MANUEL USEROS SACRAMENTALIDAD DEL DERECHO DE LA IGLESIA El Derecho Canónico no es una superestructura que esclerotiza a la Iglesia. Santo Tomás consideraba ya la Ley Eclesiástica brotando de la entraña sacramental de la Iglesia. Statuta Ecclesiae y Sacramenta Ecclesiae, Revista Española de Derecho Canónico, 46 (1961), 5-68 Con frecuencia se ha resaltado la oposición entre la Iglesia de la Caridad y la Iglesia del Derecho, entre la Iglesia-sociedad-perfecta y la Iglesia-Cuerpo-Místico. La especialización que separa al canonista del teólogo, puede crear una tensión que hace prevalecer la sola gratia, o por el contrario la sola lex. Tensión que se podría expresar quizá como oposición irreductible entre sine gratia, nulla lex (posición protestante) y sine lege, nulla gratia (posición de la sinagoga). Pero la canonística actual tiende a la integración. POSTURA ACTUAL En la eclesiología de hoy se vuelve a la visión sintética de estos dos aspectos de la Iglesia. La Iglesia-organismo y la Iglesia-organización tienen una profunda afinidad, una estructura análoga. La síntesis se ha logrado a partir de la concepción de la Iglesia como sacramento radical (Ursalcrament). Desde este punto de vista se recupera toda la interioridad del Derecho Canónico, al radicarlo en el Cuerpo Místico de Cristo. En esta línea, el P. W. Bertrams [Die Eigennatur des Kirchenrechts, Gregorianum, 27 (1946), 527-566] subraya que la vida de la Iglesia es la continuación de la vida de Cristo. En Cristo, la naturaleza divina y la humana se integran en la única persona del Verbo. La divinidad de Cristo queda escondida, pero también revelada, por su naturaleza humana. Cristo encarnado es el sacramento radical. De modo semejante, la Iglesia posee una actividad social verdaderamente humana, que oculta y manifiesta su vida interna. La misma Iglesia es un Sacramento, es decir, un símbolo sagrado que significa y causa la gracia sobrenatural. Por esto, la Iglesia como sociedad visible (sacramental) necesita de un ordenamiento externo, necesita de un Derecho Canónico. Este Derecho Eclesiástico sólo pretende el bien común sobrenatural, pero sin olvidar que la Iglesia está integrada por hombres. También el P. Smulders [Sacramenta et Ecclesia. Ius Canonicum, Cultus, Pneuma, Periodica XLVIII (1959), 3-53] pone de relieve la sacramentalidad del Derecho Canónico y la juridicidad de los sacramentos, en función de la Iglesia como sacramento radical. MANUEL USEROS Distingue en la Iglesia tres modos de ser y obrar (inseparables entre sí): la Iglesia como sociedad jurtdica, por ser una sociedad formada por hombres; la Iglesia como sociedad cultual, cuyo Sacerdote es Cristo; y la Iglesia como sociedad de la gracia, comunicada por el Espíritu Santo. Lo que es jurídico en la Iglesia es signo e instrumento de lo que es culto y acción sacerdotal de Jesucristo; y así también lo que es culto es signo e instrumento de la acción santificante del Espíritu Santo. Ahora bien, el Derecho Canónico -que es el orden social externo de la Iglesia- abarca los sacramentos, pues por ellos algunos miembros de la Iglesia reciben un oficio visible en la comunidad visible de la Iglesia, o participan de su actividad visible. Como enseña la encíclica Mystici Corporis, son precisamente los sacramentos los que constituyen la Iglesia como sociedad externa. El bautismo nos hace miembros de la Iglesia, y la concelebración eucarística expresa y hace vivir esta unidad. Por todo esto, el P. Smulders concluye que el Derecho de la Iglesia, en su más íntima naturaleza, es un Derecho Sacramental. Pues el derecho de tina sociedad debe ser connatural a la esencia que la constituye. Por consiguiente, todo el Derecho Canónico participa, en cierta medida, de la propiedad esencial de los sacramentos, que. consiste en ser signos de la gracia. Todas las relaciones y actos jurídicos de la Iglesia, o son sacramentos o se refieren