-AGRICULTURA- EVOLUCIÓN BIOLÓGICA Y EVOLUCIÓN

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-AGRICULTURA-
EVOLUCIÓN BIOLÓGICA Y EVOLUCIÓN CULTURAL
Todas las especies han evolucionado. El hombre es la única especie cuyo suceso se basó
en dos vías de evolución, a saber: la genética y la cultural.
Las especies han estado sujetas a la influencia de los ambientes que ocuparon e
interactuaron. A excepción de la especie humana, la variación geográfica dio origen a
procesos de especiación, con aparición de nuevas especies. La especie humana sigue
siendo una sola y las distintas poblaciones, ubicadas históricamente en diferentes
ambientes geográficos, sigue siendo una sola.
La evolución genética se basa en la capacidad de alterar la información hereditaria
recibida de las generaciones precedentes y en la transmisión de la información alterada a
las generaciones sucesoras. Además, la diversidad genética implica la aparición de
individuos con nuevos caracteres o habilidades, las que pueden o no ser viables en razón
del ambiente que habitan las distintas especies. Los individuos de las especies animales
y vegetales pueden adaptarse al medio en razón de las restricciones que el mismo les
impone, aprovechando las posibilidades que tanto el medio físico como las especies
acompañantes les brindan. Los caracteres adquiridos a través de la adaptación de los
individuos al medio no son transmisibles por herencia y no forman parte de lo que
llamamos evolución genética.
La evolución cultural permitió que el hombre pudiera adquirir, acumular y transmitir
experiencias y conocimientos (Ramel, 1992). Por esta vía evolutiva, aumentó la
capacidad de la especie humana para adaptarse a diferentes condiciones ambientales,
modificar en su beneficio el medio natural y transmitir culturalmente, de generación en
generación, la experiencia adquirida. El lenguaje, la escritura y la informática, han
permitido, a través de los diferentes estadios del desarrollo humano, aumentar la
capacidad de acumulación, análisis y transmisión de los conocimientos.
Desde su aparición como especie hasta el presente, las transformaciones culturales
producidas en la humanidad han sido mucho más importantes que las producidas en ella
por la evolución genética. Estos cambios han transformado al hombre en especie
dominante que ejerce su dominio, inclusive, sobre los mecanismos de control biológico
de otras especies.
Considerando la relación del hombre con el medio que habita, es necesario mencionar
algunas características significativas.
Muchas especies poseen movilidad y ejecutan movimientos migratorios. Inclusive, esta
movilidad ha implicado, en el caso de muchas especies animales una limitación al
proceso de especiación. En el caso de la especie humana, el desarrollo de medios de
movilización y transporte eficientes le permitieron “escapar al circuito de regulación
local, que limitaría las poblaciones por debajo de cierto nivel” (Margaleff, 1995). La
posibilidad de desplazarse no es una posibilidad única del hombre. Sin embargo, el
transporte producido sobre la base de fuentes de energía cultural, le ha permitido
aumentar su desplazamiento, ocupar transitoria o permanentemente nuevo territorios y
trasladar, cuando lo considera necesario los materiales hacia él en lugar de trasladarse
hacia las fuentes.
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Otros de los aspectos a considerar es la relación del hombre con las diferentes fuentes
de energía. Todas las especies, incluyendo al hombre, utilizan y transforman la energía.
Desde los vegetales, capaces de captar y transformar la energía solar, hasta los animales,
quienes acceden y transfieren la energía captada, transformada y acumulada por los
vegetales. El hombre accedió, además, a utilizar y transformar, fuera de la energía
metabólica, la energía proveniente de diferentes fuentes no metabólicas, capacidad que,
de acuerdo a Margalef (1995) debe ser considerada como metabolismo externo o cultural.
De la misma manera, desde los estadios iniciales de su evolución, el hombre adquirió la
capacidad de transformar materiales inanimados en objetos cuyas funciones no son
inherentes a la materia prima original (Toynbee, 1976). Las herramientas, aún las más
rudimentarias, y las máquinas, la vestimenta, las construcciones y los objetos sin
relación explícita con sus necesidades materiales básicas, son algunos de los usos de los
materiales empleados. Mientras careció de herramientas, cubrió sus necesidades a través
de la cosecha de elementos naturales, ayudado y limitado por sus características
anatómicas y sin disponer de capacidad para transformar fuertemente los sistemas
naturales que habitaba (Gastó, 1981). Mediante la utilización de herramientas aumentó
su capacidad de acción sobre el medio, adquiriendo, aun antes de la revolución agrícola,
la capacidad de modificar, en razón de sus necesidades, los sistemas naturales.
Inicialmente, los elementos naturales empleados como herramientas no eran
modificados por la acción del hombre; posteriormente fueron modificados de acuerdo a
sus necesidades y en razón de su capacidad tecnológica.
La disponibilidad de herramientas adaptadas a sus particularidades anatómicas,
aumentaron su capacidad de recolección y caza. Este hecho, le otorgó ventajas sobre las
especies con las que competía por los nichos que ocupaba. De la misma manera, al
aumentar su eficiencia en la competencia con otras especies, aumentó su capacidad para
transformar el medio en el que se encontraba. El impacto de sus actividades de
intervención de la naturaleza fue aumentando e inclusive incidió en el retroceso y en la
desaparición de otras especies.
El hombre adquirió la capacidad de producir modificaciones externas que le permitieron
adaptarse a diferentes condiciones de ambiente. Ello no implica desconocer que la
características del medio ejercieron, como es lógico suponer y de diferentes maneras,
gran influencia en el desarrollo de los grupos humanos. Estudiando el desarrollo de las
tribus cazadoras de las Grandes Llanuras de los EE.UU. Bamforth (1988) encontró una
estrecha relación entre un valor referido a la categoría social de los diferentes grupos
humanos y la potencialidad de producción de forraje de cada una de las localidades
estudiadas. La producción de forraje está condicionada por las características climáticas
y edáficas locales pero a su vez, condiciona el tamaño de los rebaños de bisontes que
puede sustentar una región y que fueron la base de la economía de los pueblos cazadores
involucrados.
En épocas relativamente recientes -aproximadamente 10.000 años-, el hombre accedió a
la capacidad de reemplazar la selección natural y continuó, con medios técnicos
disímiles pero efectivos, la selección humana de las especies elegidas: la domesticación.
El proceso de domesticación de especies fue acompañado por el desarrollo de sistemas
de producción en reemplazo de los sistemas naturales, los agroecosistemas. La
transformación de los sistemas naturales en razón de sus necesidades, reconoce raíces
anteriores al proceso de domesticación de plantas y animales. Es posible inferir,
mediante el empleo de diferentes evidencias, que el fuego fue una de las herramientas
utilizadas por el hombre durante su período de cazador-recolector, El fuego fue utilizado
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tanto para conducir los animales hacia el lugar de captura, cuanto para mantener libres
de masa forestal zonas para el pastoreo de las especies a las cuales el hombre se
“asociaba”, acompañando sus desplazamientos y posiblemente, defendiéndolas de sus
predadores no humanos1.
La domesticación podría ser definida como un proceso de reciprocidad a partir de la
cual, las especies involucradas dependen del hombre para subsistir y, a su vez, le
proveen beneficios (Gupta, 2001). Las especies sometidas a domesticación son
inducidas a evolucionar en una vía distinta a la que lo harían en condiciones naturales
sin la influencia del hombre. Al decir de Darwin (1859) la clave del éxito del largo
proceso de selección “esta en el poder que tiene el hombre de seleccionar acumulando;
la naturaleza da variaciones sucesivas, el hombre las suma en cierta dirección útil para
él”.
Durante el proceso de domesticación las especies evolucionan bajo los efectos
combinados de la selección natural y de la inducida por el hombre. El proceso de
selección antropogénica se produce tanto por la acción directa sobre la variación de la
expresión fenotípica de las especies, cuanto por la acción indirecta que lleva a que la
selección ocurra en sistemas modificados por el hombre (García-Marín y Zizumbo,
1993). En la medida en que los sistemas cultivados tienden hacia una mayor
especialización, influyen en forma creciente en el proceso de domesticación. Esta
influencia indirecta afecta, inclusive, a las especies no domésticas de aparición
espontánea propias de los sistemas cultivados.
