LAS PISADAS DEL FUTURO No hicieron falta palabras para

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LAS PISADAS DEL FUTURO No hicieron falta palabras para expresar lo que había sentido, una simple ráfaga de aire le devolvió a la realidad y allí sentada junto al mar viendo los delfines saltar a lo lejos, cerró los ojos y se preguntó cómo y porqué. Eileen despertó en su cama como cada mañana y se fue a la universidad. Cogió la comida que le había preparado su madre y salió corriendo porque llegaba tarde. Al salir a la calle una manada de gente le impedía ir todo lo rápido que quería y a base de “perdone” y “oiga” consiguió abrirse paso entre la multitud. En el regreso a casa, algo a lo lejos distrajo su atención. Detrás de un matorral una mancha roja brillaba como el sol en un atardecer. Eileen recordó entonces el día anterior. ¿Había sido el día anterior? ¿Había sido un sueño? Si se había quedado dormida en aquel aparcamiento y luego había despertado en su cama solo podía ser un sueño. Pero entonces, ¿qué era esa extraña mancha a lo lejos? Dudó un instante y luego se acercó a ella. La caja tenía el mismo aspecto que recordaba del día anterior. Era roja y verde, como de charol y muy brillante. Al acercarse más se dio cuenta de que no era una caja exactamente porque no tenía por dónde abrirla, era simplemente un cubo. Embriagada de intriga se dispuso a tocarla. Las yemas de sus dedos rozaron el suave material que a la vez desprendía un frío polar inexplicable. La sensación al tocar aquel objeto era escalofriante, los pelos de los brazos de la joven chica se quedaron de punta y al instante se separó de aquel cubo. Sus ojos solo veían en rojo y verde y el escenario ante el que se encontraba comenzó a dar vueltas. Nauseas, vértigos y malestar fueron las sensaciones que tuvo Eileen antes de desplomarse en el suelo. -­‐
¿Estás bien? Menudo golpe te has dado… Eileen no podía abrir los ojos, sentía un fuerte palpitar en la cabeza y la respiración era un tanto forzada. -­‐
No deberías andar por aquí a estas horas, es peligroso. Lo único que Eileen percibía era esa voz masculina y alguien que la zarandeaba de adelante a atrás para que reaccionara. Pero ella no tenía fuerzas, así que el individuo la cogió y se la llevó. Eileen no pudo ni asustarse de lo mal que tenía el cuerpo. Lo último que sintió antes de volver a caer dormida fueron unos cálidos brazos rodeándola. -­‐
Todavía no ha despertado pero es que se dio contra el suelo y estaba sola en la noche -­‐
Que insensata, seguro que es una desertora -­‐
No creo, no tenía aspecto de peligrosa… Eileen abrió los ojos. Se encontraba en un cuarto de paredes brillantes y blancas, había una puerta al final de la habitación. Eileen se fue a levantar un poco aturdida se dispuso a abrir la puerta detrás de la cual se oían las voces. Abrió la puerta y vio a una chica de pelo muy negro y alta que hablaba con alguien. Fue sigilosamente por el pasillo y al rozar la pared hizo que los dos que estaban hablando se girasen hacia ella. Eileen se quedó paralizada del miedo y echó a correr hacia la habitación. Pero antes de que llegara una mano la agarró del brazo y la retuvo. Intentó forcejear hasta que al girarse vio unos enormes ojos verdes que la miraban. Eileen quedó anonadada. Aquel chico que la sostenía era alto, de pelo castaño, una boca roja como las cerezas y los ojos de color esmeralda eran la combinación perfecta para hacer de aquel individuo un ser perfecto. -­‐
No tengas miedo, no te vamos a hacer daño, el peligro está ahí fuera-­‐ le dijo el chico mientras a lo lejos la otra chica les observaba-­‐ te caíste en la calle de noche y te recogí porque estabas sola; ¿te encuentras bien? Eileen no tenía palabras, la belleza de aquel chico y a la vez el temor de estar en una casa desconocida la tenían paralizada. -­‐
Dime dónde vives y te acerco en la lancha-­‐ la expresión de Eileen había cambiado por completo, qué quería decir con la lancha…-­‐ ¿cómo te llamas? -­‐
