El factor eslavo y los pasos de Putin en su vecindario Luego de la caída del muro de Berlín y del estrepitoso desplome de la Unión Soviética, empresarios occidentales quisieron hacer negocios en Moscú y sus alrededores sin mayor éxito. Se generó entonces una escuela para ejercitar a occidentales de diferentes países en el arte de la negociación con los rusos y eslavos en general. Parte de la formación implicaba el acercamiento a la cultura etílica propia de estos pueblos. Se había identificado que las negociaciones fluían hasta el punto de cierre de los acuerdos, y que en la puntada final todo se malograba, debido a que los occidentales no accedían a tomarse el vodka ofrecido o no participaban del festejo de cierre del negocio. Para rusos y eslavos el acercamiento y conocimiento del otro en la faena del consumo etílico es muy importante, y es allí en dónde realmente se firman los acuerdos. Este aprendizaje parece no haberse trasladado a la esfera de la negociación política. Los dirigentes en Estados Unidos y en la Unión Europea parecen desconocer que la negociación implica el reconocimiento del otro, y que partiendo de las visiones y costumbres propias del interlocutor se le puede llevar más fácil a la firma de acuerdos. Por lo contrario la imposición de formas y contenidos occidentales han despertado y seguirán despertando fricciones y conflictos en diferentes partes del globo. En cuanto al tema de relevancia actual, la crisis de Ucrania y la anexión de Crimea por parte del Estado ruso, el análisis debe ser integral y sin apasionamiento. No nos podemos quedar en el mero rechazo a la intervención rusa en los asuntos internos de Ucrania, ni en el análisis de la ilegalidad o legalidad del referendo del 16 de marzo que dio vía libre a la anexión de la península de Crimea por parte del Estado ruso; debemos por lo contrario entender el proceder de Vladimir Putin desde los intereses propios y de su pueblo, así como también comprender la reacción por parte de los Estados Unidos y de la Unión Europea ante la anexión y las medidas de castigo emprendidas por estos, desde su visión de consolidación mundial. Si bien ya se ha realizado un balance político de los últimos logros de Putin a nivel internacional (Siria, Snowden, entre otros), no se ha develado su pretensión de potencia mundial, ni los antecedentes culturales que impulsan esta estrategia. Para Rusia cobra valor la península de Crimea desde factores económicos, geopolíticos, pero también culturales e históricos. La historia y los mapas ubican a Crimea como parte de diferentes imperios. Por allí pasaron los griegos, los romanos, luego perteneció al Imperio Bizantino, la gobernaron los mongoles herederos del Gengis Kan y luego los tártaros, sería también parte del Imperio Otomano hasta la llegada de los rusos, quienes la perdieron por corto tiempo con los nazis alemanes, para luego recuperarla. Si bien este territorio no es parte del inventario fundacional de la nación rusa, si se ha constituido desde su conquista en parte fundamental de su desarrollo y ya le es natural su posesión. Crimea es como un Gibraltar para los ingleses, como una Alaska para los estadounidenses. Es ya parte de su cuerpo. Si bien algunos imperios generaban el control de sus colonias por medio del sometimiento cultural, otros pasaron sin dejar rastro en las regiones conquistadas. Una de las estrategias de los rusos para lograr el control de los nuevos territorios fue la rusificación en el sentido del asentamiento masivo de nacionales y la metódica imposición del idioma. Esto sucedió en la Rusia asiática, en el Cáucaso y en los territorios europeos de la Unión Soviética. De allí que no fue una sorpresa que su población votara positivamente en el referendo. Es así, como pocos han logrado identificar el valor identitario que ha tomado este pulso de Putin con Occidente. Es cierto que el líder ruso en este momento logra generar internamente un velo que cubre la crisis económica por la que atraviesa el país luego de la bonanza generada a través de la explotación de recursos naturales. Además ante la tensión generada por un agente externo que le quiere quitar al país uno de sus miembros, el pueblo ruso tenderá a rodear a su líder, quien desde ya se convierte en el gran padre protector, que en el subconsciente de este pueblo siempre está presente. El Zar, el bolchevique revolucionario, el Secretario General del PCUS, y ahora el presidente Putin, todos ellos asumidos desde el imaginario colectivo como los guías de la nación. Seguidos por sus connacionales desde el interior y el exterior, porque también el ruso que trabaja de sol a sol en Alemania, Francia o Estados Unidos quiere sentirse parte de un Estado fuerte y digno. Muy seguramente las sanciones económicas implementadas por occidente generarán un regreso de los capitales rusos ahora en el extranjero, generarán la oportunidad a los capitalistas rusos de volver a su tierra y allí serán acogidos. Si bien por el momento estos movimientos de Rusia aterran a los pequeños Estados eslavos, por que identifican la pasión del acomodamiento del Hermano Mayor de los eslavos, a mediano y largo plazo saben que un estado ruso fuerte y seguro les brinda más garantías que una Unión Europea que no entiende su cultura y los trata como desordenados y poco laboriosos. En algún momento de la historia futura surgirá de nuevo el sentimiento de la dignidad eslava y de la unión familiar alrededor del Hermano Mayor, ya que la globalización no se escribe sólo en inglés, ni solamente con los valores anglosajones. La pretensión de la Unión Europea de expandir sus territorios de influencia hasta el patio ruso ha llegado al límite, ahora el péndulo se devolverá. Putin ha hecho la tarea, primero ordenó su casa, luego consolidó los territorios en disputa, ahora entra en la fase de expansión de su influencia. Él sabe que el foro mundial necesita de un Estado eslavo fuerte, así como de la representación armoniosa de chinos, indios, anglosajones, musulmanes, latinos y africanos. El tablero de ajedrez de Brzezinski ha de tener en cuenta que las fichas tienen diferentes colores. Edgar Ramiro Luna Cuéllar Ph.D. Facultades de Ciencia Política y Gobierno y de Relaciones Internacionales de la Universidad del Rosario.