INFORME SOBRE LA COMISIÓN ESPECIAL Y

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INFORME SOBRE EL PLAN DE IMPLEMENTACIÓN DEL
CÓDIGO PROCESAL PENAL
Ronald Gamarra Herrera
Hemos saludado la promulgación del nuevo Código Procesal Penal, entre otras
razones, porque apuntala un modelo procesal acusatorio, oral y público; redefine los
roles de los juzgadores, del Ministerio Público y de los sujetos procesales; concreta una
gama de facultades discrecionales, salidas alternativas y mecanismos de simplificación
procesal que tienden a racionalizar la actividad de la fiscalía; y reconoce que las
garantías del debido proceso son el eje central del desarrollo de éste. Para nosotros, tal
Código es una pieza fundamental de la modernización del sistema de administración de
justicia.
Claro que en la certeza que no basta la sola promulgación de un cuerpo normativo para
dar inicio a la reforma de la justicia penal, hemos reclamado la generación de
condiciones necesarias para que tal Código entre realmente en vigencia, en la fecha
señalada, y luego trascienda a la mera declaración de postulados formales.
Evidentemente, en la creación de tales condiciones debe cumplir un papel de primer
orden la Comisión Especial de Implementación, cuyo trabajo y legitimidad social deben
convertir la reforma procesal penal en una política de Estado avalada por el conjunto de
la sociedad civil.
En este orden de ideas, debe destacarse que en el mes de junio la Comisión Especial
de Implementación ha aprobado la versión definitiva del Plan de Implementación del
Código Procesal Penal, un hecho sumamente importante, ya que de la calidad de dicho
plan dependerá que tan bien o mal comience esta reforma institucional, que si se hace
correctamente podría marcar un antes y un después en la justicia penal. En línea
generales, podemos señalar que existen evidentes avances en relación al documento
anterior (Borrador de febrero): se presenta un texto más ordenado, un único y más
claro diagnóstico del sistema de justicia penal, y un único discurso sobre los objetivos
del plan de Implementación; se anota la intención del Poder Judicial y el Ministerio
1
Público de adecuarse institucionalmente a sus nuevos roles; se ratifica la progresividad
de la implementación (seis etapas que durarán el mismo número de años) y se muestra
el calendario oficial de aplicación. Ello no obstante, en el documento todavía se pueden
observar omisiones muy importantes, que revelan una insuficiente integración de las
distintas agencias vinculadas al sistema de justicia penal y evidencian, más bien, la
falta de consensos interinstitucionales indispensables para el éxito de la reforma.
Estando a ello, y considerando la proximidad de la entrada en vigencia del Código
Procesal Penal en los distritos judiciales de Huaura y La Libertad, resulta
imprescindible que la Comisión Especial de Implementación impulse en su seno el
trabajo conjunto y los consensos interinstitucionales, asuma la conducción del proceso
de reforma y asegure la sostenibilidad de los cambios.
1. El contexto
Mediante Decreto Legislativo 957 se promulgó el nuevo Código Procesal, que en sus
disposiciones finales declaró un período de vacatio legis y definió el carácter
progresivo de su implementación: “entrará en vigencia progresivamente en los
diferentes Distritos Judiciales, según el calendario oficial”, “El día 1 de febrero de 2006
se pondrá en vigencia en el Distrito Judicial designado”, “El Distrito Judicial de Lima
será el Distrito Judicial que culminará la aplicación progresiva”.
También se promulgó el Decreto Legislativo 958, cuyo artículo 2, creó la Comisión
Especial de Implementación del Código Procesal Penal “para el diseño, conducción,
coordinación, supervisión y evaluación” de éste; designó como sus integrantes a los
representantes de los ministerios de Justicia, Interior y Economía y Finanzas, así como
del Poder Judicial y el Ministerio Público; y le asignó como atribuciones fundamentales
formular las políticas, los objetivos y una propuesta específica del Plan de
Implementación, así como también elaborar el calendario oficial de aplicación
progresiva. Para la formulación del indicado Plan le fue concedido un plazo de 120 días
útiles.
