LA TUTELA ORDINARIA DE MENORES Y LA TUTELA AUTOMÁTICA DE LA ADMINISTRACIÓN COMO FÓRMULAS JURÍDICAS DE PROTECCIÓN DE NIÑOS EN SITUACIÓN DE CALLE Rosa Adela Leonsegui Guillot Profesora titular de Derecho Civil UNED (España) 1. CONSIDERACIONES GENERALES FÓRMULA JURÍDICA DE PROTECCIÓN SOBRE LA TUTELA COMO Durante las últimas décadas, la tutela y demás instituciones de guarda legal han adquirido una gran importancia social como consecuencia de una mayor sensibilidad por parte de la sociedad en general y de las Autoridades públicas en particular hacia los problemas que sufre la infancia (1), y que ha cristalizado en la necesidad de proporcionar una adecuada protección jurídica a los menores no sujetos a la patria potestad de sus padres y a los incapacitados. Hoy la atención a la infancia debe ser entendida como una acción integral y coordinada en la que convergen, en actuación simultánea o subsidiaria, plurales niveles de responsabilidad: los padres del menor, el entorno familiar, y la Comunidad a través de los servicios especializados de protección. En Derecho español las normas más importantes para determinar los derechos y garantías del menor son: -La Constitución Española de 1978 que, en relación con los hijos, en su art. 39 obliga a los poderes públicos a que aseguren su protección integral y a los padres a que les presten asistencia de todo orden, todo ello bajo el amparo de la protección prevista en los acuerdos internacionales que velan por sus derechos (2). -La Ley Orgánica 1/1996, de 15 de enero, de Protección Jurídica del Menor que constituye, tal como determina su Exposición de Motivos, “un amplio marco jurídico de protección que vincula a todos lo poderes públicos, a las instituciones específicamente relacionadas con los menores, a los padres y familiares y a los padres en general”. Al tiempo que “reformula la estructura del derecho a la protección de la infancia vigente en España y en la mayoría de países desarrollados desde finales del S. XX”. Atendiendo a las necesidades de los menores como eje de sus derechos y de su protección. -Y la Ley Orgánica 5/2000, de 12 de enero, reguladora de la Responsabilidad Penal de Menores, que fue modificada por Ley Orgánica 7/2000, de 22 de diciembre, de modificación del Código Penal 1 y de la Ley Orgánica de Responsabilidad Penal de los menores en relación con delitos de terrorismo. Que ha supuesto la consolidación del menor como sujeto de derechos en el proceso penal y en la que se han cuidado de forma especial las garantías, cuya protección última corre a cargo del Juez. En nuestro Derecho la función tuitiva de los menores se ejercita a través de la tutela, la curatela y el defensor judicial, cuya regulación se contiene principalmente en los artículos 215 a 306 del Código Civil redactados por la Ley 13/1983, de 24 de octubre (modificados parcialmente por Ley 21/19887, de 11 de noviembre (3), y Ley Orgánica 1/1996, de 15 de enero, de Protección Jurídica del Menor) que introduce el sistema de tutela judicial o de autoridad al adscribir los órganos tuitivos de la persona al control del Juez (4). Aunque lo habitual y deseable es que los menores tengan un padre y una madre que cuide de ellos mediante el ejercicio de la patria potestad, existen supuestos en los que esto desgraciadamente no es posible por muerte, privación de la patria potestad o incapacidad de los padres. En estos casos es necesario nombrar a una persona que se encargue de la guarda y protección de los menores e incapacitados, utilizándose para ello la institución tutelar. La tutela es pues una institución subsidiaria de protección y asistencia de los menores no emancipados y de los incapacitados no sujetos a patria potestad establecida por la Ley. El ejercicio de la función tutelar es un verdadero mandato legal que presenta los siguientes caracteres: 1.º Subsidiariedad. La tutela nace para suplir la incapacidad de los menores no emancipados a quienes falta la patria potestad o de los incapacitados en general. Por tanto, se configura como un mecanismo paralelo y subsidiario de la patria potestad. 2.º Naturaleza pública del cargo. La Autoridad Judicial y el Ministerio Fiscal han de actuar de oficio para constituir la tutela en todos los casos en que se den los supuestos legales para ello. 3.º Obligatoriedad. Las funciones tutelares constituyen un deber, se ejercerán por su titular en beneficio del tutelado y sin que pueda dejar de ostentar el cargo por su propia voluntad, salvo que concurra alguna de las causas de excusa legalmente previstas. 4.º Generalidad. La tutela atribuye el cuidado y protección “integral” de la persona y los bienes del tutelado, es un mecanismo de representación legal sustitutiva de la falta de capacidad del pupilo. A diferencia de la curatela que se establece solo para actos concretos y determinados, y se limita por tanto a completar la capacidad. 5.º Control judicial. El ejercicio de la función tutelar se realizará bajo la vigilancia del Ministerio Fiscal, que actuará de oficio o a instancia de cualquier 2 interesado. Además el Juez, en la resolución por la que se constituya la tutela o en otra posterior, podrá establecer las medidas de vigilancia y control que estime oportunas en beneficio del tutelado. Conforme al vigente art. 215 del Código Civil, “la guarda y protección de la persona y bienes o solamente de la persona o de los bienes de los menores e incapacitados, se realizará, en los casos que proceda, mediante: 1.º La tutela. 2.º La curatela. 3.º El defensor judicial”. Por tanto, junto a la tutela – órgano tuitivo por excelencia- y la figura del defensor judicial se introduce un nuevo órgano tuitivo de la persona, la curatela (5), que a pesar de haber sido regulada en nuestro Derecho histórico por las Partidas no fue recogida por el legislador al elaborar el Código Civil de 1889. La frontera teórica entre los citados cargos podría fijarse diciendo que el tutor es el representante legal del menor o incapacitado con carácter estable, mientras el curador se limita a completar la capacidad del sometido a curatela, pero no sustituye su voluntad en sentido técnico (6). Por último, el defensor judicial se caracteriza por ser un cargo ocasional o esporádico, compatible con los anteriores, incluso con el ejercicio de la patria potestad por los progenitores, cuya finalidad es la protección del menor cuando existan intereses contrapuestos entre éste y sus representantes legales o cuando transitoriamente no exista persona que esté ejerciendo las funciones tutelares (7). Una vez enumerados los órganos tuitivos nos centraremos en el análisis de la tutela que presenta dos modalidades: 1.ª La tutela ordinaria que se constituye cuando no existan personas que ejerzan la patria potestad (art. 222.1.º CC) o se trate de incapacitados (art. 222.2.º CC) y que deberá constituirse siempre judicialmente. 2.ª La tutela automática o por ministerio de la Ley cuando los menores se encuentren en situación de desamparo, es decir privados de la necesaria asistencia moral o material (art. 222.4.