Carta Certificada y Jurisdicción Notarial.

Anuncio


LA NOTIFICACIÓN DE LA CESIÓN DE FACTURAS
La ley Nº 19.983, publicada en el Diario Oficial del 15 de diciembre de 2004, que
“regula la transferencia y otorga mérito ejecutivo a copia de la factura”, ha dado origen a
la actividad que hoy conocemos como “factoring”.
Conforme el régimen establecido por la citada ley, el crédito que emana de una
factura tiene mérito ejecutivo y puede cederse, cumpliendo ciertos requisitos. El primero de
ellos es que la factura sea emitida con una copia especial, la cual se denomina “copia
cedible”. El segundo requisito es que la cesión se estampe en la referida copia, al modo de
un endoso, con las menciones que la propia ley dispone. El tercero, consiste en la necesidad
de poner esta cesión en conocimiento del obligado al pago de la factura mediante alguna de
las formas que la ley indica.
Este “poner en conocimiento” es lo que la práctica comercial ya denomina
“notificación”, nomenclatura que la ley no ha utilizado pero que resulta útil y económica.
¿Cómo se pone en conocimiento del obligado la cesión del crédito? La ley ha
encargado esta función a dos titulares de funciones públicas: el notario y el oficial del
Registro Civil. Por otra parte, ha dispuesto dos modalidades: personal y por carta
certificada.
2
Veamos primeramente el tema del funcionario y su competencia. Partamos por el
notario.
El notario debe obrar dentro del territorio jurisdiccional correspondiente a su oficio.
Fuera de él su actuación no solamente resulta inválida sino que además se encuentra
tipificada como delito. Pero no debe confundirse el “territorio jurisdiccional” con el lugar
de asiento del oficio, aún cuando éste constituya un “asiento obligado”. Así, un notario de
Santiago cuyo oficio se encuentra en la comuna de Santiago, por ejemplo, puede actuar en
todo el territorio jurisdiccional correspondiente a los Juzgados de Letras de Santiago, sin
excepción; lo mismo vale para un notario cuyo oficio se encuentra instalado en la comuna
de Lo Prado porque así lo decidió el titular, o para un notario cuyo oficio por imperativo
normativo tiene asiento obligado en la comuna de, por ejemplo, Peñalolén, puesto que
todos ellos tienen como territorio jurisdiccional el conjunto de comunas que configuran el
territorio jurisdiccional de los Juzgados de Letras de Santiago. A riesgo de majadería,
podemos agregar que el notario de Lampa, que es ”notario de Colina con asiento en
Lampa”, puede actuar en todo el territorio jurisdiccional del Juzgado de Letras de Colina,
que corresponde a todas las comunas de la provincia de Chacabuco.
Veamos ahora el caso del oficial del Registro Civil: Su capacidad de acción es más
estrecha, diríamos marginal: puede actuar solamente en su propia circunscripción la cual
normalmente corresponde a una comuna, pero con una limitación adicional: en esa comuna
no debe existir asentado un oficio notarial. Veamos un caso sencillo: en la provincia de
3
Chacabuco hay tres comunas que en su conjunto configuran un territorio jurisdiccional:
Colina, Lampa y Tiltil. En Colina y Lampa hay oficios notariales instalados, en Tiltil no.
Solamente el oficial civil de Tiltil puede, dentro de la circunscripción de Tiltil, practicar las
actuaciones que la ley encomienda a esos funcionarios, sin perjuicio de que tales
actuaciones también pueden ser practicadas por los notarios de Colina y Lampa, pues su
territorio está configurado por las tres mencionadas comunas.
Analicemos ahora el tema de la modalidad de notificación: la ley textualmente dice
que la cesión debe ponerse en conocimiento del deudor “sea personalmente, con
exhibición de copia del respectivo título, o mediante el envío de carta certificada, por
cuenta del cesionario de la factura, adjuntando copias del mismo certificadas por
el ministro de fe”.
