La Mezquita Aljama de Córdoba

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La Mezquita Aljama De Córdoba
La gran mezquita de los viernes o aljama de Córdoba constituye un monumento capital en la formación del
arte hispanomusulmán, no sólo por su carácter de foco artístico cortesano desde el que se difunde el arte
cordobés, sino porque, además, las diversas ampliaciones que experimentan a lo largo de este período
permiten analizar la evolución del arte cordobés a través de estas etapas constructivas de la mezquita
aljama. El estudio de la formación del arte hispanomusulmán se fundamenta en su análisis cuidadoso y
una valoración adecuada de las etapas constructivas de la mezquita aljama; formación del arte
hispanomusulmán.
Las fuentes literarias no concuerdan sobre las fechas de comienzo y fin de las obras de la primera
mezquita por Abd al−Rahman I. En el 784 los musulmanes compran a los mozárabes su mitad de la iglesia
de San Vicente, que compartían según costumbre de la conquista musulmana cuando la ocupación se
producía por capitulación pacífica.
Una primera discusión sobre esta mezquita se ha centrado en el número de naves de la sala de oraciones o
haram. Siguiendo a los cronistas musulmanes, los historiadores franceses Lévi−Provençal y Lambert
defendieron que el haram tenía nueve naves, a las que Abd al−Rahman II añadiría las dos extremas,
ampliando la sala en anchura.
Por el contrario, los estudiosos españoles, como Gómez Moreno, Castejón y Torres Valvas, basándose en el
análisis arqueológico del monumento y despreciando las fuentes escritas árabes, que aunque concordantes
se copian unas a otras, como es sabido, han defendido que el haram de la mezquita de Abd al−Rahman I
tenía inicialmente once naves. La explicación hipotética, que da Gómez Moreno para concordar las fuentes
escritas y la arqueología, es que tal vez las naves extremas, en tiempos de Abd al−Rahman I, estuvieran
separadas del resto de los tabiques de celosía, destinadas a las mujeres, y serían estos tabiques derribados
por Abd al−Rahman II, con lo que se justificaría las referencias de los cronistas.
Así pues, la sala de oraciones es de planta rectangular, desarrollada en el sentido de la anchura, y está
formada por once naves, perpendiculares al muro de la qibla, de las que la central es más ancha y las
laterales extremas son más estrechas que el resto. Esta mezquita ofrece la irregularidad de tener mal
orientado el muro de la qibla, hacia el sur en lugar de hacia el sureste, lo que se ha explicado tanto por
influencia de las mezquitas sirias, para las que la orientación de la Meca estaba al sur, como porque el sur
era el camino que los hispanomusulmanes debían tomar su peregrinación a la Meca.
Las once naves perpendiculares a la qibla constan de doce tramos o intercolumnios, y van separadas por
series de arquerías formadas por un original y característico sistema de soportes. Para resolver el problema
resolver el problema de la altura se superponen a las columnas unos pilares, y del mismo modo se
superponen dos tipos de arcos, los inferiores, de herradura de proporciones visigodas, realizan la función
de tirantes para evitar los desplomes en la conjunción del pilar sobre la columna, mientras que los arcos
superiores de medio punto sirven para soportar los muros en los que se apean las cubiertas. La utilización
de las columnas en la parte inferior, elemento de soporte débil, pero que permite gran visibilidad. Con la
superposición del pilar se lograba mayor altura.
Todas las columnas son aprovechadas de edificios romanos y visigodos, y de labra diferente. Tienen basas
de distinta altura; estas basas se ocultaron al ampliar la mezquita en época de Abd al−Rahman II, ya que
en estas ampliaciones posteriores no se utilizaron basas. Por eso el piso de la mezquita de Abd al−Rahman
I, tras las restauraciones actuales que han dejado visibles las basas, está a nivel más bajo que el resto,
salvándose la diferencia de nivel mediante unas rampas en las lindes. Los fustes son de mármol y granito y
varios presentan estrías verticales o en espiral, estando el collarino labrado con el cuerpo del fuste. Los
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capiteles, de mármol blanco, de orden corintio y compuesto, predominando los corintios, diferencian la
excelente labra de los romanos de la más ruda y tosca de los visigodos.