º CC), y que será acordada por una Entidad Pública. 2. LA TUTELA ORDINARIA Delimitados los supuestos de constitución de la tutela ordinaria y de la tutela administrativa o por ministerio de la Ley, interesa precisar los sujetos pasivos sobre los que recaen. Están sujetos a tutela ordinaria: a) Los menores de 18 años no emancipados y que no estén bajo la patria potestad. b) Los incapacitados, cuando la sentencia que declare la incapacitación lo haya establecido. Esta sentencia determinará la extensión y límites de la incapacitación, así como el régimen de tutela o curatela a que haya de quedar sometido el incapacitado (8). 3 c) Los sujetos a la patria potestad prorrogada al cesar ésta, salvo que proceda la curatela. La prórroga de la patria potestad puede cesar por muerte de los padres, por declaración de fallecimiento o por privación judicial de la patria potestad. Están sujetos a tutela administrativa: los menores de edad e incapaces que se encuentren en situación de desamparo. La inclusión de los incapaces que se encuentren en situación de desamparo como sujetos pasivos de tutela administrativa se ha llevado a cabo por la Ley 41/2003, de 18 de noviembre, de Protección Patrimonial de las Personas con Discapacidad y de Modificación del Código Civil, de la Ley de Enjuiciamiento Civil y de la Normativa Tributaria con esta finalidad, que añade un nuevo párrafo al art. 239 del Código Civil con el siguiente contenido: “la entidad pública a la que, en el respectivo territorio, esté encomendada la tutela de los incapaces cuando ninguna de las personas recogidas en el art. 234 sea nombrada tutor, asumirá por ministerio de la Ley la tutela del incapaz o cuando éste se encuentre en situación de desamparo. Se considera como situación de desamparo la que se produce de hecho a causa del incumplimiento o del imposible o inadecuado ejercicio de los deberes que le incumben de conformidad a las leyes, cuando éstos queden privados de la necesaria asistencia moral o material”. Precepto que supone llevar a sede de incapacitación la regulación que respecto a los menores de edad creó la Ley 21/1987 –de modificación del Código Civil en materia de protección de menores— en el art. 172.1. del CC. En este punto cabe preguntarse si para constituir la tutela automática de los incapacitados que se hallen en situación de desamparo es suficiente el incumplimiento de los deberes de protección o deben quedar privados de la necesaria asistencia moral y material. Si nos atenemos a la propia Ley, es necesario el concurso de ambos requisitos y evidentemente que el incapacitado lo sea judicialmente en virtud de alguna de las causas establecidas por la ley (art. 200 CC), no siendo suficiente que se encuentre en una situación de discapacidad, incapacidad o disminución física o psíquica. 2.1. PERSONAS QUE PUEDEN SER TUTORES La institución tutelar requiere una previa delimitación de las personas llamadas a desempeñar tal función y un posterior nombramiento de ellas para que efectivamente la ejerzan. Puede ser desempeñada por una sola persona o por varias conjuntamente, y tanto por persona física como jurídica. En el sistema vigente, después de la reforma del Código Civil por la Ley 13/1983, de 24 de octubre, no hay propiamente delación u ofrecimiento del cargo, sino llamamiento preferencial de ciertas personas supeditado al beneficio concreto del tutelado cuya apreciación corresponde siempre al Juez. Si bien, se permite a los padres designar a la persona o personas preferidas por ellos para el desempeño del cargo en sus disposiciones de última voluntad 4 o en documento público notarial. Quedando en todo caso esta designación sometida al control del órgano jurisdiccional que podrá alterarla, modificarla o suprimirla cuando el beneficio del menor o incapacitado así lo exija. En el caso de que la tutela sea desempeñada por un único tutor, según establece el art. 234 del Código Civil (9) para su nombramiento se preferirá: 1.º Al designado por el propio tutelado conforme al párrafo segundo del art. 223. 2.º Al cónyuge que conviva con el tutelado. 3.º A los padres. Esta remisión debe entenderse referida exclusivamente a la tutela de los incapacitados, ya que tratándose de menores, si existen padres éstos ejercerán la patria potestad, y estando privados de ella no podrán ser nombrados para el cargo por imperativo del artículo 234.1 del Código Civil. 4.º A la persona o personas designados por los padres en sus disposiciones de última voluntad. 5.º Al descendiente, ascendiente o hermano que designe el Juez. Excepcionalmente, el Juez en resolución motivada, podrá alterar este orden de prelación o prescindir de todas las personas en él mencionadas, si el beneficio del menor o incapacitado así lo exigiere, ya que el interés de éstos está incluso por encima de lazos familiares. En defecto de las personas mencionadas, el Juez designará tutor a quien por sus relaciones con el tutelado y en beneficio de éste considere idóneo. 2.1.1. Tutela de las personas jurídicas No solo pueden ser tutores las personas físicas, sino también las personas jurídicas que no tengan finalidad lucrativa y entre cuyos fines específicos figure la protección de menores e incapacitados (10). No pueden ser nombrados tutores ni las sociedades civiles ni las mercantiles, ya que se consustancial a su naturaleza el ánimo de lucro. Por contra, sí podrán serlo las corporaciones, asociaciones y fundaciones de interés público reconocidas por la Ley, así como las personas jurídico públicas siempre que en sus estatutos o en sus títulos constitutivos tengan reconocidos entre sus fines el de la protección de menores y/o incapacitados, o bien en el caso de las personas jurídico públicas, tengan encomendada tal función. El ejercicio de las facultades propias del cargo corresponderá a una persona física que podrá ser el Director del Centro o persona en quien éste delegue, o bien el funcionario encargado de este cometido, los cuales responderán civilmente ante la persona jurídica del correcto cumplimiento de 5 las funciones que le hayan sido encomendadas, mientras que la persona jurídica será responsable del correcto ejercicio de la función ante el Juez. 2.1.2. Supuesto de pluralidad de tutores Como regla general la tutela se ejercerá por un solo tutor, no obstante en determinados supuestos especiales se admite que puedan concurrir varios tutores. Tales supuestos son: 1.º Cuando por concurrir circunstancias especiales en la persona del tutelado o de su patrimonio, convenga separar como cargos distintos el de tutor de la persona y el de los bienes. Cada uno de los tutores designados actuará de modo independiente en la materia para la que se le haya atribuido competencia y las decisiones se adoptarán como regla general por unanimidad; si no se alcanzara, resolverá el Juez lo que estime conveniente, tras oír a los tutores y al tutelado si tuviere suficiente juicio. Solo cuando el número de tutores sea igual o superior a tres podrá ser adoptado el acuerdo por mayoría y, de no haberse podido alcanzar el acuerdo, será el Juez el que resuelva. 