t04-c30

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Área c) La visión de las ciencias: descubrimientos, tecnologías, aplicaciones.
LA IGLESIA Y LA TEORÍA DE LA EVOLUCIÓN
(Según sus propios documentos y textos)
Carlos Prosperi
Dr. Cs. Biológicas – Lic. Filosofía
Universidad Blas Pascal
Córdoba – Argentina
[email protected]
RESUMEN:
La teoría de la evolución orgánica propuesta por Darwin ha dado
origen a numerosos escritos y documentos, provenientes de
diversas instituciones, entre ellas algunas confesiones religiosas, y
en particular de la Iglesia Católica. Siendo Darwin anglicano, recibió
muchas críticas y una fuerte oposición sobre todo de su propia
confesión, que desgraciadamente muchos han tomado como si se
hubieran originado en el catolicismo. En realidad, el primer
documento oficial de la Iglesia Católica que se ocupa del
evolucionismo es la Encíclica “Humani Generis”, en la que Pio XII
hace una advertencia acerca de no dar por probada lo que no era
más que una teoría, pero a la vez afirma que no habría
inconvenientes en aceptar el origen del cuerpo humano a partir de
un primate evolucionado, siempre que se haga la salvedad del
origen divino del alma, que es en definitiva la que hace que el
hombre sea hombre. A partir de esta encíclica, y a medida que los
avances científicos fueron confirmando la tesis darwinista, se fueron
produciendo dentro de la Iglesia otros escritos planteando la
compatibilidad de la Fe con esta teoría, abarcando tanto
publicaciones particulares como documentos oficiales (1).
INTRODUCCIÓN:
Entre los párrafos más destacados de la “Humani Generis” en
relación con la evolución podemos leer (2): “3.Algunos admiten de
hecho, sin discreción y sin prudencia, el sistema evolucionista,
aunque ni en el mismo campo de las ciencias naturales ha sido
probado como indiscutible, y pretenden que hay que extenderlo al
origen de todas las cosas, y con temeridad sostienen la hipótesis
monista y panteísta de un mundo sujeto a perpetua evolución.
Hipótesis, de que se valen bien los comunistas para defender y
propagar su materialismo dialéctico y arrancar de las almas toda
idea de Dios”. Está muy claro que este párrafo no es favorable al
evolucionismo, sino más bien todo lo contrario, en la medida en que
el Papa pide mucha prudencia en la aceptación sin condiciones de
dicha teoría, y advierte sobre el monismo y el panteísmo. No
obstante, agrega más adelante: “28. Resta ahora decir algo sobre
determinadas cuestiones que, aun perteneciendo a las ciencias
llamadas positivas, se entrelazan, sin embargo, más o menos con
las verdades de la fe cristiana. No pocos ruegan con insistencia que
la Fe católica tenga muy en cuenta tales ciencias; y ello ciertamente
es digno de alabanza, siempre que se trate de hechos realmente
demostrados; pero es necesario andar con mucha cautela cuando
más bien se trate sólo de hipótesis, que, aun apoyadas en la ciencia
humana, rozan con la doctrina contenida en la Sagrada Escritura o
en la tradición. Si tales hipótesis se oponen directa o indirectamente
a la doctrina revelada por Dios, entonces sus postulados no pueden
admitirse en modo alguno”. Aquí Su Santidad ratifica la prudencia
necesaria en la aceptación de las teorías científicas, pero reitera que
no se puede negar a priori su veracidad, siempre que no contradigan
verdades fundamentales del Magisterio.
“29. Por todas estas razones, el Magisterio de la Iglesia no prohíbe
el que —según el estado actual de las ciencias y la teología— en las
investigaciones y disputas, entre los hombres más competentes de
entrambos campos, sea objeto de estudio la doctrina del
evolucionismo, en cuanto busca el origen del cuerpo humano en una
materia viva preexistente —pero la Fe católica manda defender que
las almas son creadas inmediatamente por Dios—. Mas todo ello ha
de hacerse de manera que las razones de una y otra opinión —es
decir la defensora y la contraria al evolucionismo— sean
examinadas y juzgadas seria, moderada y templadamente; y con tal
que todos se muestren dispuestos a someterse al juicio de la Iglesia,
a quien Cristo confirió el encargo de interpretar auténticamente las
Sagradas Escrituras y defender los dogmas de la Fe. Pero algunos
traspasan esta libertad de discusión, obrando como si el origen del
cuerpo humano de una materia viva preexistente fuese ya
absolutamente cierto y demostrado por los datos e indicios hasta el
presente hallados y por los raciocinios en ellos fundados; y ello,
como si nada hubiese en las fuentes de la revelación que exija la
máxima moderación y cautela en esta materia”.
