EL LAUDO EXTEMPORÁNEO

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EL LAUDO EXTEMPORÁNEO
Manuel Olivencia Ruiz
Spain Arbitration Review, nº 19/2014
SUMARIO
I.
II.
III.
IV.
INTRODUCCIÓN
ANTECEDENTES HISTÓRICOS
1. La Ley de Enjuiciamiento sobre los negocios y causas
de comercio de 1830
2. La Ley de Enjuiciamiento Civil de 1855
3. La Ley de Enjuiciamiento Civil de 1881
4. La Ley de Arbitraje de 22 de diciembre de 1953
5. La Ley 16/1988, de 5 de diciembre, de Arbitraje
LA NORMA REFORMADA
LA NORMA REFORMADORA
1. Tramitación parlamentaria
2. Alcance de la reforma
3. Posibles remedios
A. El pacto en contrario
B. La interpretación restrictiva
C. La responsabilidad de los árbitros
D. El último remedio: la remoción judicial de los
árbitros
I. INTRODUCCIÓN
La Ley 11/2011, de 20 de mayo, de reforma de la Ley
60/2003, de 23 de diciembre, de Arbitraje, se propuso,
como toda reforma, “mejorar” y “aclarar” el texto
anterior, según expresa su Preámbulo. Pero la realidad es
que ese buen propósito no siempre se ha visto cumplido,
porque son muchas las modificaciones que, lejos de
mejorar y de aclarar, empeoran y siembran dudas en la
regulación del arbitraje 1.
Tal sucede con la reforma introducida en el plazo
del laudo, en la que la nueva Ley, según su Preámbulo
(II), “modula una solución a favor del arbitraje, para
los casos en que el laudo se dicta fuera de plazo, sin
perjuicio de la responsabilidad de los árbitros”. Veremos
cómo más que una “solución” se trata de un nuevo
problema.
II.
ANTECEDENTES HISTÓRICOS
1. La Ley de Enjuiciamiento sobre los negocios y causas
de comercio de 1830
La Ley de Enjuiciamiento sobre los negocios y causas
de comercio, de 24 de julio de 1830, anunciada por el C.
de c. de 1829 (art. 1.219) y, como éste, de la fértil
1
V. mi crítica en “El arbitraje en España. Impacto de la Ley 11/2011, de
Reforma de la Ley 60/2003”, RJC, nº 4, 2012, pp. 128-152.
pluma de D. PEDRO SAINZ DE ANDINO 2, reguló el “juicio
arbitral” (Título VI), que comprendía tanto el de
árbitros como el de amigables componedores.
El art. 259 exigía que en el documento de compromiso
constase (5ª) el plazo dentro del cual estarán obligados
los árbitros a dar sentencia, y en el que deberá el
tercero dirimir la discordia, si la hubiere.
El art. 261 suplía la omisión de este requisito:
“Cuando se hubiere omitido señalar el plazo para dar
sentencia, será este el de cien días, y de treinta
el que tendrá el tercero para dirimir la discordia”.
El art. 272 establecía el dies a quo de ese plazo:
“El término del compromiso convencional ó legal
comenzará á correr desde el día de su aceptación
tácita ó expresa”.
El art. 271 establecía que la aceptación del
nombramiento obligaba a los árbitros a cumplir el
encargo, añadiendo que “el tribunal les apremiará a ello
si no lo hicieren”.
2
Todas las fuentes citadas en estos Antecedentes históricos se encuentran
transcritas en el Anexo Documental de mi trabajo Arbitraje: una justicia
alternativa, Córdoba, 2006.
Los arts. 278 y 279 fijaban los efectos extintivos
del transcurso del plazo:
“Art. 278.
Cesarán
los
efectos
del
compromiso
independientemente
de
la
voluntad
de
los
interesados:
Por la muerte o recusación de alguno de los
árbitros, si estuvieren nombrados de común acuerdo
de la partes.
Por el transcurso del término convencional o legal
del compromiso.
Art. 279.
Los árbitros no procederán a acto alguno de su
encargo después de la revocación del compromiso o de
la cesación de sus efectos por causa legal, bajo
pena
de
nulidad
de
lo
que
actuaren,
y
de
responsabilidad a los perjuicios que ocasionen con
sus procedimientos”.
Interpretando sistemáticamente las normas referidas,
ha de concluirse afirmando que el “apremio judicial” no
podía referirse al dictado de sentencia arbitral fuera de
plazo, que en todo caso caería en la sanción de nulidad
de la norma interpretativa del art. 279.
En el caso de los amigables componedores, “el
transcurso del término” para dictar el laudo determinaba
la cesación de sus funciones (art. 300), por lo que la
consecuencia de la nulidad alcanzaba también al laudo
extemporáneo.
2. La Ley de Enjuiciamiento Civil de 1855
Por su parte, la regulación del arbitraje civil en
la LEC de 1855, más rigurosa y formalista, exigía
escritura pública para la formalización del compromiso
(art. 773) y sancionaba con nulidad la omisión del
requisito del plazo para pronunciar la sentencia (arts.
774.5 y 775).
El art. 782 ordenaba a los árbitros a pronunciar su
fallo “dentro del plazo señalado en el compromiso”,
contando desde que aceptare el último de aquéllos.
El art. 786 incluía como causa de cese del
compromiso “el transcurso
del
término sin
haberse
pronunciado
sentencia”;
sin
perjuicio
de
la
responsabilidad de los árbitros si por su culpa hubiere
transcurrido inútilmente dicho término.
