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Josefina Fontecilla
Lirios II
29 de abril - 13 de junio 2014
Espoz 3125, Vitacura, Santiago (Chile) | (+56 2) 2953 6210 | www.galeriapready.cl | [email protected]
lirios II
Texto:
Hans Stange M.
Diseño catálogo:
Rosario Briones
Fotografía:
Josefina Fontecilla
Impresión:
Ograma
Agradecimientos:
Aquas dem. Ut facepud ignistincta velitem
non pratem resequi unt ut optaepel inverernam, nest dolorio santis as debis dolescid ea
doloruptaqui del illandus es ea non peruptaspita volloratis eum quostem acculparcit,
quae venihit eum derum fugitecest, ius eaque peliqui nullessi dolorro vitistissed quunt.
Tenderle una trampa al tiempo
La luz, y no solamente la luz solar, sino también la simple luz diurna carente de
energía, es considerada como uno de los medios primordiales de decolorar los
cuerpos. Pues una y otra accionan sobre superficies coloreadas; bien que la luz
encienda y queme el color, tan afín a ella, disolviendo en una condición general lo
que de específico tiene, o bien que se opere otro proceso desconocido, lo cierto es
que la luz obra poderosamente sobre las superficies coloreadas blanqueándolas
en mayor o menos grado.
Goethe, Teoría del color, 1810.
Cien años después…
… al desmontar los cuadros polvorientos y descolgar los viejos espejos, las paredes revelaron el color original de los
brocatos. Esos tapices, que repiten una y otra vez el diseño pomposo de un lirio o la hebra de un sarmiento quebrado,
cubrían casi todas las paredes de la antigua casa de Pirque. El sol había quemado esas paredes con paciencia, día a
día durante un siglo entero, decolorando los dibujos del brocato sin que el cambio fuera notado por los habitantes de
la casa –ni por los de antes, ni por los que vinieron después. Tan solo al retirar los objetos el matiz original se reveló y,
junto con él, los estragos que el tiempo deja en el color.
Las siluetas recortadas causaron hondo impacto en la artista Josefina Fontecilla. La acción del sol le pareció, de alguna
manera, análoga a la acción del tiempo mismo y, por tanto, se le impuso que desteñir era la palabra más adecuada para
decir deteriorar. Se trataba, además, de la casa de su familia. Las víctimas del sol eran los brocatos de los antepasados;
el deterioro cobró cuerpo en los recuerdos de la infancia y en las imágenes de un tiempo esplendoroso; la luz había
trastornado los objetos del más íntimo afecto. La luz… A Josefina Fontecilla se le reveló esa sensación que producen las
cosas que ya no pueden recuperarse más que por el afecto que dejan impresos en nosotros, pero el sol había impreso
también en los brocatos el testimonio de esa pérdida.
El sol que ilumina todos los colores, recorta las figuras e inunda la visión, la luz que hace visible el espacio y, por tanto,
posible el arte visual, era también el instrumento del tiempo. Josefina quiso aferrarse a esa materia, hacer suyo el deterioro, guardar su memoria. Si no podía revertir la decoloración de las cosas para recuperar el pasado, entonces progresaría con ella. Volvería propia la acción del sol. La artista transformó el proceso natural en una técnica plástica y tornó
lo inevitable en premeditado. Metros y metros de telas de brocato, de cortinas, fueron puestas a desteñir, su deterioro
controlado por la autora, impresas en ellas figuras, cuadros y niveles de color a voluntad. Lo que el sol hizo a los tapices
de su memoria, Josefina lo repitió mil veces hasta adueñarse de la pérdida.