Me llamo Eileen-­‐ consiguió tartamudear -­‐
Bonito nombre-­‐ respondió dulcemente -­‐
Qué has querido decir con lo de la lancha-­‐ se arrancó a decir ella -­‐
Que si quieres que te lleve en mi lancha a tu hogar, supongo que habrás perdido la tuya o no tendrás… -­‐
¿Cómo voy a tener una lancha en plena ciudad? -­‐
Creo que te has quedado un poco aturdida tras la caída-­‐ dijo él riéndose un poco, mientras Eileen seguía sin comprender nada -­‐
Hola soy Fabia, ¿Tú eres de la Ciudad Amarilla?-­‐ dijo la chica que a lo lejos había estado escuchando atentamente -­‐
Sí, claro que sí -­‐
Entonces, ¿cómo pudiste perderte en tu propia ciudad? Eileen siguió a la chica con los ojos verdes detrás clavados en su nuca. Al llegar al final del pasillo, Fabia abrió la ventana y lo que allí vio Eileen le dejó petrificada. Todo era agua, la casa sobre la cual estaban estaba construida con unos flotadores de goma muy resistente y los semáforos flotaban enganchados en anclas. Las personas vestidas con trajes de neopreno iban en lanchas o nadando por unos carriles especiales. A lo lejos se veía una plataforma mucho más grande con un gran camino al cual le bordeaban unos puestos y tiendas. Pero Eileen no tenía explicación para lo que estaba viendo, ¿dónde estaba su ciudad con acera, coches, bicicletas y gente andando por la calle?¿Qué planeta era éste? -­‐
No puede ser, tiene que ser otro sueño-­‐ dijo Eileen-­‐ Yo estaba en mi ciudad caminando por la calle y de pronto vi el cubo aquel y … -­‐
Claramente le ha afectado más de lo que pensamos ese golpe-­‐ dijo Fabia riéndose Sin embargo, el chico la miraba serio intentando comprender qué estaba ocurriendo. -­‐
Me voy a ir a dormir a ver si me despierto de esta pesadilla. Cuando ya había regresado a su habitación y se encontraba tumbada muerta del miedo de pensar que aquello podía ser real, llamaron a la puerta. -­‐
Eileen soy yo, déjame entrar-­‐ dijo una voz inconfundible Eileen se levantó y abrió la puerta viendo de nuevo aquellos ojos que la habían trasladado a otro universo, a otro planeta y que habían provocado en su corazón una llama ardiente. -­‐
Eileen quiero que me cuentes todo, con todos los detalles, no entiendo qué puede estar pasando pero quiero ayudarte-­‐ hizo una pausa mientras los dos se sentaban en el suelo-­‐ por cierto, me llamo Alex. Eileen comenzó a relatarle todo lo sucedido en los dos últimos días. Cuando terminó, era Alex el que no salía de su asombro. Ninguno de los dos entendía qué estaba pasando y cómo había llegado allí. De pronto Alex se le vino a la mente que cuando él estudiaba historia en el colegio le habían hablado de las leyendas sobre un planeta llamado Tierra que habitaban unos humanos que construían sobre tierra firme y en el que el mar solo formaba parte de su lugar de abastecimiento y diversión. La historia de Eileen se parecía bastante a ese cuento. -­‐
Descansa ahora y mañana iremos a la biblioteca nacional a informarnos-­‐ le dijo Alex Eileen se acurrucó en la cama pensando que Alex era lo mejor que le podía haber pasado en esos últimos días y que no se separaría de él. -­‐
Gracias-­‐ dijo Eileen con dulzura Los días siguientes Eileen descubrió un mundo que jamás podría haber imaginado. La lancha de Alex le llevó de un lado para otro investigando la manera de poder volver a su hogar. Eileen y Alex tenían una química especial y se entendían muy bien a pesar de ser de tan distintos mundos. Cuando comían tenían conversaciones y Alex le preguntaba” ¿Qué es lo que más deseas ahora mismo?” y Eileen respondía que volver a casa. Los dos seguían sin explicación al porqué y cómo había llegado Eileen a ese mundo. Una noche pasados ya unos días, Alex llevó a Eileen en su lancha. Cuando ya llevaban un rato paró la lancha. Sacó un trozo de un alimento que se asemejaba al pan del mundo de Eileen pero que no era pan porque en ese mundo los alimentos perecían con mucha facilidad y todos eran tratados con técnicas muy especializadas de conservación. Al lanzar el alimento al agua alrededor de la lancha, se escuchó un chapoteo. Lo que Eileen vio a continuación consiguió crearle todavía más dudas sobre lo que estaba ocurriendo. Una cabeza de caballo aparecía entre los trozos de alimento. Pero no terminaba ahí su sorpresa, de esa cabeza y cuerpo de caballo salían unas aletas y cola parecidas a la de las ballenas. -­‐