La domesticación produce cambios de importancia en la morfología, la fisiología y el
comportamiento de las especies seleccionadas. Estos cambios están orientados por el
interés humano sobre determinadas características en detrimento de otras2. Entre los
cambios mencionados para las especies vegetales domésticas, deben citarse: aumento del
tamaño de los frutos y alteración de los mecanismos de dispersión de semillas y de la
reproducción (Hawekes). Finalmente, el proceso de domesticación ha llevado a las
especies y variedades domésticas hasta el punto que muchas de ellas no podrían sobrevivir
fuera del contexto de su relación con el hombre.
Por otra parte, la apropiación y la transformación de los materiales inertes y de la
energía, y la domesticación de las especies que consideró útiles aseguraron el éxito del
hombre. Estas mismas adquisiciones fueron la causa de un creciente impacto sobre la
biosfera.
Desde su aparición como especie hasta el presente, el hombre ha sido, a través de su
interacción con el medio natural, una de las causales de determinación de la biodiversidad.
De hecho, en algunos de los sistemas naturales que conocemos, podrían ser el resultado
del uso histórico de la tierra (Nellson and Serafin, 1992). De hecho, los arbustales de
zonas sujetas a periodos anuales de sequía pueden ser el resultado de la sucesión vegetal
marcado por el impacto negativo de el sobrepastoreo, la deforestación y el manejo
1
El impacto ambiental del fuego pudo haber sido localmente importante. Los pastizales de las Grandes
Planicies de los EE.UU. que conocieron los primeros colonos europeos eran el resultado de la interacción
del medio natural con los pueblos nativos, quienes realizaban la quema de los pastizales y, en forma
preferentemente indirecta debido a su incidencia sobre la estacionalidad de la oferta vegetal de los
bisontes (Nelson and Serafin,1982).
2
La posibilidad de seleccionar los caracteres a los que el hombre le otorgaba mayor importancia, estuvo
condicionada por la variabilidad de los individuos disponibles para el proceso de selección de las especies
domésticas.
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antrópico del fuego. Estas acciones humanas habrían incidido en la pérdida local de
especies de mayor porte y en la degradación del tapiz herbaceo generando las condiciones
que beneficiaban el desarrollo de especies arbustivas. Tal sería el caso de los arbustales
mediterráneos sujetos a impactos antrópicos producidos durante milenios (Rodrigue,2005)
LA DOMESTICACIÓN DE ESPECIES
Los primeros humanos habrían aparecido en África hace 4.000.000 años;
posteriormente, hace 2.000.00 años y también en África, aparece el Homus habilis; hace
100.000 años, el Homus sapiens sapiens, es decir, el humano moderno, el cual expande
sus territorios y se adapta a nuevas condiciones de ambiente en base a una alimentación
adquirida como cazador y recolector; y, 40.000 años antes del presente, se establece en
Europa (Gamble, 1999). Durante el periodo mencionado, se produjo una importante
evolución la cual, desde el punto de vista de la apropiación de los recursos naturales y la
alimentación, incluyó, desde hace 10.000 años, la domesticación de especies y el
desarrollo de la agricultura.
Si por una parte, la aparición de la agricultura fue consecuencia de la evolución del
hombre, su implementación produjo, en la sociedad y en el medio natural, importantes
cambios. Para el hombre significó, entre otras, diferencias en los alimentos disponibles
incluyendo seguridad, cantidad y calidad de los mismos, en el esfuerzo de captura y
recolección, en el sedentarismo y en la salud. Otras de las consecuencias es que si antes
de la etapa agrícola la población total y la concentración de la población en las áreas
ocupadas eran bajas, la domesticación y la agricultura significaron la posibilidad de
sostener mayor cantidad de personas por unidad de tierra cultivada (D. Harris, 1996).
De esta manera fue posible, además del aumento del número de personas en los
diferentes grupos humanos y de la complejidad social, la aparición de sociedades
urbanas.
Analicemos brevemente el efecto de la aparición de la agricultura sobre la dieta y la
salud. La aparición y expansión de la agricultura significó, en los periodos iniciales de
este proceso, y para los pueblos que accedieron a ella, pasar de la diversidad de
alimentos con preponderancia de productos cárnicos a una dieta con mayor participación
de productos vegetales; ello sin desconocer que durante los periodos de pasaje de
cazadores-recolectores a ganaderos-agrícolas los grupos humanos hayan
complementados ambas actividades. Ello no impide reconocer las evidencias sobre la
importancia de la carne en la dieta humana prehistórica. Más aún, la dieta en general y,
según se infiere de estudios comparados entre el hombre moderno y otros homidios, el
consumo de productos cárnicos en particular, es responsable de la evolución de
determinadas características morfológicas como tamaño del cerebro, aparato digestivo y
dentadura.
Ritchards (2002) expresa que no es sencillo inferir dietas prehistóricas en razón de las
escasas evidencias arqueológicas. En lo que se refiere a la relación entre productos
animales y vegetales, las evidencias de los primeros -tal es el caso de los huesos- pueden
ser preservadas mas fácilmente que las evidencias de los vegetales. Esta preservación
diferencial de ambas fuentes alimentarias podría llevar a sobredimensionar la
importancia de los productos animales en la alimentación humana durante los periodos
pre-agrícolas.
A pesar de estas limitaciones, existen evidencias sobre la importancia de la carne en la
dieta humana prehistórica, en periodos anteriores a la aparición de la agricultura. Los
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productos cárnicos habrían tenido gran importancia en la evolución humana, como es
posible inferir a través de determinadas características morfológicas: cambios en las
mandíbulas, tamaño del cerebro, aparato digestivo, dentadura.
A partir del neolítico, es posible hallar, en diferentes sitios, evidencias directas
(remanentes de vegetales domesticados) e indirectas (herramientas y útiles para la
producción y el procesamiento de alimentos vegetales) del uso de productos vegetales
en la dieta humana. De acuerdo con diferentes autores, estas evidencias de
domesticación se asocian con un decrecimiento de la salud debido tanto a la
alimentación en si misma como a la urbanización, el aumento de la población y el
sedentarismo.
La domesticación de especies vegetales se inicia, en forma independiente, en diferentes
áreas geográficas. Diferentes autores han aportado datos sobre la cuestión, y, por tanto,
sobre las áreas en las que se inicia el desarrollo agrícola. Corresponde a Vavilov (1926)
uno de los trabajos fundamentales sobre la misma. De acuerdo con el autor citado, los
“Centros de Origen” son aquellos en los cuales se inicia la domesticación de distintas
especies vegetales. Vavilov postula que el área de mayor diversidad genética de un
cultivo se corresponde con el área de origen del mismo. Por otra parte, cuanto mayor es
la heterogeneidad de las áreas, es decir, cuanto mayor sea el número de “nichos” que
puede ser ocupado por una misma especie, aumenta la probabilidad de que se produzca
la evolución de nuevas subespecies y especies. De la misma manera, los cultivos
trasladados a nuevas áreas geográficas, pueden devenir en su diversificación.
Posteriormente las propuestas de Vavilov fueron, a partir de nuevas evidencias y
estudios de campo, revisadas, otorgándosele mayor precisión. Otros autores, postulan
(Harlan, 1971) que los centros de diversidad pueden ocurrir lejos de sus centros de
origen, y que, además, existirían microcentros de gran diversidad, de especies silvestres
(Nassar, 2003) o de razas de especies cultivadas. Por su parte, Hawkwes (1983) se
refiere a “centros núcleos de origen de la agricultura” y “centros menores”. Los
primeros (Cercano Oriente Norte de China, Sur de México, Centro y sur de Perú)
estarían asociados con distintas regiones de diversidad y a partir de ellos se produce la
difusión de los cultivos. Los otros centros serían de origen más reciente y, posiblemente,
responsables de la domesticación de un menor número de cultivos.
