34.A.Jurat 33.10 Sentència nº 12 de 5.5.11

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TRIBUNAL SUPERIOR DE JUSTICIA
DE CATALUÑA
Sala Civil y Penal
ROLLO DE APELACIÓN JURADO núm. 33/10
Procedimiento Jurado núm. 2/09
-Audiencia Provincial de Tarragona -(Sección 4ª).
Causa Jurado núm. 2/08 -Juzgado de Instrucción núm. 2 de Tarragona
SENTENCIA
N Ú M. 12
Excma. Sra. Presidenta:
Dª. Mª Eugenia Alegret Burgués
Ilmos. Sres. Magistrados:
D. José Francisco Valls Gombau
Dª. Nuria Bassols Muntada
En Barcelona, 5 de maig de 2011
Visto por la Sala de lo Penal del Tribunal Superior de Justicia de
Cataluña, integrada por los Magistrados al margen expresados, el recurso
de apelación interpuesto por D. MOHAMED B. contra la sentencia dictada
en fecha 11 de mayo de 2010 por el Tribunal del Jurado de la Audiencia
Provincial de Tarragona, recaída en el Procedimiento núm. 2/09 del
indicado Tribunal del Jurado, derivado de la Causa de Jurado núm.
2/08 del Juzgado de Instrucción nº 2 de Tarragona. El referido apelante
ha sido defendido en el acto de la vista en este Tribunal por la letrada Dª.
Verónica Vivancos y ha sido representado por la procuradora Dª. Ana Mª
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Boldú Mayor. Han sido partes apeladas
AHMED H., como acusación
particular, quien ha sido defendido en el acto de la vista en este Tribunal
por el letrado D. David Rocamora Borrellas y ha sido representado por la
procuradora Dª Mª Rosa Hernández en nombre de la procuradora Dª.
Laura López Tornero y el MINISTERIO FISCAL representado por el
Fiscal D. José Maria Romero de Tejada.
ANTECEDENTES DE HECHO
PRIMERO.- El día 11 de mayo de 2010, en la causa antes referenciada,
recayó Sentencia cuyos
hechos probados son (sic):
" 1. El acusado MOHAMED B., sobre las 22 horas del día 13 de marzo de
2008, portando un cuchillo de cocina, se encontraba a la altura de las calles
********* de ********* y ********, esperando a que pasara por dicho lugar
S. H.. Una vez observó a S. siguió a la misma por detrás, le cogió por el hombro
y le giró hacia él. Tras dicha acción, Mohamed B. clavó diez veces el cuchillo en el
cuerpo de S. causando a la misma las siguientes heridas: a) herida incisa de 5,6
centímetros de largo situada a un centímetro de la aureola mamaria izquierda,
penetrando en el 4º y 5º espacio intercostal, seccionando la 5ª costilla, llegando
al pericardio y profundizando en el ventrículo izquierdo de corazón. b) herida
incisa de 3,5 centímetros de largo situada a 3,3 centímetros de la aureola
mamaria izquierda, penetrando en el 3º y 4º espacio intercostal, seccionado el 4º
cartílago costal, llegando al pericardio, lesionando la aurícula derecha del
corazón, ventrículo izquierdo, llegando al pulmón izquierdo. c) Herida incisa de
3,5 centímetros de largo situada a 1,5 centímetros del esternón, seccionando el
músculo esternocleidomastoideo en su inserción con la clavícula izquierda,
seccionando esófago, aorta torácica descendiente y bronquio principal izquierdo,
finalizando a nivel de columna vertebral fisurando la región intervertebral de los
7º y 8º cuerpos vertebrales y fisurando la cara anterior de la octava vértebra
dorsal. d) herida incisa de 3,5 centímetros de largo situada a dos centímetros de
esternon, fisurando la tercera costilla derecha sin llegar a la cavidad
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pleural/mediastinica. e) herida incisa de 3,2 centímetros de largo situada a 3,4
centímetros de la aureola mamaria derecha. f) herida incisa de 2 centímetros de
largo situada a 6,5 centímetros de la aureola mamaria derecha. g) herida incisa
en la mano derecha sobre eminecia tenar de 2,5 centímetros de largo. h) herida
incisa en la mano derecha, interdigital de 1,3 centímetros de largo entre el 4º y el
5º dedo. i) herida en la cara interna de la mano izquierda de carácter inciso de 9
centímetros de largo que se extiende desde el primer dedo hasta el extremo
inferior del cúbito, con sección de los tendones flexores superficiales. j) herida
incisa en la cara posterior de la pierna izquierda de 3,7 centímetros de largo
situada a 38 centímetros de distancia de la cresta iliaca. Todas estas lesiones se
causaron estando viva S. quien interpuso sus manos para evitar que el acusado
le clavara el cuchillo.
2.
El acusado causó a su vez a S. otras lesiones consistentes en tres erosiones
lineales superficiales en la cara externa de la mano izquierda y diversas
equimosis a nivel lateral del tercio medio de la pierna izquierda.
3.
El instrumento empleado por el acusado era un cuchillo, de un solo filo, de
grandes dimensiones, tanto de largo como de ancho.
4.
Posteriormente Mohamed B. se marchó de ****** pasando por ********
desde donde se dirigió hasta ******. El acusado llamó por teléfono el día 16 de
marzo a su hermana quien avisó a la policía e hizo creer a la misma que estaba
en *********. La policía pidió al mismo que se entregara, conociendo el acusado
que le estaban buscando, siendo detenido el día 17 de marzo mientras se
encontraba en un bar de ****** próximo a la estación de autobuses. Tras ser
encontrado por los agentes de la Policía Nacional en el bar en ******, el acusado
acompañó a los agentes, no obstaculizó su detención y no intentó huir. Una vez
detenido reconoció a la Policía Nacional y posteriormente en el Juzgado de
Instrucción los hechos realizados por él, excepto los relativos a la agresión al no
recordar nada de los mismos.
3
5. Mohamed B. sufrió tras los hechos un síndrome de estrés postraumático que
se ha derivado en el actual síndrome facticio.
6.
En fecha indeterminada del mes de enero de 2.008, el acusado, sin existir
entre ellos ninguna relación sentimental, habló con el hermano de S. H. para
pedirle su mano y poder casarse con ella de conformidad con sus tradiciones,
manifestando éste que el consentimiento lo tenían que dar los padres de S..
Hicham H., hermano de S. H., habló con sus padres sobre la petición de boda
realizada, manifestando éstos que sí S. estaba de acuerdo, daban su
consentimiento a la celebración de la boda. Preguntada a tal efecto, S. manifestó
a su hermano que no quería casarse con MOHAMED B. , procediendo éste a
comunicarle la decisión al acusado.
7.
