La Prostitución

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1.− DEFINICIÓN
Procedente de la voz latina <<prostituere>> que significa originariamente deshonrar o manchar, también es
conocida con el nombre de meretricio.
La prostitución consiste en tener relaciones sexuales con personas extrañas a cambio de dinero u otros objetos
de valor. Está implícito que el pago se realiza para obtener una gratificación específica. La prostitución es un
servicio que puede ser efectuado por hombres o mujeres a solicitud bien de hombres o de mujeres, tiene lugar
en las ciudades de todo el mundo y presenta ciertas características comunes, aunque el número de prostitutas
puede variar enormemente de una ciudad a otra que se encuentre próxima a ella.
2.− HISTORIA DE LA PROSTITUCIÓN
El concepto de prostitución a variado tanto según las épocas, como los pueblos y hasta desde el punto de vista
jurídico, social y médico. Actualmente el concepto se ha extendido tanto en el campo de las investigaciones
que según algunos autores como Wuttke afirman que existe la prostitución incluso en las especies animales.
En el género humano la prostitución se encuentra definida en las antiguas leyes atenienses. Solón su primer
organizador le da como caracteres la variedad de individuos a los que se entrega la mujer.
En los tiempos de Roma el concepto se comprueba a través de las palabras de quaestuosa o que solicita, y
meretriz o que comercia. La diferencia entre meretriz y la mujer de prostíbulo es que la primera ejerce su
comercio clandestinamente y la segunda lo hace públicamente.
Las inscripciones Pompeyanas y algunos textos legales de su época excluyen del concepto de prostitución a la
mujer adúltera o a la mujer que tiene un amante per incluyen a la mujer que mantiene relaciones
clandestinamente.
Las leyes de Digesto no hablan para nada de la prostitución masculina hetero y homosexual, tan común sin
embargo en la antigüedad, en cambio separa en la prostitución femenina los conceptos de prostituta vulgar ó
mullier quaestuaria de los de concubina o que vive únicamente con un soltero.
Las ideas cristianas fijaron ante todo el punto de vista de la promiscuidad sexual para caracterizar la
prostitución según se ve en una carta de San Jerónimo en la que se define a la prostitución como la que se
entrega al vicio de muchos.
El derecho germánico no separó, como el romano, las diversas variedades de comercio carnal fuera del
matrimonio, sino que las confundió todas en el mismo concepto limitándolas, sin embargo, a las mujeres
libres y no a las esclavas. De estas fuentes legales nacieron las diversas definiciones desde el siglo XVII y que
se han recopilado en un sin fin de publicaciones.
Existen indicios de que ya en los tiempos prehistóricos existía la prostitución, según las afirmaciones de
algunos investigadores que llegaron a esta conclusión tras la observación de pintura rupestres.
En la Edad Antigua, Solón, político Ateniense creó unas leyes de organización para el estado, el objeto de las
leyes solonianas era proteger el matrimonio y evitar el adulterio que castigaba con pena de muerte, las mujeres
libres no eran admitidas en la clase de las prostitutas que se reclutaban exclusivamente entre las esclavas
extranjeras, éstas debían pagar su contribución al estado en gran parte para la erección del templo de Afrodita
Pandemus. Sin embargo aparte de la prostitución oficial existía una pribada libre de las HETAIRAS Y
CONCUBINAS, cuya frecuentación no tenía nada de vergonzoso ni aún para los casados.
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En los tiempos de Roma no se halla reconocida la prostitución hasta el siglo III a. De C, la extensión de la
prostitución a Roma se debió al rigor de las leyes contra el adulterio y la seducción, que persistían aún durante
el reinado de Augusto. Las guerras y conquistas de los romanos al aumentar enormemente el tráfico de
esclavos favorecieron como consecuencia la prostitución.
Ésta se ejercía desde la infancia educando a propósito a las destinadas a ella y por cuenta de mercaderes o
lenones de ambos sexos, se observaban una serie de condiciones como en un contrato cualquier, pudiendo
liberarse las prostitutas por un precio fijo que pagaban sus amantes, se cree que en aquellos tiempos hubo de
alcanzar la cifra de aquellas mujeres una proporción mucho mayor que en la actualidad.
No solamente en Roma sino en Corinto, Alejandría, Neápolis, Bizancio, Antioquía y Cartago, se contaban
innumerables prostitutas, ya en barrios especiales ejerciendo libremente su oficio, generalmente como
danzarinas y flautistas. No faltaban fiestas, a veces, con carácter religioso y a las que concurrían aquellas
como las célebres Afrodisias y Dionisiacas, Floralias y Bacanales. Las cenas con mujeres de tal condición
conservaban el nombre griego de SYMPOSION, eran frecuentes y muy a la moda reconociéndolo autores
como por ejemplo Cicerón.
También existían algunas costumbres que se asemejaban a las modernas como la de los Restaurantes galantes
o Escuelas de Flautistas
Los baños y termas eran asimismo punto de reunión de mujeres galantes y de los petrimetres de la época,
conocidos por ARDELIONES. En los molinos, las tahonas, tiendas de vinos y aun en las calles y plazas eran
comunes las escenas de prostitución por parte de las ALETRIS, ALICARIAE, AMBULATRICES Y
NOCTILUCAE.
Había templos especiales, como el Isis de Romaque no eran mas que lugar de citas como también lo eran los
Pórticos, Anfiteatros, las Arenas y aun los Cementerios conocidos son los lupanares de Pompeya y Herculano
o casa de un solo piso, con cinco habitaciones reducidas, alrededor del vestíbulo pinturas e inscripciones
obscenas y en la parte alta una sala y diversos aposentos con salida separada por otra escalera todo lo cual
daba al lugar una atmósfera pesada, fétida y oscura. Estos lugares no eran constantemente habitados, sino
simplemente alquilados de momento existiendo, no obstante, casas de habitaciones permanentemente con sus
rótulos en las celdas expresando el nombre de guerra de las mujeres.
Se les consentía una serie de adornos sea de joyas o de riqueza de vestidos, predominando los colores púrpura
y azafrán, los vestidos transparentes, las cadenas de oro, los pendientes, cinturones todo ello realizado con
piedras preciosas. No era raro por otra parte el abuso de bebidas alcohólicas ni tampoco infrecuente el uso de
abortivos de toda clase.
