observaciones previas

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LA INICIACIÓN CRISTIANA DE LOS ADULTOS
OBSERVACIONES PREVIAS
1.
El Ritual de la Iniciación Cristiana, que se describe a continuación, se destina a
los adultos que, habiendo oído el anuncio del misterio de Cristo y bajo la acción
del Espíritu Santo que les abre el corazón, consciente y libremente buscan al
Dios vivo y emprenden el camino de la fe y de la conversión. Por medio de este
Ritual se les provee de la ayuda espiritual para su preparación y para la
recepción fructuosa de los sacramentos a su debido tiempo.
2.
El ritual no presenta solamente la celebración de los sacramentos del Bautismo,
Confirmación y Eucaristía, sino también todos los ritos del catecumenado, el
cual, experimentado por la práctica muy antigua de la Iglesia y adaptado a la
actividad misionera de hoy, era de tal modo solicitado en todas partes, que el
Concilio Vaticano II mandó restablecerlo y revisarlo según las costumbres y
necesidades de cada lugar39.
3.
Para que mejor se compagine con la labor de la Iglesia y con la situación de los
individuos, de las parroquias y de las misiones, el Ritual de la Iniciación
presenta:
§
Primero, la forma común, completa, apta para la preparación de varios
catecúmenos, pero que los pastores podrán adaptar fácilmente a uno solo
(Cf. nn. 68-239).
§
Enseguida, para casos particulares, se ofrece también la forma simplificada,
que puede hacerse en una sola celebración o distribuirse en celebraciones
sucesivas (Cf. nn. 240-277).
§
Por último, la forma breve, para los que se encuentran en peligro de muerte
(Cf. nn. 278-294).
I.
4.
ESTRUCTURA DE LA INICIACIÓN DE LOS ADULTOS
La iniciación de los catecúmenos se lleva a cabo mediante un proceso gradual
en el seno de la comunidad de los fieles, la cual, a una con los catecúmenos,
reflexiona sobre el valor del Misterio Pascual, renueva su propia conversión y,
con su ejemplo, mueve a los catecúmenos a seguir con docilidad la acción del
Espíritu Santo.
39
Cf. Conc. Vat. II, Constitución sobre la sagrada liturgia, Sacrosanctum Concilium, nn. 64-66: Decreto
sobre la actividad misionera de la Iglesia, Ad gentes, n. 14: Decreto sobre el ministerio pastoral de los
obispos, Christus Domino, n. 14.
5.
El Ritual de la Iniciación se adapta al camino espiritual de los adultos, que es
muy variado según la multiforme gracia de Dios, la libre cooperación de cada
uno, la acción de la Iglesia y las circunstancias de tiempo y lugar.
6.
En este camino, además de los tiempos de instrucción y de maduración de los
que se trata en el número siguiente, hay “grados” o pasos por los que el
catecúmeno va avanzando, como quien pasa por una puerta o sube un escalón.
a) El primero tiene lugar cuando, al llegar a la conversión inicial, el candidato
quiere ser cristiano y es recibido por la Iglesia como catecúmeno.
b) El segundo cuando, madurada ya la fe y casi terminado el catecumenado, el
candidato es admitido a una preparación más intensa de los sacramentos.
c) El tercero, cuando concluida la preparación espiritual, el candidato recibe los
sacramentos con los que comienza a ser cristiano.
Tres son, pues, los grados o pasos o puertas, que hay que considerar como los
momentos de mayor importancia o densidad en el camino de la iniciación. Estos
tres grados se sellan con tres ritos litúrgicos: el primero, con el rito de entrada en
el catecumenado; el segundo, con el de la elección y el tercero, con el de la
celebración de los sacramentos.
7.
Los grados introducen a los “tiempos” de instrucción y maduración o son
preparados por estos:
a) El primer tiempo, que exige que el candidato se dedique al estudio y a la
reflexión, la Iglesia lo dedica a la evangelización y “precatecumenado”.
Concluye con el ingreso en el grado de los catecúmenos.
b) El segundo tiempo, que comienza con el rito de entrada en el grado de los
catecúmenos y puede durar varios años, se emplea en la catequesis y en
los ritos a ella anexos. Acaba el día de la “elección”.
c) El tercer tiempo, por lo general muy breve, que coincide de ordinario con
la preparación cuaresmal de las solemnidades pascuales y de los
sacramentos, se destina a la “purificación” e “iluminación”.
d) El último tiempo, que dura todo el Tiempo Pascual, se dedica a la
“mistagogia”, es decir, tanto a gustar la nueva experiencia y recoger los
frutos, como a estrechar más profundamente el trato y los lazos con la
comunidad de los fieles.
Cuatro son, por lo tanto, los tiempos que se suceden: El “precatecumenado”,
caracterizado por la primera evangelización: el “catecumenado”, destinado a la
catequesis completa, el de “purificación e iluminación”, para proporcionar una
preparación espiritual más intensa; y el de “mistagogia”, marcado por la nueva
experiencia de los sacramentos y de la comunidad.
8.
Además, como la iniciación de los cristianos no es otra cosa que la primera
participación sacramental en la muerte y resurrección de Cristo, y como también
el tiempo de la purificación e iluminación coincide ordinariamente con el
Tiempo de Cuaresma 40 y la “mistagogia” con el Tiempo Pascual, conviene que
toda la iniciación se caracterice por su índole pascual. Por lo cual la Cuaresma
logrará su pleno vigor en la intensa preparación próxima de los elegidos y la
Vigilia Pascual se tendrá como el tiempo propio de los sacramentos de la
iniciación, sin que se prohíba, cuando las necesidades pastorales así lo
requieran, la celebración de los mencionados sacramentos en otra fecha.
