1 Por reconciliación hemos de entender la voluntad expresada de

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Por reconciliación hemos de entender la voluntad expresada de los
cónyuges de restituir vigencia plena al matrimonio. Obviamente esto sólo
puede ocurrir mientras los sujetos aún son cónyuges, pues una vez roto
el matrimonio (divorcio o nulidad) la recomposición de la relación
conyugal sólo se puede producir mediante un nuevo matrimonio (art. 88.II
C.C.).
Por eso, la reconciliación es pertinente cuando se ha producido una
separación procesalmente declarada, pudiendo sea en virtud de una
medida provisional sea por una resolución definitiva.
La acción de divorcio se extingue por la muerte de cualquiera de los
cónyuges y por su reconciliación (art. 88, párrafo primero, del C.C.). Debe
entenderse también incluida la declaración de fallecimiento en caso de
ausencia (arts. 193 y 194 C.C.).
La reconciliación en relación con el divorcio es reglada exclusivamente
por el artículo 88 C.C., de modo escueto y con unas reglas que
seguramente pueden considerarse anacrónicas, después de la reforma
producida en materia de crisis matrimoniales por la Ley 15/2005. En el
precepto señalado únicamente se contiene un requisito, el efecto que se
le atribuye a la reconciliación y la negación de tal efecto. El requisito es
que la reconciliación sea expresa "cuando se produzca después de
interpuesta la demanda"; el efecto o consecuencia es el de que se
extingue la acción de divorcio; la eficacia que se le niega es para el caso
de que la reconciliación se produzca después de la sentencia de divorcio.
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Con estos escasos mimbres es necesario construir el régimen
jurídico de la reconciliación, que forzosamente debe considerar que se ha
producido una modificación de la normativa sobre separación y divorcio
de gran trascendencia (Ley 15/2005), particularmente en lo relativo a la
desaparición
de
las
causas
del
divorcio,
que
ahora
depende
exclusivamente de la voluntad de los cónyuges, y a que no es necesario
pasar por el estadio previo de separación para luego promover el
divorcio.
-
Ineficacia de la reconciliación respecto del derecho al divorcio.- No
es este el lugar más adecuado para analizar el concepto de acción y su
evolución jurídica, con el lugar que aún hoy se le viene reconociendo por
algunos, sito entre el derecho subjetivo, la pretensión y el derecho
abstracto a la tutela judicial efectiva.
Todo resulta más claro si en lugar de hablar de acción de divorcio
usáramos lo que es más adecuado: derecho al divorcio. Dicho esto se
entiende perfectamente que antes de la Ley 15/2005 los cónyuges no
tenían derecho al divorcio salvo que concurriera alguna de las causas
legalmente previstas. Verificadas tales causas, nacía para alguno de los
cónyuges el derecho al divorcio.
Actualmente no es así. Todos los cónyuges tienen derecho a
divorciarse por el simple hecho de estar casados. Y ese derecho no se
extingue por la reconciliación. Usando la terminología del artículo 88 C.C.:
la acción de divorcio hoy no se extingue por la reconciliación, pues se
tiene por el simple hecho de estar casado.
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Con un ejemplo se entenderá mejor. El antiguo artículo 86 del Código
Civil, en la redacción dada por la Ley 30/1981, disponía en su número 4
que era causa de divorcio "el cese efectivo de la convivencia conyugal
durante el transcurso de, al menos, cinco años, a petición de cualquiera
de los cónyuges". Significaba esto que, transcurrido el período señalado,
nacía el derecho ("acción") al divorcio para ambos cónyuges. En este
caso cobra sentido la reconciliación, que podría producirse fuera del
proceso o dentro de éste, pudiéndose discutir si estamos ante una
transacción, una renuncia, etc. El efecto de la reconciliación sería que
ambas partes perderían su derecho al divorcio. Del mismo modo que el
acreedor lo perdería si condonara la deuda.