La transición de las columna al pilar superpuesto se soluciona, para ganar base, ya que el sistema de
soporte se ensancha hacia lo alto, mediante cimacios, de forma troncopiramidal invertida, en su mayoría
visigodos, y algunos lisos, que serían labrados ex profeso.
Sobre los cimacios cargan unas piezas, de piedra sillar y de sección cruciforme, en las que apean sobre sus
brazos longitudinales los arcos de herradura mientras que sobre los transversales, volados mediante
modillones de rollos, cabalgan los pilares de planta rectangular.
Los arcos de herradura, que arrancan en sentido longitudinal de esta pieza cruciforme, tienen sus dovelas
de arranque, para mayor seguridad en evitar desplomes, labradas en la misma pieza que la base del pilar.
Van enjarjados, y se despiezan en dovelas alternantes de piedra sillar y de ladrillo en grupos de tres hiladas
lo que origina la característica alternancia cromática o bicromía cordobesa. Son arcos de herradura
peraltados según proporciones visigodas para todo el interior, que los materiales no se presentaban a cara
vista, sino que todo estuvo enlucido y pintado.
El pilar superpuesto lleva en su parte alta una imposta volada, de donde arrancan los arcos de medio
punto. El aparejo se resuelve del mismo modo que en los muros. Por encima de estos muros corren en
sentido longitudinal los canalillos exteriores, que recogen las aguas de lluvia y que separan los tejados de
las naves cubiertos a dos aguas, volumetría característica de las mezquita hispanomusulmanas.
De los muros que cerraban la sala de oraciones de la mezquita de Abd al−Rahman I solamente se ha
conservado el del lado occidental, ya que los lados sur y este desaparecerán en las ampliaciones posteriores
mientras que el del lado norte, por el que las once naves abrían al patio, fue reforzado y ocultado por otro
muro en el año 958, con las obras de consolidación de la fachada del patio realizadas por Abd al−Rahman
III. El único muro conservado, el occidental, está construido con sillares, que van aparejados a soga y
tizón, presentado en su lienzo gruesos contrafuertes rectangulares, podían contener el empuje longitudinal
de las arquerías. Hay en este lado occidental cuatro contrafuertes, que dejan entre sí tres paramentos,
abriéndose en el central la puerta de San Esteban. Como remate de los muros, en su parte alta, destaca un
elemento que devendrá característico de lo hispano−musulmán; las almenas escalonadas.
Por último, y ya en el terreno de las hipótesis, el suelo del haram sería de argamasa teñida de almagra,
careciendo de pavimentación por cubrirse con esteras; la cubierta de las naves, tal vez la central más alta,
sería plana y de madera, mientras que el mihrab, desapareciendo junto con el muro sur de la qibla, al
ampliarse la mezquita con posterioridad en esa dirección, tendría planta semicircular, no destacada del
muro. El patio, también ampliado posteriormente hacia el norte y hacia el este, carecía de pórticos o
riwaqs.
Tras este análisis de las formas artísticas es preciso valorar la filiación de las mismas. Tiene una
importancia esencial determinar su procedencia. En líneas generales puede decirse que el arte
hispanomusulmán nace a partir de dos aportes fundamentales: de un lado, el del primer arte musulmán de
oriente, correspondiente al período omeya, cuya tradición y cuya añoranza llega con el último descendiente
de la dinastía, el inmigrado Abd al−Rahman I; de otro lado, la tradición romana y visigoda del propio solar
hispánico, cuyo peso es decisivo en la formación del arte hispanomusulmán y en la configuración de su
fuerte personalidad.
Al aporte musulmán de raigambre omeya hay que adscribir en primer lugar no solo la forma y la función
de la mezquita sino su peculiar tipología, con las naves de la sala de oraciones en dirección perpendicular
al muro de la qibla. Junto con la tipología llegan algunos elementos formales en este primer momento,
destacan las llamadas almenas escalonadas, que proceden de la gran mezquita de Damasco. Tiene
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superposición de soportes, aunque no con la compleja solución cordobesa.