Los precios podían llegar a ser exorbitantes y tampoco eran raros los grandes regalos como dos colmillos de
elefante de l0 pies de largo entregados por el emperador romano Carino a una mujer para que construyera con
ellos una cama.
En la Edad Media no se rompió con las tradiciones de la antigüedad en lo referente a la prostitución,
adoptando, por el contrario, muchos de sus puntos de vista. Se aprecia más bien una transformación gradual
que una verdadera reforma en tan importante problema social por parte de los Gobiernos, filósofos y
moralistas de la época. Donde más claramente se observa esta continuidad es en el Imperio bizantino, como
puede colegirse de los escritos de Procopio y de Miguel Psellos.
La capital de los emperadores de los antiguos ofrecía en el barrio de Gálata el aspecto de los antiguos centros
de prostitución de Grecia y Roma: lo propio puede decirse de Chipre y de Creta, que se hicieron célebres en
este sentido, mencionándolos los viajeros extranjeros como Ibn batuta. La influencia de la prostitución
bizantina se hizo sentir, asimismo, con todos sus refinamientos en el mundo musulmán. Las conquistas de los
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árabes en Siria y Egipto, tuvieron como consecuencia la adopción de costumbres del vencido, y así, la capital
islamita de damasco parecíase en un todo a una ciudad griega. En general, la prostitución en las ciudades
medievales y especialmente las del Norte, adoptó la forma cerrada de los burdeles, aunque no faltaban casos
de la ambulante en forma de danzarinas o tafiedoras de harpa y cítara.
Entre los árabes se encontraban tales artistas con el nombre de mumisa , voz derivada del griego mimás,
siendo muy celebradas en las poesías árabes como el diván de Mutalami. Los judíos habían mantenido las
prohibiciones seculares de los libros sagrados con respecto a la prostitución, aunque la influencia griega se
había traducido en una tolerancia muy extensa en la práctica. Flavio Josefo menciona ya la existencia de
numerosas prostitutas, por más que no parece hubiera una verdadera organización de las mismas entre el
elemento exclusivamente judío. Si el Talmud menciona casos que recuerdan las costumbrs grecorromanas, es
sólo por efecto de la influencia de las mismas, existiendo sectas intransigentes como las de los Esenios que
vedaban toda relación sexual ilícita. La sociedad cristiana no adoptó el punto de vista ascético y por tanto
prohibitivo, sino que estableció la tolerancia desde los primeros tiempos, no faltando, con todo, sus protestas y
reacciones momentáneamente victoriosas.
En general las prostitutas de la edad Media ejercían su comercio como gremio reconocido, figurando en las
entradas solemnes de príncipes en las poblaciones festejándoles con ofrendas de flores. No era infrecuente
tampoco que las visitasen entonces grandes dignatarios, que, por otra parte, las obsequiaban con regalos para
bailes y festejos. Tal ocurrió en Viena durante el reinado del emperador Segismundo en 1435 y en Praga en el
del emperador Alberto II.
Las ordenaciones acerca del comercio de las prostitutas eran tan comunes como minuciosas, negándoseles, sin
embargo, el derecho de ciudadanía a partir del siglo XV. Se las obligaban a usar trajes especiales,
separándolas de las mujeres honradas incluso en las tumbas, se les reservaba lugar aparte en las iglesias. No
debe olvidarse tampoco que la escasa población y menor riqueza de las ciudades medievales impidieron el
lujo y esplendor que acompañó al desarrollo de la prostitución en Grecia y roma. Sólo en el Oriente Bizantino
e islamita se hallan ejemplos que recuerdan los de las modernas urbes mundiales en esta parte. Donde más
parece haber concentrado el ejercicio de la prostitución es en las grandes villas universitarias, como Padua,
Florencia, París, Heidelberg, Oxford y Salamanca.
Los moralistas no cesaron de clamar contra esta proximidad, cual lo demuestran en el siglo XIII las invectivas
de Jaime de Vitry. Lo propio se observa en Italia por parte de Eneas Silvio y del Panormita, condenando la
inmoralidad de los estudiantes de Siena. Era deber de los rectores vigilar que los estudiantes no salieses de
noche para evitar la frecuentación de tales mujeres. Sin embargo, tales disposiciones eran poco respetadas,
renovándose sin cesar con los abusos y escándalos, que se venían sucediendo.
La influencia de la prostitución ambulante en las ferias y mercados es uno de los rasgos característicos de esta
época que excedió considerablemente a la antigüedad en tal concepto. Lo propio puede decirse de las grandes
fiestas populares, como las de los Santos, de Pascua y Carnaval, de los torneos, de las cortes, peregrinaciones
y romerías.
En cuanto a las grandes expediciones militares, como las de las Cruzadas, no hay que decir que los puertos de
mar, como Hamburgo, Venecia, Nápoles y Lisboa, eran un centro de una enorme prostitución, como lo
atestiguan las poesías de la época. No poca influencia ejercieron también en ella las gentes de condición
servil, que no dejaron de existir en toda la Edad Media. Así, en Bizancio, a pesar de las prohibiciones de la
emperatriz Teodora, hubo un gran tráfico de esclavas, lo propio que en Italia y en Grecia, no obstante
renovarse los edictos persiguiendo tan vergonzoso trato. En las mancebías estaban tratadas las mujeres como
verdaderas esclavas, y lo propio acontecía en todo el Oriente musulmán, lo que se refleja en la literatura de
aquel tiempo.
En la Edad Moderna, a pesar de la influencia del Renacimiento y del descubrimiento de América, pocas
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modificaciones introdujo en tal estado de cosas. La aparición del terrible mal gálico o de Nápoles, coincidió
con las guerras de Italia que trajeron como consecuencia la diseminación por todo el continente de las
prostitutas de aquel país. Las obras de buenaventura−Desperiers, lo propio que la de Béroalde de Verville,
enseñan hasta que punto la moda italiana se había enseñoreado de Francia, y otro tanto puede decirse de
España, donde todo los transalpino hallaba acogida favorable.