Vamos al primer caso: “personalmente, con exhibición de copia del respectivo
título”. Esto es lo que se ha denominado “notificación personal” y significa que el ministro
de fe debe concurrir al domicilio del deudor e informarle (en mi opinión, por escrito) que la
cesión ha sido efectuada, exhibiéndole copia de la factura cedida en la que aparezca el
endoso. El “título” a que se refiere la ley es precisamente la factura endosada (no el
contrato de cesión), pues la factura es un “documento valor” que se basta a sí mismo y cuya
tenencia con endoso hace presumir el dominio del tenedor, tal como si fuese un pagaré o
letra de cambio. Aquí debemos repetir lo antes dicho: el ministro de fe debe actuar dentro
de su territorio de competencia, según las reglas ya vistas; dicho de otro modo, el domicilio
4
del deudor donde concurre el ministro de fe debe encontrarse dentro del territorio donde
este es competente.. Y debemos agregar algo que para algunos no es obvio: la actuación es
personal del ministro de fe, no puede delegarla en un funcionario de su oficio; la única
“delegación” consagrada en la ley es aquella que se refiere al aviso previo al protesto de
letras y pagarés, en que puede actuar un funcionario de la notaría expresamente autorizado
por la Corte de Apelaciones, pero éste no es el caso.
Ahora vamos al segundo caso:”mediante el envío de carta certificada, por cuenta
del cesionario de la factura, adjuntando copias del mismo certificadas por
el ministro de fe”. Esto es lo que se ha denominado “notificación por carta certificada”.
Veamos sus elementos: 1º una carta emanada del notario y firmada por él, pues él es quien
está poniendo en conocimiento del deudor la cesión; 2º no cualquier carta, sino una
“certificada”; 3º debe acompañarse “copia autorizada” (podría ser una transcripción pero
resulta más práctico una fotocopia) del título (la copia de factura endosable, con endoso),
autorizada por el mismo ministro de fe; 4º “dirigida al domicilio del deudor registrado en
la factura”. La ley señala: “en este último caso, la cesión producirá efectos respecto del
deudor, a contar del sexto día siguiente a la fecha del envío de la carta”. Con esto queda
sentado el principio temporal de las notificaciones de este régimen: la cesión produce efecto
desde el momento mismo de la “notificación personal” o a contar del sexto día del envío de
la carta. A riesgo de decir una obviedad, debemos señalar que en el caso de la “notificación
por carta certificada” la cesión produce sus efectos a contar del sexto día del envío,
independientemente que ella se haya recibido o no; en otras palabras, el adecuado envío por
5
parte del ministro de fe (deudor y domicilio correctos, datos sustanciales de la cesión –
número y monto de la factura, endosatario- copia autorizada del título) configura una
presunción de haberse practicado la notificación, a partir del sexto día del despacho, sin
posibilidad de prueba en contrario, a menos de acreditarse fehacientemente haberse
cometido falsedad por parte del ministro de fe o –pienso yo, en algunos casos muy
específicos- haberse vulnerado el principio de buena fe.