El acusado tras dicha negativa, inició una conducta de acoso a S. que vivía
con su hermano en la calle *********, nº *****, de la localidad de Tarragona,
siguiéndola al autobús, acompañándola, apareciendo en el locutorio en horas de
trabajo y esperando a que finalizara su trabajo para ir en el autobús juntos,
esperándola a la puerta de su casa y del autobús, lo que motivo que el dueño del
locutorio le negara la entrada en el establecimiento en alguna ocasión y su
hermano la fuera a buscar al trabajo.
8.
En fecha no concreta pero entre el mes de enero de 2008 y el día 13 de
marzo del mismo año el acusado se acercó a S. mientras se encontraba en el
autobús, esgrimiendo un cuchillo y obligó a la misma a sentarse a su lado.
9.
En el momento del fallecimiento S. tenía los siguientes familiares más
próximos: Ahmed H., padre, Tamo Lachmar, madre, y Hicham H., hermano.”
La sentencia contiene la siguiente parte dispositiva:
" EL TRIBUNAL DEL JURADO ACUERDA: De conformidad con el
veredicto de culpabilidad expresado por el Jurado, que debo condenar y condeno
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a MOHAMED B. , como autor responsable de un delito de asesinato, previsto y
penado en el artículo 139.1º del CP, sin la concurrencia de circunstancias
modificativas de la responsabilidad penal, a la pena de 19 años de prisión con
inhabilitación especial para el ejercicio al derecho de sufragio pasivo durante el
tiempo de condena y al pago de las costas procesales causadas en el presente
juicio.
Asímismo debo condenar y condeno a MOHAMED B., como autor
responsable de un delito de coacciones, previsto y penado en el artículo 172.1º
del CP, sin la concurrencia de circunstancias modificativas de la responsabilidad
penal, a la pena de 1 año de prisión con inhabilitación especial para el ejercicio al
derecho de sufragio pasivo y al pago de las costas procesales causadas en el
presente juicio.
En materia de responsabilidad civil, MOHAMED B. deberá indemnizar a los
padres de la víctima, Ahmed Haddad y Tamo Lachmar, en la cantidad de 80.000
euros y a Hicham H. en la cantidad de 60.000 euros.
Para el cumplimiento de la pena se le abonará al condenado el tiempo que
hubiera estado privado de libertad por esta causa.”
SEGUNDO.- Contra la anterior resolución, la representación procesal de
D. MOHAMED B.
interpuso en tiempo y forma el presente recurso de
apelación, que se ha sustanciado en este Tribunal de acuerdo con los
preceptos legales, habiéndose señalado para la vista de la alzada el día 11
de noviembre a las 10:30 horas de su mañana, fecha en la que ha
tenido lugar con el resultado que es de ver en la diligencia extendida al
efecto unida a las presentes actuaciones.
Ha actuado como Ponente la Magistrada de esta Sala Ilma. Sra. Dª. Nuria
Bassols Muntada.
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FUNDAMENTOS DE DERECHO
PRIMERO.-
La sentencia dictada por el Magistrado Presidente del
Tribunal del Jurado, de conformidad con el veredicto emitido por los
ciudadanos jurados, condenó a Mohamed B. como autor responsable de
un delito de asesinato previsto y penado en el artículo 139.1 del Código
Penal,
sin
concurrencia
de
circunstancias
modificativas
de
la
responsabilidad criminal, y le impuso la pena de 19 años de prisión e
inhabilitación especial para el ejercicio del derecho de sufragio pasivo
durante el tiempo de condena; asimismo, le condenó como autor de un
delito de coacciones previsto y penado en el artículo 172.1 del Código
Penal, también sin concurrencia de circunstancias modificativas de la
responsabilidad criminal, imponiéndole por este delito la pena de 1 año de
prisión, acompañada también de la correspondiente inhabilitación.
En cuanto a responsabilidad civil, estableció la obligación del condenado a
indemnizar en concepto de daño moral en la cantidad de 80.000 Euros a
los padres de la víctima, y en la cantidad de 60.000 euros para su
hermano.
Contra dicha resolución interpone recurso de apelación el condenado quien
al amparo del artículo 846 bis c) de la ley de enjuiciamiento criminal
alega, con carácter general, quebrantamiento de las normas y garantías
procesales que han causado indefensión, e infracción de precepto legal en
la calificación jurídica de los hechos.
Antes de abordar el estudio de los concretos motivos del recurso, el
recurrente bajo la rúbrica de “antecedentes” transcribe la totalidad de los
hechos que fueron objeto del veredicto redactado por el Magistrado
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Presidente del Tribunal del Jurado, y asimismo los motivos de convicción
expresados por los ciudadanos jurados, en cumplimiento de lo previsto en
el artículo 61.1 d) de la Ley Orgánica del Tribunal del Jurado.
También transcribe el veredicto emitido por los mentados jueces legos, en
cumplimiento de lo previsto en el artículo 62 de la LOTJ, y el fallo de la
sentencia dictada por el Magistrado Presidente que refleja las penas
impuestas al acusado que más arriba se han descrito.
Una vez realizada dicha exposición, se entra en la exposición del primer
motivo del recurso que ahora ya se encarrila de forma concreta por la vía
del apartado a) del artículo 846 bis c) de la Ley de Enjuiciamiento
Criminal, en él el recurrente invoca la causación de indefensión por
vulneración del derecho de defensa , alegando que con anterioridad a
iniciarse las sesiones del plenario el letrado de la defensa solicitó la
suspensión del mismo, al amparo del artículo 746.5 de la Ley de
Enjuiciamiento Criminal, al entender que la afectación o patología mental
que padecía su cliente le impedía asistir al juicio . Sigue relatando la
defensa del recurrente que la solicitud de suspensión del juicio oral, en
virtud del estado psíquico del acusado, se hizo incidiendo en que dicha
medida fuera adoptada sin la presencia del jurado, petición que fue
denegada por el Magistrado Presidente.
Continúa narrando, que el Magistrado Presidente ordenó que el acusado
fuera visitado por dos médicos forenses quienes dictaminaron que aquel
se encontraba totalmente capacitado para asistir al juicio y comprender
sus consecuencias. También se expone que antes de iniciar cada una de
las sesiones el acusado era reconocido medicamente y, en su caso, se le
suministraba una medicación.
Pretende la parte recurrente que la actitud contraria a la suspensión del
juicio oral, habida cuenta la enfermedad mental que entiende padece el
acusado, es contraria a lo establecido en la doctrina fijada en la
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sentencia del Tribunal Supremo de 14 de junio de 2006 que aplica el
artículo 24 de la Constitución Española, el artículo 6.3 c) del Convenio
europeo de Derechos humanos y , también, el artículo 14.3 d) del Pacto
Internacional de Derechos Civiles y Políticos .
Según criterio de la defensa del acusado, el juicio se celebró sin
posibilidad de defensa activa de éste, habida cuenta el síndrome de estrés
postraumático y el síndrome facticio que padece y padecía, tal como se
infiere de la proposición onceava de las que fueron objeto del veredicto,
que fue declarada probada por unanimidad por los ciudadanos jurados,
circunstancia que comportó que formara parte del hecho quinto de la
sentencia dictada.