Las regulaciones introducidas para combatir el contagio venéreo, se tradujeron en reglamentos contra la
prostitución, que no hacían más que repetir los antiguos. Aquella triunfaba en realidad, no ya en las grandes
ciudades solamente, sino en las mismas cortes, como de ello dan ejemplo la disolución de la de los Valois y
los Médicis. El fausto y la ostentación de las favoritas de los monarcas y magnates, como Diana de Poitiers,
Gabriela d' Etrées y tantas otras, no eran para desarraigar el vicio cada día más extendido. Las riquezas del
Nuevo Mundo, aumentando las que ya existían por el comercio de Oriente, hicieron crecer el número de
mujeres galantes, figurando en ellas sin pudor alguno, incluso damas de renombre en Italia.
El siglo XVII no sólo presenció la prostitución femenina, idealizada, por decirlo así, en la persona de Marión
Délorme, sino que toleró el escandaloso espectáculo de la prostitución masculina, como de ello ofrecen
ejemplo los meninos de Luis XIII y las anécdotas de Taillemant des réaux. Ningún país se vió libre de tales
escenas, que verdaderamente subieron de punto en el reinado de Luis XIV y la Restauración inglesa. Las
pinturas del conde de Gramont, las obras festivas de Quevedo y las sátitras de Pope y Prior demuestran lo
escandaloso de la prostitución en todas las esferas sociales.
Lo propio cabe decir del siglo XVIII, inaugurado con la corrupción de costumbres de la regencia. Felipe de
Orleans y el duque de Borbón precedieron sólo en sus liberalidades a las favoritas a los días de Luis XV y del
Parque de Ciervos. Si a veces una feliz casualidad hacía cuando menos dorar por los esplendores del arte la
bajeza del vicio en regias amantes, como la marquesa de Pompadour, las más de las veces no conducía sino a
ruinosas prodigalidades. De ellas dieron ejemplo con sus mancebas el rey Augusto de Sajonia y el célebre
ministro conde de Bruhl, que consumieron las rentas de sus estados.
La condición del promedio de las prostitutas no había variado mucho, sin embargo, viviendo la mayor parte
de ellas en la mayor miseria, tiranizadas sus amas y sujetas a la arbitrariedad de la policía. Si en algún país,
como Inglaterra, escapaban a la vigilancia gubernativa, por no existir legalmente en esta parte, su estado no
era mejor en el fondo. De ello dan ge las comedias de Gay y las sátiras y libelos de la época, como los de
Jonhson y Francis.
Entre las gentes acaudaladas y la clase nobiliaria el hábito de las cenas galantes contribuyó en gran manera a
difundir la prostitución con apariencias más cautivadoras e inofensivas. Sin embargo, el número de mujeres
entretenidas era verdaderamente asombroso en las grandes capitales, algunas de las cuales, como Venecia y
roma, no eran más que centros de cortesanas, como se ve en las obras de Rousseau y de Casanova.
La tormenta revolucionaria francesa no acabó con la prostitución, como de ello dan ejemplo las obras
históricas de los Goncourt, y sabido es el alcance que tomó durante el directorio, donde se plagiaron a su
manera las costumbres grecorromanas.
Consolidada ya la paz europea y con el advenimiento de un nuevo estado de cosas, cesaron los escándalos de
prostitución en las altas esferas, pero no por ello dejó de existir en otra forma. La fama de las entretenidas y
mujeres galantes francesas, tan popularizada en las obras de dumas y de Murger, fue vervaderamente
universal. La idealización del tipo de la pecadora por amor comenzada en la Manou Lescant y renovada en la
Dama de las camelias, dio nuevos aspectos al problema social que estudiamos. Sea como quiera, la
organización de las prostitutas no varió en lo esencial a pesar del cúmulo de reglamentaciones en todos los
países, hasta llegar a la ausencia completa de ellas, como en la América del Norte. En cuanto a las
dilapidaciones y prodigalidades con tales mujeres no dejaron de existir, alimentando la crónica escandalosa de
la época, como lo atestiguan los nombres de Lola Montes y de Cora Pearl.
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La prostitución de menores, la única perseguida por la ley, iba tomando, sin embargo, nuevos vuelos; no
cesando de clamar contra ella los moralistas de todos los países.
Acerca de la prostitución entre los pueblos primitivos, hay que distinguir, ante todo, entre prostitución como
plaga social, en el sentido que se le da comúnmente en nuestros días, y prostitución de carácter religioso, tal
como existió en algunas de las civilizaciones primitivas, como Egipto, Fenicia y Babilonia.
3. DIFERENTES COSTUMBRES AL EJERCER LA PROSTITUCIÓN
Como forma embrionaria la prostitución puede citarse como la costumbre vigente en las islas Palaos. Allí las
mujeres, no sólo las doncellas, sino también las casadas, acuden a las asociaciones de jóvenes, viviendo en
ellos más o menos tiempo, según las circunstancias.
El explorador Semper refiere de una isleña que le dijo: <<Entre nosotros, cuando dos consortes tienen graves
desavenencias, la mujer se va al bais más próximo: si el marido luego quiere reconciliarse con ella, ha de dar
una cantidad de dinero al clobbergoll (asociaciones de hombres) al que pertenece el bais; si no da la cantidad
pierde todos los derechos que sobre ella tenía. Así ella sigue viviendo en el sobbergoll hasta que otro hombre,
más poderoso la compra.>>
En dichas islas, dice Schurtz, no representa deshonra alguna para la mujer vivir en el bais en calidad de
armungui (prostituta).
En las Carolinas, la mujer que ha tenido por primera vez trato sexual con un hombre solvente, puede, como
armungui, ir con los extraños o casarse o hacer vida en el blolóbol. En el primer caso es pagada por un
hombre determinado, pero conserva la libertad de ir con otros; en el segundo, forma con otras mujeres de la
tribu o localidad una sociedad (blolobol), trasladándose a otra localidad en donde ejercen la prostitución, y el
dinero que recogen lo reparten los caudillos de la propia tribu entre los individuos y familias de ésta.