Entremos más detenidamente al tema de la “carta certificada”. Ni en la ley
respectiva ni en la legislación postal ni en la legislación general aparece reglada esta
entidad, de modo tal que debemos remitirnos a lo que comúnmente se entiende como tal en
la práctica postal o comercial. Primeramente, en la normativa particular de la Empresa de
Correos de Chile sólo aparece reglada la “carta recomendada”. Si observamos la práctica
de la mencionada empresa, este concepto corresponde precisamente al de “carta
certificada”; en ella aparecen tres elementos distintivos que no se encuentran en una carta
ordinaria: la inclusión de cada carta en una nómina especial con indicación de su remitente
y destinatario, la dación de un comprobante al remitente y el compromiso de la empresa de
entregarla en el domicilio del destinatario requiriendo la firma de la persona que reciba. La
citada empresa, en su normativa propia, ha designado las cartas recomendadas con varios
nombres comerciales, según su modalidad: “con aviso de recepción”, “expresa”, “expresa
24 horas” u otras menciones. Pero las particularidades que distinguen a una carta común u
ordinaria de una “recomendada” o certificada, son las tres que se mencionaron. En segundo
lugar, tradicionalmente se ha entendido que el proceso conformado por la consignación,
6
recepción, expedición y entrega de una “carta certificada” y sus respectivas certificaciones,
configura una especie de fe pública sui generis (“fe pública postal”) de la que deriva
precisamente su virtud notificadora. Lo cierto es que la principal utilización de la carta
certificada en materia de notificaciones, aquella del Código de Procedimiento Civil,
originalmente era un refuerzo a la notificación por el estado diario de la secretaría del
tribunal, refuerzo destinado no a dar por efectuada la notificación sino a proteger
adicionalmente al notificado y al principio de buena fe. Posteriormente fueron apareciendo
en la legislación normas que asignaban a la carta certificada virtud directamente
notificadora, especialmente en el ámbito administrativo. Pero nunca en la legislación se
aludió a una fe pública postal ni, siendo la función fedataria un atributo público, se radicó
en persona o ente ninguno tal función. Lo que ocurrió es que hasta 1981 el Servicio de
Correos y Telégrafos de Chile tuvo el carácter de un servicio público dotado del monopolio
legal sobre toda actividad postal (excepto el reparto de diarios y revistas, la entrega gratuita
de una carta singular por mano y otros casos marginales), de donde algunos infirieron que
cumplía funciones “públicas” (incluida, diríamos nosotros, una cierta función fedataria); sin
embargo, la actividad del Servicio de Correos y Telégrafos de Chile corresponde
doctrinariamente no a un servicio “público” sino a un servicio “de utilidad pública”, que
no es lo mismo. A partir de 1981 al antiguo Servicio de Correos y Telégrafos de Chile le es
desmembrada de su objeto la actividad telegráfica, que queda radicada en otro ente estatal,
y finalmente resulta transformada en una empresa del estado (“Empresa de Correos de
Chile”). A partir de ese momento, se elimina el monopolio legal sobre la actividad postal,
7
la que se ve como una actividad empresarial cualquiera, sin perjuicio de que la citada
empresa continuó desempeñando su giro como “actividad empresarial del estado”.
De lo dicho aparece claro que la actividad postal es una actividad económica
que puede ser ejercida por cualquier persona al amparo de la garantía constitucional
respectiva. Si a esto unimos lo anteriormente señalado en el sentido de no existir un
concepto jurídico de “carta certificada”, sino uno meramente consuetudinario o comercial,
debe entenderse que la “notificación” por carta certificada puede ser hecha a través de
cualquier empresa que se dedique al giro postal, siempre que se cumplan los requisitos que
la práctica usual ha consagrado para considerarla tal: nómina, comprobante de recepción
por la empresa (en el que debe ir la fecha de ella), compromiso de entregar en el domicilio
del destinatario y requerir la firma del receptor. Adicionalmente, estimamos indispensables
otros dos elementos: uno consistente en que la empresa de correo debe contener en los
enunciados de su giro la actividad postal, y otro consistente en la necesidad de contar la
empresa con domicilio conocido verificable; de donde se desprende que, en caso de
impugnación, si no logra acreditarse estas circunstancias se estaría frente al riesgo de un
mero encargo informal no tipificable como auténtica carta certificada.
