La revolución rusa Los problemas antecesores a la Revolución Soviética.

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La revolución rusa
A propósito de El acorazado Potemkin (1925), de S.M.Eisenstein.
Los problemas antecesores a la Revolución Soviética.
El proceso revolucionario que convulsiona Rusia desde los primeros años del siglo, ya pasado, XX y que
culmina en 1917 es un acontecimiento crucial que marca la historia europea y mundial de nuestro tiempo.
Considerado por muchos intelectuales como el acontecimiento más importante del siglo XX y comparable en
trascendencia a la Revolución Francesa, punto de partida de todos los procesos políticos de la era
contemporánea.
Para comprender la Revolución del pueblo ruso hemos de remontarnos años atrás encontrándonos con una
serie problemas, raiz de descontentos sociales de los que nacería una revolución, una de las más importantes
de la historia.
Hacia 1900 era el mayor estado del mundo, alrededor de 22 millones de kilómetros cuadrados, con una
población de 125 y 140 millones de habitantes. Principalmente podían contabilizarse en este coloso país
cuatro grnades problemas:
Problema nacional: en el inmenso imperio convivían más de 150 pueblos, que hablaban múltiples lenguas y
profesaban diversas religiones. El colosal imperio, que ocupaba territorios de dos continentes, estaba
constituido mayoritariamente por rusos, quienes vivían en el núcleo central, en torno a Moscú. En número les
seguían los ucranianos, luego los bielorrusos, los eslavos bálticos, los polacos etc. En las regiones periféricas
vivían pueblos inmigrados o absorbidos en el proceso de expansión imperial del zarismo, ejemplo de estos
pueblos fueron los rumanos de Besarabia, griegos del Mar Negro e incluso los alemanes del Volga medio.
Mayores problemas de asimilación se planteaban con los musulmanes que poblaban regiones meridionales,
europeas y asiáticas y la integración de los judíos dentro de este caótico sistema social.
La idea por parte del zar de mantener cohesionado este mosacio conlllevó a adoptar medidas forzadas de
rusificación, por ello, en ocasiones fue conocida Rusia como una cárcel de pueblos.
Crisis económica: la crisis económica de los primeros años de siglo era de tipo coyuntural, las estadísticas
demostraban que se habían duplicado las superficies dedicadas al trigo y a la patata entre 1900 y 1910
acompañando un crecimiento de la producción industrial en un 40%. Pero este aumento no repercutía en el
consumo popular, menguando no obstante en los años de crisis. La afluencia de los productos alemanes y la
finalización del transiberiano produjeron paro y hambre aumentando de esta manera las huelgas y las
manifestaciones contra el gobierno establecido entre 1900 y 1904
Autocracia política: la Rusia de principios d siglo vivía bajo un gobierno autócrata, un régimen absoluto,
detentado por la autoridad omnímoda del zar Nicolás II. No existían partidos políticos, elecciones,
parlamento, libertad de prensa, ni una carta de derechos que pudiera considerarse Constitución, palabra que el
zar declaraba no debía se pronunciada en su presencia. Lo más grave del gobierno de Nicolás II fueron sus
severos recursos policiales debido a su escasa, o mejor dicho, nula educación política.
Crisis social: la guerra ruso−japonesa sería la detonante de la protesta popular contra las decisiones del zar.
Las sucesivas derrotas navales y terrestres, tanto de la flota del Pacífico como la del Báltico demostraron la
incapacidad bélica del ejército zarista y la ineficacia de la red ferroviaria para el traslado de tropas y
materiales. Tras la confirmación de la derrota se levantó la protesta popular que se había iniciado contra las
levas.
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Mirada de lejos, Rusia podía parecer totalmente amorfa. Los bolcheviques apenas eran entonces unos 5.000,
algunos centenares de ellos reclutados en condiciones de militar y los restantes repartidos en ese imperio
caóticamente ordenado. La mayor parte de los ciudadanos vivían todavía en el campo, y sus penosas
condiciones de vida, así como sus hábitos patriarcales y su mentalidad arcaica, parecían inmutables.