Se añade también, que dicha imposibilidad de defensa activa resulta, a su
entender, evidente, habida cuenta la actitud que adoptó Mohamed B. al
ser interrogado. Califica el interrogatorio de “caótico e incoherente” (sic),
también dice el recurso que en la concesión de la última palabra el
acusado fue incoherente.
Hace alusión, también la parte recurrente a que en la “ Justificación
Probatoria” , contenida en
la sentencia impugnada, el Magistrado
Presidente del Tribunal del Jurado, hace expresa referencia a que el
síndrome de estrés postraumático que ha derivado en un síndrome facticio
(padecido tras los hechos por el acusado), se infiere de los informes de los
médicos psiquiatras que están tratando al mismo, y que forman parte del
equipo de psiquiatras que prestan sus servicios en el Centro Penitenciario
de Can Brians .
SEGUNDO.- Ante dicho motivo del recurso, es de interés, en primer
lugar, transcribir en parte la aludida sentencia del Tribunal Supremo , a
saber, la
971/2004 de 14 de junio de 2006, en la que se asienta el
recurso, en el aspecto que ahora interesa :
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“TERCERO: Teniendo presentes estas circunstancias mentales especificas
en el momento de celebrarse el juicio oral, la cuestión planteada por los
recurrentes y Ministerio Fiscal en su motivo segundo y la defensa en su
motivo único, es que en casos de denuncia sobrevenida de tal entidad que
se traduzca en una situación de incapacidad para entender la
trascendencia del juicio oral, la celebración de éste, con la consecuencia
de la aplicación al mismo de una pena privativa de libertad y además una
medida de seguridad que supone junto con las esenciales finalidades
terapéuticas, su internamiento en Centro psiquiátrico cerrado con pérdida
temporal añadida de la libertad deambulatoria, supone vulneración del
derecho de defensa a un juicio justo y con todas las garantías,
produciéndose una efectiva indefensión, siendo lo procedente acordar la
suspensión de la celebración del juicio y el archivo provisional de la causa.
Argumenta el Ministerio Fiscal que lo planteado no es la derogación
implícita del art. 383 LECrim . en punto a la imposibilidad de imponer
medidas de seguridad sin sentencia, con la consiguiente polémica sobre la
solución a adoptar en esta jurisdicción penal, una vez abierto el juicio oral,
que es el caso que se suscitó en la sentencia de esta Sala 971/2004 de
23.7 , sino la violación de los derechos del acusado gravemente enfermo y
de las garantías esenciales del procedimiento con la celebración del juicio
oral con su presencia e intervención sin las facultades mínimas de
comprensión de la realidad y del sentido de sus propios actos. …
… QUINTO: Llegados a este punto, debemos centrarnos en la cuestión
planteada por los recurrentes, esto es si la celebración del juicio oral, pese
a la total incapacidad del acusado para intervenir en los tramites propios
de dicho acto, vulneró los derechos de defensa consagrados en el art. 24.2
CE ., y consecuentemente a no sufrir indefensión y aun proceso con todas
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las garantías:
a) Ciertamente el fundamento del derecho de defensa no es
otro, sino el del propio principio de contradicción, el cual
resulta ser consustancial a la idea del proceso. Y el
Tribunal Constitucional lo ha recordado numerosas veces,
así la STC. 92/96 de 21.6, FJ. 3, afirmaba : "este Tribunal
ha tenido ya ocasión de declarar que entre el haz de
garantías que integran el derecho a un proceso justo se
incluye el derecho a la defensa y a la asistencia letrada
que el art. 24.2 de la Constitución Española , reconoce no
solo para el proceso penal sino también para el resto de
los procesos, con las salvedades oportunas y cuya finalidad
es la de asegurar la efectiva realización de los principios de
igualdad de las partes y contradicción que imponen a los
órganos judiciales el deber positivo de evitar desequilibrios
entre la respectiva posición procesal de las partes o
limitaciones en la defensa que puedan inferir a alguna de
ellas un resultado de indefensión, prohibido en todo caso
en el inciso final del art. 24.1 CE ." ( STC. 47/87 )…
….c) Una de las manifestaciones más expresivas y genuinas de la
autodefensa se ha considerado por la doctrina el llamado "derecho a la
ultima palabra" del art. 739 LECrim. que se inscribe plenamente en el
derecho de defensa, en cuanto es la oportunidad procesal penal para
corregir cualquier olvido u error o matizar hechos o afirmaciones
barajadas en el curso del juicio ( STC. 65/2003 de 7.4, 207/2002 de
11.11) …
Consecuentemente procede con estimación de los recursos interpuestos,
acordar la nulidad del juicio oral y sentencia subsiguiente, y asimismo la
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suspensión provisional y archivo de la causa, bien entendido que el
Tribunal deberá supervisar con la periodicidad necesaria el estado de salud
del procesado y en caso de que pudiera restablecerse en condiciones de
poder afrontar el juicio oral, esto es si desaparecen las causas que han
motivado la anulación y suspensión del juicio oral, deberá ser éste
celebrado por un Tribunal distinto del que ha conocido de la resolución
recurrida.
Caso contrario si se acredita que la demencia o incapacidad mental del
procesado es de carácter permanente e irreversible en sus efectos, sin
posibilidad de episodios lúcidos, deberá cesar toda intervención penal
sobre el mismo, dándose traslado de las actuaciones al Ministerio Fiscal
para que éste inste en el orden jurisdiccional civil las medidas pertinentes
en materia de incapacitación o internamiento del afectado -lo que en el
caso presente ya se ha producido con la declaración judicial de
incapacitación, internamiento administrativo y sumisión a tutela- para
evitar un nuevo comportamiento criminal y remediar esa inexistente
capacidad de autedeterminación”.
TERCERO.- Pero, lo cierto es que, en el supuesto en análisis la doctrina
ahora expuesta no es de aplicación, puesto que tal como dice el recurrente
el hecho probado quinto de la sentencia dictada por el Magistrado
Presidente del Tribunal del Jurado declara probado que: “ Mohamed B.
sufrió tras los hechos un síndrome de estrés postraumático que se ha
derivado en el actual síndrome facticio”.
Y también es cierto que el mentado Magistrado Presidente en el apartado
concreto de “ Justificación Probatoria”, dice : “Finalmente señalar dos
hechos a su vez considerados acreditados por el Jurado como son por un
lado que el acusado tras los hechos sufrió un síndrome de estrés
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postraumático que se ha derivado en el actual síndrome facticio, hechos
que se acreditan por los diferentes informes emitidos por los médicos
psiquiatras que están tratando al mismo y de forma concreta en los
emitidos por los doctores Rosa Maria Dueñas Herrera, Álvaro Muro Álvarez
y Pilar Casaus Samtan, quienes depusieron en el acto del juicio, que
forman parte del equipo de psiquiatras que prestan tratamiento en el
centro penitenciario de Brians y concretan la evolución sufrida por
Mohamed B., quien inicialmente fue diagnosticado como una persona que
sufria el denominado estrés postraumático, explicando como en el
transcurso del tiempo los mismos le diagnosticaron el denominado
síndrome facticio, que supone una reproducción en la persona de los
síntomas que padecía, aparición voluntaria pero sin búsqueda de una
finalidad, diferenciando dicho síndrome del síndrome por simulación en
que el mismo presenta idéntico cuadro de síntomas, pero si que persigue
una finalidad concreta.”