El plazo previsto para que la Comisión Especial procediera a formular el Plan de
Implementación del Código Procesal Penal venció el 4 de febrero del 2005. En marzo
se pudo conocer el borrador del Plan de Implementación. De él, dijimos que era un
esfuerzo inicial, improvisado y deficitario de la Comisión Especial; que la debilidad con
la que la Comisión Especial había encarado su labor constituía un serio riesgo para la
efectiva aplicación del Código Procesal Penal y para el propio éxito de la reforma de la
justicia penal en el Perú; pero que todavía era posible enmendar rumbos e impedir el
fracaso (Véase, Plan de implementación del Código Procesal Penal: el borrador y la
necesidad de enmendar el rumbo. Consorcio Justicia Viva. Abril del 2005).
En sesión de fecha 20 de junio de 2005, la Comisión Especial de Implementación del
Código Procesal Penal concluyó la versión definitiva del “Plan de Implementación del
Código Procesal Penal”. Ahora, mediante Decreto Supremo Nº 013-2005-JUS, de fecha
6 de octubre de 2005, se ha aprobado el Plan de Implementación (artículo 1) y el
calendario oficial de la aplicación progresiva del Código Procesal Penal (artículo 2); y
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se ha decidido que el proceso de implementación se iniciará en el distrito judicial de
Huaura el 1 de febrero de 2006 y en el distrito judicial de La Libertad el 1 de agosto de
2006 (artículo 3).
2. El Plan de implementación
El Plan de Implementación es el único resultado visible de la Comisión Especial y,
ciertamente, un documento más ordenado que el borrador de febrero. Al decir de sus
mentores, ha sido producto de una labor sistemática y coordinada de las instituciones y
es el instrumento que va a marcar la ruta que ha de seguir la reforma.
El documento nos presenta un “esquema de planeamiento estratégico”, dividido en seis
capítulos. El primero, describe el funcionamiento del sistema de justicia penal de
acuerdo con el actual Código de Procedimientos Penales, el estado actual del sistema
procesal penal, así como las más notorias características y perspectivas del Código
Procesal Penal; el segundo capítulo, expone las políticas y estrategias que deben regir
el proceso de implementación progresiva de dicho Código; en el tercero, se anotan las
bases para el proceso de implementación (principios rectores, visión, misión y análisis
FODA); en el cuarto capítulo, se trazan los objetivos estratégicos, generales y
específicos, las metas y las actividades del citado proceso de implementación; el
quinto, versa sobre el calendario oficial de aplicación progresiva del nuevo Código; el
sexto capítulo, trata de la evaluación y control del proceso de implementación; en el
séptimo, se examinan los riesgos del proceso de implementación; y, en el octavo
capítulo, se plantean las primeras estimaciones preliminares de los costos del proceso.
Acompañan al documento, en calidad de anexos, las propuestas de nuevo diseño de
despacho y sistema judicial, fiscal y de defensoría de oficio, el diagnóstico de la Policía
Nacional y la reforma procesal penal, el plan de capacitación, comunicación y difusión,
y la propuesta técnica sobre la implementación progresiva.
El diagnóstico
El documento nos presenta un claro diagnóstico del sistema de justicia penal peruano y
los problemas que arrastra. De forma concisa se llega a decir que, la justicia en el Perú
“enfrenta una situación de profunda crisis que se manifiesta en el modelo
predominantemente inquisitivo, en la ineficacia de las instituciones concernidas y en la
propia cultura judicial de los operadores del sistema”; menciona “la duplicidad de
funciones de los operadores del sistema”; alude a “la deficiente coordinación entre las
instituciones que lo componen”; afirma el hecho que éstas cuentan “con visiones
diferentes respecto del sistema” y admite la existencia de un “tipo de organización
básicamente vertical, [cuyos] integrantes… no se sienten parte de un sistema”; además
indica que en lugar de generar proyectos conjuntos para captar fondos económicos,
“los esfuerzos se han centrado en obtener recursos para cada institución concebida por
separado”.
En cuanto a la organización del sistema, refiere que “las instituciones carecen de
mecanismos de control de gestión, sistemas de manejo de información y volumen de
carga procesal y de seguimiento en el uso de recursos”. Por cierto, no deja de referirse
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a la “sobrecarga procesal”, a la que señala como perjudicial en términos de eficacia y
eficiencia del sistema; reconoce la lentitud en la tramitación y resolución de los
procesos; y deja en claro que el sistema otorga la misma atención y esfuerzo a los
casos penales simples y complejos.