Patética era la situación de los musulmanes de Asia, absorbidos en el imperio zarista, donde en una comarca
tan representativa como Voronej los campesionos todavía trabajaban el campo con métodos primitivos, su
nivel de vida era terriblemente bajo a pesar de los beneficios que les otorgaba la tradicional fabricación de
cerámica. Construidas con sus propias manos, las isbas familiares eran edificadas con paredes de tierra batida
y techo de ramaje, no se conocía la cama, y el mobiliario se reducía a una mesa de madera blanca, unos
cuantos bancos y una enorme estufa, alrededor de la cual se colocaban unos ladrillos en los cuales se reunía
toda la familia para dormir en la época de invierno. A todo ello se añadían en un rincón los inevitables iconos
mientras que el humo, a falta de chimenea salía por la puerta.
Los pueblos no tuvieron escuelas hasta después de finalizar el siglo XIX, y los escasos hospitales apenas eran
visitados por los aldeanos, quienes atribuían las epidemias y demás enfermedades a la cólera divina.
Además, los campesinos estaban expuestos a las peores humillaciones por parte de la aristocracia. El cochero
del señor local podía azotar impunemente al campesino que no se apartara lo bastante deprisa de su camino al
paso del carruaje. Tampoco hay que olvidar al despiadado fisco quien incautaba los bienes de los desgraciados
insolventes y los subastaba. En cuanto a la escuela de la aldea, si existía, no tenía más de veinte años, y
aquellos que asistían olvidaban fácilmente lo que se les había explicado, salvo algunas lecturas de la iglesia ya
que la religión ocupaba gran parte de la vida de aquella pobre gente. Su cristianismo hecho de recuerdos
lejanos de escrituras y adormecido por creencias precristianas llevaba a los campesinos a creer que la tierra
estaba sostenida por siete ballenas y que el infierno estaba debajo de ella y el paraiso sobre el cielo.
Con todo este caos social, Rusia estaba envuelta en conflictos bélicos, en 1904 contra Japón y más tarde
involucrada en la primera Guerra Mundial. La guerra había hecho el papel que el trabajo revolucionario jamás
podría haber conseguido con sus únicas fuerzas. La guerra había dado lugar a una profunda desestabilización
del sistema social ruso. La movilización había afectado a cerca de quince millones de hombres, en su mayoría
procedentes del campo. Las graves lagunas de la máquina industrial, el deterioro de los transportes, la
corrupció llevada a todos los niveles, la falta de armamento moderno con su consiguiente escasez de
municiones, así como la desidia de los altos mandos, habían producido una verdadera hecatombe. Se puede
afirmar que la cifra total de muertos se acercó a los dos millones junto a tres millones de heridos y prisioneros.
Conforme se iban sumando las derrotas la incertidumbre corroía a los altos mandos mientras que los soldados,
aterrorizados caían el una incontrolable indisciplina. El campesinado, cansado de metralla, en contacto con
obreros y revolucionarios, en dos años evolucionó siglos, machacado por la impotencia de cargar con armas
blancas frente a las ametralladoras enemigas y harto de los abusos y castigos corporales recibidos por parte de
algunos oficiales, el campesinado se alzó, desertores y sodados amotinados componían el desastre del ejército
nacional ruso.
La crisis no sólo se extendía al sector del pueblo, en el interior del palacio del zar se respiraba un ambiente de
completa tensión, sobretodo por la presencia del oscuro e intratable Rasputín, cuyas relaciones se extendían
por toda la familia del zar y cuyos conocimientos de medicina y curandería sorprendieron al propio Nicolás II.
Convertido en consejero personal del zar fue víctma de varios intentos de envenenamiento ante la ire del
sector nobiliario, pero Rasputín era inmune a tales venenos pues audazmente había ido preparándose día tras
día con ligeras porciones de varios tóxicos, consiguiendo así acostumbrarse y aceptarlos sin efectos. No
obstante en 1916 fue asesinado por parientes del zar levantando una gran polémica a pies de la revolución de
1917.
En la película observamos las injusticias y la patética situación reflejada en el acorazado, donde los
marineros son tratados humillantemente, maltratados por los oficiales llegando al punto detonante cuando
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son obligados a alimentarse mediante carne putrefacta. En este momento los marineros se amotinan ante la
airada mirada de los oficiales, retratados hábilmente causando odio al espectador. Las condiciones sobre el
acorazado son un ejemplo de la situación que la mayoría del país vivía ante el régimen zarista. Los japoneses
alimentan mejor a los presos rusos exclama Vachulinchuk, líder del motín del Potemkin.