A.
9.
Evangelización y “precatecumenado”
Aunque el Ritual de la Iniciación Cristiana de los Adultos comienza con la
admisión al catecumenado, el periodo precedente, o precatecumenado, tiene
gran importancia y, ordinariamente, no debe omitirse: en este tiempo, se realiza
la evangelización, que es el anuncio claro y decidido del Dios vivo y de
Jesucristo, enviado por aquél para la salvación de todos, a fin de que los no
cristianos, abierto su corazón por el Espíritu Santo, se conviertan a Cristo y se
adhieran al que es el camino, la verdad y la vida y satisface con creces infinitas
todas las aspiraciones del hombre41.
10. De la evangelización, realizada con el auxilio divino, brotan la fe y la
conversión inicial, por las cuales cada uno se siente llamado a dejar el pecado e
inclinado al misterio del amor divino.
El tiempo del precatecumenado se dedica íntegramente a esta evangelización,
para que madure el deseo sincero de seguir a Cristo y de pedir el Bautismo.
11. En este tiempo, los candidatos deben recibir una adecuada explicación del
Evangelio hecha por catequistas, diáconos y sacerdotes, o incluso por otros
laicos: se les debe prestar también solicita ayuda. Para que, purificada y
clarificada su intención, cooperen con la gracia de Dios y para que su trato con
familias y comunidades cristianas sea más frecuente y benéfico.
12. Es competencia de las Conferencias Episcopales determinar que en este período,
además de la evangelización que es propia de este tiempo, pueda realizarse, si
conviene, una primera forma de admisión de los así llamados “simpatizantes”, es
decir, de quienes, sin creer aun plenamente, se muestran interesados en la fe
cristiana:
1) La recepción de los simpatizantes es facultativa y se hará sin rito alguno: no
es todavía manifestación de su fe, pero sí de su recta intención.
2) La forma de la recepción se adaptará oportunamente a las diversas
circunstancias y condiciones de cada lugar. En efecto, a algunos candidatos
hay que hacerles ver, principalmente, el espíritu cristiano, que ellos quieren
conocer y experimentar; a otros, cuyo catecumenado se deba diferir por
40
Cfr Conc. Vat. II, Constitución sobre la sagrada liturgia, Sacrosanctum Concilium, n. 109.
41
Conc. Vat. II. Decreto sobre la actividad misionera de la Iglesia, Ad gentes, n. 13.
alguna razón, les será conveniente, en primer lugar, comenzar con algún
acto o ceremonia, ellos solos o con la comunidad.
3) La recepción se podrá hacer dentro de una de las reuniones de la comunidad
local, en la que se dejará margen para el diálogo y la amistad. Presentado por
un amigo, el simpatizante será saludado, con espontaneidad, por todos, y
recibido por el sacerdote o por algún miembro digno y preparado de la
comunidad.
13. Durante este tiempo de precatecumenado, los pastores de almas ayudarán a los
simpatizantes con oraciones adecuadas.
B.
El catecumenado
14. El rito de entrada en el catecumenado es muy importante, porque en él, los
candidatos se presentan en público por primera vez, manifiestan su voluntad a la
Iglesia, y ésta, ejerciendo su función apostólica, admite a los que desean ser sus
miembros. La gracia de Dios actúa ya eficazmente en ellos, cuando, en esta
celebración, manifiestan claramente su deseo de ser cristianos y, por parte de la
Iglesia, se expresa su admisión y primera consagración.
15. Para dar este paso, se exige que los candidatos tengan ya los fundamentos de la
doctrina cristiana y los inicios de la vida espiritual, a saber42: la primera fe,
adquirida en el tiempo del precatecumenado; la conversión inicial y la voluntad
de cambiar el modo de vivir y de entrar en relación con Dios en Cristo, por lo
tanto, un primer sentido de penitencia y la práctica inicial de invocar a Dios y de
orar, como también una primera experiencia de la comunidad y del espíritu
cristiano.
16. Corresponde a los pastores de almas, con la ayuda de los responsables (ver el n.
42), de los catequistas y de los diáconos, juzgar los indicios extremos de estas
disposiciones43. Además, por razón de la fuerza de los sacramentos válidamente
recibidos (Cf. Introducción general, n. 4), los mismos pastores deben impedir
que nadie ya bautizado quiera ser bautizado de nuevo, cualquiera que sea la
causa.
17. Después de la celebración del rito, inscríbanse oportunamente los nombres de
los catecúmenos en un libro destinado a este efecto, y añádanse igualmente el
nombre del ministro y de los responsables, la fecha y el lugar de la admisión.
18. Desde este momento, la Iglesia acoge, con amor y solicitud, a los catecúmenos,
que, por estar unidos a ella, son ya de la casa de Cristo 44. La Iglesia los alimenta
42
Cfr Conc. Vat. II. Decreto sobre la actividad misionera de la Iglesia, Ad gentes, n. 14.
43
Ibid., n. 13.
44
Cfr Conc. Vat. II. Constitución sobre la Iglesia, Lumen gentium, n. 14; Decreto sobre la actividad
misionera de la Iglesia, Ad gentes, n. 14.
con la palabra de Dios y los ayuda con los auxilios de la liturgia. Los
catecúmenos, por su parte, deben interesarse en participar en la liturgia de la
Palabra y en recibir las bendiciones y los sacramentales. Cuando contraen
matrimonio dos catecúmenos o bien un catecúmeno y una persona no
bautizada, se utiliza el rito adecuado45. Si mueren durante el catecumenado, los
catecúmenos tendrán exequias cristianas46.