El diagnóstico es, en líneas generales, correcto, aún cuando se incurre en algunas
evidentes omisiones, como cuando no menciona un problema fundamental del sistema
de justicia penal, a saber, la corrupción sistemática que campea en las diferentes
agencias del sistema.
En el documento se señala que “Esta situación trata de revertirse con el nuevo Código
Procesal Penal”, el mismo que insertado en el proceso de reforma procesal penal en
América Latina, plantea la “sustitución de un sistema de corte inquisitivo, por sistemas
acusatorios” que encargan la persecución penal al Ministerio Público, privilegian los
principios de oralidad y publicidad de audiencias y juicios, reconocen mayores
derechos a las víctimas y los imputados, y fortalecen la defensa pública.
En atención a la profundidad de la crisis expuesta, se concluye que la reforma implica
un cambio de procedimiento penal pero también una transformación integral del
sistema de justicia penal. Así, se dice que “el nuevo proceso exige una radical
modificación del ordenamiento jurídico en general, un mayor compromiso de los altos
niveles jerárquicos y una mejor coordinación entre las entidades, pero sobre todo un
cambio cultural que oriente el papel de cada operador del sistema hacia la elaboración
de políticas en beneficio de la población”.
Los objetivos
La versión definitiva del Plan de Implementación plantea como único objetivo general
“Asegurar que la aplicación progresiva del nuevo Código Procesal Penal se produzca
de manera eficiente y eficaz”. Ciertamente ese es el objetivo central del Plan de
Implementación. Por lo mismo, hubiera sido muy conveniente que el documento
procediera a fundamentar tal objetivo y explicitar que éste importa la transformación
profunda de la forma de administrar la justicia penal en el Perú, y que, es en ese
horizonte que se proponen políticas, estrategias y acciones emergentes cuya
implementación era necesario planificar, con el propósito de facilitar y asegurar los
cambios en la justicia penal.
En todo caso, en atención a los objetivos, metas y actividades que señala la Comisión
Especial es de advertir que muchas de ellas –particularmente, un porcentaje apreciable
de las 57 actividades propuestas- ya deberían encontrarse en proceso de ejecución,
toda vez existe muy poco tiempo para la entrada en vigencia del Código Procesal Penal
en los distritos de inicio. Y que los “procedimientos metodológicos” deberán sujetarse a
la conducción política de la aplicación progresiva del Código, de tal suerte que, por
ejemplo, debe entenderse que el planteamiento de la conformación de un “Equipo
Técnico para la evaluación, monitoreo y retroalimentación del proceso de
implementación” no importará delegar a éste las atribuciones propias de la Comisión
Especial.
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Los cambios institucionales
Bajo la premisa que el Código Procesal Penal establece nuevas relaciones, procesos y
procedimientos, la versión definitiva del Plan de Implementación resalta la necesidad
de “un cambio en las organizaciones” del sistema de justicia penal, de suerte que las
mismas deberán mostrar “su capacidad de adaptación al conjunto de variaciones de
orden estructural”. Entre otros, se anotan los siguientes cambios en relación a la
estructura organizativa: diseño del nuevo despacho y sistema de gestión judicial en
materia penal; diseño del nuevo despacho, sistema de gestión fiscal en materia penal y
estructura de liquidación y de transición; nueva estructura organizacional de la
Defensoría de Oficio; diagnóstico y nuevo diseño organizacional de la Policía Nacional
del Perú; reasignación de roles, funciones y facultades de los fiscales, jueces,
defensores y policías en el marco del nuevo Código.
El documento evidencia el esfuerzo del Poder Judicial y el Ministerio Público por
adecuarse institucionalmente a los nuevos roles que les plantea el Código Procesal
Penal, y traduce un intento de abandono de estructurales organizacionales trazadas
para un sistema procesal penal de corte inquisitivo. Tratándose del Poder Judicial, es
de recordar que el anterior documento no bosquejaba el nuevo despacho judicial,
mientras que ahora se aborda tanto el diseño conceptual de los procesos cuanto el de
la estructura organizacional de juzgados y salas.