Pero, como reconoce el propio recurrente, los médicos forenses que
visitaron al acusado tanto antes de la iniciación de las sesiones del juicio
oral como, previamente a cada una de dichas sesiones dictaminaron que
aquel se encontraba totalmente capacitado para asistir al juicio y
comprender sus consecuencias, tal como más arriba consta.
Ello evidencia que el síndrome de estrés postraumático que padecía el
acusado y que ha derivado en un síndrome facticio, en ningún caso le
incapacitaba para ejercer su derecho de defensa de manera eficaz o activa
en el acto del juicio oral. Hay que diferenciar entre el síndrome facticio y la
simulación, ya que en caso de simulación la actitud simuladora de unos
determinados síntomas, o, en su caso la exageración de los mismos, va
encaminada a lograr un determinado objetivo por parte del simulador,
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como podría ser el conseguir una atenuación de la pena, o el evitar que se
celebre el juicio, y se le imponga una pena, en cambio como dijo la
psiquiatra Dra. Pilar Casaus que hizo un seguimiento del acusado con
posterioridad a haber acaecido los hechos, en este caso, el síndrome
facticio que padece el recurrente no va destinado a ninguna finalidad
concreta, pero, hay algo más que obvia el recurrente, que dicho síndrome
por su propia naturaleza es de carácter voluntario, y insistimos de carácter
no incapacitante para entender el derecho de defensa, y, en su caso
ejercerlo.
No es ocioso resaltar que los ciudadanos jurados excluyeron cualquier
posibilidad de atenuación de la pena a imponer al acusado-recurrente por
el atroz acto criminal cometido al entender que el citado acusado no
padecía ningún tipo de afectación de sus capacidades de entender y
querer.
Desde la anterior perspectiva hay que poner de relieve que el apartado
segundo del objeto del veredicto se intitula : “ HECHOS RELATIVOS AL
GRADO DE EJECUCIÓN , PARTICIPACIÓN Y POSIBLE CONCURRENCIA DE
CIRCUNSTANCIAS
AGRAVANTES
O
ATENUANTES
DE
LA
RESPONSABILIDAD”; y, que, dentro de este apartado se incluyen por lo
que afecta a la salud mental del acusado, tres posibilidades fácticas que a
su vez, de ser estimadas darían lugar a la concurrencia de tres distintas
formas de minoración de la responsabilidad criminal : a) una completa
anulación de sus capacidades que le impedía entender y conocer lo malo o
lo bueno y/o comportarse según dicha comprensión ; b) una intensa
disminución de sus capacidades de entender y conocer lo malo y lo bueno
y/o para comportarse según dicha comprensión; c) una leve disminución
de sus capacidades de entender y conocer lo malo y lo bueno y/o para
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comportarse según dicha comprensión.
En todos los supuestos, ya en caso, “de enfermedades o patologías de
carácter psíquico con síntomas psicóticos y trastornos de la personalidad,
ya por una dependencia al etanol, cannabis y nicotina, ya, finalmente por
la afectación de sus facultades intelectivas y volitivas al haber sido
rechazado por S. con la cual el acusado-recurrente quería contraer
matrimonio”; los ciudadanos jurados, se inclinaron por unanimidad por
considerar no disminuidas sus capacidades para entender y conocer lo
bueno y lo malo y para comportarse según dicha comprensión. El jurado
se basa en la pericial psiquiátrica y también en la pericial psicológica
emitida en el acto del juicio oral con la intervención de seis facultativos.
En conclusión, no pueden ser atendidos los intereses del recurrente, pues
hay que partir de un estado de salud mental que podríamos calificar
dentro de la normalidad (como así lo entiende el jurado), y añadir a dicho
estado un síndrome de estrés postraumático, que los facultativos
consideran habitual, y un síndrome facticio que en ningún caso es
incapacitante.
Al hilo de lo anterior, de la amplia pericial practicada en el acto del
plenario se infiere que el síndrome facticio supone una serie de síntomas
tanto físicos como psicológicos de carácter falso , pero que en todos los
casos son creados intencionalmente por el sujeto para asumir el papel de
enfermo, en este caso mental, siendo compatible un síndrome facticio no
simulado con el carácter intencionado del mismo, como ocurre en este
supuesto .
Las anteriores consideraciones hacen decaer, sin duda alguna, el primer
motivo del recurso.
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CUARTO.- El segundo motivo del recurso desarrolla lo más arriba
anunciado en el sentido de denunciar que la sentencia recurrida ha
infringido por inaplicación un
precepto legal aplicable, en concreto el
artículo 138 del Código Penal, en la calificación jurídica de los hechos.
Bajo dicho amparo procesal, combate el recurrente la sentencia dictada
por el MP del Tribunal del Jurado, que considera que el grave atentado
contra la vida que aquí se enjuicia, es constitutivo de asesinato al
concurrir la circunstancia agravante específica de alevosía, primera del
artículo 139 del Código Penal.
Al hilo de dicha denuncia, el recurrente dice que en el actuar del
condenado-recurrente Mohamed B. al atentar contra la vida de la víctima
S. H., no concurrió la mentada agravante; procede resaltar del alegato del
recurrente:
a) Que no quedó acreditado que Mohamed B. estuviera escondido tras
una caseta de la ONCE, esperando a que S., la víctima, pasara por
el lugar al salir de su trabajo a las 22,30 de la noche.
b) Que a entender del recurrente no es suficiente lo razonado por el
Magistrado Presidente en la sentencia, para entender que la
conducta de Mohamed fue alevosa, a saber: ni el que conociera el
donde trabajaba la víctima, ni que la estuviera esperando en las
cercanías del lugar por el que sabía que debía pasar para regresar a
su domicilio, ni tampoco el hecho de que el acusado portara un
cuchillo de grandes dimensiones.
c) Que la forma de ataque, al no ser por la espalda no puede ser
considerada alevosa, siendo indiferente que el acusado se hubiere
acercado a la víctima por la espalda.
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d) Que los ciudadanos jurados declararon probado por unanimidad
que:“ S. interpuso las manos para evitar que el acusado le clavara
el cuchillo”( hechos favorables al acusado, número quinto).
Lo cierto es que las alegaciones del recurrente van encaminadas a
demostrar que en el caso no concurre una alevosía por virtud de ataque
traicionero, pero no logran descartar la concurrencia de una alevosía
sorpresiva.