“30. Mas, cuando ya se trata de la otra hipótesis, es a saber, la del
poligenismo, los hijos de la Iglesia no gozan de la misma libertad,
porque los fieles cristianos no pueden abrazar la teoría de que
después de Adán hubo en la tierra verdaderos hombres no
procedentes del mismo protoparente por natural generación, o bien
de que Adán significa el conjunto de muchos primeros padres, pues
no se ve claro cómo tal sentencia pueda compaginarse con cuanto
las fuentes de la verdad revelada y los documentos del Magisterio de
la Iglesia enseñan sobre el pecado original, que procede de un
pecado en verdad cometido por un solo Adán individual y
moralmente, y que, transmitido a todos los hombres por la
generación, es inherente a cada uno de ellos como suyo propio”.
Conviene aclarar que la hipótesis del poligenismo, que estaba
vigente en tiempos de esta Encíclica y que el Papa rechaza, ha sido
descartada por la Antropología.
En efecto, las evidencias paleontológicas indican que los Homínidos
se originaron en el sur de África, con los Australopitécidos (nombre
que literalmente significa “monos del sur”), pero los humanos más
antiguos identificables como “Homo sapiens” se originaron en lo que
es actualmente el Líbano, y de allí migraron hacia Europa, Asia y
África, originando las principales razas o etnias humanas, que son la
blanca, amarilla y negra respectivamente. Por su parte, los
indígenas americanos no son una raza diferente sino que se originan
a partir de migraciones de poblaciones asiáticas que cruzaron desde
Siberia a Alaska cuando hubo una línea de tierra firme que unía
estas regiones sin solución de continuidad, debida al bajo nivel del
mar a causa de la glaciación (3).
Con esto queda confirmado el origen monofilético del hombre actual,
de manera que no se crea ningún conflicto con el dogma del pecado
original transmitido a toda la humanidad desde sus progenitores más
antiguos.
ALGUNOS TEXTOS CATÓLICOS SOBRE EVOLUCIÓN
Pero existe una clara opinión a favor de una evolución no
materialista en muchos autores católicos, aún en obras de varias
décadas atrás, que no pueden calificarse de modernistas. Incluso
antes de la “Humani Generis”, que es de 1950, y basándose en
textos nada menos que de Santo Tomás de Aquino, el padre
Sertillanges afirmaba en 1922 que el evolucionismo científico era
compatible con las doctrinas del Aquinate (4): "Aquellos que han
pretendido oponerse a priori a las teorías darwinianas en nombre de
la filosofía tomista han malinterpretado la filosofía tomista". "No se
puede sin injusticia denunciar al tomismo como refractario a la teoría
de la evolución". "La filosofía tomista, siempre vigente a pesar de los
años, conserva su poder de asimilación y de crecimiento aún en la
coyuntura presente. Su metafísica del ser admite una energía de
evolución".
