EL CARANCHO LADRÓN

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EL CARANCHO LADRÓN
Un carancho enmascarado
asaltó a doña Lechuza,
quitándole un medallón
que prendía de su blusa.
-¡Chit, chit, chit!, desesperada,
se defendía a aletazos,
el ladrón le tapó el pico,
envolvió en su cuello un lazo.
La lechuza pataleó,
hasta pisarle un juanete,
el carancho lanzó un grito
temiendo descomponerse.
¡Chit, chit, chit!, sigue gritando,
qué alboroto todo el barrio,
el carancho la soltó
y se escapó disparando.
-¡Ay maldita lechuzota!,
protestó el pobre Carancho,
por culpa de mi juanete
ya no seguiré robando.
Esther del Rosario Guevara
ROMANCE DE PADRE Y NIÑO
El padre le dice al niño:
-Es la vida como loba
en año de nieve y hambre
y a los débiles devora.
El niño responde sólo:
-Oh, mira las mariposas.
-Te esperan en cada calle
el traidor o la traidora,
con ojos de frío cruel
y actitudes sigilosas.
El niño responde sólo:
-Oh, mira las mariposas.
-La guerra los campos cubre
de siniestras amapolas;
los ríos no traen agua
sino funerarias rosas.
Y el niño responde sólo:
-Oh, mira las mariposas.
-La muerte en el pecho es
como una semilla roja
que un día cualquiera da
cosecha de dura sombra.
Y el niño responde sólo:
-Oh, mira las mariposas.
-Espero que seas, Niño,
como hormiga previsora,
y no como el grillo vano
ni como la vana alondra.
Y el niño responde siempre:
-Oh, mira las mariposas.
Niño sordo, niño ciego,
mi niño de frente loca,
cuando hombre sentirás
no haber escuchado ahora.
Y el niño responde:
-Padre,
¡No ahuyentes las mariposas!
Antonio Esteban Agüero
DIGO EL LLAMADO
Y después en caballos redomones
que urticaba la prisa de la espuela
galoparon los chasquis por las calles
de la ciudad donde Dupuy gobierna,
conduciendo papeles que decían:
“El General de San Martín espera
que acudan los puntanos al llamado
de libertad que les envía América”.
Y firmaba Dupuy, sencillamente,
con la mano civil y la modestia
de quien era varón republicano
hasta el cogollo de la misma médula.
Y los chasquis partieron, con el poncho
como un ala flotando en la carrera,
hacia todos los rumbos provinciales
por los caminos de herradura o huella,
ignorantes del sol y la fatiga,
sin pensar en la noche o la tormenta;
llegaron hasta el Morro por la tarde,
y con el alba cabalgaron Renca,
y entregaron mensajes en La Toma,
en La Carolina y La Estancuela,
en las villas de Merlo y Piedra Blanca,
en el Paso del Rey y Cortaderas,
en Nogolí también y San Francisco,
en cada población y en cada aldea,
y en estancias y oscuras pulperías
y en velorios, bautizos y cuadreras,
dondequiera paisanos se juntaran
en solidaria diversión o pena.
Y los hombres dejaban el arado,
o soltaban azada o podaderas,
o la hoz que segaba los trigales,
o la taba o el truco en la taberna,
o el amor de las jóvenes esposas,
o la estancia feudal, o la tapera,
o el cedazo que el oro recogía
cuando lavaban misteriosa arena,
o el telar, o los muros comenzados,
o el rodeo de toros en la yerra,
para ir hasta el Valle de las Chacras
donde oficiales anotaban levas.
Y hasta había mujeres que llegaban,
con vestidos de pardas estameñas,
al umbral de Dupuy para decirle:
“Vuesa Merced conoce mi pobreza,
yo no tengo rebaños ni vacadas,
ni un anillo de bodas, ni siquiera
una mula de silla, pero tengo
este muchacho cuya barba empieza”.
De Mendoza llegaban los mensajes
breves, de dura y militar urgencia:
“Necesito las mulas prometidas;
necesito mil yardas de bayeta;
necesito caballos, más caballos;
necesito los ponchos y las suelas,
necesito cebollas y limones
para la puna de la Cordillera;
necesito las joyas de las damas;
necesito más carros y carretas;
necesito campanas para el bronce
de los clarines; necesito vendas;
necesito el sudor y la fatiga;
necesito hasta el hierro de las rejas
que clausuran canceles y ventanas
para el acero de las bayonetas;
necesito los cuernos para chifles;
necesito maromas y cadenas
para alzar los cañones en los pasos
donde la nieve es una flor eterna;
necesito las lágrimas y el hambre
para más gloria de la Madre América…”
Y San Luis obediente respondía
ahorrando en la sed y en la miseria;
río oscuro de hombres que subía,
oscuro río, humanidad morena
que empujaban profundas intuiciones
hacia quién sabe qué remota meta,
entretanto el galope levantaba
remolinos y nubes polvorientas
sobre el anca del último caballo
y el crujido final de las carretas.
Y quedaron chiquillos y mujeres,
sólo mujeres con las caras serias
y las manos sin hombres, esperando…
en San Luis del Venado y de las Sierras.
Antonio Esteban Agüero
Caminito del Norte
Va volando mi pañuelo
tras un galope serrano
por el caminito que va pa’l norte
allá en el confín puntano.
A mi frente se divisa
inmensa mole azulada
es el imponente Comechingones
con sus crestas escarpadas.
Cada borde del camino
guarda una nueva emoción,
cada suspiro del pecho
le da vida al corazón.
Aura
Me gusta el aire serrano
Y por eso soy puntano.
Crucé por Carpintería
galopié hasta Cortaderas
me quedé extasiado en Los Papagallos
con su encanto de palmeras.
Si digo que Piedra Blanca
es todo un reino celeste
yo no sé con qué lo compararía
al bello Rincón del Este.
Serranías encantadas
aire, verdor y pureza.
Quien no conoce San Luis
no sabe lo que es belleza.
Aura
Me gusta el aire serrano
Y por eso soy puntano.
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