También en la regulación del “juicio de amigables
componedores” (Título XVI) el art. 822.5º de la LEC de
1855 exigía la constancia en la escritura del “plazo que
tanto a los amigables componedores como al tercero en su
caso, se señale para pronunciar su fallo” sancionaba, y
el art. 823 con nulidad de la escritura la omisión de
este requisito. El art. 828 establecía que “el término
para pronunciar el fallo empieza a contarse para los
amigables componedores desde el día siguiente al en que
aceptare el último”, y el 829 añadía que para el tercero,
corría desde el siguiente al en que se le diera
conocimiento de la discordia. El art. 830 facultaba a
“compeler” a los amigables componedores “a que dicten su
fallo”.
Esta regulación civil pasó también a regir en
materia mercantil cuando el Decreto de 6 de diciembre de
1868, dictado por el Gobierno provisional surgido de la
revolución liberal de septiembre de ese año (“la
Gloriosa”) no sólo suprimió la jurisdicción especial de
comercio y pasó a la civil el conocimiento de los asuntos
mercantiles sino que derogó la Ley de Enjuiciamiento
mercantil de 1830. Fue un error de los revolucionarios de
1868; más aún, una “contradicción” 3 y hasta una paradoja,
porque, llevados de su obsesión anticlasista y aferrados
al principio abstracto de la igualdad, privaron a los
litigios mercantiles de procedimientos “más rápidos y
expeditos” (como reconoció poco después el Decreto de 20
de
septiembre
de
1869),
no
sólo
judiciales
sino
arbitrales.
Y
con
ello
desapareció
en
España
un
específico arbitraje mercantil.
3. La Ley de Enjuiciamiento Civil de 1881
La Ley de 1881 siguió en esta materia el esquema de
su predecesora de 1855, al exigir la mención en la
escritura de compromiso del “plazo en que los árbitros
hayan de pronunciar la sentencia”, “bajo pena de nulidad”
(art. 793), así como al fijar el dies a quo para su
3
V. mi trabajo “Una contradicción de los revolucionarios de 1868: la regulación
del arbitraje”, en Anales de la Real Academia de Jurisprudencia y Legislación, nº
39, Madrid, 2009, pp. 155-175.
cómputo (art. 803) y los efectos extintivos de su
transcurso (art. 800.2º). No obstante, introdujo algunas
novedades:
- El art. 797 resolvía el problema de interpretación
que planteaba en la LEC de 1855 el art. 783 (norma
reproducida en el art. 796 de la LEC de 1881), al
añadir:
“En el caso del artículo anterior, el Juez de
primera instancia del partido en que se siga, ó
deba seguirse el juicio arbitral, y en su defecto
el del lugar donde resida cualquiera de los
árbitros, prevendrá á éstos, á instancia de parte
legítima,
que
procedan
sin
dilación
al
cumplimiento de su encargo, bajo apercibimiento de
responder de los daños y perjuicios. Si se oponen
los
árbitros,
ó
alegan
alguna
excusa,
se
sustanciará la oposición por los trámites y con
los recursos establecidos para los incidentes,
quedando mientras tanto en suspenso el término del
compromiso.
Desestimada la oposición ó consentida aquella
providencia, la parte perjudicada podrá entablar
la demanda de daños y perjuicios contra
el
árbitro o los árbitros que los hayan causado, la
cual se sustanciará en el Juzgado de primera
instancia por los trámites del juicio declarativo
que corresponda”.
Queda así claro que la intervención judicial había
de producirse durante el plazo del arbitraje, con
suspensión de éste, por lo que la sentencia debía
dictarse en el restante; transcurrido éste, o su
prórroga, se producían los efectos extintivos del art.
800; así resulta también del art. 815:
“Los árbitros pronunciarán su fallo sobre todos los
puntos sujetos a su decisión, dentro del plazo que
reste por correr del señalado en el compromiso, ó de
su prórroga, si se hubiere otorgado”.
El art. 803 admitía, junto a la prórroga por acuerdo
de las partes, la acordada por los árbitros cuando
expresamente se les hubiese concedido esta facultad en la
escritura; pero en este caso no podía exceder la prórroga
de la mitad del término señalado en el compromiso, y
había de tomarse el acuerdo por unanimidad de votos.
También en el juicio de amigables componedores, era
esencial, bajo la LEC 1881, la mención en la escritura de
compromiso del plazo en que había de dictarse la
sentencia
(art.
828,
con
remisión
al
793.41),
y
resultaban aplicables los arts. 796, 797, 800, 802 y 803,
antes citados.
La LEC de 1881 admitía los recursos de apelación y
de nulidad contra la sentencia arbitral (arts. 818 a 823)
y, en su caso, el de casación contra la que dictase la
Audiencia (art. 823).
Contra la pronunciada por los amigables componedores
admitía el de casación (art. 826, en relación con el
1.688.3º y 1.691.3º), pero sólo por estas causas: “Haber
dictado los amigables componedores la sentencia fuera del
plazo señalado en el compromiso, o resuelto puntos no
sometidos a su decisión”.
- Los artículos 1.774 a 1.780 de la LEC de 1881,
regulaban “los recursos contra las sentencias de
los amigables componedores”.