Es, sin lugar a dudas, en el Ministerio Público en el que se observa un más logrado y
detallado esfuerzo de adecuación institucional -ya en marzo, decíamos que este era “el
punto más interesante” del texto-, planteándose un mejorado “sistema de gestión fiscal
penal” (cuya organización comprende una estructura básica funcional y una estructura
de gestión institucional) y un nuevo despacho fiscal, que importaría “el cambio radical
del actual sistema de trabajo”. En efecto, además de las estructuras de liquidación y
transición, se plantea el diseño de un nuevo despacho judicial, que “toma elementos
del modelo corporativo de trabajo, el mismo que permite la gestión e interacción de sus
actores, incluyendo criterios importantes para el control y seguimiento de sus servicios;
considerando la diversidad geográfica y multicultural del país”. Y se considera también
un área de apoyo al despacho fiscal denominado “soporte funcional”, que supone la
actuación de un órgano técnico especializado: el Instituto de Ciencias Forenses, de la
Unidad de asistencia judicial internacional, de la oficina de protección de testigos y
agraviados, así como de la oficina de bienes incautados y cuerpos del delito.
En la otra orilla, sin embargo, se encuentra la Policía Nacional del Perú, toda vez que
en el documento, salvo una referencia al objetivo de “ubicar estratégicamente la
Dirección de Criminalística… para que constituya el órgano oficial de apoyo pericial a la
administración de justicia”, se omite toda mención a la adecuación institucional propia
del ente policial; y en cuanto a la Defensoría de Oficio, habría que mencionar que la
propuesta no se aparta del modelo organizacional y funcional actualmente en vigencia.
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Así pues, estamos en presencia de una incompleta adecuación institucional que, de no
superarse, constituirá un obstáculo al éxito en la implementación del Código Procesal
Penal.
La readecuación normativa
El documento identifica un conjunto de normas que “deben ser reemplazadas o
modificadas” para una correcta aplicación del Código Procesal Penal, según la opinión
de la institución particularmente concernida. En ese sentido, se apunta la necesidad de
“adecuación de las leyes orgánicas del Poder Judicial, Ministerio Público y Policía
Nacional” y del proyecto de Ley del Servicio de Defensa de Oficio “actualmente en el
Congreso”; la oportunidad de priorizar la elaboración de 10 reglamentos y disposiciones
relativas a la actuación del Poder Judicial (reglamento general de audiencias, de
expedientes judiciales, de notificaciones, de protección de testigos, etc.); la
conveniencia de modificar 11 directivas y reglamentos vinculados al Ministerio Público
(reglamento del expediente fiscal, de diseño y custodia de las pruebas y bienes
incautados, de protección de testigos y víctimas, etc.); y la decisión de adoptar 8
reglamentos sobre la actuación policial (Reglamento de funciones de investigación, de
control de identidad policial, de detención penal, de protección de testigos y víctimas,
de intervención de las comunicaciones y telecomunicaciones, etc.).
Claro que lo anterior sólo da cuenta del esfuerzo del Poder Judicial, Ministerio Público y
Ministerio del Interior, individualmente considerados, en la identificación de un conjunto
de leyes, reglamentaciones y directivas que, en lo que corresponde al ámbito propio de
su competencia institucional, requieren ser modificadas con el propósito de facilitar la
aplicación del Código Procesal Penal y, específicamente, permitirles cumplir
eficazmente con los roles redefinidos. Este esfuerzo no integrado encierra el peligro de
llevar a una institución, como la Policía Nacional, a intentar regular espacios en los que
realmente se impone la necesidad de realizar coordinaciones con el Ministerio Público.
El tema de los acuerdos interinstitucionales
El documento menciona expresamente que “Un aspecto de suma importancia y que ha
estado presente en el diseño del presente Plan de Implementación, es el compromiso
asumido por las instituciones que conforman la Comisión. El documento ha sido
producto de una labor sistemática y coordinada de las instituciones”; añade que “Se
han construido consensos institucionales que han permitido avanzar en el proceso con
una visión compartida, considerando las necesidades que las instituciones han fijado
como prioritarias y respetando su autonomía funcional”; y remata sosteniendo que “el
esfuerzo conjunto de sus equipos de trabajo hizo posible el cumplimiento del encargo”.