19. El catecumenado es un tiempo prolongado, durante el cual, los candidatos, por
medio de la instrucción pastoral y de prácticas apropiadas47, deben llegar a una
maduración suficiente de la fe inicial que manifestaron en su ingreso al
catecumenado. Esto se logra por cuatro medios principales:
1) La catequesis: impartida por los sacerdotes, los diáconos o los catequistas y
otros laicos, organizada de un modo gradual y presentada en forma íntegra,
acomodada al tiempo litúrgico y enriquecida con celebraciones de la
Palabra, debe llevar a los catecúmenos no sólo a un adecuado conocimiento
acerca de los dogmas y mandamientos, sino, ante todo, a una íntima vivencia
del misterio de salvación del que desean participar.
2) La práctica de la vida cristiana: animados por el ejemplo y la ayuda de los
responsables y de los padrinos, más aún de toda la comunidad, los
catecúmenos se van acostumbrando a orar a Dios con más facilidad, a dar
testimonio de la fe, a mantener firme en cualquier circunstancia la esperanza
en Cristo, a seguir siempre la inspiración divina y a practicar el amor al
prójimo hasta la renuncia de sí mismos. Instruidos de este modo, “los recién
convertidos emprenden un camino espiritual por el que, participando ya, por
la fe, del misterio de la muerte y resurrección, pasan del hombre viejo al
hombre nuevo, perfecto por su unión con Cristo. Este paso, que trae consigo
un cambio progresivo de sentimientos y de costumbres, debe manifestarse
con sus consecuencias sociales y desarrollarse, poco a poco, durante el
catecumenado. Siendo el Señor, en el que cree, blanco de contradicción, el
recién convertido experimentará con frecuencia rupturas y separaciones,
pero también gozos que Dios concede sin medida”48.
3) Acciones litúrgicas especiales, por medio de las cuales la Madre Iglesia
ayuda a los catecúmenos. Son principalmente los ritos de purificación y de
bendición divina. Se fomentarán, para bien de ellos, celebraciones de la
Palabra: más aún, los catecúmenos pueden asistir ya, junto con los fieles, a la
liturgia de la Palabra de la Misa, para que se preparen mejor a su futura
participación en la Eucaristía. Sin embargo, según la costumbre tradicional,
cuando participan con la asamblea de los fieles, conviene que, antes de
45
Ritual del matrimonio. nn. 55-56.
46
CIC, can. 1183.
47
Cfr Conc. Vat. II, Decreto sobre la actividad misionera de la Iglesia. Ad gentes, n. 14.
48
Cfr ibid.. n. 13.
comenzar la liturgia eucarística, a menos que haya serios inconvenientes,
sean despedidos cortésmente: pues los catecúmenos deben esperar el
Bautismo, por el cual, agregados al pueblo sacerdotal, estarán capacitados
para participar en el nuevo culto de Cristo.
4) El testimonio de vida y la profesión de su fe, por los cuales, los catecúmenos
deben aprender a cooperar activamente en la evangelización y en la
edificación de la Iglesia, ya que la vida de ésta es esencialmente apostólica49.
20. La duración del catecumenado depende de la gracia de Dios y de muy diversas
circunstancias, como son la organización del catecumenado mismo, el personal
disponible de catequistas, diáconos y sacerdotes, y la cooperación de cada
catecúmeno. Además, según las circunstancias del lugar, hay que tener en
cuenta las distancias y medios de comunicación para llegar a la sede del
catecumenado y la posibilidad de permanecer ahí, como interno, con la ayuda
de la comunidad local. Por lo tanto, nada se puede definir de antemano; así que
corresponde al obispo determinar la duración y dirigir la organización del
catecumenado; también las Conferencias Episcopales, oportunamente, darán
normal más precisas, de acuerdo con las características de las diversas
regiones50.
C.
El tiempo de la purificación y de la iluminación
21. El tiempo de la purificación y de la iluminación de los catecúmenos coincide
ordinariamente con la Cuaresma. En efecto, la Cuaresma, en la liturgia y en la
catequesis litúrgica, renueva la comunidad de los fieles, junto con los
catecúmenos, por medio del recuerdo o la preparación del Bautismo y por la
Penitencia 51, y dispone a todos a celebrar el Misterio Pascual, que se aplica a
cada uno por los sacramentos de la iniciación52.
22. Este tiempo de la purificación y de la iluminación, dedicado a una preparación
interior más intensa, comienza con el rito de la elección. En esta acción
litúrgica, la Iglesia hace la “elección” o admisión de aquellos catecúmenos que,
por sus disposiciones, son aptos para recibir los sacramentos de la Iniciación.
Este rito se llama "elección", porque la admisión hecha por la Iglesia se basa en
la elección de Dios, en cuyo nombre actúa la Iglesia, se llama también
“inscripción del nombre”, porque los candidatos, en prenda de fidelidad,
inscriben sus nombres en el libro de los elegidos.
49
Ibid., n. 14.
50
Cfr Conc. Vat. II, Constitución sobre la sagrada liturgia, Sacrosanctum Concilium, n. 64.
51
Ibid., n. 109.
52
Cfr Conc. Vat. II, Decreto sobre la actividad misionera de la Iglesia. Ad gentes, n. 14.