La adopción de la agricultura como medio de procuración de materias primas se
relaciona, por una parte, con los centros de origen y, por la otra, con los procesos de
difusión y de adopción, por parte de otras comunidades, de la agricultura. Difusión y
adopción que pueden ser causadas por migraciones o en forma de difusión cultural.
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CENTRO DE ORIGEN
HORTALIZAS (nombre común y científico)
A. CENTRO CHINO
Soja (Glycine max)
Rábano (Raphanus sativus)
Nabo (Brassica campestris)
Repollo chino (Brassica rapa var. pekinesis)
Cebollín (Allium fistulosum)
Pepino (Cucumis sativus)
B. CENTRO INDIO-MALASIO
a- Asma y Burma
b- Indochina y archipiélago
C. CENTRO INDO-AFGANISTANOASIA CENTRAL
D. CENTRO CERCANO ORIENTE
E. CENTRO MEDITERRÁNEO
F. CENTRO ABISINO
G. CENTRO MÉXICO-AMERICA
CENTRAL
H. CENTRO SUDAMERICANO
a- Perú- Ecuador- Bolivia
b- Chile
c- Brasil-Paraguay
Berenjena (Solanum melongena9
Pepino (Cucumis sativus)
Poroto mung (Phaseolus aureus)
Banana (Musa paradisiaca)
Arveja (Pisum sativum)
Haba (Vicia faba)
Poroto mung (Phaseolus aureus)
Mostaza (Brassica juncea
Cebolla (Allium cepa)
Ajo (Allium sativum)
Espinaca (Spinacia oleracea)
Zanahoria (Daucus carota)
Lenteja (Lens Esculenta)
Lupino (Lupinus albus)
Apio (Apium graveolens)
Esparrago (Asparagus officinalis)
Nabo (Brassica oleraceae var. rapifera)
Achicoria (Cichorium intybus)
Pastinaca (Pastinaca sativa)
Arveja (Pisum sativum)
Ruibarbo (Rehum officinale)
Berro (Lepidium sativum)
Caupí (Vigna sinesis)
Pimentón – Ají (Capsicum annuum)
Zapallo (Curcubita moschata)
Batata o Camote (Ipomoea batatas)
Poroto lima (Phaseolus lunatus)
Poroto (Phaseolus vulgaris)
Maíz (Zea mays)
Pimentón – Ají (Capsicum annuum)
Zapallo (Curcubita moschata)
Tomate (Lycopersicon esculentum)
Poroto lima (Phaseolus lunatus)
Poroto Común (Phaseolus vulgaris)
Tomatillo (Physalis peruviana)
Papa andina ( Solanum andigenum)
Pepino Fruta (Solanum muricatum)
Papa (Solanum tuberosum)
Papa (Solanum tuberosum)
Mandioca (Manihot esculenta)
Tabla 1. Algunas especies domesticadas en distintos centros: caso de hortalizas.
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Para explicar la aparición de la agricultura, en sitios diferentes, se han generado,
discutido, aprobado y desechado distintas hipótesis. Como punto de partida debemos
tener presente que las manifestaciones de centros de domesticación primarios conocidas
actualmente mediante estudios arqueológicos, se refieren a un periodo de 2000 años,
entre el Pleistoceno y el Holoceno. Los estudios realizados en centros de domesticación
diferentes independientes entre ellos, han permitido disponer de un conocimiento
razonablemente detallado sobre el desarrollo de la agricultura en los mismos y de su
expansión a otros pueblos (Richerson et al, ).
Ni la disponibilidad de especies potencialmente domesticables ni la de hábitats
adecuados significaron la aparición obligada de grupos agrícolas. Diferentes grupos
humanos asentados en ambientes similares produjeron distintos resultados, desde la
recolección y la caza, hasta la domesticación de especies (Toynbee, 1976). Las
secuencias históricas de cada grupo humano o localidad es un experimento que
involucra a los factores relativos a la la tasa de evolución de la intensificación de las
estrategias de subsistencias (Richerson et al). Los autores antes citados, destacan que,
desde el principio del Holoceno, en el Cercano Oriente se produjo un rápido desarrollo
del proceso de domesticación y la región devino centro de difusión. Cosa que no ocurrió
en otras regiones de características similares.
Referente al desarrollo y la expansión de la domesticación de especies animales y
vegetales debemos formularnos algunas preguntas iniciales a partir de las cuales surge
una enorme cantidad de cuestiones que necesitamos también responder. La primera es
sobre las razones que tuvieron los pueblos cazadores y recolectores para iniciar ese
pasaje. La segunda sobre las condiciones de desarrollo humano y de entorno ambiental
en las cuales la domesticación y la agricultura fue posible. La tercera se refiere al
desarrollo espacial de los orígenes de la agricultura y de su expansión. Y la cuarta está
relacionada con las consecuencias de este pasaje, considerando las mismas tanto en el
periodo prehistórico en el cual se realizó como a lo largo de la historia hasta el presente,
e involucrando tanto los aspectos y consecuencias sociales como las relacionadas con la
naturaleza.
Antes de entrar en el tema específico de las causas y consecuencias del desarrollo de la
agricultura, es necesario, aunque más no sea brevemente, realizar algunas
consideraciones referidas al acceso al conocimiento sobre la cuestión. Existen muchos
estudios basados en diferentes hipótesis, muchas de las cuales han sido puestas en
discusión. Se trata de reconstruir, desde la prehistoria, el desarrollo de la agricultura y la
ganadería y sus consecuencias enfrentando limitaciones importantes. Debe asumirse que
las cuestiones planteadas se refieren al resultado de muchos factores y actores en un
marco de complejidad; la incidencia de los factores considerados no es lineal, y, como
agravante, el conocimiento de ellos es imperfecto. Implica conocimientos provenientes
de una diversidad de disciplinas científico-técnicas, como antropología, arqueología,
climatología, ciencias biológicas (zoología, botánica, ecología), ciencias de la
alimentación. Las respuestas tienen, o deberían tener, un sustento interdisciplinario. Ello
implica, como punto de partida, un análisis crítico sobre el nivel del conocimiento de las
diferentes disciplinas involucradas, cada uno de los cuales afectará, por supuesto, los
resultados analíticos del conjunto. En este contexto debemos reconocer las dificultades
metodológicas planteadas en los estudios interdisciplinarios. Uno de los problemas a
resolver en los problemas interdisciplinarios es la comunicación transdiciplinaria
(Blumer, 1993). Por otra parte, debemos asumir que las deducciones referidas, en el
marco de cada una de las disciplinas involucradas y del conjunto de las mismas, están
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limitadas por los resultados del estudio de las evidencias de campo. En las últimas
décadas se ha avanzado en los conocimientos requeridos. Estos conocimientos están
siendo adquiridos a partir de los estudios localizados y regionales. Por tanto, la
extrapolación de los resultados obtenidos al conocimiento global involucrado con la
domesticación y la agricultura, debe realizarse en forma crítica.
Podrían enumerarse muchas causas que generaron el pasaje de la recolección y la caza
hacia agricultura. Veamos este tema.
Se podría proponer la coevolución de las estrategias humanas para procurarse los bienes
y productos que le eran necesarios y las especies que en las cuales se basaban,
prioritariamente, los grupos humanos (Blumler and Byme, 1991). Sin la necesidad de
suponer, una coevolución previa al proceso de agriculturización, se podría plantear una
especialización progresiva del hombre en determinadas especies o productos, la cual,
además, podría haber generado conocimientos y técnicas para adquisición de los
mismos (periodos, épocas, sitios y técnicas de caza y recolección) y para su preparación
como alimentos o productos no consumibles. Los estudios sistemáticos realizados por
Braidwood et al (1983) en el cercano oriente permiten conocer sitios que 15.000 años
AC eran ocupados por pueblos cazadores-recolectores no especializados en
determinadas especies. Aproximadamente 11.000 años AC los sitios estudiados
muestran que se utilizan especies que devendrían ancestros de las domesticadas (trigo y
cebada; cabras y ovejas). Un sitio estudiado muestra que en el año 9.000 AC se trata de
un asentamiento permanente y cultivaban trigo y cebada.