Pues bien, a diferencia de lo ocurrido hasta febrero de 2005, en que el borrador dado a
conocer no expresaba un nivel mínimo de acuerdos interinstitucionales ni describía
propuestas, debates y consensos entre las distintas agencias del sistema de justicia
penal, es posible sostener ahora que la descripción de un único diagnóstico del sistema
de justicia penal y un único discurso sobre los objetivos del Plan de Implementación es
el resultado de acuerdos básicos entre las instituciones que integran la Comisión
Especial.
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Aunque claro, en el documento no se advierte que en el seno de dicha Comisión se
hayan debatido y adoptado acuerdos y consensos interinstitucionales en temas
centrales y definitivos como la reorganización institucional y la adecuación normativa.
Pudiéndose constatar más bien que en estos puntos el documento se limita a
reproducir las propuestas alcanzadas por el Poder Judicial, Ministerio Público y
Ministerio del Interior, sobre todo si se tiene en cuenta determinados anexos que
acompañan al documento, vale decir, el de diseño del nuevo despacho y sistema de
gestión judicial en materia penal; el de diseño del nuevo despacho, sistema de gestión
fiscal en materia penal y estructura de liquidación y de transición; el de la nueva
estructura organizacional de la defensoría de Oficio; y el de diagnóstico y nuevo diseño
organizacional de la Policía Nacional.
Por lo demás, la Comisión Especial no ha discutido ni consensuado la sensible y
siempre difícil relación funcional entre la Policía Nacional y el Ministerio Público.
Tampoco ha rebatido el informe “diagnóstico y nuevo diseño organizacional de la
Policía Nacional”, que forma parte de los anexos del documento, en el que la entidad
policial partiendo del señalamiento de la “superposición de ámbitos funcionales” entre
ella y el órgano requirente así como de la “Superposición de funciones criminalísticas
entre la Dirección Criminalística de la Policía Nacional del Perú y el Instituto de
Medicina Legal del Ministerio Público”, establece como sus objetivos estratégicos a)
“Lograr que el Plan de Implementación del nuevo Código Procesal Penal comprenda
metas y estrategias referidas a la definición adecuada de los roles y los ámbitos
funcionales en la investigación del delito, del Ministerio Público y de la Policía Nacional
del Perú”, y b) obtener “La modificación de determinados artículos del nuevo Código
Procesal Penal, a efectos de que se reconozca expresamente que la Policía Nacional
es la institución responsable de la investigación preliminar del delito y de los actos de
investigación en la etapa preparatoria, ambos bajo la conducción jurídica y el control
jurídico del Ministerio Público”.
El informe de la Policía Nacional y, específicamente, los objetivos estratégicos allí
consignados, colisionan abiertamente con la línea fundamental del nuevo modelo
procesal y avizoran una afectación a la capacidad de la fiscalía para desarrollar
adecuadamente la tarea de investigación de los delitos.
Implementación progresiva y elección de los distritos judiciales de inicio
El documento y, particularmente, el anexo titulado “Propuesta técnica de
implementación progresiva del Código Procesal Penal” ratifican que el Código se
aplicará de forma progresiva en seis etapas que durarán el mismo número de años. La
primera etapa, que se iniciará en febrero del 2006, comprende a los distritos judiciales
de Huaura y La Libertad; la segunda, en febrero del 2007, alcanza a los de Ayacucho,
Lambayeque, Cusco, Callao y Ucayali; la tercera, en febrero del 2008, implica a los de
Arequipa, Tumbes, Piura, Tacna, Cajamarca, Amazonas y Junín; la cuarta, en febrero
del 2009, abarca a los de Ancash, Huancavelica, Apurímac, Cañete, puno e Ica; la
quinta, en febrero del 2010, cubre a Lima norte, Madre de Dios, Santa, Huanuco-
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Pasco, San Martín y Loreto; y, finalmente, la sexta, en febrero del 2011, alcanza al
distrito judicial de Lima.
La propuesta se formula con base en la “disponibilidad de recursos económicos,
población, aspectos geográficos, razones culturales, entre otros” y ha tenido en cuenta
determinados criterios planteados por las instituciones, entre los que destacan, el
manejo de carga procesal, recursos humanos, instalación de informática, ubicación
estratégica, logística, infraestructura, demanda del servicio, índice delincuencial y
cantidad de dependencias de especialidad penal.