Al hilo de lo anterior, el recurrente pone de manifiesto los acertados
razonamientos contenidos en la sentencia recurrida en el siguiente
sentido:
a) Que el acusado se aproximó a la víctima por la espalda, caminado
detrás de ella y más rápido que la misma, y en un determinado momento
la gira hacia él teniendo ésta solamente tiempo de gritar cuando el
agresor le empieza a clavar el cuchillo.
b) Que la testigo de los hechos Doña Josefa M. refirió que el actuar del
mentado acusado fué con inmediatez y continuidad al girar a S. que
necesariamente impidió a la misma adoptar alguna medida de defensa.
c) Que se trata de una alevosía de carácter sorpresiva o súbita toda vez
que el agresor espera a S. con un cuchillo en la mano, accede a ella por
detrás, la gira e inmediatamente empieza a clavarle el cuchillo.
d) Que aún cuando la víctima presentara heridas en las manos, no consta
la existencia de un acto de defensa activa por parte de S., ya que no se
trata de heridas de desgarre o irregulares en su forma que pudieran
indicar que hubo un forcejeo entre víctima o agresor, sino que estamos
ante heridas de naturaleza lineal indicativas de un corte.
QUINTO.- Los razonamientos contenidos en la Sentencia recurrida
redactados al amparo del artículo 70 de la Ley Orgánica del Tribunal del
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Jurado, permiten ya asegurar que el “ modus operandi” utilizado por el
agresor fue de carácter sorpresivo evitando de esta manera que la víctima
pudiera ofrecer resistencia o pudiera evitar la acción criminal poniendo en
peligro la vida o la integridad física del agente.
Por razones obvias omite el recurrente que el Magistrado Presidente
también se ampara para sustentar la existencia de una conducta
sorpresiva en que los testigos presenciales de los hechos quienes
auxiliaron posteriormente a S.: Claudia C. B., Daniel L. Martínez y Josefa
M. S., declararon que se habían fijado expresamente en que una de las
heridas de la mano de la víctima, especialmente profunda, no sangraba
por lo que ello podía obedecer a que cuando se produce dicha herida , que
el recurrente califica de defensa, S. ya había perdido mucha sangre, con lo
cual se pone en evidencia que dicha posibilidad de defensa era ineficaz.
Además, la sentencia razona que dichas heridas no pueden llevar a
confusión ya que no tienen carácter de fuerza suficiente para entender la
concurrencia de una defensa activa de S..
Contrariamente a las pretensiones del recurrente que hace hincapié en lo
que le interesa, en ejercicio de su legítimo derecho de defensa, en el
sentido de que S. tenía heridas defensivas, la sentencia dictada va más
allá, ya que analizando tanto el modo en que se produce el ataque
criminal y las heridas que presentaba la víctima llega a la conclusión que
las mal llamadas “ heridas defensivas” eran más un acto de autoprotección
o de carácter reflejo, que ninguna incidencia tuvieron el actuar cobarde
de quien si bien no consta acreditado que espere a la víctima escondido
tras una caseta de la Once, sí la espera escondido puesto que es el relato
fáctico de la sentencia dice a la letra que Mohamed B. siguió a la víctima
por detrás, le cogió del hombro y le giró hacia él. Resulta claro por lo
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declarado
por
los testigos que
presenciaron los hechos, arriba
identificados, que de haber esperado a la víctima sin sorpresa esta hubiera
podido defenderse o huir pidiendo auxilio con lo cual hubiera aparecería
una posibilidad de defensa efectiva que ni tan siquiera se intuye.
Por lo expuesto se desmoronan los dos pilares en que se asienta el motivo
del recurso: 1) el que el ataque no fue por detrás, 2) el que la víctima
tenía heridas defensivas en las manos; el primero porque como se ha
dicho es igualmente sorpresivo un ataque por la espalda que el seguir a la
víctima de noche, portando en la mano un cuchillo de grandes
dimensiones, girarla de forma repentina para acto seguido de forma
también repentina empezar a apuñalarla ; y el segundo porque las heridas
supuestamente defensivas no fueron de defensa efectiva, al haberse
ocasionado la más importante estando ya tan malherida la víctima que ni
tan siquiera sangró.
SEXTO.- Ante tales aseveraciones que se contienen en la sentencia
recurrida, resulta meridiana la aparición de una alevosía de sorpresa,
debiendo recordar someramente los declarado por el Tribunal Supremo y
por esta misma Sala en aras a describir las distintas formas de actuar
alevoso, así la Sentencia de esta Sala de 30 de marzo de 2009, hace
referencia a lo sorpresivo e inesperado del ataque, y estima la
concurrencia de alevosía : “TERCERO.- Es reiterada la jurisprudencia de la
Sala 2ª TS -- expresada entre otras, en las SSTS 49/2004, 22 de enero,
357/2005, de 22 de marzo, 474/2007, de 6 de junio, 713/2008, de 13 de
noviembre y 888/2008, de 10 de diciembre - que distingue entre las
distintas modalidades ejecutivas de naturaleza alevosa:
a) alevosía proditoria, equivalente a la traición y que incluye la
asechanza, insidia, emboscada o celada, situaciones en que el sujeto
agresor se oculta y cae sobre la víctima en momento y lugar que aquélla
18
no espera;
b) alevosía súbita o inopinada, llamada también "sorpresiva", en la
que el sujeto activo, aun a la vista o en presencia de la víctima, no
descubre sus intenciones y aprovechando la confianza de aquélla actúa de
forma imprevista, fulgurante y repentina. En estos casos. es precisamente
el carácter sorpresivo de la agresión lo que suprime la posibilidad de
defensa, pues quien no espera el ataque difícilmente puede prepararse
contra él y reaccionar en consecuencia, al menos en la medida de lo
posible; y
c) alevosía de desvalimiento, en que el sujeto agente aprovecha una
situación de absoluto desamparo de la víctima, como acontece en los
casos de niños de corta edad, ancianos debilitados, enfermos graves o
personas ebrias en fase letárgica o comatosa, dormidas o privadas de
conocimiento.
Resulta de notable interés dicha sentencia porque ante los argumentos de
la defensa tendentes a excluir un actuar sorpresivo y, consecuentemente
alevoso en una situación de riña o discusión previa, puesto que a su
entender el ofendido sí podía sospechar del peligro y precaverse de la
acción, la Sala entiende :
“Sin embargo, manteniéndose el “factum” y aún
partiendo de una discusión previa, como acertadamente señalaba el
Ministerio Fiscal, quien realizó un primer salto cualitativo de las palabras a
los hechos fue el recurrente dándole un puñetazo en la cara a la víctima y
quien sacó la navaja de forma sorpresiva e inesperada (de su bolsillo de
atrás) también fue el recurrente, conformando un actuar súbito y de
improviso que imposibilitó la defensa de la víctima. Dicha navaja de 11
cm. que portaba el recurrente fue clavada reiteradamente en el cuerpo de
Ismael, causándole la muerte, sin que ninguna de las heridas fuera de
defensa, pues como manifestaron los Médicos Forenses en el acto del
19
juicio oral a las preguntas del Ministerio Fiscal y las defensas, las de los
nudillos podían ser de ese momento o anteriores y dan por seguro que la
víctima tenía los brazos abiertos, pero no había heridas de defensa.