Finalmente, debemos detenernos en la cuestión de la competencia territorial del
notario (u oficial del registro civil) en relación con la carta certificada. Se ha sostenido que
el funcionario respectivo no puede despachar una carta certificada cuyo destinatario tenga
domicilio fuera del territorio de su competencia. Al respecto, estimamos que una cosa es la
8
actuación propiamente tal del notario (o oficial civil) y otra cosa son los efectos de ella. El
despacho de la carta es una cuestión de hecho: se remite o no se remite la carta, y el punto
geográfico que determina la validez territorial del envío es aquél en el que el notario (u
oficial civil) hace entrega a la empresa de correo de la correspondiente carta. Si el
funcionario (supongamos el oficial civil de Tiltil) salió de su territorio porque no había
oficina postal abierta, para despachar la carta fuera de tal territorio (supongamos que desde
la oficina de la Empresa de Correos de Chile en Colina), su actuación es inválida. Y esto
que vale para el despacho también vale para la emisión de la carta y de la copia autorizada
del título que se adjunte: la emisión es el acto de fecharlos, suscribirlos y timbrarlos con el
sello del funcionario y estos actos deben ejecutarse dentro del territorio de competencia del
mismo. Ahora bien, el destinatario puede tener su domicilio fuera del territorio respectivo y
en tal caso no por ello se altera la competencia: el acto del ministro de fe se agota con la
entrega de la carta a la empresa de correo respectiva; lo que suceda luego (la entrega al
destinatario, su recepción por éste o por un tercero o incluso el rehusamiento o el extravío)
son hechos posteriores que no forman parte de la diligencia y que sólo tendrán incidencia en
la apreciación de la buena fe del destinatario pero no en la validez de aquella. Esto emana
de la simple naturaleza de las cosas, sin perjuicio de que el sentido práctico y el principio de
economía procesal lo refuercen. Lo mismo sucede en múltiples otros casos: la escritura de
hipoteca otorgada ante competente notario no hace nacer el derecho real de hipoteca, ni
siquiera nacer el mero contrato de hipoteca, mientras ella no se inscriba en el competente
conservador, el cual puede tener su oficio en un territorio distinto al del notario y no por
ello resultará inválida la escritura; otro tanto sucede con los poderes, que pueden ser
9
ejercidos fuera del territorio del funcionario autorizante o con la protesta del capitán
mercante que hace ante el notario del puerto de arribo y no ante el notario del domicilio del
armador donde habrá de producir sus resultados, etc., etc.
Entonces, la llamada “notificación por carta certificada” tiene dos componentes: a)
el despacho, el cual queda concluido con la emisión de una carta por el ministro de fe
acompañada de copia autorizada de la factura respectiva en la cual se ponga en
conocimiento del deudor la cesión del crédito respectivo; este acto de despacho (sea que
consista en la entrega en la oficina de correo o en el retiro en el oficio del ministro de fe)
debe acaecer dentro del territorio de competencia del ministro de fe independientemente del
lugar de destino final; y el proceso de encargo postal debe reunir los tres elementos de la
“carta recomendada” y debe ser hecho a una empresa de giro postal, privada o estatal; b) el
transcurso del plazo de seis días (hábiles, por aplicación de las normas generales en
materia de plazos) contados desde el despacho, vencido el cual la persona se entiende
notificada. Este último elemento ayuda a esclarecer la cuestión de la competencia: si al
sexto día el notario despachante se encuentrare fuera de su cargo por licencia, muerte u otra
causa, la “notificación” no por eso deja de ser válida, pues el despacho fue efectuado por
funcionario competente.-
En resumen: 1) Las competencias territorial y temporal del ministro de fe son las
del lugar y del día del despacho, respectivamente. 2) La empresa de correo puede ser
privada o estatal, indistintamente, siempre que tenga giro postal y domicilio. 3) Carta
10
certificada es aquella que tiene los tres atributos típicos: nómina y recibo de la empresa
(efectivas) y entrega bajo firma en el lugar de destino (al menos potencial). 4) La
notificación se perfecciona por el transcurso de los seis días (hábiles) que indica la ley,
independientemente de la recepción de la carta (sin perjuicio de las cuestiones atinentes a la
buena fe).-
12 de Mayo del 2008.
11
Descargar