Hoy, en cambio, con la redacción del artículo 88, el derecho al
divorcio se tiene por el mero hecho de estar casado. La reconciliación
entre los cónyuges no extingue el derecho al divorcio. Cualquiera de los
esposos en cualquier momento puede pedirlo, sin que la reconciliación
produzca ninguna consecuencia en este punto.
-
La reconciliación extraprocesal.- Dicho lo anterior, hay que concluir
que la reconciliación extraprocesal entre los cónyuges no tiene ninguna
trascendencia jurídica para el divorcio, una vez declarado. Existirá
entonces un interés sociológico, psicológico, etc. Pero no lo tiene para el
Derecho, al menos en lo que toca al divorcio.
-
Reconciliación durante las medidas provisionales previas.- La
reconciliación puede producirse también durante el período de vigencia
de las medidas provisionales acordadas con carácter previo a la
presentación de la demanda. A este respecto nos remitimos al apartado
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dedicado a la reconciliación, dentro del estudio sobre la separación
matrimonial, en esta misma obra.
-
La reconciliación procesal.- Más complejidad tiene la reconciliación
cuando se produce dentro del proceso, pues son diferentes las
posibilidades en que se puede verificar, pero nunca equivaldrá a la
extinción del derecho o "acción" de divorcio.
a)
Requisitos: El único requisito que se exige por el artículo 88 C.C.
es que sea expresa. En cambio, nada se dice respecto de la necesidad de
que se haga ratificación por separado de la reconciliación, a diferencia de
lo que ocurre con la reconciliación en la separación. Quizás se deba a que
en el antiguo artículo 86 del Código Civil sólo se podía promover el
divorcio si ya existía una separación previa, con lo que no habría temor
por parte del legislador acerca de la eventual coacción que un cónyuge
pudiera infligir al otro, que es lo que parece que subyace en este
requisito.
Como actualmente se puede acceder al divorcio sin previa
separación, no estaría de más que los jueces velaran por comprobar que
realmente existe esa voluntad en los cónyuges y que no se produce
ninguna clase de influencia ilegítima de uno sobre el otro (coacciones,
etc.).
b)
Naturaleza procesal: Es necesario determinar qué naturaleza tiene
la reconciliación cuando ésta se produce en un proceso matrimonial. A tal
fin se deben tener en cuenta ciertos aspectos propios de esta clase de
procesos, como son que con ocasión de su tramitación se pueden haber
establecido algunas medidas provisionales (previas o simultáneas a la
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demanda), que por la interposición de la demanda se produce
indefectiblemente unos efectos legalmente ordenados (art. 102 C.C.), que
con frecuencia se encuentran afectados intereses que son prevalentes a
los meramente privados y disponibles para los cónyuges, sobre todo
cuando hay menores, que la demanda de divorcio puede interponerse
directamente o estando ya acordada la separación judicial.
Por último, no carece de importancia tampoco las limitaciones que se
imponen en orden a la reconvención, de las que cabe deducir que, una
vez efectuado el emplazamiento al demandado, éste es también "dueño"
del proceso. Es decir, promovida una causa matrimonial por divorcio, el
demandado no puede reconvenir instando también el divorcio o
proponiendo alguna medida definitiva sobre las que necesariamente se
debe pronunciar el juez.
De lo anterior resulta que la reconciliación no puede ser interpretada
como un desistimiento unilateral, pues, una vez presentada la demanda
se han producido unos efectos jurídicos (los del art. 102 C.C.) y
probablemente se hayan tomado unas medidas provisionales, previas o
simultáneas a la demanda (las del art. 103 C.C., cuando menos), sobre lo
que se requiere alguna decisión judicial. Aún menos unilateral puede ser
si además se ha emplazado al demandado (art. 20 L.E.C.).
Todas estas cuestiones hacen que no sea suficiente con abandonar
el proceso, sino que será necesario proveer sobre las decisiones
judiciales ya tomadas, máxime si hay menores afectados.