En Melanesia la prostitución es una especia de substituto del amor libre. En Florida, por ejemplo, los jefes de
las tribus destinan las mujeres de mala conducta a la prostitución, viviendo éstas en las casa del jefe, con
obligación de entregarle una gran parte de sus ganancias.
En África la esclavitud ha ejercido gran influencia en la prostitución, pues la mayor parte de las prostitutas
son esclavas; sin embargo, allí también, como en otros sitios, se ve comprobado que la prostitución tiene su
origen en el libre comercio sexual. Así, en la costa de Oro, primitivamente, unos cuantos jóvenes compraban
una esclava y la llevaban a una choza especial, en donde ella se entregaba indistintamente por una pequeña
remuneración. Los compradores de las esclavas percibían una gran parte de las ganancias que hacían aquéllas
y cuidaban de su subsistencia. En Dahomey, el rey era propietario de las tales, viniendo ellas obligadas
apagarle tributo. En África ecuatorial está muy extendida la prostitución hospitalaria, considerándose allí, por
la mayor parte, la mujer como un medio lucrativo superior en beneficios al comercio de esclavos. Se da a
menudo el caso de entregar los hombres sus mujeres a los extranjeros ricos.
En la India se practicaba la prostitución ya en los tiempos primitivos. En el Rig−Veda se halla nombrada,
aunque su concepto no alcanza una extensión definida. A las muchachas que carecían de hermanos, se las
inducía a ganarse el sustento por este medio, y en la literatura védica se lee a menudo expresones como
kumari−putra (hijo de la doncella), agru (hijo de una soltera) y otras que indican la existencia de la
prostitución. Las leyes la prohibían. Manu manda castigar a las prostitutas, y el bracman no puede tocar
alimento alguno servido por una prostituta, porque puede quedar excluido del mundo superior.
4.− EL INGRESO EN EL MUNDO DE LA PROSTITUCIÓN
La imagen convencional de la primera experiencia en la prostitución ha sido comúnmente la de la inocencia
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engañada o, a juzgar por las biografías de numerosas prostitutas, una experiencia gravemente traumática. Sin
embargo, para la mayor parte de las mujeres que llegan a la prostitución desde una base previa de
promiscuidad prematrimonial, la transición no es traumática, y para algunas, incluso, puede constituir el
comienzo de un tipo de vida mucho más cómodo y sujeto a menos presiones.
En realidad, incluso en el siglo XIX las condiciones de trabajo de las prostitutas inglesas aparecían ante
algunos observadores como menos dañinas físicamente que el trabajo en las fábricas o el agotamiento
producido por los continuos embarazos. Los efectos dañinos de la prostitución son mucho menos obvios:
dependen de la penetración cada vez más profunda en el mundo de la prostitución, unida a la disminución de
als relaciones e trauma específico producido por al entrada en el mundo de la prostitución, este aparece más a
menudo en las mujeres, sobre todo en las mujeres de clase media, que no han experimentado un
condicionamiento previo a través de contactos sexuales múltiples con una diversidad de hombres.
Con el declinar del burdel, o casa de prostitución, la experiencia del aprendizaje de la prostitución depende
actualmente de las relaciones bilaterales entre la aprendiza y una prostituta con mayor experiencia o un
hombre que hace las veces de protector. La experiencia del aprendizaje entraña más cosas que la mera
cuestión de acostumbrarse al intercambio del dinero por el coito, aunque este es el dilema central, esencial, de
la prostituta. Supone también los métodos de aproximación a los hombres, la fijación del precio y su cobro, el
manejo de la relación sexual y la despedida del cliente. Cada una de estas tareas requiere hacer explícito
aquello que estaba implícito en todos los contactos sexuales anteriores, ya que, por numerosos que hayan sido,
siempre existió la posibilidad de considerarlos como parte de una estructura de relaciones sexuales de tipo
convencional.
Una vez que se ha hecho explícita la aceptación del dinero, es obvio que la mujer ha abandonado la excusa
misma de una posible relación emocional con el hombre. La situación ya no es la del noviazgo o el encuentro
ocasional, sino que está limitada al cambio específico de la relación sexual por dinero. Esto significa que
incluso si la prostituta no ha rechazado anteriormente a nadie, su ausencia actual de discriminación se
convierte en algo público. Durante este periodo de aprendizaje deberá asimilar una jerga especializada en
relación no solo con el comportamiento sexual, sino también con los nombres que dará a quienes le rodean:
clientes, alcahuetes, policías y las otras prostitutas. La jerga está cargada de valores y obliga por sí misma a la
neófita a hacer suyos ciertos patrones de acción y de pensamiento.
La más compleja de estas tareas, no obstante, consiste en aprender a hablar acerca de actos y preferencias
sexuales que, aunque hayan surgido anteriormente, se han llevado a cabo en un contexto no verbal, sino
basado en gestos, y en aprender luego a enlazar este nuevo lenguaje con la fijación del precio del acto
concreto que se le pide. El problema es que mientras la relación entre el dinero y la sexualidad es lo que hace
posible el acto, la parte económica del acto no debe intervenir en la naturaleza de la parte sexual.
La estructura de la conversación, una vez aprendida, se hace muy ritualizada y predecible, aunque varía según
el nivel social de unos y otros clientes y según las distintas situaciones de la prostitución, aunque varía según
el nivel social de unos y otros clientes y según las distintas situaciones de prostitución. Así, para el cliente de
clase baja, la cuestión del dinero es muy importante, la gama de actos sexuales es poco variada y el contenido
de la charla sexual es reducido. Por el contrario, en los contactos con hombres de la clase media, el precio
queda fijado y ya no se vuelve a hablar de él (aunque el hombre pueda obtener una satisfacción psíquica como
resultado del pago), los gustos sexuales pueden ser amplios y tiende a establecerse un tipo de conversación
que trasciende el carácter inmediatamente sexual de la relación. La capacidad para resolver todos estos
problemas constituye una habilidad poco común, lo cual puede muy bien explicar los problemas de
variabilidad con que se enfrentan las prostitutas que ingresan en la profesión a diversos niveles.