El primer ensayo. La revolución de 1905
El ensayo de la gran revolución, como ha sido denominado este estallido de 1905, se caracterizó por ser un
movimiento espontáneo de las masas populares donde la participación de las fuerzas políticas de izquierda fue
tardía y nuca decisiva.
La guerra contra Japón reavivó algunos fenómenos sociales. En primer lugar el terrorismo. A lo largo de 1904
se reanudó la actividad terrorista del Partido Socialista Revolucionario, heredero de los narodiki o populistas,
y como respuesta, de la represión gubernamental, pilotada por el ministro del interior, el inmovilista Plehve,
que sería asesinado a mediados de julio. En segundo lugar se incrementaron las demandas de apertura política,
por parte de los zemstuos, asambleas de distrito.
Esta revolución vendría precedida por una intensa agitación en el movimiento obrero (huelgas violentas en
Bakú, Moscú, San Petersburgo...), y encontraría su detonante en el Domingo sangriento (9 de enero de 1905),
cuando una manifestación pacífica encabezada por el pope Gapón, demandando una asamblea constituyente,
sería duramente reprimida por los cosacos, la policía de palacio, causando un total de mil víctimas. La inepcia
de Nicolás II se plasmó en la redacción de una proclama reafirmándose en su fe en la autocracia.
Aunque no es la representación del caso en cuestión, el llamado Domingo Sangriento se ve reflejado en la
más famosa escena de la película y una de las secuencias que pasaran a los anales de la historia, la matanza
de la escalinata. En ella, los cosados, con órdenes del zar, acribillan a la multitud sin ningún tipo de
escrúpulos, es una matanza representada de manera dura y directa, sin tapujos, lo que probablemente hiciera
de esta escena una de las más aclamadas.
La protesta contra el zar después de este terrible suceso adquirió una nueva dimensión y una oleada de huelgas
sacudío Rusia. Un momento decisivo en esta revolución será la sublevación de los marineros del acorazado
Potemkim, acontecimiento que comentamos paralelamente a este trabajo, acaecido en junio del mismo año,
que manifestó la certeza de la tesis de Lenin acerca de que en momentos de crisis el ejército sintonizaría con
la revolución. Tras varios meses de clama, en octubre se produjeron otra serie de huelgas haciendo patente el
evidente divorcio entre el zar Nicolás II y el pueblo; la de ferrocarriles casi paralizó el país y produjo el
desabastecimiento de la capital.
Sin embargo, pese a que el resultado final del estallido no coincida con el objetivo que los revolucionarios
habían planteado, en esta revolución se fragua la alianza táctica que dará lugar a posteriores movimientos
revolucionarios: la burguesía luchará ya junto a la clase obrera urbana por la modernización del régimen. Así
mismo, los «soviets» (consejos) de obreros y soldados ven la luz en las principales ciudades del Imperio (San
Petersburgo) y comienzan a posibilitar la articulación de una fuerza de oposición popular al zarismo por
encima de los partidos. El panorama del marxismo ruso en esta etapa es muy complejo. La pugna entre
«marxista−legales» (reformistas) y «marxistas revolucionarios» será patente desde 1902. Cada tendencia
ofrecerá un programa propio de alternativas a la deteriorada situación política, social y económica. Los
primeros aceptarán una etapa de capitalismo burgués (parlamentarismo) como inevitable para preparar la
revolución social; los segundos, con Lenin a la cabeza, serán partidarios de entroncar de forma continua
ambas revoluciones, preparando la clase obrera conscientemente su propia revolución desde el principio.
Junto a ellos se encuentra la posición de los denominados «economistas», alineados junto al reformismo, pero
que en su fondo ideológico transmiten el mensaje d e que los obreros deben limitarse exclusivamente a la
lucha económica, mientras que la burguesía debería ser la encargada de mantener la lucha política. Por todo
ello, resulta comprensible que ya en el IIº Congreso de la socialdemocracia rusa (Partido Obrero
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Socialdemócrata Ruso), celebrado en 1903, el marxismo se viera dividido en dos fracciones irreconciliables:
la «menchevique» («minoría»), defensora de la idea de potenciar la revolución democrático−burguesa como
condición indispensable para que pueda producirse la revolución proletario−socialista; y la «bolchevique»
(«mayoría»), que aspiraba a radicalizar hasta sus últimas consecuencias la revolución democrático−burguesa
con el fin de convertirla en revolución proletaria (pese a que Rusia no se encontraba en una fase capitalista
desarrolada).