La artista documentó, así, el paso del tiempo. Y capturó en distintas exposiciones un poco de su transcurso. Encerró el
deterioro (el desteñimiento) en galerías y salas de exposiciones. Pero su control del tiempo no era completo. Bastaría
con que esos brocatos y cortinajes vuelvan a exponerse al sol para que continúe la pérdida de color. La domesticación
del sol produjo obras incompletas. O mejor: obras constantes. Imágenes cuya elaboración, al igual que el tiempo mismo, no se detiene y que pueden dar lugar a nuevas siluetas, a nuevos niveles de color, a más desteñimiento. Imágenes
inconclusas, potencialmente en eterno desarrollo. La memoria así capturada solo puede ser provisoria: no es sino la
memoria de un instante, de un momento prontamente sucedido por otro. Al contrario de la fotografía, imagen muerta
(acabada) de lo que ya no será, las imágenes hechas con la decoloración del sol están vivas, pero condenadas a recibir
siempre la acción del astro.
Josefina Fontecilla descubrió rápidamente que ella también se había condenado a repetir la acción del sol. Que era, en
cierto modo, su prisionera. Seguir por días y por años la acción decolorante de la luz solar, retenerla en metros interminables de brocato y ocultarla en salas y colecciones se volvió un ritual. No se trataba ya tan solo de documentar el
deterioro que el tiempo/sol inflinge a las cosas, sino de perseguir su huella, de conjurarlo en la repetición. Pero el tiempo no se detiene y la acción de la luz solar no tiene límite. No era sensato esperar que el sol queme las últimas hebras y
continúe su trabajo con otras ardientes superficies.
Diez años después…
… la persecución parece acabar. La casa, vendida. Los brocatos, guardados o arrumbados en cuartos oscuros. El sol
sigue allí, pero hierve ahora contra otros planos. La artista ha decidido dejar ir esas huellas y detener la repetición de
lo que no tiene pausa. Cierra el paso a la luz natural e impide que el sol haga las imágenes decolorando. Ahora es ella:
Josefina pinta. Los brocatos en la telas expuestas han sido pintados, a imitación de los tapices originales. De la misma
manera, han sido pintadas las distintas capas desteñidas por el sol. Con escrupulosa meticulosidad, la autora reproduce
vívidamente las condiciones de las telas. Los rojos que se han purpurado, los verdes devenidos amarillentos. Pero estas
telas, al ser pinturas, no siguen deteriorando su color por obra de la naturaleza: ellas están detenidas, acabadas.
Expuestas junto a las pinturas hay seis cortinajes que rememoran la época en que la autora empleaba al sol como su
herramienta. Cortinas corridas, cortinas cerradas, cortinas anudadas por la mitad; cortinas que producen distintos
pliegues en estas posiciones y que, al ser desteñidas por el sol, forman figuras desiguales luego de ser extendidas. Descubierta así la desigual acción de la luz, el contraste entre las partes decoloradas y las que preservaron su tono produce
la huella perceptible del tiempo que Josefina pretendía entonces capturar. Su condición actual dramatiza el cambio de
estrategia: los cortinajes extendidos miran hacia los brocatos ilusorios pintados por la artista, hacia esas telas de desteñimiento congelado, efectos de perennidad, y su condición de vestigio se vuelve patente. Los cortinajes se han vuelto
mudos testimonios de la acción natural del sol, alevosamente detenida por la pintura.
Porque de eso, finalmente, trata todo esto: de detener el tiempo, congelando el desteñimiento. Josefina Fontecilla
entabla ahora una batalla contra el trabajo de sus últimos diez años. A la manipulación del sol –su técnica predilecta
hasta ahora– opone un retorno a la pintura, que tiene grandes resonancias: a la naturaleza opone la imitación de la
naturaleza y, así, al tiempo imparable opone la quimera de la eternidad. Estos brocatos pintados y desteñidos no están
realmente desteñidos, ni lo estarán nunca. La ilusión del arte es la respuesta rebelde al paso del tiempo.
Mediante esta estrategia, la artista opone a la porfiada repetición de las cosas perdidas, su recuperación por el artificio.
Por milenios, las representaciones han venido a auxiliarnos en nuestro intento por volver presente lo ausente: en lugar
de los seres perdidos, sus reliquias, fotografías y efigies; en lugar de las acciones del pasado, sus monumentos; en lugar
del poder, sus símbolos y rituales. Por más de una década, Josefina insistió en la repetición del tiempo: insistió en que el
sol quemara una y otra vez las telas. Pero los brocatos ya no están y, en su lugar, estas pinturas recuperan la imagen del
deterioro y capturan, por fin, su transcurso. Por fin, es tiempo detenido.
