trabajo fin de master - Revista Pensamiento Penal

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UNIVERSIDAD DE OVIEDO
Facultad de Derecho
TRABAJO FIN DE MASTER
EL CUMPLIMIENTO DE LAS MEDIDAS ALTERNATIVAS
A LA PENA PRIVATIVA DE LIBERTAD EN PERSONAS
DROGODEPENDIENTES
Realizado por: Ana Arrojo Sánchez
Convocatoria: Mayo 2015
1
Índice
1-INTRODUCCIÓN%%%%%%%%%%%%%%%%%%%%%%%%%%%%.3
a) Consideraciones generales%%%%%%%%%%%%%%%%%%%%%3
b) Hecho concreto%%%%%%%%%%%%%%%%%%%%%%%%%%..4
2-REQUISITOS DE LA SUSPENSIÓN (Análisis apartado 1º del art. 87 CP)%%%9
2.a) Elemento causal%%%%%%%%%%%%%%%%%%%%%%%%9
2.b) Certificación de Servicio%%%%%%%%%%%%%%%%%%%...10
2.c) Pago de las responsabilidades civiles%%%%%%%%%%%%%..14
2.d) Cómputo del límite de suspensión de cinco años%%%%%%%%.15
3-REINCIDENCIA Y CRIMINALIDAD (Análisis apartado 2º del art. 87 CP)%%%.17
4- PERÍODO DE SUSPENSIÓN (Análisis apartado 3º del art. 87 CP)%%%%%..18
5- CONDICIÓN DE FINALIZAR EL TRATAMIENTO DESHABITUADOR (Análisis
apartado 4º del art. 87 CP)%%%%%%%%%%%%%%%%%%%%%%%%.20
6- LA REVOCACIÓN Y LA REMISIÓN (Análisis apartado 5º del art. 87 CP)%.%.23
7- EL ELEMENTO NORMATIVO EN EL CASO DEL DELITO DE CONDUCCIÓN
BAJO LOS EFECTOS DE BEBIDAS ALCOHÓLICAS%%%%%%%%%%%%..25
9- MODO DE ARTICULAR LA <<SUPENSIÓN ORDINARIA>> CON LA
<<ESTRAORDINARIA>>%%%.%%%%%%%%%%%%%%%%%%%%%%27
9- CONCLUSIONES%%%%%%%%%%%%%%%%%%%%%%%................30
10. BIBLIOGRAFIA%%%%%%%%%%%%%%%%%%%%%%%%%%%..34
2
INTRODUCCIÓN
a) Consideraciones generales
La experiencia diaria nos demuestra que la prisión, en su consideración de
pena, presenta aspectos inoperantes, por cuanto a pesar del importante aumento de la
población reclusa ello no implica, en modo alguno, una disminución de la delincuencia,
sino que se está produciendo, en términos generales, un aumento de las causas
criminales, y por tanto con una notable repercusión en el incremento de la inseguridad
ciudadana; y de otra parte, la prisión se nos presenta, en muchas ocasiones, como
incompatible con la prevención general predicable de las penas y con la reeducación,
despersonalizando a quien la sufre y siendo excesivamente gravosa para la
colectividad; y en otras ocasiones puede incluso resultar poco idónea para facilitar la
deseada reinserción social que contiene el art. 25 de la Constitución. De todos modos,
entendemos que debe mantenerse el sistema carcelario pero realizando un esfuerzo
tanto para mejorar el mismo, como para buscar, lo que la doctrina denomina
<<alternativas al sistema carcelario, o a la prisión>>. En tal sentido, el nuevo Código
Penal de 1995, se muestra sensible a tal tendencia, y rompe la línea del anterior texto
punitivo y recoge varias alternativas a la prisión; así, podemos citar las siguientes:
Suspensión condicional (arts. 80 a 87); sustitución de las penas privativas de libertad
(art. 88); arresto fin de semana (arts. 33, 37 y concordantes); y, libertad condicional
(arts. 90 a 93).
En este trabajo vamos a analizar la suspensión condicionada de las penas
privativas de libertad, que regula con carácter especial el art. 87 del Código Penal,
para personas dependientes de del consumo de alcohol,
drogas tóxicas,
estupefacientes y sustancias psicotrópicas u otras q produzcan efectos análogos.
Establece la STC 110/2003, de 16 de junio: “El art. 87 CP se presenta como
una excepción al régimen común de suspensión de las penas privativas de libertad
(contenido en los arts. 80 y siguientes de este mismo texto legal) para la suspensión
de la ejecución de las penas inferiores a 5 años, cuya existencia está justificada por
las especiales características personales de los autores de ciertos tipos de delitos”.
3
A la finalidad genérica de rehabilitación que persigue la institución del beneficio
de la suspensión de la ejecución de las penas, destinado a evitar el cumplimiento en
prisión de determinadas penas privativas de libertad en quienes concurran los
requisitos legalmente, se une, en el caso especial del art. 87 CP, la de propiciar que
quienes han cometido un delito no grave por motivo de su adicción a las drogas
reciban un tratamiento que les permita emanciparse de dicha adicción con carácter
preferente a un ingreso en prisión que, lejos de favorecer su rehabilitación, pudiera
resultar contraproducente para ella”.
Para realizar este trabajo he escogido un caso que ha entrado en nuestro
despacho y he estado siguiendo desde casi su inicio. A continuación relataré los
hechos en que se concreta.
b) Hecho concreto
I.G.G. es un chico de 21 años con una grave dependencia al consumo de
alcohol. El día 15 de septiembre de 2012, sobre las 23:55, I.G.G. conducía un
automóvil seat Ibiza, bajo los efectos de una intoxicación etílica que le impedía el
adecuado manejo de los mecanismos de dirección del mismo y como consecuencia de
ello, cuando circulaba por la calle Emilio Tuya en Gijón, al llegar a la intersección con
la Avda de Castilla paró su vehículo siendo rebasado por el coche Honda Accord, que
efectuaba un giro para incorporarse a la Avda de Castilla, momento en que I.G.G.
arranca a gran velocidad chocando contra la parte central derecha del turismo Honda
Accord, cuyos ocupantes bajan del mismo y al dirigirse al acusado para pedirle
explicaciones, éste, propinó un puñetazo a J.E.B., conductor y propietario del vehículo,
que cayó al suelo, golpeándose en la cabeza. En ese momento, se personó en el lugar
una dotación de policía nacional a quien I.G.G. propició empujones para, a
continuación, introducirse en su coche, que se encontraba con el motor en marcha,
procediendo los policías nacionales XXX e YYYY a intentar sacarlo del vehículo,
momento en el que I.G.G. acelera arrastrando a los agentes, iniciándose una
persecución por varias calles de Gijón y, en el transcurso de la misma, I.G.G. circuló
en dirección prohibida, no respetando los semáforos, stops y ceda el paso, chocando
en la calle Ezcurdia con el Mercedes Benz que conducía su propietaria M.I.V.G. y
seguidamente en la calle Rufo Rendueles, en sentido contrario, da marcha atrás y
golpea al vehículo policial, siendo detenido posteriormente.
Realizado el test de alcoholemia, éste arroja unos resultados de 0,92 mlg/l en
aire y de 0,85 mlg/l en aire.
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En este supuestos dejaremos a parte los escritos de acusación particular y nos
centraremos en el escrito de acusación del Ministerio Fiscal.
El escrito del Ministerio Fiscal le acusa de la autoría de:
Un delito de conducción temeraria del art. 380.1 y 382 CP en relación con un
delito de lesiones imprudentes del art. 152.1 párrafos 1 y 2 del mismo texto, es
decir, aquí el Ministerio Fiscal, aun existiendo el delito contemplado en el art.
379, delito de conducción bajo los efectos del alcohol, en aplicación del art. 382
CP aplica la infracción más gravemente penada, que es la de conducción
temeraria del citado art. 280.1 CP. Por estos delitos pide pena de prisión por 1
año e inhabilitación especial para el sufragio pasivo durante el tiempo de la
condena, y privación del derecho a conducir vehículos a motor y ciclomotores
durante 3 años.
Un delito de lesiones del art. 147.1 CP, por el que pide la pena de prisión de 1
año y 6 meses e inhabilitación especial para el derecho de sufragio pasivo
durante el tiempo de la condena.
Delito de atentado del art. 550 y 552.2 CP, por el que pide pena de prisión de 3
años e inhabilitación especial para el derecho de sufragio pasivo durante el
tiempo de la condena.
Dos faltas de lesiones del art. 617.1 CP, por las que pide una multa de 8 euros
diarios durante un mes, por cada una de ellas, con la responsabilidad personal
subsidiaria en caso de impago.
Todo ello con expresa imposición de las costas.
En cuanto a la responsabilidad civil, el Ministerio Fiscal la cifra en 11.010 euros.
En nuestro escrito de defensa, como primera opción, pedimos la libre
absolución, argumentando que el golpe propinado a J.E.B fue en defensa propia y que
la intención de nuestro cliente no era escapar de la policía sino que era la de evitar
que continuaran agrediéndole los ocupantes del coche colisionado. Alternativamente
decimos que concurre en nuestro representado la circunstancia atenuante de grave
adicción al consumo de alcohol dela art. 21.1 en relación con el 20.2 CP y en
consecuencia cabría imponerle:
•
Una pena de prisión de 3 meses por el delito de conducción temeraria.