23. Antes de celebrar la elección, se exige a los candidatos un cambio de
mentalidad y de costumbres, un conocimiento suficiente de la doctrina cristiana,
criterios de fe y sentimientos de caridad; se requiere, además, una previa
deliberación sobre su idoneidad. Después, en la celebración misma, los
candidatos indicarán su propósito y el obispo, o su delegado, manifestará
públicamente su parecer. Por esto la elección, que debe hacerse con mucha
solemnidad, aparecerá como el eje de todo el catecumenado.
24. Desde el día de su elección y admisión, a los catecúmenos se les llama
“elegidos” o también “competentes”, porque todos, juntamente, se ayudan para
prepararse a recibir los sacramentos de Cristo y el don del Espíritu Santo. Se les
llama también “iluminandos”, porque el Bautismo es llamado “iluminación” y,
por él, los neófitos son sumergidos en la luz de la fe. Se podrían usar otros
nombres actuales, dada la diversidad de los países y las costumbres sociales, que
sean más fácilmente inteligibles y respondan mejor al genio de cada lengua.
25. Este periodo de más intensa preparación tiene más el carácter de retiro espiritual
que de catequesis, y se destina a una profunda purificación interior, por medio
del examen de conciencia y de la conversión de vida, y, a la vez, busca iluminar
los corazones por un conocimiento más profundo de Cristo Salvador. Todo esto
se realiza por medio de varias celebraciones y, en especial, por los llamados
“escrutinios” y “entregas”.
1)
Los “escrutinios”, que se celebran solemnemente en domingo, tienen una
doble finalidad: descubrir en los corazones de los elegidos lo débil,
enfermo y malo, para curarlo, y, a la vez, descubrir también lo bueno, sano
y santo, para fortalecerlo. Porque los “escrutinios” tienen como finalidad la
liberación del pecado y del demonio y la afirmación de Cristo como el
camino, la verdad y la vida.
2)
Las “entregas” son celebraciones destinadas a la iluminación de los
elegidos, en las cuales, la Iglesia les entrega las más antiguas síntesis de la
fe y de la oración: el Símbolo de la Fe y la Oración Dominical. El Símbolo
de la Fe se les da como recuerdo gozoso de las maravillas realizadas por
Dios para la salvación de los hombres y como fuente de fe y alegría. Y la
Oración Dominical, para que conozcan más profundamente el nuevo
espíritu de hijos, por el que podrán llamar a Dios con el nombre de Padre,
especialmente en la asamblea eucarística.
26. Para prepararse inmediatamente a los sacramentos:
1)
53
Recomiéndese a los elegidos que el Sábado Santo, de ser posible, se
abstengan de sus trabajos acostumbrados, para dedicarse a la oración y
reflexionar, y procuren guardar el ayuno53.
Cfr Conc. Vat. II, Constitución sobre la sagrada liturgia, Sacrosanctum Concilium, n. 110.
2)
En ese mismo día, se pueden celebrar varios ritos inmediatos preparatorios,
como la recitación del Símbolo, el rito “Effetá”, la elección del nombre
cristiano e, incluso, la unción con el óleo de los catecúmenos.
D.
Los sacramentos de la iniciación
27. Estos sacramentos, es decir el Bautismo, la Confirmación y la Eucaristía, son el
último paso por el que los elegidos, liberados del pecado, son agregados al
pueblo de Dios, reciben la adopción de hijos de Dios, son introducidos por el
Espíritu Santo a la prometida plenitud de los tiempos y por el sacrificio y
banquete eucarístico saborean de antemano el Reino de Dios.
a)
Celebración del Bautismo de los adultos
28. La celebración del Bautismo, que culmina en el baño con el agua y la
invocación de la Santísima Trinidad, se prepara con la bendición del agua y la
profesión de fe, que se relacionan íntimamente con el rito del agua.
29. En efecto, por la bendición del agua se invoca por primera vez a la Santísima
Trinidad, se recuerda el designio salvífico del Misterio Pascual y por qué se
eligió el agua para realizarlo sacramentalmente. Así, el agua recibe su valor de
signo de fe y se proclama ante todos la realización del misterio de Dios.
30. Los ritos de renuncia y profesión de fe tienen por objeto que los que van a ser
bautizados manifiesten su fe viva en el Misterio Pascual, que acaba de ser
conmemorado en la bendición del agua y que de nuevo va a proclamar el
celebrante en las palabras del Bautismo. En efecto, los adultos solo se salvan si
se acercan libremente al don de Dios y lo reciben con fe. Esta fe, cuyo
sacramento reciben, no es sólo la fe de la Iglesia, sino también su propia fe
personal y viva, así, al ser bautizados, a no ser que reciban sólo pasivamente el
sacramento, realizan una alianza personal con Cristo, renunciando al error y
adhiriéndose al verdadero Dios.
31. Una vez que los candidatos han proclamado con fe viva el Misterio Pascual de
Cristo, participan en este Misterio por medio del baño con el agua; y la
Santísima Trinidad, reconocida por ellos e invocada por el celebrante, actúa
sobre sus elegidos, haciéndolos hijos de adopción y agregándolos a su pueblo.
32. El baño con el agua significa la participación mística en la muerte y resurrección
de Cristo, por la cual, los que creen en su nombre mueren al pecado y resucitan
para la vida eterna, por lo tanto, debe darse a este rito toda su importancia en la
celebración del Bautismo: elíjase, pues, entre la forma de inmersión o la de
infusión la que más convenga en cada caso, de modo que, sean las diversas
costumbres y circunstancias, se comprenda mejor que este baño no es un simple
rito de purificación, sino un sacramento de unión con Cristo.