A pesar de todo lo cual, el papel que la tradición artística romanovisigoda va a jugar en la formación del
arte hispanomusulmán será fundamental, línea de asimilación. Así las formas constructivas utilizadas en
la mezquita de Abd al−Rahman I entroncan con la tradición romana, en especial de las grandes obras de
ingeniería romana; así el aparejo de los muros a soga y tizón, los contrafuertes exteriores, la alternancia de
piedra sillar y de ladrillo, incluso la superposición de arcos, para la que se ha recordado el acueducto
romano de los Milagros, en Mérida.
Uno de los elementos artísticos más característicos del arte hispanomusulmán, como es el arco de
herradura con función constructiva, encuentra su precedente en la tradición hispanorromana, aunque
bien es cierto que dicha forma estaba generalizada antes de la invasión islámica en las provincias
orientales del imperio bizantino, por lo que la discusión sobre el origen oriental u occidental del arco de
herradura ha remitido en interés, lo que no resta relevancia a su carácter determinante en lo
hispanomusulmán.
A la misma pervivencia de las formas constructivas romanas, fenómeno de larga duración, se adscribe el
importante elemento que constituyen los modillones de rollos, forma estudiada cuidadosamente en su
evolución cronología y formal por el gran maestro Leopoldo Torres Balbás; en su opinión esta forma
deriva de una degeneración de la decoración a base de hojas de acanto en las cornisas de la arquitectura
romana. Incluso decoración geométrica, que encuentran sin duda paralelos en el arte omeya oriental,
tienen precedentes en la arquitectura hispánica.
En resumen ç, la primera mezquita aljama de Córdoba de época de Abd al−Rahman I, a pesar de haber
aprovechado y reutilizado elementos (en especial columnas y capiteles) procedentes de edificios anteriores,
lo que no debe en absoluto considerarse como signo de impotencia artística, supone un brillante
renacimiento arquitectónico, tras el período de rudeza visigoda anterior.
Las obras de la mezquita las continuó su hijo Hisam I, quien dotó al oratorio en su parte norte de unas
galerías para la oración de las mujeres, de emplazamiento dudoso, de una fuente o pila de abluciones y de
un alminar, de planta cuadrada, con machón central cuadrado y escalera entre ambos, que sería con
posterioridad destruido y sustituido por el de mayores dimensiones de Abd al−Rahman III en el 951.
La ampliación de Abd al−Rahman II y la intervención de Muhammad I
Levi−Provençal glosó con acierto el esplendor cultural hispanomusulmán en la época de Abd al−Rahman
II. Por necesidad de capacidad se aborda la primera ampliación. Los directores de las obras, que duraron
quince años (833−848) fueron los eunucos Nasr y Masrur. La ampliación de la sala de oraciones se realiza
en dirección hacia el sur, es decir, hacia el río Guadalquivir, destruyendo el mihrab anterior y perforando
el muro de la qibla, quedando los contrafuertes del muro en esta parte con función de pilares en el tramo
de unión.
Abd al−Rahman II amplía la sala de oraciones, prolongando las once naves de la mezquita primitiva en
profundidad, añadiendo ocho tramos más. Esta ampliación respeta, pues, la estructura de la mezquita
anterior, aunque se prescinde de las basas en las columnas y se labran ex profeso once capiteles. El
arranque de los pilares sobre la pieza cruciforme no se resuelve por modillones de rollos, sino por una
moldura en forma de cuarto bocel. El mihrab tendría planta semicircular al interior, pero esta vez
destacando en el muro de la qibla al exterior.
De esta ampliación también han desaparecido, a causa de las sucesivas ampliaciones, el muro sur de la
qibla y el muro oriental, conservándose únicamente el occidental, aparejado asimismo a soga y tizón, muro
en el que se abre la puerta de los Deanes.
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No se aprecian novedades , en cambio tiene importancia el hecho de que se labren ex novo algunos
capiteles. De ellos forman grupo aparte, por su delicadeza y perfección extremadas, tanto que a algunos les
ha movido a suponerlos romanos, los cuatro capiteles, iguales dos a dos, que soportaban el arco del mihrab
de Abd al−Rahman II, y que Al−Hakam II trasladará en su ampliación a su emplazamiento definitivo en el
actual arco del mihrab.