5
•
Una pena de prisión de 3 meses por el delito de lesiones.
•
Una pena de prisión de 3 meses por el delito de resistencia a la autoridad.
En el escrito de defensa lo que perseguimos realmente es minimizar las pena e
intentar encuadrar la conducta en el delito de menor entidad, como ocurre en el caso
de atentado a la autoridad-resistencia a la autoridad y sobre todo, que conste la grave
adicción al alcohol de nuestro cliente para luego pedir la suspensión de la posible
condena por el art. 87 CP.
Se procede a la celebración de la vista y seguidamente se dicta sentencia en la
que se condena a I.G.G A como autor de:
•
Un delito de conducción temeraria en relación con un delito de lesiones
imprudentes a la pena de 6 meses de prisión con inhabilitación especial para el
ejercicio del derecho de sufragio pasivo durante el tiempo de la condena y
privación del derecho a conducir vehículos a motor y ciclomotores por tiempo
de 3 años.
•
Un delito de lesiones a la pena de 6 meses de prisión con igual inhabilitación
durante el tiempo de la condena.
•
Un delito de atentado a la pena de prisión de 1 año y 6 meses con igual
inhabilitación durante el tiempo de la condena.
•
Dos faltas de lesiones con multa para cada una de 6 euros diarios durante un
mes (180 euros) y responsabilidad personal subsidiaria de 15 días en caso de
impago.
•
Las costas.
•
Responsabilidad civil, 2.000 euros a J.E.B.
Una vez firme la sentencia, recibimos del Juzgado el Auto de incoación
ejecutoria, disponiendo que constan satisfechas las cantidades referentes a la multa y
a la responsabilidad civil “Jcondenado I.G.G. a las penas de prisión de 2 años y 6
meses, únase a los autos hoja histórico penal actualizada del condenado y hágase
entrega de la causa al Ministerio Fiscal para que emita informe sobre la procedencia
de suspensión de las penas”
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El Ministerio Fiscal emite informe desfavorable, oponiéndose a la suspensión
de la condena y nosotros tenemos el plazo de 3 días desde la notificación de esta
Diligencia de Ordenación para instar lo que a nuestro derecho convenga.
Así, dentro de ese plazo presentamos escrito en el que interesamos la
suspensión de la pena de prisión impuesta condicionada a continuar el tratamiento de
deshabituación llevado a cabo en la actualidad por nuestro cliente en el Centro para
Tratamiento de Adicciones de la ASOCIACIÓN AMIGOS CONTRA LA DROGA DE
AVILÉS, y ello en base a que se cumplen los requisitos del art. 87 CP:
o En primer lugar, la pena de privación de libertad es inferior al límite de 5 años
establecido en el art. 87.1 CP.
o En segundo lugar, el hecho delictivo por el que se condena a nuestro
representado ha sido cometido a causa de su adicción al consumo de bebidas
alcohólicas. En este sentido debe tenerse en cuenta que en la sentencia se
aprecia la atenuante de embriaguez como consecuencia de sus problemas con
el consumo de alcohol.
o En tercer lugar, nuestro representado carece de antecedentes penales y en la
actualidad se encuentra sometido a tratamiento de deshabituación del
consumo de alcohol en un Centro debidamente homologado como es en este
caso la ASOCIACIÓN AMIGOS CONTRA LA DROGA DE AVILÉS, centro que
cumple las condiciones de homologación establecidas en la legislación vigente
a estos efectos en el Principado de Asturias.
o En cuarto lugar, como prueba de su voluntad de reparar el daño, nuestro
representado ha procedido al pago, no solo de las multas a las que fue
condenado, sino también ha procedido al pago íntegro de la Responsabilidad
Civil que le fue reclamada.
Todas estas circunstancias hacen desaconsejable su ingreso en un Centro
Penitenciario, ya que ello conllevaría el tener que cesar en el tratamiento terapéutico
llevado a cabo bajo la vigilancia de los responsables del centro y con ello, una recaída
en el consumo, viéndose truncadas, con toda seguridad, sus posibilidades de
rehabilitación.
A este escrito acompañamos un documento emitido por la psicóloga del Centro
Terapéutico que contiene brevemente el historial de nuestro cliente. I.G.G. “comienza
con el consumo de alcohol a los 16 años, cuando comienza a abusar de estas
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sustancias los fines de semana y ocasionalmente fumaba cannabis. A partir de esa
edad su estilo de ocio se centró en las ingestas elevadas de alcohol, generalmente en
ambientes nocturnos, dejando de lado otras actividades y relaciones sociales. En el
momento de solicitar tratamiento, si bien I.G.G. había empezado a controlar el
consumo de alcohol, se veía en riesgo de recaída pues carecía de un repertorio de
conductas de ocio alternativas y su estado de ánimo, alterado por problemas
derivados del abuso de alcohol, propició el aumento de deseos de esta sustancia.
La intervención se focalizó en las primeras semanas en la planificación del
tiempo de ocio al margen de actividades y personas relacionadas con el consumo
abusivo de alcohol en ambientes nocturnos. Otro de los objetivos fue reducir la
ansiedad anticipatoria que le producían los problemas judiciales derivados del abuso
del alcohol. Se implicó a la familia en el tratamiento, estableciendo con su madre un
intercambio de información fluido.
La evolución de I.G.G. es FAVORABLE. Las analíticas de orina para la
detección de drogas que le son efectuadas periódicamente indican que no ha
consumido drogas ilegales. Su familia refiere no tener indicios de ingestas abusivas de
alcohol. Realiza actividades de ocio al margen de los locales y personas asociadas al
consumo, y su estado de ánimo es eutímico.
Actualmente I.G.G. lleva una vida normalizada, aunque precisa continuar
con apoyo terapéutico durante unos meses para minimizar el riesgo de recaídas”
Tras la presentación de este escrito de suspensión de la pena de prisión, por el
Juzgado se pide la emisión de un informe del Médico Forense, previo reconocimiento
de nuestro representado, que será valorado antes de pronunciarse, el Juez, sobre la
suspensión. El referido informe del Médico Forense concluye: “En el momento actual
está siguiendo un programa de tratamiento ambulatorio para su trastorno por abuso
perjudicial de alcohol, en la Asociación de Amigos contra la Droga de Avilés, desde el
19/11/2013, con un correcto aprovechamiento y evolución favorable. Por lo que
consideramos que la suspensión de esta terapia tendría consecuencias negativas en
su recuperación”.
Inmediatamente después del informe del Médico Forense, por Auto, se
concede la suspensión de la ejecución de las penas de prisión impuestas a I.G.G. por
un período de 3 años, suspensión condicionada a que no delinca nuevamente en el
periodo de suspensión y a que no abandone el tratamiento hasta su finalización.
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A continuación explicaremos los detalles y controversias que devienen de la
aplicación del art. 87 CP.
Tras la exposición de este caso, se hace importante diseccionar el art. 87 CP
para poder ir analizando los distintos rasgos de su aplicación.
2- REQUISITOS DE LA SUSPENSIÓN (Análisis apartado 1º del
art. 87 CP)
Comenzaremos por analizar el párrafo 1º del art. 87 CP que establece:”aún
cuando no concurran las condiciones 1ª y 2ª previstas en el art. 81 (habitualidad
y condena no superior a 2 años), el Juez o Tribunal, con audiencia de las partes,
podrá acordar la suspensión de la ejecución de las penas privativas de libertad
no superiores a 5 años de los penados que hubiesen cometido el hecho delictivo
a causa de su dependencia de las sustancias señaladas en el nº 2 del art. 20,
siempre que se certifique suficientemente, por centro o servicio público o
privado debidamente acreditado u homologado, que el condenado se encuentre
deshabituado o sometido a tratamiento para tal fin en el momento de decidir
sobre la suspensión.
El Juez o Tribunal solicitará en todo cado, informe del médico forense
sobre los extremos anteriores”.
Este apartado 1º es fruto de la reforma operada por la Ley orgánica 15/2003 de
25 de noviembre, del Código Penal. Esta Ley orgánica eleva a 5 años el límite máximo
de las penas privativas de libertad cuya suspensión cabe, ha suprimido el impedimento
consistente en la habitualidad del reo y ha establecido un informe preceptivo del
Médico Forense sobre las condiciones cuyo cumplimiento exige para la concesión de
la suspensión.
2.a) Elemento causal
Si nos fijamos en la redacción dada a este primer apartado del art. 87 CP,
podemos pararnos a analizar el elemento causal que contiene la redacción:
“%hubiese cometido el hecho a causa de su dependencia a las sustancias
señaladas en el nº 2 del art. 20”. Lo primero, precisar qué sustancias señala el art.
20.2 CP, siendo las siguientes: bebidas alcohólicas, drogas tóxicas, estupefacientes,
sustancias psicotrópicas u tras que produzcan efectos análogos, una vez precisadas,
podemos preguntarnos: ¿Basta con que el condenado padezca adicción a las
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citadas sustancias para poder beneficiarse de la suspensión de la ejecución de
la pena privativa de libertad prevista en este art. 87 CP? Sería injusto privilegiar el
tratamiento de esta clase de enfermos con respecto a cualquiera otros, siendo
totalmente necesario que el delito por el que se impuso la pena cuya ejecución se
pretende quede en suspenso, se cometiese << a causa >> de su dependencia a la
ingesta de esa clase de sustancias. Es necesario, por tanto, que exista una cierta
relación de causalidad entre la dependencia al consumo de las mencionadas
sustancias y el delito cometido.