Los bolcheviques, tras la escisión, celebrarían su propio Congreso en 1905 y contribuirían, durante la
revolución «espontánea» de ese año, a la fundación de los primeros «soviets» (San Petersburgo), fenómeno
nuevo y peculiar que acabará dando su nombre al Estado surgido de Octubre. La primera consecuencia del
movimiento popular de 1905 será el «Manifiesto de Octubre», otorgado por el Zar Nicolás II a instancias del
ministro Witte.
En este documento se asumía por parte de la autocracia un triple compromiso: 1) concesión de libertades
civiles, 2) establecimiento de una ley electoral ampliada, y 3) creación de una «Duma» (Parlamento) con
poderes legislativos. De esta forma la autocracia pretendió (y en buena medida consiguió) atraer a su terreno
al ala derecha de la oposición y evitar que los «kadetes» (demócratas constitucionalistas) continuaran
prestando su apoyo a los huelguistas. Sin embargo, estas medidas comenzaban a revelar la debilidad de un
Estado incapaz de evolucionar al ritmo marcado por la historia; la ley electoral promulgada era restringida (el
voto de un propietario equivalía al de 2 ciudadanos y al de 45 obreros), la Duma estaba mediatizada
fuertemente por el Consejo de Estado (alta cámara designada por el Zar y que tenía derecho a veto sobre las
decisiones adoptadas por la Duma) y la praxis del gobierno resultaba claramente entorpecedora para el
progreso social y económico, mezclándose reformas puntuales con una constante represión. Así, el ministro
Stolypin (asesinado en 1911) suprimirá el sistema tradicional del «mir» (aldeas con propiedad comunal) y
tratará de apaciguar las tensiones en la Duma por medio de medidas de «coerción selectiva» (represión de los
elementos intransigentes). El zarismo volvía así a demostrar su falta de visión de futuro y su incomprensión
absoluta de cuál era el auténtico sentido de la etapa que se vivía, arbitrando medidas que chocaban
frontalmente con los deseos populares. El desencadenamiento de la Primera Guerra Mundial haría el más
hermoso regalo a la revolución (Lenin), pues, en sólo tres años, socavó hasta lo más profundo todas las bases
del Imperio zarista. La cifra de bajas fue desmesurada (3,5 millones de muertos y 5 millones de heridos entre
1914 y 1916); las consecuencias en el plano económico fueron incontrolables, los precios se dispararon,
haciendo casi imposible la subsistencia (estallan continuas huelgas y motines populares); la impopularidad de
la Corte aumentó, debido especialmente a la germanofilia de la Zarina y a la omnipotencia del santón
Rasputín (asesinado en 1916); el Bloque Progresista (octubristas y kadetes) se alineó juntamente con la
oposición a la autocracia, pidiendo la caída de Nicolás II (no la supresión de la monarquía) por su oposición a
los poderes representativos (Duma). También enlazada con las consecuencias de la revolución de 1905 está la
reflexión que hace V.I. Ulianov, Lenin, sobre cuáles eran las perspectivas de la revolución en Rusia. El líder
bolchevique escribe en estos años sus principales obras, El imperialismo, fase superior del capitalismo (1916)
y El Estado y la Revolución (1917), donde expone las tres líneas fundamentales de su pensamiento, líneas que
habrían de ser decisivas en el desarrollo posterior de los acontecimientos: − profundización en la teoría
marxista de la revolución social, adaptando el pensamiento de K. Marx, surgido en tiempos de la primera
industrialización, a las condiciones específicas de la fase imperialista del capitalismo y a un Estado cuya
economía es aún fundamentalmente agraria; − concreción de la revolución social y política al caso ruso,
partiendo de la idea de que, frente al descenso del activismo del proletariado. De los países desarrollados
(«aburguesamiento»), se hace necesario trasladar el foco revolucionario a un país como Rusia, con un
incipiente desarrollo industrial y presencia de sectores obreros, pero cuyo capitalismo es aún joven («eslabón
débil» de la cadena imperialista); y diseño de una estrategia revolucionaria, basada en un partido, «vanguardia
del proletariado», sometido a una disciplina férrea, que ha de marchar al frente «guía») del proceso
revolucionario; el partido debe dotarse de una estrategia y de un sistema de alianzas de clase configuradas en
torno al proletariado, donde se encuadrarían los intelectuales y estudiantes y el campesinado pobre de Rusia.