Pero incluso antes, en 1905, el teólogo Zahm (5) hacía una ferviente
defensa del evolucionismo desde el punto de vista católico: "Sería
pueril imaginar que la religión teme el adelanto de las ciencias o la
evolución basada en hechos que la justifiquen. Ciencia y religión,
revelación y naturaleza se completan y sería ir contra los más
sagrados intereses de la una y de la otra hacer cualquier cosa que
las divorciase, o romper la estrecha alianza que la infinita sabiduría
estableció entre ellas". Cita a Aristóteles cuando dice: "Por la verdad,
todas las cosas que existen están en armonía, pero con lo falso la
verdad está siempre en desacuerdo". Y prosigue: "Mi único y
ardiente deseo ha sido demostrar que no hay nada en la verdadera
ciencia, nada en las teorías comprobadas de la ciencia y
garantizadas por los hechos, nada en la teoría de la evolución
propiamente entendida, que contraríe a las Escrituras y a las
enseñanzas católicas. Que al contrario, cuando se la examina a la
luz de la filosofía cristiana y de la teología, la evolución es una
doctrina admirable para todos, noble y elevada. Ilustra y corrobora
las verdades de la Fe, sirve de voluntario apoyo de la revelación y
religión, arroja nueva y potente luz sobre los misterios de la
Creación, reúne y coordina lo que antes parecía esparcido y
disparatado, exalta nuestra idea del poder creativo y sabiduría
divina, en fin, encamina todo el conjunto de las ciencias, como nunca
había ocurrido antes, ad maiorem Dei gloriam". "Una de las
lumbreras más brillantes de la Iglesia Oriental, San Gregorio de
Nicea, concibió antes que nadie, y con gran claridad, la primera
hipótesis de la nebulosa, estudiada con todo detenimiento, varios
siglos después, por Laplace, Herschel y Faye".
Refiriéndose a San Agustín, comenta: "Dios, insistía el Santo Doctor,
creó las diversas formas de la vida terrestre no directamente sino en
germen, potencial y causalmente". Luego aclara Zahm que la
evolución debe necesariamente ser dirigida y finalística, y entonces
cita a San Atanasio en la Oración Contra los Gentiles: "Como el
músico, después de haber templado su lira, y armonizando desde
luego las notas altas y bajas y las del medio con las de los extremos,
produce un resultado armónico, así la sabiduría de Dios, actuando
sobre el Universo como una lira, y juntando las cosas del aire con las
de la tierra y las del Cielo con las del aire, uniendo el todo y las
partes, y ordenando todo por su consejo y voluntad, dispone el
mundo mismo y su orden establecido en una perfección bella y
armoniosa, empero, El mismo, moviendo todas las cosas,
permanece inmóvil con el Padre". Este trozo de San Atanasio señala
la necesidad incluso de que exista el cambio en el mundo de lo
corruptible, el mundo de la doxa griega, pero dirigido desde la
inmutabilidad del mundo trascendente (6).
Otro importante teólogo, el dominico Nogar, asesorado en su libro
por el famoso genetista Dobzhanzky, experto en temas de evolución,
expresa (7): "Pero no significa esto que una filosofía de lo nuevo
deba ser una filosofía completamente nueva. Todo sistema filosófico
que se muestra resistente posee aspectos especiales en los que
penetra profundamente. Pronto se da cuenta el filósofo de que
muchos de los problemas con los que debe enfrentarse han sido
seriamente examinados por algunos de los mejores talentos de los
primeros siglos. Non nova sed noviter es el axioma del filósofo que
respeta las tradiciones de su profesión. No se necesita una nueva
visión de las cosas que elimine la antigua, sino una visión remozada
que suprima los aspectos inútiles y erróneos de la antigua". "La
Biblia no es un texto científico sino un libro que enuncia verdades
religiosas como designio de mostrar al hombre el camino que
conduce a la salvación eterna". "Los argumentos que del movimiento
concluyen la existencia de un primer móvil, que de las causas
eficientes concluyen la existencia de la causa eficiente primera, que
de los seres contingentes concluyen que debe haber un Ser
necesario, que de la gradación de perfección infieren la existencia de
un Ser sumamente perfecto, que del orden que observamos
concluyen la existencia de un principio de orden, o un ordenador
inteligente, conservan toda su fuerza en el contexto evolutivo".
Pero continuando con la correcta interpretación del Génesis, se lee
en la introducción y notas a la Biblia de Nacar-Colunga (8): "La
verdad en materia científica. Los libros sagrados hablan con
frecuencia de las cosas creadas, y en ellas nos muestran la
grandeza del poder, de la soberanía, de la providencia y de la gloria
de Dios, pero como la misión de los autores inspirados no era
enseñar las ciencias humanas, que tratan de la íntima naturaleza de
las cosas y de los fenómenos naturales, y acerca de ellas no
recibían por lo general revelación alguna, nos las describen, o en
lenguaje metafórico, o según el corrientemente usado en su época,
como sucede todavía en muchos puntos aún entre los más sabios.
