Planificando el desastre ecológico: Impacto del cierre del caño

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ANTROPOLOGICA
91, 1999: 31-56
Planificando el desastre ecológico:
Impacto del cierre del caño Manamo
para las comunidades indígenas y
criollas del Delta Occidental (Delta del
Orinoco, Venezuela)
Alvaro A. García Castro
H. Dieter Heinen 1
Introducción
Presentamos aquí un breve resumen de un caso de desastre
ecológico de gran magnitud que tuvo lugar en el Delta del Orinoco
(Venezuela) y afectó gran parte del actual Estado Delta Amacuro y parte
del Estado Monagas, con graves consecuencias para el medio ambiente
físico y humano, siendo especialmente afectados los indígenas Warao.
En los actuales momentos, cuando se inicia en el Delta del Orinoco una
nueva intervención a gran escala, con las nuevas prospecciones
petroleras, creemos necesario hacer un balance de los acontecimientos a
treinta años del cierre del caño Manamo.
Dentro del proyecto de desarrollo nacional implementado en la
década de 1960, el gobierno venezolano decidió convertir el Delta del
Orinoco en el principal abastecedor de agroalimentos para la Guayana
venezolana 2, entonces en franco proceso de crecimiento industrial y
demográfico. Para ello, se decidió intervenir el Delta, construyendo una
serie de grandes diques y otras obras que impedirían que las crecidas
estacionales del Orinoco inundaran miles de kilómetros cuadrados
supuestamente aptos para la agricultura. En 1965, en una primera fase
del proyecto, el caño Manamo fue cerrado, pero las graves consecuencias
ecológicas negativas resultantes paralizaron las fases siguientes.
1
En el transcurso de esta investigación fueron entrevistadas las siguientes personas, a
quienes queremos expresar nuestro agradecimiento: en Guacajara (caño Pedernales): José
Silva, dirigente indígena. En Jotajana (caño Cocuina): Martín Subero Monterola (a) “Bolívar”,
comisario. En Tucupita: Adolfo Zambrano, ingeniero agrónomo, director de la Oficina Regional
de Ayuda al Indígena (ORAI); Dr. Sergio Dellán, médico; Aquiles Amarés, ingeniero agrónomo;
Josefa Fernández, comerciante; Ramón Pagola, comerciante. En La Horqueta: Manuel Gómez,
comerciante, agricultor y ganadero; Ladislao Bermúdez, agricultor y ganadero; Héctor Hernández,
ganadero; Tomás Lazarde, comerciante, ganadero, agricultor; Ramón Ceballos, comerciante de
maderas; Luis Martínez, comerciante de maderas; Víctor Gómez, agricultor, obrero (Warao). En
Caracas, muy especialmente a Ronald Egea, ecólogo, quien para el momento del inicio de los
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A raíz de esta intervención, si bien no se obtuvieron las miles de
hectáreas que se habían previsto para los grandes cultivos extensivos
que convertirían el Delta del Orinoco en el “granero de Guayana”, no es
menos cierto que las crecientes estacionales del gran río dejaron de ser
una tragedia anual y un límite a la ocupación criolla en esta parte del
Estado Delta Amacuro. Sin embargo, para miles de indígenas Warao,
este hecho constituyó una profunda alteración de su hábitat natural y de
su modo de vida tradicional.
Como consecuencia de estos cambios, se produjeron migraciones de
indígenas desde las zonas afectadas, especialmente el área costera del
Golfo de Paria, hacia otras partes del Delta y hacia algunos centros
urbanos cercanos como Tucupita y La Horqueta, donde se instalaron en
busca de recursos adicionales en substitución de actividades como la
pesca y la horticultura, que se vieron gravemente afectadas por las
consecuencias del aumento en la salinidad de las aguas y la acidificación de los suelos.
Los datos reseñados provienen, en primer lugar, de fuentes oficiales
venezolanas: Corporación Venezolana de Guayana (CVG), Ministerio del
Ambiente y de los Recursos Naturales Renovables (MARNR), la Fundación para el Desarrollo Agrícola (Fusagri) y la Comisión de Planificación
Agraria y Recursos Hidráulicos (Coplanarh). En segundo lugar, de
bibliografía antropológica especializada, tanto de autores extranjeros
como venezolanos; en tercer lugar, de información recogida en la prensa
nacional; y por último, de la información obtenida en entrevistas con
antropólogos, ecólogos, habitantes de Tucupita y La Horqueta, e
indígenas Warao, cuyas experiencias profesionales y/o vivencias
personales les permiten establecer comparaciones entre la época
anterior al cierre y la actual.
trabajos de construcción del dique por parte de la CVG, se encontraba asignado a la Guardia
Nacional con el grado de capitán, encargado de la supervisión de aquella zona; advirtó desde
un principio las posibles consecuencias que iban a desencadenarse más tarde; sus observaciones,
sin embargo, fueron desestimadas.
2
En la época colonial, se conocía como Guayana toda la región comprendida entre los ríos
Amazonas y Orinoco, hasta el Río Negro y el Brazo Casiquiare. La división político-territorial de
la época republicana creó luego el Estado Guayana, donde se encuentran hoy los Estados
Amazonas, Bolívar, Delta Amacuro y la actual zona en reclamación de la Guayana Esequiba.
El 11 de junio de 1969 se creó la Región de Guayana, circunscripción administrativa que abarcó
el territorio del entonces Territorio Federal Delta Amacuro, hoy Estado Federal, y el Estado
Bolívar, menos el Distrito Cedeño (FP 1997,II:597).
32
Mapa 1
El Delta del Orinoco
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El Delta del Orinoco y sus habitantes
El Delta del Orinoco está situado al noreste de Venezuela, entre las
coordenadas 8° 30' y 10° de latitud norte y 6° 40' y 62° 30' de longitud
oeste, con una extensión aproximada de 23.700 km2 (MARNR 1982:3), en
la zona intertropical. Su clima es cálido y húmedo, registrando una
temperatura media anual de 26° C, con un índice pluviométrico entre los
1.250 y 2.000mm anuales. Formado por numerosas islas y caños,
conforma casi en su totalidad el Estado Delta Amacuro, de 40.200 km2,
con capital en Tucupita (Vila 1964:12).
Es éste un estuario en expansión originado por la sedimentación
que arrastra el río y por los depósitos que deja la corriente marina que,
desde el río Amazonas, pasa frente a las costas de la Guayana Francesa,
Surinam y Guyana (Andel 1967). Siendo una consecuencia de la
desembocadura fluvial y las corrientes marinas, la superficie del Delta
está formada, casi en su totalidad, por suelos inundables, marismas e
innumerables islas y caños; afectados, primero, por las crecientes
estacionales del Orinoco y luego, por las mareas de la costa. Al mismo
tiempo, su altura sobre el nivel del mar va aumentando a medida que se
acerca al ápice, donde el gran río se divide en los numerosos brazos y
caños que desembocan en el mar. Estas características determinan
varios paisajes y ecosistemas diferenciados.