2.b) Certificación de Servicio Público o Centro Homologado e
Informe preceptivo del Médico Forense.
“% siempre que se certifique suficientemente, por centro o servicio
público o privado debidamente acreditado u homologado, que el condenado se
encuentra deshabituado o sometido a tratamiento para tal fin en el momento de
decidir sobre la suspensión”
Podemos deducir también de la redacción del apartado 1º del art. 87 CP q el
preceptivo informe del Médico Forense, que el órgano jurisdiccional deberá
necesariamente recabar, únicamente tendrá por objeto determinar si a la fecha de
producción del hecho delictivo por el que resultó condenado el acusado, éste
presentaba una relación de dependencia con el consumo de las sustancia
mencionadas en el art 20.2 del citado Texto Legal.
Así, a modo de ejemplo, la Audiencia Provincial de Barcelona (Sección 5ª)
Auto núm. 166/2012 de 6 marzo. JUR 2012\150325 establece respecto a la
importancia del informe del Médico Forense: “() la condición de drogadicto, como
pretende el recurrente, no sería suficiente para la aplicación del precepto regulador de
esa modalidad de suspensión de pena (art. 87 C.P.). Es preciso acreditar que tal
estado morboso o criminológico (hábito más o menos arraigado en el consumo de
sustancias psicoactivas prohibidas), vaya acompañado de cierta influencia o
repercusión en la comisión del hecho delictivo, circunstancia no acreditada()El
informe Médico Forense, realizado a Fulgencio en fecha 1 de octubre de 2010 (siendo
el hecho delictivo de 14 de diciembre de 2009) concluye: a) que el informado
Fulgencio presenta según la anamnesis antecedentes de etilismo y de consumo de
cocaína, (a los 22 años refiere el informe Dra Lorenza ); b) Por lo anteriormente
reseñado concluye el informe que no detecta en la actualidad factores patológicos que
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cuando se materializaron los hechos hubieran afectado a las funciones cognitivo
volitivas del informado() En consecuencia los dos informes del médico forense no
acreditan que el penado hubiere realizado los hechos delictivos el día 14 de diciembre
de 2009 por su grave adicción a sustancias estupefacientes”, llegando a desestimar el
recurso de apelación interpuesto.
En cualquier caso, y junto al preceptivo informe del Médico Forense, deberá
también acreditarse, con la correspondiente certificación por centro o servicio público o
privado debidamente acreditado u homologado, la circunstancia de que el condenado
se encuentra, al tiempo de resolverse sobre la suspensión de la ejecución de la pena,
deshabituado o en proceso de deshabituación. En la práctica, no cabe exigir que ya se
haya iniciado el tratamiento, siendo suficiente que conste acreditada la existencia de
ese propósito y la disponibilidad del centro o servicio para comenzarlo en una fecha
próxima concreta.
La presentación de la certificación es requisito fundamental para poder
concederse el beneficio de la suspensión y así lo establece por ejemplo Audiencia
Provincial de Murcia (Sección 5ª) en el Auto núm. 236/2009 de 4 noviembre. (JUR
2010\8963): “(J)entrando ya en la cuestión de fondo, debe señalarse, como antes
adelantábamos, que es ajustada a derecho la denegación de la suspensión de la
ejecución de la pena privativa de libertad impuesta al condenado, al no constar que
concurra uno de los requisitos esenciales que el artículo 87 del Código Penal exige
para que pueda acordarse dicha suspensión, toda vez que no se certifica
suficientemente, por centro o servicio público o privado debidamente acreditado u
homologado, que el condenado se encuentra deshabituado o sometido a tratamiento
para tal fin en el momento de decidir sobre la suspensión, resultando absolutamente
insuficiente, a estos efectos, la documentación obrante en las actuaciones. Así, el
informe médico forense, que es de fecha 27 de abril de 2.009, no permite entender
acreditado, en modo alguno, ni que el condenado esté deshabituado en la actualidad
ni que esté sometido a tratamiento para tal fin. Así, debe destacarse que el informe
médico forense descansa, en esencia, sobre lo que no son más que meras
afirmaciones realizadas por el condenado en el momento del reconocimiento, que no
cuentan con corroboración objetiva alguna y que no van respaldadas con la pertinente
documentación, sin que el hecho de que no se detectasen, en el momento del
reconocimiento, signos clínicos aparentes de consumo reciente de drogas de abuso ni
sintomatología de síndrome de abstinencia a las mismas sean datos del suficiente
relieve como para inferir, con un mínimo de seguridad o fiabilidad, que el condenado
se encuentre efectivamente deshabituado o sometido a tratamiento”
11
¿En qué momento del proceso podrá aportarse esta certificación?
Esta certificación podrá ser aportada hasta el mismo momento de la audiencia
celebrada con el fin de resolver acerca de la procedencia o no de la <<suspensión
extraordinaria>>. En el caso que hemos estado viendo, lo que se pretendía era que la
sentencia recogiese la atenuante de grave adicción a las bebidas alcohólicas para
después, a la hora de pedir la suspensión de la pena, acreditar que nuestro cliente se
hallaba sometido a tratamiento de deshabituación en centro homologado.
También resulta posible, que la certificación se presente durante el recurso
interpuesto contra el Auto que denegó inicialmente la suspensión, siempre con el límite
de que ya se hubiese empezado a cumplir la pena. Esta teoría resulta apoyada por el
autor Magro Servet, y contenida en la AP Burgos, Secc. 1ª, de 8 de noviembre. Por
descontado, no se exige legalmente, que el tratamiento de deshabituación se esté
realizando o se haya realizado en un centro cerrado o comunidad terapéutica,
pudiendo perfectamente desenvolverse en forma de tratamiento ambulatorio.
En la práctica, los supuestos de las sentencias dictadas por conformidad ante
el juzgado de guardia en los denominados juicios rápidos, el art. 801 de la LECr
establece que bastará a estos efectos para aceptar la conformidad y acordar la
suspensión de la pena privativa de libertad el compromiso del acusado de obtener
dicha certificación en el plazo prudencial que el juzgado establezca.
¿Qué Centros o Servicios en Asturias ofrecen tratamiento para la
deshabituación de personas drogodependientes?
En Asturias están catalogadas como Comunidades terapéuticas concertadas
las siguientes:
•
Asociación para la Rehabilitación de Adicciones e Integración Social (ARAIS).
•
Centro de Rehabilitación de Alcoholismo “LA SANTINA”.
•
Centro de Tratamiento de Adicciones El Valle Aptas.
•
Fundación C.E.S.P.A. - Proyecto Hombre de Asturias.
12
•
Fundación Instituto SPIRAL
Y como Centros de día los siguientes:
Centro de día “Amigos Contra la Droga”.
Centro de día “Buenos Amigos”.
Centro de día “Mil Soles”.
Centro de día “Reciella”.
Centro de día “Adsis Beleño”. Fundación ADSIS.
Centro de día “El Postigo”. CESPA-Proyecto Hombre.
También podemos citar las Unidades de Desintoxicación Hospitalaria:
o Unidad de Desintoxicación Hospitalaria de Oviedo.
o Unidad de Desintoxicación Hospitalaria de Gijón, y
Unidades de Tratamiento de Toxicomanías.
o Unidad de Tratamiento de Toxicomanías de Avilés.
o Unidad de Tratamiento de Toxicomanías de Gijón.
o Unidad de Tratamiento de Toxicomanías de Oviedo.
o Unidad de Tratamiento de Toxicomanías de Mieres.
En el caso que nos ocupa, nuestro representado acude a un centro de día, que
son centros privados subvencionados por el Principado de Asturias a través de la
Consejería de Salud y Servicios Sanitarios, realizan labores de apoyo psicoterapéutico
en el proceso de tratamiento, formación ocupacional y laboral, apoyo de otros recursos
comunitarios para la incorporación social de los drogodependientes, asesoramiento
jurídico para que las personas con problemas de este tipo puedan iniciar un programa
de tratamiento e incorporación social. En este centro en concreto, dan prioridad a las
personas derivadas de los centros penitenciarios y de los juzgados.1
¿Y si el condenado ya está deshabituado en el momento de suspender de
la pena? Algún sector de la Doctrina, por ejemplo, Serrano Pascual, ha objetado que,
1
https://www.asturias.es/.../Guia_recursos_drogodependencias_asturias_20.
13
a su juicio, la suspensión de la ejecución de la condena constituye una reacción penal
innecesaria respecto de los condenados que ya se hubieran deshabituado. Pero éste,
no es el punto de vista mayoritario, ya que puede ocurrir que la deshabituación no sea
definitiva, existiendo riesgos de recaída en el consumo y, por tanto, en el delito.2
Además el ingreso en prisión constituye un factor de riesgo importante para tal
recaída.