a los sacramentos. El carácter del Derecho Canónico viene determinado por el fin peculiar de la Iglesia como sociedad visible, que es el culto divino. Y así, en la Iglesia la relación jurídica es esencialmente cultual. LA CONCEPCIÓN DE SAN TO TOMÁS El clarividente Tomás de Aquino ya se había definido en idéntico sentido. Para él, la fenomenología de lo jurídico-legal en la Iglesia está sustancialmente en relación con la fenomenología de los sacramentos. El pensamiento de santo Tomás subraya el tema de la génesis sacramental de la Iglesia. Origen que fundamenta en el hecho de que la Iglesia es la nueva creación que nos devuelve la gracia. Gracia que se nos comunica por los sacramentos. Pero además el misterio de la Iglesia incluye el de los sacramentos en otro aspecto también: la institución de los sacramentos por Cristo no es otra cosa que la institución de un ordenamiento sacramental de la salvación, ordenamiento que es la Iglesia. Desde estos presupuestos, santo Tomás concibe el ordenamiento jurídico de la comunidad ecclesial vinculado a la jerarquía y a los sacramentos. Los sacramentos adquieren así un sentido de ordenamiento primero de la Iglesia, ley fundamental de la Iglesia como comunidad de culto. El Angélico, sin ser canonista, anuncia un principio de gran alcance en el Derecho Canónico: El fundamento de cualquier ley (eclesiástica) esta en los sacramentos. (Fu ndamentum cuiuslibel legis in sacramentis consislit, 1V Sent. D. VII, (l. 1, a. 1). Principio que incluye una doble dimensión: dimen-sión constituciunal y estructural de la MANUEL USEROS Iglesia como comunidad de culto; dimensión substantiva y teleológica que configura la Ley de la Iglesia Cuido ley. DIMENSIÓN CONSTITUTIVA Y SACRAMENTAL Los sacramentos fundamento del Dere cho Eclesiástico Los sacramentos son el fundamento de toda ley eclesiástica, puesto que la constitución de la comunidad precede necesariamente a su legislación. Y son precisamente los sacramentos los que constituyen la Iglesia. Por el bautismo pasamos a ser miembros de la Iglesia y nos incorporamos a su dinamismo sacramental y jerárquico, al formar parte de la comunidad de fieles. El bautismo constituye y crea la personalidad del cristiano, al transformarlo en sujeto capaz de recibir los demás sacramentos, y de participar en el culto de la Iglesia. Esta personalidad sacramental del fiel no tiene solamente trascendencia teológica, sino también una dimensión jurídica. Santo Tomás insiste en el derecho que, por voluntad de Cristo, adquiere el bautizado de que la Iglesia le haga participante de los sacramentos. Es decir, la Iglesia tiene sobre los sacramentos un ministerio, no un dominio. Si la Iglesia reconoce el derecho de sus fieles no hace más que afirmarse como Iglesia. Porque el derecho de los cristianos a los sacramentos no es otra cosa que la voluntad fundacional de Cristo de instituir la Iglesia mediante los sacramentos. Sin sacramentos administrados no se da la Iglesia, que ha sido instituida por los sacramentos. Además, la comunicabilidad eclesial es esencialmente comunicación en los sacramentos. Cualquier otra relación comunitaria en la Iglesia -por ejemplo, relaciones económicas, procesales, etc.- será una subderivación de la relación fundamental en los sacramentos; mientras el fiel permanece en comunión sacramental, permanece a la vez en comunión con los fieles. Al derecho del fiel para pedir el sacramento corresponde el deber del sacerdote de administrarlo al que lo pide dignamente. Aquí está la esfera esencial del intercambio comunitario, y el núcleo de la relación jurídica entre el fiel y la jerarquía. Bautismo, Eucaristía y Derecho Eclesiástico La actuación de este derecho del fiel al sacramento no es sólo una cosa justa, sino que es además un acto de culto, que configura a la Iglesia como comunidad cultual. Ahora bien, por el carácter bautismal el cristiano se hace idóneo