El caño Manamo es el brazo del Orinoco situado más al oeste del
Delta y su nombre se deriva de la palabra Warao manamo, «dos». En los
muchos sitios donde el río se bifurca, los Warao llamaban sus brazos
Manamo Aida y Manamo Sanuka, traducido por los criollos como
Manamo y Manamito.
Los Warao
El Delta es, desde hace milenios, el hábitat tradicional del pueblo
Warao, cuyo gentilicio traducen ellos mismos como: Waha= «Ribera baja,
anegadizo, marisma» y Arao= «Gente, habitante» y que se contrapone al
de Hotarao, de Hota= «Lugar elevado, tierra alta o seca» y Arao= «Gente,
habitante», con el cual se refieren a todos aquellos que viven en tierra
alta, criollos e indígenas no Warao (Lavandero 1991:7). En 1990 fueron
censados 84.564 habitantes en el Delta Amacuro(Venezuela. OCEI
1992)3, el 25% de los cuales está integrado por individuos pertenecientes
a la etnia Warao. Actualmente se estima que éstos, incluyendo los que
habitan parte de los Estados Monagas y Sucre, deben ser unos 29.000.
Su subsistencia ha estado basada en la recolección de la fécula (ohidu
3
La población estimada de este Estado para 1998 es de 120.000 habitantes, 50% de los
cuales residen en el área de Tucupita.
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aru) de la palma moriche (Mauritia flexuosa), la pesca y, más recientemente, el cultivo del ocumo chino (Colocasia esculenta).
Según la concepción de los Warao, el mundo descansa en un
equilibrio entre el hombre, la naturaleza y los seres sobrenaturales. Toda
intervención humana del mundo natural produce necesariamente
consecuencias que pueden resultar funestas para los humanos, por lo
tanto, es indispensable que exista una compensación apropiada para
aplacar a los espíritus de la naturaleza. En esta visión del mundo, el
estado ideal, tanto de las cosas inanimadas, de los animales, plantas
como el del hombre mismo, es el equilibrio, cierta armonía, dentro de un
sistema inmanente que contempla la transformación, el desarrollo y la
muerte, entendida ésta no como un final, sino como el paso a la
dimensión sobrenatural, donde todas las cosas permanecen con sus
mismos atributos que tenían en vida. Por lo tanto, es ésta una
aproximación al mundo material que los rodea totalmente opuesta a la
del concepto religioso judeo-cristiano, por un lado y positivista, por otro,
en el que el hombre ha sido creado y poseee el derecho de “someter” a la
naturaleza para su provecho (Heinen 1980:193-195).
El cierre del caño Manamo
Fue éste un megaproyecto planificado y ejecutado por el Gobierno
venezolano, a través de la Corporación Venezolana de Guayana (CVG), a
mediados de la década de 1960, con la finalidad de crear enormes
extensiones de tierras productivas para abastecer la región de Guayana,
en pleno proceso de desarrollo industrial. Su carácter fue eminentemente tecnocrático y “desarrollista”, impuesto por el Ejecutivo según la
tendencia prevaleciente en Venezuela en ese momento, dentro del cual
no se previó consultar con la población indígena ni campesina.
El Proyecto
A partir de 1959, el desarrollo del complejo siderúrgico de Guayana
provocó un súbito aumento demográfico que creó, a su vez, un
desabastecimiento de productos, especialmente agropecuarios, que
debían ser traídos desde otras partes del país, con el consiguiente
encarecimiento en los costos. Esto hizo necesario que se estudiara la
necesidad de proveer a esa región de un sistema de abastecimiento en
cantidades suficientes para el futuro; como condición indispensable, la
fuente principal de productos agropecuarios debería estar cerca,
abaratando así los costos de transporte hacia la región guayanesa. El
Delta del Orinoco pareció ser la solución más obvia tanto por su
vecindad con el complejo industrial de Guayana como por su supuesto
potencial agrológico (CVG 1965b:4; 1966: 3.1-3.5).
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El instrumento para ello fue la Corporación Venezolana de Guayana
(CVG), un instituto autónomo creado el 12 de diciembre de 1960,
mediante el Decreto N° 430, en el cual se creaba, al mismo tiempo, el
Estatuto Orgánico del Desarrollo de Guayana. Caracterizado como una
organización tecnocrática, más que burocrática, que tendría como
finalidad llevar a cabo la realización de los objetivos de desarrollo
indicados en los planes nacionales en la región de Guayana (Estado
Bolívar y los entonces Territorios Federales Amazonas y Delta Amacuro),
la CVG se encargaría de promover el desarrollo industrial de la región
según los lineamientos del Plan de la Nación (Izaguirre 1976:2; CVG
1985:1).
Para ello, la CVG llevó a cabo varios estudios previos de factibilidad,
e inició la construcción de una serie de diques que dejarían al
descubierto más de 300.000has de tierras, en el Delta del Orinoco,
supuestamente aptas para el desarrollo intensivo de la ganadería y la
agricultura (CVG 1965a:VI-1).
Origen del proyecto
La pobreza de los suelos del escudo de Guayana, sur de Anzoátegui
y Llanos de Monagas, los hacía insuficientes para las necesidades
agropecuarias futuras de Guayana. La solución, al parecer, estaba en el
Delta del Orinoco, cuyos suelos, supuestamente fértiles, estaban
desaprovechados debido a las crecidas estacionales del gran río (CVG
1964:12-15). Estas han llegado en ocasiones a sobrepasar, en los meses
de julio – agosto, los 15 metros por encima del nivel más bajo que se
registra en el mes de marzo. Crecidas especialmente fuertes se
presentaron en los años 1892, 1927 (PP. Capuchinos 1945) y 1976. Los
planificadores de la CVG supusieron, al parecer, que si se protegían
ciertas partes con un sistema de diques o pólders, se obtendrían a bajo
costo miles de hectáreas aptas para labores agropecuarias intensivas,
solucionando así el problema de abastecimiento futuro de Guayana (CVG
1965a: VI-1).
Características del proyecto
En 1960 la CVG encargó al Sector Agroforestal, adscrito a la
División de Estudios, Planificación e Investigación, que iniciara una
serie de estudios en el Delta, en la Isla Macareo, entre el caño de este
nombre y el Manamo, donde se consideró la construcción de un pólder
(CVG 1965a:VI-2). Estos estudios arrojaron la cifra de 10.000 km 2 de
tierras potencialmente aprovechables, que cada año quedaban durante
varios meses cubiertas por las inundaciones del Orinoco. En 1964, se
elevó aquella oficina al rango de División de Recuperación de Tierras y
Desarrollo Agroforestal (CVG 1965a:VI-1 y 2).