El lenguaje vulgar describe las cosas tal cual las perciben los
sentidos, y así también el escritor sagrado, advierte Santo Tomás,
expresa las apariencias sensibles o aquello que Dios mismo,
hablando a los hombres, expresa de humano modo para
acomodarse a la humana capacidad (Encíclica Providentissimus
Deus)".
Luego de citar los autores el documento del Secretario de la
Pontificia Comisión Bíblica enviado al Cardenal Suhard sobre la
historicidad de los primeros once capítulos del Génesis, agregan:
"Teniendo esto en cuenta, debemos percatarnos de que la
historicidad al aplicarse a los primeros capítulos del Génesis se ha
de tomar en sentido muy amplio con diversidad analógica respecto
del moderno concepto de historia, basado en el control crítico de los
hechos por la cronología y los diversos testigos. En los primeros
capítulos del Génesis los hechos y los personajes son presentados
sin contornos geográficos ni cronológicos, con no pequeño ropaje
literario imaginativo, en el que se reflejan concepciones ambientales
no pocas veces folclóricas. El mensaje doctrinal es lo que importa
retener en estos relatos, que son redactados con una finalidad
exclusivamente religiosa" (8).
Y refiriéndose a la formación del cuerpo humano, acotan: "Esta
formación del hombre del polvo no ha de tomarse al pie de la letra...
...En la Biblia se dice reiteradamente que Dios trata a sus criaturas
como el alfarero a sus orzas, modelándolas a su voluntad. Aquí el
autor sagrado parece también aludir a esta omnímoda libertad de
Dios frente a la criatura. En todo caso, se quiere destacar que el
hombre, en cuanto a su cuerpo y alma proviene de Dios. No
obstante, teniendo en cuenta el carácter antropomórfico de las
narraciones de este capítulo, debemos considerar el relato como una
escenificación dramática literaria para expresar altas ideas
teológicas. No hay pues aquí base bíblica para negar la teoría
evolucionista del origen del cuerpo humano. El autor sagrado no se
planteó tal problema, y, por tanto, sus afirmaciones no han de
utilizarse ni en favor ni en contra de las teorías evolucionistas".
También señalan la interpretación metafórica de la formación de la
mujer, como lo explica Santo Tomás, y, en relación a la antigüedad
del género humano, aclaran que: "Los Santos Padres han reparado
en la inverosimilitud histórica de la longevidad de los patriarcas
antediluvianos. Los años se hallan sistemáticamente exagerados
para llegar hasta los albores de la humanidad. El hagiógrafo conoce
los nombres de algunos personajes que resultan como piedras
miliarias en el gran vacío de la prehistoria. San Agustín concibe
estos personajes antediluvianos como piedras miliarias, las cuales,
más que medir distancias, señalan el camino, o sea la sucesión
general de las generaciones por las que se va transmitiendo la
promesa de la redención de la humanidad".
Retomando el tema de la capacidad de la filosofía tomista de
asimilar las concepciones científicas nuevas, dice Daujat (9): "Si se
ha comprendido lo que hemos dicho acerca de la doctrina de Santo
Tomás de Aquino se comprende a la vez que es una doctrina abierta
a todos los crecimientos, a todos los desarrollos, a todos los
progresos, a las lecciones todas de la experiencia y a todos los
descubrimientos de nuevos aspectos de la realidad, y eso tanto más
cuanto más firmemente nos adherimos al cuerpo de principios
establecido por Santo Tomás, que proporcionan bases tan firmes...
Del mismo modo que la Química y la Fisiología han sido fundadas
por Lavoisier y Claude Bernard pero no han sido terminadas por
ellos, ni lo serán por otros nunca, y no han dejado de progresar y
acrecentarse sobre la base de sus principios y sus métodos, la
Filosofía y la Teología cristianas fundadas por Santo Tomás de
Aquino no han sido terminadas por él y tampoco lo serán nunca, y a
partir de dichos principios tienen que continuar siempre
desarrollándose y progresando. Repetir lo ya dicho por Santo Tomás
negándose a agregar nada equivaldría a transformar su doctrina en
un sistema cerrado, o sea, desfigurarla y serle profundamente infiel...