para participar en el culto, queda orientado hacia Dios. Así el pueblo sagrado de los bautizados se estructura primariamente como pueblo cultual, más que para el bien común de los hombres, en relación y religación a Dios. Finalidad que diferencia la Iglesia y su Derecho de cualquier sociedad política. MANUEL USEROS El culto de la Iglesia -que implica, por los sacramentos, una idea primaria de derechoes un culto instrumentalmente eficaz, en orden a la santificación de los fieles, que los. une a Dios. Así la relación jurídica de los miembros de la Iglesia entre sí queda transformada por otra relación trascendente, la relación con Dios. Resumiendo: los sacramentos, que son ley institucional de la Iglesia -en cuanto fue constituida por Cristo en ellos-, son simultáneamente primera relación jurídica institucional -por el derecho del fiel a su recepción- y culto institucional - en cuanto por ellos la Iglesia se especifica como sociedad cultual. En la Iglesia no hay, por tanto, otro fundamento esencial de su socialidad que la comunicación de los sacramentos. La comunión con la Iglesia implica la comunión en los sacramentos; porque los fieles están en comunión por los sacramentos (fideles in sacramentos communicant). Esta misma idea se confirma por la consideración de la Eucaristía como sacramento de la unidad eclesiástica. La comunión testifica visiblemente la participación del fiel en la unidad sacramental y jerárquica de la Iglesia, que es expresión de la unidad mística de la Iglesia con Cristo. En consecuencia, el derecho que tiene el cristiano de recibir la Eucaristía tiene un doble sentido. Uno interior, de unión con la Iglesia-comunidad-degracia y con Cristo; y otro más externo y jurídico, de unión con la Iglesia-institución. Ambos aspectos se corresponden entre sí, como signo y significado, como causa y efecto; pues quien está incorporado a la Iglesia-institución manifiesta (de por sí) que está incorporado a la Iglesia-comunidad-de-gracia. La unidad con la Iglesia-institución se ordena intrínsecamente a la unión de la Iglesia con Cristo. Esta unión con Jesucristo se realiza en la Eucaristía; y es el modo propio eclesial de comunicar con Cristo y consumar la unidad con los demás fieles. Por esto, santo Tomás considera al cristiano ordenado institucionalmente a la recepción de la Eucaristía. Participar de la Eucaristía es el derecho máximo del fiel. La actualización perfecta de este derecho tiene lugar cuando la idoneidad social del fiel y su idoneid ad personal coinciden. Pero puede darse el caso en que, perdida la idoneidad personal por el pecado, permanezca todavía el derecho, por no haber cambiado la situación pública del pecador (pecador oculto). Lógicamente, la Iglesia no puede negar públicamente el derecho a la comunión eucarística al pecador oculto; porque aún participa de la unión institucional con la Iglesia. Ante la Iglesia, el factor de idoneidad comunitaria (incorporación a la Iglesia) prevalece sobre el factor de idoneidad personal (estado de gracia). Siendo la comunión sociológica un hecho social y público es lógico que su privación deba responder también a un hecho social y público. La denegación pública de la Eucaristía sólo es justa tratándose de pecadores públicos, con lo cual se les impone una pena máxima, al separarlos de la comunidad eclesial. Estas consideraciones revelan la dimensión jurídica de la Eucaristía, que no está en una esfera de derecho privado, sino en la esfera del interés de la Iglesia como comunidad visible. MANUEL USEROS Gobierno sacramental de la Iglesia El fiel que se incorpora a la comunidad eclesial, además de ser participante (communicator) de los sacramentos, es también súbdito de la Iglesia y de sus leyes. Pero no se trata de una doble personalidad disociada. Ambos aspectos de la personalidad cristiana radican en el bautismo, del que dimanan tanto el derecho a recibir la Eucaristía (ius ad Eucharistiam) como la sumisión a la jerarquía (relatio ad Principem Ecclesiae). Es decir, el fiel sólo se constituye súbdito en función de su santificación sacramental. El gobierno eclesiástico tiene siempre el doble sentido sacramental y jurisdiccional. Para santo Tomás la idea de gobierno está vinculada a la jerarquía de orden y a la administración de los sacramentos. Por otra parte, este gobierno es una acción nosacramental, cuya base, sin embargo, es siempre sacramental, ya que el fin de la legislación eclesiástica es la salvación de las almas -fin sacramental-. En esta línea de pensamiento, el Angélico ve, por ejemplo, la función jerárquica del obispo como consecuencia de la plenitud del orden (dimensión sacramental). De modo semejante. fundamenta el Primado Pontificio en su sumo ministerio sacerdotal. El apacienta mis ovejas (Jn 21, 17) indica la plenitud del orden sagrado, y sólo dependientemente de él, la plenitud del gobierno jerárquico. Así, pues, para santo Tomás, los sacramentos además de ser una realidad teocéntrica, son también un hecho sociológico jurídico y ordenamiento básico de la Iglesia. No carece de mérito el que santo Tomás no se dejase impresionar por la potestad jurisdiccional de la Iglesia (por entonces con peligro de hipertrofia), y en cambio, centrase su atención en el aspecto de potestad sacramental, dando así al problema un enfoque genuinamente eclesiológico. DIMENSIÓN SUSTANTIVA Y TEOLÓGICA Lo sacramental, núcleo de la Ley Eclesiástica Los sacramentos no son sólo el hecho central de la institución de la Iglesia y del ministerio sacerdotal, sino también la dimensión específica de la actividad legislativa de la jerarquía, a la que han sido encomendados. Pues la Ley Canónica es la que explícita los elementos sacramentales (materia, forma, ministro...), aunque la estructura fundamental de los sacramentos es precanónica y dimana directamente de Cristo. Además el cometido legislativo de la jerarquía está en determinar el culto divino (determinatio divini cultus) en toda su amplitud (preparación y capacidad de los fieles y del ministro; licitud de la administración de cada sacramento; deberes y derechos de los fieles y los ministros...). MANUEL USEROS El Aquinate tenía ante los ojos el Decreto de Graciano, que se le presentaba como una legislación sacramental, y corroboraba su concepción del Derecho Canónico como ordenamiento del culto. Pero, sobre todo, la misma estructura de la Iglesia le lleva a esta concepción sacramental. La Iglesia, instituida por los sacramentos, se realiza esencialmente como comunidad cultual, pues los sacramentos inician el nuevo culto del cristianismo. Ahora bien, si toda legislación debe corresponder a la naturaleza de la comunidad a la que se dirigen, es lógico que el Derecho Eclesiástico tenga por objeto primario los sacramentos. Este punto de vista, además, es coherente con el énfasis con que santo Tomás reduce las acciones sacramentales a la categoría de gobierno eclesial. Finalidad sacramental de la Ley Eclesiástica De esta estructura sacramental de la Iglesia deriva también una conexión intrínseca de lo canónico con lo sacramental. Se podría objetar que la actividad magisterial también entra en el ámbito del Derecho Canónico, y sin embargo, no implica ninguna referencia intrínseca a los sacramentos. Pero, según el pensamiento tomista, la predicación de la fe se ordena, en definitiva, a la administración de los sacramentos; pues el pleno efecto de la predicación del Evangelio es la fundación de la Iglesia (plantatio Ecclesiae per modum doctrinae el administrationem sacramentorum, 1 Sent. D. 16, q. 1, a. 2). Refuerza este punto de vista la clasificación de las catequesis, exorcismos y otras bendiciones entre los sacramentales, en cuanto son preparación para los sacramentos (dispositiones quaedam ad sacramenta, 111, 65, 1 ad 3, ad 6, ad 8). Incluso la legislación