4. La Ley de Arbitraje de 22 de diciembre de 1953
La primera de las leyes especiales españolas de
arbitraje
acabó
con
la
dualidad
arbitraje
escrito/amigable composición y reconoció un solo tipo de
arbitraje, ya fuese de derecho o de equidad (art. 4);
pero introdujo la diferencia entre el contrato preliminar
de arbitraje y el de compromiso (arts. 6 y 12). En la
escritura en que este último debía formalizarse (art. 16)
se imponía la mención del “plazo o término en que los
árbitros hayan de pronunciar el laudo”.
Conforme al art. 25 de esta Ley, la aceptación de
los árbitros daba derecho a cada parte “para compeler a
los árbitros a que cumplan con su encargo, bajo la pena
de responder de los daños y perjuicios”.
El art. 27 regulaba el procedimiento en el arbitraje
de derecho y su norma 6ª concluía así:
“Finalmente, los árbitros dictarán su laudo ante
Notario, con arreglo a derecho, sobre cada uno de
los puntos sometidos a su decisión, dentro del
tiempo que reste por correr del señalado en el
compromiso”.
La norma era imperativa y aunque no preveía
sanción a su incumplimiento, no hay duda de que
trataba de la nulidad del laudo extemporáneo 4.
la
se
En cuanto al laudo de equidad, el art. 29 se
limitaba a decir que “habrá de dictarse por escrito ante
Notario y por mayoría de votos”. Pero contra el dictado
4
Bajo la vigencia de la LA de 22 de diciembre de 1953, OTERO LASTRES, J.M.,
“El plazo para dictar el laudo arbitral” (Comentario a la STS, Sala 1ª, de 20 de
mayo de 1982), en Revista de la Corte Española de Arbitraje, 1984-1, pp. 8187, mantuvo que el plazo era mención de carácter necesario en la escritura de
compromiso como elemento esencial de éste, por sus efectos jurídicos: acudir a
la vía arbitral renunciando a la judicial, efectos que han de estar “temporalmente limitados”, por lo que “se ha de fijar un tiempo” para resolver la controversia,
pasado el cual, “por razones de seguridad jurídica, cesará en su función
jurisdiccional el sujeto privado al que han recurrido las partes y se abrirá
nuevamente la posibilidad de que la controversia sea sometida al conocimiento
de los jueces ordinarios”.
En igual sentido, GONZÁLEZ SORIA, J., La intervención judicial en el arbitraje.
Recursos jurisdiccionales y ejecución judicial del laudo arbitral, Madrid, 1988, p.
88, afirmaba que el motivo de nulidad del laudo extemporáneo era
“absolutamente lógico y coherente con la naturaleza misma del arbitraje”. “El
incumplimiento de ese plazo -añadía- lleva consigo la extinción del convenio y la
pérdida, por parte de los árbitros, de su función jurisdiccional, de su p otestad
para proceder a la composición del conflicto decidiendo la controversia sometida
a su juicio, como ha sido unánime y reiteradamente reconocido por la
jurisprudencia de nuestro Tribunal Supremo”.
fuera de plazo cabía el recurso que la Ley de Arbitraje
calificaba “de nulidad” (art. 30).
La Ley de 1953 suprimió el recurso de apelación
contra el falo arbitral; pero admitió el de casación, por
infracción de ley o quebrantamiento de forma contra el
laudo de derecho, y llamó de “nulidad” al recurso contra
el de equidad “por los motivos y según el procedimiento
que se establece en el artículo 1.691, número 3º” de la
LEC de 1881.
5. La Ley 36/1988, de 5 de diciembre, de Arbitraje
Esta Ley eliminó la distinción entre el contrato
preliminar de arbitraje y el de compromiso e introdujo la
figura del arbitraje administrado (art. 10). La mención
del plazo dejó de ser requisito del convenio arbitral y
vino remitido por la Ley a la voluntad de las partes; en
su defecto, el art. 30.1 disponía el de seis meses
“contados desde la fecha de la aceptación o sustitución
del último árbitro”. Sólo se admitía la prórroga por
acuerdo de las partes notificado a los árbitros antes de
la expiración del plazo inicial.
Los efectos del transcurso del plazo sin que se
hubiese dictado el laudo eran extintivos del convenio
arbitral y dejaban expedita la vía judicial (art. 30.2).
Era causa de anulación del laudo su “dictado fuera
de plazo” (art. 45.3), sin que cupiese recurso alguno
contra el laudo.
III. LA NORMA REFORMADA
El art. 37.2 de la Ley 60/2003, de 23 de diciembre,
decía así en su versión original:
“Si las partes no hubieren dispuesto otra cosa, los
árbitros deberán decidir la controversia dentro de
los seis meses siguientes a la fecha de presentación
de la contestación a que se refiere el artículo 29 o
de expiración del plazo para presentarla. Salvo
acuerdo en contrario de las partes, este plazo podrá
ser prorrogado por los árbitros, por un plazo no
superior a dos meses, mediante decisión motivada.
La expiración del plazo sin que se haya dictado
laudo definitivo determinará la terminación de las
actuaciones arbitrales y el cese de los árbitros. No
obstante, no afectará a la eficacia del convenio
arbitral, sin perjuicio de la responsabilidad en que
hayan podido incurrir los árbitros”.
