Fácil golpe de mano. Fueron unas guerrillas cómodas. Pasada la noche, como de costumbre, a descansar y esperar que volviera. Nos apostamos a un par Km. de un campamento pistolo, no recuerdo la unidad. Mientras descansábamos ocultos, Bios velaba y llevaba horas estudiando sus movimientos con los prismáticos. Sabíamos que no era buena señal. Se confirmó. Como faltaba mucho para entrar en acción y los pistolos estaban confiados de día, no se le ocurrió otra cosa que pasar el rato con ellos. Creo que nunca le vi descansar. El plan era simple. Hacernos con un camión, ocultar nuestras Boinas, cambiar el color de nuestros brazaletes e infiltrarnos por el morro y de día por la carretera enemiga como pistolos y entrar por la puerta grande al campamento. Una vez dentro, sin parar el camión que daría media vuelta sobre la marcha tras haber saltado de él, abriríamos fuego a discreción armando el máximo barullo posible, dejarles sin cocina y de paso joderles los vientos de las tiendas. Como siempre, vaya. Debía ser muy rápido, antes de que reaccionaran porque nos metíamos a plena luz en la boca del lobo. Surtió efecto. En un plis plas estábamos dentro del campo. La señal de repliegue estaba acordada al sonido del claxon del camión. Como el camión no paraba, una vez dada la vuelta y llegando de nuevo a la entrada, hacía sonar su claxon y al oírlo debíamos subir en marcha rápidamente para largarnos. Claro y fácil. Así nos reiríamos un rato y haríamos tiempo sin aburrirnos. Menos para este pringado. El primero que salta. Va palante sin ver más que los objetivos a batir suponiendo que el resto viene detrás haciendo su labor, como así fue. Sigo avanzando. Van cayendo tiendas, un montón de disparos y de ruido. Los zombis pistolos, aún aniquilados, ya recuperados de la sorpresa inicial se resisten a dejar escapar una codiciada presa COE y se abalanzan sobre nosotros. ¿Nosotros? El menda que se gira y se encuentra totalmente solo con el camión en el quinto coño y el resto del pelotón ya subido en él. Contra más avanzaba, mas me separaba del camión que avanzaba en dirección contraria y con tanto ruido no había oído la señal. Media vuelta y pies en polvorosa. Imaginaos la escena tras correr toda la distancia que me separaba del camión, a un par de metros de él, con los pulmones saliéndose por mi boca por la carrera, los compañeros alargaban sus brazos para cogerme. Notaba físicamente las manos de los pistolos intentando agarrarme. Ya hacia rato que había lanzado el Cetme dentro del camión y también alargaba los brazos para que me cogieran en volandas. Una imagen me quedó grabada. Tropezando con mi propia lengua y a escasos centímetros de mi salvación, por la ventanilla del copiloto asomaba medio cuerpo con Boina y galones. Bajo ella, la sonrisa del maligno que estaba a punto de troncarse en carcajada cada vez que le ordenaba al conductor: “Acelera, acelera” en cuanto me acercaba. Cuando me distanciaba le indicaba que le dejara acercarme. Así una y otra vez. No se cuanto duró eso, pero mucho más que el tiempo que ha pasado y no lo he olvidado. Tras varios intentos, permitió que me acercara lo suficiente para que una mano del camión me asiera y de un tirón me subieron mis compañeros. El conductor puso la directa y nos largamos. Ese día confirmamos una vez más el talante lúdico de nuestro líder que siempre velaba por nuestra diversión y que ya conocíamos. Después nos reímos un buen rato (unos más que otros). CRÓNICAS DE LA COE-102