La transformación desde la caza y la recolección hasta la producción agrícola ganadera
con especies domesticadas debe ser visualizado como un proceso. Para las sociedades
que se transforman en agrícolas, a medida que pasa el tiempo, aumenta su dependencia
de las especies domesticadas y disminuye la de la recolección de especies silvestres.
Durante los primeros estadios del proceso la recolección es dominante; posteriormente
lo es el cultivo de plantas domesticas en sistemas específicos con laboreo del suelo. Los
pasos intermedios de la domesticación incluye pequeñas parcelas obtenidas por limpieza
local de vegetación natural y laboreo mínimo (D. Harris, 1996). De acuerdo con Gupta
(2004) la interacción del hombre prehistórico con la fauna ha significado un cambio
desde cazador, a cazador especializado a pastor. En forma más específica, D. Harris
(1996) propone tres estadios principales, los cuales denomina “de predación”
(generalizada y especializada), “de protección” (manejo inicial de los rodeos en pastoreo
libre) y “de domesticación”. El primero de los estadios corresponde a los cazadores
especializados y, en sentido evolutivo, a los especializados en determinadas especies. El
segundo de los estadios, supondría el avance en los procesos de amansar a los animales,
manejar el rodeo y protegerlo. Finalmente, el estadio de domesticación implica el
aumento del rodeo, y supone, también, las modalidades de nomadismo y pastoralismo.
Entre los factores condicionantes o arrancadores deberían, sin necesidad de ser
exhaustivos, mencionarse: i. la tendencia al sedentarismo; ii. La disminución de la
disponibilidad de individuos cohechables de las especies utilizadas sea por la
intensificación hasta niveles no sustentables de recolección o la caza, sea a causa de
problemas naturales (fluctuaciones climáticas, presencia de predadores o consumidores
de determinadas especies vegetales como podría haber sido el caso de los cereales3); iii.
3
Las especies animales herbívoras son selectivas de las especies que consumen. Aun en el caso de
especies domésticas como los bovinos mantenidos a campo en condiciones de pasturas implantadas, se
observa selección de forraje.
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el aumento de la densidad de la población humana; iv. el aumento de los esfuerzos de
captura o recolección debido a los factores anteriormente mencionados, y v. el hecho
que la actividad de procurar los productos alimentarios, principalmente los de origen
vegetal, puede haber sido asumido por un sector de la población de los núcleos
humanos, con menor posibilidad de movimiento, caso de las mujeres quienes, además,
debían ocuparse de la crianza de la descendencia.
Para comprender las propuestas anteriores es necesario conocer la forma de
disponibilidad natural de determinadas especies. Tomemos el caso de las especies
vegetales.
En condiciones naturales, la vegetación se presenta en formaciones características
propias de cada región y fuertemente determinadas por el medio (características
climáticas, geomorfológicos y edáficas). De hecho las características climáticas son
fundamentales para definir las distintas formaciones vegetales. Además, una misma
formación vegetal4 localizada en diferentes sitios, está constituida por especies
diferentes, muchas de las cuales cumplen funciones similares o las mismas. En una
misma formación vegetal, otros factores condicionan la presencia de las especies, tales
los edáficos y la presencia de suelos anegables o excesivamente drenados. Los sistemas
naturales están sujetos a cambios en su diversidad en función del tiempo y del espacio.
Los sistemas naturales son aterronados. Una determinada especie no aparece en forma
continua en el espacio ocupado por una determinada formación vegetal. Más aún, una
especie puede encontrarse en determinadas áreas en las que predomina, y no en otras. Su
presencia no es continua y, además, cuando se manifiesta lo hace, generalmente, como
parte de un conjunto de especies, entre las cuales, la especie considerada puede ser o no
dominante.
Por su parte, los cambios que se generan en el tiempo tienen que ver con la evolución,
con la respuesta a disturbios (naturales o antrópicos) y también con los cambios
climáticos y, en escala distinta, con variaciones estacionales anuales y con fluctuaciones
interanuales. En el marco de los cambios relativos al clima y a fenómenos
meteorológicos de periodos cortos de ocurrencia, algunas especies pueden estar
presentes en determinadas situaciones de ambiente y no en otras como las condiciones
impuestas por los periodos de sequía (caso de pastizales en África). Pero, además, los
cambios debido a fenómenos meteorológicos de cortos periodos de ocurrencia afectan la
producción primaria y, por tanto, la productividad de las semillas o partes cohechables
de las especies.
La mayor riqueza en especies ocurre en los sistemas naturales de zonas tropicales
húmedas5. Cuanto mayor es la diversidad de un sistema y mayor es su riqueza en
especies (caso de los sistemas tropicales húmedos), la probabilidad de encontrar un
individuo de determinada especie es menor. Es decir, cuanto mayor es la diversidad la
posibilidad de cosecha eficiente de una determinada especie, disminuye.
Ello no implica desconocer la diversidad y la importancia, para el hombre, de especies
propias de otras regiones ecológicas. Tomemos el caso de las gramíneas, familia que,
por las características de sus semillas, aportó -en diferentes regiones- muchas especies al
4
El pastizal, la estepa, la selva húmeda, el parque, lis bosques templados)
5
Ello sin desconocer otros factores que afectan la diversidad de especies como la historia evolutiva del
continenete al que pertenece o región.
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proceso de domesticación. En zonas secas es posible encontrar alta diversidad de
especies herbáceas y, hasta, estándares puros de cereales (Utilizando, con carácter
orientativo, datos actuales, expresa que es posible hallar hasta 100 especies por 1000m2.
El patrón de distribución de las especies consideradas -inscriptas dentro de las
genéricamente llamadas cereales- refleja los cambios que ocurren en la distribución de
las precipitaciones, en la temperatura y, por consecuencia, en el periodo de la estación
seca, con especial incidencia de las condiciones de ambiente durante el periodo de
desarrollo y madurez de las semillas. Analizando especies con importancia en la
alimentación humana, es posible observar que tanto los parientes silvestres como los
domésticos presentan tolerancia diferenciada a la aridez. De esta manera, las diferencias
interanuales pueden determinar la mayor presencia relativa de una especie de cereal en
detrimentos de otras.
En este marco, es posible comprender el esfuerzo que implica acceder a los productos de
una misma especie vegetal mantenida en condiciones naturales. Esfuerzo que,
incluyendo las especies animales y vegetales utilizadas, impone su impacto sobre ellas
tanto en relación con la riqueza de especies como al nivel de las poblaciones y las
comunidades. Y, como veremos posteriormente, estos impactos pueden haber derivado
en cambios a nivel de los ecosistemas, en desaparición local de especies, en extinciones
y, como consecuencia, en la degradación del entorno hasta niveles de no sustentabilidad
para la propia comunidad humana.
En la otra vertiente del problema planteado, deben considerarse las particularidades
sociales. Las estrategias para procurarse los alimentos y otros productos implican,
también y en el seno de una misma especie, una variación geográfica y una evolución
desarrollada en escala del milenio.
Aunque la cuestión excede la adquisición de los alimentos, implica, además, cuando se
trata de dietas en base a vegetales, el logro del equilibrio de la dieta. Este proceso, con
éxitos y fracasos derivados del grado de adecuación de la dieta en función de las
necesidades alimentarias, implica el propio periodo de evolución.
Para explicar las causas de aparición de la agricultura, se han generado diferentes
hipótesis.
