Voto perpetuo de silencio

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Zócalo Piedras negras Martes 16 de octubre de 2012
Frase del día
OpiniónEditorial
» “La felicidad es darse cuenta que nada es demasiado importante”.
Antonio Gala, dramaturgo, poeta y novelista español.
de política y cosas peores
catón
Voto perpetuo de silencio
E
n la noche de bodas el anhelo-
so novio consumó el matrimonio con
enjundioso brío. Luego lo consumó
de nuevo, con enjundia otra vez, pero
ya no con tanto brío. Poco después lo
consumó por vez tercera, sin brío ya ni enjundia,
sino antes bien con trabajos y fatigas. Su flamante mujercita quería una consumación más, pero
en eso advirtió algo extraño en la entrepierna de
su esposo. Le dijo, preocupada: “Uno de los testículos se te puso rojo”. Responde con voz feble
el exhausto galán: “Es el foquito de emergencia.
Me avisa que ya se me agotó el combustible”...
Le dijo un tipo a otro: “No es cosa fácil hacer el
amor 10 veces en una sola noche”. Preguntó el
otro, suspicaz: “¿Tú lo has hecho?”. Con encomiable franqueza respondió el primero: “Yo no,
pero mi mamá sí”... La frase que ahora sigue no
aspira a ser célebre. Dice: “En la boda todo es
arroz. En el divorcio todo es pa-ella”. Otra frase,
en cambio, sí alcanzó celebridad: “No cabe duda:
Hay gente pa’tó”. En lenguaje de calé, o sea de
gitano, eso significa que hay gente para todo. Lo
dijo Joaquín Rodríguez, “Cagancho”, inmortal
figura de la torería. A Cagancho lo llamaban así
porque de niño vendía por las calles los ganchos
para ropa que fabricaba su papá. Pregonaba con
su voz infantil: “¡A tres reales ca’gancho!”. De
ahí el mote: Cagancho. Era guapo este torero, de
gentil y gallarda apostura. Cuando iba a torear se
vestía en su casa, a diferencia de otros diestros,
que lo hacían en un hotel. Salía al patio con su traje
de luces, hecho un sol. Su madre lo veía, arrobada, y le decía llena de emoción: “¿Y entoavía te
van a pedir que torees, Joaquinillo?”. La señora
debe haberse llamado doña Angustias. Todas las
madres de torero, y todas las esposas, se llaman
Angustias, sea cual fuere su nombre. Cierto día
Cagancho vio un cortejo de frailes que iban por la
calle. Preguntó quiénes eran. “Son trapenses -le
contestó su apoderado-. Hacen voto perpetuo de
silencio. Sólo hablan una vez al año”. Fue entonces cuando el torero sentenció, cogitabundo: “No
cabe duda: hay gente pa’tó”. Recordé esa frase
ahora que leí la noticia de que el austriaco Felix
Baumgartner se lanzó en caída libre desde una
altura de 39 mil metros y algunos centímetros.
Quería romper la barrera del sonido, sin pensar
que ya está bastante rota. Quizás el hazañoso
deportista se confió en su nombre, que por ser de
gato le garantiza al menos siete vidas. El caso es
que mostró de nuevo la inquebrantable voluntad
del hombre por ir siempre plus ultra, o sea más
allá, como hace cuando pone la mano en la rodilla
de una dama. Así, en caída libre, va también la
economía del mundo. Y atada a esa economía va
la de México, sólo que sin paracaídas. Prendida
con alfileres -con seguros no- está la economía
mexicana. Al menor estremecimiento del resto
de las economías, sobre todo de la de nuestros
vecinos del norte, sufrirá un colapso. No quisiera
yo estar cerca. Por si las dudas me iré a tomar un
pediluvio -se oye feo, pero es algo muy curativoen Hermanas, pintoresco lugar de aguas termales en mi natal Coahuila. (Antigua hacienda ésa,
como San Juan y Guadalupe. El gran presidente
don Lázaro Cárdenas se propuso entregar sus
vastas extensiones a los campesinos. Les dijo
Un político a la mexicana don concho
indicador
polÍtico
Reciclen
sus narices
» Buendía: Fuegos de
artificio
» Libro oportunista de
Granados
S
A
yer pasé toda la
mañana tratando de enten-
I algo destacó en
el oficio periodístico
trata el asesinato del columnista de Excélsior el 30 de mayo
de 1984, se basa en páginas de
los 57 tomos de las causas penales 104/889 y 107/89, redactado
por Tomás Tenorio Galindo, periodista investigador de asuntos
político-policiacos y funcionario público. El libro sólo incluye
doce y media páginas de Granados sobre el asesinato, pero con
conclusiones y ninguna indagación propia o razonamiento; son
páginas que simplemente acusan a Zorrilla.
