Descartes: El conocimiento matemático y el problema del mundo

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Descartes: El conocimiento matemático y el problema del
mundo externo
Prof. Lilian Trochon
Descartes en sus Meditaciones Metafísicas se plantea el problema del
conocimiento en general pero teniendo como modelo al conocimiento
matemático. Persigue un conocimiento justificado, verdadero y que no deje
de lado la creencia como condición que atañe a un sujeto epistemológico.
Las creencias no pueden ser tratadas de cualquier forma, sino siguiendo un
cierto orden que para Descartes supone que se apoyan en ciertos principios.
Si Bien el principio para muchas creencias es la base sensorial, de las
restantes por el momento no se nos dice nada.
Si el conocimiento matemático se origina, en último término en la base
sensorial, se compadecen con éste las críticas escépticas de Descartes en
torno al argumento del sueño, pues es bien cierto que un sujeto que sueña
con proposiciones matemáticas no por eso tiene conocimiento de las
mismas mientras duerme. Pero a esto se agrega una exigencia cartesiana de
naturaleza hiperbólica, pues como señala Barry Stroud (1) como condición
ineludible del saber se requiere que el sujeto sepa que no está soñando.
En el caso del conocimiento matemático, su pertinencia está sujeta
a una segunda exigencia que se instala con la introducción de la hipótesis
del genio maligno que representa la posibilidad constante del error Con ello
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el saber matemático pasa a pertenecer a la naturaleza misma de la razón,
que es amenazada en su legalidad constitutiva.
De esta manera, es decir a través de estas dos condiciones, la matemática
debe ser defendida restableciendo su carácter necesario pues debe seguir
siendo el caso paradigmático del conocimiento racional, y por otro lado
debe cumplir el proyecto más ambicioso de su vertebración con el mundo
externo.
Su carácter necesariamente racional se restablece a medida que empieza a
transcurrir la hipótesis del genio maligno. Este industrioso de la
representación pero no de las existencias mundanas puede producir una
serie de confusiones si no se distingue claramente diversos tipos de
representaciones y se adjudica una homogeneidad de las representaciones
sensorias con las representaciones matemáticas, si esto es así puede que me
equivoque siempre cuando enumero los lados de un cuadrado o cuando
añado tres a cinco. Una consecuencia más fuerte se sigue cuando el colapso
del mundo material arrastra consigo el colapso matemático. En este sentido
la vinculación y salvataje de los mismos se torna imprescindibles.
¿Puede lograr Descartes la solución a los dos problemas planteados más
arriba? Creemos que soluciona solamente la puesta en cuestión de la
racionalidad matemática, pero su necesidad, queda sujeta al criterio
subjetivo de claridad y distinción que se restablece arbitrariamente en la
Meditación III. Por otra parte la racionalidad se enmarca solamente en la
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búsqueda de pruebas sin un hilo conductor que asegure la trascendentalidad
que Descartes cree haber encontrado en la intimidad del alma.
Cuando nos volvemos hacia las relaciones de matemática-mundo, el
panorama no es menos desolador, agregando también cierta inconsistencia
por la presencia de una dualidad no buscada en el plano mismo de la razón.
En su huida de la semejanza como criterio representacional y en su
necesidad de separar lo simple de lo complejo, Descartes anatemiza la
astronomía por tratar de cosas compuestas y luego la restituye por su
idoneidad racional en el tratamiento del mundo externo. De esta manera la
razón se impregna de propiedades corpóreas, es decir compuestas, al
mismo tiempo que permanece en el misterio su vinculación racional con los
entes naturales.
Finalizando, entonces, la restitución del mundo externo queda vacía de
racionalidad, confinada a las bondades de un creador que permanecen
constantemente indeterminadas para dar cuenta de la esencialidad del
mismo.
Notas: (1) Barry Stroud “El escepticismo filosófico y su significación”
Ed. FCE 1991.
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