En que se equivoco Darwin

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Darwin se equivocó.
Charles Darwin murió apaciblemente de un ataque cardiaco, en Inglaterra, hace cien años. Su
grandiosa teoría de la evolución, base de cuanto enseña la biología moderna, ha llegado a aceptarse
con fervor rayano en la reverencia. En el ámbito de la ciencia, su nombre brilla al lado de Copérnico,
Galileo, Newton y Einstein. No obstante, el darvinismo afronta en la actualidad un asombroso número
de objeciones.
Se suele considerar que evolución y darvinismo significan lo mismo; pero no hay tal. Muchos
partidarios de la creación divina (o creacionistas) impugnan la teoría de la evolución, como
herramienta para generación de nuevas especies, las pruebas que han aportado durante los dos últimos siglos la geología, la paleontología, la biología molecular y otras muchas disciplinas científicas,
conceden a lo que se entiende como evolución una realidad somera. Podemos hablar de adaptación a
situaciones específicas, pero no de saltos evolutivos en las especies tales que resulten en seres de
otro tipo. El darvinismo no se ha probado científicamente, a pesar de que muchos se han esforzado en
ello.
La mayoría de los científicos aceptan que la vida ha “evolucionado”, con ocasionales pausas,
en un proceso ininterrumpido de creciente variedad y complejidad, y que algunas de las principales
etapas evolutivas en la historia natural de los organismos vivientes han sido, en este orden: 1)
bacterias y algas; 2) esponjas y medusas; 3) peces teleósteos o cordados; 4 ) anfibios, que pasaban
parte de su vida en la tierra; 5) reptiles (inclusive, los dinosaurios); 6) aves y mamíferos.
El registro de los fósiles confirma esta secuencia de formas de vida. Sin embargo, Darwin
esperaba que sirviera también para demostrar su hipótesis de que estas seis etapas estaban
eslabonadas: que los peces se trasformaron en anfibios los anfibios, en reptiles; los reptiles, en aves; y
las aves, en mamíferos.
A mayor abundamiento Darwin estaba convencido de que este proceso había ocurrido
paulatinamente, con ligerísimas ‘’mejoras», resultado de lo que llamó «selección natural» de los más
aptos en la constante lucha por sobrevivir. En su teoría, Darwin supuso que esos sobrevivientes eran
en algunos aspectos superiores a sus padres, porque quizás tenían mejor vista, o bien otras
cualidades que les permitían soportar el frío intenso, por ejemplo. Poco a poco, estas características
para la supervivencia se iban acumulando hasta que surgía una nueva especie vegetal o animal.
Si tal fuera el caso, el registro de fósiles debería mostrar majestuosa progresión ininterrumpida;
¡pero ocurre lo contrario! Es evidente que en la Tierra han surgido muchas formas de vida de las que
no sabemos nada, y algunas, bajo el prisma científico, se pueden considerar intermedias. Sin
embargo, las brechas entre los fósiles muestran una característica constante: faltan eslabones fósiles
en muchos sitios importantes. Es obvio que no existen eslabones entre los principales grupos de
animales, o por lo menos, no abundan tanto como para que su lugar en la evolución quede
confirmado.
Pero hay períodos muy largos en la historia natural en que se supondría, con toda razón, que
debieran abundar las formas vivientes intermedias. Los museos exhiben, por ejemplo, millones de
fósiles de los primeros animales marinos invertebrados, y una cantidad también inmensa de antiguas
especies de peces. Entre estas dos categorías de fósiles, que abarcan el lapso de unos cien millones
de años, se esperaría encontrar algunos restos de organismos en los que se mezclaran tan sutilmente
las características de unos y otros, que se dificultaría determinar dónde acabarían los invertebrados y
dónde empezarían los vertebrados. En cambio, los grupos de peces bien diferenciados se introducen
de pronto en el registro de los fósiles, surgiendo, al parecer, de la nada. Estos aspectos de la
situación, en los cuales el mundo científico trata de consensuar mediante supuesto, dan razón a los
creacionistas ya que no hay evidencia alguna de evolución en su sentido más amplio.
Por ejemplo: ¿cómo se desarrollaron las alas de los murciélagos? La diferencia entre el
murciélago y su antepasado, sin alas y con aspecto de musaraña, es enorme. Sin embargo, nada en
los anales fósiles sugiere, ni remotamente, que haya habido una evolución paulatina, darviniana,
desde la extremidad locomotriz hasta el ala.
Otro ejemplo de esto: la ballena. La suposición más generalizada es que los antepasados de
las ballenas eran mamíferos ungulados primitivos que emigraron de la tierra al mar, y que durante ese
período «debió de haber» un eslabón intermedio, en etapa anfibia. Pero no existen pruebas fósiles de
este supuesto fenómeno.
El mundo científico considera que esta realidad abismante de falta de pruebas en los eslabones fósiles
perdidos no constituyen la sentencia de muerte para el darvinismo; en la practica este es un
pensamiento muy poco científico, se acerca más a los conceptos dogmáticos de la religión que ellos
quieren negar como opción evolutiva por sobre la creativa, no podemos negar la realidad, la teoría
tampoco sale bien librada en los laboratorios de biología.
