he ganado un pleito, ¿y ahora qué?

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2 • Especial jurídico
Martes. 8 de marzo de 2016 • LA RAZÓN
RJ
HE GANADO UN PLEITO,
¿Y AHORA QUÉ?
En el caso de que el deudor no cumpla con la obligación a la que ha sido condenado
será necesario iniciar el llamado proceso de ejecución
JORDI PUJANTE MITJAVILA
Socio del Departamento de Derecho Procesal
de Roca Junyent
ALICIA DE LA CAPILLA HEUSH
Abogada del Departamento de Derecho
Procesal de Roca Junyent
anar un pleito no siempre
implica la automática satisfacción de las pretensiones
de quien ha resultado favorecido por la sentencia. Para
ello, y en caso de que el
deudor no cumpla con la obligación a la
que ha sido condenado, será necesario
iniciar el llamado procedimiento de ejecución. Pese a no ser un escenario demasiado frecuente puede ocurrir que, tras
obtener una sentencia favorable, la ejecución de la misma devenga legal o materialmente imposible y, con ello, no se
obtenga la satisfacción del que ha visto
estimada su demanda.
Veámoslo con algún ejemplo.
Imaginemos que encargamos formalmente a un pintor un cuadro y éste, tras
haber aceptado el encargo, termina negándose a pintarlo. Ante este eventual
supuesto, y, obviamente, dependiendo
de las circunstancias de cada caso, se
podrá iniciar un procedimiento judicial
por el que se solicite que se declare la
obligación del artista de pintar el cuadro
encargado. Obtenida sentencia estimatoria, si el pintor continúa sin cumplir su
obligación, será necesario iniciar el procedimiento de ejecución, a través del cual
se requerirá al deudor para que cumpla
con lo debido. He aquí cuando puede
devenir la imposibilidad de ejecutar dicha condena, es decir, que en el caso que
nos atañe, el pintor, por el motivo que sea,
ya no pueda pintar el cuadro.
También puede darse el caso de que se
haya condenado a alguien a entregar un
bien inmueble y, llegado el momento de
la ejecución de la sentencia, ésta devenga
imposible porque dicho inmueble ya no
exista (se haya derruido, por ejemplo) o
bien porque pertenezca a una persona
distinta protegida por el principio de la
buena fe; o incluso tratándose de bienes
muebles, por razón de que se desconozca
su ubicación.
Puede surgir, igualmente, la inviabilidad de ejecutar aquellas sentencias que
tienen por objeto no hacer algo. Nos re-
G
AL GANAR UN
PLEITO NO
SIEMPRE SE
OBTIENE
SATISFACCIÓN
AUTOMÁTICA
LA LEY DA A LAS
PARTES
MECANISMOS
PARA OBTENER
COMPENSACIÓN
ECONÓMICA
LA LEY
IMPULSA EL
CUMPLIMIENTO
«IN NATURA»
DE LA
SENTENCIA
ferimos, por ejemplo, a la prohibición de
fabricar un determinado producto para
su venta, pudiéndose repetir el incumplimiento mediante actos sucesivos de fabricación, pero que difícilmente pueda
deshacerse por estar los artículos en el
mercado e incluso vendidos.
Finalmente, y con respecto a las sentencias que tienen por objeto emitir una
declaración de voluntad –como puede
ser, otorgar un contrato de compraventa–, la imposibilidad de llevar a término
dicho contrato por quien haya sido obligado a otorgarlo surgirá cuando la sentencia no contenga las bases o elementos esenciales de dicho negocio. Podrían
incluirse aquí supuestos en los que la
ejecución de lo previsto en la sentencia
exija la obtención de permisos o licencias y ésta sea imposible o cuando la
voluntad de las partes plasmada en el
precontrato excluya la ejecución en
forma específica.
Afortunadamente, la Ley pone a disposición de las partes, y en concreto del que
ha visto estimadas sus pretensiones (ejecutante), mecanismos que tienen por
objeto obtener una traducción económica del interés perdido en aquellos supuestos en los que el cumplimiento de la
sentencia en sus propios términos deviene imposible por la aparición de circunstancias sobrevenidas que afectan a la
realidad material o jurídica sobre la que
el fallo de la sentencia debería desplegar
su eficacia jurídica.
Este es el sentido del artículo 18.2 de la
Ley Orgánica del Poder Judicial que dispone que «las sentencias se ejecutarán en
sus propios términos. Si la ejecución resultare imposible, el Juez o Tribunal
adoptará las medidas necesarias que
aseguren la mayor efectividad de la ejecutoria, y fijará en todo caso la indemnización que sea procedente en la parte en
que aquélla no pueda ser objeto de cumplimiento pleno».
De esta manera, cuando la sentencia
no pueda ejecutarse en sus propios términos, el ejecutante podrá solicitar, por
un lado, el equivalente dinerario de la
prestación a la que venía obligado el ejecutado –que incluirá el valor económico
de dicha prestación– y, por otro lado y
siempre que lo alegue y acredite, una
indemnización por los daños y perjuicios
que se le puedan haber causado –que
integrará el valor puramente indemnizatorio fruto de la imposibilidad de llevar a
cabo la condena en forma específica–.
Para concluir, conviene poner de manifiesto que, afortunadamente, la regulación ha evolucionado otorgando al titular del derecho reconocido mediante
sentencia una protección más eficaz. De
este modo, la Ley impulsa el cumplimiento «in natura» de la sentencia como
la forma más completa de la tutela judicial de acreedor y únicamente prevé el
equivalente dinerario como un remedio
subsidiario ante la imposibilidad de la
ejecución en forma específica; que requerirá, en todo caso, de la debida acreditación de tal imposibilidad por el
condenado, para evitar, como ocurría
antes, que éste acudiese al cumplimiento por sustitución para favorecer sus
propios intereses en detrimento de los
del acreedor.
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