económica y la tutela del patrimonio de la Iglesia tienen un fin cultual. Pues los bienes de la Iglesia van destinados al mantenimiento del culto y sus ministros. Santo Tomás verifica que el mismo derecho penal es un sistema de penas sacramentales, pues o privan de los sacramentos o tienen consecuencias en el orden cultual. La mayor o menor gravedad de la pena se mide por el grado de apartamiento de la comunión eclesial, que se consuma en el culto eucarístico. También el derecho procesal eclesiástico (que parece referirse sólo al derecho natural y a la justicia) tiene, para santo Tomás, una dimensión sacramental. El proceso canónico hay que considerarlo en función de la aplicación de las penas sacramentales. El proceso judicial es necesario en la Iglesia, porque sin él no se podrían negar las cosas santas a los indignos (sine quo non possent santla substrahi ab indignos, I-II, 108, 3 ad 6). Así, pues, los sacramentos son el núcleo del Derecho Canónico, alrededor del cual se ordenan las órbitas, más o menos cercanas, de los diversos sectores de la Ley Eclesiástica. Cada norma tiene tanto mayor valor eclesial cuanto más cerca está del núcleo. MANUEL USEROS Orden eclesiástica, orden sacramental Para santo Tomás, el bien común de la Iglesia en sentido técnico, o fin común, se identifica con la utilidad de los fieles; es decir, que el orden eclesial se concreta en la salvación de las almas, que es un hecho personal aunque realizado por cauces sociológicos. Este orden de la Iglesia deriva de los sacramentos, puesto que éstos son los medios institucionales de la salvación de los fieles. Si el aspecto sacramental se eliminara en la explicación de la socialidad eclesial se correría el peligro de escindir la Iglesia una -que es Cuerpo Místico de Cristo- en dos realidades diversas: la Sociedad-externa-jurídica y la Comunidad-de-gracia; o por el contrario, se reducirían el bien común y el orden eclesiástico a categorías filosóficas, válidas para todo tipo de sociedad y no exclusivas de la Iglesia. Sin los sacramentos no se puede explicar la ordenación eclesiástica; pues esta ordenación está concebida en la Iglesia en función del bien espiritual de los fieles. Este bien es Cristo, que se comunica precisamente por los sacramentos, sobre todo por el de la Eucaristía. Por esto, en al Eucaristía se contiene el bien común sustancial de la Iglesia. Y así se puede afirmar que la comunidad eclesial se ordena sustancialmente a la participación de la Eucaristía, que es el signo perfecto de su ordenación a Dios. Así, la fisonomía propia del Derecho Canónico consiste en ser el ordenamiento de la administración de los sacramentos y de la comunidad destinada a recibirlos. La Iglesia al recibir los sacramentos realiza la misión de culto a que ha sido consagrada, y consigue la santificación de sus miembros, que es su razón de ser. Por esto santo Tomás afirma que el fin del Derecho Canónico es procurar la paz de la Iglesia y la salud de las almas (Quodl. 12, q. 16, a. 2). Conclusión El Derecho Canónico verifica la ley de la sacramentalidad que informa analógicamente toda la estructura visible de la Iglesia, considerada como sacramento radical. Este carácter de sacramentalidad se realiza primariamente en la acción jerárquica del Vicario de Cristo, y se manifiesta en la sumisión de los fieles al Derecho Canónico. La comunidad sometida al Papa por la Ley es signo de la comunidad eclesial unida a Cristo por la Gracia. La totalidad de la Ley Eclesiástica expresa no sólo la realidad jurídica de la Iglesia, sino también la interioridad sano cante que estructura la Iglesia como Cuerpo Místico de Cristo. NOTA. -Siguiendo el estilo de nuestra publicación hemos tenido que despojar el artículo de todo su aparato científico y sistemático. Invitamos al lector a la lectura del original, que sólo podemos dar aquí en sus líneas fundamentales. Condensó: LUIS ESPINAL.