Si la decoloración del sol sugirió una analogía con los estragos del tiempo, la coloración de la pintura sugiere precisamente la idea contraria: recuperar, fijar, conservar. En ningún caso negar que el tiempo ha pulido el contorno de las
cosas, y también nuestros afectos por ellas; pero, sí, buscar una manera de conjurar ese curso y sustraernos de él. El
retorno a la pintura es un cierre, un acto de conservación.
Pues de eso, finalmente, trata todo esto: de tenderle una trampa al tiempo.
Hans Stange M.
Marzo 2014.
Sin título
Óleo sobre tela
2,70 m x 1,70 m
Sin título
Óleo sobre tela
2,70 m x 1,70 m
Sin título
Óleo sobre tela
2,70 m x 1,70 m
Sin título
Óleo sobre tela
2,70 m x 1,70 m
Sin título
Óleo sobre tela
2,70 m x 1,70 m
JOSEFINA FONTECILLA nace en Santiago en 1962. Luego de estudiar Licenciatura en Artes en la Universidad de Chile,
cursa un Magister en Artes Visuales en la misma casa de estudios entre 1994 y 1996, obteniendo el título en el año
2007. En 1997 asiste al taller de color dirigido por Eugenio Dittborn. Desde 1984 ha participado en diversas exposiciones, tanto colectivas como individuales, entre ellas: Los hijos de la Dicha, Galería sur (1984); Búsqueda, Galería Bucci
(1985); Colectiva Galería Praxis (1987); Bienal de Arte Joven en La Recoleta, Buenos Aires (1989); Tiempos de Arte, instituto Cultural de Las Condes (1993); Sala Elefante, Galería Gabriela Mistral (1998). A Tiempo, Galería Posada del Corregidor, Santiago, Chile (1998); La Camiseta con el Arte, Museo Nacional de Bellas Artes, Santiago, Chile (1998); El Espectro,
Galería Gabriela Mistral, Santiago, Chile(1999); Libro de Horas, Centro de Extensión de la Universidad Católica, Santiago,
Chile (1999); Cabildos Culturales Ministerio de Educación con la obra El Parque, Santiago, Chile (2000); Crónicas de la
Materia, Museo de Arte Contemporáneo, Santiago, Chile (2001); Ziploc, Galería Animal, Santiago, Chile (2001); Segunda
Bienal Internacional de Arte, La Paz, Bolivia (2001); Correspondencias, Haus am Kleispark, Berlín, Alemania (2002); Frutos
del País, Museo de arte Contemporáneo, Santiago, Chile (2002); Naturaleza Muerta, Galería Palma Valdés, Santiago, Chile
(2003); Lirios, Museo Nacional de Bellas Artes, Santiago, Chile. (2004); Interiores, Sala de Exposiciones Punta Ángeles,
Universidad de Playa Ancha, Valparaíso, Chile (2004); MARKING TIME 1995-2005, The Blanton Museum, Austin Texas,
EE.UU. (2005); Cinco Años, concurso Artistas Siglo XXI, Universidad Católica de Chile, Santiago, Chile (2006); Descubriendo MÁSCARAS, Galería Isabel Aninat, Santiago, Chile (2006); La Aurora de Chile, Sala Gasco, Santiago, Chile (2007); Diente
de León, Galería Animal, Santiago, Chile (2010); Chile años 70 y 80 Memoria y Experimentalidad, Museo de arte contemporáneo, Santiago, Chile (2011-2012 ); Laboratorio de Imagen, Galería Espora, Santiago, Chile (2012).
Ha obtenido dos veces el Fondart y ha ganado varios premios en diferentes concursos, su obra ha sido publicada en
varios catálogos y libros de arte.
Proyecto acogido a la Ley de Donaciones Culturales
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