detectan anomalías. Las crisis generalmente responden muy bien a cualquier fármaco antiepiléptico, incluso en dosis bajas, pero si se suspende el tratamiento lo habitual es que las crisis recurran. A diferencia con el resto de los genes relacionados con la epilepsia que se han identificado hasta ahora, el gen responsable de la ELTAD, situado en el cromosoma 10q y denominado LGI1, no participa en la formación de ningún canal iónico [58,59]. Se describió en 1998 y se consideró un gen supresor de la aparición de tumores, pues con frecuencia aparece mutado en los glioblastomas multiformes, mientras que no suele presentar alteraciones en los astrocitomas de bajo grado [60]. Sin embargo, en ninguna de las familias con ELTAD que se han descrito se ha apreciado una mayor frecuencia de tumores. Desde un punto de vista estructural, el rasgo más representativo de la proteína codificada por LGI1 es la presencia de una serie de repeticiones ricas en leucina, flanqueadas por dominios ricos en cisteína. Esta característica aparece en varias proteínas implicadas en la regulación del crecimiento, la adhesión y la migración celular, y ésta podría ser también la función de la proteína que codifica LGI1 [61]. Si las mutaciones en este gen aparecen en la etapa de desarrollo del cerebro, podrían originar alteraciones sutiles en la migración neuronal, no detectables mediante las técnicas de RM actuales, que serían las responsables de la epileptogenésis. Sin embargo, cuando el gen muta en 164 un cerebro maduro, solo afectaría a las células gliales, que iniciarían una proliferación y migración descontrolada, responsable de la transformación de astrocitomas de bajo grado en glioblastomas invasivos. Recientemente se han descrito dos familias con ligamiento en el cromosoma 10q y mutaciones en el mismo gen que las que se han referido, con un fenotipo clínico ligeramente diferente, pues las crisis se inician con una afasia sensorial, que también sugiere un inicio lateral temporal [62,63]. NO TODAS LAS EPILEPSIAS DE BASE GENÉTICA SON FAMILIARES La mayoría de las encefalopatías epilépticas graves de la infancia son sintomáticas. Sin embargo, hay un pequeño grupo en el que no se llegan a determinar alteraciones anatómicas o metabólicas, y se clasifican como criptogénicas. El síndrome de Dravet es una de estas encefalopatías epilépticas criptogénicas de la infancia. Cursa con múltiples tipos de crisis farmacorresistentes que se inician en el primer año de vida, asociadas a un retraso en el desarrollo. En los últimos años se ha evidenciado que este síndrome tiene una base genética. Por un lado, aparece en algunos miembros de familias con GEFS+, y constituye el extremo más grave del espectro de manifestaciones clínicas con que puede cursar este síndrome familiar. Pero, además, el 80% de los pacientes con síndrome de Dravet esporádico presentan mutaciones de novo en el gen SCNA1, y en un paciente se ha encontrado una mutación de novo en el gen GABRG2 [64,65]. Por tanto, el origen de algunos síndromes epilépticos sin un patrón familiar podría ser la aparición de mutaciones de novo en genes implicados en el control de la excitabilidad neuronal. HETEROGENEIDAD CLÍNICA Y GENÉTICA Como hemos ido viendo a lo largo de toda la exposición, los síndromes epilépticos son clínica y genéticamente heterogéneos. Por un lado, un mismo fenotipo puede estar en relación con mutaciones en genes diferentes. En algunos casos esto es fácilmente comprensible, pues actúan al mismo nivel, y es previsible que tengan el mismo resultado final. Así, resulta fácil de entender que las mutaciones en distintas subunidades del canal de sodio tengan como resultado la aparición de un mismo síndrome (GEFS+), que las mutaciones en subunidades del receptor colinérgico se manifiesten de la misma forma (EFNAD) y que las mutaciones en los dos genes que regulan la síntesis de las subunidades que forman el canal M de potasio cursen con el mismo fenotipo (convulsiones neonatales benignas). Pero en otros casos, la forma por la que las mutaciones en distintos genes ocasionan un mismo fenotipo es más difícil de entender. Así, no es fácil de explicar cómo el GEFS+ puede deberse a mutaciones en las subunidades del canal de sodio o en el receptor de GABA, o cómo las convulsiones neonatales benignas pueden producirse por mutaciones en el canal M de potasio o en un canal de sodio (SCN2A) [66]. Por otro lado, mutaciones en un mismo gen, incluso la misma mutación, puede dar lugar a formas clínicas muy diferentes. Por ejemplo, en familias con GEFS+, la misma mutación puede ocasionar un fenotipo tan leve como las crisis febriles en un individuo, y tan grave como un síndrome de Dravet en otro miembro de la familia. Esto