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Según una fuente, una empresa holandesa, al parecer, determinó la
inviabilidad del sistema de pólders, recomendando no intervenir la zona
(Egea, comunicación personal 1996). No obstante, el 21 de mayo de
1964, le fue encomendado a la empresa IARTA un estudio del potencial
agrícola de la zona inicial delimitada, de 283.260has, que determinó que
de éstas, 79.670has (28,12%) eran suelos de clase III-A y III-B, aptas
para cultivos; 172.330has (60,84%) eran suelos de clase IV, sólo para
cultivos limitados, más bien apropiadas para pastizales; el resto,
31.260has (11,04%) eran suelos de clase VI y VII, impropios para fines
agrícolas (CVG 1964:11,13). El informe indicaba también que las
particulares características de los suelos deltaicos ameritaban llevar a
cabo una profunda intervención de los mismos (fertilizantes, defensas,
riego), bajo estricto control, que garantizara el manejo racional de dichos
suelos, y recomendaba continuar los estudios en el futuro para evaluar
con precisión el potencial agroeconómico del Delta (CVG 1964:1315,22,39-40,69-73).
La continuación de estos estudios arrojó posteriormente la cifra de
250.000has de tierra aprovechables para uso agropecuario en las zonas
altas al sur del Estado Monagas, libres de inundaciones, y 300.000has
más, en las zonas inundables del mismo Estado y el entonces Territorio
Federal Delta Amacuro. Se llegó a decir que “la calidad de los suelos
desde el punto de vista agrológico es una de las mejores de Venezuela”
(CVG 1965b:4). Las investigaciones agrológicas habían ya determinado
en los primeros estudios que el área más prometedora era la comprendida por Manamito, Isla Guara y Río Grande (CVG 1964:13). Se llevaron
a cabo levantamientos topográficos, cartográficos, meteorológicos,
estudios hidrológicos, socio-económicos y experimentos de adaptabilidad
de nuevas especies vegetales a las condiciones particulares de la región
(CVG 1964:9-15 y CVG 1965a:VI-10-12). El total de tierras recuperadas
sería de 333.984has, 40.960 de las cuales, es decir, el 12,3%, como
aptas para los futuros desarrollos agrícolas, es decir, cultivos limpios, en
buenas condiciones físicas, con capacidad para producir abundantes
cosechas con la aplicación de técnicas agronómicas adecuadas (CVG
1965a:VI-11-13).
El factor hidrográfico se consideró suficientemente conocido; para el
caño Manamo se calculó que pasaba por él sólo el 11% del caudal del
Orinoco en su nivel más alto, el cual sería desviado por el caño Macareo
al concluir las obras de la primera fase. Las fluctuaciones del nivel del
río se refirieron a observaciones realizadas por el Instituto Nacional de
Canalizaciones y una compañía minera. En Inglaterra, el laboratorio
Hydraulic Research Station en Wallingford elaboró dos modelos
hidráulicos con los datos proporcionados por la CVG, y en Venezuela se
construyó un tercero. Para la época de la publicación de este informe
que citamos (CVG 1965a), se hicieron además otros estudios en la Isla
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Mapa 2
El Delta del Orinoco y las obras de cierre proyectadas
Guara, margen izquierda del caño Guara e Isla de Manamito, para
determinar: A) Tenencia y uso de la tierra. B) Sistemas convenientes de
explotación agropecuaria. C) Utilización y disponibilidad de mano de
obra familiar y asalariada. D) Mercadeo de los productos agropecuarios.
E) Rendimiento económico de las explotaciones actuales. F) Servicios
crediticios y técnicos y G) Aspectos sociales (CVG 1965a: VI-14-18). En
total, se identificaron 67. 900has aprovechables para uso agrícola en el
Delta y sur del Edo. Monagas.
En una segunda fase, se represaría también el caño Macareo y
posteriormente se prolongarían los diques por la margen izquierda del
Río Grande, para liberar de las inundaciones la cuña de tierra
comprendida entre ambos, quedando así resguardada la casi totalidad
de las tieras del Delta, unos 2.000.000 de hectáreas. (CVG 1965a:VI-1,
VI-30).
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Se hicieron también estudios de aclimatación de las nuevas especies
vegetales, tanto comerciales como para forraje, en la zona de Barrancas
y Uracoa; se sembrarían en las áreas protegidas unas 15.000has. En
1964 se creó un centro de investigaciones agrícolas en esta última
población. También se sembraron frutales y árboles maderables. En Isla
Guara se hicieron ensayos para determinar la carga de cabezas de
ganado que podían sostener diversas especies de pastos (CVG 1965a:VI18-24).
Para entonces la especial composición de los suelos deltaicos era
conocida, incluso se había recomendado extremar las precauciones y
someter el proyecto a un estricto control que garantizara el manejo
racional al intervenir el ambiente, no sólo por lo significativo de la
inversión a realizar, sino “a causa de las peculiares y delicadas
características de sus suelos” (CVG 1964:69-70). En un informe
adicional se hacían sugerencias para el manejo de los recursos naturales
y humanos, incluyendo los indígenas, advirtiendo que, para esa fecha,
tanto el potencial agrológico, como las características hidrológicas de la
zona eran aún desconocidos (CVG 1965c:1). Se encontraban ya aquí,
como podemos ver, todos los elementos que contenían la clave del
delicado equilibrio ecológico deltaico.
No obstante, es evidente que, independientemente de los estudios de
factibilidad, las obras del cierre eran un hecho consumado, como lo
prueba el que, a mediados de 1964, es decir, simultáneamente con la
realización de tales estudios “previos”, se iniciaban ya los trabajos de
construcción del dique marginal que controlaría las inundaciones de la
margen izquierda del caño Manamo y las obras de vialidad que
permitirían la salida de los productos de esa zona. Le siguieron a éste el
dique-carretera que atraviesa el caño Manamo sobre una presa de cierre,
que debía, en principio, seguir hasta el caño Macareo en su confluencia
con el Tucupita.
En esta primera fase, se protegieron de las inundaciones
970.000has; la segunda fase, como ya dijimos, debía culminar con la
construcción de un dique marginal en el Río Grande, para proteger de
las inundaciones la casi totalidad de las tierras deltaicas, más de
2.000.000 de hectáreas (CVG 1965a:30; 1966:1.,2.). Las consecuencias
ecológico-sociales que se presentaron inmediatamente después de
c o n c l u i d a l a p r i m e r a f a s e , e s d e c i r , e l c i e r r e d e l c a ñ o Manamo,
paralizaron la continuación del proyecto. Hasta el día de hoy, pueden
verse los pilotines con los cuales trataron de cerrar el caño Macareo en el
inicio de esta segunda etapa inconclusa.
Con relación a la población Warao y el posible impacto que tendrían
estas obras sobre su hábitat natural y sus costumbres, hubo al menos
dos estudios previos. Uno de ellos recomendaba medidas precisas para
minimizar las consecuencias que las obras podrían tener sobre el medio
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Mapa 3
El cierre del caño Manamo y la zona afectada
y la cultura Warao (CVG 1965c:5); en el otro, sin embargo, se subestimaba el número de indígenas (CVG 1964:28-29). A pesar de ello, estas
consideraciones no serían después tomadas en cuenta; de hecho, aun
durante la ejecución de los trabajos, había, por parte de los responsables
de las obras, un total desconocimiento de la existencia de una población
indígena en las zonas afectadas (Heinen y Urbina 1986:116).