Conviene recordar que, respecto a la responsabilidad
de los árbitros, el art. 21.1 de esta Ley dispone:
“La aceptación obliga a los árbitros y, en su caso,
a la institución arbitral, a cumplir fielmente el
encargo,
incurriendo,
si
no
lo
hicieren,
en
responsabilidad por los daños y perjuicios que
causaren por mala temeridad o dolo. En os arbitrajes
encomendados a
tendrá
acción
independencia de
asistan a aquella
una institución, el perjudicado
directa
contra
la
misma,
con
las acciones de resarcimiento que
contra los árbitros”.
Finalmente,
el
laudo
dictado
fuera
de
plazo
desaparece de los casos expresos de nulidad del art. 41,
aunque éste recoge bajo su apartado 1,d), el siguiente:
“Que
la
designación
de
los
árbitros
o
el
procedimiento arbitral no se han ajustado al acuerdo
entre las partes, salvo que dicho acuerdo fuera
contrario a una norma imperativa de esta Ley, o, a
falta de dicho acuerdo, que no se han ajustado a
esta ley”.
La norma se inspira en el art. 34, iv), de la Ley
Modelo
de
UNCITRAL
sobre
arbitraje
comercial
internacional, de 21 de junio de 1985 (en adelante, LM).
Confrontadas estas normas con sus antecedentes
históricos,
se
desprenden
las
siguientes
novedades
introducidas por la Ley de 2003:
- El cambio del dies a quo para el cómputo del plazo
para dictar laudo, que pasa a ser el de la fecha
de presentación de la contestación, momento en que
los árbitros pueden tener conocimiento de los
términos de la litis, y no en el de su aceptación.
- La admisión de la prórroga arbitral del plazo para
dictar laudo, en los términos del art. 37.2 (salvo
acuerdo en contrario de las partes, por plazo no
superior a dos meses y por acuerdo motivado).
- Los efectos del transcurso del plazo sin dictar
laudo, extintivos de las actuaciones y de la
misión de los árbitros, pero no de la eficacia del
convenio arbitral, que continúa vivo y, en
consecuencia, impide la vía arbitral si la parte
interesada opone la declinatoria (art. 11.1). La
potestad de que fueron investidos los árbitros por
las partes para dirimir el litigio cesa por falta
de cumplimiento de su misión.
- La omisión del transcurso del plazo sin dictar
laudo como causa expresa de nulidad (art. 41).
Salvo en este último extremo, el art. 37.2 no
planteó dudas de interpretación ni de aplicación ni
suscitó críticas doctrinales; por el contrario, sus
comentaristas pusieron de manifiesto la temporalidad del
arbitraje como una de sus principales ventajas, que
permite a las partes prever su duración, a diferencia del
procedimiento judicial, y beneficiarse de una rapidez
superior a la de éste, porque, en definitiva, su
limitación temporal es consecuencia necesaria de la
índole excepcional de la institución arbitral, en
relación con la normalidad de la jurisdicción, de manera
que “el plazo para dictar el laudo vincula a los árbitros
hasta tal punto que marca los límites de su potestad” 5.
5
V. HIERRO, A. e HINOJOSA, R., Comentario al art. 37, “Plazo, forma, contenido
y notificación del laudo”, en Comentarios a la Nueva Ley de Arbitraje, 60/2003,
de 23 de diciembre, coord. GONZÁLEZ SORIA, J., Pamplona, 2005, pp. 393-396.
Por su parte, FERNÁNDEZ-ARMESTO, J., “El arbitraje internacional en la nueva
Fue la omisión en el art. 41 de la LA de 2003 del
laudo dictado fuera de plazo como causa de anulación la
que abrió el portillo a la tesis favorable asu eficacia.
La doctrina que consideramos correcta admite la
anulación del laudo extemporáneo a través de la vía del
apartado
1.d)
del
art.
41,
por
infracción
del
6
procedimiento .
Ley de Arbitraje española”, RDM, nº 258, 2005, pp. 1469-1531, especialmente
pp. 1528 y 1529, elogia que la LA de 2003 mantuviera la brevedad de los plazos
para dictar laudo y el “carácter fulminante y preclusivo de su incumplimiento”,
efectos que califica de “draconianos” y “automáticos”: “los árbitros cesan, las
actuaciones arbitrales terminan ex lege y los árbitros incurren en responsabilidad”. Y eso, que generalmente se considera como una virtud del arbitraje
interno español, pues permite a las partes conocer de antemano el tiempo que
ha de mediar hasta la resolución de la controversia, no lo estima apropiado para
el internacional, que exige “plazos más dilatados y mucho más flexibles”, como
lo prueba que la LM de UNCITRAL no contenga regla de limitación temporal del
procedimiento, que deja al pacto entre las partes. V. también SENES MOTILLA,
C., La intervención judicial en el arbitraje, Cizur Menor, Madrid, 2007, p. 118,
que califica de “mayúscula” la infracción que supone el no dictar laudo dentro de
plazo, con el efecto privativo de legitimidad a la “actuación extemporánea de los
árbitros”.
En la misma línea, CORDÓN MORENO, F., “El laudo arbitral dictado fuera de
plazo”, en Actualidad Jurídica Aranzadi, 747/2008, Pamplona, p. 1-2, subraya la
“nulidad radical” de éste, con cita de jurisprudencia contradictoria ya bajo la
normativa de la LA de 2003.