Podríamos asumir que la agricultura y la ganadería significan una mejor relación de
energía dispensada en un sistema agrícola, por una parte, y la cantidad de alimentos
obtenidos -los que pueden ser expresados en términos energéticos- por la otra. Esta no
parece ser una causal que pudiera ser asumida por si sola y linealmente, como si fuera
un salto de mejora evolutiva racionalmente adquirido en un momento histórico
(prehistórico). Máxime cuando la relación mencionada es fuertemente dependiente de
diferentes factores como tipo y rendimiento del cultivo, clima, suelos, manejo y
herramientas disponibles. Al menos durante los estadios iniciales de la agricultura,
incluyendo la necesidad de prueba-error realizada en forma continua, la mejora de la
eficiencia energética no puede explicar, por si sola, el pasaje de los pueblos cazadoresrecolectores a la agricultura. Máxime que los pueblos que accedían a la domesticación
de plantas y animales, debieron continuar siendo cazadores-recolectores,
complementando ambas formas de obtención de los alimentos. Algunos autores refieren
que la estrategia cazador-recolector puede ser mejor que la basada en la agricultura
cuando esta se encuentra en su periodo inicial (Richerson et al).
Ing. Néstor Bárbaro / Tecnología, Ambiente y Sociedad. Pág. N° 10
Otras de las posibles explicaciones, se basa en la presión derivada de los cambios
ambientales y, también, del crecimiento de las poblaciones humanas. Childe (1929)
expuso una de las primeras hipótesis sobre las razones que marcan el inicio de la
agricultura a través de la llamada teoría del oasis que se basaba en la necesidad de
obtener recursos alimentarios en forma intensiva debido a la menor oferta de los
recursos silvestres. Gupta (2004) marca la contradicción de la hipótesis considerando
que los inicios de la agricultura se dan, considerando los centros de domesticación de
Asia y África, en una época (principios del Holoceno entre 10.000 y 7.000 años AC) en
la cual las condiciones climáticas y ambientales eran mejores e implicaban menor
presión para el desarrollo humano.
De acuerdo con Gupta y otros autores, después de la ocurrencia del último periodo
máximo de glaciación (Last Glacial Maximun o LGM) ocurrido durante el Pleistoceno,
se produce un periodo de mejora climática durante el Holoceno. Esta mejora habría
permitido el desarrollo de la agricultura, máxime cuando se habría producido, también y
en acuerdo con el cambio climático un cambio en la diversidad de especies. El autor
citado propone que en condiciones ambientales favorables y con una gran oferta de
especies silvestres los hombres habrían desarrollado una mayor inquietud de
aprendizaje, la que habría sido ayudada por el desarrollo previo de herramientas
adaptables para el laboreo de los suelos y la cosecha.
La incidencia del clima sobre las posibilidades de desarrollo agrícola esta fuera de
dudas. Aún en la actualidad, con la disponibilidad tecnológica del presente, el clima es
causal de extrema variabilidad de la productividad agrícola. La incidencia del clima se
da en cuanto a las condiciones que afectan el desarrollo de la oferta silvestre y de las
especies domesticables, y en cuanto a su variabilidad, la que llevaría a no permitir, en
casos extremos, el desarrollo de determinados sistemas de producción. Es decir,
independientemente de las necesidades y del desarrollo de las capacidades y
herramientas, y, también del reconocimiento de las especies utilizables, no es posible
suponer el logro del desarrollo de la agricultura en condiciones climáticas
extremadamente desfavorables como las que prevalecían en el Pleistoceno.
Ahora bien, el clima debe ser considerado uno de los factores de incidencia sobre el
desarrollo agrícola, sin desmedro que, para muchos autores, es un factor limitante. Otros
factores como la evolución cultural, el desarrollo de herramientas, la inquietud de
conocimiento de la naturaleza, la necesidad de asegurar la provisión de alimentos, los
efectos de la necesidad de traslado de los grupos humanos en respuesta a los cambios en
la oferta de recursos, deben ser tenidos en cuenta. Es evidente que el clima puede,
cuando no es apropiado o es extremadamente variable, limitar el desarrollo agrícola,
pero para potenciar el mismo es necesario que otros factores relacionados con el
desarrollo cultural, estén presentes en forma adecuada.
Además, los cambios culturales que implica la transformación del sistema de
producción alimentaria desde cazador-recolector a ganadero-agricultor, supone una
evolución lenta la cual no es posible en condiciones climáticas inadecuadas incluyendo
las grandes fluctuaciones climáticas.
Las fluctuaciones y los cambios climáticos son una constante en diferentes periodos
geológicos; ocurren en todas las escalas temporales (Blumler, 1996), desde milenios
hasta centenas y décadas. Estos cambios inciden tanto en el medio natural como en el
social y en sus interacciones. Los cambios que se producen en una determinada escala
de tiempo pueden condicionar al medio a cambios en escalas diferentes. Por caso, la
Ing. Néstor Bárbaro / Tecnología, Ambiente y Sociedad. Pág. N° 11
generación de condiciones de aridez implica el aumento de la variabilidad interanual de
las precipitaciones y, por tanto de la humedad del suelo, de la productividad vegetal y de
la aparición o desaparición de especies anuales muchas veces relacionadas con la oferta
forrajera para los herbívoros los cuales se ven afectados o deben migrar. El clima, por
cierto, tiene un rol considerado crítico en la evolución de la fauna y la flora. Por su
parte, los cambios climáticos drásticos han llevado a cambios de la flora y la
transformación de las formaciones vegetales6.
Por su parte, ante la ocurrencia de cambios ecológicos, aun en condiciones de extrema
rigurosidad climática, los grupos humanos se adaptan o migran, acciones estas que han
ocurrido en la periodos prehistóricos (Pitulko et al, 2004). Gupta, 2004), citando a
diferentes autores, expresa, en base a evidencias arqueológicas, que grupos humanos se
30
0
Panel A. shows the curve
of atmospheric CO2 as
estimated from gas
bubbles Trapped in
Antarctic glacial ice. Data
from Barnola et. Al.
(1987)
A
.
25
0
20
0
Atmospheric CO2
µmol/mol
15
0 60
30
0
3
10 Years B.P.
6
En condiciones naturales, las especies de la flora se presentan en formaciones vegetales características
propias de cada región y fuertemente determinadas por el medio (características climáticas,
geomorfológicos y edáficas). De hecho las características climáticas son fundamentales para definir las
distintas formaciones vegetales. Además, una misma formación vegetal6 localizada en diferentes sitios,
está constituida por especies diferentes, muchas de las cuales cumplen funciones similares o las mismas.
En una misma formación vegetal, otros factores condicionan la presencia de las especies, tales los
edáficos y la presencia de suelos anegables o excesivamente drenados.
Ing. Néstor Bárbaro / Tecnología, Ambiente y Sociedad. Pág. N° 12
100%
Panel B. summarizes
responses of several
plant species to
experimental
atmospheres containing
various levels of CO2.
Based on data
summarized by Sage
(1995)
B
50%
Biomass or Seed
Yield Relative to
Current Level
0%
100
200
300
400
CO2 µmol/mol
adaptaron durante el Pleistoceno (hace aproximadamente 27.000 años) a las condiciones
del Ártico, y, durante el Holoceno, a las condiciones desérticas del Noreste de la India
(Enzel et al, High-resolution Holoceno environmental changes in the Thar Desert,
Norwestern India, Science, 284, 125-128)
Ello no implica desconocer, que los cambios ecológicos, incluyendo a los producidos
por cambios climáticos y a los producidos o agravados por la actividad humana, pueden
ser responsables del fracaso regional del desarrollo de grupos humanos. También los
cambios climáticos inducen cambios y colapsos en la sociedad. Por su parte, como
consecuencia de los cambios climáticos y de sus efectos sobre los sistemas naturales y la
disponibilidad de recursos renovables, se pueden producir cambios en la presión
humana sobre la vegetación o sobre determinadas especies de flora y fauna (Gupta,
2004).
Veamos la relación entre desarrollo de la agricultura y el clima analizando la evolución
ocurrida en el Subcontinente Indio. Esta es una de las regiones en las que se produjo la
domesticación de especies y el desarrollo de la agricultura. Durante el Holoceno
temprano (entre 10,000 y 7.000 años AC) se presentaron condiciones cálidas y húmedas
y la intensificación de las condiciones de Monzon -fenómeno climático de verano- en el
sudeste, cuya influencia (disponibilidad hídrica para los cultivos- se extiende a lo largo
del año. En dicho periodo la humedad producida por el Monzón excedía a la que podría
limitar el desarrollo de los cultivos. Los cultivos de invierno, como los anuales trigo y
cebada, podían desarrollarse adecuadamente. Por su parte, los cultivos de verano, es
decir los que se producirían durante la estación de mayores precipitaciones, no tuvieron,
Ing. Néstor Bárbaro / Tecnología, Ambiente y Sociedad. Pág. N° 13
en la región geográfica considerada, un desarrollo temprano. Habrían sido domesticados
a partir de 4.000 años AC en una fase árida del Holoceno.