En líneas generales, la ampliación de Abd al−Rahman II permite el desarrollo del arte hispanomusulmán
no hace sino profundizar en las raíces locales de tradición romana, es decir, clásica, como se desprende de
la talla de los capiteles.
A la muerte de Abd al−Rahman II, su hijo y sucesor, Muhammad I, restaura algunas partes de la vieja
mezquita de Abd al−Rahman I, entre las que merece una mención especial la ya citada Puerta de San
Esteban, llamada también puerta de los ministros, obras que una inscripción epigráfica data en el 855/56.
El análisis arqueológico de esta puerta de San Esteban ha planteado bastantes problemas y discusiones.
Interesa especialmente por dos motivos: las nuevas proporciones del arco de herradura con la utilización
del alfiz, y por el esquema compositivo de la fachada con disposición tripartita.
La puerta abre un arco de herradura ciego sobre dintel despiezado en dovelas. Este arco de herradura va
peraltado en la mitad del radio, nueva proporción que s mantendrá en adelante. El arco está enjarjado,
lleva las dovelas de arranque en disposición horizontal. El trasdós del arco va rebordeado en arquivolta,
con la que se recuadra el alfiz.
La disposición general de la fachada es en composición tripartita, con el eje central formado por la puerta
en arco de herradura ya descrita y sobremontada por un friso de tres arcos ciegos de herradura, mientras
que a ambos lados, en los ejes laterales, con composición similar, y de abajo a arriba, aparecen en primer
lugar en hueco ciego decorativo, sobre el que modillones de rollos sostienen en dintel trasdosado en forma
escalonada; sobre ello, en la parte alta, va ventana rectangular cerrada con celosía de mármol, y cobijada
por un arco de herradura.
Según Torres Balbás, tiene sus precedentes en la arquitectura romana, Henri Terrasse consideraba este
esquema de origen sirio, en las fachadas de la basílicas de tres naves, mientras de Klaus Brisch ha
mencionado las fachadas de palacios omeyas. En opinión de Antonio Fernández Puertas, sin negar los
paralelismos con lo omeya y abbasí, propuestos por Brisch, se considera que esta fachada cordobesa sigue
más de cerca los sistemas decorativos romanos, que es la tesis de Torres Balbás.
En relación con la cronología, esta fachada corresponde a la mezquita de Abd al−Rahman I (785/86), pero
fue restaurada por Muhammad I. La discusión arqueológica se centra sobre cual fue la amplitud de la
reforma de Muhammad I, Torres Balbás y Gómez Moreno ya habían advertido que las partes bajas de los
ejes laterales (los huecos ciegos con los dinteles decorados que los sobremontan) correspondían a la época
de Abd al−Rahman I. En la actualidad Klaus Brisch, y con él Antonio Fernández Puertas, mantienen que
toda estructura del conjunto de la fachada pertenece a la época de Abd al−Rahman I, y que la
consolidación y restauración de Muhammad I sólo afectó a las jambas, dintel, arco de herradura y alfiz de
la puerta de acceso, considerando todo el resto, incluido el tejaroz, de la época fundacional.
Con la posterioridad Al−Mundhir añadiría a la mezquita la sala del tesoro y Abd Allah mandaría construir
un paso cubierto, abovedado sobre arcos, que uniría hacia poniente la mezquita aljama con el alcázar.
Las obras de Abd al−Rahman III
A lo largo de la segunda mitad del siglo X, en época califal, la mezquita aljama va a recibir
importantísimas ampliaciones y dotaciones, en particular las obras de Abd al−Rahman III y Al−Hakan II,
ya que las de Almanzor pueden considerarse puramente cuantitativas.
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Las actuaciones califales en la mezquita aljama son coetáneas de la construcción de Medinat al−Zahra,
iniciada en el 936 y continuada hasta el 976, donde se forman las características artísticas de la época
califal.
La actuación de Abd al−Rahman III en la mezquita de Córdoba dejó escasa huella en la sala de oraciones,
centrándose en el patio, que amplió, dotó de pórticos, levantó el alminar, y reforzó la fachada de Abd
al−Rahman I.