demuestra hasta qué punto nos faltan piezas del rompecabezas. El fenotipo no depende sólo del REV NEUROL 2004; 38 (2): 162-166 XLI REUNIÓN DE LA LECE: EPILEPSIA ANTE EL NUEVO MILENIO tipo de mutación, sino de cómo se regula la expresión de ese gen mutado, y de la forma en que se modifica su alteración por el resto del ambiente genético. LA RESPUESTA A FÁRMACOS ANTIEPILÉPTICOS TAMBIÉN DEPENDE DE LA CARGA GENÉTICA Aproximadamente un 30% de los pacientes con epilepsia no se controla con fármacos [67]. A pesar de la introducción de nuevos fármacos en la última década, esta situación no ha cambiado. Las causas de la resistencia al tratamiento pueden ser múltiples, pero la heterogeneidad en los síndromes epilépticos de los pacientes resistentes, y el hecho de que sean resistentes a fármacos diferentes, con distintos mecanismos de acción, hace pensar que en muchos casos la mala respuesta al tratamiento no depende del tipo de epilepsia, sino de factores intrínsecos del paciente. Se ha visto que los pacientes resistentes expresan en mayor medida proteínas que impiden la entrada del fármaco al sistema nervioso [68], esta sobreexpresión puede adquirirse o mediarse a través de factores genéticos [69]. Por otro lado, también la aparición de determinados efectos secundarios inducidos por fármacos, los llamados idiosincráticos, tienen relación con la dotación genética del individuo. En este momento, sólo podemos advertir al paciente de que estos efectos secundarios pueden ocurrir. Es de esperar que en el futuro, gracias a los avances en el conocimiento y la mejora de las técnicas de diagnóstico genético que ha permitido el desarrollo informático, se puedan seleccionar a priori los pacientes susceptibles de sufrir estos efectos secundarios. BIBLIOGRAFÍA 1. Holtmann M, Opp J, Tokarzewski M, Korn-Merker E. Human epilepsy, episodic ataxia type 2 and migraine. Lancet 2002; 359: 170-1. 2. Kuzniecky R, Rosenblatt B. Benign occipital epilepsy: a family study. Epilepsia 1987; 28: 346-50. 3. Szepetowski P, Rochette J, Berquin P. Familial infantile convulsions and paroxysmal choreoathetosis (ICCA): a new neurological syndrome linked to the pericentromeric region of human chromosome 16. Am J Hum Genet 1998; 61: 889-98. 4. Caraballo R, Pavek S, Lemainque A. Linkage of benign familial infantile convulsions to chromosome 16p12-q12 suggests allelism to the infantile convulsions and choreoathetosis syndrome. Am J Hum Genet 2001; 68: 788-94. 5. 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N Engl J Med 2003; 348: 1442-8. APORTACIONES DE LA GENÉTICA A LAS EPILEPSIAS Resumen. Introducción y desarrollo. En los últimos años los avances en la genética han supuesto una revolución en el conocimiento de los mecanismos fisiopatológicos de la epilepsia. Hace sólo 20 años no se conocía ninguno de los genes implicados en la epilepsia. Desde entonces se han identificado 11 genes, lo que ha permitido comprender mejor los mecanismos por los que se generan las crisis. Esto no sólo tiene interés académico, sino que puede tener una aplicación práctica, al ayudar a una elección racional de un fármaco en un determinado síndrome epiléptico, o al permitir el desarrollo de nuevos fármacos al identificar nuevas dianas terapéuticas. Conclusión. La genética puede ayudarnos a comprender mecanismos de resistencia a fármacos y determinar el riesgo de un paciente de sufrir o no efectos secundarios idiosincráticos, de modo que es de esperar que en los próximos años se convierta en un cuerpo de doctrina fundamental para el manejo diario de los pacientes epilépticos. [REV NEUROL 2004; 38: 162-6] Palabras clave. Epilepsia. Genética CONTRIBUIÇÃO DA GENÉTICA PARA AS EPILEPSIAS Resumo. Introdução e desenvolvimento. Nos últimos anos os avanços na genética supuseram uma revolução no conhecimento dos mecanismos fisiopatológicos da epilepsia. Há apenas 20 anos não se conhecia qualquer um dos genes envolvidos na epilepsia. Desde então foram identificados 11 genes, o que permitiu compreender melhor os mecanismos pelos quais se geram as crises. Isto tem interesse não só académico, como também pode ter uma aplicação prática, ao ajudar a escolha racional de um fármaco numa determinada síndrome epiléptica, ou ao permitir o desenvolvimento de novos fármacos ao identificar novos alvos terapêuticos. Conclusão. A genética pode ajudarnos a compreender mecanismos de resistência a fármacos e determinar o risco de um doente sofrer ou não efeitos secundários idiossincrásicos, de modo que é de esperar que nos próximos anos se converta num corpo de doutrina fundamental para a abordagem diária dos doentes epilépticos. [REV NEUROL 2004; 38: 162-6] Palavras chave. Epilepsia. Genética. 166 REV NEUROL 2004; 38 (2): 162-166