Y si la relación causal entre el toxicómano y la comisión del delito se
descubre con posterioridad al dictado de la sentencia, ¿puede aplicarse el art. 87
CP? Ceres Montes señala que: <<la práctica mayoritaria admite la posibilidad de
valoración de estas circunstancias en ejecución de sentencia y aunque no lo aprecie la
sentencia, siempre que al momento de decidir sobre la suspensión, se acredite esa
dependencia y el tratamiento de deshabituación, y sobre ello deberá versar el informe
del médico forense>>
Del mismo modo, la Consulta 4/1999 de la Fiscalía General del Estado señala
que: <<la prueba de la comisión del delito a causa de la adicción del penado a las
sustancias del art. 20 CP, a fin de aplicar la modalidad de suspensión a que se refiere
el art. 87 CP, puede establecerse en el trámite de audiencia a las partes que, en fase
de ejecución, contempla el art. 87, exclusivamente en aquellos supuestos en los que la
cuestión no haya sido debatida en el acto del juicio oral y resuelta en la sentencia>>3.
2.c) Pago de las Responsabilidades Civiles
Por otra parte el art. 87.1 comienza diciendo: “Aún cuando no concurran las
condiciones 1ª y 2ª previstas en el art. 81+”. Es claro, por tanto, que resulta
también, en este caso exigible el concurso de de la circunstancia prevista en el nº 3
del art. 81, es decir, que se hayan satisfecho las RESPONSABILIDADES CIVILES que
se hubieran originado, salvo que el Juez o Tribunal sentenciador, después de oír a los
interesados y al Ministerio Fiscal, declare la imposibilidad total o parcial de que el
condenando haga frente a las mismas
2
Leopoldo Puente Segura, “Suspensión y sustitución de las penas”, La Ley, 1ª edición 2009, pag 183.
3
En el mismo sentido se pronuncia también LLorca Ortega, cuando señala que en esta <<audiencia>>
resulta posible la práctica de la prueba, en especial la pericial médica conducente al fin indicado, por
más que el autor citado insiste razonablemente en la idea de no poder contradecir –a través de la
<<audiencia>>- los hechos probados de la sentencia condenatoria firme.
14
Clara es la finalidad de prevención especial del art. 87 CP, pero el legislador, al
incluir el requisito de la satisfacción de las responsabilidades civiles, no se ha olvidado
de los intereses de la víctima, bien es cierto que no es imprescindible tal satisfacción
para la concesión del beneficio de la suspensión de la pena, ya que el Juez o Tribunal
pueden declarar la imposibilidad de que el condenado haga frente a la misma. En el
supuesto que nos ocupa, nuestro representado, antes de solicitar la suspensión de la
condena, ya había satisfecho no sólo las responsabilidades penales, sino también el
importe de las multas que le habían sido impuestas.
El Código Penal contempla en dos preceptos la insuficiencia de bienes del
penado para hacer frente a las responsabilidades civiles y otros pagos.
Así, en el artículo 125 se contempla el supuesto de esa insuficiencia de bienes
que no permite satisfacer de una vez las responsabilidades pecuniarias. En este
supuesto el precepto autoriza al Juez o Tribunal a que, previa audiencia de las partes,
pueda fraccionar el pago, señalando, según su prudente arbitrio y en atención a las
necesidades del perjudicado y a las posibilidades económicas del responsable, el
periodo e importe de los plazos.
También se establece -en el mismo supuesto de insuficiencia de bienes del
penado- una prelación en los pagos. Y así se atenderá, primero a la reparación del
daño causado y a la indemnización de perjuicios; segundo, a la indemnización a favor
del Estado por el importe de los gastos que se hubieren hecho en la causa; tercero, a
las costas del acusador particular o privado cuando se impusieren en la sentencia;
cuarto, a las demás costas procesales, incluso las de la defensa del procesado, sin
preferencia entre los interesados, y quinto, a la multa. Cuando el delito sea a instancia
de parte, las costas del acusador privado se satisfarán con preferencia a la
indemnización del Estado (art. 126).
2.d) Cómputo del límite de suspensión de 5 años
También resulta obligado reconocer, en este caso del art. 87.1 CP, que la L.O
15/2003, de 25 de noviembre, ha supuesto una considerable ampliación del marco
objetivo en esta clase de <<suspensión extraordinaria>>. Así resulta ahora posible la
suspensión de la ejecución de las penas no superiores a cinco años de prisión (el
máximo en la legislación anterior era de penas no superiores a 3 años). Con respecto
al límite de cinco años nos surge una duda: ¿cómo ha de computarse dicho límite?
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La redacción del art. 87 CP es dudosa en cuanto al tema del cómputo del límite de 5
años. Literalmente el art. 87 pudiera dar a entender que es posible aplicar el cómputo
de dicho límite individualmente a distintas penas, esto es, la suma de ellas
individualmente podría superar el límite de 5 años. Así podría entenderse del tenor
literal de este art. 87. Cuando establece que en su apartado 1º: “aún cuando no
concurran las condiciones 1ª y 2ª del art 81 (...) podrá acordarse la suspensión de la
ejecución de las penas privativas de libertad no superiores a cinco años”.
Ahora bien, la mayoría de la Doctrina y Jurisprudencia entiende que el límite de
5 años se refiere a la suma total de las penas. Así, por ejemplo, el AAP, de Barcelona,
Sección 5ª, de fecha 42 de febrero de 2006, establece: <<Pero esta modalidad ha de
seguir las reglas generales de la Sección 1ª donde se regula, y en ellas, literalmente
en el art. 81.2 CP dispone como condición indispensable y necesaria para dejar en
suspenso la ejecución de la pena para todas las modalidades establecidas en la
Sección: (J). 2ª. Que la pena o penas impuestas o la suma de las penas impuestas
no sea superior a 2 años, sin incluir en tal cómputo la derivada del impago de la
multa>>
La prevención general concibe la pena como una amenaza que por medio de
las leyes se dirige a toda la colectividad con el fin de limitar el peligro derivado de la
delincuencia latente en su seno. Esta coacción formulada en abstracto se concretiza
en la sentencia, cuando el juez refuerza la prevención general al condenar al autor
debido a que por éste acto está anunciando a los demás lo que les ocurrirá si realizan
idéntica conducta (por eso, la lógica de éste criterio exige que las penas sean
cumplidas, de lo contrario, el fin intimidatorio se ve afectado). Así, en su formulación
pura, esta concepción no se fijan en los efectos que la pena puede surtir sobre el autor
mismo, de manera que, "prevención general", significa también evitación de los delitos
mediante la producción de efectos sobre la generalidad.
La prevención especial trata los efectos que tiene la aplicación de una pena en
el individuo a la que va dirigida. El principal objetivo de esta clase de prevención será
evitar que aquel que ya haya cometido un acto ilícito vuelva a tener tal actitud en el
futuro. Así, la prevención especial no va dirigida al conjunto de la sociedad, sino a
aquellos que ya hayan vulnerado el ordenamiento jurídico.
Parece claro, que si no ponemos límites a la prevención especial, por ejemplo,
si la mayoría de la Doctrina y la Jurisprudencia entendiesen que el límite de 5 años de
suspensión de las penas privativas de libertad pudiese ser aplicado individualmente a
cada una de las penas impuestas a un individuo, el castigo penal quedaría diluido.
16
Opino que la función de prevención especial ha de tener límites. El Código
Penal establece límites en la duración de las penas que pueden ser sustituidas y que
supone una barrera de carácter preventivo-general. El legislador ha entendido que por
encima de esos límites la renuncia a la privación de libertad repercutiría negativamente
en la eficacia intimidatoria del Derecho. Por tanto, respetándose estos límites, puede
entenderse respetada la orientación preventivo-general de disuadir a los individuos de
que ejecuten el comportamiento legalmente prohibido, de manera que cada persona, a
sabiendas de las consecuencias negativas que supondría una determinada actitud, se
abstiene de incumplir lo dispuesto en el ordenamiento jurídico.
3. REINCIDENCIA Y CRIMINALIDAD (Análisis apartado 2º del
art. 87 CP)
El apartado 2º del art. 87 CP establece: “en el supuesto de que el
condenado sea reincidente, el Juez o Tribunal valorará por resolución motivada,
la oportunidad de conceder o no el beneficio de la suspensión de la ejecución de
la pena, atendidas las circunstancias del hecho y el autor”
En este caso, la LO 15/2003, de 25 de noviembre, si se quiere,
excepcionalmente, ha venido a introducir una modificación en relación a la suspensión
de la ejecución de la pena. En efecto, con anterioridad a dicha norma, para poder
aplicar el art. 87 CP resultaba necesario que el condenado no fuera <<reo habitual>>,
exigencia que resultó abolida en la mencionada L.O.
Se considera reos habituales, conforme al art. 94 del CP, los que hubieran
cometido tres o más delitos de los comprendidos en un mismo capítulo, en un plazo no
superior a cinco años, y hayan sido condenados por ello.
Así las cosas, cualquier condenado que hubiera cometido el hecho delictivo a
causa de su dependencia de las sustancias del art. 20.2 CP podrá aspirar a la
aplicación de la suspensión de la ejecución de la pena impuesta, siempre
naturalmente, que reúna los demás requisitos exigidos legalmente, con independencia
de que no fuera delincuente primario y con independencia también de que se trate de
un <<reo habitual>>. En su redacción actual, el art 87.2 CP alude únicamente a la
necesidad de que el órgano jurisdiccional valore la oportunidad de conceder o no el
beneficio, en el supuesto de que el condenado sea reincidente, atendidas las
circunstancias del hecho y el autor.