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Consecuencias
A fines de 1965 quedó terminado el cierre del caño Manamo.
Consistía en un sistema de diques de 172 km de longitud que impidieron
que las aguas del Orinoco, a través de los caños Manamo, Pedernales,
Cocuina y Tucupita, inundasen las Islas Guara, Manamito y Cocuina
durante los meses de mayo a octubre, protegiendo parcialmente las Islas
Tucupita y Macareo. Durante las inundaciones de 1966, quedaron
efectivamente protegidas unas 170.000has en el Delta y sur de Monagas.
Posteriormente, los efectos secundarios ocasionados por la salinización
de los caños y las inundaciones producidas por las lluvias en el interior
de las islas, obligaron a emprender la construcción de un sistema de
drenaje superficial de 155 km de canales primarios y 792 km de canales
secundarios; en la desembocadura de aquéllos se instalaron, además,
compuertas que se cerraban durante la marea alta y se abrían durante
la baja, para evitar que el agua salobre penetre en el interior de las islas.
Como estaba previsto, en las tierras que quedaron protegidas de las
inundaciones por las obras de cierre, se impuso el sistema de monocultivos intensivos: maíz, caraotas y arroz, principalmente; en menores
cantidades, plátanos y cacao. La cría de vacunos, viable en principio,
presentó algunos problemas debido a limitaciones de los nutrientes en
los pastizales, y se complementó con la cría de búfalos (Ramírez Serfatty
1977:13, 15, 16). Por otro lado, dos años después del cierre del caño, la
CVG se vió obligada a resolver el grave problema que para los indígenas
Warao representaron los profundos cambios operados en el ecosistema
deltaico, de los que trataremos luego. Baste decir aquí que se procedió a
reubicar a los habitantes de la zona del Bajo Delta, especialmente los de
Dauwaha y del caño Morocoto, para fundar con ellos tres pueblos: Santo
Domingo de Guacajarita, El Pajar y Playa Sucia (CVG 1970; Heinen y
Urbina 1986:116).
En 1978, la versión oficial de la CVG sobre los logros obtenidos a
raíz de la intervención decía que en la Isla Guara se habían asentado
180 familias campesinas en una extensión de 4.356has; 732has para
uso agrícola y 3.624has para uso pecuario, con un promedio de
24,2has/familia. Se adjudicaron además 111 parcelas empresariales de
112has c/u, para un total de 12.395has, 5.112has para uso agrícola y
7.283has para uso pecuario. Los estudios de las Islas Tucupita y
Macareo dieron como resultado 76.500has aprovechables; 36.700 para
uso agrícola, 28.000 para uso pecuario y 11.800 como tierras marginales
(CVG 1978a:169-170).
Los informes internos emanados de la misma CVG, sin embargo,
eran más realistas y mostraban cierta preocupación por los escasos
resultados obtenidos y los graves desequilibrios producidos en la
composición de los suelos y las aguas del Delta, desde el mismo
41
momento del cierre. Según estudio de la Comisión del Plan Nacional de
Aprovechamiento de Recursos Hidráulicos (Coplanarh) en 1976, citado
en uno de dichos informes, sólo 70.000has en la zona protegida estaban
libres de convertirse en suelos sulfato-ácidos (Ramírez Serfatty
1977:10,12,14).
La CVG calculaba que a consecuencia del deterioro de los suelos,
sólo 60.000has eran realmente aprovechables para uso agropecuario, el
resto se recomendaba dedicarlo a la piscicultura, debido a la desaparición acelerada de la capa vegetal en el interior de las islas del área
protegida (Ramírez Serfatty 1977:10). Se pensaba entonces “que no vale
la pena intentar la recuperación de los suelos sulfato-ácidos por ser una
operación antieconómica” (Ramírez Serfatty 1976:3; 1977:14) y se
recomendaba extremar las precauciones para evitar la pérdida de estos
suelos para la agricultura y su capacidad para el mantenimiento de
pastos, concentrando los esfuerzos en intensificar la producción en los
suelos saneados, libres de convertirse en sulfato-ácidos, en lugar de
seguir recuperando tierras nuevas (Ramírez Serfatty 1977:12,28). Se
opinaba que sí tenía justificación el esfuerzo realizado para lograr el
autoabastecimimiento del Delta y aun cierto excedente, pero al mismo
tiempo se reconocía que nunca sería el tal “granero de Venezuela”
(Ramírez Serfatty 1977:29).
Estos informes contrastaban con la información oficial que se
destinaba al público en la misma época, en la cual se mostraba el
proyecto como un éxito sostenido (CVG 1978a:169-172).
Alteraciones al medio natural
Inmediatamente después del cierre del caño Manamo, comenzaron a
evidenciarse una serie de trastornos tanto físicos, como químicos, que
produjeron graves desequilibrios en el ecosistema deltaico.
Alteraciones edáficas
Menos de dos años después del cierre del caño, en 1967, se inició la
progresiva salinización de las tierras cercanas a los caños por los que ya
no circulaba suficiente agua dulce, proveniente del Orinoco, La
consecuencia inmediata de esto fue la inhabilitación para la agricultura
de un alto porcentaje de tierras que se habían previsto como de potencial
desarrollo en las islas (CVG 1970:1). Por otro lado, las características
particulares de la topografía deltaica produjeron a mediano y largo plazo
otra serie de alteraciones edáficas; en efecto, morfológicamente, las islas
del Delta presentan forma de plato sopero, cuyos bordes, de hasta 1 km
de ancho, se elevan de 1 a 6 m s.n.m. y es la zona de mayor concentración y profundidad de la capa orgánica apta para cultivo y donde se
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cultiva tradicionalmente mediante el sistema llamado de conuco (tala y
quema). El centro de las islas, de 0.5 m s.n.m., con escasa capa
orgánica, es predominantemente pantanoso, con problemas de drenaje.
Los suelos situados debajo de la capa orgánica son de tipo arcilloso
marino aluvional, ricas en piritas, de textura franco-arenosa a francoarcillosa (Ramírez Serfatty 1977:2-5).
Al cerrarse el caño Manamo, las tierras que quedaron fuera del
alcance de las inundaciones periódicas del Orinoco presentaron
alteraciones causadas por tres tipos de agentes, dos de ellos naturales
(físicos y químicos) y uno humano.