Para CAMPO VILLEGAS, “Ineficacia del laudo fuera de plazo. Su protocolización
notarial e inscripción registral”, en Boletín del TAB, 1991, nº 4, pp. 77 y ss., y
ORMAZÁBAL SÁNCHEZ, G., La ejecución de laudos arbitrales, Barcelona, CizurMenor, 1995, p. 163, el laudo extemporáneo adolece de vicio que “cae de lleno
en la inexistencia”. En igual sentido, PARDO IRANZO, V., “La ejecución del laudo
arbitral”, en Estudios de Derecho Concursal, Pamplona, 2010, p. 10; GONZÁLEZMONTES, J.L., “Los motivos de impugnación del laudo”, en El control judicial del
arbitraje, La Ley, Madrid, 2008, pp. 44-46.
6
V., en este sentido, CADARSO PALAU, J., Comentario al artículo 41, en
Comentarios, op. cit., coord.. GONZÁLEZ SORIA, I., pp. 427-432. HIERRO, A., e
HINOJOSA, R., en la misma obra, p. 396, entienden que al no preverse por el
art. 41 como causa de anulación la extemporaneidad del laudo, la acción de
nulidad podrá ejercitarse en el proceso declarativo ordinario que corresponda,
No obstante, frente a esa doctrina se alzó otra que,
fundándose en una interpretación histórico-legislativa,
al confrontar el art. 41 de la LA de 2003 con su
precedente, el 45 de la de 1988, entendió que ya no cabía
la acción de anulación contra el laudo extemporáneo. Esta
contraposición entre las dos doctrinas trascendió también
al plano jurisprudencial 7.
A la tesis negativa de la anulación ex art. 41 del
laudo extemporáneo contribuyó poderosamente la posición
doctrinal de XIOL RIOS, J.A. 8, defensor de la aplicación
del principio general de conservación de los actos
procesales, para concluir que “sólo en el caso de haberse
producido la denuncia de alguna de las partes por
incumplimiento
del
plazo,
la
infracción
adquirirá
carácter sustancial” (art. 6 LA) y podrá denegarse su
ejecución.
Con
razón
alarmaban
a
otro
importante
sector
doctrinal las consecuencias de una interpretación
en
este sentido del art. 41 LA de 2003, que deja en manos
“sin perjuicio de la posibilidad oponer la nulidad del laudo, ex, art. 559.1.3º
LEC/2000, cuando se interese su ejecución”.
7
V. en esta materia, con cita de la jurisprudencia contradictoria, CORDÓN
MORENO, F., “El laudo arbitral…”, op. cit. (5), pp. 1-2.
8
Presidente a la sazón de la Sala 1ª del TS y autor de “Notas sobre la ejecución
de los laudos arbitrales”, en Revista del Club Español del Arbitraje, nº 5, 2009,
pp. 93-110.
del árbitro dictar el laudo cuando estime conveniente,
sin limitación de tiempo 9.
A mi juicio, esta interpretación favorable a la
eficacia del laudo extemporáneo carecía de fundamento
bajo la versión original de la LA de 2003. La
desaparición de la causa específica de anulación que
dedicaba su precedente de 1988 al laudo extemporáneo
(art. 45.3), se debe al propósito de política legislativa
de inspirar la normativa en la LM de UNCITRAL, cuyo art.
34.2
no
la
prevé
expresamente,
sino
que
enuncia
genéricamente el
supuesto de que el procedimiento
arbitral no se hubiese ajustado al acuerdo de las partes
o a la ley en los términos literales que recoge el art.
41.1.d) de la LA de 2003.
Además, la norma imperativa del at. 37.2, párrafo
segundo, de esta Ley en su versión original atribuía
efectos extintivos y preclusivos a la expiración del
plazo, por lo que no resultan aplicables la renuncia
tácita de su art. 6 ni el principio general de
conservación de los actos procesales a un pronunciamiento
dictado por quienes ya no son árbitros y fuera de un
procedimiento ya terminado. En forma alguna podían los
árbitros cesados prevalerse de la falta de mención
expresa como causa de anulación del laudo extemporáneo
para dictarlo en el momento que estimaren conveniente. La
ineficacia de ese laudo resultaba incuestionable. La duda
surgía en su atacabilidad por la vía de la acción de
anulación y la causa de procedimiento no ajustado a la
9
CHILLÓN MEDINA, J.Mª, y MERINO MERCHÁN, J.F., “Valoración crítica de la
nueva ley de Arbitraje”, en La Ley, nº 5945, 2004, p. 133. La falta de causa
para la acción de anulación en este caso la consideran estos autores “fuga y
desnaturalización de la institución arbitral”.
voluntad de las partes ni a la ley, o por oposición a la
ejecución, si esta se solicitase y acordase, ex art.
559.1.3º LEC 2000.
IV.
LA NORMA REFORMADORA
1. Tramitación parlamentaria
La Ley 11/2011, de 20 de mayo, de reforma de la LA
60/2003, de 23 de diciembre, lejos de mejorar o aclarar
la norma contenida en el art. 37.2, la ha empeorado y ha
creado más dudas de las que ésta planteaba en su
redacción original.
Cierto es que el Proyecto del Gobierno no preveía la
reforma del art. 37.2. Ésta se introdujo en virtud de la
enmienda nº 59, del Grupo Socialista (el partido del
Gobierno), en su tramitación en el Congreso de los
Diputados, bajo la justificación de “mejora técnica”; sin
más, la enmienda propuso el siguiente texto:
“Si las partes no hubieren dispuesto otra cosa, los
árbitros deberán decidir la controversia dentro de
los seis meses siguientes a la fecha de presentación
de la contestación a que se refiere el artículo 29 o
de expiración del plazo para presentarla. Salvo
acuerdo en contrario de las partes, este plazo podrá
ser prorrogado por los árbitros, por un plazo no
superior a dos meses, mediante decisión motivada.