Nos encontramos, pues, ante una modalidad de alevosía
súbita y un ataque sorpresivo del acusado al sacar la navaja del bolsillo de
atrás de forma repentina para clavarla en el cuerpo de la víctima. Es una
alevosía sobrevenida que concurre en supuestos de acciones plurales con
el empleo de “…. medios, modos o formas que tiendan directa o
especialmente a asegurarla ..” y que no se requiere en la totalidad del
proceso ejecutivo pudiendo suceder, como en autos, que se aprecie en la
actuación del recurrente siempre que lo aleve se haya producido en el
curso de una situación previa de violencia y la víctima no se encuentre
suficientemente prevenida frente a un ataque tan grave (SSTS Sala 2ª 15
Febrero 1991, 4 Enero 2005 y 15 Mayo 2008).
La inexistencia de
posibilidades de defensa por parte de la persona atacada y del uso de la
navaja que sacó el acusado, en un momento final, y teniendo cuenta lo
sorpresivo del uso de la navaja que el fallecido no había visto, hasta aquel
momento, comportan la estimación de la alevosía.
Téngase presente que la concurrencia de la alevosía conforme
a la jurisprudencia reiterada - SSTS de 23 Nov. 2006, 24 Ene. 2007 y 15
Mayo 2008-, ha de estimarse cuando se reúne “ …. tanto el (elemento)
normativo, al producirse en un delito contra las personas, como el
instrumental, al suponer un actuar que asegure el resultado sin riesgo
para el agresor, y también, el culpabilístico, consistente en el ánimo de
conseguir el resultado sin ofrecer a la víctima posibilidad alguna de
defensa…. y …(de las diversas) formas tradicionales reconocidas en el
“modus operandi” propio de lo alevoso, (nos encontramos ante) ….. la
sorpresiva, al desconocer por completo la víctima la existencia del arma
20
…”
También resulta de interés invocar la sentencia de esta Sala de 29 de
Abril de 2010 la cual, hace expresa referencia a que resulta encomiable
que el juicio de inferencia acerca de la concurrencia del elemento subjetivo
de la alevosía sea apreciado por el Magistrado Presidente, a saber:
“ 3. El recurso del Ministerio Fiscal nos plantea la revisión del juicio de
inferencia realizado por el Jurado (hecho núm. 6º del veredicto) y por el
Magistrado Presidente sobre la concurrencia del elemento subjetivo de una
circunstancia agravante (alevosía), a su vez determinante de un concreto
tipo penal (asesinato), sin el cual no podría ser apreciada aquélla ni
estimado éste, lo que –como muy bien afirma el Fiscal– no plantea
problemas diferentes que los que resultan de la revisión del dolo propio de
otros tipos delictivos, cuya factibilidad hemos analizado en el pasado
(SSTSJC núm. 21/2007 de 15 oct., 23/2007 de 29 oct. y 13/2009 de 4
jun.) y ha sido admitida reiteradamente por el TS (SS TS 2ª 599/1998 de
5 may., 574/1999 de 14 abr., 851/1999 de 31 may., 439/2000 de 26 jul.,
956/2000 de 24 jul., 382/2001 de 13 mar., 1215/2003 de 29 sep.,
589/2004 de 6 may., 867/2004 de 2 jul. y 1139/2004 de 19 oct.,
434/2008 de 20 jun. y 678/2008 de 30 oct.; y entre las más recientes, las
SSTS 2ª 85/2010 de 11 feb. y 180/2010 de 10 mar.) y por el TC (SSTC
170/2005 de 20 jun., 328/2006 de 20 nov., 43/2007 de 26 feb. y
256/2007 de 17 dic.).
El juicio positivo o negativo sobre el dolo, el conocimiento, la intención, el
propósito o el ánimo que pueda haber guiado una concreta acción del
acusado o elemento de la misma, cuya consideración sea imprescindible
para constatar la concurrencia del correspondiente elemento subjetivo que
sea necesario por pertenecer al tipo descrito en cada caso por el legislador
21
penal, constituye un “juicio de valor” que –a salvo de una confesión válida
y creíble– debe inferirse lógicamente a partir de los datos de la realidad
del mundo exterior aprehensibles por los sentidos.
Si bien la revisión en esta alzada de esta realidad externa que sirve de
partida para aquél juicio de inferencia tiene unos límites estrictos, que la
convierten prácticamente en intocable (especialmente en caso de prueba
directa), la de los correlativos hechos psicológicos o de la conciencia
humana presenta unos límites menos rigurosos, en los que, como sucede
en el supuesto de la prueba indiciaria o indirecta, priman como elementos
de contraste las reglas de la lógica, de la racionalidad y de la experiencia
humanas susceptibles de control en esta instancia y en la superior, ya
que, por su naturaleza, aquel juicio no constituye más que una deducción
en la que, por lo demás, se entremezclan conceptos y valoraciones
jurídicas ajenas a la estricta función del Jurado.”
La aplicación de las anteriores razonamientos que guardan relación con las
clases de alevosía, y los requisitos para su estimación conduce
ineludiblemente a estimar la concurrencia de la misma en el caso
analizado y , por ello, a rechazar el segundo motivo del recurso.
SÉPTIMO.- En el tercer motivo del recurso alega el acusado su
desacuerdo con la sentencia dictada que le condena también como autor
de un delito de coacciones previsto y penado en el artículo 172 del Código
penal.
A entender del recurrente la actuación descrita en los correspondientes
hechos probados de la sentencia deberían haber sido considerados atípicos
o en su caso constitutivos de una falta de coacciones del art. 620.2 del
Código Penal.
22
A saber, los hechos en concreto, dicen:
“7. El acusado tras dicha negativa, inició una conducta de acoso a S. que
vivía con su hermano en la calle ********, nº ******, de la localidad de
Tarragona, siguiéndola al autobús, acompañándola, apareciendo en el
locutorio en horas de trabajo y esperando a que finalizara su trabajo para
ir en el autobús juntos, esperándola a la puerta de su casa y del autobús,
lo que motivó que el dueño del locutorio le negara la entrada en el
establecimiento en alguna ocasión y su hermano la fuera a buscar al
trabajo.
8. En fecha no concreta pero entre el mes de enero de 2008 y el dia 13 de
marzo del mismo año, el acusado se acercó a S. mientras se encontraba
en el autobús, esgrimiendo un cuchillo y obligó a la misma a sentarse a su
lado.”
A entender del recurrente la conducta aquí descrita que consiste en el
seguimiento y acoso a la víctima apareciendo en el locutorio dónde aquella
trabajaba siguiéndola y/o acompañándola, evidentemente contra su
voluntad, desde su casa al autobús y viceversa, esperándola en la puerta,
ya de su casa, ya del locutorio, debería ser considerada atípica.