33. La unción postbautismal con el Santo Crisma significa el sacerdocio real de los
bautizados y su inserción en la comunidad del pueblo de Dios. La vestidura
blanca es símbolo de la nueva dignidad de los bautizados. El cirio encendido
significa que están llamados a vivir como hijos de la luz.
b)
Celebración de la Confirmación de los adultos
34. Según costumbre muy antigua, conservada en la Liturgia Romana, el adulto debe
ser confirmado inmediatamente después del Bautismo, a no ser que se opongan
a ello razones verdaderamente graves (Cf. n. 44). En esta secuencia se manifiesta
la unidad del Misterio Pascual. La relación entre la misión del Hijo y la efusión
del Espíritu Santo, como también la unión entre los sacramentos, por los cuales
esas dos Personas Divinas, junto con el Padre, vienen a los bautizados.
35. Por lo tanto, normalmente, después de los ritos complementarios del Bautismo,
omitida la unción postbautismal (n. 224), se debe conferir la Confirmación.
c)
Primera participación de los neófitos en la Eucaristía
36. Por ultimo, se celebra la Eucaristía, en la cual, los recién bautizados toman parte
por primera vez, con pleno derecho, y encuentran en ella la culminación de su
iniciación. En ella, los neófitos, promovidos a la dignidad del sacerdocio real,
toman parte activa en la oración de los fieles y, si es posible, en la procesión de
dones al altar: participan, junto con toda la comunidad, de la acción sacrificial y
recitan la Oración Dominical, con la que manifiestan el espíritu de adopción
filial recibido en el Bautismo. Al participar del Cuerpo entregado por nosotros y
de la Sangre derramada por la salvación, confirman los dones recibidos y gustan
por anticipado los bienes eternos.
E.
El tiempo de la “mistagogia”
37. Terminada la etapa precedente, la comunidad, junto con los neófitos, progresa
en una más profunda comprensión del Misterio Pascual y en una traducción a la
práctica vital, por la meditación del Evangelio, la participación en la Eucaristía y
el ejercicio de la caridad. Este es el último período de la iniciación: el tiempo de
la “mistagogia” de los neófitos.
38. La novedad del mensaje y, sobre todo, la participación en los sacramentos, dan
en efecto, una comprensión realmente más completa y más fructuosa de los
misterios cristianos. Los recién bautizados, renovados en su corazón, han
gustado más íntimamente la bondad de la palabra de Dios, han recibido la
comunicación del Espíritu Santo y han llegado a saber cuán bueno es el Señor.
De esta experiencia, propia del cristiano y acrecentada con el ejercicio del vivir
cotidiano, obtienen los neófitos un nuevo sentido de la fe, de la Iglesia y del
mundo.
39. La nueva participación en los sacramentos ilumina la comprensión de las
Sagradas Escrituras y, a la vez, aumenta el conocimiento del hombre y redunda
en la experiencia de la vida comunitaria, de modo que el trato con los demás
fieles resulta para los neófitos más fácil y más benéfico. De ahí, la gran
importancia de este tiempo de la “mistagogia” para que los neófitos, ayudados
por los padrinos, entablen relaciones más íntimas con los fieles y obtengan así
una visión renovada de las cosas y un nuevo impulso en la vida espiritual.
40. Precisamente, dado que la característica y la fuerza propia de este tiempo
postsacramental procede de la nueva y personal experiencia de los neófitos,
tanto de los sacramentos como de la vida de la comunidad, el principal lugar
donde se realiza la “mistagogia” es en las “Misas por los neófitos”, o sea, las
Misas de los domingos pascuales, porque en ellas, además de la reunión de la
comunidad y la participación en los misterios, los recién bautizados encuentran,
sobre todo en el leccionario del año A, lecturas especialmente escogidas para
ellos. Por esto hay que invitar a estas Misas a toda la comunidad, junco con los
neófitos y sus padrinos. Los textos de ellas se pueden usar aún cuando la
iniciación se haga fuera de su tiempo normal.
II.
MINISTERIOS Y OFICIOS
41. Además de lo dicho en el n. 7 de la introducción general a la Iniciación
Cristiana, el pueblo de Dios, representado por la Iglesia local, debe tener
siempre presente que la iniciación de los adultos le incumbe muy directamente
y es responsabilidad de todos los bautizados16. El pueblo de Dios, fiel a su
vocación apostólica, debe estar siempre muy preparado para ayudar a los que
buscan a Cristo.
En las diversas circunstancias de la vida diaria y también en el apostolado, a
todo discípulo de Cristo le corresponde, en la medida de sus posibilidades, la
obligación de esparcir la semilla de la fe17.
Por eso la comunidad local debe ayudar a los candidatos, a los catecúmenos y a
los neófitos durante todo el recorrido de su iniciación, en el precatecumenado,
en el catecumenado y en el tiempo de la “mistagogia”, especialmente:
1)
Durante el tiempo de la evangelización y del precatecumenado, recuerden
los fieles que el apostolado de la Iglesia y de todos sus hijos se dirige, ante
todo, a manifestar con palabras y con obras el mensaje de Cristo y a
comunicar su gracia 18.
Por eso, deben estar siempre dispuestos para mostrar el espíritu de
comunidad de los cristianos y para acoger a los candidatos en las familias,
en los diálogos privados y especialmente en las reuniones de la
comunidad.
2)
Los fieles, en cuanto les sea posible, asistirán a las celebraciones del
catecumenado y participarán activamente con la oración, el canto, las
aclamaciones y las respuestas.