Causas físicas
Al llegar la temporada de lluvias, que comienza hacia abril y mayo y
debido a la forma peculiar de las islas y al problema del drenaje, el
centro de éstas quedó inundado igual que antes y el área efectivamente
aprovechable se redujo considerablemente, volviendo a quedar restringida a los bordes. La creciente salinización afectó también estas áreas, al
dejar de correr por los caños el agua dulce procedente del Orinoco. Esto
se agravó en el centro de las islas, pues allí aumentó entonces la
salinidad de la capa freática y de los suelos mismos, debido a la
ausencia de drenajes, por un lado y de corrientes de agua dulce que
podrían evitar la concentración salina, por otro. La solución que la CVG
implementó para remediar esta situación fueron el costoso y extenso
sistema de canales de drenaje primarios y secundarios y el de compuertas en la desembocadura de los mismos (Ramírez Serfatty 1977:2-3;
Romero y Olivo 1982:210-ss).
Simultáneamente, se produjo un cambio en el patrón de sedimentación de los caños que, en combinación con los cambios químicos,
provocó alteraciones de la vegetación en toda el área afectada,
favoreciendo el predominio del mangle (Rhizophora mangle) en detrimento de otras especies (Colonello y Medina 1998:148-150).
Causas químicas
Según las investigaciones llevadas a cabo por la CVG, la capa
orgánica superficial de las islas del Delta descansa sobre arcillas
marinas ricas en sulfuro de hierro que, si se encuentran cerca de la
superficie, se oxidan, formando óxidos e hidróxidos de hierro y azufre
libre que, al entrar en contacto con el agua salada, producen ácido
sulfúrico. Esto puede neutralizarse con materiales ricos en bases, muy
escasos o inexistentes en el Delta. Este ácido reacciona con las arcillas
marinas, ocasionando la liberación de aluminio estructural en tales
cantidades que pueden generar gran toxicidad en muchas plantas. Los
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suelos resultantes presentan un moteado amarillo pálido, conocido como
jarosita o sulfato de hierro y potasio, con un Ph menor de 3.5 y alta
conductividad eléctrica, típicos de los suelos sulfato-ácidos.
Estos suelos son de baja o nula productividad, causada primero por
el aluminio, que inhibe el crecimiento radicular y luego por el bajo Ph,
que produce toxicidad por hierro y manganeso. Como resultado, los
fosfatos precipitan y la capacidad de intercambio catiónico es baja. Se
calculó que en el Delta sólo 70.000has se encontraban fuera de este
riesgo (Ramírez Serfatty 1977:13-14).
Este proceso se inició a partir del momento en que la capa vegetal
comenzó a disminuir, es decir, a los dos años del cierre del caño. Los
síntomas inmediatos fueron una baja de la productividad de los cultivos
y la desaparición de los pastizales, lo cual obligó a los productores y a
los ganaderos a movilizar sus cultivos y rebaños continuamente, a
medida que el suelo se volvía estéril, en busca de mejores condiciones,
inutilizándose así más de 15.000has de tierras antes cultivables, casi
todas ellas en el Estado Monagas (Romero y Olivo 1982:210).
Causas humanas
Durante los primeros años, las siembras efectuadas en los diques o
bordes de las islas del Delta fueron satisfactorias, de una alta
productividad sin uso de fertilizantes; pero este rendimiento comenzó a
disminuir, debido, principalmente, al excesivo laboreo de las tierras,
quemas y a la degradación de los suelos que anteriormente estaban en
estado de inundación semi-permanente o permanente y que pasaron
después del cierre del caño a otro de oxidación debido a las obras de
drenaje (Ramírez Serfatty 1977:12). El ganado, por otra parte, agotó
progresivamente los pastizales y el deterioro químico del suelo obligó a
una trashumancia de los rebaños, que sumó a los factores naturales el
deterioro producido por el paso de miles de cabezas de ganado en
constante movimiento en busca de zonas aptas para pastar (Romero y
Olivo 1982:210-212; Egea, comunicación personal 1996). El resultado
fue que la capa orgánica superficial en el Delta superior y medio,
originariamente de 60-80 cm de espesor, para 1976 se había reducido a
10 cm o menos en las áreas intervenidas (Ramírez Serfatty 1977:12).
Alteraciones hidrológicas
El cierre del caño Manamo represó las aguas dulces procedentes del
Orinoco, impidiendo su salida al mar; a consecuencia de esto, el cauce
del caño se convirtió en una cuña de agua salobre tipo ría o fiordo, hasta
muy al sur, con muy poco movimiento horizontal, permaneciendo, en
cambio, el vertical, producido por las mareas. El proceso de salinización
44
afectó, por un lado, los ecosistemas animal y vegetal de los caños y sus
orillas y, por otro, las poblaciones indígenas que perdieron su principal
fuente de subsistencia: los productos vegetales habituales de su
consumo, especialmente el ocumo chino o ure (Colocasia esculenta) y
afectó en alguna forma también la pesca en los caños e islas. Los
sedimentos de los caños, en contacto con las aguas ácidas, presentan el
fenómeno de eutroficación y floculación que enturbian las aguas,
haciendo aún más inhóspito el ambiente de los caños para cualquier
especie animal, vegetal y el consumo humano; este efecto es aún mayor
en los canales grandes (Romero y Olivo 1982:208-210).
En 1976, se registraron precipitaciones excesivas en las cabeceras
del Orinoco y sus afluentes de Guayana, provocando en el Delta una
gran inundación que alcanzó alturas de hasta 13 y 15 m, efecto que
algunas fuentes atribuyeron, en gran medida, a la imposibilidad de
desaguar el exceso de caudal por el caño Manamo, cerrado para ese
entonces (Romero y Olivo 1982:210). Como consecuencia de ello, se
estima que murieron indígenas, a pesar de las labores de salvamento
llevadas a cabo por la Guardia Nacional y el ejército (Egea, comunicación
personal 1996). Dado que el número de indígenas del entonces
Departamento Antonio Díaz alcanzó para 1982 la cifra de 12.465
(Venezuela. OCEI 1985), la mayoría en zonas no afectadas por la
creciente, informes que hablan de entre 1.000 y 3.000 muertos son sin
duda exagerados. Por otro lado, existen dudas de que esta tragedia y las
otras inundaciones que se han registrado al sur del Delta, tengan que
ver directamente con el cierre de caño Manamo, puesto que se supone
que el exceso de las aguas drenaría por el caño Macareo (Heinen y
Urbina 1986:117).
La baja en la fertilidad de las tierras cultivadas intensivamente
obligó a los productores a emplear fertilizantes químicos en cantidades
cada vez mayores, que se fueron depositando en la capa freática de las
islas, reservorio de agua dulce para consumo humano, animal y vegetal;
cuando se construyó el sistema de drenaje, éste arrastró los residuos
hasta los caños, cuya escasa movilidad afectó aún más adversamente las
ya deterioradas condiciones de sus aguas (Romero y Olivo 1982:210).
Alteraciones al medio humano
La población que habitaba diversas regiones del Delta, tanto los
aborígenes como los criollos de Tucupita y otros lugares, vieron
afectadas sus condiciones de vida a raíz del cierre del caño Manamo;
alteraciones que han resultado ser irreversibles. Resumiremos brevemente primero cómo era la situación antes del cierre, tanto para los
indígenas como para los criollos.