El alminar de Abd al−Rahman III no sólo que durante dos siglos sirvió de prototipo a los alminares de
Al−Andalus y del Norte de África. En la actualidad, lo que se conserva de este alminar se concentra
escondido dentro de la torre cristiana; entre 1593 y 1653 fue demolido el cuerpo alto del alminar, en estado
ruinoso, mientras que el inferior quedaba absolutamente envuelto por la torre, realizada según trazas del
arquitecto Hernán Ruiz. Podemos conocer la morfología de este alminar gracias a los escrupulosos
estudios de Félix Hernández Giménez, en 1975, con las descripciones de dos autores árabes del siglo XII.
En el año 951 se derriba el alminar de Hisam I, comenzándose las obras del nuevo hasta el año 952. Está
adosado al muro norte del patio, ampliado con posterioridad por Abd al−Rahman III; a diferencia del
anterior de Hisam, que estaba adosado por la parte externa del muro, éste se adosaba por la parte interior,
desviado respecto al eje longitudinal de la nave central de planta cuadrada, de 8'48 m de lado, quedando
dividido al interior por el muro en dirección norte−sur, en dos partes iguales de planta rectangular; los
accesos a estas plantas son desde la calle y desde el patio, cada una de ellas desarrolla en altura la escalera
en torno a un machón central, también de planta rectangular; las bóvedas de la caja de escalera serían de
arista escalonadas, cubriendo pequeños tramos cuadrados, formados por pilastras de poco resalte que
sostenían arcos de herradura.
El aparejo del alminar es de sillería, a soga y tizón, por el interior lleva encadenados de madera.
El cuerpo inferior se eleva hasta 30'8 m de altura. Solamente se ha conservado hasta 22'55 m. Por el
exterior en este primer cuerpo, en los lados norte y sur habían ventanas de arcos gemelos, en dos alturas,
mientras que en los lados este y oeste los vanos eran, también en dos alturas, de tres arcos de herradura
muy cerrada, con el trasdós lobulado, y el despiece de las dovelas a la línea de impostas. De todas estas
ventanas solamente eran practicables las dos lado sur. En la parte alta de los cuatro lados de este cuerpo
inferior había un friso de nueve arquillos ciegos, rematando este primer cuerpo las almenas escalonadas.
Un segundo cuerpo de planta más reducida y escasa altura se alzaba sobre el primero, y abría a los cuatro
lados por una puerta, yendo cubierto con cúpula calada.
Sobre esta cúpula iba el yanur, ensartando tres bolas por un vástago central, con una altura estimada de
5'30 m.
Félix Hernández se inclina en su última monografía de 1975, cuya aparición precedió en breves días a su
muerte, por una cronología más antigua para el alminar, cronología basada en otra versión del manuscrito
de al−Maqqari, y en el proceso de evolución del arte califal, que sitúan estas obras en los años 945 al 946,
es decir, seis años antes, aunque se pronuncia con reservas sobre esta hipótesis.
La ampliación del patio, hasta el actual muro norte que hoy lo cierra, sería obra de Abd al−Rahman III,
inmediatamente anterior a la construcción del alminar. De sus tres galerías, la oriental desapareció en la
ampliación de Almanzor, mientras que la norte y oeste se reconstruyeron a principios del siglo XVI
(1510−1516), durante el episcopado de Martín Fernández de Angulo, aunque guardando seguramente la
traza primitiva, es decir, con arcos que apean alternativamente en series rítmicas de un pilar y dos
columnas, sistemas que Creswell ya señaló.
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La tercera intervención de Abd al−Rahman III es el refuerzo de la fachada de la sala de oraciones de Abd
al−Rahman I; los empujes longitudinales de la mezquita sobre la fachada obligaron para conseguir mayor
refuerzo y contrarresto, a anteponer otro muro al de la fachada ya existente abierto, como la fachada
primitiva, por otros once arcos de herradura. Sólo al convertirse la mezquita en catedral se cegaron los
accesos a las naves de esta fachada del patio, excepto el arco central, llamado puerta de las Palmas.
Estos arcos de herradura de la nueva fachada de Abd al−Rahman III son enjarjados, peraltados en la
mitad del radio, y con las dovelas despiezadas a la línea de impostas; el trasdós del arco va descentrando
con respecto al intradós. Las columnas, sobre las que se apean son de pudinga rosada, y están embebidas
en los pilares. Los capiteles, de orden corintio y compuesto, son de hojas lisas, denominados capiteles de
«pencas» o de hojas «cactiformes», que utilizan por primera vez aquí, aunque se mantendrán con éxito en
las siguientes ampliaciones de la mezquita.