La parte de Tenorio Galindo -treinta y ocho y media
páginas, el 13% del total- mezcla
los datos de los documentos de
la causa penal con conclusiones
propias, pero sin llegar a hacer
siquiera algún razonamiento
lógico; peor aún, ese resumen
peca de inducciones tramposas
que tratan de eludir las contradicciones en las declaraciones
ministeriales. Por tanto, no se
trata de un texto de periodismo
analítico sino de una causa penal adicional basada sólo en el
criterio original de que los datos
oficiales tienen que probar que
Zorrilla fue el único operador
del asesinato de Buendía.
De ahí que el libro acreditado póstumamente a Granados Chapa -y que hoy martes se
presentará públicamente- no sea
Cosas Nuestras
Jorge Villegas
Uno en uno
N
ordenando
el caos
Dalia Reyes
carlos
ramÍrez
de Manuel Buendía, el
de la investigación a
fondo fue el prioritario. Por eso decepciona quienes
aprovechan materiales a medio
redactar para beneficiar al autor
y no al protagonista.
El libro Buendía: el primer asesinato de la narcopolítica en México, acreditado a
textos que estaba trabajando
Miguel Ángel Granados Chapa
antes de morir, frustra el intento
de lo que se quiere imponer: La
existencia en 1984 de la narcopolítica. Y no porque no existiera, sino porque el armado de los
textos queda sólo en apuntes carentes de investigación periodística más allá de los recortes, los
rumores y las intenciones ajenas
a la denuncia profesional.
En todo caso y de manera
paradójica, los textos de Granados que sus descendientes
decidieron publicar sin el rigor
periodístico sólo confirman que
Buendía fue asesinado cuando
comenzaba a publicar algunas
informaciones sobre el narcotráfico en México, pero sin probar la tesis de que el asesino fue
José Antonio Zorrilla Pérez, entonces director de la Federal de
Seguridad, la policía política del
Estado dependiente del secretario de Gobernación y del Presidente de la República.
Los datos de los textos
de Granados parecen tener -tal
cual fueron redactados- la intención previa de incriminar
a Zorrilla como el operador y
único autor del crimen. Sin embargo, en los textos no existe
ninguna investigación real, a
fondo, propia, sino sólo el registro de versiones, muchas de
ellas contradictorias. Extraña
el hecho porque Granados era
un periodista riguroso en la
confirmación.
La parte central que
en un discurso: “¡Vamos a repartir San Juan!
¡Vamos a repartir Guadalupe! ¡Vamos a repartir
Hermanas!...”. “¡A mí me aparta tres!”, gritó un
inverecundo barbaján sin mostrar respeto alguno por la solemnidad del acto. Los hijos de uno
de los hacendados le anunciaron a su padre que
se iban a levantar en armas para impedir aquel
reparto agrario. Les contestó el señor: “¡Ya quisiera yo que se levantaran temprano, desgraciados!”)... Pondré ahora un par de inanes chascarrillos más como prueba de lo mal repartidas
que están las vastas extensiones de los espacios
periodísticos... La esposa de don Cornulio le preguntó: “¿Qué estás pensando?”. Él, por halagarla, respondió: “Pienso en la mujer con la que me
casé: virtuosa; casta y honesta; siempre fiel”. Le
reclama con acrimonia la señora: “No me habías
dicho que antes estuviste casado”... El doctor
Wetnose, ginecólogo y obstetra, fue a una fiesta
con su esposa. La señora advirtió que una rubia
descocada le coqueteaba a su marido. Los vigiló,
pues, con más ojos que los de Argos. De pronto el
médico y la mujer se escurrieron furtivamente
hacia el interior de la casa. La esposa los siguió, y
vio que se colaban en una recámara. Irrumpió en
la habitación hecha una furia y le dijo a la rubia:
“¡Desgraciada! ¡Mi marido entrega bebés, pero
no los instala!”... FIN.
i usted ni yo podemos acabar
con la pobreza de tantos mexicanos.
La mitad de la población sobrevive
con algún tipo de pobreza.
Los hay que no tienen ni para co-
periodístico, sino acusatorio, lo
cual no se vería mal si no fuera porque los organizadores del
material quisieron meterse de
lleno -y de paso a Granados Chapa- en la parafernalia periodística del ambiente del narcotráfico.
Peor aún, el libro de Granados
pudiera ser la simiente de un
buen reportaje sobre el narco,
la política y el periodismo, pero
al final quedó en un libro de
escándalo.
Lo malo fue que la fallida
parte del narcotráfico oscurece la verdadera aportación periodística de Granados Chapa:
La primera aproximación biográfica a uno de los periodistas
más importantes del periodo
1970-1984 del México en crisis
de transición y fundador del
columnismo político de investigación. La parte biográfica de
la carrera profesional de Buendía es apenas el primer esbozo
para ofrecer la construcción de
un periodista crítico. Los capítulos 2 al 7 parecen ser apenas
los trazos de un análisis que ya
Granados Chapa no pudo hacer
porque el cáncer lo destruyó
tempranamente.