La entrada en la vida exige, pues, asimilar una nueva concepción de la propia persona, una nueva forma de
relacionarse con el hombre y una nueva manera de hablar acerca de sí misma, así como aprender a enfrentarse
con un mundo poblado de personas muy peculiares. Al mismo tiempo, hay una disminución de la frecuencia
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de la interacción con seres convencionales (excepto aquellos hombres que asumen el nuevo papel de clientes)
y, subsiguientemente, una capacidad cada vez menor de retornar al mundo tradicional. La vida de la
prostitución, al igual que sucede con otros tipos de desviación, compromete a una persona desde los niveles
más profundos de la experiencia humana, y a lo largo de este proceso crea entre las prostitutas semejanzas
mucho mayores de las que cabría esperar partiendo de un tipo determinado de características etiológicas.
5.CLASIFICACIÓN DE LA MUJER PROSTITUTA
Las prostitutas suelen clasificarse según el precio que exigen por sus servicios y el status social de sus
clientes. En algunas sociedades, como las de la antigua Grecia y el moderno Japón, esta clasificación puede
institucionalizarse, de forma que los distintos grados de prostitutas reciben diferente preparación y
desempeñan roles sociales muy diferentes. En casi todas las sociedades, las prostitutas de los estratos más
bajos son marginadas sociales y es considerado una deshonra el asociarse con ellas para fines que no sean
sexuales, mientras que las de las clases sociales altas gozan de gran prestigio y atractivo.
La prostitución de hombres para homosexuales o clientes femeninos es relativamente menos importante si se
la compara con la prostitución femenina, y está regulada por pautas institucionales muy diferentes.
Los principales estratos del orden de grados de prostitutas son las callejeras, las call girls y las party girls. Las
callejeras −el grado más bajo de prostituras− buscan a sus clientes en los lugares públicos. Son arrestadas
frecuentemente y tienen su mayor propensión a contraer enfermedades venéreas.
Las call girls permanecen en sus apartamentos por razones de su oficio y realizan sus citas por teléfono. Sus
clientes tienen conocimiento de ella a través de otros clientes o de otros agentes, tales como los botones y los
taxistas. Las call girls ordinairamente logran quedar libres del arresto de un modo u otro.
Las party girls son las prostitutas de categoría más alta y por lo tanto no siempre pueden identificarse como
tales. Son lo suficientemente presentables como para aparecer en público con sus clientes y ser sus
compañeras temporalmente además de tener relaciones sexuales con ellos. Las party girls son frecuentemente
contratadas por compañías de negocios y otras grandes organizaciones como parte de la hospitalidad ofrecida
a los clientes y a los visitantes oficiales; la hospitalidad en tales casos es considerada más cortés si la
muchacha no aparece como profesional.
6. EL MUNDO DE LA PROSTITUTA
La cultura de la prostitución, como todas las culturas, está compuesta por una serie de otros yo significativos
que reclaman el tiempo, la energía y el afecto de la prostituta. La entrada en este mundo exige a la prostituta
que efectúe abundantes modificaciones en los mecanismos mediante los cuales ella define a los demás. Estas
nuevas definiciones invalidad irremediablemente muchas de sus antiguas y más tradicionales definiciones.
Pero las viejas definiciones pueden todavía ejercer una influencia latente en la prostituta, y hacer que quede
enredada por ellas, de una u otra manera, precisamente cuando más metida está en su nueva experiencia.
El mundo de la prostituta se halla compuesto por otras prostitutas, por clientes, alcahuetas y terceros; en
algunos casos, por proxenetas, y en otros, por amantes lesbianas, y finalmente por policías y otros agentes del
orden. Las relaciones con otras prostitutas son enormemente complejas, per parecen llevar consigo en todas
las circunstancias un nivel no despreciable de antipatía y explotación mutuas. El contenido de las
conversaciones suele limitarse a la vida profesional, ya que la esteriorización de la personalidad a otros
niveles invita a la explotación, dada la creciente vulnerabilidad social de la prostituta. De todas maneras, el
hecho de que comparta un tipo especial de alienación y el distanciamiento social de la sociedad convencional
en que se encuentra fuerzan a la prostituta a relacionarse más con las restantes protitutas, ya que no hay otras
personas con las que pueda compartir la casi totalidad de su experiencia diaria.
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Las relaciones con los clientes son igualmente difíciles. Se manejan con mucho mayor facilidad cuanto menos
se asmejan al tipo de relaciones normales, cuanto menos características poseen de este tipo de relaciones. Así,
la muchacha del burdel, que vive en un mundo hecho de otas prostitutas y que sirve a una clientela de clase
baja, es menos propensa a crear lazos con los clientes y los ve muy fácilmente como una serie de objetos
reemplazables. La call girl (cuyo teléfono conocen clientes escogidos), por el contrario, debido a que ha de
aparecer en público con sus clientes de manera que aparente ser absolutamente normal, corre el riesgo de
comprometerse emocionalmente con ellos. Este lazo emocional se expresa en solicitudes para que paguen los
honorarios de abogados, las fianzas o, en general, para que les ayuden cuando tienen problemas lo que da
como resultado típico un intenso odio cuando no lo hacen. En tales casos, y debido a que subsiste aún un
residuo de la antigua relación, está claro que la prostituta no ha realizado una separación total entre su vida
profesional y su vida personal. El fracaso en lograr una separación del tipo señalado puede explicar también
por qué las call girls manifiestan a menudo más profundos sentimientos de antipatía ante sus clientes que las
prostitutas callejeras o de bar. La dificultad del papel de la call girl se complica aquí con su posible origen de
clase media, por lo que puede estar más comprometida con la ética del amor y ser más vulnerable a la
desilusión.
5. LA PSICOPATOLOGÍA ENTRE LAS PROSTITUTAS.
Se pueden concebir todos los tipos de desviación de la normalidad al menos como parcialmente causantes del
desarrollo de una psicopatología importante. Una de las principales funciones de la cultura de la prostitución
es minimizar este potencial proporcionando un sistema de otros yo significativos que hacen el papel de la
comunidad y la cultura. Aunque se conocen bastantes pruebas de la existencia de una psicopatología entre las
prostitutas, esta queda probablemente reducida gracias a la existencia de la cultura de la prostitución. Al
mismo tiempo, la existencia de esta cultura significa que se produce una reducción en la capacidad de la
prostitución para retornar a la sociedad normal.