Esta consolidación de la fachada se concluyó en el año 958, siendo el encargado Abd Allah; hijo de Badr.
La ampliación de Al−Hakam II
En los últimos años del califato de Abd al−Rahman III se había pensado en la ampliación de la mezquita
aljama, de nuevo quedaba pequeña. Al−Hakam II, nada más acceder al trono, dispuso la ampliación
nombrando director de las obras a Chafar ben Abd al−Rahman. En el año 962 se inician las obras,
mandado construir por Abd Allah para el acceso desde el alcázar a la mezquita. En el año 965 se concluía
la cúpula del tramo ante el mihrab. En el 966, las obras, estaban concluidas.
La ampliación del haram se realizó de nuevo en dirección al sur, prolongándose otra vez las once naves
existentes en otros doce tramos, ampliación cuyas dimensiones son casi iguales a las de la sala de
oraciones de Abd al−Rahman I. En el muro de la qibla se aloja el mihrab, y cinco pequeñas salas
rectangulares a cada lado, correspondientes en número a las naves, sirviendo las de poniente de pasadizo
para que entrase el califa desde el alcázar a través del nuevo paso cubierto y elevado sobre arcos, que
sustituyó al de Abd Allah, mientras que las cinco de oriente se utilizaban para guardar el tesoro; sobre
estas salas hay una segunda planta.
Las arquerías de separación de las naves repiten la estructura anterior, con la salvedad de que las
columnas alternan los fustes de mármol azul de Córdoba sobre los que va capitel corintio, con otros de
mármol rosado de Cabra, sobre los que va capitel compuesto, siendo todo ello labrado ex profeso. Los
capiteles responden al tipo de hojas lisas. En la pieza cruciforme, de la que arrancan los pilares
superpuestos, de nuevo se utilizan los medillones de rollos.
La mayor novedad de la planta de la ampliación de Al−Hakam II viene determinada por la utilización de
cuatro linternas o cimborrios, que van cubiertos por cúpulas de arcos entrecruzados. De estas cúpulas, dos
se sitúan en la nave, en el tramo al inicio de la misma, y la otra al final de la nave, en el tramo ante el
mihrab, mientras que las otras dos cúpulas flanquean esta última, con la que forman una especie de
crucero, originándose de este modo una planta en forma de T procedentes de Qairawan y en las plantas de
las mezquitas abbasíes. Justamente en estas zonas se concentra la riqueza material y decorativa. El tramo
ante el mihrab en la nave central y sus dos adyacentes, todos cubiertos con cúpulas como se ha dicho,
forman la maqsura, quedando el espacio aislado del resto, incluso visualmente, por un nuevo sistema de
arcos de estibo, a base de arcos lobulados entrecruzados en aspa de la parte inferior, y sobremontados por
arcos de herradura, sistema de arcos lobulados que también cierra el primer tramo de la nave central,
conocido como capilla del lucernario o de Villaviciosa.
De las cuatro cúpulas, las tres sobre el crucero voltean sobre planta cuadrada, mientras que la de la capilla
de Villaviciosa, al inicio de la nave central, va sobre planta rectangular, presentando tres formas
diferentes, ya que las colaterales del tramo ante el mihrab son iguales entre sí. Todas ellas tienen en común
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que están formadas por arcos de medio punto de sillería. Estas cúpulas tienen procedentes orientales tanto
en Bizancio como en el mundo islámico.
La fachada del mihrab está compuesta siguiendo un esquema (arco de herradura, alfiz y friso superpuesto
de arquillos lobulados), que ejercerá un gran influjo posterior. Llama poderosamente la atención tanto el
predominio de la decoración en yeso (influjo abbasí) como los revestimientos de mosaico (influjo
bizantino).
