NUMERO: 73 FECHA: Noviembre-Diciembre 1995 TITULO DE LA REVISTA: Cultura Laboral TITULO: Alonso, Jorge (coord.). Cultura Política y Educación Cívica. México, Miguel Angel Porrúa, Centro de Investigaciones Interdisciplinarias en Humanidades, 1994. 485 pp . AUTOR: Aida A. Carrillo Hernández SECCION FIJA: Bibliografía TEXTO: El propósito del libro Cultura política y educación cívica, es presentar los diversos factores que posibilitan el conocimiento de nuestra realidad y que nos llevan a reflexionar acerca de propuestas viables de educación cívica, dado que la educación escolarizada en México, que constituye la aportación masiva más relevante a la cultura política de este país, se ha ido deteriorando a partir de 1982 y hasta la fecha; muestra de ello son acciones educativas y formativas de gran relevancia tales como la resistencia a la imposición, las marchas, los plantones y los éxodos, que no son sólo acciones políticas sino, también, culturales. En este texto se investiga hasta qué punto los diversos actores que intervienen en la sociedad son indicativos o no de que existe un deterioro en la educación escolar que repercute en la cultura política del país, y ante lo cual la educación cívica -que se adquiere en la vida cotidiana- pretende ser una alternativa a esta problemática; por este motivo, los autores que participan en esta publicación se abocan a analizar cuatro ejes temáticos: comportamiento, legitimidad y mercado político en el DF; instituciones y actores políticos; los cristianos y la cultura y, finalmente, los maestros, educación y cultura política. Lo cual nos dará una visión amplia de las transformaciones que ha sufrido nuestro país en el campo de la cultura política y la educación cívica. Vale la pena aclarar el significado de estos conceptos, delimitados por Luis Morfín, con el fin de relacionarnos con ellos desde el inicio de la obra. Morfín entiende por cultura política el conjunto de significados y valores con el que se constituye el sentido de la existencia de un determinado grupo humano, es decir, que al hablar de cultura política se hace referencia a aquellos significados y valores con los que se construye el sentido de la comunidad política. Para que este conjunto de significados y valores opere en la toma de decisiones de la comunidad se requiere que ésta se los apropie. El término educación es considerado por Morfín como un proceso que requiere la integración de los conocimientos con habilidades, valores y actitudes. La educación cívica es, pues, aquella que introduce y prepara al individuo para participar en los diferentes ámbitos de la política. Ambos términos están presentes en la primera parte del libro, que está a cargo de Jaqueline Peschard, Antonio Crespo y Juan Reyes, quienes toman como base de sus planteamientos, los datos de la "Encuesta Comecso" referente a las votaciones presidenciales de 1988 que se llevaron a cabo en el DF y a los resultados de los comicios legislativos de 1991. Con base en estos datos establecen una tipología acerca de las razones del voto, pues los comicios de 1988 en el DF muestran una amplia movilización ciudadana que llevó a pensar que los ciudadanos habían despertado de su letargo y que su cultura política había cambiado, por lo que era de esperarse que las motivaciones del votante capitalino, en ese período, hubiesen sido concientes directas y agresivas en términos cívicos, acordes con percepciones y actitudes propias de ciudadanos con voluntad para ser escuchados y tomados en cuenta. Sin embargo, de cinco opciones que se clasificaron en función de las distintas actitudes hacia el voto: por temor, legalistas, pragmáticos, protesta y democráticos, cerca de la mitad de los que respondieron escogió la opción legalista. Los legalistas son ciudadanos mejor informados políticamente, y con opciones más favorables sobre el régimen y el gobierno, ocupan el sitio intermedio en cuanto al grado de involucramiento con los asuntos políticos (entre los que escogieron las opciones de protesta y democráticos y los de temor y pragmáticos). Son ciudadanos concientes políticamente y en cierta forma, conformes con el estado de cosas. El predominio del voto legalista muestra que las consideraciones que guían el comportamiento electoral siguen siendo "normativas", se basan en la identificación con los valores e ideales que han sido aspiraciones dominantes. En 1991 los resultados oficiales mostraron que en una contienda intermedia, con menor carga afectiva que la de 1988, creció la participación, lo cual implica un apoyo al sistema electoral en su conjunto, aún cuando persistan serias dudas sobre su credibilidad. José Antonio Crespo incursiona sobre el tema de la legitimidad haciendo constar que los grupos que cuestionan menos la legitimidad gubernamental son aquellos menos integrados a la cultura moderna (lo que se refleja en la baja escolaridad, la poca información e interés político, los sectores socioeconómicos de menores ingresos, etcétera), o bien el sector de mayor edad, pese a su mayor información. En relación a los actores políticos, Jorge Alonso plantea que hay, en proceso, la conformación de una nueva cultura política cada vez más influyente, que se explica por la aparición de nuevos actores, que orientan su conducta y participación con base en normas de carácter ciudadano; entre estos actores políticos se destacan: Las organizaciones partidarias que son generadoras de culturas políticas específicas. Los partidos políticos al actuar en la sociedad van modelando culturas políticas diversas, con una amplitud social según su inserción e influencia política. El empresariado mexicano, del cual habla Ricardo Tirado, se había circunscrito a fungir como grupo de presión, pero fue aprendiendo que el potencial organizativo fincado en amplios recursos lo colocaba en una posición privilegiada en la disputa de cargos públicos, ya por la vía del partido de Estado, ya a través de la oposición panista. Los obreros mexicanos, según Raúl Nieto, constituyen también un mosaico de actitudes políticas. Más que organizaciones políticas de clase se adscriben con mayor facilidad a demandas globalizadoras ciudadanas en torno a lo electoral. Las prácticas y cultura política de la clase obrera son el resultado de un largo proceso de formación en la que han sido sintetizadas experiencias culturales anteriores, producto de formas de vida rural, orígenes étnicos, etcétera. Finalmente se trata la cultura política de los maestros, que constituyen una veta importante de investigación; al respecto Susan Street investigó algunas de las categorías que recogen y sitúan las diversas experiencias de los maestros chiapanecos, interpretándolas según los parámetros de la relación entre dirigentes y bases. En este sentido, señala que los maestros han problematizado su propia construcción de identidad como la única solución para la permanencia del movimiento magisterial como tal. El movimiento ha ido perdiendo la capacidad de crear nuevos conocimientos sobre sí mismo; en la actualidad el movimiento parece haberse estancado en una especie de "autoconciencia" vuelta sobre sí. Como solución a esta problemática, la autora apoya la tendencia que apunta a la necesidad del movimiento magisterial de generar experiencias que lleven a los maestros a redefinir sus conceptos de "política", habriéndolo hacia el quehacer docente, hacia lo que significa ser docente en la actualidad y el papel que desempeña en la construcción de una cultura cívica. Por último, es importante señalar que esta obra es producto de un plural equipo de investigadores que, convocados por Pablo González Casanova, demandaba no sólo la crítica sino el descubrir cómo en la vida cotidiana y en las luchas por la democracia en todas las instancias, aparecían propuestas de nuevos valores y nuevas fórmulas de convivencia social que van perfilando una nueva cultura política cada vez más conciente y participativa. Motivo por lo cual su lectura es un referente obligado para reflexionar y entender las transformaciones que se viven en nuestro país.