Esta Sala, por razones evidentes que acto seguido se exponen, no
comparte la tesis del recurrente:
a).- Quedó probado por voluntad del jurado, que entre el acusado y la
víctima no existía relación sentimental alguna, sino simplemente que
Mohamed B. había hablado con el hermano de la víctima para pedir su
mano y poder casarse con ella según sus tradiciones, manifestando éste
que el consentimiento tenían que darlo los padres de S.. Hicham H.,
hermano de S. habló con sus padres sobre la petición de Mohamed B., a la
23
cual éstos manifestaron que darían su consentimiento para la boda sólo si
S. estaba de acuerdo. Preguntada al respecto, S. manifestó a su hermano
que no quería casarse con Mohamed.
b).- Ante tales antecedentes de ninguna forma puede ser compartida la
tesis del recurso en el sentido que el actuar del agente sea atípico o en su
caso de poca gravedad. Del relato fáctico descrito se infiere que Mohamed
B. durante casi dos meses y medio siguió a la víctima en lo que según
parece eran las pocas ocasiones en que la misma se veía obligada a salir a
la calle para ir a trabajar; esto se desprende del hecho probado siete de la
sentencia en el sentido de que para proteger a la misma, su hermano en
alguna ocasión la había ido a buscar al trabajo.
c).- No hay duda de que la víctima estaba realmente atemorizada, puesto
que así la encontró la testigo Saadia Salem en el autobús explicándole que
“un chico” le había dicho “que te mato”. No tiene trascendencia que en el
acto del juicio Saadia dijera que no recordaba con precisión los hechos
dado el tiempo transcurrido pero que se remitía a lo declarado en el
trámite de investigación.
d).- El hecho que el jefe del locutorio Noureddine D. tuviera que intervenir
negando la entrada al establecimiento al acusado también refleja la
conducta de gravedad seguida por Mohamed que debe ser incardinada en
el art. 172 del Código Penal.
e).- Pero es que, resulta ya definitivo que en una fecha no determinada,
falta de determinación que no tiene mayor relevancia, el acusado
esgrimiera un cuchillo y obligara a S. a sentarse a su lado, ya que una
conducta de tal gravedad de ninguna manera puede ser constitutiva de
una falta de coacciones
24
f).- Finalmente no se comparte con el recurrente ninguna duda en cuanto
a la credibilidad de las declaraciones de la testigo Saadia S., ni de las de la
cuñada de la víctima Aicha S., ni tampoco de las del encargado del
locutorio, puesto que todas ellas coinciden en la descripción de lo sucedido
y revelan un tipo de conducta de carácter obsesivo que va agravándose
hasta acabar en la comisión de un hecho atroz.
Desde esta perspectiva es de interés decir que la sentencia del Tribunal
Supremo de 27 de octubre de 2010, permite perfilar los requisitos del
tipo del artículo 172 del Código penal, al distinguirlo del delito de
detención ilegal que supone un acto ilícito de mayor gravedad, al tratarse
ya de un acto encaminado a limitar o reducir la libertad deambulatoria.
Por ello hay que concluir que,
contrariamente a los intereses del
recurrente los actos descritos en el relato histórico revisten la gravedad
más que suficiente para ser incardinados en el tipo del delito de
coacciones, planteándose esta Sala incluso la posibilidad de un delito de
detención ilegal, ya que el hecho que en fecha no determinada, pero que
la sentencia impugnada fija entre el mes de Enero y el 13 de Marzo de
2008, (fecha esta última en la que el acusado dio muerte a la víctima),
Mohamed B. en el interior de un autobús obligara a S. esgrimiendo un
cuchillo a sentarse a su lado, podría inferir incluso una limitación de la
libertad deambulatoria.
La sentencia de 17 de Octubre de 2010 dispone:
“Tiene dicho esta Sala -sentencias de 7/4/2006 EDJ2006/53058 y
20/1/2009 EDJ2009/11753 -, en relación con los delitos de detención
ilegal y de coacciones, que:"En ambos casos se trata de conductas que
afectan
negativamente
a
la
libertad de
la
víctima, limitándola,
restringiéndola o, incluso, suprimiéndola, contra su voluntad, si bien el
25
delito de coacciones tiene una configuración más general, mientras que la
detención ilegal afecta a aspectos específicos de la libertad individual El
delito de coacciones se comete cuando el sujeto, sin estar legítima
autorizado, impide a otro, con violencia, hacer lo que la ley no prohibe o le
compele a hacer lo que no quieré, sea justo o injusto. Y el delito de
detención ilegal, de carácter más específico que el delito de coacciones, y
de mayor gravedad lo que se traduce en una mayor pena, se comete
cuando el sujeto encierra o detiene a oro privándole de su libertad,
refiriéndose por lo tanto a la libertad deambulatoria o ambulatoria.”
A título de ejemplo, también el Tribunal Supremo ha tenido oportunidad
de establecer los requisitos que exige la calificación de los hechos como
constitutivos de un delito de coacciones, en la Sentencia, entre muchas de
15 de septiembre de 2010. Razona el Tribunal Supremo en aquella
resolución:
“ El Tribunal de instancia explica con precisión que el sujeto pasivo de la
conducta coactiva realizada por el acusado, a quien se quería compeler,
era el Director del Centro Penitenciario u otras autoridades penitenciarias,
aunque se hubiera ejercida materialmente la violencia o intimidación sobre
un tercero para obligar, en contra de su voluntad, a tales autoridades, y
que no logró su propósito por causas ajenas a su voluntad, por la rápida
intervención del Director que acercándose al acusado le quitó el cuchillo de
plástico de que era portador y posibilitó su inmovilización por parte de los
funcionarios, y que ello relega tal conducta delictiva, en lo que concierne
al delito de coacciones, al grado de tentativa.”
En este supuesto se trataba de la actuación del sujeto activo, interno en el
Centro Penitenciario de Hombres de Barcelona, que con la intención de
hacerse oír y para presionar a las autoridades para que le trasladaran a
26
otro centro penitenciario, agarró al también interno Aurelio y, sujetándolo
con el brazo izquierdo, le puso al cuello un objeto punzante que se había
construido partiendo de un cuchillo de plástico que envolvió en papel de
plata para darle aspecto de arma blanca y dirigiéndose hacia la puerta de
acceso lanzó unas hojas en las que exigía la presencia del Defensor del
Pueblo y un bote de tranquimazín. O sea que, los hechos probados en que
se basa el Tribunal Supremo, revisten cierto parecido con el relato
histórico de la sentencia impugnada, si bien revisten aún menor gravedad,
ya que en el supuesto del TS el instrumento que se utiliza para coaccionar
al Director del centro era de plástico , en cambio en nuestro caso todo
indica que se trataba de un cuchillo susceptible de causar daños de
gravedad.