Salvo acuerdo en contrario de las partes, la
expiración del plazo sin que se haya dictado laudo
definitivo no afectará a la eficacia del convenio
arbitral ni a la validez del laudo dictado, sin
perjuicio de la responsabilidad en que hayan podido
incurrir los árbitros” 10.
Tramitándose
el
Proyecto
en
Comisión,
con
competencia legislativa plena, ésta, sin debate, acordó
incorporar la enmienda y así pasó al Senado, que
introdujo una sola modificación: sustituir la frase
inicial, “Si las partes no hubieren dispuesto otra cosa”,
por la de “Salvo acuerdo contrario de las partes”, con lo
que los tres incisos del párrafo comienzan con las mismas
palabras.
Así, sin debate y con celeridad, se dictó una norma
cuyo
alcance
no
valoraron
suficientemente
ni
los
enmendantes ni los demás parlamentarios participantes.
2. Alcance de la reforma
Con excepción del cambio en la frase inicial del
apartado, ninguna reforma afecta a sus dos primeros
incisos; es en el tercero en el que se introduce una
modificación sustantiva del precepto para reconocer
validez al laudo extemporáneo y suprimir los efectos
extintivos de las actuaciones y de la función de los
árbitros.
10
Boletín Oficial de las Cortes Generales, Congreso de los Diputados, A-22,
diciembre 2010, nº 85-15.
El supuesto de hecho de la norma sigue siendo el
mismo: “la expiración del plazo sin que se haya dictado
laudo definitivo”; las consecuencias jurídicas son las
que cambian.
Señalemos, ante todo, que la expresión “laudo
definitivo” proviene de la norma objeto de reforma, la de
la LA de 2003 en su redacción original. El adjetivo
“definitivo” es equívoco y plantea al intérprete una
cuestión delicada, como es la de su equivalencia con el
calificativo de las resoluciones judiciales, que define
el art. 207.1 LEC 2000:
“Son resoluciones definitivas las que ponen fin a la
primera instancia y las que decidan los recursos
interpuestos frente a ellas”.
Pero en el arbitraje ni hay “primera instancia” ni
recursos contra el laudo. Aquí, ha de entenderse la
expresión “laudo definitivo” en el sentido en que lo usa
el art. 38.1 LA, esto es, en el de laudo con el que se
pone fin a las actuaciones arbitrales, precisamente
porque resuelve la controversia objeto del arbitraje.
Si se trata de un laudo único, no cabe duda de que
es el definitivo; si, por el contrario, se trata de
laudos parciales, sólo el último, con el que se decide la
parte de controversia pendiente, puede calificarse de
definitivo. Por eso, podemos afirmar que con el laudo
parcial final se resuelve toda la controversia; mientras
que por el laudo único se alcanza esa resolución, Por es
aquí la preposición que introduce al agente: el laudo,
como se comprueba mejor en la voz pasiva del verbo: la
controversia es resuelta por el laudo único. Mientras que
la preposición con introduce un complemento de la oración
que significa compañía o colaboración: con el laudo
parcial último –junto a los precedentes- se resuelve la
controversia.
En la versión inglesa de la LM se denomina final
award, a lo que en la francesa se llama sentence
definitive y en la española, laudo definitivo (art. 32
LM).
Pero la LA utiliza indebidamente el calificativo en
el art. 40: “Contra un laudo definitivo podrá ejercitarse
la acción de anulación en los términos previstos en este
título”.
La acción de anulación puede ejercitarse contra todo
laudo, único o parcial, definitivo o no. El art. 34 LM,
en el que se inspira la LA española no califica al laudo
de final ni definitivo a esos efectos. En Derecho
español, la posibilidad de ejercitar la acción de
anulación contra laudos no definitivos está expresamente
reconocida
en
el
art.
22.3
LA
para
los
laudos
desestimatorios de aquellas excepciones cuya estimación
impide entrar en el fondo del asunto, y en el art. 23.2
para las decisiones arbitrales sobre medidas cautelares,
incluso si no revisten forma de laudo. Y esos laudos no
son definitivos. El que estime las excepciones del art.
22.3 LA si lo será.
Del mismo supuesto de hecho se siguen ahora
consecuencias distintas. Cierto es que la norma continúa
siendo dispositiva (“Salvo acuerdo en contrato de las
partes”); pero, ahora, de la expiración del plazo sin
haberse dictado laudo definitivo se siguen, parcialmente,
consecuencias distintas de las previstas en la redacción
original del precepto.
Persiste en la norma tras la reforma de 2011 la
continuación de la eficacia del convenio arbitral, pero a
ella se añade ahora la de “validez del laudo dictado”,
expresión
que
no
deja
de
plantear
dudas
en
su
interpretación literal, porque encierra una contradictio
in terminis con el supuesto de hecho: si el plazo ha
expirado sin haberse dictado laudo definitivo, no se
comprende
el
sentido
literal
del
sintagma
“laudo
dictado”, participio pasivo que expresa lo ya acaecido en
la acción del verbo, que se ha dictado. La contradicción
no puede salvarse en el sentido de que quede a salvo la
eficacia del laudo parcial o de los laudos parciales
pronunciados antes de expirar el plazo, sino en el de
“laudo que se dicte” posteriormente, en subjuntivo. Así
resulta del propio Preámbulo de la Ley 11/2011 (II), que
expresamente se refiere a que “se modula una solución a
favor del arbitraje, para los casos en que el laudo se
dicte fuera de plazo, sin perjuicio de la responsabilidad
de los árbitros”. Se trata, evidentemente, de salvar la
eficacia del laudo extemporáneo.