17
El art.22 establece: "Son circunstancias agravantes...8º. Ser reincidente.
Hay reincidencia cuando al delinquir, el culpable hubiese sido condenado
ejecutoriamente por un delito comprendido en el mismo capítulo de este código que
sea de la misma naturaleza”
El art. 87.1 CP utiliza el verbo en modo condicional (“los Jueces o Tribunales
podránJ”), y se refiere, además, a que la decisión de suspender se adopte con
audiencia de las partes. Ello parece indicar que, en cualquier caso, y no sólo cuando
no se trate de un condenado reincidente, los órganos jurisdiccionales PODRÁN
acordar o no la suspensión de la ejecución de la pena, atendiendo fundamentalmente
a la peligrosidad criminal del condenado. El Juez o Tribunal habrá de atender, tanto si
el penado es reincidente como si no, a la PELIGROSIDAD CRIMINAL del sujeto.
En atención a la criminalidad, habrá que comprobar si la dependencia
padecida por el sujeto ya condenado constituye un factor criminógeno relevante en su
comportamiento, con el propósito de valorar si, suprimido dicho factor resulta
razonable esperar la rehabilitación social del penado, reduciéndose sensiblemente su
<<peligrosidad criminal>>. Es decir, el órgano jurisdiccional ha de valorar si la
ejecución efectiva de la pena impuesta resulta un obstáculo en el proceso de
deshabituación, ya concluido o iniciado por el penado, y, si por tanto, resulta o no más
eficaz y operativo, desde el punto de vista de la prevención especial.
4. PERIODO DE SUSPENSIÓN (Análisis apartado 3º del art. 87
CP)
El apartado 3º del art. 87, contempla: “la suspensión de la ejecución de la
pena quedará siempre condicionada a que no se delinca en el período que se
señale, que será de tres a cinco años”.
La reforma del Código penal por la Ley Orgánica 15/2003 supuso una
ampliación de las posibilidades de aplicación de este beneficio al elevarse de tres a
cinco años el límite de la pena impuesta para poder acceder a la suspensión. Con esta
modificación se posibilita la concesión de la suspensión para determinados delitos en
donde no es extraño que su autor presente un mayor o menor grado de toxicomanía,
como son los de robo con intimidación y uso de armas, que salvo los supuestos de
atenuación del párrafo 3º del art. 242 CP quedaban excluidos de la posibilidad de
suspensión, pues la pena mínima resultante era de 3 años y 6 meses de prisión.
18
El CP 1995 fijó en tres años el límite entre la pena grave de prisión y la menos
grave. El art. 33.2.a) CP mencionaba como pena grave la pena de prisión superior a
tres años, y en su apartado 3.a) como pena menos grave la prisión de seis meses a
tres años. La nueva reforma también ha alterado este límite temporal calificando como
pena grave la pena de prisión superior a cinco años (art. 33.2.a), y como menos grave
la prisión de tres meses a cinco años (art. 33..3.a). Se pretende coordinar con la
LECrim, pues el límite de los cinco años marca la competencia entre los Juzgados de
lo Penal y las Audiencias Provinciales (art. 14 LECrim). Como declara la Exposición de
Motivos de la ya mencionada Ley Orgánica 15/2003 con esta reforma “se consigue
una regulación armonizada con la distribución de competencias entre el Juzgado de lo
Penal y la Audiencia provincial prevista en la Ley de Enjuiciamiento Criminal, de modo
que la Audiencia Provincial conocerá de los delitos castigados con penas graves y los
Juzgados de lo Penal de los delitos castigados con penas menos graves”.
En el supuesto que nos ocupa, la suspensión de la ejecución de las penas
privativas de libertad se concede bajo la condición de que nuestro representado no
vuelva a delinquir en el periodo de 3 años.
A diferencia de lo que sucede con la <<suspensión ordinaria>> del art. 80.2
CP, no se establece aquí de forma expresa la necesidad de audiencia de las partes
antes de que el órgano jurisdiccional determine la concreta duración del periodo de
suspensión. Sin embargo, es de entender que la indispensable AUDIENCIA PREVIA
deberá tener por objeto, todas y cada una de las decisiones relevantes que el órgano
jurisdiccional adopte con relación a la suspensión de la ejecución de la condena. Ello
no significa, naturalmente, que cada una de esas decisiones demanden una
<<audiencia>> autónoma y, en consecuencia, habiéndose previsto en el art 87.1 CP la
necesidad de oír a las partes con carácter previo a adoptar la decisión misma relativa
a si la ejecución de la pena debe quedar o no en suspenso, éste será también el
momento de que las partes se pronuncien acerca del periodo de suspensión que debe
ser establecido y, en su caso, de si han sido o no satisfechas las responsabilidades
civiles y, en caso de que así no fuera, pronunciarse acerca de si procede declarar la
incapacidad, total o parcial para ello del condenado.
Este art 87.3 CP no proporciona criterio alguno sobre cuya base deba
adoptarse la concreta decisión que fija, dentro del marco legal, el periodo de
suspensión. En cualquier caso, parece claro que el órgano jurisdiccional deberá
atenerse a los que se describen con este mismo fin pero para la <<suspensión
ordinaria>>, en el art 80.2 CP, es decir, <<a las circunstancias personales del
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delincuente, las características del hecho y la duración de la pena>>. Además, no
puede desconocerse que cuando el penado no se encontrase deshabituado, al
establecerse necesariamente como condición de la suspensión, que el penado
complete el tratamiento, también deberá tenerse en cuenta la previsible evolución de
éste al tiempo de fijar el periodo de suspensión.
Aunque ciertamente el tiempo máximo de duración del periodo de suspensión,
conforme se determina en el precepto que comentamos, será de cinco años, podemos
considerar que si entendemos posible la suspensión de la ejecución de las penas que,
sin superar los cinco años consideradas aisladamente, puedan, adicionadas,
sobrepasar ese límite, el periodo de suspensión deberá prolongarse también, al
menos, hasta el resultado de dicha suma, sin superar, evidentemente, los cinco años
de suspensión, aunque, desde luego, no parece que la dicción literal del precepto
permita actuar de ese modo.
5. CONDICIÓN DE FINALIZAR EL TRATAMIENTO
DESHABITUADOR (Análisis apartado 4º del art. 87 CP)
Establece el art 87.4 que: “en el caso de que el condenado se halle
sometido a tratamiento de deshabituación, también se condicionará la
suspensión de la ejecución de la pena a que no abandone el tratamiento hasta
su finalización. Los centros o servicios responsables del tratamiento estarán
obligados a facilitar al Juez o Tribunal sentenciador, en los plazos que señale, y
nunca con una periodicidad superior al año, la información precisa para
comprobar el comienzo de aquél, así como para conocer periódicamente su
evolución, las modificaciones que haya de experimentar así como su
finalización”.
A estos efectos, no corresponde, naturalmente, al órgano jurisdiccional
establecer el periodo de tiempo durante el cual deberá prorrogarse el tratamiento,
variable ésta, que como es lógico, estará exclusivamente en función de la evolución
del mismo, siendo los responsables del centro o servicio en que se efectúe a quien
compete determinar el momento de su finalización.
Lo que sí deberán establecer los órganos jurisdiccionales es la periodicidad en
la que los centros o servicios han de informar de las vicisitudes que el tratamiento
experimente, resultando conveniente, aunque no necesario por su obviedad,
20
comunicar al centro el deber de informar de modo inmediato y con independencia de
los <<términos generales>> establecidos, de cuantos acontecimientos trascendentes
se produjeran en el curso del mismo.
Estos informes periódicos, conforme establece el precepto comentado, deberán
rendirse, como máximo y en defecto de disposición en contrario del órgano del órgano
jurisdiccional, anualmente. Desde luego, es posible que el Juez o Tribunal resuelva
acortar esos espacios temporales, estableciendo que se remitan informes semestrales
o incluso trimestralmente.
Parece claro, que no resulta conveniente imponer al centro o servicio la
necesidad de informar acerca del tratamiento en periodos más breves a un trimestre,
salvo que existan poderosas razones que justifiquen esa decisión, con el propósito de
no obligarles a que disipen sus esfuerzos en la realización de tareas de índole
administrativo, máxime cuando se les habrá advertido que deberán informar de
cualquier incidencia trascendente, tan pronto como ésta se produzca.
Podríamos en este caso preguntarnos si el órgano jurisdiccional puede
establecer como condición de la suspensión de la ejecución de la pena alguno de los
deberes o reglas de conducta que se contemplan, para la <<suspensión ordinaria>>,
en el art 83 CP. Y por la misma razón, habrá de determinarse si cuando se tratase de
delitos relacionados con la violencia de género que hubieran sido cometidos a causa
de la dependencia del condenado a las sustancias establecidas en el art. 20.2,
deberán ser impuestas, respectivamente, las obligaciones o deberes previstas en las
reglas 1ª, 2ª y 5ª del art 83.1 (prohibición de acudir a determinados lugares, prohibición
de aproximarse a la víctima o a aquellos de sus familiares u otras personas que
determine el Juez o Tribunal, o de comunicarse con ellos y participar en programas
formativos, laborales, culturales, de educación vial, sexual, de defensa del medio
ambiente, de protección de los animales y otros similares).