2.º Si han sido nombrados tutores el padre y la madre del menor o del incapacitado, la tutela será ejercida conjuntamente por ambos de modo análogo a la patria potestad. Por tanto, cabe que las funciones tutelares sean ejercitadas por uno solo de los progenitores con el consentimiento expreso o tácito del otro y también que le Juez decida que el ejercicio de las funciones encomendadas a los dos padres sea realizado de modo solidario. 3.º Si se designa tutor al tío/a carnal respecto de sus sobrinos hijos de su hermano/a, y se considera conveniente que el cónyuge del tutor ejerza también la tutela. 4.º Si los padres designaron a dos o más personas para le ejercicio de la tutela de sus hijos menores o incapacitados en testamento o documento público notarial y el Juez los nombró, ejercerán la tutela conjuntamente como regla general, salvo que el progenitor hay dispuesto que las personas por él designadas deban ejercer la tutela de modo solidario; en cuyo caso el Juez decidirá si sigue las determinaciones de los progenitores teniendo siempre presente el mejor cuidado de los intereses del tutelado. En estos casos de tutela plural, las facultades de la tutela habrán de ejercitarse por todos los tutores conjuntamente. Todos los nombrados habrán de participar en la adopción de las decisiones, pero valdrá lo que se haga con el acuerdo de la mayoría (se entiende mayoría simple). A falta de acuerdo, el Juez, después de oír a los tutores y al tutelado si tuviere suficiente juicio, resolverá sin ulterior recurso lo que estime conveniente. En el caso de que los desacuerdos entre tutores fueran reiterados y entorpecieren gravemente el ejercicio de la tutela, podrá el Juez reorganizar su funcionamiento e incluso proveer de nuevo tutor. Además, el Código previene distintas reglas para la solución del 6 conflicto: a) Si los tutores son los padres y ejercen la tutela conjuntamente y el conflicto se plantea solo con uno de ellos, será el otro el que, automáticamente representará y amparará a su hijo o hijos. Si el conflicto se plantea respecto los intereses de ambos y su hijo o hijos, será nombrado un defensor judicial. b) En los demás casos de tutela plural, si alguno o algunos de los tutores incurriesen en oposición con los intereses del tutelado, el ejercicio de las facultades tutelares, respecto de los actos o contratos en los que se plantee el conflicto, se realizará por aquel de los tutores cuyos intereses no se encuentre en conflicto con los del menor, sin necesidad de nombramiento especial por parte del Juez; pero si todos los tutores presentasen intereses incompatibles y opuestos con los del menor, el Juez deberá nombrarle al tutelado un defensor judicial que le represente y ampare por disposición expresa de la Ley (art. 299.1.º CC). 2.2. CONSTITUCIÓN DE LA TUTELA Y NOMBRAMIENTO DEL TUTOR Tan pronto como se tenga conocimiento de que existe una persona necesitada de tutela, el Código Civil impone a la Autoridad Judicial y al Ministerio Fiscal, así como a los parientes y guardadores el deber de promover la constitución de la tutela. El expediente de constitución judicial de la tutela puede iniciarse: – De oficio por el Juez de primera instancia o a petición del Ministerio Fiscal, cuando tuvieren conocimiento de que existe en el territorio de su jurisdicción alguna persona que deba ser sometida a tutela (art. 228 CC). Conocimiento al que pueden llegar por la tramitación de algún procedimiento o bien por la información que reciban de terceras personas. – A instancia de cualquier pariente llamado a la tutela o de las personas bajo cuya guarda se encuentre el menor (art. 229 CC). Deberán promover su constitución desde el momento en que conocieran el hecho que motiva la tutela, y si no lo hicieren serán responsables solidarios de la indemnización de los daños y perjuicios causados. Promovida la constitución de la tutela por las personas que están obligadas a ello, el Juez la constituirá, previa audiencia de los parientes más próximos, de las personas que considere oportuno y, en todo caso del tutelado si tuviere suficiente juicio y siempre si fuere mayor de doce años. Todo ello, se llevará acabo en audiencia pública y con la asistencia del Ministerio Fiscal, en la que el Juez deberá obtener todos los datos necesarios para, siempre en beneficio del menor, constituir la tutela y nombrar a la persona que deba ejercer el cargo del tutor. 7 Es conveniente pues, que quede acreditado en el expediente respecto del menor: su forma de vida, situación escolar, con quien ha vivido desde la muerte de sus padres, relaciones con la familia del tutor, etc. Y en cuanto al tutor: situación personal, medios económicos, relaciones familiares, etc. Una vez practicadas las audiencias exigidas por la Ley, y emitido el informe por el Ministerio Fiscal, el Juez dictará resolución: a) Constituyendo la tutela, si ha quedado debidamente acreditado en el expediente la muerte, declaración de incapacidad, fallecimiento o ausencia de los padres del menor, o en su caso la privación de la patria potestad de ambos o del supérstite. b) Nombrando tutor a la persona propuesta por los padres del menor en testamento o por el promotor del expediente, si de los autos no se desprende que en beneficio del menor es procedente nombrar a otra persona. Previamente el Juez deberá comprobar: – Que se encuentra en el pleno ejercicio de sus derechos civiles (artículo 241 del Código Civil). – Que no concurra en el mismo ninguna de las causas de inhabilidad establecidas en los artículos 243, 244 y 245 del Código Civil. c) Acordando las medidas de vigilancia y control que estime necesarias en beneficio del tutelado, como por ejemplo informar anualmente sobre la situación del menor y de sus bienes (art. 233 CC). d) Acordando la prestación de fianza por parte del tutor (art. 260 del Código Civil). La resolución se dictará en procedimiento de jurisdicción voluntaria en la forma prevista en la Ley de Enjuiciamiento Civil, con las particularidades establecidas en la disposición adicional tercera de la Ley Orgánica 1/1996, que se refieren a que tanto el Juez como el Ministerio Fiscal actuarán de oficio en interés del menor o incapaz, adoptando y proponiendo las medidas, diligencias y pruebas que estimen oportunas, como a la no necesaria intervención de Abogado ni Procurador. 2.2.1. Capacidad para ser nombrado tutor: causas de inhabilidad El reconocimiento de la capacidad para ser tutor difiere según se trate de personas físicas o jurídicas. Tratándose de personas jurídicas, el art. 242 CC autoriza solo a aquéllas que no tengan finalidad lucrativa (es el caso de las corporaciones, asociaciones y fundaciones) y entre cuyos fines figura el de protección de menores e incapacitados. Mientras que para las personas físicas se exige que se encuentren en el pleno ejercicio de sus derechos civiles y que no se hallen incursas en causa de inhabilidad tipificada. 