45
La población indígena antes del cierre del caño Manamo
Los cambios en la composición de suelos y aguas, además de las
súbitas crecidas que se experimentaron en el sur del Delta, a partir del
cierre del caño Manamo, modificaron sensiblemente las condiciones de
subsistencia de los aborígenes, pertenecientes a la etnia Warao, sin
proporcionarles a la vez ninguna ventaja adicional.
Los Warao hacían uso de los recursos naturales del Delta compartiendo dos tipos distintos de hábitat: el primero eran las comunidades
paláfiticas formadas por varias familias emparentadas entre sí, en las
orillas de los caños, para la pesca y el cultivo de ocumo chino (Colocasia
esculenta), durante las inundaciones periódicas de las islas. En la época
seca, los grupos familiares se dividían para trasladarse a los morichales
en el interior de las islas, donde se dedicaban a la explotación de la
yuruma o sagú, almidón que se encuentra en el interior de la palma de
moriche (Mauritia flexuosa). Complemento de su dieta lo constituían en
primer lugar la pesca en los caños y en el interior de las islas y, en
menor medida, la cacería, la recolección de frutos, larvas, miel, etc. Las
crecidas estacionales del Orinoco, al inundar las islas, permitían la vida
y el cultivo en los bordes o albardones, a orillas de los caños.
En tiempos pasados, los indígenas fueron empleados, voluntaria o
forzosamente, como mano de obra asalariada o gratuita en plantaciones
de balatá, cacao, café, arroz, prospecciones petroleras y aserraderos;
además existía un comercio con los Arawak de Guyana, los criollos de
Trinidad y poblaciones venezolanas hasta Ciudad Bolívar; pero siempre
manteniendo la práctica de sus actividades tradicionales.
Las comunidades Warao que residen a lo largo de un mismo caño se
consideran emparentadas, formando unidades endogámicas de varios
centenares de personas, mientras que en los morichales los grupos
exogámicos, usualmente una sola familia, no pasaban de 25 personas.
Formaban una sociedad no estratificada, alrededor del eje suegro/yerno,
con una relación subyacente madre/hijas/nietas. Su sistema socioeconómico descansaba sobre la reciprocidad basada en los nexos
parentales, especialmente entre los esposos de un mismo grupo de
hermanas, aharayaba, que garantizaba la distribución equitativa de los
productos y aseguraba el sustento de aquellos incapacitados para
trabajar, niños, ancianos o quienes ejercían cargos de liderazgo.
Los indígenas después del cierre del caño
El primer fenómeno que afectó la vida de los Warao en forma directa
fue la súbita salinización de los caños y tierras del Bajo Delta, con los
consiguientes efectos nocivos sobre el aprovisionamiento de agua
potable y sobre las siembras, sumado a la desaparición de parte de la
46
Figura 1
Indígenas en los árboles (cuadro de De Bry)
población piscícola4, importante medio de subsistencia de los habitantes
de las riberas, agravada posteriormente con la floculación y eutroficación producidas por los compuestos sulfato-ácidos. En el interior de
las islas, la progresiva acidificación fue eliminando las especies de peces
morichaleros, y la pérdida de fertilidad de los suelos disminuyó los
recursos vegetales (Ramírez Serfatty 1976:1, Romero y Olivo 1982:210).
Esta situación ocasionó un éxodo de muchos habitantes de la zona
afectada: Osibu Hana, el caño Morocoto, los de caño Dauwaha y otros,
en dirección río arriba, hacia el norte de Tucupita y la zona no protegida
(Egea, comunicación personal 1996). Las siembras de arroz y de cacao
en la zona Capure-Cocuina fueron abandonadas por los criollos, que se
replegaron hacia la población de La Horqueta. Y lo mismo hicieron los
indígenas que solían trabajar en las plantaciones como mano de obra
asalariada. En general, la parte noroccidental del Delta se ha despoblado
4
Si bien con el aumento de la cuña salina en los caños algunas especies desaparecieron,
para el morocoto (Piaractus brachypomus), resultó un hábitat más favorable, con el consiguiente
aumento de su calidad.
47
sensiblemente, habiendo emigrado muchos de sus habitantes indígenas
hacia las zonas altas, centros urbanos como Tucupita, La Horqueta,
Pedernales y el Delta suroriental.
Para 1968, dos años después del cierre del caño, gran parte de los
habitantes de la zona afectada que aún permanecían en las rancherías
de origen, fueron reubicados en asentamientos nuevos como Santo
Domingo de Guacajarita, El Pajar y Playa Sucia (CVG 1970; HayesLatimer 1980:66-68; Heinen 1982:84). El nuevo patrón de poblamiento
se hizo siguiendo el modelo de los asentamientos campesinos del
Instituto Agrario Nacional (IAN), es decir, en viviendas individuales
unifamiliares, de bloques, con techos de zinc o asbesto, en disposición
de cuadrícula y calles rectas entre las casas. Cada poblado contaba con
escuela, galpón comunal y una extensión de tierras de labor con
parcelas individuales para cada familia además de una o dos parcelas
comunales. Un objetivo era la producción de excedentes que les
permitieran no sólo ser autosuficientes sino que los vinculara a la
economía nacional como proveedores de productos agrícolas y artesanales (CVG 1970; Hayes-Latimer 1980:72-73).
Estos grupos indígenas se desvincularon con el patrón socioeconómico tradicional que unía modo de producción, hábitat, vivienda y
relación parental en un todo equilibradamente homogéneo, convirtiéndose en conuqueros y asalariados de los criollos. Este cambio
provocó la ruptura del sistema de trabajo que solía estar encabezado por
el suegro/jefe, basado en la reciprocidad, creándose en su lugar grupos
de trabajadores individuales agrupados por familias nucleares y algún
hermano o hermana; estos grupos se beneficiaban del producto de su
trabajo (conuco o salario) y estaban dirigidos ahora por los yernos,
quienes actuaban de «cabezantes», substituyendo al suegro o aidamo,
separándose así del modelo de trabajo comunitario tradicional.
A esta nueva situación se le agregaría posteriormente la creación de
una élite de funcionarios: maestros, enfermeros, comisarios, ecónomos y
otros cargos gubernamentales, con mayores ingresos individuales, que
se tradujeron en un aumento del nivel de vida, similar al de los criollos,
para un reducido grupo en las comunidades; así se introducía una
estratificación social antes desconocida en las comunidades Warao.
Estas desigualdades, la desaparición del sistema de reciprocidad y su
substitución por el de ingreso asalariado individual, trajeron problemas
de desnutrición, pobreza y mendicidad.
Los nuevos asentamientos se hicieron en el Edo. Monagas, aunque
pertenecen económicamente al Edo. Delta Amacuro; en ellos predomina
la cría de ganado por parte de productores criollos, lo que ha originado
muchos abusos por parte de éstos hacia los Warao, en la forma de
ocupación de tierras, destrucción de conucos y pérdida de siembras
(Heinen 1980:235). Estos nuevos asentamientos han perdido casi todas
48
las características que los identificaban con la etnia Warao, especialmente en lo que se refiere a estructura socio-económica y cultura
tradicional, la cual ha desaparecido en gran parte, hasta el punto de ser
considerados ya como pueblos no indios, totalmente aculturados (HayesLatimer 1980:76).