Los tomistas que en presencia de los inmensos progresos de las
ciencias modernas se han cerrado a este aporte, o hasta lo han
rechazado en lugar de asimilarlo y de iluminarlo a la luz de los
principios de Santo Tomás, han sido gravemente infieles a Santo
Tomás, quien estaba abierto a todo aporte, a todos los progresos de
su tiempo, atento a todos los hechos, a todos los datos
suministrados por la experiencia" (9).
Y acepta la posibilidad de la evolución, pero bajo ciertos aspectos y
condiciones: "Sin embargo hay que tener mucho cuidado y poner
mucha atención para evitar algunos graves errores cometidos
habitualmente en las denominadas doctrinas evolucionistas. El
primer error es considerar la evolución como obra de si misma por
sus propias fuerzas o por virtualidades naturales y sin la intervención
de Dios, de modo que ella por sí sola y por su propio impulso
engendraría a Cristo... ...Otro error consistiría en creer en un
progreso continuo, en el que lo más perfecto sería alcanzado en un
tiempo futuro y en el cual el presente sería una etapa hacia lo
mejor". "Cualquiera que profese la fe cristiana no tiene por qué
aguardar un futuro superhombre que constituiría una realidad nueva
más perfecta que todo lo que ha existido hasta hoy. La perfección
del hombre ha sido realizada de una sola vez por todas y totalmente
en Jesucristo, y se ha comunicado a su Iglesia".
Estos errores que lúcidamente señala Daujat son achacables a las
doctrinas evolucionistas que se encuadran en un contexto filosófico
materialista, pero de ninguna manera le caben a una idea
evolucionista planteada científicamente sin prejuicios.
Pero más concretamente sobre la posibilidad de asimilación de la
evolución dentro del Tomismo, revisten gran autoridad las palabras
del dominico Ubeda Purkiss quien dice en la Introducción al Tratado
del Hombre de la Summa Teologica (10), dirigida por el P. Santiago
Ramírez: "Si aquella potencialidad universal se establece como
principio único de toda la realidad, y la evolución de la materia se
extiende hasta la misma obra racional, tenemos lo que se llama
evolucionismo absoluto, contrario a los dogmas de la creación en
general y del alma racional en particular. Pero, excluida ésta y
admitida la existencia de Dios como causa primera de la materia y
primer propulsor de la evolución universal del mundo, representa, sin
duda, una concepción grandiosa y mucho más teocéntrica que su
opuesta, la estática".
Es así como, a la luz siempre de los postulados tomistas, un
evolucionismo correctamente planteado no sólo permite asimilar los
datos de la Biología sino que además, desde el punto de vista
estrictamente filosófico y religioso, hasta puede considerarse mejor
que un fijismo.
Bajo el subtítulo "La evolución y la filosofía tradicional - la evolución,
en un sentido integral y verdadero, cabe perfectamente dentro de los
principios de la filosofía tradicional", continúa Purkiss: "Pero es
posible concebir de tal manera a la evolución que, conformándose
por una parte con los hechos de la ciencia, no se oponga, por otra, a
los principios de la razón y de la Teología? Santo Tomás no fue, sin
duda, evolucionista, pero en los principios de su filosofía cabe con
toda holgura una teoría de la evolución que, admitiendo todos los
hechos legítimos de la ciencia, los explique al mismo tiempo que los
armoniza con los principios de la razón y de la Teología". "El estudio
profundo de los géneros literarios de la Biblia ha tenido por resultado
el reconocimiento, en estos mismos capítulos, de un género histórico
distinto del usado entre los eximios historiadores, así antiguos como
modernos, estilo sencillo y figurado, acomodado a la mentalidad de
un pueblo rudo e inculto que no obliga a tomar estas narraciones al
pie de la letra. Cabe a Santo Tomás la gloria de haber apuntado este
último avance de la exégesis católica en su exposición sobre la
formación del hombre (Iq 91 a 1-4). Esto permite una posible
conciliación de las enseñanzas de la Biblia con la doctrina de la
evolución acerca de la formación del cuerpo del primer hombre. Y
así la misma Iglesia, por boca de Pio XII, deja en libertad a los
peritos de la Ciencia y de la Teología la determinación de esta
cuestión, con las limitaciones que más adelante se indicarán. No es
nuestra intención excluir la evolución universal ni tampoco suponerla
como un hecho. Aunque actualmente estamos todavía muy lejos de
haber conseguido esto último, es indudable que esta idea va
ganando terreno, perteneciendo a la Ciencia, en unión con la
Filosofía, llegar algún día a su demostración o a su repulsa, con las
determinaciones y limitaciones que las mismas cosas impongan.