Comparando las condiciones climáticas entre Pleistoceno y Holoceno, Richerson et al (
) expresan que las condiciones climáticas durante el Pleistoceno no eran adecuadas para
el desarrollo de la agricultura debido a las grandes fluctuaciones que ocurrían en breves
periodos (incluyendo décadas o menores al milenio), a las condiciones de aridez y a los
bajos niveles de concentración de CO2 atmosférico.
EL DESARROLLO DE LA AGRICULTURA.
Anteriormente nos referimos a que el desarrollo de la agricultura tuvo una consecuencia
de suma importancia en el desarrollo posterior de las sociedades humanas: el
sedentarismo. Sin embargo, es necesario comprender que el sedentarismo no fue una
consecuencia inmediata; en última instancia, es evidente que los pueblos agrícolas
podían y debían ser sedentarios por las mismas razones que los pueblos cazadores y
recolectores podían y debían ser nómadas7. Sin embargo, en razón que la agricultura
primitiva agotaba, o en el mejor de los casos, deterioraba temporalmente las tierras
utilizadas, los primeros agricultores necesitaban trasladar permanentemente sus campos
de labranza8.
Los grupos humanos que accedieron a la “producción excedentaria de alimentos”, más
allá de los necesarios para mantener la población implicada en forma directa en los
procesos productivos involucrados, pudieron establecerse en núcleos urbanos estables.
De esta manera, se generaron las condiciones para permitir el aumento de la población
local y la diferenciación de clases. La organización social, tuvo a su vez, un efecto
directo sobre el desarrollo de los sistemas de producción agrícola al permitir el
crecimiento de la capacidad técnica y organizativa para la ejecución de obras regionales
necesarias, entre otros, para extender y hacer más eficientes los sistemas de producción.
El desarrollo de la agricultura hasta permitir la obtención de una producción
excedentaria sin necesidad de efectuar desplazamiento de las tierras de labranza,
significó el desarrollo paulatino de técnicas y sistemas adecuados. Los grupos agrícolas
involucrados debieron comprender y resolver las cuestiones relativas a la disminución
del número de especies de aparición espontánea en las tierras agrícolas –especies
7
Existió un estilo de vida nómade más avanzado que el nomadismo primitivo: el nomadismo pastoral. Este
estilo de vida, que se ha mantenido, al igual que el nomadismo más primitivo, hasta el presente siglo, nació
en contacto con poblaciones agrícolas excedentarias, las que complementaban las necesidades de los pueblos
nómadas a través del intercambio de productos (Toynbee, 1985). Este estilo fue posible en razón de la
domesticación de animales de transporte (caballo, camello). Iniciado en las estepas euroasiáticas con la
domesticación del caballo 1800 años a.C., permitió el uso adecuado y continuo de pastizales de regiones con
diferentes grados de aridez.
8
En la actualidad persisten comunidades que utilizan sistemas agrícolas rudimentarios o basados en la
cosecha de frutos de plantas silvestres. En las regiones áridas de México, por ejemplo, algunas comunidades
efectúan la agricultura de cosecha de las plantas de aparición espontanea. El sistema permite la obtención de
bajas productividades a partir de las cuales es posible sustentar poblaciones de baja densidad. Tanto el
sistema de recolección mencionado como el de roza y quema con barbecho largo dejan de ser sustentables
cuando la densidad de las poblaciones locales y, por lo tanto, la demanda de bienes y servicios ecológicos
aumenta(Gastó,1981).
Ing. Néstor Bárbaro / Tecnología, Ambiente y Sociedad. Pág. N° 14
transformadas en malezas de los cultivos-, la conservación de la fertilidad de los suelos
y la disponibilidad de agua para los cultivos. Esto fue posible mediante el desarrollo de
las técnicas y normas de manejo que les permitieran:
•
determinar los ciclos y los requerimientos de cada uno de los cultivos;
•
combatir, en las zonas de cultivo, las especies vegetales consideradas malezas;
•
mantener alejados los consumidores no humanos;
•
manejar, en aquellos casos en los que las características climáticas lo requerían,
el riego, incluyendo las obras para el aprovisionamiento, la retención y la
distribución del agua;
•
determinar los períodos de descanso de los suelos o de restitución de su
fertilidad.
Para lograr los objetivos perseguidos se implementaron técnicas diversas y, en muchos
casos, realmente eficientes. Así, el control de las malezas fue realizado utilizando o
combinando, entre otras, las siguientes prácticas:
•
la extracción manual de malezas;
•
el fuego;
•
la rotación de cultivos;
•
la siembra de cultivos de alta densidad;
•
la ejecución de cultivos asociados;
•
el empleo de cultivos mixtos poliestratificados.
Los métodos mencionados fueron, y aún lo son, profusamente utilizados por los
habitantes prehispánicos del continente Americano (Vergara Ruiz, 1993; Ardón Mejía,
1993).
Por su parte, el manejo de la fertilidad de los suelos se realizó a través de:
•
el descanso de los suelos9;
•
la asociación de diferentes especies en el mismo y la rotación de los cultivos;
•
el empleo de abonos10;
•
la sedimentación de los materiales contenidos en las aguas de riego;
•
la descomposición previa de la materia orgánica, la quema y la incorporación de
cenizas, práctica asociada a los sistemas de broza y quema11.
9
El descanso de los suelos era efectuado de acuerdo a diferentes modalidades, combinando entre otros, el
período de descanso y la forma de mantenimiento de las parcelas en descanso.
10
El empleo de guano de la costa, por ejemplo, fue una práctica común de los habitantes de los Andes de
Sudamérica y, posteriormente de una civilización regional, el Tahuantinsuyu.
11
Los sistemas de roza y quema de barbecho largo se encontraban ampliamente distribuidos en distintas
regiones boscosas tropicales y subtropicales de América. Ejecutados en base a conocimientos empíricos y por
poblaciones de baja densidad, permitían la recuperación de un bosque secundario (Vergara Ruiz, 1993). En
la actualidad, en la región de la Amazonia, se utilizan variaciones del sistema de tumba-roza-quema con
diferentes períodos de barbecho.
Ing. Néstor Bárbaro / Tecnología, Ambiente y Sociedad. Pág. N° 15
Como veremos posteriormente, la extensión de la agricultura significó la utilización de
zonas de diferentes aptitudes agrícolas. Y ello implicó el desarrollo de los medios
técnicos necesarios para mejorar las condiciones del medio natural en razón de las
necesidades de los cultivos. Significó, también, la adecuación de las especies agrícolas y
de sus cultivares en razón de las características del medio en la que se cultivaban.
Más aún, la ocupación de nuevas zonas aptas para la agricultura se vio facilitada por las
actividades de recolección, caza y pesca. En efecto, las actividades hortícolas y agrícolas
no rinden sus frutos en forma inmediata, siendo necesario hasta la obtención de las
primeras cosechas, cubrir las necesidades de la comunidad por otros medios.
Estudiando las transformaciones de la economía de las civilizaciones mesoamericanas,
Mosquera (1981) expresa que durante el período preclásico (3.000 a 500 AC) la
actividad económica se basaba en el aprovechamiento agrícola de las zonas ribereñas y
en el desarrollo de actividades de recolección caza y pesca efectuadas en los ríos, lagos,
estuarios y zonas boscosas próximas a las regiones que habitaban. En las zonas
ribereñas “cultivaban gran cantidad de vegetales sin haber ninguno dominante”; en los
ríos y lagos obtenían gran variedad de peces y batracios; en las selvas se abastecían de
carnes y frutos. De acuerdo al autor antes mencionado, este proceso de
complementación fue de suma importancia para extender la agricultura a nuevas zonas
de Mesoamérica. Las diferentes actividades se adecuaban a las características de los
ambientes utilizados.