El potencial principal de formación de la patología se encuentra en la amalgama de sexualidad y dinero a su
nivel más explícito, lo que se complica con la naturaleza de los métodos de control que la sociedad invoca.
Debe aclararse que dicha patología, tal y como de hecho existe, se halla distribuida de manera desigual, y
probablemente se da con mayor frecuencia entre las mujeres de clase media que ingresan en la profesión que
entre aquellas que llegan a ella desde otro tipo de origen social.
Una de las figuras destacadas en el mundo de la prostituta y que tiene una gran importancia el la del rufián o
chulo. Según Jean−Gabriel Mancini, abogado en el tribunal de apelación de París, el chulo es el verdadero
responsable de la prostitución. Por lo general, es él quien, habiendo seducido a la muchacha, la obliga a
prostituirse y a entregarle la mayor parte de sus ganancias.
Según los especialistas, el 80 % de las prostitutas tienen un rufián. Este se caracteriza por rechazar toda
ocupación habitual y por el uso de la violencia con respecto a la prostituta, para obligarla a una rentabilidad
máxima. A veces un hijo natural que la chica trata de criar sirve de medio de chantaje a su rufián: si ella no
aporta suficiente dinero, le quitará el hijo. Sin embargo, no está ausente la afectividad en la pareja que forman
la prostituta con su rufián: <<lo que se hace por `trabajar' no puede llenar el corazón, decía una de ellas a un
periodista, ¿por qué no habríamos de tener también nosotras un marido como las demás mujeres? También yo
tengo necesidad de amar. Si no fuera así, no necesitaríamos un rufián>>.
6. LOS CLIENTES Y SUS NECESIDADES
Los clientes de las prostitutas las utilizan por diversas razones. Las motivaciones de muchos hombres,
especialmente aquellos de las clases bajas, son a menudo simplemente de desahogo sexual o de deseo de
experimentar un contacto sexual nuevo, a través de una nueva mujer o de un método tabú (normalmente, el
contacto buco−genital). Sin embargo, para muchos otros hombres, normalmente de la clase media, con el
contacto con las prostitutas suele ser un hecho más complejo y está rodeado de una mayor ambivalencia.
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Naturalmente, existen las motivaciones de novedad de la pareja y de la técnica sexual, pero parece que la falta
de responsabilidad futura por las consecuencias del contacto sexual constituye también un factor importante.
Como quiera que muchas de las barreras institucionalizadas puestas a la actividad sexual están relacionadas
con el mantenimiento de la familia y el aseguramiento de su porvenir, el contacto con una prostituta es
importante para muchos hombres, ya que les permite un desahogo sexual sin que su comportamiento se vea
controlado. La culpabilidad que sigue a la violación de las normas da normalmente mayor profundidad e
intensidad al carácter erótico de la relación, como también lo hace la situación degradada de la prostituta, que
ofrece unas relaciones sexuales sin que haya que ofrecer a cambio cariño y sustento.
Además la prostituta proporciona un contacto sexual que no requiere del hombre la tradicional inversión de
tiempo y esfuerzos necesarios para llegar a coito, y lo deja libre para otras ocupaciones. Los frecuentes
contactos con prostitutas por quienes asisten a congresos, convenciones, etc., o se encuentran alejados de casa
por otras razones, hace pensar en el aflojamiento de los controles sociales necesarios para que tales contactos
tengan lugar.
7. LA ACTITUD DE LA SOCIEDAD CIVIL.
Cara a la represión de prostitutas, cabría objetar −y así se hace desde diversos ambientes− que la pasión
natural del hombre, su desarrollo sexual normal, exige desahogos ocasionales. Para estos tales, la prostituta
sería un fenómeno inevitable. Sin embargo, en las grandes ciudades, el desarrollo sexual se caracteriza por
una hiperactividad prematura −fruto de la permisividad− que constituye una excitación puramente ficticia del
instinto. El instinto desempeña en la prostituta un papel mucho menos importante de lo que se afirma, y gran
parte de lo que se ha considerado como fisiológico es, sin duda, un mal social, atajable. Muchas de las
prostitutas han llegado a ese modo de vida por una serie de circunstancias ambientales; de ahí que la prostituta
pueda ser combatida eficazmente por medio de una política social que modifique aquellos factores
ocasionantes (vivienda, educación, igualdad de salarios respecto al hombre, cualificación profesional, etc.) y
que proteja a las jóvenes contra las solicitaciones de personas u organizaciones proxenetistas.
Pero lo importante es eliminar las causas morales; algunas tienen su raíz en aquella pretendida dualidad de las
diferentes morales en materia sexual exigidas al hombre y a la mujer; es un objetivo a largo plazo que
deberían proponerse los diferentes movimientos feministas. La solución no será, en ningún caso, rebajar el
nivel de exigencia moral en las mujeres −como reclaman solapada o explícitamente algunos de estos
movimientos−, sino más bien elevar la actitud moral en la conducta de los hombres; terminar −por parte de la
autoridad pública− con el permisivismo social, promover una política de protección a la familia, elevar el
nivel de educación moral y subvencionar suficientemente centros e instituciones para la reinserción social de
estas mujeres.
La sociedad civil no puede reprimir todos los vicios, pero la tendencia actual es suprimir los sistemas de
reglamentación de la prostituta e implantar el abolicionismo, persiguiendo la prostituta practicada con
proteccióln y reclamo escandaloso.
A nivel internacional se han firmado diversos acuerdos en 1904, 1910, 1921 y 1933 para combatir la
prostitución, pero el mejor y más completo instrumento, en el plano del derecho, es la Convención
Internacional, relativa a la represión de la trata de blancas, votada por la IV Asamblea General de las Naciones
Unidas (2 de dic. de 1949), a la que no pueden adherirse los países que sigan manteniendo un sistema de
reglamentación.
El sistema seguido en España −al igual que en Francia, Italia, Alemania, Holanda, Luxemburgo, etc.− es el
abolicionismo. Después de una tradición de tolerancia reglamentada, el decreto−Ley de 3 de mar. De 1956
abolió en España los centros de tolerancia y adoptó medidas represivas contra la prostitución.