8 No podrán ser tutores (art. 243 CC): 1.º Los que estuvieran privados o suspendidos en el ejercicio de la patria potestad o total o parcialmente en los derechos de guarda y educación por resolución judicial. 2.º Los que hubieren sido legalmente removidos de una tutela anterior. 3.º Los condenados a cualquier pena privativa de libertad, mientras estén cumpliendo la condena. 4.º Los condenados por cualquier delito que fundadamente que no desempeñarán bien la tutela. haga suponer Abundando en particulares circunstancias inhabilitantes para el cargo, el art. 244 del Código Civil añade que tampoco pueden ser tutores: 1.º Las personas en quienes concurra imposibilidad absoluta de hecho. 2.º Los que tuvieren enemistad manifiesta con el menor o incapacitado. 3.º Las personas de mala conducta o que no tuvieran manera de vivir conocida. 4.º Los que tuvieren importantes conflictos de intereses con el menor o incapacitado, mantengan con él pleito o actuaciones sobre el estado civil o sobre la titularidad de los bienes, o los que le adeudaren sumas de consideración. 5.º Los quebrados y concursados no rehabilitados, salvo que la tutela lo sea solamente de la persona. Por último, tampoco pueden ser tutores los excluidos expresamente por el padre o por la madre en sus disposiciones de última voluntad o documento notarial, salvo que le Juez considere improcedente la exclusión. Este catálogo de inhabilidades resulta operativo desde el momento de constituir la tutela, pues impide el nombramiento de la persona afectada, pero es igualmente válido durante el ejercicio del cargo, por cuanto estas mismas causas de inhabilidad actúan como de remoción del tutor nombrado, como más adelante veremos. 2.2.2. Excusas para el desempeño del cargo Dado el carácter “obligatorio” del cargo de tutor, solo se le eximirá de su ejercicio cuando el motivo alegado sea uno de los previstos por la Ley y el Juez lo acepte. En tanto no se decida sobre la causa alegada, el designado deberá continuar en el desempeño del mismo. no haciéndolo así, el Juez nombrará un 9 defensor que le sustituya, quedando el sustituido responsable de todos los gastos ocasionados por la excusa si ésta fuera rechazada. Las excusas deberán alegarse dentro del plazo de quince días a contar desde que tuvieran conocimiento del nombramiento. Pero si la excusa fuera sobrevenida podrá ser alegada en cualquier momento. Son causas de excusa apreciables al tiempo del nombramiento: cuando por razones de edad, enfermedad, ocupaciones personales o profesionales, por falta de vínculos de cualquier clase entre tutor y tutelado o por cualquier otra causa resulte excesivamente gravoso el ejercicio del cargo. Las personas jurídicas podrán excusarse cuando carezcan de medios suficientes para el adecuado desempeño de la tutela (art. 251 CC). Son causas sobrevenidas: cuando hubiera persona de parecidas condiciones para sustituir al tutor nombrado y concurra en éste alguna de las causas de excusa enumeradas en el art. 251 del Código Civil a las que acabamos de hacer referencia. En cuanto a los efectos de la excusa, el llamado a la tutela, o en su caso el tutor, quedarán eximidos del desempeño del cargo y se procederá pro el Juez al nombramiento de un nuevo tutor. Pero si el que se excusa fuera tutor designado en testamento, perderá lo que en consideración al cargo le hubiese dejado el testador. 2.3. EJERCICIO DE LA TUTELA 2.3.1. Aceptación y toma de posesión del tutor Constituida la tutela, la primera actuación que debe practicarse es la aceptación por la persona designada tutor y su posterior toma de posesión en presencia judicial. A tal efecto se dictará resolución citando al tutor para que comparezca en el día y hora señalada para la aceptación del cargo. Ello se practicará en audiencia pública, en la que después de la aceptación, el Juez le dará posesión de su cargo, haciéndole saber las facultades, derechos y obligaciones que asume y especialmente todos los casos en que necesita la previa autorización judicial para actuar en representación del tutelado. A continuación se entregará al tutor la documentación acreditativa, que puede consistir en un certificado del Secretario Judicial o testimonio del auto y del acta de aceptación. 2.3.2. Inscripción de la tutela en el Registro Civil Las resoluciones judiciales sobre los cargos tutelares habrán de inscribirse en el Registro Civil y se practicarán de oficio en virtud de la comunicación que el Juez deberá remitir al encargado del Registro Civil. El Registro Civil competente será el del domicilio del menor o incapacitado sujeto a tutela en el momento de constituirse ésta, donde se 10 abrirá un folio registral para cada tutela (será conjunta cuando sean varios hermanos) con la inscripción obligatoria relativa a la misma, determinado seguidamente el número de paginas que ha de comprender el folio, en las que se inscribirán por anotación todas las circunstancias que sobrevengan a la tutela. 2.3.3. Obligaciones del tutor Para el adecuado cumplimiento de su cargo el Código Civil impone al tutor una serie de obligaciones que abarcan tanto el aspecto personal como el patrimonial y que se concretan en las siguientes: a) Prestar fianza. Con la finalidad de asegurar el cumplimiento de las obligaciones que la Ley impone al tutor, el Código Civil regula la prestación de fianza por éste así como su extinción o modificación. La fijación de la fianza, su importe y modalidad de constitución quedan a criterio del Juez. Su importe deberá ser acorde con la cuantía del patrimonio del menor tutelado, no exigiéndose en la práctica cuando el menor carece de bienes o cuando el tutor no tiene demasiadas posibilidades económicas. En cuanto a la modalidad de la fianza, en principio se admiten todos los medios permitido por la Ley, incluida la personal. b) Hacer inventario. La primera obligación del tutor es hacer inventario de los bienes del tutelado, para lo que se fija un plazo de sesenta días a contar de aquél en que hubiese tomado posesión del cargo, sin perjuicio de la prórroga que el Juez pueda acordar motivadamente. El inventario comprenderá todos los bienes y derechos que comprenden el patrimonio del tutelado y constituyen una garantía para sus intereses, pues el valor del mismo en el momento inicial del ejercicio de la tutela servirá de referencia en el momento final para la comprobación de la integridad de dicho patrimonio. Deberá formarse judicialmente y en el acto de formación del mismo intervendrán necesariamente, el Ministerio Fiscal, así como aquellas personas que el Juez estime convenientes. Así podrá citar entre otras a los parientes más próximos del tutelado e incluso a él mismo si fuere mayor de doce años y tuviere suficiente juicio. Como medida cautelar para la mejor defensa de los intereses patrimoniales del tutelado, el Juez podrá decretar que determinados bienes muebles de cierto valor del patrimonio del tutelado (dinero, alhajas, objetos preciosos y valores mobiliarios) y ciertos documentos, no obstante estar relacionados en el inventario sean depositados en un establecimiento destinado al efecto. c) Velar por el tutelado. El tutor está obligado a velar por el tutelado y, en particular a procurarle alimentos, educarle, procurarle una formación integral, informar al Juez anualmente sobre la situación del menor o incapacitado, así como promover la adquisición o recuperación de la capacidad y la mejor inserción social. 