¡No puede ser! ¿Qué está pasando? ¿Qué es eso?-­‐ gritó alarmada Eileen haciendo que aquel ser extraño se marchara. -­‐
Es un colibudi, son animales muy poco sociables y no comen carne. Los animales peligrosos aquí son las aves, se lanzan desde el cielo a por los bebés para comérselos. Son nuestro mayor enemigo. ¿En tu mundo hay colibudis?-­‐ Eileen negó con la cabeza quedándose totalmente sorprendida Eileen se quedó muy preocupada y asustada. Llevaba casi un mes allí y seguía sin entender nada. Alex, al ver la preocupación en su cara, le quitó el mechón rubio de la mejilla y secándole unas lágrimas se acercó a ella. -­‐
Apóyate aquí junto a mí y mira hacia arriba-­‐ los dos recostados sobre la goma de la lancha observaron cómo la luz de las estrellas se reflejaba en el mar y la luna convertía en un enorme balsa de color perla. Alex miró a Eileen. Llevaban casi un mes compartiendo experiencias y se habían hecho muy amigos. Eileen giró la cabeza. Al instante pudo notar unos suaves y calientes labios sobre los suyos; se fundieron en un ardiente beso que borró los problemas de ambos. Al abrir los ojos, Eileen vio aquella mirada verde esmeralda con la que soñaba cada noche desde su llegada y pensó en lo mucho que le quería. Al día siguiente, Fabia despertó a todos enseguida diciendo que había encontrado la explicación. Al salir de la habitación un hombre de barba blanco y muy larga se encontraba sentado en medio del salón. -­‐
Siéntate Eileen-­‐ le dijo el hombre con voz grave Eileen mirando a Alex y viendo en su mirada el recuerdo de la noche anterior, se sentó. -­‐
Eileen dame tus manos; he estado estudiando durante años la historia de este planeta. Y creo que tú eres la solución a todos mis enigmas -­‐
Pero si yo procedo de otro planeta-­‐ intentó decir Eileen mientras el sabio le ordenaba callarse -­‐
No, Eileen, éste es tu planeta. Esta es la Tierra, como así la llamabais vosotros. Vienes del pasado. El silencio inundó la sala. -­‐
Pero no puede ser... -­‐
¿Recuerdas aquella caja roja y verde? Eso era un mensaje del futuro para que vieras en lo que se iba a convertir el planeta si el hombre seguía contaminando Todo tenía sentido. Por eso el caballo había adoptado formas de un animal marino. En sus clases de Genética le habían enseñado que la epigenética era aquella parte de la genética que explicaba cómo era posible que los genes se fuesen modificando como respuesta a su adaptación al medio…, pero nunca había pensado que el cambio podía llegar a ser tan radical. -­‐
Pero entonces, ¿qué puedo hacer yo? -­‐
El mensaje estuvo ahí para que tú salves a la humanidad antes de que la Tierra se convierta en lo que es ahora, un enorme e inmenso mar, sin un solo granito de arena. Yo puedo hacerte volver a tu época para que desde allí trates de impedir que esto ocurra. Los animales han ido evolucionando y adaptándose al agua. Aquel al que vosotros denominasteis “caballo”, al no poder galopar por las praderas tuvo que ir adaptándose al agua. Las aves, que antes se alimentaban de conejos y roedores, se comen a los bebés por falta de peces, ya que todos tenemos que pescar. Otras especies como los que llamabais “cocodrilos” al no tener superficie sobre la que apoyarse han eliminado sus cortas patas y han tornado a ser prácticamente como las serpientes. La humanidad no estaba hecha para vivir en el agua, no podemos competir contra las grandes fieras acuáticas, ¡no tenemos branquias! y cuando ya no podamos desarrollar más técnicas para conservación de alimentos o las bestias marinas descubran cómo romper nuestros flotadores sobre los que se sostienen las ciudades, será la extinción de la raza humana. Eileen escuchando atentamente a aquel hombre e iba analizando sus palabras comprobando que todo encajaba. Había sido mandada allí, al futuro, para ver lo que ocurriría si la sobreexplotación de recursos y el gran gasto en energías contaminantes continuaba. -­‐