Otras normas legales contra la prostitución están recogidas en la Ley de Peligrosidad social −que sustituyó a
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la Ley de Vagos y Maleantes−, en las circulares de la fiscalía del Tribunal supremo y en el CP (art. 434−447 y
452 bis).
8. LA ACTITUD DE LA AUTORIDAD MORAL. LA IGLESIA
La Iglesia al exponer la moral cristiana rechaza la prostitución, al igual que cualquier otro tipo de relación
sexual fuera del matrimonio, ya que constituyen pecado grave, independientemente de la legislación estatal al
respecto.
Lo especifica como pecado de fornicación, que excluye del reino de los cielos al que lo comete, como declara
S. Pablo a los de Corinto y a los de Éfeso [(1 Cor 6, 9−10), (Eph 5,5)].
Posee además una serie de efectos a nivel moral y a nivel físico, tanto en el individuo como en la sociedad,
que convendrá tener presentes para despertar en las conciencias cristianas la necesidad de luchar para acabar
con él en cuanto sea posible.
Entre los efectos morales podemos citar: la frecuencia del pecado de fornicación, el aumento de la líbido que
echa raíces más profundas, se favorece la solicitación a las mujeres honestas, más jóvenes se prostituyen, los
adolescentes desprecian a sus padres, gastan más dinero del que tienen, no estudian, se vuelven pendencieros
y rechazan el matrimonio.
Entre los efectos físicos se encuentran: el contagio y transmisión de las enfermedades venéreas. Sin duda,
nadie niega la importancia de estas enfermedades sobre la persona y la sociedad.
8.1. Mención se ha de hacer a las obligaciones de la autoridad civil según la Iglesia:
Tratándose de un mal social, la autoridad pública debe intervenir para atajarlo, ya que su misión es velar por
el bien común.
Desde el punto de vista legal son dos las posibilidades para combatir el meretricio: tolerarlo como un mal
menor, o declararlo fuera de ley y perseguirlo como un delito. Sobre las ventajas e inconvenientes de cada una
de estas posibilidades ha habido grandes controversias desde siempre. Parece que los autores más antiguos se
inclinaban por la tolerancia, mientras que los más recientes se inclinan por la prohibición.
Los que defienden la legalización, frecuentemente invocan a la autoridad de s. Agustín, que se decide por la
tolerancia para evitar mayores perturbaciones en el campo de la lascivia y la de s. Tomás, que citando a S.
Agustín, al tratar de la permisión de los ritos de los infieles, da el fundamento de la tolerancia de las leyes:
<<Los que gobiernan en el régimen humano, razonablemente toleran algunos males, para que no sean
impedidos otros bienes, o para evitar peores males>>.
Además de este argumento de autoridad, se suelen aducir otras razones de conveniencia como el de la
posibilidad de un control higiénico sanitario por parte de la autoridad, que favorezca la disminución de las
enfermedades venéreas, y localice las casas dedicadas a estos fines en lugares bien determinados, evitando
una generalización de este vicio por toda la ciudad, etc.
Los que tienen la opinión contraria, entre ellos S. Alfonso, dicen que si los autores más antiguos eran
partidarios de la legalización era porque las circunstancias históricas y sociales en que vivieron les hacía
pensar así, pero que hoy han cambiado totalmente. Además tener lugares determinados y reconocidos para el
meretricio es favorecerlo y dar una ocasión próxima a aquellos que quieren aprovecharse.
Así, que la autoridad civil, en su lucha contra el meretricio, deberá tener presente.
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• que nunca será lícito implantar prostíbulos −más o menos encubiertos−, ni dar permiso para que lo hagan
los particulares (hay empresas que explotan el meretricio a nivel nacional e internacional con grandes
medios económicos y de otro tipo).
• que en el caso de que en el país ya exista una tolerancia reglamentada, se debe valorar con todo cuidado la
posible ventaja de su supresión, teniendo en cuenta que esta tolerancia no significa una solución definitiva
del problema. Debe luchar con todas las posibilidades contra los males que de ella se derivan y, por tanto,
llevar un control riguroso de policía y sanitario hasta llegar, si es posible, a la supresión total. Además la ley
se aplicará con todo rigor.
• que la lucha no debe ceñirse sólo a un control legalizado o a la supresión legal radical. Debe ir más lejos
tratando de resolver aquellos problemas que pueden ser causas remotas: problema de la vivienda, pobreza
material, trabajos inadecuados para la mujer, etc., y sobre todo, fomentar la educación cristiana elevando el
nivel moral de los ciudadanos por medio de la vigilancia de las publicaciones, espectáculos, publicidad,
moralidad en la vía pública, etc..
• debe procurar también que las mujeres que por desgracia ejercen este oficio tengan posibilidades de
redimirse, creando instituciones idóneas y favoreciendo las ya existentes, tanto oficiales como privadas.
8.2. Mencionar también la actitud de personas singulares
A nivel particular y privado, la actitud de un cristiano ante la prostitución debe ser, como ante cualquier mal,
la de poner en práctica todas las posibilidades lícitas que tiene a su alcance para combatirlo. No puede
desentenderse y quedar indiferente ante este mal. Habrá profesiones que permitirán un mayor influjo y
eficacia en esta lucha, como son los médicos, educadores, etc., que deberán tener en cuenta:
• que la legislación que tolera y regula el vicio de la prostitución no la hace moralmente lícita; las eventuales
medidas legales sobre higiene, etc., tienden a disminuir los males que se siguen para el bien común, no a
fomentar o favorecer el vicio. Por tanto, bien a nivel personal como colectivo, no pueden emplearse modos
de hablar o expresiones que impliquen la aprobación −aunque sea tácita− de la prostitución en sí misma.
• que deben dar razones morales, más altas, para apartar de este mal a las personas: en primer lugar han de
enseñar que se trata de una ofensa a Dios y, en consecuencia, a la misma dignidad humana; además, se
podrán dar otras razones de orden natural: el posible daño a su salud, a su familia, mujer e hijos. Sólo así, y
aconsejando medios sobrenaturales −las normas de piedad y ascesis que exige el cumplimiento del sexto
mandamiento−, se podrá influir en la erradicación o, por lo menos, en la disminución de este mal.