En distintas regiones costeras y serranas de América, el éxito de la agricultura se basó en
el conocimiento de técnicas de control del agua y en su administración a través de
complejas obras de ingeniería hidráulica. En la región costera de Nazca se construyó un
sistema de canales subterráneos que llevaba, a través de kilómetros, el agua desde
galerías cuya función era la captación de agua por filtración hasta las zonas de riego
(Rostworowski de Diez Canseco, 1992).
En las áreas andinas, los sistemas hidráulicos significaron la construcción de andenes y
terrazas que al discontinuar las abruptas pendientes naturales permitieron el desarrollo
de superficies aptas a diferentes cultivos. De esta manera los suelos someros de las
laderas 12se transformaron en suelos profundos, renovados permanentemente por los
aportes de los sedimentos transportados por el agua de riego.
Aún en la actualidad, los moru -habitantes de una región del Sudán meridional -caracterizada, entre otros
factores, por la irregularidad de las precipitaciones- siembran mezclas de diferentes cultivos sobre terrenos
desbrozados. No cortan todos los árboles de las parcelas; dejan los tocones de algunas especies y los
individuos intactos de otras. Las especies arbóreas de aparición espontanea mantenidas en las parcelas
cultivadas, sirven a alguno de los siguientes objetivos: i. proveer de bienes, ii. actuar como indicadoras de la
disminución de la fertilidad de los suelos y de la necesidad de un nuevo período de descanso, iii. ayudar al
proceso de recuperación de los suelos (Sharland, 1991).
También en la agricultura de las regiones tropicales de América Central se le otorgaba, y aún se le otorga,
gran importancia a especies que participan de diferentes procesos de los sistemas agrícolas (Alcorn, 1993).
Los actuales huertos de los descendientes de la cultura maya, presentan una gran riqueza de especies
forestales, cultivadas o no, a las que se les asigna gran importancia (Gómez-Pompa, 1993).
12
Las pendientes pronunciadas provocan el desplazamiento de las partículas más finas producidas por la
meteorización de las rocas hacia el pedemonte, dificultando el desarrollo de suelos estables y profundos.
Ing. Néstor Bárbaro / Tecnología, Ambiente y Sociedad. Pág. N° 16
Uno de los sistemas agrícolas de mayor singularidad de las antiguas civilizaciones
americanas, es la chinampa13. La chinampa es “una franja angosta de terreno rodeada de
agua en por lo menos en tres de sus lados” (Jímenez Osornio y del Amo, 1988). La
“construcción” de las chinampas permite el cultivo en terrenos anegadizos, utilizando
eficientemente los recursos que el medio ofrece. Diferentes especies vegetales no
domésticas ayudan a estabilizar el terreno de las chinampas y a actuar como protección
contra los vientos. Los residuos de ellas y de otras especies vegetales de aparición
espontanea, incluyendo plantas acuáticas, aseguran el mantenimiento de la fertilidad de
los suelos. Por su parte, los canales que las rodean aportan lodos fértiles y agua para los
cultivos.
Durante el período mencionado, la componente horizontal de la transmisión de las
innovaciones fue determinada por la extensión del dominio de los pueblos agrícolas
sobre los pueblos no agrícolas o por el estímulo que las innovaciones técnicas
efectuadas, ocasionaban en otros grupos humanos (Toynbee, 1976). Estudiando la
evolución de la agricultura en el Desierto de Sonora, Crosswhite (1981) diferencia el
período necesario para la domesticación y la explotación de determinadas especies, el de
la difusión de la innovación en grupos humanos vecinos y el de la transmisión étnica y
genealógica de las nuevas innovaciones producidas. Este proceso fue paulatino y se
basó, entre otros, en la habilidad de los diferentes pueblos para adaptar las actividades
agrícolas a las condiciones naturales de los nuevos territorios. Los grupos humanos
receptores de las innovaciones podían transformar los conocimientos o aplicarlos a
nuevas especies, en razón de sus propias características culturales y de las
particularidades del ambiente que habitaban.
La difusión en nuevas áreas geográficas de los conocimientos que definían el complejo
alimentario logrado en cada uno de los centros de domesticación, hizo posible la
“aparición de profundas transformaciones en los patrones culturales de los grupos
humanos primitivos” (Soria, 1974). La diversidad de hábitats hallados en la misma área
geográfica produjo, en razón de la particularidad cultural de sus habitantes, la
diferenciación de los sistemas de cultivo implementados.
Estudiando el noroeste argentino, Raffino (1975) diferencia los siguientes sistemas: i. un
sistema de explotación extensiva por roza, efectuado sobre la base de la suprimir la
vegetación natural, cultivar la tierra durante un breve período y dejar reponer la
fertilidad del suelo durante un período generalmente mayor, ii. Un sistema de barbecho
sectorial asociado a la implementación de innovaciones como andenes, riego,
fertilización y otros, disminuyendo el período de descanso para la regeneración de la
fertilidad del suelo, y iii. Un sistema de cultivo permanente, basado en la
implementación de las innovaciones técnicas del sistema anterior más otras
innovaciones posibles en razón de las características ambientales, como es el caso de la
utilización de especies leguminosas, importantes para el mantenimiento de la fertilidad
de los suelos. El primero de los sistemas mencionados esta asociado a las áreas
selváticas y boscosas (porción occidental de la Región Chaco y Región de las Yungas);
el segundo y el tercero de los sistemas han sido desarrollados en los bolsones fértiles de
la Puna y en valles y quebradas que forman parte de la Prepuna y los que se hallan al
norte de la eco-región Monte de Sierras y Bolsones.
13
El cultivo en las chinampas--chinampa significa nido o enjambre de ramas- se continúa realizando en la
actualidad.
Ing. Néstor Bárbaro / Tecnología, Ambiente y Sociedad. Pág. N° 17
En la Alumbrera, por caso, se desarrolló un sistema económico diversificado: ganaderorecolector en la puna, ganadero-agrícola en los oasis de regadío y agrícola-recolector en
los valles Raffino y Cigliano (1973).
La diversidad de sistemas de cultivos implementados por las sociedades precolombinas,
es enorme. En ellos es posible reconocer distintos grados de artificialización basados en
múltiples adaptaciones a las características ambientales. En muchos casos, incluyendo
los de las sociedades agrícolas desarrolladas en diferentes regiones de la Tierra, la
precariedad de las herramientas técnicas disponibles fue suplida con el ingenio.
La diversidad aprovechada. Considerados en forma conjunta, los primitivos grupos
agrícolas y las civilizaciones regionales produjeron una amplia búsqueda de las especies
susceptibles de domesticación. Muchas de las especies domesticadas en una
determinada región, fueron posteriormente adaptadas y diversificadas en otras regiones.
Algunos de los centros de alta diversidad de especies vegetales domésticas se hallan,
actualmente, localizados fuera de las regiones en los cuales se inició el proceso de
domesticación de las especies consideradas. De acuerdo a Vázquez (1982) la papa, por
ejemplo, podría ser originaria de Mesoamérica, pero el proceso de domesticación se
realizó en los Andes de Sudamérica. De acuerdo a Mosquera (1982), la domesticación
del maíz se habría iniciado en las tierras altas de Mesoamérica y en las praderas del
suroeste de América del Norte. La extensión del cultivo del maíz a las tierras bajas
mesoamericanas, habría desplazado al cultivo de la yuca (género Manihot), especie rica
en carbohidratos y de alto valor energético. Por su parte, el centro de origen del tomate
(Lycopersicum esculetum) estaría ubicado en los Andes de Sudamérica, pero la mayor
diversidad de variedades se encuentra en Centroamérica.