Por último antes de mandarte a tu tiempo, quiero darte estos planos e instrucciones antiguos de una máquina para la obtención de energía . Las pisadas de la gente producen unas vibraciones que, si se recogen en unos sensores que se coloquen en la suela de los zapatos, se podría llegar a acumular tal cantidad de vibración que fácilmente se podría transformar en una enorme energía. -­‐
¡Sería un método maravilloso! Mientras Eileen observaba aquel estudio escrito en papel plastificado, como todo allí, para evitar que se mojase; los otros tres hablaban entre ellos. -­‐
Eileen debes regresar a tu época ya, has estado demasiado tiempo aquí -­‐
Pero si cambio el pasado, vosotros no existiréis… -­‐
El pasado es imborrable, el presente es un regalo y el futuro es incierto, haz lo que debas hacer y deja que la vida te sorprenda. Voy a por mis manuales y ahora vuelvo. Eileen y Alex se quedaron solos. Durante todo este rato ella no se había percatado de lo que supondría volver a su época. No volvería a verle jamás. Y no solo eso, puede que los cambios en su Tierra hicieran que aquel chico que la había enamorado con solo mirarla no existiera nunca. -­‐
Alex, no puedo hacerte esto… Es injusto, con lo bien que me acogisteis aquí… -­‐
Eileen tienes que hacerlo, es tu deber, has sido elegida para salvar a la humanidad… Ya has oído al oráculo, esto nunca debió de pasar – dijo secando las lagrimas de Eileen de sus sonrojadas mejillas-­‐ además-­‐ dijo cambiando el gesto y sonriéndola-­‐ ¿Qué es lo que más deseas ahora mismo? Eileen no contestó, volvió a mirar esos ojos verdes y se fundió con él en un llameante beso que no podría apagar ni todo el agua de aquel planeta. -­‐
¿Volveré a verte? -­‐
No lo sé, ya has oído al oráculo, déjate sorprender por la vida y lucha por tus sueños-­‐ se abrazaron e inmediatamente vino el maestro que al verles juntos se sonrío con una mezcla de felicidad y tristeza. Tras darles a todos las gracias, cogió las manos del maestro y recitó lo que él le decía. Eileen despertó en su cama como cada mañana. El frío había dejado una capa de nieve sobre la acera. Abrió su cajón para coger el reloj y dentro vio que había unos papeles plastificados. No había sido un sueño… Era el momento de actuar y ella sabía lo que debía hacer. Al instante, su perra entró en la habitación. Eileen se puso a pensar qué forma adaptaría su pobre Lala si el mundo se inundara de agua. Sería una perra sin extremidades o bien se extinguiría; en el mundo de Alex no había visto ningún perro… Entonces pensó en la máquina de energía y se le ocurrió que también podría inventarse algo para aplicarlo a las pisadas de los perros, aumentando así la generación de movimiento y vibración. Desayunó rápidamente, se vistió y tomó aire quedándose un instante parada pensando. No iba a ser fácil convencer a la gente. Tendría que levantarse una y otra vez pero algo le decía que lo iba a conseguir. Iría al ayuntamiento a pedir que reunieran a los mejores científicos del país para explicarles todo lo sucedido e inventar aquella maquina de energía no contaminante que impediría lo visto en el futuro, además de hacer campañas de concienciación de cuidar el planeta. Sabía que muchos no la creerían, sabía que la tildarían de loca. Cogió los papeles y fue directa al ayuntamiento. Allí, habló con el alcalde y éste le dirigió hacia el despacho del Responsable de Ciencia y Cultura. Antes de entrar tuvo a sensación de que todo iba a salir bien y cumpliría con su cometido. Giró el pomo de la puerta y sentado en una silla, unos ojos verde esmeralda la miraron… Luciérnaga 
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