Apoya esa interpretación, también, la desaparición
de las consecuencias extintivas que en su redacción
original
tenía
el
transcurso
de
ese
plazo:
“la
terminación de las actuaciones y el cese de los
árbitros”; de manera que ahora, bajo la reforma de la
norma, pese a la expiración del plazo, las actuaciones
continúan y los árbitros se mantienen en su cargo.
Y la novedad es grave. En pretendido “favor del
arbitraje” se introduce un factor de inseguridad jurídica
peligrosísimo, que atenta contra la virtud de la
limitación temporal en la duración del arbitraje: la
validez de laudo extemporáneo sine die, sin límite
temporal alguno y sin la debida protección de las partes
frente al incumplimiento de los árbitros.
3. Posibles remedios
A. El pacto en contrario
Es cierto que la norma es dispositiva y que las
partes pueden (y deben) acordar en contrario. Digo
“deben” como buen consejo preventivo para evitar las
complicaciones jurídicas derivadas de la norma. Puede
hacerse al pactar el convenio arbitral (art. 9 LA) o al
elegir el Reglamento de una entidad administradora que
así lo establezca [art. 4,b) y 14.1 LA], o al convenir el
procedimiento (art. 25 LA), o en cualquier momento antes
de que se dicte el laudo; pero el acuerdo tardío será más
difícil, en cuanto que, lógicamente, habrá una parte más
interesada que otra en impedir la validez del laudo
extemporáneo.
El primer antídoto contra tan peligrosa norma es,
pues, el de evitar su aplicación a través de un pacto en
contrario.
B. La intepretación restrictiva
Con independencia de ese acuerdo específico, la
norma en cuestión exige una interpretación restrictiva,
si no correctora, que evite o aminore sus nocivos
efectos11.
En primer lugar, cabe plantear la cuestión del plazo
a que se refiere esta norma, si es el convencional, el
legal o el prorrogado por las partes o por los árbitros.
La ubicación de la norma en el último inciso del apartado
2 del art. 37 pudiera llevar a la conclusión de que se
refiere a todo plazo comprendido en el contexto de ese
apartado. Pero estimo más acertada la interpretación que
excluya del supuesto el plazo convencional, porque cuando
las partes han acordado un plazo distinto del legal ya
han fijado, por su propia voluntad, un límite a las
actuaciones y a la misión arbitral, que debe considerarse
11
Una interpretación “correctora” propone CAMPO VILLEGAS, E., “¿Hacia el
arbitraje de plazo indefinido?”, en Anuario de Justicia Alternativa, nº 11, 2011,
pp. 27-37. Pero la interpretación “correctora” consiste en la radical de “tener por
no escrito” el último inciso del art. 37.2, “considerado totalmente inaplicable” y
entender “inexistente” el laudo que se dicte fuera de plazo. Una solución
“drástica”, como reconoce el propio autor, que no puede compartirse, por muy
“irracional” y causante de “inseguridad jurídica” que sea la norma interpretada.
En la doctrina hermenéutica, la interpretación correctora es crítica de la letra de
la norma y la rectifica para que concuerde con su espíritu, extendiendo o
reduciendo el sentido literal. Pero lo que propone este autor en su crítica a la
norma nueva es una interpretación “derogatoria” (interpretatio abrogans), para
evitar su aplicación. V. DE CASTRO, F., Derecho Civil de España, I, Madrid,
1949, reed. 1984, pp. 473-474.
esencial. Si, por ej., las partes acuerdan que el plazo
se reducirá a un mes, no cabe, a mi juicio, mantener que
no han pactado en contra de la validez del laudo dictado
fuera de plazo. O si han acordado hasta un año, ya han
fijado
un
margen
más
que
suficiente
para
evitar
precisamente que se dicte un laudo válido fuera de él.
Lo mismo cabe mantener cuando las partes hayan
prorrogado de común acuerdo el plazo legal o el
convencional inicial: la fijación por las
partes de un
plazo debe ser considerada, a mi juicio, como “acuerdo en
contrario” de la validez del laudo dictado fuera del
límite convenido.
Queda
así
reducido
el
supuesto
de
la
norma
dispositiva a la expiración del plazo legal y a la
prórroga de éste por los árbitros. El plazo legal es el
fijado en el inciso primero del apartado 2 (“seis meses
siguientes
a
la
fecha
de
presentación
de
la
contestación…”). Y entiendo que es a “este plazo” al que
se refiere exclusivamente el inciso segundo al habilitar
su prórroga por los árbitros, con el límite de los dos
meses. El plazo convencional no puede alterarse por los
árbitros sino por nuevo acuerdo de las partes 12.
Para
justificar
esa
interpretación
no
puede
olvidarse que una de las ventajas del arbitraje es su
economía de tiempo, su celeridad, la previsibilidad de su
duración. Y esa finalidad del arbitraje debe ser atendida
al interpretar sus normas reguladoras, ex art. 3.1 C.c.