Estos puntos aparecerán continuamente en la teoría y la práctica del partido bolchevique, chocando a menudo
con el planteamiento de los reformistas (alianza obrero−burguesa), los populistas y social−revolucionarios
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(revolución campesina), Trotski (revolución exclusivamente obrera), etc.
La revolución de 1917
Febrero. Revolución burguesa.
Sólo cinco días fueron necesarios para derribar al zarismo, las penalidades de la guerra y el deficiente
abastecimiento de Petrogrado van a derribar al zarismo en cuestión de días. Las manifestaciones masivas de
mujeres el 23 de febrero con un lema mas allá de la mera reivindicación económica («Pan, Pan y abajo la
autocracia»)y los huelguistas con sus peticiones laborales incesantes desde su núcleo inicial en San
Petersburgo, no llaman la atención de zar Nicolás II, quien considera las manifestaciones como movimientos
reducidos a la capital confiando en poder hacer frente con su guarnición numerosa que reestablecerá el orden.
Sin embargo, los dirigentes zaristas no tienen en cuenta un hecho esencial. Las tropas son en gran parte de
reciente reclutamiento y sin adoctrinar, por lo que son poco propensas a ejercer violencia contra el pueblo. En
la noche del 26 al 27 de febrero los soldados se amotinan y fusilan a los oficiales. Ya de día, obreros y
soldados confraternizan y se liberan los presos políticos.
Este motín por parte de los soldados también tiene lugar, aunque no en las mismas fechas, en el acorazado
Potemkin, mientras los oficiales ordenan disparar a la guardia ante un grupo de marineros para servir de
escarmiento hacia los muchos otros. La respuesta de los soldados no llega y ante la llamada de Vachulinchuk
(¡Hermanos!) dirigen las armas hacia los oficiales.
La situación no podía ser más favorable para que las dos fuerzas sociales de importancia tomaran cartas en el
asunto, constituyéndose el obrerismo en «soviets» y asumiendo la burguesía liberal el poder. Ahora es cuando
Kerenski publica en su periódico «Javestia» el manifiesto por el que insta a todos los ciudadanos a oponerse al
zarismo. Las masas, desesperadas ante la miseria imperante, se lanzan a la calle y al zar no le queda otra
salida que abdicar en su hermano el Gran Duque Miguel, que ante la oposición popular toma la misma
resolución que Nicolás II. La noticia de la doble abdicación provoca una explosión de alegría en toda Rusia.
Oradores improvisados, regreso de exiliados, entusiasmo popular, escenas que se conservan el los archivos
cinematográficos.
Se crea un gobierno provisional presidido por el príncipe Luov y apoyado por Kerenski, pero la fuerza real
reside en los «soviets», que controlan las comunicaciones y se extienden por todo el país. Las medidas
aperturistas del gobierno, convocando una Asamblea Constituyente, concediendo amnistía, derechos a todos y
autonomía a las nacionalidades, aboliendo la pena de muerte y continuando la guerra, no satisfacen las
numerosas peticiones populares, las cuales se ven reflejadas en las innumerables cartas enviadas
constituyendo auténticos cuadernos de queja.
Los obreros, piden el programa mínimo de la socialdemocracia: jornada de ocho horas, seguridad en el
empleo, formación de comités de fábricas
Los campesinos, más radicales, pretenden que las tierras sean para quienes las trabajan, que se distribuyan las
propiedades abandonadas y guardan un gran rencor por la actuación de la administración de los propietarios.
Los soldados aspiran al final de la guerra, a una pensión para sus esposas y a la indemnización a los mutilados
y heridos.
Por último, los pueblos alógenos solicitan autonomía e instauración del federalismo.