La respuesta a ambas preguntas habrá de ser afirmativa, aunque desde luego
no habría estorbado una referencia expresa a esta cuestión en el art. 87 CP. Si
partimos de la base que la relación entre ambas instituciones, la suspensión
<<ordinaria>> y la <<extraordinaria>> es de especialidad, no se advierte razón alguna
para que no le resulten de aplicación las normas establecidas en la institución general,
y no expresamente exceptuadas en la especial. Por otro lado, resulta claro que en
estos casos, tanto o más que en otros, algunos de los deberes o reglas de conducta
contemplados en el art. 83 CP estarán, respecto de condenados dependientes del
21
consumo de sustancias, particularmente indicados (así, por ejemplo y especialmente,
la prohibición de acudir a determinados lugares).
En el supuesto concreto que planteamos en la introducción, I.G.G había
comenzado el tratamiento de deshabituación en el Centro de Amigos Contra la Droga
antes de que recayese sentencia, y allí continúo cumpliéndolo como condición de la
suspensión de la pena privativa de libertad a la que se le había condenado.
El Centro de Deshabituación e Incorporación Social Amigos contra la Droga
está acreditado por la Consejería de Salud del Principado de Asturias y registrado
como Centro Sanitario C.2.90/1771 con las ofertas asistenciales U.71 (Atención
sanitaria a drogodependientes) y U.70 (Psicología clínica).
La Asociación Amigos contra la Droga está integrada en la UNAD (Unión
Nacional de Ayuda al Drogodependiente) y en la plataforma de centros de día a nivel
nacional ASECEDI (Asociación de Entidades de Centros de Día).
Se dirige a personas con trastornos por uso de sustancias con distintos grados
de severidad.
Para realizar tratamiento en el centro se exige un soporte socioeconómico
mínimo: tener cubiertas las necesidades básicas y, preferentemente, alguna persona
allegada que participe en el proceso terapéutico .La realización de tratamiento en el
centro es compatible con otros tratamientos, como los Programas de Mantenimiento
con Metadona.
El Centro es un recurso adecuado para el cumplimiento de medidas
alternativas al ingreso en prisión.
El Centro cuenta con capacidad para 20 usuarios.
Las fases del programa son:
•
Inicial: centrada en el abandono del consumo de drogas y en la adquisición de
hábitos básicos de conducta, tanto a nivel social como laboral.
•
Intermedia: centrada en la prevención de recaídas y en desarrollo de
relaciones sociales y planificación de actividades saludables.
•
Final: centrada en la consolidación de la autonomía personal y en la
incorporación laboral. En esta fase se reduce el horario de permanencia en el
centro.
22
•
Seguimiento: (régimen ambulatorio): entrevistas y analíticas. Mantenimiento
de todas las habilidades adquiridas y detección precoz de dificultades.
La duración estimada del tratamiento es de 6 a 10 meses. Tras superar los
objetivos marcados para la etapa de Centro de día pasará a tratamiento ambulatorio.
La duración del tratamiento ambulatorio es variable (de 6 a 12 meses).
En el área de incorporación laboral cuenta con: taller de talla en madera,
talleres de alfabetización y cultura general, entrenamiento en técnicas de búsqueda de
empleo, elaboración y seguimiento de itinerarios individualizados de incorporación
laboral y apoyo en la gestión de ayudas sociales.54
6. LA REVOCACIÓN Y LA REMISIÓN (Análisis apartado 5º del
art. 87 CP)
El último párrafo del art. 87 CP establece que: “el Juez o Tribunal revocará la
suspensión de la ejecución de la pena si el penado incumpliere cualquiera de las
condiciones establecidas.
Transcurrido el plazo de suspensión sin haber delinquido el sujeto, el
Juez o Tribunal acordará la remisión de la pena si se ha acreditado la
deshabituación o la continuidad del tratamiento del reo. De los contrario, salvo
que, oídos los informes correspondientes, estime necesario la continuación del
tratamiento; en tal caso podrá conceder razonadamente una prórroga del plazo
de suspensión por tiempo no superior a dos años”.
De este párrafo podemos deducir cuatro conclusiones:
I.
Transcurrido el periodo de suspensión sin que el sujeto haya delinquido
y conste acreditada su deshabituación, el órgano jurisdiccional acordará
la remisión de la pena.
II.
Si la deshabituación no consta, pero sí siguió el procedimiento (y
naturalmente el sujeto no ha delinquido), se acordará también la
remisión de la pena. Queda, por tanto, fuera de toda duda, la posibilidad
4
http://www.acdaviles.org/actividades
23
de que el tratamiento se prolongue más allá del periodo de suspensión
de la ejecución de la condena, sin que dicha continuación pueda
constituir un impedimento para que el órgano jurisdiccional declare,
transcurrido el periodo de suspensión sin haber delinquido de nuevo el
culpable, la remisión de la pena.
También hacen referencia a la remisión, el art. 85.2 CP que establece:
“transcurrido el plazo de suspensión fijado sin haber delinquido el sujeto, y cumplidas,
en su caso, las reglas de conducta fijadas por el juez o tribunal, éste acordará la
remisión de la pena” y el art. 130 del mismo cuerpo legal que dispone:” 1. La
responsabilidad criminal se extingue: (J) 3º Por la remisión definitiva de la pena,
conforme a lo dispuesto en el artículo 85.2 de este Código”. Con la remisión se
extingue la responsabilidad penal.
III.
Si el sujeto no ha delinquido durante el periodo de suspensión pero no
ha alcanzado la deshabituación o se ha interrumpido el tratamiento, por
cualquier causa, incluso por la propia decisión del penado, el órgano
jurisdiccional deberá, oídos los informes correspondientes acerca de la
necesaria continuación del tratamiento, pronunciarse respecto a si
procede establecer, con la reanudación del mismo, una prórroga del
periodo de suspensión por tiempo no superior a dos años.
Estos informes que el órgano judicial deberá recabar al respecto,
parece que habrán de ser emitidos por los responsables de los centros
o servicios en los que el tratamiento se estuviera implementando,
aunque no sería inconveniente que se recabasen también informes
complementarios al médico forense o al perito que el órgano
jurisdiccional determine. No resulta fácil imaginar la hipótesis en que los
mencionados informes consideren que no es necesario proseguir con el
tratamiento interrumpido, sin haber alcanzado la deshabituación.
Pozos Cisneros considera que “no parece muy acertado justificar la
prorroga por la estimación de necesidad en la continuidad del
tratamiento: si no se ha producido la deshabituación, siempre será
necesaria la continuación de aquél; cuestión distinta será la valoración
que se haga de la actitud del sujeto hacia el tratamiento y, en
consecuencia, de la oportunidad de conceder una nueva oportunidad al
sujeto que ya ha hecho un mal uso de la ya concedida”
24
En cualquier caso, la decisión respecto a la prórroga corresponderá al
órgano jurisdiccional.
IV.
Cuando el penado hubiera delinquido durante el periodo de suspensión,
el órgano jurisdiccional deberá acordar, en todo caso, la revocación de
la suspensión y, en consecuencia, el cumplimiento de la condena.
Esta previsión, sin embargo, puede introducir una cierta distorsión en el
procedimiento rehabilitador. Así, cuando el delito cometido durante el
periodo de suspensión, hubiera sido perpetrado <<a causa de la
dependencia al consumo de de sustancias contempladas en el art. 20.2
CP, esta nueva pena, al menos en términos teóricos, podrá no ser
ejecutada si nuevamente concurrieran en el penado los requisitos
establecidos en el art. 87 CP. Debemos decir que la circunstancia de
que se hubiera acordado en una ocasión anterior la suspensión de la
ejecución de la pena en aplicación de este precepto, no es, en sí
misma, inconveniente definitivo para la existencia de posteriores
suspensiones. Naturalmente, la existencia de esas condenas anteriores,
cuya ejecución se hubiera suspendido, será un factor, entre otros, a
valorar por el órgano jurisdiccional, atendiendo fundamentalmente a la
<<peligrosidad criminal>> del condenado. Lógicamente, sin embargo,
cuando la segunda condena determine la revocación de la suspensión
de la primera y, en consecuencia, el cumplimiento efectivo de ésta,
dejaría de tener sentido alguno pretender que la segunda condena, la
correspondiente al delito cometido durante el periodo de suspensión de
la primera, pudiera ser, a su vez, suspendida, ya que podríamos caer en
un círculo vicioso, y aquí la ley ordena la ejecución de la pena.
7. EL ELEMENTO NORMATIVO EN EL CASO DEL DELITO DE
CONDUCCIÓN BAJO LOS EFECTOS DE BEBIDAS
ALCOHÓLICAS.
Una vez examinado el art. 87 CP de manera general, me parece interesante traer a
colación el tema de la controvertida aplicación del citado artículo a los delitos de
conducción bajo los efectos de bebidas alcohólicas: EL ELEMENTO NORMATIVO EN
25
EL CASO DEL DELITO DE CONDUCCIÓN BAJO LOS EFECTOS DE BEBIDAS
ALCOHÓLICAS.