Al respecto, no podemos dejar de repetir que si bien pueden advertirse razones de
distinta índole que justifican el modelo de aplicación progresiva, parece poco
aconsejable adoptar un plazo tan largo, que no responde a nuestra realidad, sobre todo
en el contexto de debilidad en las condiciones institucionales que permitirían el éxito de
la implementación del Código Procesal Penal, al ambiente de inestabilidad política y a
los vacíos e imprecisiones en el desarrollo del trabajo de la propia Comisión Especial.
En cuanto a la elección de Huaura y La Libertad como los distritos judiciales de inicio
(el primero, el 1 de febrero de 2006, y el otro, el 1 de agosto del mismo año), el
documento deja traslucir que es el resultado de una evaluación técnica y funcional de
los criterios de selección (agrupados en carga procesal, capacidades humanas,
infraestructura y factores sociales) expuestos por las propias instituciones, así como de
la priorización hecha por las mismas entidades. Sin embargo, el texto no presenta los
datos de la realidad judicial y social de ambos distritos judiciales que fueron tomados
en cuenta por la Comisión Especial para llegar a tal decisión.
El presupuesto de la implementación
La implementación del Código Procesal Penal exige una notable inversión de recursos
por parte del Estado. Preliminarmente, la Comisión Especial ha determinado que tales
costos, para los primeros seis años, ascienden a S/. 1, 281,273, 338 (mil doscientos
ochenta y uno millones doscientos setenta y tres mil trescientos treinta y ocho nuevos
soles); que pueden superar finalmente los S/. 1, 500, 000, 000 (mil quinientos millones
de nuevos soles) si se considera los costos asociados con infraestructura
(construcciones o remodelaciones).
Dice también la Comisión Especial que “Durante el presente año se debe elaborar las
propuestas de modificación presupuestal que aseguren la ejecución de las actividades
preparatorias” así como “la proyección de los recursos necesarios para el año 2006”,
que suman S/. 67, 767, 346 (sesenta y siete millones setecientos sesenta y siete mil
trescientos cuarenta y seis nuevos soles).
En el documento se extraña la ausencia de mención al hecho que para el ejercicio
presupuestal de 2005 ninguna de las distintas instituciones involucradas en la
implementación del Código solicitó recursos específicos para la reforma y que, por
tanto, a lo largo de este año, no han dispuesto de dinero para llevar adelante acciones
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encaminadas a facilitar la entrada en vigencia del Código y a la adecuación a sus
nuevos roles en el proceso.
Cabe precisar que no obstante que el Plan de Implementación ha previsto una
inversión de sesenta y siete millones setecientos sesenta y siete mil trescientos
cuarenta y seis nuevos soles para el año 2006, las instituciones que integran la
Comisión Especial que ha elaborado el aludido Plan han hecho público su demanda de
menores recursos para su readecuación institucional. Así, por ejemplo, el Poder
Judicial ha requerido un presupuesto de S/. 5, 650,000 (cinco millones seiscientos
cincuenta mil nuevos soles) para la implementación del Código Procesal Penal en el
2006, y el Ministerio Público ha argumentado la necesidad de disponer de S/. 28, 550,
289 (veintiocho millones quinientos cincuenta mil doscientos ochenta y nueve nuevos
soles) para el mismo fin.
Los peligros que acechan a la implementación
El documento menciona como principales riesgos de la implementación que “el apoyo
político a la reforma procesal penal no permanezca”, que “el proceso de
implementación no se refuerce” o no “constituya una prioridad en los próximos
gobiernos”, que “el proceso carezca del presupuesto suficiente”, la “aparición de
complejas o nuevas formas de criminalidad organizada”, “la prolongación indefinida” de
la entrada en vigencia del Código Procesal Penal y la falta de suficiente capacidad del
sistema de justicia penal para “la conducción ágil y ordenada del proceso”.
Ciertamente, varios de ellos son peligros que podrían cernirse sobre la implementación
del Código Procesal Penal.
En el listado anterior, no deja de llamar la atención el hecho que la Comisión Especial
de por sentado la existencia de un respaldo político al proceso de reforma, toda vez
que más allá de una u otra declaración de algún miembro del Poder Ejecutivo o del
Congreso en ese sentido, no existen mayores actos que puedan ratificar tales palabras,
y nada ha cambiado en la conducta del gobierno en este tema como para dejar de
sostener –conforme se hizo en el borrador de marzo- que “de hecho, hasta la fecha las
prioridades en la gestión del gobierno, no necesariamente han estado comprometidas
con el apoyo a la labor” de la Comisión Especial y que “En todo caso, el apoyo político
requerido todavía no se ha plasmado en acciones y/o decisiones concretas por parte
del Poder Ejecutivo”.
