CULTIVOS CEREALISTAS rastrojos

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CULTIVOS CEREALISTAS
Rastrojo
Descripción: residuos de cosecha que quedan en el campo tras el paso de la cosechadora y
empacadora, y que se aprovechan en pastoreo en el periodo que va desde la recolección
hasta el arado o laboreo del suelo para preparar el siguiente cultivo. Incluyen tanto los restos
de la cosecha (grano que queda en el suelo tras cosechar y fracción consumible de la paja:
hojas, cañas de menor sección, etc.) como los “ricios”, fracción de los rastrojos compuesta por
los granos que no han sido consumidos por el ganado y que germinan tras las lluvias estivales
y otoñales. También forma parte de los ricios la flora adventicia que se desarrolla en los
rastrojos en otoño.
Distribución: porción meridional de Navarra delimitada por el Valle de Amescoa, Guesalaz, la
Cuenca de Pamplona, Aoiz y Sangüesa.
Labores y manejo: los rastrojos son residuos de cosecha y, consecuentemente, no requieren
de la aplicación de ninguna labor. Son aprovechados por ganado ovino tras la cosecha hasta el
momento del arado de la tierra, es decir, durante aproximadamente dos meses a dos meses y
medio (inicio de julio a primeros de septiembre). Durante el pastoreo en los rastrojos, las
ovejas seleccionan, tras el grano, primero las espigas, después las hojas secas del cereal,
luego la caña de la paja cortada por la cosechadora y finalmente los tallos que quedan fijos al
terreno.
Rendimiento productivo: la cantidad de grano, principal material nutritivo de las
rastrojeras, es muy variable, y no sólo está relacionada con la producción, sino que, además,
intervienen otros factores como son la densidad del cultivo, la eficacia de la cosechadora, el
estado del cereal en el momento de ser recolectado y el terreno. En general, dicha cantidad es
mayor en los casos de malas cosechas (cañas cortas), cuando ésta se efectúa sobre un cereal
encamado por efecto del viento, la lluvia o el exceso de fertilización nitrogenada, o cuando se
trata de un terreno pedregoso (Ferrer y Mangado, 2001; Salvatierra, 2002). Según los
mismos autores, en rastrojos de cultivo de cebada, la cantidad de grano que queda en suelo
tras la cosecha es de unos 100 kg/ha (aproximadamente el 2% del total de la producción),
valor que disminuye a 80 kg/ha tras el empacado. De igual modo, tras la cosecha quedan del
orden de 2.000 kg/ha de paja, y 1.000 kg/ha tras el empacado.
Respecto a la calidad del rastrojo, es un alimento con bajos contenidos en proteína y
minerales, excepto el P que aparece con niveles óptimos en el grano (Salvatierra, 2002). El
grano presenta, además, bajos contenidos en fibra y muy alta digestibilidad, al contrario de la
paja, que tiene elevados contenidos en fibra y baja digestibilidad.
Para la valoración de las rastrojeras como alimento para el ganado, se parte de la premisa de
que todo el grano se consume, excluido obviamente el que se pierde por pisoteo, fauna, etc.
De la paja no empacada se estima que, de la fracción pastable (hojas, cañas de menor
sección, etc.), el ganado sólo hace uso de la porción que puede digerir en función de la
energía aportada por el grano (1,58 kg de paja por kg de grano). Consecuentemente,
teniendo en cuenta el valor energético individual del grano y la paja, resulta una oferta media
en los rastrojos de 120-130 UFL/ha. En general, el rastrojo de trigo duro, del que se tienen
escasas referencias, aporta menos cantidad de grano que el de cebada, ya que su espiga, en
caso de ser cosechada, se desprende con mayor dificultad que en ésta.
La producción asociada a los ricios es muy variable y poco pedrecible, ya que depende
fundamentalmente de las lluvias estivales y otoñales y de la intensidad de pastoreo en los
rastrojos después de cosechar. El número de raciones aportadas es escaso incluso en las
tierras más productivas; el pasto es de baja calidad y palatabilidad.
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