El abandono de sus medios tradicionales de subsistencia desplazó a
los indígenas de esta zona hacia el mercado local de trabajo asalariado,
creando un excedente de mano de obra no calificada. Estos Warao se
emplean hoy como obreros, peones de hacienda, servicio doméstico e
incluso practican la mendicidad en los centros urbanos criollos y
recogen desechos en los basureros 5 (Heinen y Urbina 1986:117; Heinen
y García Castro 1999; Davies 1994a, 1994b; Pascual 1994; Yoyotte
1994; Martorelli 1994; Gascón 2000:8-9).
Todavía quedan algunos contingentes de Warao tradicionales en un
límite amenazado por el agua salobre, que se han movido bastante hacia
el sur. La salinización no es un problema nuevo para los Warao, pero
antes del cierre este fenómeno se daba solamente muy cerca de la costa;
aun así, se podía cultivar ocumo chino en el caño Morocoto. Actualmente
los conucos han disminuido su productividad y la estadía en los
morichales se ha vuelto obligatoria en la época seca (inawaha). Las áreas
de Capure, Cocuina, Waranoko (Guaranoco) y de Güinamorena
(Winamoruina), en tiempos pasados conocidas como muy prósperas, son
las más precarias para sus habitantes por la falta de tierras cultivables.
Sin embargo, hay que apuntar que algunos elementos Warao muy
aculturados de los asentamientos de Wakahara (Guacajara) y Pepeina,
ubicados en el caño Pedernales (Anaburu), Capure, en ese caño y
Jotajana, en el caño Cocuina del Delta Medio, acogen con beneplácito la
ausencia de las crecientes anuales a pesar de todas las desventajas
señaladas y la falta de agua potable. Estas son poblaciones que se
fugaron en los años 20 de los campamentos de balatá del área de
Simoina y otros lugares cerca de Pedernales, en la costa, donde
prestaron trabajos forzados bajo condiciones infrahumanas. En esa
época, se juntaron con familias de pescadores margariteños y se
establecieron río arriba. Allí se oye la opinión que la oportunidad para
ellos sería una extensión de cultivos en tierra alta junto con la cría de
peces y algo de ganadería, además de la cercanía a Tucupita para los
servicios asistenciales y posibilidades laborales.
5
Debemos destacar, no obstante, que la mendicidad urbana sistemática como fenómeno
reciente y estrategia de supervivencia entre los Warao no se originó en el Delta Occidental sino
en ciertas zonas del Delta Sur-oriental y tiene otras causas. Esta difícil situación actual está
siendo aprovechada inescrupulosamente por individuos y entidades que capitalizan el problema
indígena para la obtención de fondos de ayuda que no suelen llegar a los necesitados.
49
La población rural antes del cierre del caño Manamo
Otro sector afectado por los cambios en el medio ambiente provocados por el cierre del caño Manamo, fue el de los agricultores criollos
allí establecidos, sobre todo conuqueros. La población rural criolla de
pequeños asentamientos y fincas que se encontraba en la zona afectada,
tenía sus sembradíos en la zona de dique o borde insular ya mencionada, con pequeñas siembras de yuca, ocumo blanco, maíz, frijol,
naranja criolla, aguacate, cambur y plátanos; la caraota no era un
cultivo típico del Delta y ni siquiera forma parte de la dieta habitual,
tanto de indios como de criollos. Había algunas prósperas haciendas de
cacao de 3 ó 4has, combinadas con ocumo y piña. Los excedentes se
comercializaban en Trinidad. La ganadería era de tipo trashumante,
pastando en las islas en tiempo de sequía y trasladándose gradualmente
a las sabanas altas, a medida que el río subía, en época de inundaciones. Este sistema no producía agotamiento de los suelos, a pesar
del elevado número de cabezas de ganado (Ramírez Serfatty 1977:16-17).
Los campesinos después del cierre
A partir de 1966, al quedar enormes extensiones de tierra protegidas
de las inundaciones, estas pequeñas plantaciones fueron substituidas
principalmente por cultivos intensivos de maíz, caraota y arroz, con un
promedio de 10 a 15has por persona, y se impuso la necesidad de
introducir técnicas de mecanización para su laboreo. La política
crediticia pretendió desestimular cualquier otra producción que no fuese
la de los rubros mencionados, por lo cual sólo ellos recibieron crédito y
facilidades para la adquisición de insumos (maquinaria, aperos, y
posteriormente, fertilizantes); las siembras de ocumo, plátano, yuca o
cacao no recibieron, pues, ningún crédito oficial, a pesar de ser éstos los
cultivos tradicionales mejor adaptados a las condiciones especiales del
Delta. Al alto rendimiento que se registró en los primeros años, siguió un
descenso de la producción por las causas mencionadas anteriormente, y
las costosas obras de drenaje que se emprendieron no solucionaron el
problema satisfactoriamente; al desaparecer progresivamente la capa
orgánica superficial, la CVG y Fusagri introdujeron variedades
especiales que se adaptaron mejor, combinadas con el uso intensivo de
fertilizantes.
Sin embargo, en 1976, los productores se quejaban de que entonces,
con mayores recursos, obtenían menores beneficios que antes del cierre
del caño, cuando no sólo se autoabastecían, sino que tenían excedentes
para comercializar. En cambio, después del cierre, sólo estaban
obteniendo ingresos los que aún seguían apegados al sistema de conuco,
alternando varios productos (ocumo, plátano, yuca, maíz, etc.). El
50
informe interno oficial aquí citado reconoce que la introducción de
nuevos cultivos intensivos en substitución de los antiguos productos y
métodos, es la causa principal del fracaso agrícola; resta importancia,
sin embargo, a las obras del cierre y recomienda que se regrese a los
sistemas mejor adaptados a las condiciones originales. Parece olvidar,
empero, que los cambios edáfico-hidrológicos eran ya irreversibles y que
el objetivo del proyecto era precisamente la mono-producción intensiva
de los rubros que interesaban a fines de solucionar el desabastecimiento
de Guayana (Ramírez Serfatty 1977:17-20).
Las entrevistas recogidas recientemente (1997) en Tucupita y La
Horqueta, acerca del impacto del cierre, treinta años después, apoyan la
tesis de que para los criollos, por un lado, el balance fue positivo, pues si
bien no se consiguió el objetivo inicial, que era convertir al Delta
Amacuro en el “granero de Guayana”, ni se crearon los enormes
proyectos agropecuarios previstos, para los pequeños y medianos
agricultores y ganaderos significó la posibilidad de disponer de más
tierras, aunque de peor calidad. Tanto es así que, a pesar de sembrarse
más, hoy en día no se produce más que antes, cuando sobraban
excedentes para exportar. La ventaja mayor para estas personas, estriba
en la desaparición de las inundaciones periódicas, que permite ahora el
uso continuo de mayores extensiones de tierra, tanto para cultivo y
ganadería, como para la expansión urbana de Tucupita. El dique,
además, permitió comunicar la ciudad con el resto del país.