Y precisamente ahora es cuando llega Lenin, acogiéndose a la amnistía. Aterriza en Rusia el 3 de abril y
critica la postura blanda de colaborar con el gobierno, defendida por Kaménev. Sus diez tesis aparecen
publicadas en «Pravda», proponiendo que los «soviets» asuman todo el poder y rechazando al gobierno
provisional y su intención de continuar la guerra. Sin embargo, todavía quedan varios meses para el triunfo
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definitivo de la Revolución Bolchevique, en los que asistimos a un gobierno de coalición y a los intentos
reformistas de Kerenski.
Julio. El triunfo de los moderados.
En febrero se había establecido en Rusia un doble poder. Lenin decía que consistía en dos gobiernos distintos;
el gobierno provisional era el de la burguesía, los soviets el del proletariado y los campesinos con uniforme de
soldados. El gobierno y el soviet se mantienen en equilibrio: el primero tenía el poder sin la fuerza, el
segundo la fuerza sin el poder.
El gobierno de coalición presidido por el príncipe Luov intenta poner fin a la dualidad de poderes gobierno
«soviets» dando entrada en el mismo a los socialistas (siete moderados y seis socialistas, con Kerenski como
ministro de la Guerra). Pero Lenin, en un comunicado, se muestra tajante en su lucha contra el gobierno.
En los meses siguientes los signos de descontento se multiplican: huelgas y actos de desobediencia. El nuevo
régimen anuncia su deseo de poner fin al desorden y retornar a la vida normal. El desorden era el argumento
de los sectores conservadores para demostrar los peligros de la revolución. Los patronos recurren a los cierres
de las fábricas, los burgueses amenazan con abandonar el gobierno y la prensa derechista acusa a los
bolcheviques y anarquistas de tan caótica situación.
En el campo militar, la actuación del ejército no favorece el apaciguamiento de los ánimos en el interior del
país (fracaso de la ofensiva en Galitzia mandada por Kerenski), facilitando las manifestaciones contra la
guerra recordando las de febrero. Lenin insiste en que todavía no es el momento para la revolución. El
gobierno destaca tropas leales hacia la capital con el fin de poner fin a las manifestaciones deteniendo a los
dirigentes bolcheviques, mientras que Lenin huye.
Una campaña de propaganda en la que se acusa a los bolcheviques de ser agentes del enemigo y de recibir
dinero de los alemanes, acab desmantelando el aparato revolucionario de la capital.
Kerenski asume la jefatura del gobierno, ante la dimisión de Luov, con pretensiones reformadoras,
pretendiendo reunir una Asamblea Constituyente para la construcción de una República Parlamentaria. En
Moscú reúne una Conferencia del Estado en la quela que los diputados de los soviets pueden comprobar que
no son los únicos que representan al país. A la conferencia acuden antiguos diputados de las cuatro dumas que
entre 1906 y 1912 se habían constituido en Rusia, presidentes de los zemstuos, profesores de universidad,
oficiales del ejército...
Sin embargo, la oposición es muy fuerte desde ambos extremos. Por una parte, la izquierda, con Lenin, quien
logra atravesar la frontera clandestinamente desde Finlandia, y Trotski, como presidente del Soviet de San
Petersburgo, que optan por la insurrección armada.
La derecha cuenta con el general Kornílov, general zarista que espera instaurar una dictadura patriótica con la
militarización de la retaguardia, estableciendo en estado similar al defendido por los fascistas italianos por
aquellos años: reacción de defensa contra la revolución social, papel de iniciativa del gran capital, apoyo en el
ejército y en la iglesia... Kornilov pensaba desenbarazarse de Kerensi, después de haberle forzado a optar una
política conservadora. El 7 de septiembre lanza un ultimátum, proclamando la ley marcial en Petrogrado exige
la formación de un nuevo gobierno bajo su poder y dirección. Pero la población se subleva y los soldados no
apoyan al general, al cual Kerenski coloca fuera de la ley conllevando su detención.
Pero la habilidad y la decisión de Kerenski no son suficientes para evitar que se haga cada vez más grave la
crisis interna. Los campesinos ocupan las tierras, aumenta el número de huelgas, y la violencia crece
produciéndose secuestros de patronos y en algunos casos los obreros se niegan a abandonar las fábricas.
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Octubre. La revolución bolchevique.
Por estas fechas, la división política de Rusia en tres vías era clara. Kornílov representaba a una derecha
tradicional preocupada por la defensa nacional, Kerenski lideraba a la izquierda moderada partidaria de la
revolución política, y Lenin encabezaba a los que propugnaban la revolución social.