Un grupo de autores que se han ocupado del estudio de esta institución,
parece haber hallado un elemento normativo (excluyente o normativo) que impediría,
según su tesis, aplicar la <<suspensión extraordinaria>> prevista en el art. 87 CP a un
concreto delito: el de conducción bajo los efectos de bebidas alcohólicas, previsto y
penado en el art. 379.2 CP, que establece: “con las mismas penas será castigado el
que condujere u vehículo de motor o ciclomotor bajo la influencia de drogas tóxicas,
estupefacientes, sustancias psicotrópicas o de bebidas alcohólicas. En todo caso será
condenado con dichas penas el que condujere con una tasa de alcohol en sangre
superior a 1,2 gramos por litro”
Así, por ejemplo, Magro Servet y Solaz Solaz observan a este respecto que no
resulta procedente la concesión de esta suspensión especial con respecto a penas de
prisión impuestas por delitos contra la seguridad del tráfico en penados con
dependencia al alcohol, porque la ingesta alcohólica forma parte del tipo penal y la
dependencia a esa sustancia no puede atenuar o exonerar la responsabilidad.
En este mismo sentido señala Ceres Montes que: “en la práctica, se viene
observando la solicitud de suspensión especial para las condenas de prisión por los
delitos contra la seguridad del tráfico en penados con dependencia al alcohol, si bien,
la considero de difícil concesión, cuando el art 20.2 CP indica que no cabe exención
cuando se hubiese previsto o debido prever su comisión y, precisamente, en un delito
de conducción bajo la influencia de bebidas alcohólicas es evidente esa posibilidad de
previsión, además, de que lejos de poderse apreciar atenuantes o eximentes, forma
parte del tipo la conducta bajo la influencia del alcohol, por lo que la dependencia a
esa sustancia no puede atenuar o exonerar la responsabilidad”
Pero podemos también argumentar en sentido contrario no considerando que
exista obstáculo alguno para que las personas que acrediten haber cometido un delito
de conducción bajo los efectos de bebidas alcohólicas a causa de su dependencia a
dichas sustancias pueda beneficiarse de la suspensión de la ejecución de la pena
privativa de libertad que pudiera haberles sido impuesta, siempre, lógicamente, que se
certifique por el correspondiente centro o servicio que el condenado se encuentra
deshabituado o sometido a tratamiento para tal fin en el momento de decidir sobre la
suspensión.
26
Es más, no considerar la <<suspensión extraordinaria>> en este caso, podría
suponer una contradicción con el objeto y fin del art. 87. Es obvio que el delito de
conducción bajo la influencia de bebidas alcohólicas en absoluto requiere la condición
de dependiente del consumo de dichas sustancias en el sujeto activo, es decir, es
claro que el delito puede ser cometido por quienes, sin dependencia o adicción alguna
a la ingesta de bebidas alcohólicas, consume ocasionalmente esas sustancias y, pese
a ello, se pone a los mandos de un vehículo a motor. Dictada sentencia condenatoria e
impuesta una pena privativa de libertad, únicamente será posible suspender en ese
caso la ejecución de la pena impuesta en las condiciones ordinarias establecidas en el
art. 80 y ss. Pero caso muy diferente es el de la persona que comete ese mismo delito
a causa de su adicción o dependencia al consumo de bebidas alcohólicas. Es obvio,
como señalan los autores citados, que dicha situación de dependencia no le exime de
responsabilidad penal respecto del delito de conducción bajo los efectos de bebidas
alcohólicas. Y es también, aunque acaso más discutible, que la dependencia no podrá
en este caso ser considerada como circunstancia modificativa de la responsabilidad
criminal de su conducta en tanto el propio tipo penal exige la ingesta alcohólica. Lo
que aquí se trata de determinar es si resulta más conveniente suspender la ejecución
de la pena, condicionando la misma a la deshabituación del condenado (que fue la
causa que le llevó a la comisión del delito) o, por el contrario, ejecutar la pena
impuesta en sus propios términos, con independencia del proceso de deshabituación.
En mi opinión no hay razón alguna para no aplicar a estos supuestos lo predicado en
el art. 87 CP.
8. MODO DE ARTICULAR LA <<SUSPENSIÓN ORDINARIA>>
CON LA <<EXTRAORDINARIA>>
Aprovechando este supuesto del delito de conducción bajo el efecto de bebidas
alcohólicas, nos haremos la siguiente pregunta: ¿cómo debe articularse la
<<suspensión ordinaria>> con la <<extraordinaria>>? En la práctica diaria no
resultan infrecuentes supuestos en los que habiéndose cometido delito a causa de la
dependencia de su autor a las sustancias del art 20.2 CP, el mismo cumple tanto las
exigencias contenidas en los arts. 80 y 81 (suspensión ordinaria) como las que se
contienen en el art. 87 CP. Vamos a fijarnos en el supuesto del delito de conducción
bajo el efecto de bebidas alcohólicas, en primer lugar, porque la pena privativa de
libertad impuesta como consecuencia de estos delitos no superará, en ningún caso, el
límite de 2 años al que se refiere el art. 81.2º, y en segundo lugar porque no será
27
infrecuente en estos supuestos que nos encontremos ante un delincuente primario (en
los términos descritos en el art. 81.1º); no existiendo, además, responsabilidad civil
resarcible cuando no se hubiera producido, como consecuencia de la conducción bajo
los efectos de bebidas alcohólicas, resultado lesivo alguno. Cuando dichas
circunstancias concurran, y el delito se hubiera cometido a causa de la dependencia
del sujeto activo a la ingesta de bebidas alcohólicas, deberá el órgano jurisdiccional
pronunciarse acerca de la suspensión de la ejecución de la pena impuesta, siendo
preciso, para ello, resolver el modo en que se articula la suspensión ordinaria y la
extraordinaria.
Parece claro, en este sentido, que nos encontramos ante un concurso de
normas, toda vez que ambas regulaciones contemplan íntegramente el supuesto de
hecho sometido a consideración. El art. 8 CP, aunque evidentemente, con una
finalidad distinta por lo que se refiere a los supuestos en que los hechos pudieran ser
<<calificados>> con arreglo a dos o más preceptos de este código, proporcionando
una serie de reglas, de aplicación sucesiva en términos de subsidiariedad, de modo tal
que, en primer lugar, deberá aplicarse el precepto especial con preferencia al general;
cuando ese criterio no resultara de aplicación, el precepto subsidiario se aplicará sólo
en defecto del principal, ya se declare expresamente dicha subsidiariedad, ya sea ésta
tácitamente deducible; en defecto de los dos criterios anteriores, el precepto más
amplio o complejo absorberá a los que castiguen las infracciones consumidas en
aquél; y por último, siendo inhábiles todos los otros, el precepto penal más grave
excluirá a los que castiguen el hecho con pena menor (art. 8 CP).
Aún cuando el art.8 CP regula supuestos distintos al que aquí nos ocupa, no
parece haber impedimento alguno para que los criterios en él expresados puedan
resultar de aplicación. En este sentido, empezaremos con el primero.
Al respecto, Conde–Pumpido Ferreiro explica que concurre la regla de la
especialidad cuando los supuestos de tipo general (en nuestro caso, la suspensión
ordinaria) se dan en el tipo especial (la extraordinaria), el cual contiene además algún
otro elemento adicional (requisito o elemento <<especializante>>, que aquí vendría
representado por la circunstancia de haberse cometido el delito <<a causa de la
dependencia al consumo de las sustancias referidas en el art. 20.2 CP)>>, que
constituye la razón de ser del tratamiento diferenciado.
Parece claro entonces, que la relación existente entre las normas reguladoras
de la suspensión ordinaria y la extraordinaria, he de ser considerada como la de
28
especialidad, y en consecuencia habremos de aplicar la norma especial (relativa a la
suspensión extraordinaria) frente a la general (la ordinaria).
Si retomamos el ejemplo inicial, la condena como consecuencia de un delito de
conducción bajo los efectos de las bebidas alcohólicas, cometido a causa de la
dependencia del sujeto activo al consumo de dichas sustancias, resultará, creo, mucho
más razonable, acordar la suspensión de la ejecución de la pena por la vía
<<extraordinaria>> prevista en el art. 87 CP, en la medida en que dicho precepto le
impone la obligación de acreditar, ya inicialmente, que se encuentre deshabituado o
sometido a tratamiento de deshabituación y, además, en este segundo caso, se le
impondrá como condición de la suspensión de la ejecución de la pena que no
abandone el tratamiento hasta su finalización.
Además, la suspensión ordinaria, cuando conste que el delito se cometió a
causa de la dependencia al consumo de las tan mencionadas sustancias, sin imponer
condición alguna referida a la deshabituación no cumple, o cumple de manera
deficiente, los objetivos de la suspensión de la ejecución de la pena.
Es, por estas razonas, por las que hay que considerar que en el caso de que en el
penado concurran las exigencias contenidas en las normas reguladoras de llamada <<
suspensión ordinaria>> y también en las que se refieran a la <<suspensión
extraordinaria>>, serán estas últimas las que deberán ser aplicadas por el órgano
jurisdiccional, sin que el penado disponga de facultad alguna para elegir las que
considere menos gravosas (que serían, con toda probabilidad, las referidas a la
<<suspensión ordinaria>>).