Por otro lado, en el aspecto negativo, el cierre del caño trajo consigo
contaminación y enfermedades, aunque ahora hay más servicios
asistenciales que antes. El aumento de ganado se hace a costa de los
nuevos pastos que se están sembrando (braquiaria, pangola), al
desaparecer los antiguos (lamedera), lo cual encarece la carne. También
desapareció la pesca en grandes cantidades y el comercio fluvial con
Trinidad.
La población urbana del Alto Delta
El cierre del caño Manamo benefició directamente a la ciudad de
Tucupita e indirectamente a las demás poblaciones deltaicas al servir de
sostén para la carretera que las comunicó a partir de entonces con el
resto del país. Creemos, sin embargo, que igual efecto se hubiera
conseguido con la construcción de un puente, y a un costo mucho más
bajo, tanto económico como social y ambiental. Otro beneficio adicional
significó la posibilidad de expansión para la capital del Estado,
Tucupita, que en el lapso de 30 años más que triplicó su tamaño,
ocupando grandes extensiones de terrenos antes sometidos a las
inundaciones periódicas; su población, de apenas 9.900 habitantes
urbanos en 1961, aumentó a 41.117 en 1992 (Venezuela. OCEI 1994).
51
Los efectos negativos, sin embargo, no se hicieron esperar: en
primer lugar, el estancamiento de las aguas del caño provocó graves
focos infecciosos, especialmente cuando es éste el destinatario de las
aguas servidas de la ciudad, bien sea directamente o a través de pozos
sépticos que filtran hacia él; según la mayoría de los testimonios
recogidos por nosotros y por otros investigadores (ver Escalante 1993)
entre los mismos indígenas, confirmados por personal médico residente
en la zona (Dellán, comunicación personal 1966), una de las consecuencias ha sido el aumento de la mortalidad infantil entre los
indígenas Warao. Otros efectos nocivos fueron los brotes palúdicos ya
mencionados; la disminución del caudal de todos los caños afectados; el
incremento de la bora, que se ha constituido en un grave obstáculo para
la navegación de todo tipo de embarcaciones por sus aguas. Asimismo, el
cierre ocasionó la desaparición de los excedentes agropecuarios, junto
con la actividad comercial y el tráfico marítimo-fluvial con Trinidad y el
oriente de Venezuela que se derivaban de aquélla.
Conclusión
La revisión de las mismas fuentes oficiales, los trabajos de
especialistas consultados y la percepción de los habitantes, especialmente los indígenas, nos permiten afirmar que es evidente que el
cierre del caño Manamo en el Delta del Orinoco constituyó un ejemplo de
desastre ecológico de inusitada magnitud; sin duda alguna, el mayor de
Venezuela. Desde el momento mismo de su concepción, en 1964, surgió
como un mega-proyecto que se vió fracasar apenas terminada su
primera fase, en 1966; el resto del tiempo y durante 15 años, la CVG y
otros organismos (Fusagri, Coplanarh) invirtieron enormes cantidades de
recursos financieros y humanos para corregir el entuerto, pero siempre
minimizándolo, dando al mismo tiempo una imagen positiva de la obra.
Los daños causados al ambiente físico y humano son incalculables y, en
buena medida, irreparables, superando con mucho los posibles
beneficios que registrara el proyecto en un principio o surgieran
posteriormente. Es evidente que prevaleció un criterio típicamente
desarrollista, en boga en ese entonces, que a los ojos del Estado
venezolano disculpaba cualquier efecto secundario que pudiera tener
lugar a consecuencia de la intervención en el Delta del Orinoco.
En general, fueron los indígenas los más perjudicados; las comunidades Warao a lo largo de los caños Manamo y Pedernales están ahora
sufriendo de diversas enfermedades y un aumento de la mortalidad
infantil, producidas por el uso de las aguas contaminadas. Además, al
disminuir la pesca, la caza y deteriorarse los suelos, comenzó el éxodo de
la población indígena ya mencionado, que llenó primero las calles de los
centros poblados locales como Tucupita, Pedernales y La Horqueta con
52
desarraigados y luego, en busca de mejores condiciones de vida y
salubridad, hacia otras ciudades, extendiéndose posteriormente a
Barrancas, San Félix y Caracas. Lo que entonces se inició como una
solución coyuntural se convertiría posteriormente en verdadera
estrategia de supervivencia. Los Warao pasaron de recolectores y
pescadores a peones y mendigos.
Creemos, finalmente, que este caso parece ser un perfecto ejemplo
de mal manejo de objetivos, recursos y métodos, y de las graves
consecuencias que una intervención desmesurada puede traer para el
equilibrio ecológico de una zona cualquiera.
Resumen
El cierre del caño Manamo en 1965 por la Corporación Venezolana de
Guayana (CVG), con la finalidad, en principio, de aumentar el área de
tierras aptas para actividades agropecuarias en la zona, produjo
posteriormente graves alteraciones en los ecosistemas natural y humano
del Delta del río Orinoco. Sin embargo, en la zona considerada en este
estudio, que incluye la parte occidental del Estado Delta Amacuro y la suroriental del Estado Monagas, las opiniones de la población afectada
varían considerablemente, con muchos habitantes de Tucupita y de La
Horqueta acogiendo con satisfacción la ausencia de los efectos de la
creciente anual del Orinoco. Los más perjudicados fueron los indígenas
Warao del Bajo Delta Occidental. Para elaborar el presente trabajo fueron
utilizados diferentes informes oficiales de las agencias guber-namentales
que, sobre este caso, están disponibles al público, complementados en
trabajo de campo con informaciones de funcionarios involucrados y la
opinión de los afectados, criollos e indígenas, en la mencionada zona.
Abstract
In 1965 the Corporación Venezolana de Guayana (CVG) built a
concrete levee closing the Caño Manamo in the Orinoco Delta. This was
intended, in principle, to protect a great extension of supposedly fertile
agricultural land from periodic flooding by the Orinoco River. In fact, it
resulted in an ecological disaster for both the natural and human
environments. However, in the area covered under this paper, the NW of
Delta Amacuro State and the SE of Monagas State, opinions vary
considerably among the local population. Many urban inhabitants of
Tucupita and La Horqueta, while recognizing the negative effects of the
levee, tend to regard it as having benefits such as the absence of annual
flooding. The Warao Indians, in the end, suffered most as a result of the
Mánamo’s closure. This paper is based on official documents and reports
by various government agencies, all related to the initial project,
53
complemented by fieldwork, interviews with officials involved and
inhabitants of the area, both Criollos and Indians.
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Instituto Venezolano de Investigaciones Científicas
Departamento de Antropología
Apartado 21.827
Caracas 1020-A, Venezuela
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