Nuestro objetivo aquí es señalar los límites dentro de los cuales es
posible una perfecta conciliación de la Fe con los datos de la Ciencia
aún en la hipótesis de la evolución” (10).
Aquí se señala la tercera limitación, es decir, que la formación del
hombre se debe a la intervención especial de Dios, y continúa
explicando: "La virtud generativa, dice Santo Tomás, no engendra
sólo en virtud propia sino en virtud de toda el alma, de la cual es una
potencia. Por eso la virtud generativa de una planta engendra una
planta, y la virtud generativa de un animal engendra otro animal, y
cuanto más perfecta sea el alma, tanto su virtud generativa está
ordenada a producir un efecto más perfecto (I q118 a 1y2)"."Por eso,
aún cuando el hombre procediera de la generación de un animal
como instrumento de Dios, jamás se podría decir que aquél era
padre del hombre, puesto que la preparación y disposición de la
materia para recibir el alma racional como forma vendría de la virtud
divina, a la que habría que atribuirla, y no del mismo animal... Y esta
doctrina de la revelación, así entendida y explicada, es totalmente
compatible con la evolución rectamente entendida, puesto que la
intervención divina respecto de la formación del cuerpo del hombre
en nada contradice al curso natural de las cosas, y en particular de
la vida animal, sino que tan sólo serviría de eslabón para explicar la
existencia de la vida del hombre, última manifestación, y la más
perfecta, de la vida animal, que de otro modo sería totalmente
ininteligible... ...El católico que presta su asentimiento a la evolución,
rectamente entendida y con las limitaciones que se imponen, puede
seguir tranquilo manteniendo sus convicciones científicas sin
menoscabo de su Fe".
CONCLUSIÓN
Queda muy claro, a la luz de los documentos anteriores, que la
teoría de la evolución orgánica es compatible con la religión católica,
siempre que dicha teoría se adopte tomando solamente los datos
estrictamente científicos, y despojada de las visiones materialistas
dentro de las cuales se ha pretendido encasillarla.
Asimismo, y si bien ni San Agustín ni Santo Tomás podrían llamarse
evolucionistas, porque en su época el fijismo era la única opción
científica imaginable sobre el origen de las especies, no puede
negarse que la sabiduría de los Santos Padres y de los Escolásticos
soporta perfectamente el avance de la verdadera ciencia sin
perjuicio para la Fe y la doctrina (11).
BIBLIOGRAFÍA
(1).Prosperi, C. 1988. “Creacionismo y rigor científico según
Popper”. Boletín Soc. Arg. de Filosofía. Buenos Aires.(2).Pio XII.
1950. Encíclica “Humani Generis”. www.vatican.va.
(3).Black, R. 1976. “Elementos de Paleontología”. Ed. Fondo de
Cultura
Económica. México.
(4).Sertillanges. 1922. “Saint Thomas D´Aquin”. Ed. Alcan. Paris
(5).Zahm, J. 1905 “La Evolución y el Dogma”. Sociedad Editorial
Española. Madrid.
(6).Prosperi, C. 2003. “La evolución según Darwin, Marx y
Aristóteles”. Revista Científica de la Universidad Blas Pascal.
Córdoba.
(7).Nogar, R. 1967. “La Evolución y la Filosofía Cristiana”. Biblioteca
de Autores Cristianos. Madrid.
(8).Nacar y Colunga. 1967. “Sagrada Biblia”. Biblioteca de Autores
Cristianos. Madrid.
(9).Daujat, J. 1966. “La Iglesia en el mundo moderno”. Huemul.
Buenos Aires.
(10).Ubeda Purkis. 1959. “Introducción al Tratado del Hombre”. (en:
Tomás de Aquino. “Suma Teológica”) Biblioteca de Autores
Cristianos. Valencia.
(11).Prosperi, C. 2011. “La Ciencia Actual y la Existencia de Dios”.
Actas Enduc VI. La Rioja.
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