11 En relación con las funciones de cuidado y atención de la persona del menor o incapacitado, debe quedar claro que la obligación de procurarle alimentos no tiene la naturaleza genérica de deuda alimenticia contemplada en los artículos 142 y siguientes del Código Civil. Más bien parece que los alimentos tendrán su fuente en el patrimonio del pupilo cuando éste exista y sea suficiente, en su defecto se reclamarán al pariente obligado a prestarlos y por último se proporcionarán a cargo del patrimonio personal del tutor si a cambio se ha establecido que perciba los frutos de aquél, o si, después de gestionar los subsidios o ayudas que procedan no obtiene lo suficiente para cumplir esta obligación. d) Representar al tutelado. El tutor es el representante legal del pupilo, salvo para aquellos actos que pueda realizar por sí mismo, ya sea por disposición expresa de la Ley o de la Sentencia de incapacitación. Este derecho-deber de representación que asumen el tutor expresa sucintamente la esencia del cargo: suplir o sustituir jurídicamente al tutelado para todos aquellos actos tanto judiciales como extrajudiciales que por minoría o incapacidad no pueda realizar por sí solo. Con carácter general son competencias excluidas del ámbito de la representación legal: la adquisición de la posesión, otorgar testamento desde los catorce años el menor en todo caso y el incapacitado siempre que se encuentre en intervalo lúcido, así como los actos relativos a derechos de la personalidad u otros que el menor o incapaz, de acuerdo con las leyes, sus condiciones de madurez y la sentencia de incapacitación pueda realizar por sí mismo. e) Respetar y proteger los derechos del menor reconocidos en al Ley 1/1996 de 15 de enero. Los tutores respetarán el derecho que tienen los menores al honor, a la intimidad personal y familiar y a la propia imagen y los protegerán frente a posibles ataques de terceros. Velarán porque la información que reciban sea veraz, plural y respetuosa con los principios constitucionales y cooperarán para que los menores ejerzan su derecho a la libertad de ideología, conciencia y religión (arts. 4.5, 5.2 y 6.3 Ley 1/1996). f) Rendir cuentas al cesar en su función. Cualquiera que sea la causa por la que se produzca, el cese del tutor en sus funciones hace nacer la obligación de rendir la cuenta general justificada de su administración ante el Juez en el plazo de tres meses, prorrogables por el tiempo que fuere necesario si concurre justa causa. Para la práctica de la cuenta se podrán seguir las reglas elementales de contabilidad o recurrir a expertos, pero en todo caso los gastos necesarios que se ocasionen serán a cargo del que estuvo sometido a tutela. 2.3.4. Facultades del tutor Las atribuciones o derechos del tutor están íntimamente relacionados 12 con sus deberes y son fundamentalmente: a) Administrar el patrimonio del tutelado. El ejercicio de la facultad de administración corresponde a los tutores del patrimonio del pupilo, es personal e intransmisible, debiendo desempeñarla con la diligencia de un buen padre de familia. El objeto de la facultad de administración lo constituyen, en principio, todos aquellos bienes y derechos que forman el patrimonio del tutelado con las siguientes excepciones: –Bienes que por disposición de los padres, hayan de quedar bajo la administración de persona por ellos señalada, siempre y cuando el Juez lo autorice. –Bienes atribuidos al pupilo por un tercero a título gratuito, si éste ha designado a la persona que haya de ejercitar la administración de tales bienes. –Bienes adquiridos por el pupilo mayor de dieciséis años con su trabajo o industria. –Bienes que hayan sido sometidos a administración o defensor judicial, cuando exista conflicto de intereses con el tutor o cuando se haya adoptado por el Juez tal medida con carácter tutelar por considerar que la administración del tutor está poniendo en peligro el patrimonio del pupilo. b) Representar al pupilo. Como antes señalamos, el tutor ostenta ante todo la condición de representante legal del menor o incapacitado, función que se extiende a los actos judiciales y a los extrajudiciales, salvo para aquéllos que el pupilo pueda realizar por sí solo. Como en la patria potestad quedan excluidos de la representación tutelar tanto los actos en que exista conflicto de intereses como los relativos a bienes que estén excluidos de la administración del representante legal. Exceptuados tales actos, el tutor es representante del pupilo con carácter general, si bien por exigencia del artículo 271 del Código Civil necesitará autorización judicial para: 1.º Internar al tutelado en un establecimiento de salud mental o de educación o formación especial. 2.º Enajenar o gravar bienes inmuebles, establecimientos mercantiles o industriales, objetos preciosos y valores mobiliarios de los menores o incapacitados, o celebrar contrato o realizar actos susceptibles de inscripción. Se exceptúa la venta del derecho de suscripción preferente de acciones. 3.º Renunciar derechos, así como para transigir o someter a arbitraje cuestiones en que el tutelado estuviese interesado. 13 4.º Aceptar sin beneficio de inventario cualquier herencia o para repudiar ésta o las liberalidades. 5.º Hacer gastos extraordinarios en los bienes. 6.º Entablar demanda en nombre de los sujetos a tutela, salvo en los asuntos urgentes o de escasa cuantía. 7.º Ceder bienes en arrendamiento por tiempo superior a seis años. 8.º Dar y tomar dinero a préstamo. 9.º Disponer a título gratuito de bienes o derechos del tutelado. 10.