Para nosotros, la falta de liderazgo político y legitimidad social de la Comisión Especial
de Implementación del Código Procesal Penal (no ha adquirido el suficiente peso
político que le permita conducir la reforma del sistema de justicia penal y ha carecido
de una estrategia destinada a hacer de la reforma procesal penal una política de
Estado), el mediano compromiso del Poder Judicial y el Ministerio Público con la
reforma del sistema de justicia penal (que se traduce en la ausencia de consensos y
acuerdos de carácter interinstitucional en el seno de la Comisión Especial), así como la
rebeldía del Ministerio del Interior a acatar el rol que le ha sido asignado, son también
serios y reales peligros que podrían impedir la materialización de un proceso de
cambios institucionales en la dirección que ha marcado el nuevo Código.
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Atenta contra la implementación, también, el hecho que a pocos meses de darse la
partida en el distrito judicial de Huaura, por lo menos en cuanto al Poder Judicial se
refiere, las autoridades no hayan realizado las coordinaciones básicas con la
presidencia de la Corte Superior, no atiendan sus requerimientos y hayan
“desautorizado” la iniciativa de conformación de una comisión de implementación
integrada por vocales y jueces de Huaura. A la fecha, y más allá de algunos seminarios
de capacitación coordinados por la propia Corte Superior, puede señalarse que no se
ha avanzado nada en el proceso de implementación del Código Procesal Penal en
Huaura. Recién en estos días, se va a proceder al levantamiento de la información de
la carga procesal real a fin de establecer la demanda del servicio.
3. Necesidad de adoptar acciones inmediatas
Los procesos de reforma de la justicia penal sólo pueden tener éxito cuando se
asientan en una clara y sostenida voluntad política, existe un liderazgo fuerte y
legitimado, y se cuenta con un Plan de Implementación que sea un instrumento que
oriente y posibilite la ejecución de los cambios. Cuando alguno de estos elementos no
concurre, todo esfuerzo está condenado al fracaso. En el Perú, aún hoy, es posible
crear las condiciones indispensables para desarrollar un programa de reforma del
sistema de justicia penal y, particularmente, para la implementación del Código
Procesal Penal.
Para ello es necesario, entre otras medidas:
a) generar la voluntad política estatal necesaria para el cambio y hacer lo propio en
instituciones tales como el Poder Judicial, Ministerio Público y Policía Nacional. El
objetivo es convertir la reforma procesal penal en una política pública y parte de la
agenda política nacional;
b) lograr el reposicionamiento político de la Comisión Especial de Implementación del
Código Procesal Penal. La reforma requiere urgentemente de un ente que la lidere y
conduzca, que defina sus acciones y estrategias, que sea un espacio de construcción
de acuerdos interinstitucionales, y que genere alianzas sociales y políticas que logren
la sostenibilidad y legitimidad del proceso;
c) asegurar los fondos públicos requeridos para financiar la reforma;
d) elaborar un Plan de Emergencia para los Distritos Judiciales de Huaura y La
Libertad. Estando a sólo 5 meses de dar inicio al proceso de implementación del
Código Procesal Penal en el distrito judicial de Huaura (y algunos meses más para el
de La Libertad), debe atenderse de manera urgente y preferente los requerimientos de
nuevos fiscales, magistrados, defensores de oficio y personal auxiliar. Asimismo, debe
priorizarse el trabajo de adecuación en la infraestructura de la sede del Poder Judicial y
la adquisición de locales apropiados para el desempeño de las funciones de los
representantes del Ministerio Público y la Defensoría de Oficio en Huaura. También,
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debe darse inmediato curso a un proceso intenso de capacitación a fiscales, jueces,
abogados y policías en los mencionados distritos judiciales.
Esta es, tal vez, la última oportunidad de la que disponemos para revertir los obstáculos
que impiden el proceso de reforma y niegan las posibilidades de implementación del
Código Procesal Penal. No la desperdiciemos.
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