3)
En el día de la elección, procuren rendir un testimonio justo y prudente
acerca de los catecúmenos, ya que se trata del crecimiento de la propia
comunidad.
4)
Durante la Cuaresma, en el tiempo de la purificación y de la iluminación,
asistan los fieles a los “escrutinios” y a las “entregas”, y den a los
catecúmenos el ejemplo de su propia renovación en espíritu de penitencia,
de fe y de caridad. Todos tendrán en gran aprecio la renovación de los
compromisos bautismales en la Vigilia Pascual.
5)
En el tiempo de la “mistagogia”, participen en las Misas por los neófitos,
acojan a estos con amor y ayúdenlos, para que experimenten la alegría de
vivir en la comunidad de los bautizados.
16
Cfr Conc. Vat. II, Decreto sobre la actividad misionera de la Iglesia. Ad gentes, n. 14.
17
Cfr Conc. Vat. II, Constitución sobre la Iglesia, Lumem Gentium, n. 17.
18
Cfr Conc. Vat. II. Decreto sobre el apostolado de los laicos, Apostolicam actuositatem, n. 6.
42. El candidato que solicita ser admitido entre los catecúmenos será presentado y
acompañado por un “responsable”, es decir, un fiel cristiano, hombre o mujer,
que lo conozca, lo ayude y sea testigo de sus costumbres, de su fe y de su deseo
de ser bautizado. Este responsable normalmente ejerce después el oficio de
padrino durante los tiempos de la purificación y de la iluminación y también de
la “mistagogia”; en caso contrario, deberá elegirse otro fiel cristiano como
padrino.
43. El catecúmeno elegirá a un padrino19 o madrina, teniendo en cuenta sus
cualidades, amistad y buen ejemplo. Delegado por la comunidad y aprobado
por el sacerdote, el padrino acompaña al candidato en el día de la elección, en
la celebración de los sacramentos y en el tiempo de la “mistagogia”.
Corresponde al padrino explicar, con sencillez al catecúmeno, el influjo del
Evangelio en la vida personal y en el ambiente social, ayudarlo en las dudas y
crisis, darle buen testimonio y vigilar el crecimiento de su vida bautismal.
El padrino es escogido antes del rito de la elección, pero a partir de este día
ejerce públicamente sus funciones cuando, ante toda la comunidad, da
testimonio del catecúmeno; su papel tiene gran importancia, principalmente,
cuando el neófito, luego de haber recibido los sacramentos, necesita su ayuda
para permanecer fiel a los compromisos bautismales.
44. Corresponde al obispo20, personalmente o por un delegado, establecer, dirigir y
fomentar la organización pastoral del catecumenado y admitir a los candidatos a
la elección y a los sacramentos. Es muy aconsejable que, en cuanto sea posible,
el obispo, al presidir la liturgia cuaresmal, celebre personalmente el rito de la
“elección” y, en la Vigilia Pascual, los sacramentos de la iniciación, por lo
menos de aquellos que ya cumplieron catorce años. Debe también, con
solicitud pastoral, designar a catequistas dignos y debidamente preparados, para
la celebración de los exorcismos menores.
45. Los presbíteros, además del ministerio que de costumbre les corresponde en la
celebración del Bautismo, la Confirmación y la Eucaristía 21, deben preocuparse
por la atención pastoral y personal de los catecúmenos22, especialmente de los
que tienen dudas y dificultades, para que, con la ayuda de los diáconos y
catequistas, provean a su catequesis. Además, corresponde a los presbíteros
aprobar la elección de los padrinos, escucharlos y ayudarlos. Durante todo el
desarrollo de la iniciación, los presbíteros procuraran realizar los ritos en forma
conveniente (Cf. n. 67).
19
Cfr Introducción general. n. 8.
20
Cfr CIC., can. 817, 1, 2º.
21
Cfr Introducción general. nn. 13-15.
22
Cfr Conc. Vat. II, Decreto sobre el ministerio y vida de los presbíteros, Presbyterorum Ordinis, n. 6.
46. El presbítero que bautiza a un adulto o a un niño en edad catequística, en
ausencia del obispo debe también confirmarlo, a no ser que la Confirmación se
vaya a celebrar en otra oportunidad (Cf. n. 56)23.
Cuando los confirmandos son muchos, el ministro de la Confirmación puede
hacer que lo ayuden otros presbíteros. Es necesario que estos presbíteros:
a. o bien desempeñen en la diócesis un cargo u oficio especial, como, por
ejemplo, que sean vicarios generales, vicarios o delegados episcopales,
vicarios de zona o regionales, o tengan, por mandato del Ordinario,
atribuciones similares, en razón de su oficio;
b) o bien sean párrocos de los lugares en los que se confiere la Confirmación o
párrocos de los lugares a los que pertenecen los candidatos, o presbíteros
que desempeñaron un papel importante en la preparación catequética de los
confirmandos24.
47. Donde haya diáconos, es conveniente su cooperación. Si la Conferencia
Episcopal ha juzgado oportuno establecer diáconos permanentes, ha de procurar
también que el número de diáconos sea suficiente para que los grados, etapas y
ejercicios del catecumenado se puedan tener en todas partes donde lo exija la
necesidad pastoral25.
48. Los catequistas, cuyo servicio tiene gran importancia para el progreso de los
catecúmenos y para el desarrollo de la comunidad, tomarán parte activa en las
celebraciones. Su doctrina debe estar impregnada de espíritu evangélico,
acomodada a los signos litúrgicos y al curso del año, adaptada a las condiciones
de los catecúmenos y enriquecida, en lo posible, con las tradiciones locales.