Corolario de las anteriores argumentaciones es el rechazo del motivo del
recurso.
OCTAVO.- En el cuarto y último motivo del recurso se aduce infracción
de precepto legal, en concreto del art. 66 del Código Penal y 21.6 del
mismo cuerpo legal.
Bajo dichas denuncias alega el recurrente en lo que concierne al delito
contra la vida de la víctima:
1.-
Que el Magistrado Presidente razona en su sentencia que no
concurren circunstancias modificativas de la responsabilidad criminal pero
que a entender del recurrente debería haberse apreciado la atenuante de
confesión a las autoridades de la infracción criminal cometida que está
prevista no en el art. 21.6, sino en el art. 21.4 del Código Penal.
2.- Que como, según su criterio, se trataría de un delito de homicidio del
art. 138 del Código Penal al concurrir la circunstancia atenuante citada
27
debería aplicarse la pena en su mitad inferior, (yerra el recurrente cuando
dice de 10 a 17 años de prisión, si bien no tiene trascendencia).
3.- De forma subsidiaria en el caso de que se tratara de un delito de
asesinato del art. 139 del CP también entiende que la pena se debería
aplicar en su mitad inferior, proponiendo una pena de 15 años habida
cuenta “la capacidad psíquica de mi representado, concurren indicios que
antes del acto existía alguna afectación de la misma y concurre la
atenuante antes mencionada” (sic).
La Sala no puede estimar ninguna de la peticiones de la recurrente:
-Ha quedado ya sobradamente razonado que en el actuar de la víctima
concurría la circunstancia agravante específica de alevosía con lo cual hay
que partir de un delito de asesinato.
-En lo que atañe a la supuesta confesión a las autoridades de las
infracciones cometidas, una de ellas contra la vida y la otra contra la
libertad personal, hay que compartir la tesis de la sentencia recurrida. No
puede calificarse de confesión la conducta de Mohamed B. que tal como
dice la sentencia intenta engañar a la policía en lo que atañe al lugar
dónde había huido, siendo encontrado únicamente en virtud de las
llamadas que hizo a su hermana desde su teléfono móvil. Fue detenido
mientras se encontraba en un bar de Lleida próximo a la estación de
autobuses, no obstaculizando dicha detención. Una vez detenido reconoció
ante dicha policía y , posteriormente ante el juez de instrucción,
aceptando sólo de forma parcial e interesada los hechos que se le
imputaban.
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La sentencia del Tribunal supremo de 10 de Septiembre de 2002, nos
puede servir de referencia, a título de ejemplo,
para rechazar la
atenuante invocada, a saber:
“En relación con la presente atenuante de arrepentimiento espontáneo el
Tribunal Supremo ha reiterado que primero la Jurisprudencia y después el
Legislador de 1995, han sustituido el fundamento moral que representaba
la exigencia del impulso del arrepentimiento espontáneo, por una mayor
objetivación, lo que consolida la justificación de dicha atenuante por
razones de política criminal, sustituyendo la exigencia subjetiva del
arrepentimiento por el acto objetivo de colaboración con la Administración
de Justicia, consistente en proceder el culpable a confesar la infracción a
las autoridades . De esta forma, cobra mayor relevancia la exigencia de
que la confesión del culpable deba producirse antes de conocer que el
procedimiento judicial se dirige contra él, por cuanto después de ese
momento, que presupone un cierto conocimiento previo por las
autoridades , aunque sea indiciaria, de su responsabilidad criminal, la
confesión carece de relevancia colaboradora, mientras la confesión de una
responsabilidad desconocida hasta entonces por las autoridades llena la
finalidad perseguida por el Legislador. En orden al entendimiento del
alcance del procedimiento judicial, la Jurisprudencia ha seguido un criterio
amplio afirmando que la iniciación de diligencias policiales debe incluirse
en el mismo a estos efectos, cuando se dirigen contra el luego acusado y
éste conoce su existencia, pues debe reputarse nula la utilidad para el
proceso de la confesión cuando el acusado se sabe perseguido como
responsable del delito por parte de quienes intervienen en el atestado que
inicia las diligencias penales (S.S.T.S. de 25/01 27/03/00 y A.T.S. de
17/01/01). Reconocer los hechos después de ser evidentes a los ojos de la
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Policía no constituye arrepentimiento sino mera admisión o confesión de
los mismos.”
Consiguientemente, la conducta del recurrente no merece ser considerada
como confesión a las autoridades de las dos infracciones cometidas, sino
que esta Sala coincide con los argumentos del MP en que se trata de una
conducta obstaculizadora de la labor policial, y de una confesión
totalmente inocua a los efectos de esclarecer los hechos, por lo cual hay
que rechazar cualquier intento de efecto penológico favorable.
Finalmente en cuanto a la individualización de la pena, al tratarse de un
delito de asesinato y no concurrir circunstancias ni atenuantes ni
agravantes el Magistrado podía recorrer la pena en toda su extensión, tal
como hizo. Es razonable y está suficientemente motivada la imposición de
una pena de 19 años de prisión al basarse dicha pena en el medio
empleado por el acusado para causar la muerte de S., el grave dolor que
debió sufrir la víctima en virtud del número de puñaladas que le infringió
el agresor, innecesarias a los efectos de causar la muerte de la ofendida,
la conducta del acusado con posterioridad a la agresión, ….
Los argumentos anteriores conducen a la desestimación del recurso
interpuesto contra la sentencia recurrida, la confirmación de la misma en
todos sus aspectos, todo ello sin hacer especial pronunciamiento en
relación a las costas causadas.
VISTOS, los preceptos legales citados y demás de aplicación.
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PARTE DISPOSITIVA
LA SALA DE LO PENAL DEL TRIBUNAL SUPERIOR DE JUSTICIA DE
CATALUÑA, D I J O :
QUE DEBEMOS DESESTIMAR el recurso de
apelación interpuesto por la procurador Dª. Ana Maria Boldú Mayor en
nombre y representación de D. MOHAMED B. contra la sentencia dictada
en fecha 11 de mayo de 2010
en el Procedimiento de Jurado núm.
33/10, dimanante del Procedimiento del Jurado nº 2/09 de la Audiencia
Provincial de Tarragona (sección 4ª), Causa nº 2/08 del Juzgado de
Instrucción nº 2 de Tarragona, y
CONFIRMAMOS íntegramente la
resolución recurrida, sin hacer especial pronunciamiento en materia de
costas.
Notifíquese la presente resolución al acusado a las partes
personadas y al acusado, haciéndoles saber que contra la misma cabe
recurso de casación ante la Sala Segunda del Tribunal Supremo en los
términos que previene el art. 847 de la Ley de Enjuiciamiento Criminal.
Así por esta, nuestra sentencia, lo pronunciamos, mandamos y
firmamos.
PUBLICACIÓN. La anterior Sentencia fue leída firmada y publicada en el
mismo día de su fecha. Doy fe.
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