En la parte de Tenorio
Galindo hay contradicciones serias. Una de ellas es fundamental: La leyenda urbana dice que
Zorrilla coordinó el asesinato de
mer hoy, menos para vestir.
Abundan los que no tienen ingresos, los de despensa vacía.
Con el hambre de todos, nada más no podemos
hacer mucho.
Pero está a nuestro alcance resolver el hambre
de una sola familia.
Como en asuntos ecológicos, hay que pensar
globalmente, pero actuar localmente.
No se preocupe por el hambre del mundo; sólo
por el de su prójimo.
[email protected]
Buendía la tarde del 30 de mayo
y lo hizo desde su oficina, donde dio órdenes personales a uno
de sus comandantes, Juventino
Prado, para matar al periodista. Sin embargo, investigaciones
posteriores probaron que Zorrilla no estuvo en su oficina a la
hora denunciada por Prado, sino
que comía en un restaurante. El
redactor Tenorio Galindo resuelve el misterio con la conclusión propia de que las instrucciones del crimen las pudo haber
dado Zorrilla desde su oficina “o
desde el (restaurante) Champs
Elysées”.
Luego narra la “confesión” de Rafael Moro Ávila, el
rockero y agente de la Federal
de Seguridad que fue sentenciado como asesino material, pero
resulta que hubo retractaciones
de Moro y su propia confesión
debió de haber quedado sin valor. Además, hay un misterio no
resuelto: La Policía hizo un muñeco de tamaño natural del asesino y su complexión es mucho
menor a la de Moro. Asimismo,
Tenorio resuelve a su modo otra
contradicción: El color de la piel
del asesino, según testigos, era
oscura; por tanto, afirma Tenorio, Moro “iba maquillado con
tono oscuro, seguramente para
confundirse con El Chocorrol”,
presunto cómplice de Moro, pero
más bajo, flaco y moreno.
Paradójicamente,
la
lectura del libro organizado por familiares y acreditado
a Granados Chapa sólo confunde las versiones oficiales y deja
la sospecha de que Zorrilla no
asesinó a Buendía. Y lamentablemente el libro no cumple con
el objetivo del título respecto a
la narcopolítica, porque deja la
conclusión de que Zorrilla habría actuado como asesino solitario pero sin contexto político.
der el interlocutor previsto en
los canales para señoras, ésos
en donde todo es “facilísimo”,
“baratísimo” y muy mono, hasta el conductor, persona entre hongo y caballero que
nunca llega a ser “guapísimo” porque, si
así fuera, estuviese en E Entertainment
Latino.
No, en éstos aparecen, primordialmente, mujeres. Son guapas,
aunque no demasiado, quizá para no apabullar a la televidente ni despertar sospechas si al marido le interesa el pastel con
rosas de glasé que construye la conductora. Están bien presentadas, pero tampoco
parecen inalcanzables, creo con la finalidad de convencernos de esa cansada frase: Si yo lo pude hacer, tú también.
¿Ah, sí? Pues entonces que me
expliquen en dónde voy a encontrar las
chapas torneadas y esmeriladas, bañadas en color cobre con pátina avejentada
que, seguramente, tenemos por ahí guardadas. ¡Por Dios, quién tiene eso en casa,
así como conservar un botón que podríamos necesitar en el futuro!
Además de suponer que alguien puede guardar una crinolina
verde limón con doble vuelta en tul carnaval, todavía se atreven a orientarnos
sobre lo importante que es reciclar las
cosas atestadas en el clóset del olvido.
Entiendo que minimizar la
complejidad de las manualidades
sugeridas es una estrategia para mantenernos sujetas al mismo canal, pero
están ignorando una parte “importantísima”: Nuestra tolerancia a la frustración
tiene un límite, señoras y hombre de la
tele. Nada más esta semana me abstuve
de fabricar una lámpara, decorar la pared del comedor, cocinar chiles rellenos
de marisco y tapizar la lavandería; claro, todo por mi necedad de no tener una
cornamenta de venado guardada en el
armario, carecer de 25 espejos redondos
sobrantes de algún otro trabajo, no guardar en mi alacena una lata de langostas
agridulces, ni contar con 435 pedazos de
papel tapiz que me hubiesen quedado de
otra monería.
Para empezar, los venados están casi extintos acá, no tengo armario,
no suelo enlatar langostas con limón, y si
me sobra medio millar de papeles cuando voy a tapizar, es que soy un verdadero
fracaso reparando mi casa.
Les juro que trato de encontrar
sentido y parecer simpática ante la chica que, buenamente, da sus consejos de
cómo esmerilar un vidrio con quién sabe
qué herramienta, muy fácil de conseguir
en cualquier tienda en donde vendan
esa clase de herramientas para esmerilar esa clase de vidrios… pero no puedo.
Empiezo a sentir un calor en el abdomen,
me sube hasta la coronilla y siempre termino tomando el control remoto y veo,
por enésima vez, un capítulo de The Big
Bang Theory.
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