Virtualmente todas las formas vivientes están integradas por células; cada célula contiene
genes, con un código de información único para cada planta y para cada animal. Durante el acto
reproductivo, la información genética de un ser se mezcla con la de su pareja, y el producto hereda
exactamente la mitad de cada progenitor.
De vez en cuando, los genes «se equivocan». Estos errores, conocidos como mutaciones, dan
casi siempre una planta debilitada o un animal deforme. No obstante, los partidarios de Darwin han
llegado a creer que las raras mutaciones favorables, son las importantes en la evolución. Esta teoría,
llamada neodarvinismo, afirma que una casual mutación favorable se propaga gradualmente entre las
plantas o entre los animales, por selección natural; en el trascurso del tiempo geológico, surge al fin
una nueva especie. Lo increíble de esta tesis es que en la practica y mirando la naturaleza, y por que
no decirlo, —la propia teoría evolutiva—, el más débil es absorbido por lo más fuerte, pero ahora el
mundo científico en su intento desesperado por destronar a Dios de la realidad creacional intenta
hacernos creer que hasta sus propios postulados son erráticos.
En un simposio celebrado en la Universidad de Pensilvania, en Filadelfia, en 1966, se
esclareció que muchos físicos, matemáticos e ingenieros compartían las dudas de los biólogos
respecto al neodarvinismo. Murray Edén, entonces profesor de ingeniería eléctrica del Instituto de
Tecnología de Massachusetts, en Cambridge, aseveró que explicar la aparición fortuita del hombre
como resultado de una mutación, es como aceptar «la probabilidad de escribir a maquina golpeando
las teclas al azar, una biblioteca de mil volúmenes coherentes, con este procedimiento: Empiece con
una frase significativa, vuelva a mecanografiarla con algunos errores, y alárguela agregando letras;
luego, examine el resultado, para ver si la nueva frase tiene algún significado. Repita el proceso hasta
que complete la biblioteca».
El concepto de las mutaciones fortuitas, pero útiles (al menos, las mutaciones secuenciales de
tipo darviniano; o sea, eslabonadas una tras otra), desemboca en otro enigma biológico: lo que Darwin
llamó «órganos de gran perfección». Y lo que más le preocupó fue la construcción del ojo humano.
Para funcionar bien, el ojo debe estar limpio y húmedo. La luz atraviesa la membrana protectora
exterior (la córnea), pasa luego por una abertura auto ajustable (la pupila) y por una lente (el
cristalino), también automático, que la enfoca en la cara posterior de la retina. Allí, 130 millones de
conos y bastones fotosensibles producen reacciones fotoquímicas que transforman la luz en impulsos
eléctricos, y estos se trasmiten al cerebro a velocidad increíble.
¿Cómo fue posible que miles y miles de mutaciones venturosas coincidieran de manera que el
cristalino y la retina —que no pueden funcionar el uno sin la otra— evolucionaran tan
sincrónicamente?
En este punto, podemos concluir con justicia que la teoría evolucionaría ha llegado a un
callejón sin salida. En las tres áreas en que puede someterse a prueba, el neodarvinismo no ha
logrado explicar todos los fenómenos de la evolución:
• El registro de los fósiles revela con frecuencia una pauta de brechas evolutivas, en vez de los
cambios graduales que describió Darwin.
• Los genes constituyen un potente mecanismo estabilizador y minimizan las posibilidades de que surjan nuevas formas vivientes.
• Las mutaciones casuales, en el nivel molecular, no bastan para explicar la creciente complejidad
organizada de la vida.
Entonces, en vista de que se rechaza el neodarvinismo por no dar las respuestas acertadas,
podríamos creer que finalmente la comunidad científica reconocería que una mente superior ha creado
tanto a las algas como a los científicos, pero no, podemos entender que las algas, si es que tienen un
sentido de realidad de vida, agradecen a Dios su existencia, pero el orgullo del “hombre sabio” no le
permite entender que uno más sabio que él creo a lo necio y a lo sabio.
La supuesta “sabiduría” del hombre no le permite entender lo evidente, La Biblia nos dice lo
siguiente:
“Lo que se conoce sobre Dios, ellos lo saben muy bien porque Dios mismo se los ha mostrado.
Hay mucho acerca de Dios que la gente no puede ver: su poder eterno y todo aquello que lo
hace ser Dios. De hecho, desde el comienzo del mundo, la gente ha podido entender todo esto
con facilidad, porque se hace evidente en todo lo que Dios ha hecho. Así que no tienen excusa
para hacer todo el mal que hacen”.
Romanos 1:19-20 PDT
La teoría de la evolución misma nos muestra que sin Creador nada de lo que hay habría
llegado a la existencia, bástenos ver la materia para entender que “alguien” debió poner en movimiento
las leyes necesarias para que todo llegara al punto en que lo vemos. El mundo científico rebaja su
propio valer al propugnar la idea de que el hombre no «fue hecho a imagen y semejanza de Dios»,
sino que ellos se siente y se creen «hechos a imagen y semejanza de los monos»… parece que tienen
razón cuando vemos su insistencia repetitiva de tratar de involucrarnos con su teoría estéril, están
actuando igual que sus supuestos ancestros.
Hibrido I.D.D. Chile
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