12
Coincido así con HIERRO, A., e HINOJOSA, R., op. cit., p. 395, quienes
mantienen que cuando la Ley establece que “este plazo podrá ser prorrogado
por los árbitros” se refiere “obviamente” al plazo legal.
No cabe aquí invocar el régimen propio de las
sentencias
judiciales,
cuya
extemporaneidad
sólo
desencadena una responsabilidad disciplinaria (art. 211
en relación con el 447 LEC). El Juez está investido de
jurisdicción y sometido a un régimen disciplinario, a
diferencia e los árbitros. Mediante el arbitraje, las
partes invisten a una o más personas de la facultad de
dirimir su discordia; pero esa investidura tiene un
límite temporal para el cumplimiento de su misión. No
cabe admitir una interpretación protectora de “dilaciones
indebidas” en materia arbitral.
C. La responsabilidad de los árbitros
La salvedad de la responsabilidad de los árbitros es
insuficiente, dado el régimen legal nada riguroso, más
bien mitigado, que regula esta materia, conforme al art.
21.1 LA, antes transcrito 13.
La obligación de los árbitros es “cumplir fielmente
el encargo”, lo que incluye el dictado del laudo en
plazo; pero el incumplimiento de esa obligación sólo
engendra responsabilidad en caso de “mala fe, temeridad o
dolo”.
La
simple
negligencia
culposa
por
dejar
transcurrir el tiempo, la pasividad, la omisión de la
diligencia debida para cumplir la obligación principal
del encargo, que es la de dictar laudo, no origina
responsabilidad.
13
Sobre la diferencia entre sentencia judicial y laudo dictados fuera de plazo, v.
CORDÓN MORENO, op. cit. (7); PARDO IRANZO, V., op. cit. (5).
Aunque la Ley de reforma haya impuesto un seguro de
responsabilidad civil, en otra de las modificaciones
discutibles injertadas en la LA, el sistema no satisface
los intereses dañados en caso de dictado de laudo
extemporáneo por incumplimiento del encargo en plazo.
D. El último remedio: la remoción judicial de los
árbitros
Pero, si no se han utilizado las medidas preventivas
contra el laudo extemporáneo, por acuerdo de las partes
que evite la aplicación de la norma legal contenida en el
art. 37.2, reformado, de la LA, no basta con una
interpretación restrictiva que reduzca al mínimo posible
la aplicación de aquélla ni con la responsabilidad de los
árbitros incumplidores;
es necesario arbitrar medidas
que resulten idóneas una vez producido el transcurso del
plazo en que se haya dictado laudo final.
Una vez expirado el plazo, la sola voluntad de una
de las partes no impedirá la validez legal del laudo que
se dicte. La fórmula legal “salvo acuerdo en contrario”
exige la coincidencia de voluntades de las partes y hace
inútil la reacción contraria de una de ellas, que
denuncie
el
incumplimiento del
encargo y pretenda
desvestir a los árbitros de la facultad de dictar laudo
válido fuera de plazo. Cuando es el laudo definitivo el
que produce la terminación de las actuaciones y el cese
de los árbitros, éstos pueden seguir en ejercicio de su
cargo, salvo que las partes “acuerden” lo contrario [art.
38.1 y 2b)]. Una sola de ellas no
Mientras tanto, habrá litispendencia.
puede
impedirlo.
La “eficacia del convenio” impide acudir a la vía
judicial, pero, si no hay acuerdo, no faculta a una parte
para solicitar el nombramiento de nuevos árbitros ex art.
15 LA, sin remover previamente a los nombrados.
El panorama es suficientemente sombrío y justifica
cuantas medidas puedan adoptar
preventivamente las
partes para enervar esa exorbitante facultad que permite
a los árbitros prolongar el encargo y continuar en sus
cargos
hasta
dictar,
sin
límite
temporal,
laudo
definitivo.
Si hay acuerdo entre las partes, podrá evitarse tal
extralimitación, ya por la vía del art. 37.2, ya por la
del 38.2,b), dando por terminadas las actuaciones. Si no,
creo que el remedio a favor de la parte disconforme con
tan grave mal, una vez expirado el plazo, estará en el
art. 19 LA, en el mecanismo de la remoción judicial:
“1.- Cuando un árbitro se vea impedido de hecho o de
derecho para ejercer sus funciones, o por cualquier
otro motivo no las ejerza dentro de un plazo
razonable, cesará en su cargo si renuncia o si las
partes acuerdan su remoción. Si existe desacuerdo
sobre la remoción y las partes no han estipulado un
procedimiento para salvar dicho desacuerdo, se
aplicarán las siguientes reglas:
a) La pretensión de remoción se sustanciará por los
trámites del juicio verbal. Se podrá acumular la
solicitud de nombramiento de árbitros, en los
términos previstos en el artículo 15, para el caso
de que se estime la de remoción.
Contra las resoluciones definitivas que se dicten no
cabrá recurso alguno”.
La competencia es de la Sala de lo Civil y de lo
Penal del Tribunal Superior de Justicia de la Comunidad
Autónoma del lugar del arbitraje, ex art. 8, reformado,
LA. De este modo, la parte interesada podrá evitar el
laudo extemporáneo y alejar la incertidumbre de un plazo
abierto que deje pendiente un litigio irresoluto.
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