La utilización de la decoración de mosaicos bizantinos es el más importante del arte islámico. La noticia de
los mismos se debe a Ibn Idari, quien refiere que Al−Hakam II solicitó al basileus bizantino Nicéforo
Focas un hábil musivara. Tanto la técnica como los motivos decorativos son bizantinos, apreciándose la
mayor calidad de los que recubren la rosca del arco de herradura del mihrab, el paño en U invertida del
alfiz, el interior de la arquería ciega de arcos lobulados, así como el intradós de la cúpula de este tramo
ante el mihrab, predominando una decoración floral, naturalista, de carácter bizantino.
El nicho del mihrab es la planta octogonal, y su interior va revestido por un zócalo de mármol, y sobre él
decoración en yeso a base de arquillos ciegos lobulados y una cúpula gallonada en forma d concha. El
zócalo de la fachada del mihrab es de mármol, trabajando en él Fath, Tariq, Nasr y Badr, tallistas cuyos
nombres ya aparecen diez años antes en el salón de Abd al−Rahman III en medina al−Zahra.
La techumbre de la mezquita de Córdoba era planta, de madera, sobre vigas, transversales a las naves, que
por el exterior se cubrían, como ya se ha dicho, con tejado a dos aguas, y tejas árabes. Esta techumbre
original de madera fue sustituida entre 1713 y 1723 por falsas bovedillas de lunetos, a base de cañizos y
yeso. Con base en los materiales originales una moderna restauración ha repuesto esta techumbre en la
zona de Al−Hakam II. Las vigas y los tableros van decorados, tallados en relieve, con motivos que reflejan
influjos abbasíes. Todo ello va pintado con un cromatismo vivo en colores rojos, azules, verdes, oros y
negros.
Debe tenerse en cuenta que además de la policromía de la techumbre, y de la todavía existente en fustes y
revestimiento de mosaicos, todo el interior de la mezquita iba revestido de decoración pintada. Pintura en
rojo y azul que afectaban no sólo a la decoración en relieve, sino a las partes lisas.
El recinto externo de la ampliación de Al−Hakam II ha desaparecido en parte o ha sido modificado o
restaurado. La fachada oriental fue rasgada para comunicar con la ampliación de Almanzor, pero se ha
conservado, dentro del interior de la mezquita, la puerta que daba acceso desde la calle a las salas del
tesoro, alojadas en las qiblas; puerta del Chocolate, es de gran interés arqueológico, al haberse conservado
sin modificaciones; sobre el arco de herradura, enjarjado, con el trasdós descentrado y con las dovelas
despiezadas a la línea de impostas, va un friso de arcos ciegos de herradura.
Esta puerta el Chocolate ha servido de modelo para la restauración de las portadas del muro occidental de
la ampliación del Al−Hakam II; esta fachada occidental está dividida en cuatro tramos por contrafuertes,
tres de ellos de igual dimensión, que corresponden a la sala de oración, el cuarto tramo, más corto,
corresponde a la puerta que daba acceso al pasadizo.
Todas estas puertas del muro han sido muy restauradas . El muro sur, por el exterior, recibió importantes
modificaciones entre los años 1686 y 1706.
La ampliación de Al−Hakam II dotó a la mezquita aljama de la fastuosidad y el esplendor. Bien es cierto
que este arte califal se había formado ya en el taller de Madinat al−Zahra. Pero este papel fundamental de
Medinat al−Zahra en el proceso de formación del arte califal. Las cúpulas de arcos entrecruzados serán el
punto de partida de esta forma característica del arte hispamusulmán, Cristo de la Luz en Toledo,
ejemplos: las cúpulas de San Miguel (Soria), de Torres del Río (Navarra), y de Oloron Saint−Marie y
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Hôspital Saint Blaise.
También es destacable la novedad formal de los arcos constructivos, como los lobulados, y el sistema de
entrecruzamiento de arcos, Ewert, que se desarrollará con posterioridad en lo hispamusulmán. De carácter
decorativo, como los túmidos o de herradura apuntada, tendrán larga vida. Debe señalarse el perfil
mixtilínco de la base de la cúpula ante el mihrab.
Por último, queda subrayar la importancia de los influjos venidos de fuera, tanto de Bizancio, en especial
abbasí, que caracteriza al califato cordobés como un momento de apertura a influencias exteriores, a las
que se cerrará lo hispamusulmán en el período de taifas, para desarrollase en profundidad a partir de sus
propios elementos ya asimilados.
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