La ruptura de los dos primeros, Kornílov y Kerenski, fue el principio del fin de los intentos moderados. A
partir de entonces, la derecha tradicional se negará a apoyar al gobierno de Kerenski y Lenin comprenderá que
ha llegado el momento de la insurrección armada.
Para comprender su triunfo en octubre es necesario tener en cuenta dos sucesos. El primero es el nacimiento
de un embrión de estado proletario
Los acontecimientos se suceden con rapidez desde la llegada de Lenin a San Petersburgo el 9 de octubre de
1917 hasta el triunfo definitivo de la Revolución el 25 del mismo mes. Así, el 10 de octubre el Comité Central
decide, con diez votos contra dos (Kaménev y Zinóviev), preparar la insurrección armada, del 11 al 16 Lenin
neutraliza las tendencias pacifistas de Kamenev, Zinoviev y Trotski, y crea el «Comité militar
Revolucionario», y el 24 se instala en la sede del Soviet de Petrogrado (Instituto Smolny, antiguo instituto
para muchachas de la nobleza) para dirigir personalmente las operaciones.
La revolución disponía de tres fuerzas de combate principales: los destacamentos de guardias rojos (obreros
armados), que envolvían el centro de la ciudad por e l Norte, el Este y el Sur; las unidades revolucionarias de
la guarnición de Petrogrado, que formaban el segundo semicírculo interior; mientras que del Oeste entrarían
en la desembocadura del Neva las unidades de la armada del Báltico (acorazado Aurora apunta al Palacio de
Invierno, sede del gobierno).
El triunfo revolucionario es incuestionable en la tarde del 25 de octubre y a Kerenski no le queda otra
alternativa que huir y otros miembros del gobierno son detenidos. La toma de poder por el Soviet de
Petrogrado y el comité revolucionario fue prácticamente incruento, emitiendo rápidamente el «Consejo de
Comisarios del Pueblo» un manifiesto al país en el que se comunicaba al pueblo la nueva situación. Sin
embargo, no todo fue tan fácil pues, en Moscú, la lucha se prolongó por siete días debido a las numerosas
fuerzas con las que contaba la contrarrevolución en esa ciudad.
Los bolcheviques asumieron todo el poder, excluyendo al resto de las fuerzas políticas que habían participado
en la revolución (mencheviques, social−revolucionarios...). Lenin, el mismo día del triunfo, estableció una
serie de Decretos para satisfacer las aspiraciones de los soldados, los campesinos, los obreros y los pueblos
alógenos. Al mismo tiempo, se eligió el primer Gobierno con «Comisarios» para afrontar los principales
problemas, gobierno en el que estaban presentes, entre otros, Trotski (Exterior), Stalin (Nacionalidades) y
Rykov (Interior).
Este Consejo de Comisarios del Pueblo encabezado por V.I. Lenin, fue elegido por el 2º Congreso de los
Soviets de toda Rusia celebrado en los mismos días de la revolución. La importancia de este Congreso viene
marcada por diferentes motivos, entre los que destacan el que por primera vez en la historia, una organización
obrera se hace cargo del poder en un determinado país, y no de forma efímera, sino eligiendo un Gobierno
estable y rompiendo radicalmente con el modelo de representación de la democracia burguesa. Este histórico
Congreso marca también un giro en la revolución política de los soviets. Los bolcheviques consiguen por vez
primera el triunfo de sus tesis, con lo que la clase obrera decide enfrentarse resueltamente a las tareas de la
Revolución Socialista. Y lo hace de forma contundente, tomando el poder en sus manos de forma efectiva. El
primer decreto aprobado es el de la Paz, producto de la tesis leninista de la Paz sin anexiones. El decreto
consiste en un ofrecimiento a todos los gobiernos beligerantes de una paz justa, equitativa para todos, sin
anexiones ni tributos. La tierra a manos del pueblo y sin indemnización alguna para sus antiguos propietarios
constituye el 2º decreto. Se eligió el Comité Ejecutivo Central de los Soviets de toda Rusia, con funciones
legislativas, directivas y de control.
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A partir del mencionado Congreso, la revolución se extendió rápidamente por toda Rusia.
La guerra civil.