Pero éste, no parece haber sido el criterio mayoritariamente preferido por la
doctrina que, sin embargo, tampoco se ha ocupado con demasiada frecuencia de este
cuestión concreta.
También es cierto, que el límite mínimo del periodo de suspensión de la modalidad
extraordinaria, no existiendo diferencia alguna entre las penas leves y las demás, se
sitúa en los tres años, previsión que, probablemente, resulte, con relación a las penas
leves, excesiva. Sin embargo, debe tenerse en consideración, que no se trata,
propiamente, de la imposición de una pena, sino del establecimiento de un periodo de
suspensión que si, en el régimen general, debe centrarse fundamentalmente en las
<<circunstancias del hecho, la personalidad del penado y la duración de la pena cuya
ejecución se suspende>> (art. 80.2 CP), en la suspensión extraordinaria debe atender,
necesariamente, al propósito específico de la misma, procurarla deshabituación del
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penado, lo que no siempre será posible en periodos tan breves como los
contemplados, para las penas leves, en el régimen general. Todo ello, sin perjuicio de
que seguramente resultaría oportuno reducir, al menos con respecto a la suspensión
de las penas leves, el periodo mínimo establecido en el art. 87.3 CP, situándolo, por
ejemplo, en un año.
9. CONCLUSIONES
De todo lo contenido en este trabajo podría concluirse, que el legislador ha
querido dar un mayor énfasis a que el sujeto drogodependiente se deshabitúe,
asumiendo así que es más importante recuperar a una persona liberándola de la droga
que limitarse al mero castigo por el delito cometido. Pero, ¿cuándo se puede dar por
finalizado el tratamiento de deshabituación? Los expertos en tratamiento de las
drogodependencias reiteran que el proceso de deshabituación del toxicómano no
termina nunca, debido sobre todo a la dependencia psíquica adquirida durante el
período en que era consumidor. Esto impide que pueda afirmarse tajantemente que
una persona ha finalizado su tratamiento y está totalmente rehabilitada, pues en
cualquier momento puede producirse una recaída, pero siempre hay que poner un
límite a la acción punitiva del Estado, en este caso, la suspensión de 5 años, por
razones de seguridad jurídica y proporcionalidad.
Otra cuestión para reflexionar es la siguiente: es claro que el toxicómano,
generalmente delinque con el fin de cubrir sus necesidades de droga, lo que conduce
en la mayor parte de los supuestos a toparse con sujetos multireincidentes. Es cierto
que el legislador del año 2003 suprimió acertadamente la condición de no ser reo
habitual para otorgar la suspensión regulada en el art. 87 CP. Pero, ¿no resulta
reprochable que el legislador siga otorgando cierta relevancia a la reincidencia
(art. 87.2 CP)? En mi opinión que el legislador haya mantenido dicha relevancia a la
reincidencia resulta acertado ya que por razones de prevención especial se le concede
una mayor flexibilidad a los toxicómanos a la hora de aplicar la suspensión pero no
debemos renunciar a la prevención general.
Es clara la posibilidad de revocar, sin más, por el órgano jurisdiccional, la
suspensión en el momento en que el sujeto condenado incumple alguna de las
condiciones establecidas en los apartados 3 y 4 del art. 87 CP, pero podría resultar
injusto revocar la suspensión sobre todo si dicho incumplimiento se produce después
de que el sujeto haya pasado un lapso de tiempo considerable en régimen de
30
suspensión quizá sería mejor, como establecía el art. 46 del Proyecto alternativo
alemán del año 1996, la imposibilidad de revocar la suspensión condicional después
de haber transcurrido un año del periodo de prueba o que el Tribunal, en caso de
revocar la suspensión, pudiera motivadamente computar para el tiempo de duración
de la pena <<los esfuerzos considerables del condenado en el cumplimiento de sus
pretensiones o de las reglas de conducta que le fueron impuestas, ya que podría la
revocación de la pena suponer una doble punición.
Otra cuestión que suscita el art. 87 CP es la referente a los centros o servicios
públicos o privados encargados de llevar a cabo los tratamientos de deshabituación y
su distinta implantación en el conjunto del territorio nacional, que puede dar lugar a
una efectiva desigualdad entre los justiciables en función del territorio en que son
condenados, ya que las posibilidades de aplicación del art. 87 CP y las garantías de su
eficacia son muy distintas en aquellas Comunidades Autónomas en las que existe una
oferta pública, que en las restantes, en las que la ejecución penal se entrega
prácticamente a manos privadas. Es evidente la actual escasez de recursos existentes
–sobre todo en el sector público- destinados a la rehabilitación de drogodependientes,
y la consiguiente dificultad de acceso a tratamientos de deshabituación eficaces para
todas las personas, así puede darse el caso de sujetos que no se hallen
deshabituados ni sometidos a tratamiento para tal fin por una simple imposibilidad de
hacerlo, a pesar de su voluntad favorable. En estos casos podría hacerse una
interpretación amplia del art. 87.4 CP equiparando al sujeto que efectivamente se halle
sometido a tratamiento de deshabituación con aquél que expresa una clara voluntad
o promesa de someterse al mismo en cuanto las condiciones lo permitan,
mientras no se destinen más recursos encaminados a la mejora de esta situación.
Otra duda que nos surge es que dada la gran importancia de establecer
garantías para la aplicación de este art. 87 CP es, si es suficiente con la creación de
los Juzgados Penales de Ejecutorias para controlar la eficacia de la finalidad de
dicho artículo. El artículo 98 de la LOPJ permite que el Consejo General del Poder
Judicial pueda acordar previo informe de las Salas de Gobierno que en aquellas
circunscripciones donde exista más de un Juzgado de la misma clase uno o varios de
ellos asuman con carácter exclusivo el conocimiento de las ejecuciones propios del
orden jurisdiccional de que se trate. El régimen normativo se desarrolla en el
Reglamento 1/2005 de los aspectos accesorios de las actuaciones judiciales. Y así, el
acuerdo de especialización podrá adoptarse a iniciativa de las Juntas de Jueces, de
las Salas de Gobierno y del propio Consejo General del Poder Judicial; se recabarán
todos los informes que se estimen convenientes y necesariamente el de la Sala de
31
Gobierno y el del Servicio de Inspección y el acuerdo de especialización subsistirá
hasta que el Consejo General del Poder Judicial decida su finalización sujetándose a
los mismos trámites y requisitos previstos para la constitución de la especialización.
Partiendo de esta cobertura legal en la actualidad existen Juzgados Penales de
Ejecutorias en Barcelona, Madrid, Palma de Mallorca, San Sebastián, Bilbao y
Valencia.
Como ejemplo, en Barcelona estos Juzgados tienen competencia para el
conocimiento de las ejecutorias procedentes de los Juzgados de lo Penal de
Barcelona (además de los 4 Juzgados de ejecutorias en Barcelona existen 20
Juzgados de lo Penal), de las ejecutorias procedentes de los Juzgados de Instrucción
(por delito), de Violencia Sobre la Mujer (por delito)y de los Juzgados de Primera
Instancia e Instrucción (por delito) de la provincia de Barcelona , conociendo también
de los recursos de apelación interpuestos contra los autos susceptibles de tales
recursos dictados por los Juzgados de Vigilancia Penitenciaria. Pero, los Juzgados de
Ejecutorias no sólo asumieron competencias sobre las ejecutorias nuevas, sino que
por acuerdo de la Junta de Jueces asumieron también competencias sobre las
ejecutorias que aún estaban tramitándose en los Juzgados de lo Penal de Barcelona,
con lo cual el colapso se produjo en estos Juzgados desde el mismo momento de su
creación.
La situación en estos Juzgados es caótica. La organización del trabajo es
realmente compleja, no sólo por el gran número de funcionarios sino que el sistema de
distribución de ejecutorias por penados plantea también importantes problemas
cuando una sentencia establece una responsabilidad conjunta y solidaria, ya que
resulta difícil saber si se ha pagado o no la indemnización en otra de las ejecutorias
que puede haber caído en otro de los Juzgados de Ejecutorias, haciendo necesaria la
remisión de testimonios a las otras ejecutorias justificando los pagos y corriendo el
riesgo de que se produzca una duplicidad en los pagos. El elevado número de
expedientes asignados a cada funcionario hace que haya un retraso en la tramitación
de los asuntos teóricamente menos urgentes, ya que en el Juzgado se da una
preferencia absoluta a las causas con preso y asuntos de violencia domestica con el
riesgo de prescripción del resto de asuntos.
Parece claro, que no sólo es insuficiente el número de Juzgados Penales de
Ejecutorias creados, sino que la organización interna del trabajo no es la más eficaz.
Deberían, por lo menos, crearse estos juzgados en todos aquellos partidos judiciales
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con gran volumen de ejecutorias y desde luego aumentar el número de éstos en
proporción al volumen de trabajo que tenga cada partido.
Con la realización de este trabajo he intentado plasmar a través de un caso real
vivido en el despacho las secuencias que sigue un proceso penal desde el relato de
los hechos hasta la suspensión de la pena de prisión impuesta. También he intentando
diseccionar el artículo 87 CP, párrafo a párrafo para explicar su contenido y finalmente,
emitir unas conclusiones que me parece interesante analizar.
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