º Ceder a terceros los créditos que el tutelado tenga contra él, o adquirir a título oneroso los créditos de terceros contra el tutelado. No necesitarán autorización judicial la partición de la herencia ni la división de la cosa común realizadas por el tutor. Pero una vez practicadas estas operaciones requerirán la aprobación judicial. c) Exigir obediencia y respeto. Los sujetos a tutela deben respeto y obediencia al tutor, y en consecuencia los tutores podrán en el ejercicio de su cargo, recabar el auxilio de la autoridad. También podrán corregir a los menores razonable y moderadamente. d) Percibir una retribución. Desde antiguo, en nuestro Código Civil se ha considerado que la tutela tiene carácter retribuido. Así, se atribuye al tutor el derecho a percibir una retribución siempre que el patrimonio del tutelado lo permita. Será el Juez quien fije su importe y el modo de percibirlo, para lo que tendrá en cuenta el trabajo a realizar y el valor y la rentabilidad de los bienes, procurando en lo posible, que la cuantía de la retribución no baje del 4 por ciento ni exceda del 20 por ciento del rendimiento líquido de los bienes (art. 274 CC). e) Frutos por alimentos. Como antes hemos señalado, el tutor tiene la obligación de procurar alimentos al pupilo, sin que quepa la “asignación de frutos por alimentos”, no obstante se admite como excepción que los padres en sus disposiciones de última voluntad puedan establecer que el tutor haga suyos los frutos de los bienes del tutelado a cambio de prestarle alimentos, salvo que el Juez disponga otra cosa. f) Ser indemnizado de los daños y perjuicios. El tutor que en el ejercicio de su cargo sufra daños y perjuicios sin culpa de su parte, tendrá derecho a ser indemnizado con cargo a los bienes del tutelado si no puede obtener por otro medio su resarcimiento. 14 2.3.5. Remoción del tutor La denominada remoción de la tutela no equivale a extinción de la misma, sino al cese como tutor de la persona que previamente había sido nombrada judicialmente, pero manteniéndose la necesidad de nombrar un nuevo tutor. Remoción equivale a destitución y tiene lugar cuando el tutor, después de deferida la tutela, incurre un causa legal de inhabilidad o se conduce mal en el desempeño de la tutela, por incumplimiento de los deberes propios del cargo o por notoria ineptitud en su ejercicio, o cuando surgen problemas de convivencia graves y continuados. La remoción puede acordarse por el Juez de oficio, o a solicitud del Ministerio Fiscal, del tutelado o de persona interesada, previa audiencia del tutor si, citado compareciere. Asimismo se dará audiencia al tutelado si tuviere suficiente juicio. Una vez iniciado el procedimiento de remoción, el Juez podrá suspender en sus funciones al tutor y nombrar al tutelado un defensor judicial. Por último, declarada judicialmente la remoción se procederá al nombramiento de nuevo tutor en la forma establecida en el Código Civil. 2.3.6. Extinción de la tutela La tutela se extingue (art. 276 CC): 1.º Cuando el menor de edad cumple 18 años, a menos que con anterioridad hubiere sido judicialmente incapacitado. 2.º Por la adopción del tutelado menor de edad. 3.º Por el fallecimiento de la persona sometida a tutela. 4.º Por la concesión del menor del beneficio de la menor edad. También se extingue la tutela (art. 277 CC): 1.º Cuando habiéndose originado por privación o suspensión de la patria potestad, el titular de ésta la recuperara. 2.º Al dictarse la resolución judicial que ponga fin o que modifique la sentencia de incapacitación en virtud de la cual se sustituye la tutela por la curatela. Esta enumeración no ha de considerarse exhaustiva, pues hay otros caso de extinción de la tutela no mencionados en el Código Civil. Así, la tutela se extingue por contraer el menor de edad matrimonio con dispensa y, en consecuencia, adquirir la emancipación. 15 En todo caso la extinción de la tutela determina la obligación por parte del tutor de rendir cuentas a la autoridad judicial de su actuación; de manera que la extinción de la responsabilidad civil del tutor por su actuación está condicionada a la previa aprobación judicial de las cuentas de la tutela. Esta aprobación judicial implica un procedimiento encaminado a examinar la actuación del tutor y la conformidad de la misma a las obligaciones legalmente impuestas. El tutor debe someter su actuación a la aprobación judicial en el plazo de tres meses desde su cese por cualquier causa, plazo que el Juez podrá prorrogar si estima que hay justa causa para ello. Finalmente, los gastos necesarios de la rendición de cuentas serán de cargo del que estuvo sometido a tutela; y el saldo de la cuenta general devengará interés legal a favor o en contra del tutor. 3. LA TUTELA AUTOMÁTICA DE LAS ENTIDADES PÚBLICAS La reforma efectuada en el Código Civil por la Ley 21/1987, de 11 de noviembre, modificó radicalmente la legislación anterior respecto a la forma de la constitución de la tutela, introduciendo la llamarada tutela administrativa o por ministerio de la Ley que atribuye a las entidades públicas la tutela de los menores que se encuentren en situación de desamparo. El hecho que origina la constitución de esta tutela es la situación de desamparo, estableciendo el art. 172 del Código Civil: “La entidad pública a la que, en el respectivo territorio, esté encomendada la protección de los menores, cuando constate que un menor se encuentra en situación de desamparo, tiene por ministerio de la Ley la tutela del mismo y deberá adoptar las medidas de protección necesarias para su guarda, poniéndolo en conocimiento del Ministerio Fiscal, y notificado en forma legal a los padres, tutores o guardadores, en un plazo de 48 horas. Siempre que sea posible, en el momento de la notificación se les informará de forma presencial y de modo claro y comprensible de las causas que dieron lugar a la intervención de la administración y de los posibles efectos de la decisión adoptada”. La instauración de este sistema de intervención administrativa en el ámbito de una institución como es la tutela de menores que pertenece al Derecho privado ha generado numerosas críticas por parte de la doctrina que se centran fundamentalmente en dos aspectos: a) Mientras que la tutela se constituye siempre por la autoridad judicial, el art. 172.1 CC en el caso de menores en situación de desamparo prescinde por completo de dicha autoridad. b) El art. 172.1 CC presenta una flagrante descoordinación con los preceptos de la patria potestad (art. 170), que exige sentencia para la privación de la misma, sin que pueda alegarse que esta tutela es compatible con la patria potestad, ya que ambas instituciones están reguladas en relación de subsidiariedad e incompatibilidad. 16 Con todo, es evidente que hoy en día la tutela por razón del sujeto que la ejerce se desdobla en dos vertientes: una tutela ordinaria de constitución judicial, y una tutela administrativa atribuida por ministerio de la Ley a las entidades públicas. Las características que configuran a la tutela administrativa son las siguientes: a) Se constituye automáticamente y por ministerio de la Ley, sin necesidad de un procedimiento judicial, debiendo ser notificada en forma legal a los padres, tutores o guardadores en un plazo de 48 horas. La resolución que declare la constitución de esta tutela será recurrible ante la jurisdicción civil, pero no lo será en vía administrativa. b) Recae exclusivamente sobre menores e incapaces que se encuentren en una situación de desamparo, considerándose como tal la que se produce de hecho a causa del incumplimiento, o del imposible o inadecuado ejercicio de los deberes de protección establecidos por las leyes para la guarda de los menores, cuando éstos queden privados de la necesaria asistencia moral o material. Es preciso por tanto que al menor no se le preste lo necesario para su subsistencia, tanto desde el