Introducción________________________________
La prostitución es también un hecho marginal. Se considera como acto de prostitución todo aquel en el que se
ofrece una relación de tipo sexual a cambio de dinero.
La prostitución está extendida por todo el mundo y es un fenómeno de todas las épocas, aunque presenta
diversas características. En la actualidad existe una proliferación de personas dedicadas a esta actividad
como consecuencia de diversos factores. El más importante sin ninguna duda lo constituyen las precarias
condiciones económicas en las que viven muchas personas, la falta de empleo y el aumento del consumo.
Al tiempo que disminuye la capacidad adquisitiva aumenta el consumismo. El resultado es la necesidad
perentoria de encontrar dinero, y la prostitución es uno de los posibles caminos.
Generalmente se ha pensado que la prostitución es cosa exclusiva de mujeres. Si bien es cierto que éstas
representan un porcentaje superior, también existe un amplio sector de prostitución masculina, que tiene
caracteres de homosexualidad, pues hay una mayor demanda de este tipo de prestaciones.
Es muy inferior la prostitución masculina consumida por mujeres, aunque es menos excepcional de lo que se
cree.
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El presente trabajo comenzará por realizar una aproximación etimológica del término prostitución,
estableciendo una definición actual del mismo. Realizaremos un recorrido histórico del mundo de la
prostitución desde la Edad Antigua, la Edad Media y la Edad Moderna, citando circunstancias anecdóticas y
diferentes modos de prostitución en distintas partes del planeta.
Luego pasaremos a ver cuáles son las causas que hacen que una mujer entre en el mundo de la prostitución.
Una vez dentro, veremos qué tipo de prostitución se puede ejercer, ya que existe una clasificación y
atenderemos a las características de cada una de ellas.
Nos detendremos en analizar cómo es el mundo de la prostituta, modus−operandus, personas con las que se
relaciona, problemas, etc. Así como el destacado papel del cliente.
Finalmente, desarrollaremos unos apartados en los que se analizarán las posturas del mundo exterior: desde
el punto de vista social, tratando el aspecto legal y el punto de vista moral, y las actitudes de la Iglesia así
como sus opiniones en torno a cuáles deberían ser las actitudes civiles y del resto de personas singulares con
respecto al tema.
9.CONCLUSIÓN Y OPINIÓN PERSONAL
Una vez hemos expuesto todo el tema, hemos de decir que la prostitución es característico de cualquier época,
es algo complicado una vez que se está dentro, es algo por lo que se está absolutamente marginado y
recriminado y es algo difícil de erradicar hoy día.
La prostitución actual se ve quizás mucho más peligrosa que en cualquier otro momento. La mujer prostituta,
sobre todo la callejera, debe luchar diariamente con todo un cúmulo de circunstancias en contra que acucian
su situación: la delincuencia, la drogadicción, la marginación social, las dificultades económicas, y que se
constituyen como un círculo vicioso del que es muy difícil salir.
Otros problemas de la sociedad, como suelen ser la inmigración ilegal, recurren a estos medios para introducir
a mujeres en estos mundos a través de la trata de blancas, prostíbulos ocultos, de los que el mundo exterior no
tiene conocimiento y en los cuales estas mujeres se ven introducidas sin saberlo y sin poder salir del mismo.
Además otro gran problema, como es la gran plaga del siglo, el sida, encuentra en este grupo de riesgo un
medio de propagación veloz.
En mi opinión, la prostitución no puede erradicarse, en vano son los esfuerzos si se piensa en ello, puesto que
siempre ha existido y siempre existirá mientras que haya un cliente que pague por ello. Así que combatirla
desde el punto de vista de la represión no sería el más adecuado.
Asumir su existencia, como un fenómeno que está ahí y combatirla desde otros ámbitos como son desde el
punto de vista legal, no acusando a la prostituta sino a aquellos delitos penales que la rodeen, desde el punto
de vista social, intentando abrir otros caminos y otras posibilidades de desarrollo económico y desde el punto
de vista higiénico−sanitarias, desarrollando el campo de la prevención: embarazos, drogadicción,
enfermedades venéreas, que mejoren las condiciones de trabajo de estas mujeres.
BIBLIOGRAFÍA__________________________________
• ENCICLOPEDIA PRÁCTICA DE PSICOLOGÍA: Ed. Plaza & Janés Editores, S.A. Vol. VII, págs.
153−160.
• LA VIDA DE LA PAREJA: Ed. Mensajero, págs. 408−410
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• SOCIOLOGÍA FUNDAMENTAL: Theodore Capow, págs. 648−650
• ENCICLOPEDIA INTERNACIONAL DE LAS CIENCIAS SOCIALES: Ed. Aguilar, págs. 582−586
• GRAN ENCICLOPEDIA RIALP: Ed. Rialp, tomo XIX, págs. 272−274
• DICCIONARIO ENCICLOPÉDICO CARROGIO: págs. 4292−4293
• ENCICLOPEDIA UNIVERSAL ILUSTRADA: tomo 47, págs. 1102−1116
ÏNDICE_______________________________________
Introducción
• DEFINICIÓN 1
• HISTORIA DE LA PROSTITUCIÓN.. 1
• DIFERENTES COSTUMBRES AL EJERCER
LA PROSTITUCIÓN 8
4. EL INGRESO EN EL MUNDO DE LA
PROSTITUCIÓN 10
• CLASIFICACIÓN DE LA MUJER
PROSTITUTA. 12
• EL MUNDO DE LA PROSTITUTA... 13
7. LA PSICOPATOLOGÍA ENTRE LAS
MUJERES PROSTITUTAS.. 14
• LOS CLIENTES Y SUS NECESIDADES 16
• LA ACTITUD DE LA SOCIEDAD CIVIL. 17
• LA ACTITUD DE LA AUTORIDAD MORAL.
LA IGLESIA.. 18
• CONCLUSIÓN Y OPINIÓN PERSONAL. 22
Bibliografía
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