Con delegación del obispo, los catequistas pueden hacer los exorcismos
menores (Cf. n. 44) y las bendiciones26 de los que se trata en los nn. 113-124 del
Ritual.
III.
TIEMPO Y LUGAR DE LA INICIACIÓN
49. Los pastores deben distribuir el curso de la iniciación de tal manera que la
elección tenga lugar el primer domingo de Cuaresma y los sacramentos se
celebren en la Vigilia Pascual. Los demás ritos deben distribuirse a partir de la
anterior disposición y de acuerdo con las explicaciones de los números 6-8 y 1440. Sin embargo, por graves necesidades pastorales, el curso de la iniciación
puede distribuirse de forma distinta, según lo que se indica en los números 5862.
23
Cfr Ritual de la Confirmación, Prenotandos n. 7b (Cfr CIC, can. 866).
24
Cfr ibid., n. 8.
25
26
Cfr Conc. Vat. II, Constitución sobre la Iglesia, Lumen Gentium, n. 26: Decreto de la actividad misionera
de la Iglesia, Ad gentes, n. 16.
Cfr Conc. Vat. II, Constitución sobre la Sagrada Liturgia, Sacrosanctum Concilium, n. 79.
A.
Tiempo normal o acostumbrado
50. Por lo que respecta al tiempo de celebrar el rito de entrada en el catecumenado,
debe notarse lo siguiente:
1) que no sea prematuro: hay que esperar a que los candidatos, según sus
disposiciones y su situación, tengan tiempo suficiente para alcanzar una fe
inicial y para mostrar los primeros indicios de conversión (Cf. n. 20);
2) donde el número de candidatos suela ser numeroso, espérese a tener un
grupo suficiente para la catequesis y las celebraciones litúrgicas;
3) establézcanse, en el año, dos o tres días apropiados para esta celebración.
51. El rito de la “elección” o inscripción del nombre se celebrará, ordinariamente, el
primer domingo de Cuaresma. Si se juzga conveniente, se puede anticipar un
poco o celebrarlo durante la semana que sigue al mencionado domingo.
52. Los "escrutinios" se celebrarán, ordinariamente, los domingos tercero, cuarto y
quinto de Cuaresma. Si hay necesidad, se podrán celebrar en otros domingos de
Cuaresma o aun entre semana, en los días más convenientes. Normalmente,
deben celebrarse tres “escrutinios”, pero el obispo, si existe un impedimento
grave, puede dispensar de uno o aún de dos, en circunstancias extraordinarias.
Si se dispone de poco tiempo y se ha anticipado la elección, puede anticiparse
también el primer “escrutinio”, pero procúrese que en este caso, el período de
preparación próxima, es decir, el “tiempo de la purificación” y de la
“iluminación”, no se prolongue más de ocho semanas.
53. Desde la antigüedad, las “entregas” se celebran después de los “escrutinios”;
pertenecen, por lo tanto, al mismo tiempo de la purificación y de la iluminación,
por eso celébrense entre semana. El Símbolo de la Fe se entrega en la semana
siguiente al primer escrutinio, y la Oración Dominical en la semana siguiente al
tercer escrutinio. Sin embargo, por razones pastorales y para enriquecer la
liturgia del catecumenado, las “entregas” pueden adelantarse y celebrarse dentro
del catecumenado, a modo de un “rito de transición” (Cf. nn. 125-126).
54. El Sábado Santo, dado que los elegidos se abstienen de sus trabajos
acostumbrados (Cf. n. 26) y se dedican a la oración y a la reflexión, pueden
celebrarse varios ritos inmediatamente preparatorios, como la recitación del
Símbolo, el rito “Effetá”, la elección del nombre cristiano, e, incluso, la unción
con el óleo de los catecúmenos (Cf. nn. 193-207).
55. Los sacramentos de la iniciación de los adultos se han de celebrar en la Vigilia
Pascual (Cf. nn. 8 y 49). Si los catecúmenos son muchos, la mayoría puede
recibir los sacramentos en la noche de Pascua y los demás pueden hacerlo en
los días de la octava de Pascua, en iglesias principales o en centros secundarios.
En este caso, se toma la misa propia del día o la misa ritual de la Iniciación, con
las lecturas de la Vigilia Pascual.
56. En algunos casos, se podrá dejar la celebración de la Confirmación para el final
del tiempo de la “mistagogia”, por ejemplo, para el domingo de Pentecostés (Cf.
n. 237).
57. En los domingos de Pascua, se celebrarán las llamadas “Misas por los neófitos”,
a las cuales se invitará insistentemente a toda la comunidad, como también a los
recién bautizados y a sus padrinos (Cf. n. 40).
B.
Tiempo extraordinario
58. Aunque la iniciación se debe organizar de modo que los sacramentos se
celebren en la Vigilia Pascual, sin embargo, por situaciones insólitas o por
necesidad pastoral, el rito de la “elección” y del período de la preparación
próxima se pueden celebrar fuera de la Cuaresma, y los sacramentos, fuera de la
Vigilia Pascual o del día de Pascua. En circunstancias ordinarias, sólo por una
grave urgencia pastoral (como, por ejemplo, el gran número de candidatos),
además del curso normal de la iniciación, celebrado, según costumbre, durante
la Cuaresma, se podrá elegir otra época del año, preferentemente el Tiempo
Pascual, para celebrar también los sacramentos de la iniciación.