punto de vista moral como del económico. c) Tiene carácter provisional, ya que no debe durar más tiempo que el necesario para conseguir la reinserción familiar del menor, la constitución de la tutela ordinaria en su caso o, si no es posible ninguna de ellas, la adopción por otra familia. d) El cargo de tutor recae por ministerio de la Ley en la entidad pública a la que en el respectivo territorio esté encomendada la protección de menores. e) Supone la suspensión de la patria potestad o de la tutela ordinaria, de tal manera que los titulares de la misma quedan relevados de sus funciones en beneficio de la entidad pública. No obstante serán válidos los actos de contenido económico patrimonial que realicen los padres o tutores en representación del menor y que sean beneficiosos para él. Por tanto, la tutela pasa a ejercerse por la entidad pública que deberá adoptar las medidas de protección necesarias para la guarda del menor. Dicha guarda se realizará mediante el acogimiento familiar o acogimiento residencial que podrá ejercerse bien por la persona o personas que determine la entidad pública o por el director del centro donde sea acogido el menor (11). En conclusión, en esta situación de coexistencia de sistemas tutelares el criterio delimitador que nos va a permitir diferenciar cuando procede constituir la tutela ordinaria o la administrativa va a ser el de que el menor se encuentre en situación de desamparo, entendiendo por tal la que se produce de hecho a causa del incumplimiento o del imposible o inadecuado ejercicio de los deberes de protección establecidos por las leyes para la guarda de los menores cuando estos queden privados de la necesaria asistencia moral o material. Por tanto, es necesario que al menor no se le preste lo necesario para su subsistencia, 17 tanto desde el punto de vista moral como económico. De esta manera cuando no existan personas que ejerzan los deberes inherentes a la patria potestad y los menores se encuentren desasistidos moral y materialmente procederá la tutela administrativa, y cuando a pesar de la ausencia de titulares de la patria potestad los menores no se encuentren desasistidos se constituirá la tutela ordinaria (12). Lo expuesto no impide que aunque en un principio se constituya por Ley la tutela de los menores desamparados a favor de un Ente Público, cuando existan personas que por sus relaciones con el menor o por otras circunstancias puedan asumir la tutela en beneficio de éste, se procederá sin embargo a tenor del art. 239 del Código Civil (13) al nombramiento de tutor conforme a las reglas ordinarias. NOTAS (1) Hoy en día es cada vez más frecuente utilizar los términos infancia y adolescencia en lugar del de menores en un intento de desterrar la idea de considerar a los menores como sujetos absolutamente incapaces. Idea que aunque durante décadas estuvo muy arraigada en la doctrina y la legislación, hoy está superada, como se pone de manifiesto en numerosas leyes que reconocen a los menores –según su grado de desarrollo y discernimiento- capacidad para ejercitar algunos derechos de los que son titulares. Baste recordar que el menor puede solicitar al Juez que adopte las mediadas oportunas en los supuestos de mala administración de su patrimonio por parte de sus padres (art. 167 CC), a partir de los 14 años puede otorgar testamento, salvo el ológrafo que requiere la mayor edad (art. 663.1º CC), aceptar donaciones que no sean onerosas o que estén sometidas a condición (art. 626 CC), contraer matrimonio a los 14 años con dispensa judicial (art. 48 CC), otorgar capitulaciones matrimoniales cuando se limite a pactar el régimen de separación o participación (art. 1.329 CC) y, en general, realizar los actos relativos a derechos de la personalidad y aquellos que le permitan sus especiales condiciones de madurez. (2) A nivel internacional el texto más importante respecto a la regulación del niño como sujeto de derechos es la Convención sobre los Derechos del Niño de 20 de noviembre de 1989, ratificada por España el 30 de noviembre de 1990 (BOE n.º 313, de 31 de diciembre de 1990) que en su art. 3 obliga a los estados partes a asegurar al niño la protección y el cuidado que sean necesarios para su bienestar, estableciendo como parámetro a tener en cuenta para la adopción de medidas relacionadas con los menores el interés superior del niño (Cfr. Arts. 3, 9.1 y 9.3). (3) La entrada en vigor de la Ley 21/1987, de 11 de noviembre, supone el inicio de una nueva etapa en el sistema español de protección de la infancia –hasta entonces competencia exclusiva de los Tribunales Tutelares de Menores- que se caracteriza por una extraordinaria proliferación legislativa, pues al ser la protección de los menores de edad una de las materias que puede ser asumida por las Comunidades Autónomas, no existe en nuestro Derecho un sistema único de protección infantil, sino tantos como Comunidades Autónomas integran el Territorio Nacional y han legislado sobre la materia. Para un estudio de las disposiciones de Derecho Civil Estatal, Autonómico y Foral vinculadas al menor, puede consultarse: TEJEDOR MUÑOZ, POUS DE LA FLOR (Coordinadoras), LASARTE ÁLVAREZ, DÍAZ-AMBRONA BARDAJÍ, LEONSEGUI GUILLOT, RUÍZ JIMÉNEZ Y SERRANO GIL, Legislación Estatal y Autonómica sobre la protección jurídica del menor, UNED ediciones, Madrid, 2003. (4) Hemos pasado de un sistema de tutela de familia (tutor, protutor y consejo de familia) a una tutela judicial o de autoridad que se constituye y controla por el Juez que podrá establecer las medidas de vigilancia y control que estime oportunas en beneficio del tutelado (Cfr. Arts. 228, 18 232 y 233 CC). Este sistema característico del Derecho alemán es seguido, entre otras legislaciones, por Austria, Suiza y por el CC italiano de 1942. (5) Se trata de una institución que tiene por objeto la guarda y protección de determinadas personas que no son plenamente capaces, aunque de ámbito más restringido que la tutela, porque se limita al campo de las relaciones patrimoniales. Según el art. 286 CC, están sujetos a curatela los menores emancipados cuyos padres hubieren fallecido o estuvieren impedidos, los que hayan obtenido el beneficio de la mayor edad y los declarados pródigos. A los que hay que añadir, conforme al art. 287 CC, aquellas personas a quienes la sentencia de incapacitación o la resolución que la modifique coloquen bajo esta forma de protección en atención a su grado de discernimiento. (6) Las funciones del curador se agotan, como dice el art. 288 CC “en los actos que los menores o pródigos no puedan realizar pos sí solos”, y tratándose de incapacitados la asistencia del curador se limitará a aquellos actos que expresamente imponga la sentencia que la haya establecido (art. 289 CC). (7) Los supuestos en que procede el nombramiento de defensor judicial son conforme al art. 299 CC: 1.º Cuando en algún asunto exista conflicto de intereses entre los menores o incapacitados y sus representantes legales o el curador. 