La búsqueda de las aprovechables de cada región y su aprovechamiento, debe haber sido
tanto más perfecta cuanto mayor fuera la adaptación al medio y la diversidad cultural de
los pueblos que la habitaban. El hecho de que muchas civilizaciones se hayan gestado a
partir de un mosaico de pueblos y civilizaciones anteriores cuyo desarrollo había sido,
en muchos casos independiente, explica la rica diversidad adaptativa alcanzada
(Métraux, 1972). Citando a varios autores Reid y Miller (1995) afirman que los centros
de alta diversidad genética de cultivos se caracterizan, entre otros, por la importancia de
la historia agrícola y la diversidad cultural de los pueblos que los habitaban. Esta
diversidad cultural cobra mayor importancia si, como en es el caso de los pueblos que
formaron parte del Tahuantinsuyu o estado Inca y de las Civilizaciones
Mesoamericanas, la región ocupada se caracterizaba por una gran diversidad ecológica.
El número de especies utilizadas por las distintas culturas americanas prehispánicas fue
enorme. Por su parte, cada una de las especies cultivadas presentaba un gran número de
variedades domésticas (Parodi 1935). La producción agrícola de los Andes
sudamericanos se basaba en varias decenas de especies vegetales domésticas, de cada
una de las cuales se cultivaban gran número de variedades. Las especies empleadas
estaban adaptadas a diferentes condiciones ambientales. Desde un vegetal apto para ser
cultivado en las altas mesetas, la quinoa (Chenopodium quinoa), hasta el maíz y la papa.
Si bien, las plantas domesticadas en el continente americano pertenecen, en su gran
mayoría, a géneros no hallados en otros centros de domesticación (Dawson, 1960),
algunas de las especies domesticadas son taxonómicamente próximas a las
domesticadas en otros continentes. Parodi (1935), cita como ejemplos de plantas
similares domesticadas en América, India y el Cáucaso, las siguientes: algodonero,
lupinos, porotos y zapallos. Los zapallos, por ejemplo, pertenecen a las curcubitaceas,
Ing. Néstor Bárbaro / Tecnología, Ambiente y Sociedad. Pág. N° 18
familia ampliamente aprovechada en condiciones silvestres y domésticas en diferentes
regiones. Entre las curcubitas domésticas debemos mencionar las empleadas en América
(Curcubita spp. y Cucumis anguria), las empleadas en el viejo mundo pero
posiblemente provenientes de Africa como la sandía (Citrullus lanatus) y el melón
(Cucumis melo), y el pepino (Cucumis sativa) originario de Asia (Pocchetino y Cortella,
1994).
Las especies domesticadas a nivel mundial, representan un gran número de familias del
reino vegetal, pero gran parte de los cultivos de mayor importancia, provienen de unas
pocas familias. De acuerdo con Arora (1985) el 40% de aproximadamente 2.300
especies domésticas estudiadas, proviene de 4 familias, a saber: Gramíneas,
Leguminosas, Rosáceas y Solanáceas. Las dos familias citadas en primer lugar han
contribuido con los cereales (trigo, arroz, maíz, cebada y otros) y las legumbres (soja,
maní, porotos y otros); las rosáceas con la manzana, pera, frambuesas y otras; las
solanáceas con papa, tomate y otras.
Cuando se evalúa las especies aprovechadas por el hombre, es necesario considerar
también las especies no domésticas que el hombre utiliza tanto en su medio natural
cuanto en ambientes modificados. Las especies silvestres proveyeron, y aún proveen, a
diferentes grupos humanos un gran número de bienes y servicios. Baste citar que, en
forma conservadora, Parodi (1935) cita 25 especies nativas cuyos frutos eran utilizados
por los guaraníes. Por su parte, los habitantes del Desierto de Sonora utilizaron 375
especies nativas, siendo que los indios seris, habitantes de una parte del desierto,
utilizaron como fuente de alimento 80 de las especies halladas en la región (Parra Hake,
1982).
Estudios recientes muestran que diferentes grupos aborígenes de la Amazonia
aprovechan entre el 50 y 78% de las especies forestales nativas presentes en sus
respectivos territorios (Prance et al, 1987). Las especies pertenecientes a muchas
familias del reino vegetal son ampliamente utilizadas por los distintos grupos indígenas.
En contrapartida, la presencia de especies endémicas explica muchas de las diferencias
de las especies utilizadas entre los distintos grupos.
Por otra parte, los grupos humanos, máxime aquellos que lograron la producción
excedentaria de alimentos y desarrollaron sociedades de mayor complejidad, generaron
demandas de bienes no necesariamente relacionados con las necesidades materiales
básicas. Las poblaciones nativas de América obtenían de diferentes especies vegetales
los productos con los que tenían sus tejidos. Entre los productos obtenidos podemos
citar los siguientes tintes: azul, obtenido del añil (Indigofera tectitonia); rojo, obtenido
de la acción de la cochinilla (Dactylopius coccus) sobre una cactacea, el nopal (Nopalea
coccinellifera); azul oscuro, obtenido del palo de tinte (Haematoxylum campechianum)
(Castañeda et al, 1995). Otro de los productos vegetales utilizados por los mayas era el
hule obtenido del guayule (Partenium argentatum). Con el hule construían pelotas que
utilizaban en sus juegos ceremoniales.
Las plantas alucinógenas tenían, para las culturas tradicionales, gran importancia. A
pesar de encontrarse ampliamente distribuidas, algunas regiones fitogeográficas son más
ricas que otras en especies alucinógenas. Tal es el caso de diferentes regiones del
continente americano. Diferentes culturas de América emplearon un gran número de las
aproximadamente 150 especies utilizadas a nivel mundial por sus propiedades
alucinógenas (Schultes y Hoffmann, 1982). De acuerdo a Perez Gollan y Gordillo
Ing. Néstor Bárbaro / Tecnología, Ambiente y Sociedad. Pág. N° 19
(1993) las diferentes culturas americanas habrían utilizado aproximadamente 80
especies de plantas alucinógenas.
Las especies alucinógenas aprovechadas provienen de diferentes familias de vegetales
(Solanaceas, Cactaceas, Leguminosas y otras). Los habitantes del noroeste del actual
territorio argentino consumían substancias derivadas de una leguminosa, el cebil
(Anadenanthera colubrina), (Perez Gollan y Gordillo, 1993). Otra leguminosa del
mismo género (A. peregrina) era utilizada por los habitantes de la cuenca del Orinoco
(Schultes y Hoffmann, 1982). Otras substancias consumidas por los pueblos que
habitaban el territorio argentino eran el tabaco (género Nicotiana) y el tabaquillo
(género Nicotiana o Trichocline), (Perez Gollan y Gordillo, 1993).
Entre las especies animales domesticadas debemos citar, para las diferentes culturas
americanas, el chompique (Agriocharis ocellata) de los cuales los mayas obtenían
huevos y carne y dos razas de perros, una de las cuales era utilizadas para la
alimentación (Mosqueda, 1984). Por su parte, las culturas andinas de Sudamérica
domesticaron dos especies de camelidos, la llama (Lama glama) y la alpaca (Lama
paco). Ambas eran, y aún lo son, importantes en la economía andina. La llama proveía
de lana y carne y, además, era empleada como animal de carga. La ganadería andina
tubo un desarrollo importante basado, entre otros, en la selección de los animales en
razón del color de la lana y en el manejo de los rodeos, aprovechando tanto los
pastizales cuanto las especies arbustivas y arbóreas, entre ellas las pertenecientes al
género Prosopis, como los algarrobos (Rostwrowski de Diez Canseco, 1992; Pulgar
Vidal, 1981).
Pero, además, los diferentes grupos humanos utilizaron un gran número de mamíferos,
aves, reptiles, peces e insectos. Los insectos, por ejemplo, constituyeron una fuente
alimentaria importante. Inclusive, algunos autores han sugerido que distintos grupos
humanos de América llegaron a semidomesticar algunos insectos (Posey, cit. por Ardón
Mejía). Entre los insectos utilizados como alimento figuran especies plagas de la
agricultura. Su aprovechamiento podría estar relacionado, también, con el control de sus
poblaciones y, por lo tanto, con el manejo de los cultivos.
Ing. Néstor Bárbaro / Tecnología, Ambiente y Sociedad. Pág. N° 20
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