Además, aunque no se exija tal cosa para el divorcio, no puede
olvidarse que la reconciliación, cuando se trata de la separación,
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forzosamente requiere la ratificación de ambas partes por separado, de
modo que esta figura se aleja palmariamente del desistimiento unilateral
asimilándose al bilateral.
La propia esencia de la reconciliación, que consiste en una
coincidencia de las voluntades de las dos partes, conduce a pensar en
ese carácter bilateral.
El desistimiento produce como efecto únicamente la terminación del
proceso, dejando imprejuzgada la pretensión interpuesta. Pero en el
presente caso se producen algunas consecuencias más, como que se
requiere una decisión judicial relativa a las medidas adoptadas. Además,
aunque expresamente no lo diga la Ley, el juez habrá de velar porque las
partes actúen realmente de modo libre sin coacción de la otra.
Hay que pensar que las partes no sólo están de acuerdo en no
divorciarse, sino también en que se levanten o mantengan los efectos y
medidas adoptados o que se sustituyan por otros que en ese momento
pueden plantear. Es más, si se hubiera acordado la separación definitiva
en un proceso previo, las partes, mediante la reconciliación, instan del
juez una declaración que produzca efectos frente a terceros y susceptible
de modificar el Registro Civil.
Por consiguiente, es necesaria una resolución del juez por la que
declare el sobreseimiento respecto del divorcio y lo que estime oportuno
respecto de las demás cuestiones. De este modo nos encontramos ante
una figura próxima a la transacción, lo que no es posible, dado que
expresamente se proscribe para esta clase de procesos en el art. 751
L.E.C.
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Así pues, se hace necesario una vez más hacer una distinción entre
la pretensión principal (divorcio) y las accesorias (efectos y medidas), sin
que por el nombre quepa pensar que son menos relevantes las segundas
que las primeras. En cuanto a las medidas, hay que advertir que unas son
indisponibles para las partes pero que otras quedan dentro de la esfera
de su autonomía de la voluntad.
Dicho todo lo cual, hemos de concluir que la reconciliación en los
procesos de divorcio tiene una naturaleza mixta:
i.
ii.
En lo que al divorcio toca constituye un desistimiento bilateral.
En cuanto a los efectos y medidas no disponibles, particularmente
las que interesan a los menores e incapaces, la reconciliación constituye
un acuerdo no vinculante de las partes (interpretación favorecida por lo
que se dispone en el art. 84.II C.C., pero que se ha obviado respecto del
88 del mismo cuerpo legal).
iii.
Respecto de las medidas sobre las que las partes tienen
disponibilidad, si la reconciliación se refiere a ellas tendrá carácter de
transacción (art. 751.3 L.E.C.)
c)
Tramitación y resolución judicial: Presentada la reconciliación por
las partes, aunque la ley no lo requiera para el caso de divorcio, sería
conveniente que se produjera una ratificación separada de los cónyuges.
Particularmente esto es relevante en el caso del procedimiento de mutuo
acuerdo,
si
ambos
cónyuges
litigan
unidos
con
una
misma
representación y defensa.
Es preceptivo dar audiencia al Ministerio Fiscal, en el caso de que
haya menores o incapaces (art. 749 C.C.).
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Por último, el Juez pronunciará un auto por el que ordenará el
sobreseimiento respecto del divorcio y decidiendo lo que proceda
respecto de los efectos y medidas no disponibles, sobre los que
necesariamente debe resolver (art. 774 L.E.C.), incluso aunque las partes
no le hayan presentado ningún acuerdo sobre esta cuestión, y respecto
de las medidas disponibles para las partes, si le hubieran propuesto
alguna modificación.
-
Recursos.- Contra el auto que se dicte poniendo fin al procedimiento
de divorcio, podrá interponerse recurso de apelación, conforme al artículo
455.1 LEC, dado que se trata de un auto definitivo, al poner fin al proceso.
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