2.º Cuando por cualquier causa el tutor o el curador no desempeñare sus funciones, hasta que cese la causa determinante o se designe otra persona para desempeñar el cargo. 3.º En todos los demás casos previstos en el Código Civil. (8) En este sentido la STS de 31 de diciembre de 1991 (RJA n.º 9483) dispone: “la incapacitación que, como estado y situación puede afectar a la interesada, no ha de ser reputada con plenitud de efectos, es decir, como incapacidad total, sino más bien como de tipo medio o atenuada que impone la necesidad de que la defectuosa personalidad de la mujer en razón al retraso mental discreto que padece se integre y asista sin necesidad de recurrir a la tutela, sino mediante la institución intermedia de la curatela, nombrándole un curador que la asistirá en todos los actos de enajenación, gravamen y disposición y demás legalmente ordenados”. Y la STS de 30 de junio de 2004 (RJA n.º 4283) recoge los requisitos para restringir la capacidad de las personas, al establecer: “al ser la capacidad de las personas físicas un atributo de la personalidad, trasunto del principio de la dignidad de la persona (S. 16 de septiembre de 1999 [RJ 1999, 6938]), rige la presunción legal de su existencia e integridad, de modo que su restricción y control queda sujeto a las siguientes exigencias: la declaración de incapacitación de una persona solo puede acordarse por sentencia judicial en virtud de las causas establecidas en la Ley; observancia de las garantías fundamentales del procedimiento de incapacitación; cumplida demostración de la deficiencia y su alcance; adecuación de la restricción y control, en su extensión y límites, al grado de inidoneidad, en armonía con el principio básico que debe inspirar la materia de protección del presunto incapaz; y la aplicación de un criterio restringido en la determinación del ámbito de la restricción”. (9) Artículo que ha sido modificado por la Ley 41/2003, de 18 de noviembre, de protección Patrimonial de las Personas con Discapacidad y de modificación del Código Civil, de la Ley de Enjuiciamiento Civil y de la normativa Tributaria con esta finalidad, que introduce importantes cambios en el Código Civil tendentes a habilitar a las personas capaces para adoptar las disposiciones que considere oportunas en previsión de su propia incapacitación, y así se regulan las facultades parentales respecto de la tutela (art. 223 CC) y se altera el orden de delación de la misma. (10) Un sector doctrinal entiende que este requisito debe exigirse de modo estricto y expreso, no admitiendo la posibilidad de un fin genérico de carácter benéfico o asistencial. En contra FABREGA RUIZ y HEREDIA PUENTE: Protección legal de incapaces, Madrid, 2000, para quienes si así fuera serían muy pocas las personas aptas para poder ser designadas tutores, pues no cabría designar tutor a una asociación dedicada a la protección de ancianos, o de indigentes en general. Por tanto, decantándose por una interpretación analógica que permita el nombramiento como tutor a personas que tengan como fines estatutarios, por ejemplo, la salud del enfermo mental, la rehabilitación de drogadictos, etc..., aplicando una interpretación amplia y flexible. 19 (11) El acogimiento familiar consiste en integrar al menor en situación de desprotección social, en un núcleo familiar que sustituya al suyo de origen, ejerciéndose la guarda por la persona o personas que lo integren, subdividiéndose en acogimiento familiar simple, permanente y preadoptivo. Por el contrario, el acogimiento residencial tiene consecuencias más drásticas y consiste en integrar al menor en un centro de acogida público o privado en el que la guarda del mismo será ejercida por el director del establecimiento. (12) La entrada en vigor de la Ley 21/87 de 11 de noviembre, produjo en el sistema de protección a la infancia una importante desjudicialización en los primeros escalones del mismo, pues carecía de toda referencia a la competencia y al procedimiento a seguir para declarar la situación de desamparo así como los recursos que podían interponerse contra dicha resolución. En realidad únicamente se ocupa de otorgar a las entidades públicas competentes en materia de protección de menores el ejercicio de la tutela de los que sean declarados en situación de desamparo y de atribuir al Juez de Primera Instancia del domicilio de la entidad el ejercicio de las funciones judiciales previstas en la Ley. Estas lagunas han sido completadas por la Ley Orgánica 1/1996, de Protección Jurídica del Menor que contiene abundantes referencias procesales en materia de competencia o de procedimientos a través de los cuales debe efectuarse la protección infantil. En concreto, las Disposiciones adicionales primera y tercera de la LO 1/1996 no dejan lugar a dudas sobre las normas aplicables en los procedimientos civiles de protección: son las normas que regulan la jurisdicción voluntaria en la LEC de 1881 con las especialidades que establece la propia Ley. En concreto, la constitución de la tutela por ministerio de la Ley se realizará mediante resolución que aprecie el desamparo que deberá notificarse en forma legal a los padres, tutores o guardadores en un plazo de 48 horas, siendo recurrible ante la Jurisdicción civil sin necesidad de reclamación administrativa previa. Cfr. GONZÁLEZ SOLER: “La intervención del Juez y del Fiscal en los procedimientos de protección de la infancia”, en el Boletín del Ilustre Colegio de Abogados de Madrid, n.º 19, septiembre 2001, pp. 33-37. (13) La expresión “sin embargo” del art. 239 CC planteaba dudas acerca de si la relación entre la tutela ordinaria y la tutela administrativa o ex lege era de subsidiariedad o de alternatividad. Es decir, si por ministerio de la Ley se constituía una de ellas y la otra se hallaba en relación de subsidiariedad, o si por el contrario había opción de elegir entre una u otra. En el texto de la Ley 21/198, de 11 de noviembre, no se hacía mención alguna a la declaración de la situación de desamparo, por tanto, la tutela ex lege del menor desamparado solo precisaba de un supuesto fáctico para su constitución (no obstante en la práctica tras la apreciación de la situación se procedía a su declaración). En virtud de ello la doctrina se inclinó por interpretar que la tutela ordinaria y la tutela automática se hallaban en una relación de subsidiariedad. Vid., entre otros, PILLADO MONTERO: “Notas sobre el Proyecto de Ley de Reforma de la Adopción”, en Revista de Derecho Privado. Enero-diciembre 1987, pág. 447. Dudas que quedaron despejadas cuando la LO 1/1996, de 15 de enero, introdujo en el proceso de protección de menores la declaración de desamparo como premisa necesaria a cumplimentar. Ahora la tutela administrativa ya no surge de una coyuntura meramente fáctica, sino que se requiere la evaluación y declaración de la situación de desamparo. Cfr. SEVILLA BUJALANCE: El menor abandonado y su protección jurídica, Universidad de Córdoba, 2002, pp. 182-183. 20