Ha estallado la revolución bolchevique en el contexto de la guerra mundial. Lenin comprendió que sólo
desenganchándose de ella podría consolidar el nuevo régimen. Las exigencias alemanas para firmar la paz
fueron severas y provocaron divisiones en el seno del gobierno bolchevique, por ejemplo, Trotsky consideraba
que la continuación de la guerra serviría como oportunidad histórica para la exportación de la revolución
proletaria. Pero Lenin concebía la paz como una cuestión de supervivencia e impuso su criterio. En 1919 se
firmaría la paz de Brest−Litovsk por la que Rusia renunciaba a extensos territorios en beneficio de los
alemanes. Por fortuna para los rusos la derrota de Alemania convertiría estas renuncias en letra muerta, pero
esta deserción inclinaría a los aliados a poner en cuarentena al régimen bolchevique.
Antes del final de la Gran Guerra se inició la Guerra Civil. Extensos territorios ocupaban el control de los
bolcheviques pero aun existían zonas de resistencia. Las primeras acciones bélicas de envergadura se
produjeron en enero de 1918 con ofensivas sobre las áreas de Ucrania y Don, donde gobiernos locales
luchaban por su independencia. El ejército blanco tuvo sus caudillos más destacados en Denikin y el barón de
Wrangel, y a partir del final de la gran guerra recibió la ayuda de Francia y Gran Bretaña. Por suerte las
potencias occidentales no se proponían una intervención en ragla, pero la intervención de la armada inglesa
favoreció a la independencia de los estados periféricos de Lituania, Letonia y Estonia.
La guerra en territorio tan vasto y la intervención de fuerzas internacionales pusieron en prueba la capacidad
bolchevique para dirigir un país inmenso. La legión checa y eslovaca, formada por 40.000 hombres, tomó los
sectores del Transiberiano, se formaron gobiernos regionales en Samara, impulsado por socialistas
revolucionarios de derechas que no acepataban la disolución de la Asamblea Constituyente, y en Omsk por
nostálgicos del zarismo.
En este periodo Trotsky demostró su gran capacidad organizativa al incorporar al ejército rojo oficiales
zaristas y organizar una fuerza disciplinada de más de tres millones de soldados.
La guerra civil contribuyó, en el campo político a suprimir toda oposición, persiguiéndose a los eseritas de
izquierda y a los mencheviques.
Los bolcheviques se habían hecho con el totalmente con el poder eliminando toda oposición, más tarde
llegaría la creación de una nueva constitución, la constitución soviética. La revolución había girado
completamente una situación caótica e injusta en el lugar que menos se esperaba.
El acorazado Potemkin
(Bronenostes `Potyomkin')
Sergei M. Eisenstein (1925)
El acorazado Potemkin es considerada por muchos como la mejor película de todos los tiempos. El
denominado genio S.M.Eisenstein creó un punto de inflexión en la industria cinematográfica cuando completó
el montaje de esta película. Creó un antes y un después.
La película represente la rebelión protagonizada por los marineros del acorazado Potemkin, quienes
hunillados y obligados a subsistir mediante carne putrefacta, deciden acabar con esa situación y amotinarse
contra los oficiales de a bordo.
Durante todo el largometraje se muestra la dureza del régimen zarista, sobre todo en la ya famosa y mítica
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escena de la escalinata dl puerto de Odessa, en la cual se escenifica una matanza por parte de los cosacos
hacia una multitud cansada de las injusticias del zar.
El hecho que Eisenstein nos proyecta con su película es verídico, es un hecho real producido en la revolución
de 1905, por lo que quizás no sea un ejemplo práctico para hablar de la Revolución Rusa en su totalidad, es
posible que películas como Oktyabr (Octubre) del mismo director hubiera constituido una mejor referencia,
pero mi especial adoración por esta película he hecho que me decantara por ella.
El film, prohibido en la época en varias naciones por su mensaje revolucionario, representa la pobre situación
del barco como símbolo de la humillante vida que se padecía en tierra rusa. Los oficiales zaristas son
retratados de manera excepcional consiguiendo que el espectador sienta odio hacia ellos al instante y en
contraste aflicción hacia los marineros.
A propósito de
El Acorazado Potemkin
9
10
Zar Nicolás II
Caricatura del inmune Rasputín
Fatídica escena de la escalinata
Lenin
Kerenski
Kornilov
Kaménev
El AcorazadoPotemkin
11
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