En estos casos, se conservara toda la estructura de la iniciación Cristiana de los
Adultos, con los intervalos de tiempo correspondientes, modificando sólo lo
relacionado con el tiempo litúrgico asignado a las celebraciones.
Las adaptaciones se harán como se indica a continuación.
59. Los sacramentos de la iniciación, en cuanto sea posible, han de celebrarse en
domingo, tomando, según convenga, los textos de la misa dominical o los
propios de la misa ritual (Cf. n. 55).
60. El rito de entrada en el catecumenado se celebrará en un día conveniente como
se dijo en el número 50.
61. El rito de la “elección” se celebrará, aproximadamente, seis semanas antes de los
sacramentos de la iniciación, de modo que haya tiempo suficiente para los
“escrutinios” y las “entregas”. Procúrese que la celebración de la elección no
coincida con una solemnidad del año litúrgico. Se proclamarán las lecturas
señaladas en el rito de la “elección” y el formulario de la misa será el del día o el
de la misa ritual.
62. Los “escrutinios” se celebrarán en domingo o bien entre semana, pero no en una
solemnidad del año litúrgico, y se guardarán los intervalos de tiempo
acostumbrado. Se proclamarán las lecturas señaladas en cada uno de los
“escrutinios” y el formulario de la misa será el del día o el de la misa ritual.
C.
Lugar de la Iniciación
63. Las diversas celebraciones de la iniciación se harán en el lugar más conveniente.
Como está expresado en el Ritual, ténganse en cuenta las especiales necesidades
de las pequeñas comunidades y de los lugares apartados de los territorios de
misión.
IV.
ADAPTACIONES QUE CORRESPONDEN A LAS CONFERENCIAS EPISCOPALES
64. Además de las adaptaciones previstas en los números 30-33 de la introducción
general a la Iniciación Cristiana, las Conferencias Episcopales pueden determinar
otras que afecten al Ritual de la Iniciación Cristiana de los Adultos.
65. Las Conferencias Episcopales pueden determinar sobre los siguientes puntos:
1) Antes del catecumenado, donde parezca conveniente, establecer una forma
de recepción de los llamados “simpatizantes” (cfr. n. 12).
2) Donde abunden los cultos paganos, se podrá incluir en el rito de entrada en
el catecumenado (nn. 79 y 80) un primer exorcismo y una primera renuncia.
3) Establecer que la signación de la frente se haga sin tocar la frente donde este
gesto no sea bien entendido (n. 83).
4) Determinar que el nuevo nombre se imponga a los candidatos al ser
admitidos al catecumenado, si así se acostumbra en los usos religiosos
locales (n. 88).
5) Introducir en el rito de entrada en el catecumenado (n. 89) algunos ritos
secundarios que manifiesten, según las costumbres locales, la acogida en la
comunidad.
6) Establecer durante el catecumenado, además de los ritos ordinarios (nn. 106124), algún “Rito de transición”, que puede ser la anticipación de las
“entregas” (nn. 125-126), o bien el rito “Effetá”, la recitación del Símbolo de
la Fe o, incluso, la unción con el óleo de los catecúmenos (nn. 127-129).
7) Determinar si se debe omitir la unción con el óleo de los catecúmenos (n.
218), o bien si se debe trasladar a los ritos inmediatamente preparatorios (nn.
206-207) o al catecumenado, como un “Rito de transición” (nn. 127-132).
8) Presentar algunas formulas más amplias o más ricas para la renuncia al
demonio o a los cultos paganos (Cf. nn. 217 y 80).
V.
DETERMINACIONES QUE CORRESPONDEN AL OBISPO
66. Corresponde al obispo, en su diócesis:
1) Establecer la organización pastoral del catecumenado, dando para ello
normas convenientes, según las necesidades (Cf. n. 44).
2) Determinar, según las circunstancias, si se debe celebrar la iniciación fuera
del tiempo normal y en qué tiempo (Cf. n. 58).
3) Dispensar, si existe un grave impedimento, de uno de los escrutinios o, en
circunstancias extraordinarias, de dos (Cf. n. 240).
4) Permitir que se utilice, en todo o en parte, el Rito Simplificado de la
iniciación de un Adulto (Cf. n. 240).
5) Designar a catequistas dignos y debidamente preparados, para la celebración
de los exorcismos y las bendiciones de los catecúmenos (Cf. nn. 44 y 47).
6) Presidir el rito de la “elección” y ratificar, personalmente o por un delegado,
la admisión de los elegidos (Cf. n. 44).
7) Establecer la edad de los padrinos según las normas del derecho27 (Cf.
Introducción general, n. 10, 2).
VI.
ACOMODACIONES QUE CORRESPONDEN AL MINISTRO
67. Al celebrante corresponde emplear con amplitud e inteligencia la libertad de
acción que le dejan tanto la introducción a la iniciación Cristiana (n. 34) como
las rúbricas de los diversos ritos. Con frecuencia, no se ha determinado
expresamente el modo de actuar y de orar o bien se ofrecen varias posibilidades,
para que el celebrante, según su criterio pastoral, pueda acomodar el rito a la
situación de los candidatos y de los participantes.
En las moniciones y en las suplicas, se deja la máxima libertad, de modo que,
según las circunstancias, se pueden siempre abreviar, cambiar o ampliar con
intenciones que corresponden a la situación particular de los candidatos o de los
presentes, por ejemplo, el dolor o el gozo en particular de alguno de los
candidatos o de la comunidad.
Lógicamente, el celebrante acomodará el texto cambiando el género y el
número, según la oportunidad de las circunstancias.
27
Cfr CIC, can. 874, § I, 2.
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